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La señora democracia, ultrajada aquí, allá y más acá

Por: Aram Aharonian

Tal vez ningún término usado recurrentemente en el espacio público fue ultrajado de tal manera que no solo fue vaciado de contenido sino que perdió todo sentido para remitir a la realidad. Hoy se quiere confundir democracia con el derecho a votar, uno de los pocos derechos que les queda a los de abajo, para creer que participan en una elección, a sabiendas que su condición no cambiará radicalmente.

La voz democracia se usa indistintamente en los debates teóricos y políticos, pero premeditadamente se omite su carácter ilusorio y la falta de asideros históricos y empíricos para privilegiar, ante todo, una perspectiva de deber ser, de aspiración, que difícilmente se consuma.

En tanto ideología, la noción de democracia se emplea como un instrumento de legitimación de las estructuras de poder, dominación y riqueza. Más cuando desde 1968 el capitalismo fue cuestionado a fondo por las clases medias ante las promesas incumplidas luego de 200 años de prácticas y experiencias derivadas de su proceso civilizatorio, señala el mexicano Isaac Enríquez Pérez, en El carácter fetichista de la ideología de la democracia.

Mark Malloch-Brown, presidente de Open Society Foundations y exsecretrario adjunto de Naciones Unidas, señala que los reportes sobre la muerte de la democracia son muy exagerados, pero si no demuestra que puede dar mejores resultados concretos se arriesga a perder a los jóvenes. “Enfrentar la creciente desilusión con el gobierno democrático y algunos de sus principios fundamentales entre los más jóvenes implica restaurar la confianza en que el sistema puede generar calles más seguras, más vivienda, mejor educación y servicios de salud; alimentos y energías a precios más accesibles», afirma Malloch.

El intelectual francés Alain Touraine señala que hoy es más frecuente definir la democracia en función de aquello de lo cual libera la arbitrariedad, el culto de la personalidad o el reinado de la nomenklatura que teniendo en cuenta lo que construye o las fuerzas sociales en las que se apoya.

El escritor uruguayo Eduardo Galeano sostenía que “La democracia es un lujo del norte. Al sur se le permite el espectáculo, que eso no se le niega a nadie. Y a nadie molesta mucho, al fin y al cabo, que la política sea democrática, siempre y cuando la economía no lo sea. Cuando cae el telón, una vez depositados los votos en las urnas, la realidad impone la ley del más fuerte, que es la ley del dinero”.

“Así lo quiere el orden natural de las cosas. En el sur del mundo, enseña el sistema, la violencia y el hambre no pertenecen a la historia, sino a la naturaleza, y la justicia y la libertad han sido condenadas a odiarse entre sí”, añadía.

 «Con la democracia no solo se vota, sino que también se come, se educa y se cura», señaló en su discurso de asunción en 1983, Raúl Alfonsín, el primer presidente democrático luego de la última dictadura militar argentina. La altísima desocupación, el 40 % de pobreza, la educación y la salud pública en crisis, no son imperfecciones o falta de maduración del ideal democrático. Se trata de una democracia burguesa, donde hay interés de clases en pugna, pero donde (casi) siempre pierden los de abajo.

¿La libertad de elección política, requisito indispensable de la democracia, es suficiente para considerar que ésta está consolidada? ¿La democracia se reduce entonces sólo a procedimientos? ¿Es posible definir la democracia prescindiendo de sus fines y, por ende, de las relaciones que instaura entre los individuos y las categorías sociales o limitar la democracia a la posibilidad de participar en elecciones?

El Consejo de Europa señala que hay tantos modelos diferentes de gobierno democrático que a veces es más fácil de entender la idea de democracia en términos de lo que definitivamente no es: no es la autocracia o la dictadura, donde una persona gobierna; y no es oligarquía, donde lo hace un pequeño segmento de la sociedad. Bien entendida, la democracia incluso no debe ser la “regla de la mayoría”, si eso significa que los intereses de las minorías son ignorados por completo.

Estados Unidos avanzó con el arte de convertir sus guerras de conquista en civilizadas formas de organizar el mundo y ordenarlo a su modo. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Unión Europea lo tienen en el centro de su discurso público: democracia y derechos humanos. Todo se hace, se justifica, se impone, en nombre de ellos y de su defensa.

Pero la realidad muestra otra cara: las intervenciones humanitarias, la guerra contra “el terrorismo”, contra los gobiernos que según Estados Unidos no respetan los derechos humanos, contra los que Washington y sus repetidoras políticas y mediáticas en todo el continente llama “Estados delincuentes”.

La política del miedo y la incertidumbre se ha consolidado también como una de las consecuencias que más incidirá a largo plazo. En un estado de guerra multidimensional, el control de nuestros cuerpos y nuestras mentes se vuelve un objetivo estratégico.  El miedo se vuelve un arma poderosa de control social. Los medios de comunicación y las redes sociales, afectan la psiquis colectiva, desarticulan el tejido social y manipulan la opinión pública.

Son más de 500 intervenciones militares estadounidenses internacionales desde la fundación de Estados Unidos en 1776, con más de la mitad ocurridas entre 1950 y 2017, y un tercio del total después de 1999, reporta el Proyecto de Intervención Militar en la Universidad Tufts.

También hay una extensa lista del uso de fuerza militar estadounidense entre 1798 a 2023, según los archivos del Congreso. Es difícil calcular el número de veces en que Washington ha intervenido, tanto militarmente como de otras maneras, directas e indirectas, en América Latina con el objetivo de lograr un “cambio de régimen”.

El historiador John Coatsworth identificó por lo menos 41 casos entre 1898 y 1994,  uno cada 28 meses durante un siglo. Los ejemplos, sobre todo en América Latina, muestran de manera abrumadora que estas intervenciones de todo tipo han sido contra regímenes progresistas y ayudaron a instalar regímenes derechistas, no pocos de ellos entre los más brutales en el mundo.

Con el gobierno de Salvador Allende, Henry Kissinger dijo estar preocupado de que el éxito de la socialdemocracia en Chile fuera contagioso… Estaba preocupado por que un desarrollo económico exitoso, una economía que produce beneficios para la población general y no sólo ganancias para las empresas privadas

Así, Kissinger dejó al descubierto la historia básica de la política exterior de Estados Unidos durante décadas. Comentó Noam Chomsky en 1994. “En todas partes, lo mismo en Vietnam, Cuba, Guatemala, Grecia, Nicaragua; era la misma preocupación: la amenaza de un buen ejemplo”.

Repasando las distintas etapas de opresión, desde el colonialismo directo de las potencias europeas, al sojuzgamiento económico de la primera mitad del siglo XX, que fue respondido con los primeros movimientos populares en Latinoamérica, los  golpes militares contra los gobiernos populares y la imposición del neoliberalismo no llegaron por arte de magia: necesitó del financiamiento y dirección de EEUU.

A medida que avanzaba la resistencia popular a sus políticas, el neoliberalismo abandonó su disfraz democrático y demostró que no era otra cosa que un proyecto autoritario que pretendía esconderse tras el disfraz de la racionalidad y anonimato del mercado. Y tuvo dos etapas. Una, la anterior al 11 de septiembre del 2001, cuando el discurso y la práctica estaban orientados a la militarización de la política y a la criminalización de la protesta social.

La etapa posterior la marcó el traumático del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York y al Pentágono y dio comienzo a un nueva doctrina estratégica estadounidense, en septiembre de 2002, poniendo en marcha el principio de la “guerra preventiva” luego de las palabras del presidente George W. Bush Jr.: “ésta es una guerra entre el bien y el mal, y Dios no es neutral”.

Y la rueda da otra vuelta: luego de haberse impuesto el neoliberalismo en toda la región comienzan a surgir nuevos movimiento populares y nacionales con otros nombres y protagonistas. Además de los golpes consumados, ha habido una desestabilización de signo claramente golpista contra otros gobernantes progresistas, como Rafael Correa en Ecuador y Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, que sufren una implacable persecución política operada por instancias judiciales.

Luis Arce, quien restauró la democracia en Bolivia tras el gobierno de facto de Jeanine Áñez, tuvo que luchar contra la sedición de sectores ultraderechistas que aúnan el racismo y el separatismo a la defensa violenta de sus intereses de clase.

El presidente colombiano Gustavo Petro enfrenta un despiadado operativo de lawfare (uso de maquinaciones judiciales y legislativas para deponer a mandatarios incómodos a los intereses de las oligarquías y de las trasnacionales estadounidenses y europeas), así como amenazas directas de altos militares en retiro e intentos de atentar contra su vida.

En Guatemala, el presidente electo Bernardo Arévalo denunció que su país vive un golpe de Estado que se está llevando a cabo paso a paso, mediante acciones espurias, ilegítimas e ilegales en distintas instancias, cuyo objetivo es impedir la toma de posesión de las autoridades electas -Presidente, Vicepresidenta y diputados y diputadas” del Movimiento Semilla al Congreso.

Aunque México parece ajeno a estas asechanzas, la realidad es que en apenas cuatro meses se han producido dos conatos de golpe de Estado, ambos desactivados rápidamente por sus propios promotores al darse cuenta de que contaban con nulas posibilidades de éxito debido al abrumador respaldo social del que goza el gobierno federal.

En mayo, la fracción del ultraconservador Partido Acción Nacional (PAN) en el Senado solicitó a la Suprema Corte que destituyera al presidente Andrés Manuel López Obrador, y el 23 de agosto, el ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Luis María Aguilar Morales, presentó a sus pares un proyecto que proponía lo mismo.

Con las armas y/o las togas

Los mismos que antes financiaban los golpes de Estado, ahora financian los golpes judiciales para imponer las políticas neoliberales en América latina. Ya no hacen falta golpes militares, ahora hay que conseguir jueces educados en comisiones y foros», señaló la expresidente argentina Cristina Fernández de Kirchner, víctima reciente del lawfare y de un intento frustrado de magnicidio.

Los jueces juzgan no de acuerdo a los derechos y los códigos, sino de acuerdo a los intereses que, siempre, están en contra de las mayorías populares.

El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador reconoció los avances que se han dado para la consolidación de la democracia en América Latina, pero advirtió que persisten riesgos de retorno del fascismo, intervenciones militares y de que los gobernantes elegidos por el pueblo sean depuestos por grupos oligárquicos.

Señaló que en la actualidad estas operaciones cobran la forma de golpes de Estado “técnicos o mediáticos”, en los que los medios de comunicación corporativos manipulan la información a fin de mantener el régimen de saqueo que los ha enriquecido. Basta con echar una mirada rápida a los acontecimientos del pasado reciente para constatar que éste es un peligro real y acechante.

Desde 2002, distintas configuraciones que reúnen a las fuerzas armadas, los parlamentos, los poderes judiciales, las cúpulas empresariales y los medios de comunicación han derrocado a Hugo Chávez (Venezuela; volvió al poder en 48 horas gracias a la movilización popular y la lealtad de algunos integrantes del Ejército), Manuel Zelaya (Honduras, 2009), Fernando Lugo (Paraguay, 2012), Dilma Rousseff (Brasil, 2016), Evo Morales (Bolivia, 2019) y Pedro Castillo (Perú, 2022).

Cuando el Estado reduce su presencia en educación, salud y la explotación que impacta en el cambio climático, nos queda un vacío, que es ocupado por el narcotráfico:  son los que construyen las escuelas -para controlar socialmente a la población- esas que el Estado no construye por tener que aplicar las políticas de ajuste de los organismos multilaterales.

Un artículo publicado en Rusia por Pyotr Romanov, muy cercano a la política internacional del gobierno de su país,  expresa en forma de pregunta un deseo oficial: «¿Se separa Sudamérica de Norteamérica?». Para explicar la «nueva independencia» de Sudamérica con respecto a EEUU, el autor menciona los triunfos electorales que han obtenido las centroizquierdas en diferentes países del continente.

Los que impulsan en toda América Latina el achique del Estado y las políticas de ajuste son los mismos que después hablan de combatir a los narcos, como si esa guerra se pudiera hacer con represión desde un Ministerio de Seguridad o con la milicia, y no desde el acceso al trabajo, a la salud, a la educación, al progreso.

La realidad de las últimas décadas muestra que algunos gobiernos, al carecer de recursos y renunciar a la facultad regulatoria que deben tener para preservar la calidad de vida de sus ciudadanos, terminan autorizando cualquier cosa a fin de conseguir ingresos. Y, cuando alguien llega a invertir exige sus condiciones; cuanto menos se invierte en seguridad ambiental, más rentabilidad tiene cualquier emprendimiento. La falta de regulación y presencia del Estado para controlar cómo se hace la explotación en materia de minería y petrolera, significa perder soberanía y entregar a las trasnacionales y la banca de inversión los grandes yacimientos minerales de la región.

No cabe dudas: la desaparición o reducción del Estado, lejos de traer seguridad y bienestar, trae otras cosas.

Aram Aharonian: Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)

Fuente: https://estrategia.la/2023/09/14/la-senora-democracia-ultrajada-aqui-alla-y-mas-aca/

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Desde Reino Unido, Jeremy Corbyn: La crisis climática es una cuestión de clase

Que los científicos de todo el mundo declaren una alerta roja para la humanidad es grave.

El informe del IPCC habla por sí mismo: se registraron los cinco años más calientes de la historia reciente, se triplicó el aumento del nivel de los mares y el hielo ártico y los glaciares siguen retrocediendo.

Pero nada de esto es nuevo. Los científicos adoptaron un tono urgente porque vienen haciendo esta misma advertencia hace décadas y todas las intervenciones que buscaron evitar el calentamiento global fracasaron.

En efecto, Exxon, una de las empresas petroleras más grandes del mundo, predijo el cambio climático en los años 1970 y luego se dedicó a negar públicamente su existencia durante décadas.

El sistema político y económico en el que vivimos no genera accidentalmente el cambio climático: está en su propia naturaleza, recompensa a los agentes contaminantes más nocivos y a los que obtienen superganancias mediante las prácticas extractivistas.

Este es nuestro legado histórico. En el Reino Unido, las fortunas de la época imperial surgieron sobre todo del petróleo extraído en el Golfo Pérsico. De hecho, en los años 1950, Gran Bretaña promovió un golpe de Estado con el único fin de preservar las ganancias de la Anglo Iranian Oil Company (AIOC). Luego, AIOC se convirtió en British Petroleum, empresa que sigue enviando cientos de millones de toneladas de carbono a la atmósfera en el Golfo de México y en el mar Caspio. Las instituciones financieras de Londres, especializadas en la administración de las ganancias petrolíferas, gestionan una buena parte del dinero que genera el combustible fósil en todo el mundo.

Se avecinan más desastres

Aun cuando argumentan que están empezando a tomar medidas, los gobiernos de todo el mundo siguen actuando en función de las redes del combustible fósil.  Boris Johnson llegó a imitar el lenguaje de la Revolución Industrial Verde que desarrollamos en el Partido Laborista. Pero imita solo las palabras, no las acciones. En junio, el Comité contra el Cambio Climático del Reino Unido demostró que, de mantener el ritmo actual, el gobierno ni siquiera logrará alcanzar sus tristemente humildes objetivos.

En 2019, durante el Día del Trabajador, como líder de la oposición logré presentar un proyecto en el parlamento para que Gran Bretaña declarara la emergencia climática: fuimos el primer parlamento del mundo en hacerlo. Estaba y estoy convencido de que el Partido Laborista y nuestro movimiento en general deben tomarse muy en serio la crisis climática y medioambiental.

Si este sistema no encuentra ninguna oposición, pronto comprobaremos cómo aumenta rápidamente el ritmo de los incendios, las inundaciones y las sequías. Es lo que estamos viendo en Australia, Siberia, Columbia Británica, África del Este, California y una buena parte de Europa. Durante este siglo, las grandes tormentas aumentaron su frecuencia en un 40%. Las más intensas son 75% más fuertes que las de los años 1950 y los huracanes son cada vez más comunes.

Pero no son solo las consecuencias físicas de estos eventos las que deben preocuparnos: son también las políticas. En Grecia, la austeridad, la desregulación y la negligencia de los bomberos multiplicaron el impacto de los terribles incendios desatados en Eubea. En Texas, a comienzos de año, el Estado habilitó a las empresas energéticas a que aumentaran los precios de la electricidad de emergencia y las deudas de los ciudadanos son impagables.

Y tanto en EE. UU. como en la UE, los gobiernos están invirtiendo en tecnología de control y equipamiento militar para atacar a los refugiados que genera la crisis ambiental. Esos miles de millones de dólares que se gastan en intervenciones militares y drones en el Mediterráneo son el dinero que no se gasta en la transición verde y que ingresa al circuito de rentabilidad de la industria de la guerra, profundamente anclada en la economía fósil. El parlamento británico está debatiendo un terrible proyecto de ley sobre nacionalidad y fronteras, que pretende ilegalizar el salvamento de refugiados en el océano, es decir, que plantearía un desacuerdo de base con el derecho marítimo universal.

El increíble aumento de los presupuestos militares de los países más poderosos indica que estos se preparan para el conflicto, no para la cooperación. Esa es la forma en la que piensan lidiar con la emergencia climática. Estas soluciones falsas aumentarán nuestros padecimientos en general, aunque, como siempre, favorecerán a unos pocos y castigarán a la mayoría, entre los que se cuentan tanto los pobres a los que se les inundan sus casas en Inglaterra como los que mueren huyendo de África del Norte.

El cambio es posible

Pero no tiene que ser así y debemos actuar con esperanza, no con miedo. Los científicos nos dicen con precisión forense lo que sucederá con el nivel de los mares, la escasez de agua y la biodiversidad en caso de que la temperatura aumente 1,5, 3 o 5°C. Con todo, el motivo por el que no pueden predecir la magnitud del calentamiento es que es imposible predecir nuestras decisiones. Como nos recuerda el IPCC, estas últimas siguen corriendo por nuestra cuenta.

Y si avanzamos contra los poderosos y nos deshacemos de los incentivos que el sistema otorga a quienes queman el planeta, las cosas pueden ser distintas. Esto implica que los trabajadores de todo el mundo se movilicen a favor de la aprobación de un Green New Deal global en la COP 26 de este año. El proyecto debería ser capaz de eliminar el carbono de la atmósfera, de llevar dinero a los bolsillos de los trabajadores y enfrentar la injusticia y la desigualdad en el Sur Global. No existe ninguna ciudad del mundo que no se beneficiaría de un transporte público verde, de la reforestación de los bosques, del uso de energías renovables a nivel local y de los empleos que generarían las nuevas industrias verdes.

El cambio climático, la pobreza y la desigualdad, el enorme y riesgoso fracaso colectivo que representa la falta de vacunas contra el COVID-19 en los países más pobres, son todas consecuencias de un sistema que prioriza a los multimillonarios por sobre el resto de la humanidad. La crisis climática y medioambiental es una cuestión de clase. Es la gente más pobre de los barrios obreros, de las ciudades contaminadas y de las islas situadas a una altura cercana nivel del mar la que sufre las consecuencias más graves de la crisis.

Pero tenemos la capacidad de cambiar esta situación. En 2019, de la noche a la mañana, los estudiantes que se manifestaron contra el cambio climático cautivaron la imaginación y la atención de todo el mundo. Si ellos pueden, nosotros también. Nuestra respuesta a la alerta roja debe ser el compromiso en nuestros barrios, en las instituciones políticas, en las escuelas y en las universidades, en nuestros lugares de trabajo y en nuestros sindicatos, con el fin de exigir y lograr un planeta habitable y un sistema que ponga la vida humana y el bienestar en primer lugar.

Fuente: https://vientosur.info/la-crisis-climatica-es-una-cuestion-de-clase/

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Daniel Innerarity: “Que sanidad y educación ganen peso es una de las pocas noticias ilusionantes de esta devastación”. País Vasco

Redacción: La Marea

En un contexto de enorme incertidumbre es cuando más falta hacen mentes lúcidas como las de Daniel Innerarity, catedrático de filosofía política de la Universidad del País Vasco y colaborador en varios medios de comunicación. “De las ruinas no surge necesariamente el nuevo orden y el cambio puede ser a peor”, nos advierte.

¿Cómo le ha pillado esta situación?

Seguramente como a todos: desprevenido. Me consuela pensar que aprenderemos más de ella quienes no sabíamos que iba a venir y todavía tampoco tenemos del todo claro qué va a cambiar después. Nuestro mundo se caracteriza porque, además de cambios graduales o previsibles, cada vez hay más lo que se viene llamando cambios discontinuos, repentinos, no anticipados, y que modifican las sociedades de un modo catastrófico. Una pandemia es un caso típico de esta clase de acontecimientos. La dificultad de predecir estas irrupciones no es solo acerca de cuándo van a suceder sino incluso sobre su naturaleza, de manera que no sabemos exactamente qué va a suceder (o qué ha sucedido y qué va a cambiar después).

Este es un territorio que desconocemos, también quienes tienen que gestionarlo, expertos y políticos. De ahí que las decisiones para hacer frente a la crisis tengan un cierto carácter de improvisación y experimento, e incluso estén llenas de errores, especialmente cuando no se ha identificado bien la naturaleza del problema. La mayor parte de estas equivocaciones prácticas obedecen a falta de conocimiento, bien porque no se ha hecho el esfuerzo correspondiente (generación de saber experto, deliberación colectiva, previsión y estrategia), bien debido a que la propia naturaleza de estos fenómenos los pone fuera del alcance de nuestro conocimiento.

Los efectos de esta crisis aún se desconocen, pero ¿podemos empezar a sacar algunas conclusiones, algunas lecciones?

Las catástrofes proporcionan evidencias del daño, pero no de la sanación. Esa idea que algunos defienden de que del sacrificio procede la emancipación es tan increíble como asegurar que de esa conmoción vayan a beneficiarse los que más lo necesitan. Hay en esta expectativa al menos dos supuestos difíciles de creer: que lo negativo produzca lo positivo y que esa nueva positividad se vaya a repartir con equidad. De las ruinas no surge necesariamente el nuevo orden y el cambio puede ser a peor. Los tiempos de crisis pueden llevar a ciertas formas de desestabilización que representen una oportunidad para los autoritarismos y populismos iliberales.

Nuestra realidad social y política tiene muy poco que ver con el tipo de alteraciones de otra época, la de las revoluciones clásicas, las implosiones de regímenes, el hundimiento de las civilizaciones y los pronunciamientos o golpes de estado. Las democracias liberales son los espacios políticos en los que las expectativas de cambio están equilibradas —en ocasiones, mal equilibradas— por las resistencias a cambiar y donde esa voluntad de transformación se canaliza en vías incrementalistas. No hay ningún acontecimiento natural que nos vaya a ahorrar el trabajo transformador. Este no es un argumento contra el cambio, pues no hay cosa menos transformadora que la nostalgia de lo completamente otro.

En términos de organización social, ¿es de los que piensa que cuando esto termine nada volverá a ser igual, o que todo volverá a su cauce?

Repiten los libros de autoayuda que no debemos malgastar una buena crisis, que son momentos de oportunidad. Las crisis son momentos de cambio por las mismas razones que pueden serlo de conservación o de retroceso. Que nos decidamos por lo uno o lo otro es algo que no nos enseña ningún manual para salir de las crisis, sino que depende de las decisiones que adoptemos. Nada nos asegura el aprendizaje tras las crisis. Podría ocurrir que un mundo se hubiera acabado y que lo siguiéramos pensando con categorías de otro tiempo y gestionándolo como si nada hubiera pasado.

La especie humana debe su supervivencia a la inteligencia adaptativa, compatible con que en muchos aspectos sigamos instintivamente aferrados a lo que hasta ahora había funcionado. En ese caso andaríamos como zombis en medio de serias advertencias que no terminamos de tomarnos suficientemente en serio, como si la situación natural del ser humano fuera el despiste y la sociedad el lugar en el que se realiza esa enorme distracción colectiva.

Desde hace un mes, el debate patriótico parece haber desaparecido de la agenda mediática. ¿Es un fenómeno momentáneo o a partir de este momento los temas sociales, como la sanidad o la educación, ganarán peso en la política y los medios?

A una crisis sanitaria de estas dimensiones, que continuará con una crisis económica, inevitablemente tiene que seguirle una crisis política, por la cual no deberíamos entender un cambio de gobierno (que no tiene por qué suceder) sino algo más radical: un cambio en las agendas políticas debido a un reordenamiento de las prioridades. Esto no significa que vayan a desaparecer o disolverse por arte de magia algunos problemas (como ha profetizado alguno en relación con la cuestión territorial, seguramente porque lo desea, no tanto porque así se constate), sino que van a quedar condicionados a otros problemas o van a ser enfocados de otro modo.

Que la educación y la sanidad ganen peso en la nueva agenda política es una de las pocas noticias ilusionantes de esta devastación. Mejoraremos las tecnologías de la educación a distancia, pero también revalorizaremos a la escuela como espacio físico e institución que iguala más que las familias. Y la sanidad pasará a ser considerada como un asunto que tiene que ver también con la seguridad.

¿Nos empezaremos a respetar más a partir de ahora o seguiremos insultándonos en las redes?

Una catástrofe no cambia la condición humana y los que son proclives al insulto puede que encuentren ahora y después más motivos para hacerlo. Otra cosa es el pluralismo político, que seguirá existiendo después de la crisis y que se pondrá de manifiesto en cuestiones como que no estamos de acuerdo ni en cómo abordar la crisis ni en cómo debería ser el mundo después de ella.

Por supuesto que hay salidas de esta crisis que parecen más razonables que otras e incluso algunas decisiones que se acercan mucho a lo indiscutible. Pero no deberíamos olvidar que hay una pluralidad de opiniones sobre lo deseable y que el único modo de decidir acerca de cuál es la dirección adecuada de ese cambio enfático que por todas partes se proclama es el debate democrático. Incluso donde algo se desmorona no siempre es evidente qué debe reemplazarlo y el diálogo democrático es lo que debe ponerse en marcha cuando algo no está del todo claro.

¿Los ‘pactos de la Moncloa 2.0’ son posibles y necesarios?

Pienso que la dimensión competitiva, electoralista y cortoplacista es excesiva en nuestro sistema político. De qué modo puede corregirse esto es una cuestión a la que pueden darse varias respuestas, pero algo habrá que inventar a este respecto. Y me gustaría advertir que la puesta en marcha de un proceso de acuerdo en esta línea debería incluir a más agentes políticos de los que podían gestionar una transformación de esa envergadura en 1977, pero también que las relaciones entre esos agentes debe ser más horizontal e integradora. Por decirlo gráficamente (y todo el mundo entenderá a qué me refiero), ahora, por así decirlo, el que se mueve sí que sale en la foto…

En Italia cobra fuerza la idea del aprobado general en la educación superior. En España esta opción no parece estar sobre la mesa, aunque algunas voces la reclaman. ¿Cómo lo ve?

El confinamiento está poniendo de manifiesto que la escuela, con todas sus limitaciones, es un instrumento de igualdad. Un aprobado general sería una caricatura de igualdad, pero tenemos que pensar algún instrumento de calificación que tenga en cuenta las circunstancias extraordinarias en las que nos encontramos, que no regale nada pero que tampoco castigue el esfuerzo.

Han enfermado muchos políticos, gente famosa, ricos, personas que habitualmente no usan (y seguramente no valoran) la sanidad pública. De alguna manera, la percepción de determinadas capas sociales sobre lo público debería variar, ¿no cree?

No comparto ese argumento porque da a entender que todos los políticos son necesariamente una casta alejada e insensible a las inquietudes de los demás. Es verdad que hay políticos sin empatía, pero creo que en general nos representan bastante bien, incluidas nuestras miserias. Oponer una élite inepta e insensible a un pueblo sabio y generoso es un autoengaño que sirve para situarnos a la ciudadanía fuera de cualquier horizonte de responsabilidad.

Escribía usted en un reciente artículo que ahora nos sentimos más desprotegidos y vulnerables, porque ni el Estado ni la UE nos ha protegido. Eso podría reforzar las actitudes individualistas y egoístas. Pero, sin embargo, por primera vez en muchos años muchos gobiernos, entre ellos el español, están renunciando al mantra de la austeridad presupuestaria…

La crisis del coronavirus ha llegado a una Europa desprevenida, cacofónica, y dispuestas las tensiones entre los clásicos alineamientos de sus estados miembros, básicamente entre el Norte y el Sur. Recogidas estas críticas, me gustaría señalar alguna inconsecuencia de este poner el foco en las instituciones europeas como el clásico ejercicio de “echar las culpas a Bruselas”, que en ocasiones no es muy riguroso. ¿Por qué hablamos de Europa cuando queremos decir Alemania u Holanda?

Hacemos culpable a Europa cuando no hemos querido dotarla del nivel de integración que sería necesario para hacer frente a una crisis como esta. Una vez pasado el primer momento de urgencia e instalada la crisis entre nosotros, el debate gira en torno a qué medidas tomar en una crisis que va a ser duradera. No hay vía libre a los eurobonos (como querían los países del Sur y rechazaban los del Norte) pero tampoco habrá condiciones para los préstamos, de manera que ni unos países ni otros han conseguido exactamente lo que querían, como es corriente en las negociaciones que caracterizan a esa entidad política tan peculiar que es la UE.

¿Las medidas económicas que ha tomado el Gobierno de Pedro Sánchez son las adecuadas?

Todos los partidos tienen responsabilidades en alguna institución, por lo que el reproche al que vamos a asistir en los próximos meses, siendo inevitable, me parece de las cosas menos beneficiosas de esta crisis. Cuando hay que juzgar a nuestros representantes, me acuerdo de una anécdota del gran Thoreau, un ecologista norteamericano que vivió mucho tiempo en una cabaña perdida en el bosque. Se cuenta que un sacerdote fue a verle cuando estaba moribundo para aportarle los consuelos de la religión y evocarle otro mundo, el del más allá. A lo que Thoreau, sonriendo levemente, le habría respondido: “Por favor, un solo mundo a la vez”.

Al margen del asunto religioso, una cuestión inquietante se nos plantea en la vida con frecuencia: ¿a cuántos mundos pertenecemos? ¿Cuántas cosas tenemos que tener en cuenta a la vez? ¿Cómo compatibilizamos las diversas perspectivas posibles sobre la realidad? La figura del payaso de circo teniendo que mantener en movimiento varios platos al mismo tiempo es una buena ilustración del lío de la vida y del dramatismo de algunas decisiones que equivalen a dejar caer uno de esos platos. Momentos como las crisis nos ponen delante esta diversidad de perspectivas de una manera trágica.

Quienes han tenido que tomar las decisiones más importantes para hacer frente a la crisis del coronavirus no podían permitirse el lujo de ocuparse de un solo mundo, sino que tenían que atender a varios al mismo tiempo y con valores e intereses divergentes: el imperativo de la salud pública, en primer lugar, pero también el funcionamiento de la economía, las necesidades de la escolarización, la importancia de la cultura precisamente en estos momentos… Me imagino en su piel decidiendo a favor de algún objetivo que consideraban prioritario y sabiendo que con ello dañaban gravemente a otro. Que haya varias perspectivas sobre un mismo asunto no nos exime de la obligación de acertar con la que es más importante en cada caso; sirve para que caigamos en la cuenta del dramatismo de las decisiones en un entorno de complejidad, como lo es especialmente una crisis. A diferencia de Thoreau, que pasó buena parte de su vida en una cabaña de un bosque, tenemos la suerte y la desgracia de vivir en varios mundos a la vez.

Fuente: https://www.lamarea.com/2020/04/21/daniel-innerarity-que-sanidad-y-educacion-ganen-peso-es-una-de-las-pocas-noticias-ilusionantes-de-esta-devastacion/

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El rebrote de las manifestaciones en Chile en medio de la pandemia

Redacción: BBC

A pesar de la emergencia sanitaria, en los últimos días ha habido una serie de protestas en diversos puntos de este país sudamericano.

«El Piñeravirus es más mortal que el coronavirus».

La frase que alude al presidente de Chile, Sebastián Piñera, se leía en uno de los carteles con los que unas 200 personas volvieron a las calles de la ciudad de Santiago a protestar este lunes 27 de abril.

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Carros lanza agua, bombas lacrimógenas y duros enfrentamientos entre manifestantes y la policía tomaron nuevamente la Plaza Italia -o «Plaza Dignidad», como algunos la rebautizaron-, el epicentro del estallido social que irrumpió en este país sudamericano el 18 de octubre del año pasado.

A pesar de la emergencia sanitaria, la imagen se repitió en otras capitales regionales, como Antofagasta, Concepción y Valparaíso, donde también hubo barricadas.

Era una jornada simbólica, pues no solo se celebraba el aniversario 93 de Carabineros, la institución policial chilena, sino también porque se recordaba que un día antes -el 26 de abril- era la fecha original programada para la realización del plebiscito que busca cambiar la Constitución heredada del régimen de Augusto Pinochet.

Desde la llegada del coronavirus a este país, a mediados de marzo, la agenda que buscaba descomprimir la tensión social pasó a segundo plano y, con ello, el referendo fue postergado para el 25 de octubre.

Las intensas protestas, en tanto, parecían haber cesado. O, al menos, eso se pensaba.

Sin embargo, lentamente han vuelto a cobrar relevancia, aunque en grupos bastante más reducidos.

La razón detrás -explican sus protagonistas- no es distinta a la que motivó el «despertar» de Chile en octubre: el descontento social ante las desigualdades del sistema político y económico que impera en esta nación sudamericana.

Getty Images

«El coronavirus visibilizó las desigualdades»

«Protestamos porque el sistema chileno es mucho más cruel que el coronavirus», le dice a BBC Mundo Paloma Grunert, quien ha asistido a todas las manifestaciones desde octubre y está detrás de la organización de algunas de las protestas que han ocurrido en medio de la pandemia.

Para ella, todo lo que los llevó inicialmente a salir a la calle «sigue vigente», como la inequidad en los salarios y en el acceso a la salud y educación, entre otros.

«Hay desigualdad, injusticia y un constante apoyo a los empresarios y grupos económicos», señala.

Una opinión similar comparte el fotógrafo Cristóbal Venegas, quien también ha participado en las manifestaciones.

«No hay credibilidad en el gobierno ni en la clase política. Las demandas sociales están a flor de piel», le dice a BBC Mundo.

Venegas afirma que con el coronavirus quedaron «aún másen evidencia los problemas de la gente».

«En el tema de la educación, por ejemplo, en este país no todos tienen computador, ¿quién puede hacer clases online? El tema de la salud también; en algunos lugares no hay abastos, no hay insumos», indica.

De acuerdo con el académico de la Universidad de Cambridge y experto en movimientos sociales, Jorge Saavedra, este último punto es justamente una de las cosas más importantes que explican el «rebrote» de las manifestaciones.

«Lo que ha hecho el coronavirus es visibilizar las desigualdades estructurales por las que se protestó en su momento», dice a BBC Mundo.

«Si en Chile antes se protestaba por la desigualdad en la salud, eso ahora ha quedado en evidencia. Lo mismo ha pasado con la precariedad laboral, donde se ha visto lo frágil que era el sistema. Se demostró que el mercado no solucionaba los problemas porque ahora el propio mercado le está pidiendo ayuda al Estado», agrega.

Ante la emergencia, no obstante, el gobierno de Chile ha diseñado una serie de medidas para enfrentar las consecuencias de esta crisis.

Es así como se creó un Plan de Emergencia Económico que, con la inyección de US$11.750, se busca proteger el empleo y apoyar a los trabajadores entregándole liquidez a empresas de todos los tamaños.

También se decidió reforzar el presupuesto del sistema de salud -será suplementado con el 2% constitucional- para asegurar que cuente con los recursos necesarios frente a la pandemia.

Por otro lado, se estableció una Ley de Protección del Empleo -que busca resguardar los puestos de trabajo-, y se creó un fondo de US$2.000 millones para la protección de los ingresos de los trabajadores más vulnerables (informales sin contrato), entre otras cosas.

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De todas maneras, esta es una realidad que no solo golpea a Chile. En otros países de Latinoamérica hay una percepción similar.

Debido a la paralización de la economía por las cuarentenas que buscan enfrentar la pandemia, buena parte de la población en la región se han visto afectada por la pérdida de empleo o por una disminución en sus salarios.

Esto ha dado paso a un profundo malestar social que se ha reflejado en marchas callejeras, bloqueos y cacerolazos en países como Colombia, México y Bolivia, entre otros.

«El coronavirus ha exacerbado las diferencias sociales», explica Saavedra.

Y, en el caso de Chile, el académico afirma que las grandes demandas que se vienen exigiendo desde octubre «siguen ahí».

«Hay un sujeto político que todavía no se siente escuchado. Y que cree que, si deja de manifestarse, va a pasar al olvido», indica.

Plebiscito: ¿se realizará el 25 de octubre?

Entre esas demandas quizás la más relevante y simbólica es el cambio a la Constitución que rige en Chile desde 1980.

Es una petición que se escuchó con fuerza en la mayoría de las protestas que tuvieron lugar en los últimos meses en este país.

La demanda encontró una salida el 15 de noviembre de 2019, cuando el parlamento chileno alcanzó un acuerdo histórico donde se estableció un plebiscito que se realizaría en abril de este año.

En él, los ciudadanos chilenos iban a poder elegir si apoyaban o no un cambio constitucional y el mecanismo para la elaboración de una nueva carta magna.

Sin embargo, el coronavirus cambió los planes y el referéndum debió postergarse para el 25 de octubre.

Pero en los últimos días algunos líderes políticos han vuelto a poner en duda su realización debido a la pandemia.

El propio presidente Piñera dijo en una entrevista con CNN que «quizás la recesión económica va a ser tan grande, que esto es un tema que quizás se va a volver a discutir». Mientras que diversos ministros de Estado han indicado que todo dependerá de la realidad sanitaria del país.

En conversación con BBC Mundo, Diego Schalper, diputado del partido oficialista Renovación Nacional, explica que es importante tener en cuenta la legitimidad del proceso constitucional en medio de la pandemia.

«Chile está en crisis. Y habrá que ver la dimensión de la crisis en junio o julio para resolver si es que están las condiciones adecuadas para realizar un plebiscito que tenga la participación y la legitimidad necesarias», afirma.

«Hay que volver a trabajar y a desarrollar distintas actividades, pero de ahí no se sigue a que sea posible tener un día de votación con alta participación, tener una campaña como la que todos queremos para que este proceso tenga legitimidad», agrega.

«En democracia no se cancelan elecciones por crisis económicas»

Estos planteamientos no han sido bien recibidos por miembros de la oposición, quienes señalaron que es «incoherente» que el gobierno proponga un plan de «nueva normalidad» -que contempla, entre otras cosas, la reapertura de centros comerciales y el retorno a clases escolares- y, paralelamente, ponga en duda el plebiscito.

«Es preocupante; en democracia no se cancelan ni se suspenden elecciones por crisis económicas», dice a BBC Mundo el diputado Gabriel Boric, perteneciente a la coalición opositora Frente Amplio.

«Hay un sector de la derecha que nunca ha querido cambiar la Constitución y que está buscando cualquier excusa para tratar de instalar un debate entorno al tema. Yo quiero ser enfático: nosotros vamos a defender el itinerario constituyente, aunque no les guste», agrega.

El parlamentario afirma que esta no es una demanda de los políticos, sino de los ciudadanos chilenos.

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«Ese descontento social que se expresó durante los últimos meses sigue presente, no se puede esconder debajo de la alfombra, y tenemos que canalizarlo institucionalmente», señala.

De la misma manera, el presidente del Partido por la Democracia (PPD), Heraldo Muñoz, afirma a BBC Mundo que «la protesta aún está viva y el cuestionar el plebiscito lo único que hace es alterar la tranquilidad que hoy necesitamos para controlar el coronavirus».

Y puede que Muñoz tenga razón pues muchos de los manifestantes que hoy salen a las calles a protestar con mascarillas dicen estar molestos ante un eventual aplazamiento del referéndum.

Así lo afirma Cristóbal Venegas.

Fuente: https://www.t13.cl/noticia/nacional/bbc/el-rebrote-de-las-manifestaciones-en-chile-en-medio-de-la-pandemia

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Chile: Piñera quiere liberar a los violadores de DDHH. Les Presxs políticxs no son moneda de cambio. Nota y fotos en rechazo a esta intención presidencial

Redacción: LIS

Las condiciones de las cárceles en Chile son infrahumanas. El Instituto Nacional de Derechos Humanos, en su último informe sobre las condiciones de la población penal en el país, revela pésimas condiciones de vida, hacinamiento, castigo y un nivel preocupante de violencia al interior de los recintos penitenciarios[1]. Pero esto parecía no importarle a ningún políticx, los derechos humanos de los y las presas no compran votos ni generan ganancias.

La dignidad y salud de les presxs políticxs no son monedas de cambio.

La idea arraigada de que “los malos” están en la cárcel y las nociones punitivistas que el capitalismo necesita fomentar como reacción a los conflictos sociales, se agudizaron ferozmente desde el 18 de octubre. El proceso abierto de la revuelta dejó en evidencia que las prisiones sirven para encarcelar la pobreza y la rebeldía, y que la única herramienta que conoce la derecha y varios sectores que se hacen llamar “progresistas” es la de la criminalización.

Desde entonces, nuestros recintos penitenciarios se llenaron de presxs políticxs, muchxs de ellxs menores de edad, que hoy se encuentran en prisión preventiva y expuestos al contagio del COVID-19.

En este contexto, las organizaciones sociales y en especial, la Coordinadora 18 de octubre, exigen que los y las presas de la revuelta vuelvan a sus hogares AHORA. Desde que el virus comenzó a expandirse en nuestro país, diversas manifestaciones y motines se han llevado a cabo al interior de las cárceles, donde presxs políticxs y comunes se unen para exigir dignidad.

Lo que pretenden con el proyecto de Ley y el avance de la Derecha.

El 27 de marzo, el ejecutivo despachó un proyecto de ley al Congreso que pretende otorgar un indulto general conmutativo, bajo ciertos requisitos muy específicos y acotados, que NO incluye a lxs presxs políticxs, es para personas privadas de libertad que tengan más de 75 años de edad, que sean mujeres embarazadas o con hijx menor de dos años de edad. El proyecto de ley, propone también el indulto general conmutativo para aquellas personas que se encuentren cumpliendo las penas de reclusión nocturna y las penas de reclusión parcial nocturna y que tengan permiso de salida controlada al medio libre o salida dominical, pudiendo cumplir su condena transitoriamente mediante pena de reclusión domiciliaria total, por el término de seis meses.

Como era de esperarse, la UDI y RN votaron en contra del proyecto y recurrieron a su tan querido Tribunal Constitucional porque esta ley excluía a los asesinos, violadores y torturados de Punta Peuco. A esto, el gobierno de Piñera respondió con un veto que permitiría el indulto a los violadores de DDHH y, además, le puso urgencia a la “Ley Humanitaria” que se ingresó el 2018 por el mismo gobierno para conmutar las penas de cárcel a los reos de Punta Peuco.

No existe cárcel, probablemente en todo el mundo, que tenga mejores condiciones que las de los criminales de la dictadura chilena. Aún así, la derecha está emprendiendo una política ofensiva que podría significar la muerte de miles de presxs por defender a sus «indefensos» viejos decrépitos. Es más, aquí llegaron al baile los aliados por excelencia de este sector político: las iglesias. Algunos “líderes” del cristianismo, intentaron un recurso de amparo en favor de estos criminales, alegando que su dignidad y derechos humanos estaban siendo vulnerados al estar expuestos al contagio del virus.[2]

El derecho internacional de los Derechos Humanos y en particular para nuestro caso, la Corte Interamericano de Derechos Humanos, indican que los crímenes de lesa humanidad son imprescriptibles, no amnistiables, no indultables: «Son inadmisibles las disposiciones de prescripción y el establecimiento de excluyentes de responsabilidad que pretendan impedir la investigación y sanción de los responsables de las violaciones graves de los derechos humanos”. (CIDH, Caso Barrios Altos v/s Perú 2001, Serie C nº 75, fundamento 41.)

No tiene ningún sentido, incluso dentro de las mismas lógicas del Estado capitalista, poner en el mismo lugar a les presxs comunes y políticxs con los violadores de DDHH, menos cuando en este país reina la impunidad de los uniformados. Porque no es lo mismo, JAMÁS LO SERÁ, levantarse contra las injusticias y desigualdades que perpetúa y alimenta este Estado, que desde el poder del Estado secuestrar, violar, torturar y asesinar como lo hicieron en dictadura y lo volvió a repetir Piñera desde el 18O.

Violadores de DDHH en cárceles comunes, presxs políticxs en sus casa.

La ex Concertación ya les construyó cárceles de lujo, ahora Piñera intenta fomentar la completa impunidad al liberar a los criminales de lesa humanidad. No se puede permitir, la presión social y política es central para que de una vez por todas el “Nunca más” sea una realidad, es por eso que no tan sólo debemos paralizar el indulto, también continuar con la exigencia de justicia real, en tiempos que la democracia se comienza a estrechar se transforma en un imperativo: hasta que cada violador de los derechos humanos de la dictadura de Pinochet y de los años de “democracia” quede confinado en una cárcel común, sin perdón ni olvido.

La avanzada por parte de Piñera son consecuencias de su continuidad en el gobierno, esta vez aprovechándose de la crisis sanitaria para actualizar la ofensiva hacía quienes se rebelaron contra los 30 años de impunidad económica y social por parte del sistema. Son más de 2mil presxs políticxs, recluidos en cárceles y centros del SENAME, su libertad no puede ser ninguna moneda de cambio, ellas y ellos son la reserva de Dignidad que junto al pueblo expresó las ansias de cambios. Todxs les presxs políticxs en sus casas sin ninguna medida cautelar, basta de perseguir a quienes luchan.

Por otro lado, necesitamos cuestionar la cárcel y desarrollar políticas que más temprano que tarde terminen con estas lógicas. Entender el vínculo que existe respecto a la precarización de la vida y la delincuencia, más aún en el caso de las mujeres. Las compañeras privadas de libertad en su gran mayoría son madres y tienen entre 2 y 3 hijxs ¿dónde está la “ley humanitaria” para estas mujeres? Es necesario a su vez, comprender que el sistema castiga a la pobreza y a todo aquel considerado un “antisocial” por no ajustarse a los parámetros de “cuidadanxs” que nos impone el mismo sistema.

¡LIBERTAD A TODES LES PRESXS POLITICXS!

Fuente: https://lis-isl.org/2020/04/06/chile-pinera-quiere-liberar-a-los-violadores-de-ddhh-les-presxs-politicxs-no-son-moneda-de-cambio/

Nota. Imágenes siguientes son de respaldo al llamado de libertad de quienes se encuentran privados ante las  lucha por justicia tras rebelión social en Chile

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Nueva serie audiovisual analiza demandas ciudadanas desde la mirada de las Ciencias Sociales: Chile

Redacción: Noticias por el Mundo

Tras el estallido del 18 de octubre la discusión sobre temas políticos y sociales se ha tomado todos los rincones de nuestra sociedad. La ciudadanía debate de manera cada vez más activa sobre los temas levantados por las movilizaciones.

En este contexto, los estudios realizados por los cientistas sociales pueden ser un gran aporte para enriquecer la conversación, tanto por su carácter científico como por la variedad de temas y enfoques con que cada disciplina analiza los aspectos más significativos de los conflictos sociales.

Con este objetivo se lanzó “Abramos la Academia”una webserie realizada en el marco del XXII Concurso de Proyectos de Valoración y Divulgación de la Ciencia y la Tecnología del Programa Explora de Conicyt.

En sus 5 capítulos, disponibles en su sitio web, se da cuenta de las investigaciones realizadas en los últimos años en Chile respecto de temas como Sexismo en la educación, Conflictos socioambientales, Vivienda digna y Discriminación Étnica, además de un video introductorio que da a conocer las distintas disciplinas y métodos de las Ciencias Sociales.

Este es un proyecto desarrollado por Productora (M), equipo compuesto por los audiovisualistas Lucas Martínez y Andrés Jordán, quienes en conjunto con la ilustradora Verena Urrutia y la socióloga Francisca Gutiérrez, proyectan esta plataforma como un espacio permanente de divulgación de las Ciencias Sociales, que a su vez permita una vinculación participativa entre academia y ciudadanía.

“Si bien el contenido de esta serie se comenzó a elaborar desde antes del estallido social, creemos que este tipo de material puede convertirse en un insumo importante para la discusión que se dará este año, ya que aporta información fidedigna para comprender nuestros conflictos y las raíces del malestar social”, señala Francisca Gutiérrez, investigadora principal de Abramos la Academia.

“Así como el eclipse solar de julio pasado despertó un alto interés por la astronomía en la población, el movimiento social de octubre ha generado un espacio nuevo para que las ciencias sociales sean visibilizadas, escuchadas y valoradas. En este contexto, Abramos la Academia busca ser un aporte en el necesario diálogo entre academia, instituciones y ciudadanía”, agrega Lucas Martínez, director del proyecto.

La serie, que ya está disponible en la web http://www.abramoslaacademia.clcuenta con el patrocinio de la Universidad Alberto Hurtado, el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), y el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR).

Además, cuenta con activas redes sociales como Facebook, Instagram, Twitter y un Canal de Youtube, en el que se encuentran disponibles todos los capítulos.

Fuente: https://noticiasporelmundo.com/nueva-serie-audiovisual-analiza-demandas-ciudadanas-desde-la-mirada-de-las-ciencias-sociales-chile-noticias-ultima-hora

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Venezuela: Docentes denuncian que la crisis educativa se ha incrementado en el país

América del Sur/Venezuela/19-01-2020/Autor(a) y Fuente: www.elnacional.com

La Asociación civil Movimiento de Educadores hizo un llamado a todo el sector educativo a protestar pacíficamente para contribuir en la lucha para romper con las imposiciones del régimen de Maduro.

Antonio Terán, presidente de la Asociación civil movimiento de educadores, aseguró este sábado que los docentes son quienes pueden cambiar el sistema político venezolano.

«Estos educadores que están acá saben que estamos diciendo la verdad, los educadores vamos a cambiar este sistema político que estamos viviendo», dijo Terán durante una rueda de prensa.

Asimismo, hizo un llamado a todo el sector educativo a protestar pacíficamente para contribuir en la lucha para romper con las imposiciones del régimen de Maduro.

«Debemos conmemorar el día del educador. Vamos a protestar pacíficamente, vamos a seguir de pie luchando contra esta tiranía», indicó el educador.

Por su parte, la especialista Fulvia Nieves comentó que uno de los factores que está afectando la captación de conocimiento en los niños es la mala alimentación.

«La situación de desnutrición afecta e impacta todo lo que tiene que ver con la educación», afirmó Nieves.

Además, dijo que anteriormente los venezolanos tenían una alimentación balanceada a través de los programas implementados en los colegios, algo que ya no funciona.

«Anteriormente, teníamos una alimentación balanceada que llegaba a través de programas a los colegios, ahora no existen. Tristemente las madres no tienen para cubrir la alimentación completa de sus hijos», resaltó la especialista.

El Estado debería garantizar la sana alimentación a los niños en edades escolares para que puedan educarse en un ambiente libre de preocupaciones. También dar estabilidad a los docentes con salarios dignos.

VPItv

@VPITV

Transmitimos desde donde educadores denuncian la creciente crisis en el sector: https://bit.ly/2IyvYQV 

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VPItv

@VPITV

Pdte. Asociación civil movimiento de educadores, Antonio Terán: «Estos educadores que están acá saben que estamos diciendo la verdad, los educadores vamos a cambiar este sistema político que estamos viviendo» https://bit.ly/2IyvYQV 

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Fuente e Imagen: https://www.elnacional.com/venezuela/docentes-denuncian-que-la-crisis-educativa-se-ha-incrementado-en-el-pais/
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