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La gran familia

Por: Daniel Seixo

 

La felicidad no la hace el dinero, y es así positivamente, y los hombres que tienen un sentido espiritual de la vida y tienen una concepción filosófica lo saben. Otros ingredientes son los que hacen felices a la familia: el cariño, la tranquilidad, la paz, la seguridad, el respeto, una tradición, un sentimiento, y lo esencial para vivir sin tener que depender de nadie. Esas cosas son las que hacen feliz a la familia y al ser humano

Fidel Castro

El comunismo no priva a nadie del poder de apropiarse productos sociales; lo único que no admite es el poder de usurpar por medio de esta apropiación el trabajo ajeno

Karl Marx

«En vez de la familia de tipo individual y egoísta, se levantará una gran familia universal de trabajadores, en la cual todos los trabajadores, hombres y mujeres, serán ante todo obreros y camaradas.«

Alejandra Kollontai

«Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa

Simone de Beauvoir

Es que le ronca la mandarina

Soy gallego y vivo en una pequeña aldea, así que si en estas páginas únicamente buscan alguna diatriba con la que lograr amenizar las conversaciones durante sus brunch a base de cupcakes y cerveza artesanal en alguno de esos barrios con tintes «obreros» arrasado por la gentrificación, me temo que este no es su espacio. Siento decepcionarlos, pero ni el que aquí deposita sus reflexiones es un maldito influencer de medio pelo en busca de la validación de las redes, ni tampoco entre sus pretensiones se encuentra que algún niñato elegante se atragante con la «crudeza» de lo que a continuación aquí se va a exponer. Lo siento por los posibles damnificados, pero me aseguro puntualmente de que mi tinta permanezca libre de opio.

El socialismo no es una bufanda de F.C. San Pauli, ni un triángulo rojo en tu perfil de Twitter o una camiseta de Los Chikos del Maíz en el Viña. No se trata de votar a Podemos para supuestamente contener el avance electoral de Vox, ni tampoco de leer El País, El Salto o La Última Hora. Aunque os pueda sorprender lo sincero de las palabras de este texto, tampoco el equipo de redacción de Nueva Revolución representa la más fiel ortodoxia socialista, aunque al menos les aseguro que entre los que aquí escribimos, la palabra y su práctica política no produce alergia alguna. Sin duda, mi pluma podría transmitirles alguna milonga que nos erigiese como la última vanguardia de la lucha obrera, pero en este medio somos más de crear grupos de acción política que de alinear masas de groupies acríticos para nuestro propio beneficio. Cuestión de clase y conciencia.

Últimamente el onanismo literario tan propio de occidente se ha desatado entre los nuevos aspirantes a referentes teóricos de una generación incapaz de distinguir entre el talento y el cinismo. En estas aguas, el enfoque idealista basado en presentarnos la línea histórica como un sainete protagonizado únicamente por los egos y las ideas de los grandes hombres, ha logrado abrirse paso en una sociedad adormecida, apenas dispuesta a verbalizar la insurrección y ni mucho menos a llevarla a la práctica. Pasar por tanto del sentimiento a la acción. Somos una sociedad acostumbrada a la mentira y el espejismo de la falsa evolución y la revolución mercantilizada, meros despojos del capitalismo posmoderno arrojados a los brazos de la ensoñación, el desánimo y la inapetencia política. Nos conformamos definitivamente con vivir en esta gran mentira social, acongojados y amedrentados por una futura distopía total en que hace tiempo que residimos sin llegar todavía a comprenderlo o quizás simplemente a aceptarlo.

Pese a la caza de brujas y el quintacolumnismo histórico de ciertos sectores de la lumpenburguesía culutral, lo inhumano, lo irracional y lo socialmente inconsistente, no logrará nunca imponerse

Nos mentimos a nosotros mismos para lograr sobrellevar el día a día en nuestras urbes deshumanizadas, nos mentimos para conseguir un trabajo precario que logre definirnos entre la masa social inerte y nos mentimos a su vez para conservar diariamente y de forma desesperada nuestros escasos bienes de consumo rápido y perecedero. En definitiva, hoy vivimos en una gran y continua mentira inserta cómodamente en el seno del capitalismo, para de ese modo evitarnos el desvanecimiento de nuestro propio «yo«, ya vacío de moral y deseos. Somos un mero espejismo de la humanidad, representaciones virtuales de nuestra propia existencia en redes, ese extraño cajón desastre en el que nuestros posts, nuestras mentiras e incluso nuestros nudes, crean una falsa sensación de empoderamiento y felicidad en busca del feedback y la aceptación de personas tan extrañas para nuestras vidas, como por otra parte ya lo podemos ser nosotros mismos.

Frente al enfoque de la prestidigitación del idealismo posmoderno, sobrevive hoy a duras penas en nuestras trincheras el materialismo histórico como un sistema filosófico capaz de analizar las leyes que rigen la evolución de la Sociedad humana, sin tener pro ello que caer en abusos ketamicos o abstracciones propias de ratas de facultad que en su vida han empatizado o socializado con un sector social que no pudiese llevarles directamente a un ascenso, bien sea este social o económico. Para el socialista, las ideas son un reflejo de las condiciones materiales de vida y no existen por tanto un análisis de la realidad que pueda rehuir la lucha de clases como verdadero motor de la historia. El resto, son historias para no dormir o cuentos para sentirse bien traicionando a la clase obrera previo paso por caja. No existen más alternativas, no necesitan buscarlas.

Tras la gran resaca de la caída del Muro y el colapso de la URSS, algunos personajes públicos se han levantado todavía adormecidos y convencidos del fin de la historia de Francis Fukuyama, buscando desesperadamente un rincón en el que lograr encajar sin demasiadas dificultades sus mercantilizadas e inhábiles creaciones teóricas. A esa necesidad se deben engendros como la transversalidad, los populismos parlamentarios de diversa índole y las batalla identitarias, siendo el culmen de las mismas la cacareada Doctrina queer, esa que pretende negar el sexo biológico para sustituirlo por meras ensoñaciones individuales y cambiantes. Los mismos entes que en su momento no habrían dudado en besar los pies del politburó si así hubiese resultado preciso para su proyección personal y profesional, son los que en nuestros días critican abiertamente la experiencia soviética y criminalizan sin tregua alguna el supuesto pensamiento ortodoxo. Todo al tiempo que santifican y veneran el muy rentable populismo de la partidocracia española. Influencers y políticos estructuran un hueco caparazón capaz de erigir una estructura partidista atractiva a la vista, pero engañosa para el corazón y a todas luces falsa y perniciosa para la razón política. Es el tiempo del engaño como arma electoral, la gran trampa política de la pseudoizquierda: promesas, promesas y más promesas, sin contenido y proyección real alguna.

Una de las últimas y tristes argucias de esta entente populista, se ha basado en el análisis sesgado y totalmente descontextualizado de la obra y legado de Engels sobre la familia, con la intención de lograr de ese modo asegurar de forma cobarde, pero vehemente, siempre vehemente, que esta institución en su forma «tradicional» se encuentra todavía hoy entre los principales ejes reaccionarios a los que la clase obrera debería hacer frente sin vacilación y con premura.  La misma semana en la que Jeffrey Preston Bezos, el hombre más rico del mundo, hijo de una madre latina adolescente y soltera e hijastro de un migrante cubano, conseguía amasar la –esta sí histórica– cifra de 13.000 millones de dólares en un solo día pese a sus conocidos escándalos sexuales y a ser un hombre divorciado, la jauría posmoderna fijaba su rabia y frustración en la familia tradicional. A todas luces basándose en una lectura rápida y superficial de «El origen de la familia, la propiedad privada y el estado» de Friedrich Engels.

Este ataque a la familia lanzado oportunamente por diferentes voces de ese entorno de la «revolución» televisada, mercantilizada y empaquetada con servicio de entrega en 24 horas, responde a los tiempos de la barbarie populista y su asalto a la casa común de la izquierda

Pese a que el propio autor y teórico socialista, señala claramente en el prólogo a la primera edición publicada en 1884 que según el materialismo «el factor decisivo en la historia es, en última instancia, la producción y reproducción de la vida inmediata”  y a que por tanto el orden social en el que viven las personas en una época determinada se condicionará principalmente por el grado de desarrollo del trabajo y por el tipo de familia, quienes hoy basan su pasividad infeliz en la crítica a la familia tradicional en oposición al mercadeo líquido de nuevos modelos familiares sacados de Netflix o productos pseudoculturales patrios tan casposos en su fondo «pedagógico» como La que se avecina, parecen oportunamente olvidar una parte del rompecabezas para arremeter de nuevo contra la base de la pirámide sin riesgo y sin espíritu de cambio real alguno. Siempre su ataque se dirige contra el eslabón más débil e indefenso.

Si bien es cierto que la continua división social del trabajo y la obligada limitación de la mujer a las tareas del hogar, cediendo con ello el trabajo asalariado al hombre, propició en su momento que poco a poco los excedentes y la capacidad de explotación del varón sobre hembra humana se desenvolviese en paralelo al desarrollo de la familia heteropatriarcal tradicional, no es menos cierto a su vez que ese proceso de incremento de la productividad y la riqueza individual masculina –que a través del concepto de familia patriarcal logró erradicar la mentalidad basada en la propiedad colectiva de los recursos– hace tiempo que se ha visto relegado por un nuevo estadio del capitalismo en el que la extrema individualización de la sociedad, el adelgazamiento de los estados y las nuevas formas de conexión social basadas en gran medida la tecnología y no en las relaciones directas, en muchos casos han terminado transformando a la estructura familiar en un último pilar económico o afectivo para parte de la población más depauperada por la superestructura social. Un último baluarte de resistencia frente al concepto líquido de existencia.

Asegurar a día de hoy que la estructura familiar goza de un peso preeminente en la reproducción de las condiciones de explotación en el sistema capitalista o señalar directamente al núcleo familiar como un eje reaccionario al que combatir con firmeza desde el socialismo, no solo no es propio de personas con un mínimo bagaje teórico, sino que además no es propio de ninguna persona que simplemente se haya molestado de forma directa en hacer la compra inmersos de lleno como nos encontramos en la sociedad de la individualización compulsiva. Desde los productos monodosis, hasta el cambio de los grandes carros de aluminio por las pequeñas cestas con ruedas, todo en estos recintos comerciales tan característicos de nuestra cotidiana vida social, aporta claras señales para que cualquiera con los ojos medianamente abiertos a la realidad que lo rodea pueda llegar a comprobar en sus propias carnes como la sociedad de consumo hace tiempo que ha encontrado disfuncional al núcleo familiar tradicional y lo ha terminado cambiando, al compás del los nuevos tiempos, por unidades familiares más pequeñas y diversas.

El régimen familiar se encuentra en la actualidad totalmente sometido a las relaciones de propiedad individual en las que se desarrollan con total libertad las contradicciones de clase, pero lejos de encontrarnos con un estado fuerte capaz de ejercer como eje vertebrador de las relaciones sociales, décadas de recortes, privatizaciones y adelgazamiento de los recursos públicos, han terminado por retrotraernos a los lazos más básicos de socialización como último recurso frente a la pérdida de identidad y el saqueo constante de nuestra existencia material.  No se trata de que la familia sea el tótem redistributivo del socialismo para evitar el saqueo diario del sistema capitalista, pero tampoco en estos tiempos debemos, ni podemos permitirnos, retrotraernos a los años 60 para volver a considerar a la familia como un ente ajeno a cualquier evolución histórica, con la única intención de lograr cuadrar las abstracciones teóricas de siglos pasados. Especialmente bochornoso resulta desplegar tal cinismo y oportunismo en nombre del marxismo, cuando solapadamente se hace bajo una falsa revolución de color y purpurina patrocinada por Washington.

Como señala el inicio de este artículo, escribo estas líneas desde una pequeña aldea gallega. Mi abuelo paterno, Pedro, emigró a Venezuela siendo muy joven para huir de la miseria e incultura de los vencedores de una guerra que él odiaba, como odiaba también al fascismo que representaban los nuevos dirigentes poseedores del estado español. Su mujer y mi abuela, Antonia, lo esperó durante un tiempo mientras hacía sus pinitos como camarero o cualquier otro oficio que le permitiese ganar un jornal y acumular unos pequeños ahorros con los que lograr comenzar un proyecto familiar y de vida. Todo hasta que finalmente pudo reagrupar a seres queridos en un país extranjero, pero que poco a poco comenzó a sentir como propio. No es esta ni mucho menos una historia desconocida para los gallegos y apostaría a que tampoco lo es para gran parte de los que en estos momentos estáis leyendo estas líneas. Tampoco resulta extraña con total seguridad la historia de mi abuela materna, Manola. Mi abuela materna permaneció en Galiza, su tierra natal, mientras su marido emigraba a Europa. Alemania, Holanda, cualquier país con fábricas y puestos de trabajo suficientes era bueno para lograr enviar unas pesetas a casa y cualquier hogar europeo estaba lo suficientemente lejos como para que el núcleo familiar efectivo formado por mi abuela, mi madre y sus dos hermanas, fuese un matriarcado, tal y como también lo fueron en su momento muchos hogares de esta aldea que hoy habito y tantas otras aldeas gallegas. Fábricas europeas, negocios en América Latina, familias desarraigadas, familias sin padres, matriarcados de facto y contextos sociales que evolucionan, mudan y en algunos casos, en sus aspectos materiales y más restrictivos, también permanecen. Todo por supuesto bajo el influjo directo e insoslayable de las relaciones de producción capitalistas.

Somos una sociedad acostumbrada a la mentira y el espejismo de la falsa evolución y la revolución mercantilizada, meros despojos del capitalismo posmoderno arrojados a los brazos de la ensoñación, el desánimo y la inapetencia política

A lo largo de las últimas décadas, mi familia, como tantas otras, ha cambiado mucho. Las aventuras en Venezuela finalmente dieron lugar al regreso de mi familia paterna a Galiza, no le fue mal el esfuerzo a mi abuelo y pese a haber ganado dignamente su jornal y sus bienes materiales, no había nacido aquel joven migrante gallego ni para especulador, ni para abandonar definitivamente su tierra. El hecho de que mi padre naciese en su tierra natal tras un largo viaje cruzando el charco únicamente para tal cometido y el libro de «Azaña» que acompañó siempre a su padre incluso en el largo tiempo del oscurantismo fascista, daban buena señal de que el provecho inmobiliario y el enriquecimiento parasitario, no iban a acumularse en nuestra familia como sí lo hicieron en tantas otras durante aquellos tiempos. A su regreso y tras prácticamente haber regalado gran parte de lo acumulado en Venezuela a los compañeros que allí dejaba, intentó sin éxito convencer al hermano de mi abuela y al resto de la familia para montar una cadena de supermercados familiar con la que poder gestionar el escaso patrimonio conquistado en su forzado exilio económico.  Por desgracia, pese a ser una familia tradicional y aunque pueda sorprender a muchos, ese tío abuelo mío soltero y muy acostumbrado a vivir su propia vida y el resto de la familia, decidieron encaminarse por otros derroteros vitales. A Coruña era un territorio extraño para una familia con raíces rurales y mientras mi tío abuelo –que había trabajado en sus tiempos mozos como minero o marino– no necesitaba para ser feliz más que el campo y la agricultura, a la que había abrazado siempre para sentirse libre, mis tíos y mi padre, «decidían renegar» de ese proyecto familiar que los encadenaba, para optar por labrarse su propio camino. En este caso particular –que no deja de ser solo eso, la experiencia de un caso particular– la estructura familiar de mi línea paterna huyó de la herencia recibida para buscar nuevos caminos de forma individual ante la promesa de una democracia que comenzaba a despertar lentamente en el estado español.

La historia de mi línea materna fue distinta, pero en cierto modo muy similar. Mi abuelo Juan se pasó décadas en Holanda, para mí fue siempre esa figura que nos visitaba durante unas semanas cada ciertos años y a la que desde niño miraba con una extraña mezcla de sorpresa y parentesco que solo las familias de los migrantes conocen perfectamente. Realmente, no puedo decir que llegase a conocer a mi abuelo de forma plena y creo que eso es algo que  podrían repetir incluso sus hijas. Manuela, mi abuela materna, fue y es a día de hoy una mujer fuerte. No existe un calificativo mejor que fuerte para una madre que logra criar sola a tres hijas y que pese a todas las dificultades, les proporciona una educación y un futuro en medio de una Galiza rural sumida en el abandono estatal y en un profundo atraso económico. Cada una de mis tías, y mi propia madre, eligió su camino en la vida y a día de hoy a pocas personas conozco con la capacidad de sacrificio y trabajo de la que mi madre ha hecho gala siempre. La nuestra nunca ha sido una casa en la que sobrasen los recursos y pese a que mis padres nacieron en el seno de familias muy tradicionales, la vida y especialmente las condiciones materiales impuestas por la resaca de la Guerra Civil y su única salida en la migración, hicieron que sus realidades variarán hasta encontrarse con núcleos familiares muy dispares y cambiantes a lo largo del tiempo.

A día de hoy en esta pequeña aldea gallega en la que resido, existe una multiplicidad de familias con bases tradicionales y estructuras modernas. En esta pequeña parte del mundo se han superado los recelos de antaño al matrimonio de un primo que emigró a Estados Unidos con una afroamericana, la salida del armario de menganito y que menganita tenga novia y viva con su hija de un matrimonio anterior. Mi propia abuela, Antonia, aprendió en a lo largo de su vida a convivir con el divorcio de mis tíos pese a sus creencias religiosas, soportó la convivencia de mi prima con su novio sin casarse e incluso que su nieto se pinte como una puerta y le asegurase siempre que eso de tener hijos lo veía muy complicado. Nunca terminó de admitir del todo que admirase la tarea chavista en su país de acogida, pero la Venezuela que ella recordaba en nada se parecía afortunadamente a la vivencia de la revolución bolivariana. En realidad, si uno lo piensa un poco, estas realidades familiares que aquí les narro no distan mucho de alguna de esas series estadounidenses sobre familias modernas. Aunque en la realidad los apartamentos son más pequeños, los trabajos son más precarios y los protagonistas están menos maquillados y también han pasado en menos ocasiones por el quirófano. Y en la mayor parte de los casos, si lo han hecho ha sido por problemas cardíacos, un cambio de cadera o alguna que otra lesión sin importancia, siempre sufragada por la Seguridad Social.

Estas vidas normales en cualquier latitud, quizás cuadren peor en cámara y sean menos fieles al modelo de consumo neoliberal de lo que les gustaría a los guionistas de Hollywood y a las ensoñaciones posmodernas. Pero sin duda, las familias de esta pequeña aldea gallega son mucho más parecidas a lo que ustedes viven diariamente en sus barrios que toda esa basura propagandística del alienante capitalismo pseudocultural. Aquí también nos prestamos dinero entre familiares cuando resulta preciso, nos ayudamos con una chapuza en casa, nos prestamos el coche, la llave inglesa o la bicicleta de montaña para ir a dar una vuelta por el campo este fin de semana y así lograr desconectar del trabajo sin gastarnos una fortuna, siempre bajo la excusa del deporte y la vida sana. Cuando uno lo pasa mal en estas realidades, sabe a qué puerta tiene que llamar para desahogarse y si los nietos no tienen con quien quedarse mientras sus padres trabajan, la abuela no pondrá «un pero» para pasar la mañana con ellos, ni tampoco protagonizará una graciosa escena en la que la vejez se presente como una etapa para el disfrute individual a base de apuestas en el bingo o cócteles con las amigas mientras intenta ligarse al último jovenzuelo de su larga lista de ligues. Aquí, las pensiones no dan para eso. Y aunque así fuese, la familia sería siempre el primer agujero a tapar.

El onanismo literario tan propio de occidente se ha desatado entre los nuevos aspirantes a referentes teóricos de una generación incapaz de distinguir entre el talento y el cinismo

En nuestros días, la posmodernidad ha decidido basar su continuo engaño en la idea de la performance cultural, apoyándose para ello en Netflix, la publicidad o cualquier otro medio que resulte favorable a sus intereses. No existen apenas distinción entre la panda de nenes elegantes que abandonan sus facultades para hablar de revolución en un bar pijo y todos esos influencers, periodistas y políticos reciclados de forma oportuna y oportunista para dedicarse a citar continuamente su propio «trabajo» en una eterna postergación de la revolución que nunca llega y ni tan siquiera termina de asomarse en sus prácticas políticas. Se trata de una rebeldía adolescente e indolente que únicamente pretende destruir el pasado y lo que ellos denominan tradición, sin por ello verse en la obligación de ofrecer alternativas o proyectos más allá de su mera palabra y la falsa y desgastada sensación de modernidad. El posmoderno, no es más que el niño pijo de la movida madrileña viajando a Londres para comprarse una chupa de cuero y el último disco de los Sex Pistols. El punki de plástico reciclado, el niño de papa, el desclasado de toda la vida. La posmodernidad es hoy un libro sobre la revolución firmado por su autor en Fnac o un concierto «anticapitalista» el 1 de mayo en el Viña Rock, previo pago de 80 euros. Ketamina aparte.

Este ataque a la familia lanzado oportunamente por diferentes voces de ese entorno de la «revolución» televisada, mercantilizada y empaquetada con servicio de entrega en 24 horas, responde a los tiempos de la barbarie populista y su asalto a la casa común de la izquierda, sostenida hasta el momento únicamente por la reflexión teórica del mundo proletario y sus pensadores más destacados. No resulta casual este cínico ataque directo a nuestros últimos nexos de unión y memoria basándose en malinterpretaciones o directamente manipulaciones de las palabras de los padres del socialismo. Privados de nuestra identidad productiva, el paraguas estatal e incluso los espacios comunes en las nuevas y todopoderosas urbes gestionadas por y para el consumo, tan solo mediante el engaño y la alienación colectiva podría el felón posmoderno convencer a la población obrera para cuestionarse el papel de la familia en sus machacadas vidas.

Del mismo modo que se han apoyado cínicamente en postulados anarquistas para vendernos la hipersexaulización de la mujer e incluso la prostitución como ejercicios deseables, retorciendo e ignorando así la evolución cultural y material de la vida social, hoy los teóricos del engaño posmoderno, pretenden retorcer el trabajo teórico de Friedrich Engels para, saltándose la evolución de la vida material y de la propia familia durante los últimos 200 años, señalarnos como disfuncional el papel de nuestra más cercana red de apoyo en estos tiempos de crisis continua.

Siendo serios, no creo que deba perder mucho más tiempo con estos asuntos cuando cualquiera de ustedes reconoce perfectamente el papel de los suyos funcionando hoy como casa de acogida frente a los diarios desahucios, caja de ahorros ante la realidad del paro o la última bala para que los más pequeños tengan un plato caliente en la mesa. En más ocasiones de las deseadas, la red de apoyo en los barrios tiene nuestro mismo apellido. No se trata por tanto de vanagloriar esta situación, ni tampoco de abogar por la sustitución del papel que debería jugar el estado por la familia como subterfugio redistributivo. Tan solo un cretino o un menesteroso intelectual con escasa comprensión lectora podría abrazar semejante reflexión ante los argumentos de quienes se oponen a la destrucción del papel familiar sin la existencia real de alternativa. Lo que en este texto se plasma es la realidad social de nuestros tiempos, la realidad material que rodea a nuestros barrios obreros y la actual importancia de la familia para la clase trabajadora. El resto, son meras distracciones para una panda de indolentes jugando a la rentable farsa de moda en el mundo anglosajón.

Nos acusa la jauría posmoderna de no saber interpretar la teoría marxista, aunque en otras ocasiones nos acusen también de ortodoxos, nos acusan de inmovilistas, tradicionalistas o incluso frígidos por no aceptar la prostitución de nuestras ideas, nuestros cuerpos o nuestras familias. Nos señalan y persiguen desde redes sociales transformadas en atalayas de la ensoñación y el mercadeo capitalista de la identidad, pero desconocen que no existe inquisidor capaz de impedir la absolución de la historia para el pensamiento racional. Pese a la caza de brujas y el quintacolumnismo histórico de ciertos sectores de la lumpenburguesía cultural, lo inhumano, lo irracional y lo socialmente inconsistente, no logrará nunca imponerse. El peligro no reside en la implantación efectiva de sus postulados a pie de calle, lugar que nunca ha sido realmente de dominio burgués, sino en la imposición autoritaria desde los secuestrados parlamentos mesocráticos.

El socialismo no es una bufanda de F.C. San Pauli, ni un triángulo rojo en tu perfil de Twitter o una camiseta de Los Chikos del Maíz en el Viña

Resulta curioso que al falso libertario le moleste la estructura «opresora» de la familia y la señale a día de hoy como un elemento primordial en la acumulación capitalista, pero a su vez defienda sin complejos el caparazón teórico de quienes compran vientres en Ucrania sin miedo a la ruptura de facto de la filiación consanguínea. Como siempre, los postulados del posmodernismo se derrumban cual fichas de dominó ante el mínimo foco de luz sobre su prostitución ideológica. Columnas, directos de Instagram e hilos en Twitter… Resulta indiferente el medio en el que el pérfido populismo español pretenda ahora levantar sus enormes muñecos de neón con los que desde hace tiempo únicamente logran en última instancia disimular su evidente inacción revolucionaria. Ni tan siquiera cinco monedas de plata han resultado precisas para que quienes decían llamar a las puertas del cielo, esos judas de la pluma y el brilli-brilli con su inseparable cinismo caritativo y su falso voto de pobreza cristiano, hayan terminado vendiendo incluso a los suyos, a sus familias, al diablo del capital. Acostumbrados como están a la traición en aras de su crecimiento personal y la conservación del poder, no deberíamos ya sorprendernos por ello.

Mientras tanto, los falsos salvadores y la nueva izquierda política y cultural, prosigue evitando toda crítica al sistema capitalista, para de este modo gestionar lucrativamente las miserias del mismo para el vulgo. La desigualdad y la opresión se han convertido en su razón de ser, la pieza angular de su supervivencia. No es por tanto precisamente la estructura familiar la que garantiza la acumulación de riqueza capitalista y la herencia de privilegios materiales y sociales, sino la inacción y la traición política de nuestros parlamentos y la codicia individual presente en todas las capas de nuestra sociedad. En oposición a ese mundo dominado por el consumo y el autoconsumo moral, en nuestro regreso final o momentáneo al hogar familiar, el abrazo de los nuestros y el nuevo despertar en nuestros barrios, tan solo se esconde para nosotros el primer paso de cara al despertar de la conciencia, la rabia y la necesidad de alternativas. Un golpe de precariedad necesario a nuestra memoria para percatarnos de que la realidad en la que vivimos inmersos bajo el yugo del individualismo capitalista, supone ya hoy, la peor de nuestras condenas.

Fuente e imagen: https://nuevarevolucion.es/la-gran-familia/

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Semilla de rabia y victoria

Por: Daniel Seixo

«No es lo mismo  hablar de revolución democrática que de democracia revolucionaria. El primer concepto tiene un freno conservador; el segundo es liberador.«

Hugo Chávez

Me indigna la gente que no se implica. Callar es una forma de colaborar

Dario Fo

Se cumplen 19 años desde que la mano de un soldado italiano, a las órdenes de las economías más industrializadas del planeta, apretó el gatillo de su arma reglamentaria para arrebatar en un instante la vida al militante y simpatizante antiglobalización Carlo Giuliani. Casi 7000 días en los que el sistema capitalista mundial ha logrado pasar una y otra vez por encima del cadáver del anticapitalismo, sin apenas encontrarse en su labor oposición política organizada.

Hijo de un sindicalista de la Confederación General Italiana de Trabajadores, Carlo no era ningún mártir, ni tan siquiera un héroe o un aguerrido combatiente urbano dispuesto a liderar una lucha suicida contra un sistema autoritario. Carlo Giuliani no era nada de eso, ni de lejos, pero sí era un orgulloso hijo de la clase obrera. Un militante concienciado de la lucha que se estaba desarrollando sin piedad para los suyos y que aquel julio de 2001 la cumbre del G8 en Génova había trasladado directamente a sus calles. Un joven que alentado por los disturbios, las cargas policiales y las detenciones indiscriminadas de muchos de sus compañeros y compañeras, decidió renunciar a un plácido día de playa y a su ocio individual, para plantar batalla a un sistema injusto en las calles de una ciudad tomada por fuerzas policiales y ricos dirigentes, apartados de los pueblos a los que dicen representar por la imposición de la violencia.

No nos engañemos, puesto que no existen motivos para hacerlo. Cuando Carlo Giuliani decidió esa mañana de julio de 2001 acudir a la manifestación del movimiento antiglobalización Tute Bianche en Génova, lo hizo plenamente consciente de que tarde o temprano la violencia de los carabinieri haría su aparición en unas calles tomadas por y para la puesta en escena del músculo del sistema capitalista. Bajo las túnicas blancas y los cuerpos acolchados de sus compañeros, la fuerza de un bloque unido por su pertenencia a una misma clase social, suponía la última línea de defensa posible que todos aquellos jóvenes de una generación sin futuro, podían llegar a plantar frente a un sistema impuesto por la fuerza arrolladora de unos dirigentes supuestamente democráticos que sin embargo desde los sucesos acaecidos en la contracumbre de la OMC en Seattle de 1999, no dudaban en identificar al movimiento anticapitalista como su más firme enemigo.

La violencia, las barricadas y la rabia de los manifestantes en las calles, no se trataba pues de un mero alto de rebeldía, sino de un indispensable ejercicio de autodefensa y supervivencia. Nunca, por tanto, debería atreverse un militante de izquierda a condenar a aquellos que ante la ignominia del sistema se deciden a plantarle cara con sus cuerpos desnudos. Nunca puede ser interpretada como violenta la respuesta del pueblo desesperado contra un gobierno autoritario.

El asalto de las fuerzas del «orden» a la escuela Díaz, las cargas policiales, las detenciones arbitrarias, el sellado de la ciudad para sus habitantes y al descontento e incluso la muerte de Carlo Giuliani y la profanación de su cuerpo por el vehículo policial que cobijaba a sus asesinos, todo ello formó parte de un mismo mensaje destinado a quienes pese a la continua y disparatada exhibición de fuerza de la globalización neoliberal, se decidieron una y otra vez a plantarle cara en las calles: oponerse al sistema, te puede costar la vida. Tú vida no va a cambiar nada. Un único mensaje para el pueblo, el miedo.

«Las balas no van a detenernos«, afirmaba ante las cámaras en su regreso a España desde Génova un joven activista Pablo Iglesias, hoy convertido en todo un Vicepresidente del gobierno. Las balas no van a detenernos,  resuena hoy en mi cabeza mientras recuerdo las imágenes del asesinato de un joven militante italiano y leo en nuestros periódicos los últimos apuntes de una madrugada de intensas negociaciones en la que el Plan anticrisis de la UE, amenaza directamente con sumir al Sur de Europa de nuevo en el austericidio neoliberal. Casi 7000 días han pasado desde el asesinato de Carlo Giuliani, 19 años en los que sin saber muy bien si por miedo o impotencia, nos hemos acostumbrado únicamente a recordar y a llorar a nuestros mártires, mientras el sistema capitalista sigue pasando impunemente una y otra vez sobre su memoria, sus sueños y nuestros cuerpos. Hoy, por desgracia, lejos queda ya la obligatoriedad de la rabia anticapitalista en el seno de nuestras filas. Lejos queda la creencia generalizada en una posible victoria final.

Por todo ello, descansa en paz Carlo. Nuestro mejor homenaje compañero, será sin duda alguna, lograr reactivar tu lucha.


Fuente e imagen:  https://nuevarevolucion.es/semilla-de-rabia-y-victoria/

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El coronavirus: un ataque de la Tierra contra nosotros

Por:  Leonardo Boff

 

Hasta el día de hoy la preocupación sobre la Covid-19 se centra en la medicina, la técnica y todos los insumos que eviten la contaminación de los trabajadores de la salud. Se busca urgentemente una vacuna eficaz. En la sociedad, el aislamiento social y evitar la aglomeración de personas. Todo esto es fundamental. Sin embargo, no podemos considerar el coronavirus como un dato aislado. Debe ser visto dentro del contexto que permitió su irrupción.

El virus vino de la naturaleza. Pues bien, como dice el Papa Francisco en su encíclica “sobre el cuidado de la Casa Común”: «Nunca hemos maltratado y herido a nuestra Casa Común tanto como en los dos últimos siglos» (nº 53). Quien la hirió fue el proceso industrial: el socialismo real (mientras existió), y sobre todo el sistema capitalista hoy globalizado. Éste es el Satán de la Tierra que la está devastando y la está llevando a todo tipo de desequilibrios.

Es el principal (no el único) responsable de las diversas amenazas que se ciernen sobre el sistema-Vida y el sistema-Tierra: desde el posible holocausto nuclear, el calentamiento global, la escasez de agua potable hasta la erosión de la biodiversidad. Me hago eco de las palabras del conocido geógrafo estadounidense David Harley: «COVID-19 es la venganza de la naturaleza por más de cuarenta años de maltrato y abuso a manos de un extractivismo neoliberal violento y no regulado».

Isabelle Stengers, química y filósofa de la ciencia que ha trabajado mucho en asociación con el Premio Nobel Ilya Prigogine, sostiene la tesis que yo también subscribo: «el coronavirus sería una intrusión de la Tierra-Gaia en nuestras sociedades, una respuesta al antropoceno».

Sabíamos de otras intrusiones: la peste negra (la peste bubónica) que venida de Eurasia diezmó a un total estimado en 75-200 millones de personas. En Europa, entre 1346 y 1353, causó la muerte de gran parte de su población, que pasó de 475 a 350 millones de habitantes. Necesitó 200 años para recuperarse. Fue la más devastadora que se haya conocido en la historia. También fue notable la llamada gripe española. Oriunda posiblemente de Estados Unidos, entre 1918-1920 infectó a 500 millones de personas y causó 50 millones de muertes, incluyendo al presidente brasileño electo Rodrigues Alves, en 1919.

Ahora, por primera vez, un virus ha atacado a todo el planeta, causando miles de muertes sin poder detenerlo debido a su rápida propagación, ya que vivimos en una cultura globalizada con un gran desplazamiento de personas que viajan a través de todos los continentes y pueden ser portadores de la epidemia.

La Tierra ya ha perdido su equilibrio y está buscando uno nuevo. Y este nuevo podría significar la devastación de importantes porciones de la biosfera y de una parte significativa de la especie humana.

Esto sucederá, aunque no sabemos ni cuándo ni cómo, dicen biólogos notables. Si llegase el temido NBO (The Next Big One), el próximo gran virus devastador, podría, según el investigador de la USP Prof. Eduardo Massad, llevar a la muerte a alrededor de 2.000 millones de personas, reduciendo la esperanza de vida general de 72 a 58 años. Otros temen incluso el fin de la especie humana.

El hecho es que ya estamos dentro de la sexta extinción en masa. Según algunos científicos, hemos inaugurado una nueva era geológica, la del antropoceno y su más dañina expresión, el necroceno. La actividad humana (antropoceno) es responsable de la producción masiva de muerte (necroceno) de seres vivos.

Los diferentes centros científicos que vigilan sistemáticamente el estado de la Tierra confirman que, año tras año, los principales elementos que perpetúan la vida (agua, suelos, aire limpio, semillas, fertilidad, climas y otros) se están deteriorando cada día más. ¿Cuándo vamos a topar con el límite, al que nos acercamos?

El día de la Sobrecarga de la Tierra (The Earth Overshoot day) ocurrió el día 29 de julio de 2019. Esto significa que en esa fecha se habían consumido todos los recursos naturales disponibles y renovables para ese año. La Tierra entró en números rojos, tenía un cheque sin fondos.

¿Cómo detener este agotamiento? Si insistimos en mantener el consumo actual, especialmente el consumo suntuoso, tenemos que aplicar más violencia contra la Tierra, obligándola a darnos lo que ya no tiene o ya no puede reemplazar. Su reacción se expresa por eventos extremos, como el vendaval bomba de Santa Catarina a fines de junio, o por los ataques de varios tipos de virus conocidos: zika, chicungunya, ébola, sars, el coronavirus actual y otros. Hay que incluir el crecimiento de la violencia social, ya que la Tierra y la Humanidad constituyen una sola entidad relacional.

O cambiamos nuestra relación con la Tierra viva y con la naturaleza o tendremos que contar con virus nuevos y más potentes que podrían aniquilar millones de vidas humanas. Nuestro amor a la Vida, la Sabiduría humana de los pueblos y la necesidad del Cuidado, nunca han sido tan urgentes.

Fuente: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=994

Imagen: https://pixabay.com/es

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La Tejita, terrorismo ecológico

 Por: Francisco González Tejera

Cuando quienes se dedican a la política entran a formar parte del «hampa» todo se acaba, la esperanza de recuperar el tiempo perdido de los destrozos ecológicos en Canarias se quedan en nada, solo se escucha el rumor de las prebendas, olor a negocio en sucios tugurios, sobres repletos de billetes de 500, maletines entregados a políticos corruptos, activistas que se suben a grúas jugándose la vida, sembrando de conciencia y esperanza nuestras vidas.

El terrorismo tiene muchas formas pero cuando se vulneran todas las leyes de protección del medio natural, cuando hasta la paralización de la última playa virgen de la isla de Tenerife se la pasan por el forro y las excavadoras siguieron trabajando, esto se llama terrorismo, no solo es prevaricación y cohecho, también es un atentado, porque es utilizar un cargo público para colaborar en la destrucción de un patrimonio ecológico y cultural único en el mundo, de un valor incalculable, parte de la identidad de un pueblo, un lugar que es patrimonio de las generaciones futuras, de las niñas y niños que hoy en día contemplan con los ojos abiertos, anonadados, la locura de la humanidad, de un sistema capitalista que lleva a la Madre Tierra al colapso, a la destrucción de los últimos parajes vírgenes, a la extinción masiva de todas las especies antes de la humana.

Ilustración extraída de la página del Grupo Ecologista Turcón

Lo que está pasando en la playa de La Tejita ahora mismo es un escándalo que avergüenza a cualquier sociedad democrática, ver a políticos cómplices de este destrozo sin que suceda nada, sin que intervenga la Fiscalía y paralice las obras por gravísima delincuencia ecológica de quienes se dicen representantes públicos de nuestro pueblo, es sin duda una situación lamentable, donde la única forma de pararlo es con movilización social, con acciones directas como la de subirse a una grúa y que este atentado se visibilice en todo el planeta, paralizarlo por la fuerza como ya se consiguió en Agaete (Gran Canaria), con el mamotreto de Macromuelle que la chusma político-empresarial isleña quería montar destruyendo una de las zonas más hermosas de las islas.

No queda otra salida ¡Contra terrorismo ecológico resistencia y combate!

Desenmascarar a los políticos del Gobierno de Canarias, Cabildo de Tenerife y Ayuntamiento de Granadilla, que están detrás de este pelotazo a costa de la inmensamente dañada ecología canaria. Ya está bien de amiguismos, de favores, de prebendas, de hacerse millonarios en los años de gestión política a base de «regalos» a cambio de recalificaciones y licencias ilegales, se acabó, el pueblo organizado tiene la respuesta.

Fuente e imagen: https://viajandoentrelatormenta.com/la-tejita-terrorismo-ecologico/

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La demonio-cracia de Trump

Por: Hedelberto López Blanch

La demonio-cracia estadounidense se ha caracterizado desde siglos por una política nacional represiva hacia cualquier movimiento o individuo que vaya en contra de la supremacía blanca en el poder y en la que el racismo visceral forma parte intrínseca de su accionar.

Tras el asesinato el pasado 25 de mayo en Minesota del afroamericano George Floyd cuando en plena vía pública un agente policial le presionó el cuello con su rodilla durante ocho minutos pese a que el detenido clamaba que no podía respirar, las manifestaciones y protestas se extendieron como pólvora por todo el territorio norteamericano.

Más de 150 ciudades han reportado protestas, saqueos, enfrentamientos con la policía, quema de autos, actos violentos e incendios, mientras las autoridades han decretado toques de queda y el despliegue de la Guardia Nacional (fuerza militar de reserva que Estados Unidos utiliza para situaciones de emergencia).

De un extremo a otro, de Nueva York a Los Ángeles, de Miami a Seattle, las protestas han sido multitudinarias. Y es que son siglos de ignominia racista y de desprecio a los millones de desfavorecidos de ese sistema capitalista que ha erosionado la vida de muchas generaciones y hoy se levantan ante el desprecio de los poderosos.

Pero en vez de buscar la vía pacífica como sucede en cualquier democracia que se respete, el presidente Donald Trump arremetió verbalmente contra los manifestantes y gobernadores de los Estados, mientras el 31 de mayo corría al lado de sus guardaespaldas a guarecerse en el búnker subterráneo de la Casa Blanca porque las protestas llegaron a las afueras de esa instalación, según reportó The New York Times.

El diario informó que Trump habría permanecido menos de una hora en la instalación, diseñada para ser utilizada en caso de una amenaza física a los altos funcionarios ejecutivos.

«La mayoría de ustedes son débiles y los gobernadores deben dominar a los manifestantes violentos», fueron las primeras declaraciones del magnate, y los conminó a sacar a las calles a la Guardia Nacional.

Al siguiente día declaró públicamente: «Hay que arrestar a las personas, hay que rastrear a las personas, hay que ponerlos en la cárcel durante 10 años y nunca volverán a ver estas cosas. Lo estamos haciendo en Washington. Vamos a hacer algo que la gente no ha visto antes».

Seguidamente Trump volvió a la carga sobre los sucesos cercanos a la Casa Blanca y escribió en un twitter:

Fue «una gran multitud, profesionalmente organizada, pero nadie se acercó a atravesar la valla. Si lo hubieran hecho, habrían sido recibidos por los perros más feroces y las armas más amenazantes que he visto jamás. Ahí es cuando la gente podría haber sido herida de gravedad, por lo menos. Muchos agentes del servicio secreto solo aguardaban para pasar a la acción», su hosquedad y prepotencia lo incitaban.

Para tratar de controlar esa enorme ola de protesta antiracial, muy superior a la ocurrida en 1968 cuando fue asesinado el luchador por los derechos humanos Martin Luther King, Trump lanzó a los efectivos de la Guardia Nacional y solo en Washington fueron desplegados 1 600 efectivos.

Ante la represión que ha provocado varios muertos, numerosos heridos y cerca de 5 000 detenidos, nada más contundente para caracterizar la situación que las declaraciones de la vocera de la cancillería rusa, María Zajárova, que puntualizó; Estados Unidos ha perdido el derecho de «hacer comentarios a cualquiera sobre derechos humanos».

Desplegar a la Guardia Nacional, usar balas de goma, gases lacrimógenos y gas pimienta, son las soluciones y las tácticas que ofrece Trump a su población, las que pueden exacerbar aun más la tensa situación.

Las revueltas callejeras junto a su incapacidad para controlar la pandemia del coronavirus, que ha dejado ya más de 6 000 000 de contagiados y 110 000 fallecidos, están sumando obstáculos a la reelección de Trump, catalogado por muchos como uno de los mayores mentirosos que ha ocupado la Casa blanch.

Fuente: https://www.aporrea.org/internacionales/a291353.html

Imagen:  https://pixabay.com/

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Coronavirus y la vulnerabilidad del sistema mundo que depone a la educación en compartimientos

Por: Heriberto Rivera

Independientemente que se pueda estar de acuerdo o en oposición, las Enseñanzas y el gran aporte como legado a la humanidad del sociólogo Immanuel Wallerstein que siempre planteo con sobradas razones  la unidisciplinaridad de las ciencias sociales  resuenan en los oídos y hace brillar aun mas la luz cuando se lee y estudia a este gran pensador de los últimos tiempos, aunque ya fallecido, su pensamiento fue capaz de ponernos en su lugar ante la voracidad del mundo globalizado.

Ante la realidad que es imposible ocultarla, la globalización se hizo omnipresente, pues millones de personas en el mundo imaginaron que seria la gran solución a la problemática mundial de los más de siete mil millones de habitantes aunado al resto de los organismos vivos.

No en vano, el mundo se afincaba a la esperanza de  un mundo mejor, mas habitable, mas humanizado, pues hasta mentes de pensamiento esclarecedor  como  Joseph Stiglitz nos decía “creo que la globalización -la supresión de las barreras al libre comercio y la mayor integración de las economías nacionales-puede ser una fuerza benéfica y  su potencial es el enriquecimiento de todos, particularmente los pobres”. (pág., 11).

En la realidad concreta y tangible del ver para creer, la globalización no marcho desde sus orígenes como fue planteada, no funciona y no podrá funcionar si el interés máximo es el capital y su sistema capitalista.

La realidad de la globalización ha sido  desde sus comienzos muy inclemente que hasta políticos conservadores como Jaques Chirac, según Stiglitz “han manifestado su preocupación porque la globalización no está mejorando la vida de quienes mas necesitan de sus prometidas ventajas” (pág., 28); es claro para el mundo que algo ha funcionado terriblemente mal.

Luego de la introducción de la globalización que apertura en el mundo la economía de mercado a gran escala, se ven los resultados y los críticos a la misma acusan con razón a los países occidentales  de hipócritas y con razón,  pues forzaron a los pobres a eliminar las barreras comerciales, pero ellos mantuvieron las suyas e impidieron a los países subdesarrollados exportar su producción.

 Stiglitz después de estar de acuerdo con la globalización advierte que La globalización, tal y como ha sido defendida, a menudo parece sustituir las antiguas dictaduras de las elites nacionales por las nuevas dictaduras de las finanzas internacionales”; tal situación ha venido socavando  las bases de la soberanía de los  países que fueron conminados a que los caprichosos mercados de capitales tomaran por ellos sus decisiones. (Pág.308).

El resultado ha sido que las naciones  más empobrecidas de la tierra empeoraron más su situación. (Stiglitz, 2002). Los beneficios de la globalización han resultado en demasiadas ocasiones inferiores. (pág., 33)

En fin para el economista Joseph Stiglitz, “la globalización actual no funciona. Para muchos de los pobres de la tierra no está funcionado. Para buena parte del medio ambiente no funciona (…..) la pobreza ha crecido y los ingresos se han hundido” (Stiglitz, 2002). (pág., 269).

Si bien, la globalización logró estimular y apalancar la economía de mercado de países inclusive como China y Vietnam, el problema no es la globalización sino el modo en que ha sido gestionada; y esa gestión  es apuntalada por instituciones financieras económica internacionales con nombre y apellido como el FMI, El Banco Mundial, la OMC, cuyos dirigentes y ejecutivos establecen las reglas de juego, dominan el ajedrez mundial, manejando a los gobiernos de los países cual peones de su suerte.

 Esas instituciones que no juegan en nada a la neutralidad establecen las líneas que benefician a los países industrializados mas avanzados e intereses muy particulares  de esos países desfavoreciendo a los mas pobres  a esos que conforman la periferia o lo que llaman peyorativamente sus patios traseros, enfocando la globalización de forma deliberada desde puntos de vista particularmente estrechos, modelados conforme una visión especifica de la economía y la sociedad.

Siguiendo en la onda de Stiglitz, el mundo se encuentra sumergido  además del  malestar por la globalización esta azotado por el terrorismo el cual tiene diversas manifestaciones y mutaciones sociales que inducen  e introducen modificaciones  al ADN de la sociedad.

Sobre el fenómeno de la globalización ya Wallerstein, había referido que  “los medios, así como también los científicos sociales, repiten constantemente que hay dos cosas que dominan al mundo en que vivimos desde los  últimos decenios del siglo XX: la globalización y el terrorismo”.

En ese momento dichos fenómenos eran sustancialmente nuevos, donde la globalización nos la presentaban como un fenómeno rebosante de esperanzas y el terrorismo como la encarnación de peligro temible; y como cosa rara, EEUU se presentaba como el gran adalid para imponernos uno  y luchar contra el  otro mal.

Para ese entonces, todos los poderes políticos, económicos y financieros nos impusieron la globalización bajo el razonamiento de que “no hay ninguna alternativa” a la cual todos los países deben ser sometidos.

El mundo seguía en su camino acatando el dictamen de sus líderes mundiales, pero tal vez lo más negativo era la incomprensión de tales fenómenos por la  fragmentación del conocimiento al cual se halla sometida la humanidad entera, debido al  parcelamientos  y fraccionamiento de la educación.

Según Wallerstein parte del problema es que “hemos estudiado estos fenómenos en compartimientos y estancos a los que le hemos dado nombres  especiales-política, economía, estructura social, cultura -sin advertir que dichos compartimientos eran construcciones de nuestra imaginación mas que de la realidad”.

 Esta situación nos lleva a decir que la educación en todos los niveles, mientras que este deliberadamente parcelada hará siempre más difícil la comprensión integral de los distintos fenómenos que acechan a la humanidad como la pandemia del coronavirus que la humanidad padece y lleva sobre sus vidas en los actuales momentos.

Así como los virus tienen la capacidad y la propiedad de la mutación, también ésta es social, hay en camino una mutación social para seguir controlando el  sistema-mundo, a pesar de  que muchos que no comprendieron el fenómeno  de la globalización y el terrorismo que ahora se manifiesta como bioterrorismo.

En ese sentido Wallerstein uno de los creadores iniciales  del enfoque o si se quiere una perspectiva critica de sistema-mundo  a través del cual realiza el análisis de la realidad social y viene “hablando de la globalización  desde mucho antes de que el término fuera inventado  no como algo “nuevo” sino como de algo que había sido un elemento básico para el sistema –mundo moderno desde que este comenzara en el siglo XVI”.

Ese sistema-mundo que opera como tal, ha contado con muchas instituciones- Estados y sistemas interestatales, compañías de producción, marcas, clases, grupos  de identificación de todo tipo- y que estas instituciones forman una matriz que permite al sistema operar pero al mismo tiempo estimula tanto los conflictos como las contradicciones que calan en el sistema.

En consecuencia, ese sistema- mundo  es una creación social que como toda creación del hombre tiene sus orígenes, su historia, sus intenciones los cuales deben ser enteramente comprendidos, sus mecanismos deben ser claramente delineados que lleven a comprender el por qué se generan situaciones  o complicaciones introducidas que la mayoría de las veces aparece como realidades inexplicables.

Echar mano de la perspectiva critica sistema –mundo implica asumir otra forma de pensar y ver la realidad objetiva en momentos en que el mundo se hace cada vez mas interdependiente en  donde la visualización y posible solución de su problemática debe realizarse con el soporte de distintas disciplinas del conocimiento pero rompiendo las fronteras entre ellas para poder ampliar el horizonte del conocimiento y tener la certeza de la realidad.

Esa otra manera de ver el mundo a través de la nueva unidad de análisis, “el sistema mundo  en lugar de la nación, como lugar donde transcurren los distintos, interrelacionados y complejos procesos sociales” (Crespo, 2014), lo cual permite realizar una aproximación hacia donde se encamina en la actualidad: la vulnerabilidad.

En ese orden de ideas,  ese Sistema Mundo  explicando la postura de Wallerstein  por Tolosa citado por Crespo (2014), “esta formado por las fuerzas que constantemente lo reproducen y, al mismo tiempo, por fuerzas que dificultan su preservación: Ambas fuerzas no son  eternas: lo que reproduce mañana puede ser estéril; lo que hoy se opone, mañana puede ser sustituido por algo distinto”.

En consecuencia esa necesidad de conocer nos lleva buscar espacios para un nuevo pensamiento, no por lo nuevo en el sentido del esnobismo, sino lo nuevo como sentido de superar las estructuras del pensamiento simple, del determinismo y de la causalidad lineal del pensamiento por  otro que sea mas holístico; para lograrlo  es necesario superar los estancos y compartimientos que enclaustran el conocimiento dentro de una correa  esquemática de la repetición que desfigura la realidad social.

El mundo actual nunca antes se había enfrentado a diferentes situaciones en la cual existen ciertamente posibilidades del peligro de la existencia de la especie humana, cuyo análisis se  hace en compartimientos trayendo como resultado situaciones aparentemente inexplicables.

 Fundaméntanos en las ideas de Wallerstein nos refiere “que los compartimientos estancos de análisis- lo que en las universidades se denomina disciplinas- son un obstáculo y no una ayuda para la comprensión del mundo” argumentando que la realidad social en la que vivimos y determina cuales son nuestras opciones no ha sido la de los múltiples estados nacionales de los que somos ciudadanos sino algo mayor que hemos llamado sistema-Mundo”

Al referirnos al sistema educativo generado por el sistema-mundo, Benach (2020) quien plantea razonadamente que la pandemia  debe ser la oportunidad para hacer un cambio social  radical  nos dice sobre la educación  que   a modo de retorica se  insiste en la “necesidad de realizar estudios con enfoque  multidisciplinares  o interdisciplinares, y es verdad que existen valiosas reflexiones teóricas, pero  sin embargo el mundo académico penaliza  ese enfoque, en favor de una especialización a menudo vacua”.

Ese conocimiento parcelado y fragmentado, que impide que se tengan las herramientas más que necesarias imprescindibles para comprender las realidades, es  sustentado también por los medios hegemónicos que atosigan a la población con cifras y estadísticas con sus curva matemáticas que se “muestran obsesionados con la primicia, nos saturan con los datos de la pandemia pero deliberadamente ignoran las interrelaciones de la pandemia con la crisis ecológica, crisis económica, la psicología, la cultura del miedo, el desempleo, la precarización. Trata las cosas de forma aislada y parcelada y emocional, cuando no tóxica”. (Benach, 2020).

En consecuencia, hoy somos testigos del resultado expresado en un orden dominante de sociedad que no comprende que su compulsiva manera de devorar la naturaleza en el altar de la ganancia es una manera de devorarse a sí misma , convirtiéndose  en una depredación autofagica.

La pandemia que hoy asola  a la humanidad es una herencia del sistema –mundo que se corrobora al realizar ese análisis integro que delinea todo el aparataje de los instituciones que lo conforman. No es posible y no cabe en la mente racional y sensata que ante los grandes avances en todos los campos del conocimiento en tecnología y comunicación no se detecte a tiempo el advenimiento de una catástrofe sanitaria. El huésped venía anunciándose.

En consecuencia, ante la imposición de la cultura necrófila, la protección social no fue globalizada se desmontaron los sistemas de salud de los países y la salud de los ciudadanos quedaron al garete, quien tenga su seguro privado puede acceder a los organismos dispensadores de la misma.

 De esta manera  según lo manifiesta García Linera (2020), “la globalización resulto mas bien ser una coartada de unos cuantos países, de unas cuantas personas para imponer su domino, su poder y su cultura, que una verdadera integración universal de los logros humano en beneficio  de todos”.

La situación de ahora nos rebela que la “mano invisible” de la globalización de los mercados -incluido el de  la salud- ha resultado inservible para los cuidados de la humanidad y mas peligrosa que la propia pandemia.

 Según investigaciones realizadas esas son  situaciones creadas y engendradas por las contradicciones del sistema mundo que lo hace cada vez más vulnerable debido a la irracionalidad del mundo capitalista- nacida de la  búsqueda incesante del lucro lo cual provee otras aberraciones que dejan a la humanidad a la deriva promoviendo pandemias desde los grande laboratorios. (Castilla, 2020).

Según Castilla (2020), la OMS – una de las instituciones que conforman el sistema mundo del cual nos habla Wallerstein-su relacion con los grandes laboratorios es un secreto a voces, pues “la OMS omitía informar   que tres de sus principales expertos mantenía lazos financieros con ambos laboratorios”; se refiere Castilla a la laboratorio Roche que “ se enorgullecía de haber ganado USD 937  millones solo en el primer trimestre del año 2009 con el SARS y la británica  Glaxo que proyectaba ganancias por USD 1600 millones en los siguientes seis meses.

Es decir, detrás del frio recuento de contagios y muertes están los intereses de dueños del mundo, de quienes delinean la globalización, sus operaciones y sus maniobras y como dice Castilla (200) “detrás las puestas en escena, los intentos de torcer  la vara en favor de los negocios”. Que aberrante e inmoral resulta  el sistema mundo que tenemos.

En fin, estamos ante la presencia de un Sistema – Mundo gendarme que vigila los hogares pero es el gran ausente a la hora de la prevención y los cuidados que amerita la población mundial; claro es la lógica del sistema mundo que en consecuencia ni puede ser garante de la salud de las grandes mayorías.

Las medidas de emergencia que eventualmente puede llegar a tomar tiene límites predefinidos: el umbral de la propiedad privada capitalista.

Ante estas situaciones creadas como  resultado del antropocentrismo salvaje y criminal surgen preguntas tal vez sin respuestas comprometedoras: Si la especie humana es lo fundamental para la permanencia y multiplicación de la misma  ¿por qué no se practican ejercicios de sanidad  y salubridad a tiempo en caso de una pandemia figurada tal y como se realizan a gran escala ejercicios militares para salvaguardar y prever alguna invasión de las fronteras territoriales para prevalecer el poder factico? .¿Por qué no se planifican y organizan planes sociales de emergencia en momentos de “normalidad”, como en un incendio, un evento sísmico o pandemia?.

¿Cómo es posible que la potencia mundial centro del sistema mundo pueda ser capaz de mantener ejércitos y mas de novecientas bases militares alrededor del sistema mundo?

Antes de esto, por el contrario, se destinan millones de dólares para financiar la creación de nuevos y resistentes virus; Según Bautista (2020) ,”desde el 2001 el gobierno gringo ha destinado 100 billones de dólares en una ofensiva guerra biológica; desplegando 400 laboratorios dentro y fuera de USA, empleando a más de 13.000 científicos en la creación de nuevas cepas de gérmenes ofensivos resistentes a las vacunas (por ejemplo, en la universidad de Wisconsin, el grupo de investigación del doctor Yoshihiro Kawaoka descubrió el modo de elevar la toxicidad de la gripe española en un 200%, para fines de guerra biológica que impulsa el Pentágono)”.

Las diversas investigaciones sobre una pandemia que pudo haberse evitado dan cuenta de la irracionalidad del sistema mundo, se pueden citar por referencia de Castilla (2020) solo algunas, pero se sabe de la existencia de otras.

 En el año 2016, Peter  Hotez, junto  a su equipo medico del colegios de  medicina de  Houston, estuvo a punto de lograr una vacuna contra el coronavirus, de repente le cortan el cash justo cuando debían pasar de realizar pruebas en animales a hacerlas en humanos.

Otra situación parecida le ocurrió al investigador francés Bruno  Conard, quien trabajo durante varios años en la cepa de los coronavirus tras el brote del SARS en 2002, quedo a la deriva por falta de recursos.

Estos ejemplos como otros logran demostrar que no fue obra de ningún “cisne negro” (teoría que trata de explicar eventos “imprevistos”), que el coronavirus no era imprevisible, pues desde los inicios del siglo XXI, con la experiencia del SARS se podían asentar las bases para crear vacunas de prevención salvando la vida de miles o tal vez millones de personas.

En consecuencia los habitantes del planeta tierra, estamos viviendo y sufriendo la más burda irracionalidad de quienes dispone del sistema mundo para engrosar los recursos del capital, situación esta que hace vulnerable tal sistema y cuya corriente se devuelve incluso contra sus impulsores.

Así tenemos que el cambio climático generado por la obcecación de mantener un sistema que pone en riesgo la especie humana tiene como resultado la  muerte , destrucción y  desolación; la deforestación de  grandes extensiones de boques y selvas vírgenes ha traído como consecuencia que ese coronavirus que “pululaba  dentro de animales selváticos, sin ninguna intención  de causar daños a los humanos”, por sobrevivencia tuvo que salir de su ambiente natural  y lamentablemente encontró refugio en los sistemas respiratorios como hábitat propicio para convertirse en un contagioso virus  asesino.

De manera que hoy no vengan con el cuento del “tiempo perdido” que hoy lamentan los lideres del sistema- mundo que no ha sido contingencia sino el resultado de la opción política de la cual nos habla esclarecidamente Wallerstein con su análisis del Sistema -Mundo.

El gendarme mayor del mundo en medio de la pandemia mas desastrosa vivida por la humanidad, desafiando los pedidos de cooperación que invaden el éter mundial el habitante de la casa blanca patea el tablero internacional, violando los principios fundamentales del derecho internacional  amenaza con mas sanciones a gobiernos constitucionales, como única finalidad de mantener ese modelo que socava la vida de los pueblos. La quimera del norte, la nación presentada como  históricamente como “tierra de oportunidades” no otorga siquiera el derecho a tener un cuadro de fiebre a sus trabajadores.

Hoy todos los millones de habitantes del planeta somos testigos de excepción , que aún  con todo el arsenal de guerra y de billones de dólares para acabar con gobiernos populares;  las potencias económicas, con todo el dinero, armas y poder que detectan, con su gran criminal arrogancia  y discursos burlescos, descuidando el talento y capital humano el sistema mundo se cae a pedazos; la naturaleza tantas veces ignorada  y violada esta pasando su factura mayor por la inercia destructiva del modelo impuesto sin poderlo evitar; ese es el resultado que provoca el caos y la destrucción ambiental provocado por el actual sistema económico que practican.

Para culminar este escrito incorporo la opinión del filosofo y lingüista Noam Chomsky, quien al requerirle  opinión por un periodista responde: “el asalto neoliberal ha dejado a los hospitales sin preparación. Un ejemplo entre todos: las camas de los hospitales han sido suprimidas en nombre de la “eficiencia”. Chomsky, resume en una palabra lo que necesitan saber sobre el sistema en el que vivimos: “esta crisis es el enésimo ejemplo del fracaso del mercado, al igual que lo es la amenaza de una catástrofe medioambiental. El gobierno y las multinacionales farmacéuticas saben desde hace años que existe una gran probabilidad de que se produzca una gran pandemia, pero como no es bueno para los beneficios preparase para ello, no se ha hecho nada” (Marzo, 2020).

La vulnerabilidad del sistema mundo  que lleva a la humanidad a una riesgosa “situación limite”, obedece  a su relacion de explotación desbordada de la madre naturaleza, que coloca al mundo en el abismo de la desaparición y con sobrada razón Dussel (2020) nos alerta  que “Hoy, la madre naturaleza se ha rebelado; ha jaqueado a su hija, la humanidad”, (…) “es la naturaleza la que  hoy nos interpela: “¡O ME RESPETAS O TE ANIQUILO!”; es el grito de tierra en el tiempo, un mensaje turbulento que así como lleva muerte también entraña un futuro que no espera, se asemeja al parto maternal en cual hay  vida y esperanza, pero también se corre el riesgo de sucumbir.

Esa oportunidad de cambio, de vida y esperanza se “manifiesta como signo final de la modernidad y como anuncio de una nueva edad del mundo, posterior a esta civilización soberbia moderna que se ha tornado suicida” (Dussel, 2020).

Veamos la decadencia de un Sistema Mundo que empieza a mostrarnos sus límites y que, como dijo alguna vez Enrique Dussel citado por  Bautista (2019), “dará lugar a un nuevo orden transmoderno que no tenga como referencia a la modernidad, sino que, básicamente sea superación de ella”.

El coronavirus, un huésped ignorado, pero que ya venía anunciándose, llegó para quedarse; según Ramonet (2020) “en la escena geopolítica, la espectacular irrupción de un actor desconocido ha desbaratado por completo el tablero de ajedrez del sistema-mundo”

 La vida la hacen los hombres como seres terrenales, hoy pareciera que está comenzando uno de los tantos despertares de la humanidad, ojala no la  logren apagar los sueños de los injustos.

“Lo peor de la peste no es que mata a los cuerpos, sino que desnuda las almas y ese espectáculo suele ser horroroso” Alberto Camus.

Bibliografía:

Bautista, R (2020). La pandemia como arma geopolítica. www.resumenlatinoamericano. 23-03-2020.

_________________ (2019). Entrevista con L. López en  Correo del Alba. www.correodelalba.org

Benach, J. “Hay que aprovechar esta pandemia  para hacer un cambio social radical” en www.sinpermiso.info. 28/03/2020.

Castilla, E. Coronavirus: Entre la pandemia y la Irracionalidad del sistema capitalista. Jueves 12 de marzo de 2020.

Crespo, R. La Perspectiva de “Análisis de Sistemas Mundo y el sistema mundo Moderno (la economía- mundo capitalista), en https: //rebelión.org, 24-09-2014.

Chomsky, N.  (2020) Entrevista. En otrasvoceseneducacion.org, marzo 28,2020.

García, A. (2020). Pánico Global y horizonte aleatorio, en www.nuestravoces.com.ar

Grau, V. Coronavirus, jaque al mundo globalizado

Dussel, E. “Cuando la naturaleza  jaquea la orgullosa modernidad”. La Jornada.www.jornada.con.mx; 04/04/2020.

Ramonet, I (2020). La pandemia y el sistema-mundo

Stiglitz, J (2003). El malestar en la globalización. Taurus, México.

Wallerstein, I. (2005) Análisis del Sistema Mundo. Una Introducción. Siglo Veintiuno editores.

heristo50gmail.com

 

Fuente: El autor escribe para OVE

Imagen: https://pixabay.com/illustrations/dollar-currency-capitalism-funds-2091737/

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Entrevista a Achille Mbembe: “La pandemia democratiza el poder de matar”

Por: Diogo Bercito

“El sistema capitalista se basa en la distribución desigual de la oportunidad de vivir y morir”

 

El coronavirus está cambiando la forma en que pensamos sobre el cuerpo humano. Se convirtió en un arma, dice el filósofo camerunés Achille Mbembe. Después de salir de casa, después de todo, podremos contraer el virus o transmitirlo a otros. Ya hay más de 783.000 casos confirmados y 37.000 muertes en todo el mundo. “Ahora todos tenemos el poder de matar”, dice Mbembe. “El aislamiento es solo una forma de regular ese poder”.

Mbembe, de 62 años, acuñó el término «necropolítica» en 2003. Investiga, en su trabajo, la forma en que los gobiernos deciden quién vivirá y quién morirá, y cómo vivirán y morirán.

Enseña en la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo. El pasado viernes (27 de marzo), Sudáfrica registró las primeras muertes por el coronavirus.

La necropolítica también aparece en el hecho de que el virus no afecta a todos por igual. Existe un debate acerca de priorizar el tratamiento de los jóvenes y dejar morir a las personas mayores. Todavía hay quienes, como el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, insisten en que la economía no puede detenerse incluso si parte de la población necesita morir para garantizar esta productividad. “¿Van a morir algunos? Van a morir. Lo siento, así es la vida”, dijo recientemente el mandatario brasileño.

“El sistema capitalista se basa en la distribución desigual de la oportunidad de vivir y morir”, explica Mbembe. “Esta lógica de sacrificio siempre ha estado en el corazón del neoliberalismo, que deberíamos llamar necroliberalismo. Este sistema siempre ha funcionado con la idea de que alguien vale más que otros. Los que no tienen valor pueden ser descartados «.

 

PREGUNTA: ¿Cuáles son sus primeras impresiones de esta pandemia?

ACHILLE MBEMBE – Por ahora, estoy abrumado por la magnitud de esta calamidad. El coronavirus es realmente una calamidad y nos trae una serie de preguntas incómodas. Este es un virus que afecta nuestra capacidad de respirar.

— Y obliga a los gobiernos y hospitales a decidir quién continuará respirando.

Sí. La pregunta es cómo encontrar una manera de asegurar que cada individuo pueda respirar. Esa debería ser nuestra prioridad política. También me parece que nuestro miedo al aislamiento, a la cuarentena, está relacionado con nuestro miedo a enfrentar nuestro propio fin. Este miedo tiene que ver con no poder delegar nuestra propia muerte a otros.

— ¿El aislamiento social nos da algún poder sobre la muerte?

Sí, un poder relativo. Podemos escapar de la muerte o posponerla. Contener la muerte está en el corazón de estas políticas de contención. Este es un poder. Pero no es un poder absoluto porque depende de otras personas.

— ¿Depende de otras personas aislarse también?

Sí. Otra cosa es que muchas de las personas que han muerto hasta ahora no han tenido tiempo de decir adiós. Varios de ellos fueron incinerados o enterrados inmediatamente, sin demora.

Como si fueran basura de las que debemos deshacernos lo antes posible. Esta lógica de eliminación ocurre precisamente en un momento en que necesitamos, al menos en teoría, a nuestra comunidad. Y no hay comunidad sin poder despedirse de los que se fueron, organizar funerales. La pregunta es: ¿cómo crear comunidades en tiempos de calamidad?

— ¿Qué consecuencias dejará la pandemia en la sociedad?

La pandemia cambiará la forma en que nos relacionamos con nuestros cuerpos. Nuestro cuerpo se ha convertido en una amenaza para nosotros mismos. La segunda consecuencia es la transformación de la forma en que pensamos sobre el futuro, nuestra conciencia del tiempo. De repente, no sabemos cómo será el mañana.

— Nuestro cuerpo también es una amenaza para los demás si no nos quedamos en casa…

Sí. Ahora todos tenemos el poder de matar. El poder de matar ha sido completamente democratizado. El aislamiento es precisamente una forma de regular ese poder.

— Otro debate que evoca la necropolítica es la pregunta sobre cuál debería ser la prioridad política en este punto, salvar la economía o salvar a la población. El gobierno brasileño ha estado haciendo señas para que se priorice el ahorro de la economía.

Esta es la lógica del sacrificio que siempre ha estado en el corazón del neoliberalismo, que deberíamos llamar necroliberalismo. Este sistema siempre ha funcionado con un aparato de cálculo. La idea de que alguien vale más que otros. Los que no tienen valor pueden ser descartados. La pregunta es qué hacer con aquellos que hemos decidido que no valen nada. Esta pregunta, por supuesto, siempre afecta a las mismas razas, las mismas clases sociales y los mismos géneros.

— Como en la epidemia del VIH, en la que los gobiernos se demoraron en actuar porque las víctimas estaban al margen: ¿negros, homosexuales, consumidores de drogas?

En teoría, el coronavirus puede matar a todos. Todos están amenazados. Pero una cosa es estar confinado en un suburbio, en una segunda residencia en una zona rural. Otra cosa es estar en primera línea. Trabajar en un centro de salud sin máscara. Hay una escala en cómo se distribuyen los riesgos hoy.

— Varios presidentes se han referido a la lucha contra el coronavirus como una guerra. ¿Importa la elección de palabras en este momento? Usted escribió en su trabajo que la guerra es un ejercicio claro en necropolítica.

Es difícil dar un nombre a lo que está sucediendo en el mundo. No es solo un virus. No saber lo que está por venir es lo que hace que los estados de todo el mundo reanuden las viejas terminologías utilizadas en las guerras. Además, las personas se están retirando dentro de las fronteras de sus estados nacionales.

— ¿Hay un mayor nacionalismo durante esta pandemia?

Sí. La gente está volviendo a «chez-soi», como dicen en francés. A su hogar. Como si morir fuera de casa fuera lo peor que podía pasar en la vida de una persona. Las fronteras se están cerrando. No estoy diciendo que deberían estar abiertas. Pero los gobiernos responden a esta pandemia con gestos nacionalistas, con esta imagen de la frontera, del muro.

— Después de esta crisis, ¿volveremos a ser como antes?

La próxima vez, seremos golpeados aún más fuerte que durante esta pandemia. La humanidad está en juego. Lo que revela esta pandemia, si lo tomamos en serio, es que nuestra historia aquí en la tierra no está garantizada.

No hay garantía de que estaremos aquí para siempre. El hecho de que sea plausible que la vida continúe sin nosotros es el tema clave de este siglo.

Fuente: https://lavoragine.net/la-pandemia-democratiza-poder-de-matar/

Artículo original publicado en Gauchazh 

Imagen: https://www.eldiario.es/interferencias/Achille-Mbembe-brutaliza-resistencia-visceral_6_527807255.html

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