Democracia y manipulación de la opinión pública

Por: Raúl Zibechi

La forma más adecuada para garantizar la estabilidad gubernamental ha sido, hasta ahora, la democracia controlada o democracia de baja intensidad.

Un sistema que consigue la estabilidad a través de la desinformación que promueven los medios de comunicación monopolizados, que se está revelando como más eficiente que las dictaduras.

Un estudio realizado por científicos con grupos de peces, cuyos resultados estiman pueden extrapolarse a las sociedades humanas, fue publicado en la revista Science en 2011, bajo el título Individuos desinformados promueven el consenso democrático en grupos animales (https://bit.ly/3SrWoqB).

La investigación concluye que para contrarrestar la influencia de una minoría obstinada, la presencia de individuos desinformados inhibe espontáneamente este proceso, devolviendo el control a la mayoría numérica.

El trabajo insiste en la importancia de lo que denomina las personas desinformadas en la toma de decisiones, cuyo resultado sería democrático porque sencillamente son mayoría.

En este punto, los científicos parecen influidos por el concepto de democracia de las clases dominantes, que la reducen al papel de la mayoría en la elección de sus representantes. El problema, en nuestras sociedades, es que esas mayorías son creadas por la manipulación de la información, tarea que recae en lo grandes medios de comunicación monopolizados por pequeños grupos de empresarios altamente concentrados.

Aunque el trabajo es bastante más extenso que los párrafos citados, que lo sintetizan, debe retenerse la importancia de la desinformación o, si se prefiere, de la confusión que son capaces de crear para distorsionar las percepciones de la población, empujada a apoyar a menudo opciones que van en contra de sus intereses. Pero también para paralizar su capacidad de reacción con un auténtico bombardeo, tarea que recae particularmente en los medios audiovisuales, sobre todo la televisión, el segmento de la comunicación más concentrado e impermeable al disenso.

Ejemplos abundan: desde la desinformación sobre las causas de la pandemia del covid-19, con sobreinformación sobre el murciélago en un mercado chino como causa, ocultando el comprobado papel de la deforestación para cultivos industriales, hasta las causas de la guerra en Ucrania. Rechazar la invasión de Rusia no debe ir de la mano de la negación de la existencia de un golpe de Estado en Kiev en 2014, ni el cierre de 217 medios en Ucrania durante el primer año de la guerra, mientras se acreditaron 12 mil periodistas locales y extranjeros para cubrirla, según informa Reporteros Sin Fronteras (https://bit.ly/3lZhhNm).

Tampoco se encuentran en los medios occidentales informes sobre el nazismo en Ucrania, ni acerca de la guerra de Arabia Saudita contra Yemen, con su corolario de muertes, hambrunas y desastre humanitario. No se considera invasión la presencia de las fuerzas armadas de Estados Unidos en Siria, y así en muchos otros casos.

Ni qué hablar del sabotaje estadunidense al gasoducto Nordstream, Seymour Hersh, quien elaboró un pormenorizado informe sobre cómo fue destruido, será silenciado y vilipendiado, como acaba de asegurar Noam Chomsky (https://bit.ly/3m0xZME).

Lo cierto es que la desinformación juega un papel relevante en el sostenimiento del orden sistémico occidental, sector del mundo que controla los principales medios que llegan a la población. Como señala una reciente cobertura de El Salto: los mejores contenidos periodísticos pueden no tener ninguna consecuencia, porque el poder y los medios a su servicio los ignoran (https://bit.ly/3IHe0vc).

Es evidente que la democracia no existe en los medios. Ese control casi absoluto ha conseguido algo que décadas atrás parecía imposible: erradicar el conflicto de la percepción del público. Los más brutales crímenes pueden pasar desapercibidos si los medios se empeñan en ello.

Cuando este control mediático se desborda, porque la realidad resulta demasiado evidente, como en Perú en los últimos 70 días, ahí está la policía, el golpe de Estado permanente, para reventar las protestas.

A mi modo de ver, esta realidad tiene dos consecuencias mayores.

La primera es que no tiene mucho sentido luchar por la opinión pública, ni competir con los medios del sistema, algo que los pueblos que luchan nunca conseguirán. Se trata de crear medios propios, sin duda, pero no para competir por la opinión de las mayorías, sino para consolidar nuestro campo, a los pueblos en movimiento y a todos y todas aquellas que los acompañan. No es algo menor.

La segunda es la convicción de que no existe algo llamado democracia, si es que alguna vez existió. Desde el momento en que las opiniones y las voluntades de las personas son moldeadas y manipuladas por gigantescas maquinarias que escapan a cualquier control que no sea el de las clases dominantes, entrar en el juego electoral no tiene futuro.

Construir abajo y a la izquierda, parece el único camino emancipatorio posible.

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2023/02/24/opinion/017a1pol

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Cuando la educación sexual está en la pantalla

Redacción: La Voz

  • La serie de Netflix “Sex Education” es un fenómeno entre adolescentes.
  • Cómo es su enfoque sobre la sexualidad.
  • Qué piensan ellos de estos discursos sin tabúes y cómo los relacionan con las charlas en casa y en la escuela.
  • Además, opinan expertos en la materia.

Difícil precisar si las series populares de Netflix son las que instalan temas en la discusión pública o si los temas que son relevantes en las sociedades son fuente de inspiración para ficciones de la plataforma. Lo cierto es que, así como hace unos meses la serie 13 Reasons Why puso sobre la mesa el tema del bullying, los roles de género y el acoso entre adolescentes, ahora es Sex Education la que está dando que hablar sobre otro eje: la educación sexual.

Con ocho episodios, Sex Education revuelve y reversiona al highschool comedy, ese género que creció en las décadas de 1980 y 1990 en Estados Unidos y que importó a la cultura global estereotipos de adolescentes (el “nerd” versus el “popular”) y temáticas relacionadas con el despertar sexual (con ideas propias del lenguaje metafórico del inglés americano, como “llegar a segunda base”).

Pero Sex Education es una serie inglesa, del siglo 21. Y tiene muchas diferencias con sus predecesoras. Los jóvenes protagonistas no tienen los típicos tabúes con el sexo, casi ninguno es virgen, están al tanto de los métodos anticonceptivos y salir del clóset no es un problema (“La homofobia pasó de moda”, dice uno de sus personajes).

La serie plantea otros problemas, interesantes para discutir y sobre los que en varios países, incluida la Argentina, se viene hablando hace tiempo: si bien están al tanto de cuestiones “técnicas” referidas al sexo, estos jóvenes enfrentan otras incertidumbres y problemas de maduración, más relacionados con la sexualidad y sus emociones. Uno de los ejes de la serie es que educación sexual y educación sentimental no pueden ir por separado.

Qué opinan los chicos

“La serie está buena porque no muchas abarcan estos temas. Es importante que nosotros sepamos todo esto. Y si lo ves en una serie es más fácil y atractivo que, por ejemplo, en un manual. No es la mejor serie del mundo, pero es útil y no juzga”, comenta Yaco (17 años), quien, como sus amigos, ya terminó la primera temporada.

Entre las situaciones que viven los chicos de esta ficción, hay desde un pibe cuya madre es terapeuta sexual y padece esa sobreinformación, hasta una chica que no puede encender la luz porque está incómoda con su cuerpo, otro que indaga por qué no puede sostener una erección, una pareja de chicas que no logran satisfacción y un chico gay que no consigue la atención del que le gusta. Y más.

Julieta (17 años) es otra de las jóvenes espectadoras que maratoneó Sex Education. Para ella, lo mejor de la serie es la manera en la que habla sin vueltas. “No se pueden esconder esos temas como si no pasaran; tampoco suavizarlos”, dice.

Y sobre por qué la ficción da en la tecla, agrega: “Muestra las inseguridades de los adolescentes en la sexualidad. Además, habla de aborto, homosexualidad, mensajes en redes sociales, cómo manejar la desesperación de querer tener relaciones sólo para contar que no se es virgen. Me enseñó más que todo lo que aprendí en la secundaria”.

Fuente: https://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/cuando-educacion-sexual-esta-en-pantalla

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