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Los problemas de salud mental en la población escolar: Asignatura pendiente

Por: Saray Marqués

¿Qué pasa cuando tras ese alumno disruptivo hay algo más? ¿Es la conexión entre lo educativo y lo sanitario la adecuada? ¿Cómo afecta a niños y adolescentes el estigma?.

De repente, el profesor se pone en contacto con el orientador: “Mírame a este niño a ver qué le pasa”. Necesita etiquetas. Cree que detrás de los problemas conductuales, de esa caída inesperada del rendimiento, puede haber algo más… ¿Quizá un TDAH?

“Tenemos un problema”: Las cifras

El doctor en Psicología y Ciencias de la Salud Javier Urra menciona entre las señales de alarma “el niño que está siempre solo, que no recibe llamadas, que se pasa el día en su cuarto con su ordenador, que ha dicho en alguna ocasión: ‘El mundo sabrá de mí’, que genera, desde el silencio, mucho rencor…”. “Eso es un ‘Tenemos un problema’, ese chaval está en riesgo”.

Y dentro de esos problemas está el TDAH, pero el énfasis que se ha puesto en este hace olvidar, para Urra, muchos otros trastornos. Hay niños hiperactivos, pero también psicóticos, psicopáticos, con depresión, con trastorno límite de la personalidad, con ideas autolíticas, con trastornos de la alimentación, con pensamientos inusitados y extraños, con personalidades obsesivas, con trastornos del vínculo… Y el aula es un buen observatorio para captarlo, “sobre todo si se rompe con el tabú que suele acompañar a la enfermedad mental y si se deja de creer que tras esa sensación de que algo no funciona solo hay un problema de conducta”. En su guía Primeros auxilios emocionales para niños y adolescentes (La esfera de los libros, 2017) Urra cifra en un 20% los niños y adolescentes que llegan a presentar algún tipo de trastorno psicopatológico. Además, sitúa en 68% el porcentaje de adolescentes con depresión que no recibe tratamiento.

Son cifras que comparte el presidente de Salud Mental España, Nel González Zapico, que añade que la mitad de los trastornos mentales se dan antes de los 18 años. También el catedrático del Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos de la Universidad de Barcelona, Antonio Andrés Pueyo, que cita a la Asociación de Psiquiatría Americana, según la cual aproximadamente una cuarta parte de los niños y adolescentes ha tenido un trastorno mental en el último año antes de la evaluación y un tercio tendrá algún trastorno a lo largo de su vida como menores. “La mayoría serán trastornos de ansiedad, y los siguientes problemas son los trastornos de conducta, los afectivos y los derivados del abuso de drogas”.

El consultor en educación Christopher Clouder, ligado a la pedagogía Waldorf, aludía en una reciente ponencia en Madrid sobre el valor de las artes en la escuela a la preocupante situación en el Reino Unido, donde tres niños por aula tienen un diagnóstico de trastorno mental, uno de cada 10 sufrirá un trastorno antes de sus 21 cumpleaños, la hospitalización por autolesiones y trastornos de la alimentación se ha duplicado en tres años, el índice de depresión se ha multiplicado por seis y la edad media de sufrirla, que en 1960 era de 45 años, hoy se sitúa en los 14.

Sin llegar a estos extremos, Ana Cobos, orientadora y presidenta de la confederación Copoe, explica que hace 15 años tenía como máximo un caso (en un centro de unos 500 alumnos) que requiriera un informe de evaluación psicopedagógica para derivar a salud mental a través del pediatra y en coordinación con la familia. El último curso firmó cuatro informes de este tipo.

Foto: Teresa Rodríguez

¿Las causas? 

“¿Qué estamos haciendo como sociedad para que los niños estén sufriendo así? ¿Qué es una escuela?”, se preguntaba Clouder, que cuestionaba que esta esté satisfaciendo las necesidades de los estudiantes de ser creativos, espontáneos, asumir riesgos, descubrir su capacidad innata de aprender, experimentar o asombrarse y llamaba a incorporar un currículo rico en artes en los centros escolares.

¿Está el currículo, los estándares de aprendizaje, detrás de la mayor incidencia, o más temprana, de determinados trastornos? Sería aventurado afirmarlo, pero Ana Cobos abunda en la idea de que “ver a los niños de 12 años seis horas y media en el instituto, desde las 8.00, es antinatural”, un modelo frente al que plantea grupos más reducidos, jornadas partidas o no tan extensas o una vuelta de tuerca al sistema tradicional, para que los alumnos aprendan competencias para la vida a través de actividades prácticas que entronquen con las emociones. Ha conocido algún caso aislado de chicos y chicas con fobia escolar que no han podido incorporarse al instituto pero, sin llegar a tal patología, considera que en ocasiones para un alumno instituto es sinónimo de hastío, ansiedad o amargura, “y tendemos a olvidar lo que nos genera esas sensaciones y a repetir lo que nos genera placer, como la emoción que provoca aprender si se logra atrapar el interés”.

También para el psicólogo educativo Antonio Labanda habría que romper de una vez por todas con la idea de la enseñanza como mera transmisión de conocimientos y optar por una individualización cada vez mayor, por dejarle autonomía al alumno para experimentar, por la introducción de adaptaciones metodológicas: “Hay alumnos que requieren que se les deje un tiempo, otros que no plasmarán bien lo que saben en un modelo de examen escrito, otros a los que se les resistirá si es oral…”.

No se puede decir que un colegio o un instituto sean un caldo de cultivo para el trastorno mental, pero sí que en ocasiones se transforman en un terreno hostil si se padece. Que se acerquen los exámenes puede incrementar enormemente la ansiedad para estas personas, pero hay más. Para el orientador del IES Juan de la Cierva de Madrid, Chema Salguero, el centro educativo debería ejercer de “colchón” en que se sienten bien, pero no siempre es así. Enumera el problema que supone, por ejemplo, tener un trastorno alimenticio y que en el instituto proliferen los motes, que se asocie un TDAH con vaguería o se confunda una depresión con absentismo.

Las raíces, sin embargo, son más profundas, van más allá de la institución escolar. Entre los factores de riesgo, las tendencias que deberíamos revisar, apunta Javier Urra, la sublimación de la infancia, la falsa creencia de que los niños tienen que ser felices por el hecho de serlo. También, el hecho de que se tienda a acortar cada vez más la infancia y a alargar la adolescencia. “Si minimizáramos los problemas sociales tendríamos menos psicopatología social. Vivimos en sociedades muy estresadas y estresantes, saturadas de información, pero en que la gente no sabe estar en soledad, compartir, mirarse a los ojos”, expone.

Ana Cobos añade la falta de límites en la niñez: “Si estos fallan, cuando estos niños crecen no saben comportarse, carecen de unas pautas claras. Estamos viendo adolescentes desatados en una sociedad desorientada, y no sabemos qué ha sido antes, si la falta de pautas educativas o el trastorno”.

Muchos problemas relacionados con la salud mental aparecen en la adolescencia, apunta Salguero, porque es una etapa más social, pero en realidad ya estaban ahí: “El grupo de iguales es más importante, hay más actividades juntos, ya no es solo el cumpleaños, y es donde esas dificultades dan la cara”. En otras ocasiones, es la propia familia la que prefiere que no se sepa salvo que sea necesario. Salguero, que además de orientador, jefe de estudios y profesor de FPB en el instituto es profesor asociado en la Facultad de Educación de la Complutense, analiza: “Nos ocurre con adultos, en la facultad tenemos una unidad de atención a la diversidad para personas que necesitan todo tipo de apoyos: traducciones, apuntes en Braille… pero con los casos de salud mental lo común es que no se diga. Igual sucede con los niños y adolescentes: Hay familias que no nos dicen que sus hijos han tenido un brote psicótico o problemas de esquizofrenia o que se están medicando. Casos de ataques epilépticos que nos han revelado in extremis, la víspera de una excursión de varios días”.

Detrás está, en muchos casos, el miedo al estigma, o a que se sugiera un cambio de centro, a que se inicie un peregrinaje de uno a otro que marque una trayectoria de fracaso escolar, “porque en un problema de salud mental el cambio de centro es llevar en la mochila tu problema a otro sitio, con eso no se arregla la situación”, razona Labanda.

Las reivindicaciones

Al estigma se suma muchas veces la falta de formación e información, la carencia de recursos humanos, la saturación de los servicios de salud mental, donde el seguimiento suele ser una vez al mes, la comunicación no tan fluida entre esta y el colegio o el instituto, la escasez de plazas en los centros de escolarización combinada (en las que lo terapéutico convive con lo académico, el último recurso y que siempre se pretende que sea transitorio, previo a la vuelta al aula ordinaria)… Las distintas personas consultadas vinculadas a la salud mental infanto-juvenil repiten casi como una coletilla: “Es una asignatura pendiente”.

Lo es para Javier Urra: “Creo que la sanidad en España es una de las dos mejores del mundo, pero para salud mental está un poquito por debajo y en infanto-juvenil podemos mejorar mucho”. También para Pueyo, aunque él lo achaca no a que no sea prioridad para las autoridades sanitarias o a educativas sino a que “los avances y desarrollos científico-técnicos no son tan evidentes como en otros campos. Los conocimientos disponibles de esta problemática nos limitan, como muestra por ejemplo el debate entre los partidarios y los reacios a aceptar la existencia del TDAH. Los propios especialistas están muy divididos”.

Para González Zapico, estamos a años luz de países como Australia o Canadá, Holanda o Dinamarca, como muestra el hecho de que la especialidad de psiquiatría infanto-juvenil, a punto de ver la luz, desapareciera con el último decreto de troncalidad.

También en la formación inicial de los docentes detecta Cobos fallos, pues considera que deberían incluirse una especie de primeros auxilios para estos casos, “un conocimiento básico, saber qué hacer cuando un alumno entra en una situación de bloqueo, con la mirada hacia abajo, cuando no basta un “Vamos, vamos”, porque no te escucha”.

Otra vieja reclamación de COPOE es que todo orientador u orientadora, para serlo, y precisamente por esa potestad que tiene de derivar a salud mental, cuente con formación en Psicología, Pedagogía o Psicopedagogía. A día de hoy basta con un Grado y el máster de formación del profesorado, “con lo que tenemos licenciados en Historia, Sociología o Ingeniería con máster que están diagnosticando TDAH o Altas Capacidades”, explica Cobos.

La pregunta de Salguero cuando le preguntamos sobre salud mental en las aulas, “¿en el alumnado o en el profesorado?”, esconde una realidad detrás de profesionales sobrepasados, en el terreno de la orientación pero no solo. Si en Finlandia la ratio es de un orientador para 250 alumnos (la pauta de la UNESCO, también), en nuestro país estamos en uno para cada 750. En su centro perdieron el profesor técnico de servicios a la comunidad (más de una vez el trastorno mental va acompañado de problemas socioeconómicos, el centro trabaja en coordinación con salud mental y servicios sociales) y dedican 16 horas semanales entre una compañera (a media jornada) y él para 1.700 chicos y chicas. Entre ellos, chicos y chicas en que se detectan trastornos incipientes, como la adicción a internet (el 21% de quienes no han cumplido los 18 años están en riesgo de sufrirla), que llegan al instituto sin dormir, tras una quedada para jugar on line, o chicos y chicas que fueron niños y niñas sin pautas y que hoy practican la violencia filio-parental, describe Cobos.

Para ella, el mecanismo está listo para detectar estos y otros problemas graves, pero falta conciencia. A veces se olvida el gran cambio que puede suponer atajarlos a tiempo, o que el enfermo no es un sujeto pasivo, sino que puede poner de su parte para armarse de valor y salir de determinados trastornos o adicciones.

Falta, también, que se hable de ello. Es lo que pretende hacer el programa #Descubre. No bloquees tu salud mental, con el que Salud Mental España prevé, en su tercera edición, llegar a 10.000 alumnos de todo el país con testimonios de personas con un trastorno mental que tuvo su debut por un origen tóxico. Pero este tipo de iniciativas puntuales no parecen bastar.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/03/16/los-problemas-de-salud-mental-en-la-poblacion-escolar-asignatura-pendiente/

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Apoyo brindado tras el huracán ayuda a los docentes haitianos traumatizados a salir adelante

Para muchos docentes, las cicatrices emocionales del huracán Matthew todavía no se han cerrado, y es por ello que un programa de solidaridad internacional contribuye a proporcionar apoyo a aquellos compañeros que más lo necesitan.

A iniciativa de la the Union Nationale des Normalien(ne)s et des Educateurs/trices d’Haïti (UNNOEH) y la Fédération Nationale des Travailleurs en Education et en Culture (FENATEC), afiliadas a la Internacional de la Educación (IE), en octubre de 2016, 600 profesionales de la educación tomaron parte en un seminario de formación de apoyo psicosocial, 150 en cada una de las cuatro regiones de Haití más afectadas por el desastre natural: Nippes, el sur, Grande-Anse y el noroeste. El seminario formaba parte de un proyecto iniciado por los iniciados, coordinado por la IE y con asistencia financiera de la Canadian Teachers’ Federation (CTF).

El proyecto busca brindar apoyo psicosocial a docentes en los departamentos más afectados por el huracán Matthew, capacitando a una unidad de intervención para asistir y/o formar a otros docentes antes y después de producirse desastres naturales, y para ayudar a los docentes en estas regiones a recuperar la confianza.

Las sesiones de formación fueron planificadas y presentadas por un equipo de seis psicólogos. Entre los temas cubiertos figuraban la definición del concepto general de desastre, apoyo psicosocial, gestión del estrés, consejos prácticos sobre cómo superar el duelo, la importancia de desarrollar resiliencia, la relación de apoyo a los estudiantes, y el estrés entre los niños.

El psicólogo y formador sindicar en apoyo psicosocial, Wesly François, indicó que al hacer frente a un trauma hay que tener en cuenta diversos aspectos. Están esencialmente ligados al duelo (relacionado con la pérdida de vidas humanas, pérdidas de ganado y daños o la destrucción de hogares), a las pérdidas financieras, al consumo de sustancias psicoactivas como el alcohol o el tabaco. Comentó que los docentes se sintieron abandonados tras el huracán, lo que no hizo sino aumentar el estrés post-traumático.

FENATEC: permitir a los docentes “continuar con sus vidas”

Según el presidente de la FENATEC, René Prévil Joseph, este tipo de actividades es muy importante para ayudar a “los docentes a encontrar la motivación necesaria para llevar a cabo su misión de acompañamiento a los estudiantes”. Piensa que “los docentes deben estar bien psicológicamente para acompañar mejor a los estudiantes”.

Subrayó que los psicólogos brindan orientación a los docentes y les ayudan a expresar el trauma sufrido durante el huracán, así como su sufrimiento al tener que atravesar dificultades materiales. Los psicólogos ayudan además a los docentes a desarrollar formas de cuidar a los estudiantes que fueron también víctimas del huracán.

UNNOEH: el Ministro debería “seguir sus pasos”

Llamando la atención al fracaso del Ministerio de Educación a la hora de aportar apoyo emocional a los docentes, el coordinador general de UNNOEH, Georges Wilbert Franck, mencionó los “méritos” de esta iniciativa.

Señalando la satisfacción de los docentes con el nivel de formación y su apoyo a la necesidad de intervenir a este respecto, Wilbert Franck hizo hincapié en que los sindicatos están mejor situados para aportar apoyo psicosocial, lo que debería “interpelar” al Ministro de Educación para “seguir sus pasos”.

Aunque UNNOEH y FENATEC habían venido trabajando ya desde 2010 en iniciativas conjuntas, todavía están apenas acostumbrándose a gestionar un proyecto de tal envergadura, y se mostraron de acuerdo en la necesidad de “reforzar nuestras estructuras y compartir nuestras capacidades sobre el terreno”.

Formación que debe ser ampliada y completada

Durante la siguiente etapa del proyecto se ampliarán las sesiones de formación. Está previsto seleccionar a 30 personas de cada una de las cuatro regiones que ya están recibiendo formación psicosocial inicial, en función de su competencia y su liderazgo. “Será necesario identificar a líderes que estén dispuestos a intentar formar un equipo en cada región”, indicó Prévil Joseph, añadiendo que “con ese grupo reducido intentaremos llevar a cabo actividades de prevención con los niños y otros docentes que no estuvieron presentes durante la primera formación”.

Los elegidos integrarán una red encargada de capacitar un equipo en cada región, para hablar con los estudiantes, padres y miembros de la comunidad educativa, que continúan sufriendo de estrés postraumático.

Fuente: https://www.ei-ie.org/spa/news/news_details/4298

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Depresión, ansiedad y suicidio: la cara visible de la salud mental olvidada en Chile

America del Sur/Chile/ Radiouc.chile/Natalia Figueroa

Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el cinco por ciento de los chilenos padece depresión. Una cifra que se eleva en el caso de los trastornos de ansiedad al seis coma cinco por ciento. Especialistas en salud mental apuntaron a la falta de una estrategia sistemática de los organismos públicos para abordar estos temas que, aseguraron, cobrará aún más relevancia durante los próximos años.

Más de ochocientas cuarenta personas mayores de 15 años padecen depresión en el país, es decir, el cinco por ciento de la población. Cifras que dio a conocer la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el informe “Depresión y otros Desórdenes Mentales Comunes” basado en los antecedentes entregados por el Ministerio de Salud.

Además, el trastorno de la ansiedad se registró en más de un millón de personas, es decir, en el 6,5 por ciento de los chilenos.

Un escenario que se torna más complejo si consideramos que Chile es el segundo país de la OCDE, después de Corea del Sur, donde ha aumentado considerablemente la tasa de suicidios en los jóvenes. Según datos del Minsal, las muertes autoprovocadas alcanzarán los doce casos por cada 100 mil habitantes en 2020, en la población de diez a diecinueve años.

¿A qué se atribuye esta situación?

El psiquiatra de la Universidad Católica, Jorge Barros, explicó que la depresión es un trastorno mental que depende de factores genéticos, ambientales, sociales, entre otros.

Si bien es riesgoso precipitarse a construir una hipótesis generalizada sobre la situación que enfrenta Chile, a su juicio, si se pueden delinear ciertas tendencias de la vida moderna que podrían desencadenar cuadros depresivos.

En ese sentido, entre otros factores, el especialista apuntó a nivel de endeudamiento como uno de los elementos que sin duda inciden en generar un evidente nivel de angustia en la sociedad actual. “La angustia ante el endeudamiento, es decir, el constante riesgo del no pago. La calidad de vida en las ciudades ciertamente incide en que los padres y madres no puedan estar el suficiente tiempo con sus hijos por el tiempo prolongado que utilizan sólo en transportarse. Además, las condiciones en general de la vida en la ciudad que no ofrecen por ejemplo áreas verdes cerca de los trabajos o lugares de estudios de las personas. Si bien esto no necesariamente genera una depresión si es un malestar en la vida cotidiana”.

La salud mental no es una prioridad

Con el ingreso, en 2005, de la depresión al plan AUGE aumentó considerablemente la cobertura de su tratamiento. La Superintendencia de Salud registra más de un millón 60 mil casos ingresados a través de Fonsa y otros 245 mil a través de Isapres.

Sin embargo, estas últimas entidades no cubren el tratamiento para el caso particular de los intentos de suicidios. Por lo mismo, el profesional insistió en que los programas de salud mental aún son muy deficientes. “En términos de políticas públicas pareciera que estos temas no importan porque no hay una estrategia sistemática de las instituciones para hacerse cargo”.

Además, agregó que “la OMS estimó que de aquí a unos años las enfermedades psiquiátricas serán por lejos una de las más importantes. Por lo mismo, es preocupante ver la lentitud con que se están abordando los programas de salud mental. Hay gente que está haciendo cosas muy valiosas para apoyar esto, por ejemplo equipos de investigación. Nosotros mismos hemos postulado a Fondecyt pero no hay dinero para financiar estas investigaciones. Un problema que siempre ha estado presente en Chile”.

La competitividad y el conseguir éxito en distintos ámbitos de la vida de acuerdo a los estándares impuestos por el actual sistema social y económico también figuran como factores que provocan estrés y ansiedad, y por ende que podrían derivar a un cuadro depresivo.

Los especialistas insisten en que el tratamiento de estas patologías no debe ser postergado porque en muchos casos devienen en adicciones o en trastornos alimentarios.

Fuente: http://radio.uchile.cl/2017/02/24/depresion-ansiedad-y-suicidio-la-cara-visible-de-la-salud-mental-olvidada-en-chile/

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Puerto Rico: Salud enfatizará en la educación para atender condiciones salud mental

Puerto Rico / 18 de enero de 2017 / Por: Marga Parés Arroyo / Fuente: http://www.elnuevodia.com/

El gobierno intensificará la prevención en conjunto con los Departamentos de Familia y Educación

Que poco más de una tercera parte de la población (36.1%) padezca de una condición de salud mental pero no reciba tratamiento no toma de sorpresa al gobierno, que espera remediar esta situación con un énfasis en la educación y prevención.

“La salud mental es uno de los grandes problemas de la Isla, el maltrato de niños, de mujeres y envejecientes, la drogadicción… Se ha creado un estigma pero un drogadicto, por ejemplo, es una persona con un problema de salud mental”, comentó el doctor Rafael Rodríguez Mercado, secretario de Salud.

Sus comentarios surgen en torno a un estudio epidemiológico realizado por investigadores del Recinto de Ciencias Médicas (RCM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR) a petición de la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción (Assmca).

Acorde al estudio dirigido por la doctora Glorisa Canino, casi una cuarta parte de la población (23.7%) padece de una condición siquiátrica, además de abuso de drogas y/o alcohol. También, un 9.7% de las personas de 18 a 64 años padece de algún trastorno depresivo severo, un 7.3% de una condición de salud mental seria, un 6.3% cumple con algún criterio de trastorno de fobia social y un 5.2% con un criterio de trastorno generalizado de ansiedad.

“El problema es que no buscamos soluciones. Por eso creo mucho en la prevención y pienso que debemos hacer un trabajo (preventivo) con los Departamentos de Familia y Educación”, agregó el funcionario.

Como posible solución, Rodríguez Mercado planteó la posibilidad de desarrollar programas preventivos desde grados primarios. El neurocirujano advirtió que una ventana de entrada a estos programas es el historial que se recopila de cada estudiante en la matrícula escolar. Con estos documentos, comentó, se pueden identificar posibles problemas de salud mental, tanto en el estudiante como en su familia.

“Si se trabaja desde temprano, en diez a quince años vamos a tener una población más saludable”, sostuvo.

Que dos de cada diez adultos en el País vivan con una condición siquiátrica y que uno de cada diez sufra de trastornos depresivos severos tampoco asombra a Rodríguez Mercado, partiendo de la crisis económica que atraviesa Puerto Rico.

“La salud mental es igualmente responsable del alza en la criminalidad (del País) por la falta de oportunidades (de empleo) y la depresión”, dijo.

Para la administradora de la Assmca, Suzanne Roig Fuertes, un factor con el que se tiene que trabajar es con la estigmatización de las personas con condiciones de salud mental. Esa, dijo, podría ser la razón por la cual muchas personas que necesitan tratamiento no lo solicitan.

“Nos preocupa que muchos no estén recibiendo servicios. Puerto Rico tiene una amplia gama de servicios, sin embargo las personas no están llegando. Hay que trabajar en la estigmatización”, sostuvo.

A su juicio, por temor a las implicaciones que se les imponga con el sello de paciente de salud mental es que muchos no buscan ayuda.

Sin embargo, Roig Fuertes también reconoció que existen denuncias de largas esperas en los servicios de salud mental. Anunció, también, que ya entró en comunicación con el personal de la compañía de salud mental APS para que utilicen “prácticas de tratamiento basadas en evidencia científica”. Prometió, además, que se readiestrará a los empleados para que utilicen prácticas más asertivas y para medir los resultados.

Por su parte, la licenciada Marta Rivera, presidenta de la Asociación de Hospitales, coincidió en que urge que se refuerce la educación para enfatizar en la sensibilidad y el manejo de los pacientes de salud mental.

La también directora del Hospital San Juan Capestrano concurrió en que la educación debe empezar temprano ya que cada vez es más usual el tratamiento a jóvenes con adicciones a drogas sintéticas, así como a abuso de alcohol, adicciones que, según dijo, comienzan a temprana edad, entre los 14 y 15 años. También urgió al uso de programas de ayuda al empleado.

Fuente noticia: http://www.elnuevodia.com/noticias/locales/nota/saludenfatizaraenlaeducacionparaatendercondicionessaludmental-2281527/

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Presos en Kenia practican yoga para facilitar su rehabilitación

Kenia/07 de Noviembre de 2016/El Nuevo Día

Les invade una sensación de paz y libertad cuando levantan los brazos, respiran profundo y buscan el cielo con la mirada, pero su pijama de rayas, la alambrada de espino que rodea el patio y los guardias que vigilan celosamente sus clases de yoga les recuerdan que siguen entre rejas.

En la cárcel masculina de Athi River, a unos 30 kilómetros al sur de Nairobi, un grupo presos sigue con atención las instrucciones de su profesora Irene Auma, que dos veces por semana acude para impartir clases de yoga como parte de uno de los programas de rehabilitación con los que cuenta el centro.

«Todos necesitamos una segunda oportunidad en nuestra vida. Por eso empecé a dar clases de yoga en la prisión, para traerles la paz interior», explica a Efe esta joven keniana que, con su iniciativa «Peace Within Prisons» (Paz en las prisiones, en inglés), lleva esta práctica milenaria a varios centros penitenciarios de Kenia.

Todos en círculo y ataviados con su uniforme de rayas blancas y negras, trabajan la fuerza y la flexibilidad a través de posturas que les permiten eliminar el estrés y la tensión que acumulan en sus músculos. No son solo ejercicios físicos; también les ayudan a mantener la mente «en forma».

 

«Estoy muy contento de practicar yoga. Me aporta mucha energía y armonía», comenta George, a quien el yoga le ha cambiado la forma de ver la vida en prisión, donde cumple una condena de 10 años por «asalto indecente», según explica.

Tras experimentar los beneficios de esta práctica, asegura que le gustaría ser un ejemplo para otras personas que afrontan problemas en su vida.

«Cuando salgamos, nosotros enseñaremos a otra gente. A aquellos con problemas con las drogas, les rescataremos para que hagan yoga», dice entusiasmado.

Uno de los objetivos de esta iniciativa es facilitar a los presos su reinserción en la sociedad, donde habitualmente suelen ser rechazados cuando regresan tras cumplir su condena.

«Les estamos dando herramientas que les permitan entender la sociedad de la que proceden. Una vez lo hacen, es más fácil para ellos volver y reintegrarse», explica a Efe el responsable de la prisión, el agente Bison Madegwa.

Es importante, insiste, que los reclusos tengan su propio tiempo de reflexión para mirar hacia atrás e intentar cambiar los errores que cometieron en el pasado.

Algunos lo hacen a través del yoga, pero el centro también mantiene las tradicionales actividades ideadas para este mismo objetivo: clases de educación secundaria, talleres de carpintería o actuaciones musicales, por ejemplo.

En Athi River, muchos cumplen condena por delitos de abusos sexuales. El respeto y la admiración de los presos hacia Auma -la única presencia femenina junto a unas pocas guardias- es síntoma de que no son las mismas personas que hace años entraron por la puerta de la cárcel, aseguran.

«Este no es un buen sitio, pero cuando tenemos este momento (de yoga), podemos pasarlo bien y sentir que estamos en otro sitio. Soy muy feliz ahora», dice David, que en febrero saldrá de prisión tras pasar siete años encerrado por robo.

Una vez consiga su ansiada libertad, asegura, contactará con su profesora para poder continuar con estas clases que le han brindado la energía necesaria para seguir adelante.

Todos coinciden en que estas sesiones les han proporcionado bienestar físico y mental. «Me siento mucho mejor ahora. Nos gusta. El yoga nos está ayudando a reducir el estrés y a encontrarnos con nosotros mismos», dice otro preso.

El yoga despierta cada vez más el interés entre los cerca de 900 reclusos de este centro penitenciario, donde poco a poco el número de yoguis va aumentando.

Algunos presos no habían escuchado hablar del yoga hasta ahora, y observan desde lejos con curiosidad los ejercicios que realizan sus compañeros.

Sin esterillas, directamente sobre la hierba que crece tímidamente en el suelo, algunos de ellos se atreven con acrobacias más complicadas. No aguantan el equilibrio y caen en medio de las risas del resto, pero no se rinden y lo intentan de nuevo.

Fuente: http://www.elnuevodia.com/noticias/internacionales/nota/presosenkeniapracticanyogaparafacilitarsurehabilitacion-2258081/

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10 de octubre: Día Mundial de la Salud Mental

Entrevista a:  a Marco Antonio Garavito

Niñez desaparecida en la guerra: una afrenta a la Salud Mental

Entrevista a Marco Antonio Garavito, de la Liga Guatemalteca de Higiene Mental, con motivo de la inauguración de la Exposición fotográfica «Niñez desaparecida por el conflicto armado interno en Guatemala».

https://www.facebook.com/marcelo.colussi.33

La Salud Mental, a partir de ancestrales prejuicios que nos siguen dominando, es asociada a una visión psiquiátrica, siempre de la mano de la mal definida y atemorizante «locura». Pero es hora de romper esos mitos, esos tabúes estigmatizantes. La Salud Mental debemos entenderla como la capacidad de movernos productivamente en nuestro medio, encontrando los espacios de goce en el mismo, sin dañar a terceros ni a nosotros mismos. Ello abre interminables debates, que no intentaremos desarrollar aquí, pero que no podemos menos que decir que constituyen una agenda pendiente: la idea de «loco», «manicomio», «peligrosidad» y «exclusión» rondan todo esto. En el Día Mundial que la celebra (el 10 de octubre) parece oportuno presentar una visión alternativa: la Salud Mental no tiene que ver con la falta de delirio o alucinación ni con principios moralistas normativizantes, sino con construcciones histórico-sociales, por tanto: cambiantes. Ella está en la comunidad: romper el silencio, hablar de los problemas y buscar soluciones colectivamente consensuadas es un camino para planteárnosla, alejándonos de la estigmatización del «enfermo mental», del «loco».

Las recientes guerras internas que vivió buena parte de Latinoamérica (expresión de la nunca desaparecida lucha de clases, aunque de ella hoy día no se hable) tuvieron como una arista de capital importancia el ataque psicológico a las poblaciones. La desaparición forzada(http://www.narrativayensayoguatemaltecos.com/ensayos/ensayos-sociales/juzgar-y-castigar-los-crimenes-de-guerra-desapariciones-forzadas-e-impunidad-marcelo-colussi) de personas fue un mecanismo del horror que las definió en muy buena medida. Reparar las heridas que ello trajo aparejado es una fenomenal tarea que abona a la Salud Mental.

Guatemala, lamentablemente, tiene el mayor porcentaje de desapariciones forzadas en toda Latinoamérica (casi el 50% del total: 45,000 personas); muchas de ellas estuvieron dadas por niñas y niños, que corrieron suertes diversas: fueron dados en adopción, vendidos, llevados al extranjero, etc. Años después de producidos esos hechos, algunas organizaciones no gubernamentales se dieron al trabajo de fomentar los reencuentros entre esa niñez desaparecida y sus familias de origen. Ello, sin dudas, constituye un enorme elemento en favor de la Salud Mental.

La Liga Guatemalteca de Higiene Mental es una de estas organizaciones. De hecho, tiene un programa específico, llamado «Todos por el reencuentro», que a la fecha ha producido ya 437 reencuentros. Para adentrarnos más en el tema y ver cómo esas acciones son parte fundamental de una estrategia de Salud Mental, le damos la palabra a su director, el Psicólogo Marco Antonio Garavito.

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Pregunta: ¿Por qué la búsqueda de la niñez desaparecida en el conflicto armado interno puede ser parte de una estrategia de Salud Mental?

Marco Garavito: Desde que la institución nació, hace ya 64 años, su tema central fue siempre la Salud Mental. El tema que aquí nos ocupa, la desaparición forzada de personas, y para el caso: niñas y niños, es algo que toca directamente el campo de la Salud Mental, de la subjetividad, del dolor psicológico que ese hecho provoca. Como institución entramos al tema no solo porque esto tenga un lado político ni porque seamos específicamente una organización de derechos humanos -aunque todo eso está implícito- sino porque es algo que tiene que ver directamente con la Salud Mental. Nos interesa el tema porque entendemos que aquí hay una gran posibilidad para trabajar incidiendo en la reparación psicosocial de muchas familias que han perdido a sus hijos. La posibilidad de estos reencuentros, tanto para las familias como para los niños y niñas desaparecidos en su momento, ahora ya adultos, es una interesante vía de reparación psicológica para población que ha sufrido mucho durante años. Desde que comenzamos a trabajar en este campo sabíamos que no todas las familias iban a reencontrar a sus niños perdidos, pero el hecho de iniciar esas búsquedas constituye un poderoso mecanismo de reparación, que contribuye a su Salud Mental.

En la forma en que planteamos todo el proceso, entendemos que hacemos un aporte al campo de la Salud Mental, porque no se trata solo de denunciar el hecho de la desaparición -cosa que, por supuesto, también hemos hecho-. Lo importante a remarcar aquí, desde la Psicología, es que hemos desarrollado un modelo integral de intervención. Y eso es lo que queremos evidenciar ahora a través de esta exposición fotográfica, próxima a inaugurarse: «Niñez desaparecida por el conflicto armado interno en Guatemala».

A través de todas nuestras intervenciones hemos podido ver que lo que más daña la Salud Mental de las familias donde se produjeron las desapariciones de niñas y niños es el silencio que han mantenido por años. Ese era el efecto buscado con la estrategia: a través de la desaparición se anula psicosocialmente a una persona, a una familia, o a toda una comunidad. La angustia por el desaparecido neutraliza, quita el control de la propia vida. Los familiares del desaparecido se anulan, se aíslan, son estigmatizados. Por eso, a través de las búsquedas, y eventualmente a través de los reencuentros que se puedan dar, la población dañada encuentra una forma de reparación.

En otros términos: recupera el control de su vida. Y eso es una importantísima contribución a su Salud Mental. Por eso nuestro trabajo busca darles protagonismo a las familias, a los sujetos, para que sean activos, recuperando así su salud psicológica dañada. Después de la búsqueda emprendida, cada familia verá si enjuicia, denuncia, qué hace con esa recuperación de su protagonismo activo. Con todo nuestro modelo de intervención buscamos que el sufrimiento de cada quien deje de ser un dolor individual, en soledad; de ahí que se promueve socializar eso en asambleas, en grupos con otros familiares, socializando el proceso que llevan, apareciendo su caso en una radio comunitaria. Ese proceso de hacer público y compartir el sufrimiento vemos que es un gran mecanismo reparador.

Pregunta: ¿Por qué ahora una exposición fotográfica sobre la niñez desaparecida en los años de la guerra como parte de una estrategia militar? ¿De qué manera eso es un aporte a la Salud Mental?

Marco Garavito: Poder salir del silencio, de la soledad, compartir toda esa carga de dolor con otro, en un pequeño grupo, compartir ese sufrimiento y la lucha que se está llevando a cabo para repararlo, ya sea con toda la aldea donde se dio la desaparición, o haciéndolo público en un programa de una radio local, o compartirlo, en definitiva, con toda la sociedad -a través de medios masivos como la televisión, por ejemplo-, o a través de una exposición fotográfica, es un mecanismo que repara enormemente, que sirve para procesar el dolor psicológico acumulado.

Esta exposición que ahora presentamos, recopilando información de los 17 años en que venimos desarrollando el programa de búsqueda, cumple ese propósito reparador. Lo que la exposición busca no es presentar una queja, digámoslo así: victimosa, de eterna víctima dolida, pasiva, donde se hace una sensacionalista muestra de la tragedia sufrida. Por el contrario, lo que se intenta hacer público es un esfuerzo muy activo de búsqueda y lucha de los familiares. Esto es un enorme aporte a la Salud Mental, pues dignifica a las familias que ya reencontraron a sus niñas/niños perdidos, que ya suman 437, al mismo tiempo que da ánimos y alienta a quienes siguen buscando. Eso es muy importante porque rompe el silencio, que es lo que ha venido dominando estos años, durante la guerra y terminada la misma. Hacer público este esfuerzo rompe esa lógica.

La exposición se va a inaugurar en estos días en la ciudad de Guatemala, pero no está diseñada básicamente para ser una tradicional muestra urbana, sino que se llevará al interior del país, que es donde se dieron las desapariciones de niñas y niños, y donde están las familias que han promovido la búsqueda y que dan razón de ser a nuestro programa de trabajo. Está pensado que sean los mismos familiares quienes atiendan la exposición, que expliquen, que den cuenta del trabajo realizado que se recoge en esas fotografías. Ellos son los verdaderos protagonistas de todo el esfuerzo. Eso ayuda a devolverles su salud mental, sintiéndose parte del proceso, dueños de su vida, recuperándose después del golpe sufrido con la desaparición. Es una forma de mantener la memoria viva, desde los propios actores.

Mantenerse activos, volver a tener la iniciativa, sentirse partes de este proceso, es muy importante para la gente. Por eso están compenetrados con el programa de búsqueda, y hace 17 años que el esfuerzo se mantiene y se solidifica. La población tiene derecho a hablar y decir lo que pasó, y este espacio se los posibilita. Poder mostrarlo a través de una exposición fotográfica les permite más aún ese proceso.

Al principio, cuando iniciamos el programa años atrás, había mucho temor y la gente casi no se atrevía a hablar. Pero paulatinamente los familiares lo fueron perdiendo, y después de dos años de programa ya hicimos una primera aparición pública, cuando los familiares ya sintieron que tenían el ánimo y la fuerza. Hoy día, bastantes años después, eso es común: la gente ha ido perdiendo el miedo y se siente con total derecho a hablar, a contar su historia. La exposición es una oportunidad para mostrar sanamente, saliendo del papel de víctimas eternas, toda su lucha y sus logros.

Pregunta: Romper el silencio es un camino para lograr la Salud Mental en las poblaciones. Esto es importantísimo, y se está haciendo en muchos lugares donde las guerras internas provocaron sufrimiento y miedo. En Guatemala, preciso es decirlo, se pudieron reencontrar niñas y niños desaparecidos en la guerra como en ninguna otra parte del mundo: 437 casos alcanzados por la Liga de Higiene Mental, más otros -muchos menos- llevados adelante por otras organizaciones no gubernamentales. De todos modos, el Estado no encara esto como parte de una política pública de reparación, de Salud Mental. ¿Por qué?

Marco Garavito: Ante todo creo que, como institución, debemos sentirnos muy contentos de todo el esfuerzo realizado. No queremos compararnos con nadie, pero no podemos dejar de tomar ciertos parámetros, y ver lo que están haciendo en otras latitudes con el caso de la niñez desaparecida durante las guerras. Y es real que el caso de Guatemala, y en particular nuestro trabajo, es el que cuantitativamente ha reportado la mayor cantidad de reencuentros. Como decíamos: ya van 437. Lamentablemente, por muchas razones, esto no es valorado en el país. Más aún: a veces somos bastante invisibilizados.

A veces, creo, se da eso porque nuestro discurso es bastante moderado, porque no somos especialmente cuestionadores. Por eso, en el marco de las organizaciones de derechos humanos que levantan mucho más la voz con la denuncia, no somos quizá tan reconocidos, no recibimos muestras de solidaridad. De ahí que no recibimos tanta prensa, como sí, por ejemplo, las Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina. Cuando Estela de Carlotto, su presidenta, encontró su nieto -y ese era el reencuentro ciento y tanto que realizaba la organización- recibió muestras de cariño y solidaridad de todo el mundo, incluida Guatemala. Pero a nosotros nunca nos felicitan aquí, nunca recibimos una congratulación. ¿Por qué sucede esto? Porque allí se juegan imágenes políticas: las Abuelas de Plaza de Mayo ofrecen vinculaciones políticas, son una organización con un perfil internacional. La Liga Guatemalteca de Higiene Mental, sin dudas no.

Pero queremos recalcar que nuestro objetivo básico, el fundamental, es la atención de las víctimas. Son ellas quienes realmente necesitan el acompañamiento, el apoyo en sus momentos críticos, ante la angustia que significa seguir penando después de años. Eso puede olvidarse circunstancialmente, quizá en aras de un trabajo político, pero el centro específico del trabajo está en fomentar los reencuentros, porque ese es el sentido de nuestro esfuerzo, en tanto trabajadores de Salud Mental. Lo quiero resaltar, porque muchas veces sentimos que no se valora, no se aprecia todo lo que hacemos dentro del país, en tanto muchas veces nos llegan reconocimientos desde fuera. Por ejemplo: la Federación Asiática, que nuclea 11 países del Asia que también tienen el problema de desapariciones forzadas, nos aprecia mucho, y de hecho nos han invitado a Indonesia, a Timor, a Filipinas, a Corea, a conversar y compartir sobre el tema.

Hay que entender que no es fácil reencontrar un desaparecido 30 años después. Eso es un trabajo arduo, muy complejo. Y el Estado no tiene ningún interés en hacerlo. Según la Recomendación N° 34 de los Acuerdos de Paz, el Estado debe formar una Comisión de Búsqueda de Niñez Desaparecida. Pero como desde el año 1999 algunas instituciones no gubernamentales nos dedicamos a esa tarea, el Estado se desligó completamente. Pero además es evidente que no hay ninguna voluntad política de impulsar esas búsquedas. Muchas veces la gente que ocupó cargos de gobierno de alguna manera vinculada a este tema en estos últimos gobiernos, tiene que ver directamente con las desapariciones. Por eso no se hace nada al respecto, se deja morir el asunto. Creo que si no se hizo nada hasta ahora, en este momento, a 20 años de firmada la paz, me parece ya imposible que el Estado entre realmente al tema. Para muestra, veamos lo que ha sucedido con las condenas que recibió el Estado de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la OEA: ahí, pese a una sentencia, jamás cumplió con lo que se le exigía. Y todo indica que cada vez más el ámbito de niñez desaparecida va saliendo de agenda. Justamente por eso, porque la coyuntura va llevando hacia otras cosas, se hace cada vez más difícil encontrar recursos de la cooperación internacional para trabajar todo esto, visto que el Estado se desentiende por completo.

Pregunta: ¿Queda mucho por hacer en esa búsqueda? ¿Cuánto se encontró y cuánto falta?

Marco Garavito: Falta muchísimo. En realidad apenas si hemos encontrado un tercio de todos los niños y niñas desaparecidos, de acuerdo a las denuncias de que se dispone. En nuestra base de datos tenemos alrededor de 1.300 casos, y de eso encontramos 437, es decir: más o menos una tercera parte, por lo que queda mucho por hacer, naturalmente. Ahora ya no documentamos casos nuevos, sino que nos dedicamos a buscar a los que ya tenemos, a no ser que aparezca un pedido explícito de algún nuevo caso. En estos momentos estamos teniendo entre 20 y 25 reencuentros anuales. En otros tiempos podíamos hacer más, porque disponíamos de más recursos. Eso está mermando ahora, y la tendencia es que siga mermando, porque la cooperación internacional tiene otras prioridades en la actualidad.

Pregunta: Dicho claramente para alguien que nunca conoció del tema: ¿en qué medida el reencuentro con un niño o niña desaparecida 30 años atrás por motivo de la guerra interna puede ser una contribución a la Salud Mental?

Marco Garavito: Como decíamos anteriormente: el hecho que una familia se movilice, rompa el silencio y el miedo y se ponga a buscar a su familiar desaparecido, independientemente que lo encuentre o no, eso ya constituye un avance en su subjetividad. Es un reforzamiento a su Salud Mental, porque le devuelve protagonismo, se comienza a sentir actor de su vida y sale de la pasividad, de la resignación.

En la búsqueda de los niños y niñas desaparecidos hay tres actores: por un lado, la familia que busca a su niño desaparecido. O, caso que se da menos, el joven que sabe que es adoptado y quiere buscar a su familia de origen. Esto lo vemos fundamentalmente con los niños desaparecidos que fueron adoptados en Europa. Por otro lado, tenemos al niño desaparecido, que ahora ya es un adulto, pues han transcurrido no menos de 30 años. Y por otro lado, tenemos la familia adoptiva. Son tres actores implicados, y cada caso tiene sus particularidades propias. A tal punto que a veces, por diferentes motivos, no conviene hacer el reencuentro después de todo ese tiempo. Y eso hay que decírselo a la familia que está buscando. A veces, cuando un niño/joven está muy bien ubicado con la familia adoptiva, no es sano desarmar eso para hacerlo volver con su familia de origen. Pensando en la Salud Mental, hay que ver cada caso en particular y trabajar con los tres actores implicados.

No hay dudas que los reencuentros movilizan mucho a nivel subjetivo, se reviven dolores, o se sanan esos dolores. Fundamentalmente, sirven para terminar con la incertidumbre, pues dan una respuesta concreta a la familia que está buscando, que sigue angustiada después de años por no saber del paradero del niño desaparecido. Luego hay que considerar qué pasa después del reencuentro, pues el ser que se reencuentra después de décadas ya no es el niño que se perdió: ahora ya es un adulto con una vida hecha, muchas veces con hijos. Hay varios elementos para analizar: también los nietos se reencuentran con los abuelos. Es todo un proceso complejo. Tenemos un documental que hizo Guatevisión (http://www.guatevision.com/playeryt.php?dedonde=yt_api3_afondogtv.php&plid=PLBT-8LEzyRmDv8gDppJ4vUd5LEG5f08bk) donde se puede ver esto con claridad: el reencuentro es un hecho puntual, muy emotivo, pero lo más difícil es lo que sigue después, el proceso de reintegración. Ese es el verdadero reto de todo el proceso.

Pregunta: Hablabas de tres actores implicados, pero ¿no es la comunidad en su conjunto también, la sociedad guatemalteca en su conjunto, un beneficiario de estos esfuerzos? ¿No podría pensarse que esto también contribuye a un clima de reparación de las heridas de la guerra, en definitiva útil para todo el mundo, incluso aquellos que no vivieron directamente la guerra? ¿No podríamos entender que hay también un aporte a la Salud Mental colectiva?

Marco Garavito: Sí, por supuesto. Lo que mencioné son los actores directos, pero muchas veces es la comunidad, la aldea donde pertenece la familia que realiza la búsqueda, la que apoya el reencuentro, y de hecho participa en su totalidad. A veces los procesos de búsqueda y reencuentro son algo muy íntimo, pero otras veces no: son procesos enteramente colectivos, de toda una comunidad que sufre el caso. Por eso mismo el programa lleva por nombre «Todos por el reencuentro», porque el problema no es algo solamente de la familia: es un problema de todos, social. Es un problema nacional, del Estado, de los medios de comunicación, de la historia del país. Ponerle ese nombre al programa es una forma de decir que esto es algo que nos toca a todos como sociedad. Por eso un evento como la exposición fotográfica que ahora vamos a presentar es una forma de hacer público este tema, para que no quede en el silencio, para que todos lo puedan sentir como algo que también les toca. Mucha gente no sabe nada de esto porque hay toda una política malintencionada que silencia la historia, que desinforma, que oculta.

En ese sentido, la Salud Mental no es solo una cuestión de las familias afectadas, sino que es un problema que atraviesa toda la sociedad. Y el Estado por supuesto que debería estar presente. Y aunque no tenga toda una estrategia al respecto por medio de una política pública definida, al menos podría hacer apoyos puntuales en el asunto, como por ejemplo apoyar esta exposición fotográfica. Pero siempre, y esto es fundamental, dándole protagonismo a la población, dejando que ella sea el verdadero actor. Lo que la exposición busca, por medio de estas 30 fotos a todo color de 50 cm. x 50 cm. en que consiste, es mostrar una verdad poco conocida para que, por medio de su presentación, ello pueda servir como elemento reparador, de verdadera Salud Mental de la población.

Fuente: http://www.aporrea.org/ddhh/a235262.html

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Chile es el segundo país con más suicidios juveniles de la OCDE

América del Sur/Chile/22 de septiembre de 2016/Fuente: eldinamo

La cifra más significativa ocurre entre los 15 y los 19 años, siendo el 60% de los casos vinculados a la depresión.

Con el fin de analizar la tendencia al alza en el suicidio infanto-juvenil, ayer durante una sesión especial de la Comisión investigadora del Sename de la Cámara de Diputados se dio a conocer que Chile es el segundo país con la más alta tasa de suicidios entre quienes integran la OCDE. De ello se desprende que la cifra más significativa ocurre en el tramo entre los 15 y 19 años.

Según consigna El Mercurio, el jefe del Departamento de Salud Mental del Ministerio de Salud, el doctor Mauricio Gómez, informó que en nuestro país, entre los jóvenes esto representa a la segunda causa de muerte y se relaciona con motivos multifactoriales, pero en el 60% de los casos está vinculado con la depresión.

Este tema llegó a la comisión gracias a la diputada Marcela Hernando, quien denunció que “en la Región de los Ríos el año pasado hubo 144 intentos de suicidio en niños y adolescentes“, superando de gran manera a Valparaíso y Coquimbo.

Es así como recordó que en 2013, se inició el Programa Nacional de Prevención del Suicidio  y existía un compromiso del Ministerio de Salud para que destinara un 5% de su presupuesto, pero hasta hoy no ha superado el 3%.

Fuente: El Dínamo http://www.eldinamo.cl/nacional/2016/09/21/chile-segundo-suicidio-paises-ocde/

Imagen: www.eldinamo.cl/wp-content/uploads/2016/09/suicidio-574×383.jpg

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