Por: Daniel Francisco
La vida sin plazos son ventanas estrelladas –huella de los atentados terroristas–, portadas de periódicos que recuerdan la disolución del Congreso peruano en 1992, poemas que evocan una crisis económica, la militarización de un país, a los desaparecidos, a los muertos. La vida sin plazos fue la exposición del Pabellón de Perú, invitado de honor en la edición 35 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FILG).
El poema Nadie duerme de Grecia Cáceres está en uno de los muros de la muestra:
“Nadie duerme
y el ruido de las vigilias es atronador
cada ruido destroza
un estilo de materia
una forma de vida
en suma un nombre de cálidas
sustancias poseído”
Esta exhibición dio cuenta del trabajo de las escritoras, narradoras y poetas peruanas durante el periodo de violencia política del Perú. Este tiempo es conocido como el conflicto armado interno, término adoptado por el Estado y que evidencia ese momento de terror, violencia, muerte que significó vivir en el Perú durante los años 1980 y 2000, señaló David Flores, curador y coordinador de exposiciones y cine de la presencia del Perú en la FILG.
Agregó, en entrevista con Gaceta UNAM, que fue un periodo violento, “a un nivel de violencia que llegó a nuestros propios cuerpos, es decir, el Perú es un país con una cantidad considerable de desaparecidos, de muertos, de personas que se han sentido vulnerables durante este periodo. Es aquí donde la literatura peruana y la cultura peruana en realidad está plagada de las figuras masculinas, es alucinante, es realmente increíble porque prácticamente es como si no hubiera mujeres, no hubiera escritoras, no hubiera narradoras, no hubiera mujeres artistas”.
Esta muestra, indicó, da cuenta que esa es una posición errada, no existe una verdad histórica respecto a esto. Las mujeres peruanas fueron parte importante del desarrollo de ese vínculo entre las artes visuales, la literatura, los movimientos subterráneos como los conocemos. En esta exhibición vemos un escenario de crisis total, “por ejemplo, hay una reproducción de un periódico que se llama La República del 6 de abril de 1992 donde la portada aparece censurada, fue justamente al día siguiente de que Alberto Fujimori dio un golpe de Estado y este periódico en señal de protesta decidió sacar su portada en blanco como un símbolo de inconformidad ante la inminente censura y frente a eso da cuenta de la posición de la resistencia, una especie de resistencia cultural frente a la dictadura y frente al escenario de violencia y muerte que tuvieron estas escritoras, narradoras”.
Las explosiones
Los que somos peruanos, contó, y seguramente muchos de los que hemos vivido en América Latina, la ventana con un cruce de masking tape significa el momento como tú te protegías ante un estallido. “Durante los años 90 había muchos coches bomba y nosotros cubríamos las ventas con esas cintas. Lo que han hecho estos artistas es cubrir justamente esto y utilizarlo como una referencia a la vida en el Perú de esos años”.
Además de esto, añadió, tenemos en la Ciudad de Guadalajara dos muestras. La idea es trascender el recinto ferial, hacer una toma literal de Guadalajara, hacer una toma del Perú, una toma cultural y tenemos dos exhibiciones. “La exposición en el Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara, que se llama Purga del artista Christian Bendayán, evidencia la visión amazónica, el arte amazónico del Perú. Se piensa erróneamente que el Perú solamente es un país andino. Es un error. Dos terceras parte del Perú pertenecen a la cuenca del Amazonas. La purga es parte del ritual del ayahuasca donde se da una limpia antes de este viaje psicodélico, psicotrópico y finalmente tenemos una que se llama El país que imaginamos que es una muestra en el espacio público en Paseo Chapultepec donde hay cerca de 60 fotografías que demuestran el universo del Perú actual, imágenes de la costa, la sierra, las vidas en las ciudades”.
Miluska Benavides forma parte de la lista de los 25 mejores narradores de lengua española de la revista británica Granta. Defiende el rol de las editoriales independientes, son las que han impulsado a las literaturas emergentes.
En entrevista con Gaceta UNAM afirmó que el rol de las ediciones independientes, históricamente ha cumplido factores interesantes: atender a nuevos productos literarios de nuevos procesos sociales. “Ahí podríamos atender el caso de las mujeres, el de las lenguas originarias, la literatura LGBTQ. Atiende a nuevas escrituras, es decir, son espacios que permiten a las escritoras y escritores asumir riesgos. De pronto trabajar con distintos géneros, intervenirlos, hacer una escritura que no se encuentra fácilmente”.
¿Es difícil publicar?
El reto, dijo, es encontrar una editorial “que pueda responder a mis necesidades como escritora, es decir, son un poco las cualidades de una editorial independiente, una que pueda arriesgar, pensar que la literatura cumple ciertos roles, más que todo roles públicos, artísticos, políticos, antes que ser objeto de mercado”.
Advirtió de la dificultad de ser narradora en un mundo donde los valores del gusto, de la circulación de los libros responde a valores de cierto circuito dominado por escritores y críticos varones que juzgan la literatura de mujeres según las categorías de sus propios términos y no siempre se atienden los de las literaturas emergentes. “Esto no sólo pasa con la literatura escrita por mujeres, sino con las nuevas literaturas en general. Para mi esa sería la mayor dificultad, ¿por qué? Porque eso hace que el libro circule y sin una adecuada red de lectura los libros no circulan y de pronto se quedan en los estantes o ni siquiera tienen una vida pública”.
Es difícil escribir, “especialmente en mi país y en otras naciones que no tienen programas de apoyo económico o de residencias. No diría premio, pero sí de estímulos económicos constantes en la creación como tienen en México, Chile, Colombia, España, que es el país que conozco que más tiene. Escribir se hace en los momentos que no se trabaja y eso requiere de una serie de sacrificios de parte de los escritores a nivel material. Quizá a veces no tener familia, hijos o no gozar de una vida que nos permita, incluso, comprar libros, viajar. Sí afecta, en particular en el Perú, no tener un sistema que acompañe a la creación o que estimule dedicar tiempo a la narrativa.
“Hay un cierto romanticismo que también ha postergado y se ha negado cierta prioridad en políticas públicas a la creación porque también se la ha arrinconado como entretenimiento cuando en realidad contribuye a la formación.”
Precisó que cada escritor atiende a sus propios procesos y no solamente individuales, sino comunitarios, es decir, de su tiempo, de su gente, y en este caso, en este proyecto particular a mí lo que me interesan son dos cosas. “Lo primero es lo que no se encuentra, eso que no se dice en voz alta o que no figura de pronto en una historia oficial, y lo segundo que también encuentro que debe ser una conversación indispensable es dejar de pensar el mundo en relación a la mirada humana. Ese proceso sí lo siento necesario de repensar desde el arte, lo que muchos científicos han llamado el antropoceno. Yo creo que el arte siempre puede ser capaz de criticar la mirada de la Ilustración, de que el ser humano es el centro del cosmos, el centro del universo. Probado está que no lo es y sería mucho más sencillo indagar en esta realidad no humana o realidades no humanas que nos pueden dar respuestas en realidad al futuro, es decir, a dónde estamos viendo nosotros mismos. Lo que creo, lo que ha llevado a ese antropoceno es naturalmente a la exterminación y a la depredación en términos ecológicos pero también a una exagerada concentración en el ser humano, cuando en realidad habita un mundo poblado por otras entidades. Yo me pregunto por qué no queremos hablar de eso”.
Algo que admira mucho de los cronistas es la capacidad de responder creativamente, incluso al instante. “Hay autores que sí lo podrían hacer, pero en mi caso no, me es difícil responder con mi escritura a algo inmediato. Me gusta mirar hacia atrás. Ese mirar hacia atrás resulta en mi posibilidad de leer la realidad”.
Miluska Benavides escribe en su libro La caza espiritual: “Las personas peleaban por un lugar en los buses y yo me quedaba mirando, creyendo que si esperaba lo suficiente encontraría alguno vacío para regresar a casa. Estaba concentrada en el tráfico, en los rateros, en los buses que transitaban repletos por las dos autopistas y en el viento que aventaba las miserias de la calle, todas las trizas de basura acumulada de los peatones que pasaban sin mirar ni a los costados”.
Fuente de la información e imágenes: Gaceta UNAM