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Tecnología educativa en código argentino.

Por: Melina Masnatta.

Aunque el campo de la Tecnología Educativa parece reciente, la realidad es que tiene varios años, incluso antes que los celulares y las tabletas irrumpieran en el aula, uno de sus ejemplos paradigmáticos en el país es UBA XXI, que se creó en 1985 para generar un acceso democrático a la educación superior, y que continúa en la actualidad. Sin embargo, el último tiempo comenzó a tener presencia en diferentes espacios, no sólo en ámbitos de educación formal -como escuelas y ministerios de educación con programas de usos de tecnología en las aulas-, sino también en lugares educativos no formales, como ONGs y empresas desde sus áreas de formación interna o experiencias de usuario con dispositivos tecnológicos.

¿Qué piensan en la Argentina quiénes construyen este campo? ¿Cuáles son los enfoques y dónde se forman? ¿Cuáles son los desafíos de un rol en constante construcción? Para saber un poco más, hablé con cuatro referentes que trabajan activamente en el campo de la tecnología educativa en el país en diferentes espacios.

Tener un gran interés por muchos campos del conocimiento y que le guste un poco de todo es lo que hizo que Cecilia Vazquez se especialice y trabaje como tecnóloga educativa. Un día puede ver temas tan diversos como veterinaria, periodismo de datos, género y mindfulness. «Me desafío a pensar junto con otros y encontrar la posibilidad de expandir un conocimiento y construir con otro, que se encuentra, muchas veces mediado por un dispositivo tecnológico», destaca. Uno de los proyectos en los que trabaja hace que viaje a diferentes provincias para poder enseñar a estudiantes de nivel secundario a fortalecer sus habilidades como ciudadanos, diferenciando opinión de hechos y datos, debatir y procesar discursos, para esto generan propuestas educativas online y offline donde: «Trabajamos con docentes, diseñadores gráficos, programadores y expertos en diferentes temáticas. Nuestro rol involucra gestar, alimentar y sostener el clima de trabajo en equipo, aunque no siempre seamos los líderes del proyecto».

Una buena clase con tecnología no puede ser pensada sin una buena evaluación: existe en la Universidad de Buenos Aires un lugar donde no hay parciales, donde los futuros educadores de ámbitos formales y no formales y son evaluados por su creatividad al resolver desafíos o crear experiencias de enseñanza con sus celulares prendidos. Mariana Maggio dirige en la UBA los espacios de formación vinculados a la tecnología educativa, en donde las prácticas digitales cotidianas no van en detrimento del saber, sino que son resignificadas: «Nuestro oficio se centra en anticipar y comprender los cambios, posicionarse como creador y cocreador de propuestas pedagógicas de vanguardia». En este sentido, enfatiza: «No creemos en las soluciones tecnológicas mágicas, pero si en la posibilidad de construir con otros propuestas educativas más ricas, inspiradoras, aggiornadas a su tiempo y que garanticen derechos».

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/2089006-tecnologia-educativa-en-codigo-argentino
Imagen: http://site.elearning-total.com/wp-content/uploads/2017/09/Tecnologia-Educativa-v1.jpg
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Dan a conocer premios nacionales 2017 en México.

América del Norte/México/11.12.2017/Autor y Fuente: http://www.prensa-latina.cu/
Las secretarías de Educación Pública y Cultura dieron a conocer hoy los nombres de los investigadores, académicos, creadores y artistas galardonados con los premios nacionales de Ciencias, Artes y Literatura 2017.
Se trata del máximo reconocimiento a los mexicanos más sobresaliente en las ramas mencionadas, que posteriormente lo recibirán de manos del presidente Enrique Peña Nieto.

El Premio Nacional de las Ciencias lo recibirán María Elena Álvarez-Buylla Roces, en las ciencias físico-matemáticas y naturales; y Emilio Sacristán, en tecnología, innovación y diseño.

En Artes y Literatura ira a manos de Alberto Ruy Sánchez, en lingüística y literatura; Nicolás Echevarría, en bellas artes; María de las Mercedes Guadalupe de la Garza y Camino Campo, en historia, ciencias sociales y filosofía; y Francisco Barnett Astorga en artes y tradiciones populares.

Los laureados con el Premio Nacional también son distinguidos con su ingreso como creadores eméritos del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

Fuente: http://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=137782&SEO=dan-a-conocer-premios-nacionales-2017-en-mexico

Imagen: http://www.prensa-latina.cu/images/2017/diciembre/10/ruysanchez-mexico.jpg
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Innovar en la educación a través de la ciencia ficción

Por Esteban Fredin/Observatorio ITESM

En la literatura hispanoamericana, los laberintos reflexivo-recursivos de Jorge Luis Borges ya anticipaban las complejidades del mundo interconectado en la era de la información. La invención de Morel (1940) de su amigo Adolfo Bioy Casares, preconizó la vacuidad y angustia de los juegos de simulacro y simulación auspiciados por la tecnología décadas antes de que los las -¿les?- Wachowski concibieran The Matrix (1999). Aún así, la ciencia-ficción es un género a menudo obviado por la academia hispanohablante, donde es más aceptable y común hablar de realismo mágico y de lo real maravilloso.

Sin embargo, en la anglosfera, una alianza inusual entre este género y las corporaciones lleva tiempo gestándose… y es que las compañías están cada vez más preocupadas por generar productos y servicios realmente maravillosos que le devuelvan algo de magia a nuestra realidad. Ese es un problema que la ciencia y la tecnología no pueden resolver por sí mismas; necesitan de la ficción.

Ante esta situación, han nacido agencias como SciFutures, las cuales se especializan en dar asesorías para envisionar futuros posibles a toda suerte de empresas e instituciones. La firma antes mencionada tiene una impresionante cartera de clientes que va desde Pepsico, Ford e Intel, hasta la Marina de los EE. UU. y West Point. Sus ‘analistas’ son autores de ciencia ficción con una amplia trayectoria que trabajan desarrollando narrativas para co-crear, junto con sus clientes, prototipos y otros tipos de propiedad intelectual. A su vez, imparten talleres para emplear este tipo destorytelling prospectivo tanto en la resolución de problemas como en la investigación y desarrollo.

Habrá quien permanezca escéptico ante este tipo de propuestas. Nadie conoce el futuro; la ciencia ficción siempre envejece rápido a medida que se convierte en presente. Sin embargo, el valor de este género no está en su poder predictivo, sino en su capacidad para reformular la situación actual. En 1898 durante el primer congreso de urbanismo, los expertos coincidían en que pronto toda gran metrópolis se ahogaría en estiércol de caballo. Ninguno anticipó que el Modelo T y el fordismo esperaban a la vuelta del siglo y, desde luego, nadie imaginó que la forma en que resolveríamos esa crisis sentaría las bases para la siguiente. Muchas veces la solución está en cómo ciframos un problema; o más bien, el problema existe porque –valga la redundancia– hemos cifrado la situación de forma problemática, así que la solución tendría que reimaginarse en nuevos términos.

También habrá quien vea en esta unión entre la ciencia ficción y los mercados un contubernio irónico. Después de todo, 1984 (1949) y Un mundo feliz (1932), dos grandes novelas de la literatura anglosajona del siglo XX, articularon a través de la ciencia ficción una crítica social de su presente. Cada uno de estos relatos, usando el futuro como hipérbole, expone una de las peores facetas de la humanidad: la brutalidad del fascismo represor y la indolencia del consumismo hedonista. Sin duda, hay algo inquietante en el hecho de que el género que George Orwell y Aldous Huxley elevaron al canon literario se ponga ahora al servicio de las instituciones que sus obras buscaban criticar. Sin embargo, Ken Liu, ganador de dos Premios Hugo y uno de los escritores más prominentes dentro de SciFutures ve esta unión desde una perspectiva pragmática. Escribir sobre futuros posibles para compañías le da la posibilidad de moldear e impactar en el desarrollo de las tecnologías que son importantes para él.

Quizá la mejor cara de la ciencia ficción como prospectiva se observa en el campo de la educación. D.school, la escuela de diseño de la Universidad Stanford, ha utilizado la ciencia ficción como prospectiva para reimaginar totalmente la educación universitaria. El resultado es Stanford 2025: un esfuerzo colectivo entre estudiantes, docentes y administradores para proponer un nuevo modelo educativo que responda a los retos actuales de la educación. Sus propuestas se apalancan en la tecnología para llevar una educación flexible, continua y relevante tanto personal como socialmente a su alumnado.

En México, el Tecnológico de Monterrey ha creado el TecPrize: Moonshots for the future. El proyecto se articula en torno a una serie de retos que buscan propuestas innovadoras y basadas en la tecnología para mejorar la educación superior. El primero de estos, el 10X Learning Prize, premiará al corto cinematográfico, novela gráfica y cuento que ofrezcan la visión más inspiradora de la educación superior para 2049.

Encontrar maneras de activar la imaginación es un componente clave para resolver los retos que la humanidad enfrenta hoy

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Si la ciencia y la ficción logran complementarse mutuamente, juntas podrán ser de mayor servicio a la humanidad. Quizá el camino hacia un futuro mejor requiere que los artistas y visionarios pasen de la crítica a la propuesta, de imaginar las distopías a crear utopías. En palabras del filósofo esloveno Zlavoj Žižek: “el futuro será utópico o no habrá”.

Fuente: https://observatorio.itesm.mx/edu-news/innovar-en-educacion-a-traves-de-la-ciencia-ficcion

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TecPrize: ciencia ficción para evolucionar la educación superior

 

TecPrize surge con la intención moldear la educación superior del futuro a través de la ciencia ficción.

Observatorio ITESMx

¿De niño soñaste que en el futuro podrías volar en un Delorean como Marty McFly? ¿Imaginaste que sería posible utilizar basura como combustible? El director de cine Robert Zemeckis filmó eso a mediados de los años ochenta y pensó que en el 2015 estas locuras serían posibles. La realidad es que aún no volamos en autos, tampoco somos capaces de manipular el tiempo, pero varias compañías ya transformanbasura en fuente de energía. Todavía parece lejano pensar que vamos a pelear batallas interestelares como en “Star Wars” o “Star Trek”, aunque ya no suena tan descabellado como en los años setenta.

Concurso TecPrize

Dejemos de lado los enfrentamientos galácticos e imaginemos el futuro de la educación ¿Cómo interactuará el profesor con el alumno? ¿Serán educadores humanos? ¿Tendremos aulas físicas? ¿Cuáles serán las herramientas de los estudiantes? ¿Qué rol jugará la inteligencia artificial? La cantidad de interrogantes y posibilidades es infinita. TecPrize surge con la intención de resolver esas dudas.TecPrize busca moldear la educación del futuro a través de un concurso dirigido a mentes brillantes. Reta a visionarios a imaginar un mundo con una mejor educación superior en el año 2049. ¿Pero de qué forma?

TecPrize ciencia ficción para imaginas la educación superior

 

20,000 dólares al mejor cortometraje, cuento o cómic

TecPrize lanza su convocatoria para la realización de un cortometraje, cuento y comic que retraten la educación superior en el año 2049. Ciencia ficción sin restricciones ni limitantes. Busca que esa visión se materialice para poder enfrentar los retos del futuro. Este concurso premiará al mejor cortometraje, cuento y cómic con la suma total de 20,000 dólares.

Muchos afirman que la ciencia ficción es más inspiradora de lo que se cree. Kevin Bankston, Director de New America’s Open Technology Institute, recapitula para el sitio Slate las ideas provenientes de la ciencia ficción que se han materializado. En los años 40 el escritor de “2001: Odisea del espacio”, Arthur C. Clarke, imaginó los satélites de telecomunicación. En los setenta el escritor John Brunner predijo los virus informáticos. En los ochenta William Gibson acuñó el término ciberespacio. Star Trek impulsó la creación del teléfono celular y los filmes de Steven Spielberg –quien recurre a futuristas para escribir sus guiones­­– han definido la forma en que se moldean muchas de las interfaces de usuario que hoy utilizamos.

“Somos la gente que hace realidad las fantasías. Tomamos en cuenta a la ciencia ficción y lo que vemos en las películas. Tratamos de crearlo y en ocasiones lo logramos. ”

— Steve Wozniak, cofundador de Apple, en entrevista para The Huffington Post.

Concursa. Imagina el futuro de la educación superior. Utiliza el poder de la ciencia ficción y lleva tu mente al 2049.

Visita el sitio oficial de TecPrize si quieres conocer más acerca de este concurso o visita herox.com para consultar las bases de participación.

Fuente: https://observatorio.itesm.mx/edu-news/tecprize-ciencia-ficcion-para-evolucionar-la-educaci0n

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Educación y tecnología: transformar las dificultades en posibilidades

Carlos Magro

Hace unas semanas se publicó el Informe Tablets en Educación. Hacia un aprendizaje basado en competencias, elaborado por Mar Camacho, junto con Marc Vilamajor, Judith Balanyà, Sònia Guilana y Francesc Esteve, en el marco del Proyecto Samsung Smart School impulsado desde hace 3 años por Samsung, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, a través del Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y Formacón del Profesorado (INTEF) y con la colaboración de los departamentos de educación de todas las comunidades autónomas, más las ciudades de Ceuta y Melilla.

El poyecto busca desde su comienzo explorar desde la práctica los procesos de incorporación de las tecnologías móviles en el aula. Lo ha hecho combinando formación (haciendo un especial énfasis en las metodologías activas), acompañamiento para la puesta en marcha de los proyectos, recursos e investigación sobre la práctica. Cada edición anual ha estado acompañado de un estudio de investigación de los resultados como el que mencionaba al principio dirigido por Mar Camacho de la Universitat Rovira i Virgili). En esta edición, he tenido el honor de escirbir el prólogo de la publicación. Dejo a continuación el texto íntegro (y algo largo) de este prólogo. Además de los enlaces que están distribuidos en el texto, al final encontraréis algunas referencias bibliográficas más por si queréis profundizar en la compleja y necesaria relación entre tecnología y educación.

La tecnología siempre ha sido importante en educación.

Nuestra actual organización escolar, con su curriculum tan disciplinado; con sus ciclos, cursos y niveles; sus grupos de alumnos más o menos homogéneos y la disposición espacial de las aulas, debe mucho a la que ha sido, con permiso de la decimonónica pizarra, la más eficiente tecnología educativa de todos los tiempos: el libro de texto. Tal y como nos ha recordado recientemente Mariano Fernández Enguita, “el libro de texto posibilitó también la escolarización masiva y en serie: contenidos prescritos y homogéneos, aprendizaje dosificado y secuenciado, maestros intercambiables, alumnos comparables… y todo ello con un instrumento fácilmente manejable (en todos los sentidos) y a un módico precio”. La historia de la educación está llena de tecnología.

En cualquier acercamiento al tema de la educación y la tecnología, es importante, por tanto, no dejarnos llevar por la amnesia, tan habitual por otro lado en nuestro mundo educativo, y no olvidar que siempre ha existido una estrecha relación entre educación y tecnología. Que ésta ha sido, en muchas ocasiones, considerada como el aliado perfecto para el cambio educativo y que, al menos en los últimos 100 años, cada vez que ha aparecido una nueva tecnología de la información y la comunicación (cine, radio, TV, ordenadores personales, tabletas) ha sido vista como una oportunidad y una palanca privilegiada para el cambio y la mejora educativa. En la historia del cambio educativo siempre ha habido mucha tecnología.

Tampoco está de más recordar que en las últimas décadas numerosos gobiernos de todo el mundo han puesto en marcha ambiciosos programas de implantación de tecnologías, invirtiendo cuantiosos recursos económicos y materiales en dotar de dispositivos y formación a centros, aulas y docentes. Unas inversiones que, lejos de provocar los cambios esperados, han fortalecido, en muchos casos, los enfoques más tradicionales de la enseñanza. No está de más recordar que, a pesar de las grandes inversiones y de las altas esperanzas depositadas en la tecnología como palanca del cambio, ésta no ha cumplido con el papel esperado. El deseado y necesario cambio educativo a través de la tecnología ha resultado, hasta ahora, una promesa incumplida (Neil Selwyn, 2014).

La historia de la tecnología educativa está llena de futuros que nunca han sido presentes.

Ser conscientes de esta historia, con sus luces y sombras, no nos debe llevar a ser pesimistas sobre el potencial transformador de la tecnología en educación ni, por supuesto, a abandonar la pretensión de educar con y en tecnologías. Máxime cuando éstas, lejos de constituir simplemente una caja de herramientas, están definiendo un nuevo entorno de aprendizaje (y de vida) que, entre otras consecuencias, está ampliando el concepto de alfabetización, modificando nuestra relación con los contenidos, demandando nuevas formas de enseñanza-aprendizaje y difuminando las fronteras entre el aula y el hogar, lo formal y lo informal. Como dijo Marshall McLuhan, “toda tecnología tiende a crear un nuevo mundo circundante para el hombre”.

El debate sobre educación y tecnología es probablemente más necesario y pertinente que nunca. Nuestro reto es redefinir la educación para este nuevo mundo.

Hay, además, varias razones para pensar que esta vez la situación puede ser distinta. Los últimos decenios nos han permitido entender mejor los procesos de cambio educativo y mejora escolar, destacando la importancia del centro educativo como unidad de cambio y la necesidad de construir y desarrollar la capacidad interna de cambio en los centros, implicando a docentes, equipos directivos y familias (David Hopkins, 2005). También ha aumentado considerablemente lo que sabemos sobre los procesos de aprendizaje (y por tanto sobre cómo debemos enseñar), comprendiendo que aprender tiene mucho que ver con actitudes, creencias, tolerancia emocional y valores.

Que aprender tiene mucho que ver con fomentar la confianza, con creer que se pueden resolver los retos, con saber gestionar con calma la incertidumbre que rodea cualquier problema relevante de la vida, con no desanimarse cuando las cosas no salen como pensábamos o con mantener el esfuerzo (Guy Claxton, 2007).

En esta misma línea, en los últimos 10 años prácticamente todos los países han reorientado sus curriculumshacia el desarrollo de competencias, lo que implica, si lo queremos hacer bien, cambios profundos en las maneras de enseñar, cambios en los que la tecnología tiene mucho que aportar. Entre las razones, por último, no es menor la que tiene que ver con las propias tecnologías muy diferentes de sus predecesoras del siglo pasado (s.XX), principalmente por su carácter multifuncional, interactivo, conectividad, disponibilidad, presencia y uso social.

Parece que, por fin, disponemos de los impulsos externos, los conocimientos y las tecnologías que reclamaba Seymour Papert para dar una segunda oportunidad a las pedagogías centradas en el alumno y orientadas hacia una formación integral de la persona que en distintos momentos del pasado siglo XX reclamaron una transformación profunda de la educación.

Estas condiciones favorables no deben hacernos olvidar, tampoco, que cada elección tecnológica que hacemos tiene implicaciones y que lo que necesitamos saber sobre las tecnologías, como sostuvo Neil Postman (1999), no es cómo usarlas sino entender bien cómo éstas nos usan a nosotros. No debemos nunca olvidar que la tecnología siempre supone un coste; que siempre hay ganadores y perdedores; que siempre tiene efectos epistemológicos, políticos o sociales; que sus consecuencias son siempre grandes, a menudo imprevisibles y en gran medida irreversibles; y que, con demasiada facilidad, tendemos a convertirla en algo mítico y por tanto incuestionable.

Para evitarlo, el mismo Postman nos proponía hacer de la tecnología un objeto de indagación, problematizando tanto su aceptación y uso como su rechazo e ignorancia.

O, como ha escrito recientemente Neil Selwyn, debemos asumir que para obtener lo mejor de las tecnologías debemos estar preparados para pensar también en lo peor (Neil Selwyn, 2016).

Existe una larga historia en investigación educativa que insiste en la dificultad para valorar la efectividad y el impacto de cualquier innovación educativa. Especialmente en el ámbito de la innovación con tecnología donde se entrelazan toda clase de variables sociales, culturales, económicas y políticas que provocan que sea realmente difícil diseñar estudios experimentales que nos permitan analizar y determinar de manera causal la influencia del uso de la tecnología en el aprendizaje. Algo que no debería extrañarnos debido a la propia complejidad de la tarea de educar. Complejidad, que lejos de disminuir, no ha dejado de acrecentarse en los últimos años, tanto por la creciente diversidad que encontramos en la sociedad y en nuestras aulas, como por las exigencias vinculadas al tránsito de un modelo educativo propedéutico y selectivo a otro inclusivo y orientado a la formación integral de las personas (Antoni Zabala, 2000).

En este nuevo entorno de aprendizaje, la educación se orienta, y se orientará cada vez más, hacia la adquisición y dominio de habilidades y competencias, genéricas y transversales, que permitan el desarrollo integral de la persona. Ya no nos basta con la adquisición de unos saberes.

El resultado del proceso de aprendizaje no debe ser solo dominar unos conocimientos sino ser capaz de transferirlos y utilizarlos para entender el mundo y poder actuar sobre él.

La escuela debe ayudar a desarrollar un conjunto habilidades y competencias que nos permitan actuar de manera eficaz en situaciones concretas, movilizando y combinando, en tiempo real, recursos intelectuales y emocionales (Philippe Perrenoud, 2012). Competencias y habilidades como la competencia lingüística, la competencia digital, el aprender a aprender, el aprendizaje a lo largo de la vida y habilidades como el pensamiento crítico, la colaboración, la curiosidad, la creatividad, la flexibilidad, la gestión de la diversidad, la innovación, la confianza individual y la resilencia, entre otras.

Volviendo sobre el impacto de la tecnología en el aprendizaje, la OCDE publicó en 2015 un informe en el que sostenía que, al menos en aquellas competencias que mide el informe PISA (logros en lectura, matemáticas y ciencias), no se evidenciaban mejoras apreciables entre aquellos países que habían invertido fuertemente en tecnologías para la educación y aquellos que no. Al contrario, los estudiantes que usaban las tecnologías de manera moderada tendían a obtener mejores resultados que aquellos que lo hacían con una frecuencia elevada.

Por su parte, también en 2016, Haßler, Major y Hennessy, tras analizar en detalle 23 estudios sobre el impacto de las tabletas en el aprendizaje, encontraron que 16 mostraban resultados positivos, 5 neutrales y 2 negativos haciéndoles concluir positivamente sobre el impacto de éstas para mejorar el aprendizaje, pero también afirmar que, a pesar de los crecientes esfuerzos que se están realizando por evaluar el impacto de las tecnologías de la información y la comunicación en la enseñanza y en el aprendizaje, nos siguen faltando evidencias sólidas que nos permitan ofrecer generalizaciones sobre cómo o por qué su uso puede mejorar o no el aprendizaje.

Para cada estudio o meta-estudio que concluye que el uso de la tecnología puede estar asociado con mejoras, hay otro que no encuentra diferencia o encuentra una relación negativa (Neil Selwyn, 2011).

En este sentido, debemos valorar el esfuerzo demostrado por el Programa Samsung Smart School desde sus inicios al tratar de medir y buscar evidencias sobre el impacto de la tecnología en el aprendizaje y el rendimiento académico, en particular en esta tercera edición, el esfuerzo por centrarse en medir los efectos sobre tres competencias clave como la competencia lingüística, la competencia digital y la competencia para aprender a aprender, constructos en sí mismos de difícil medida.

Los retos son grandes. Hacer lo mismo de siempre con tecnología o sin ella no permite avanzar hacia una mayor calidad y equidad de la educación (Pedró, 2017). La realidad, a día de hoy, es que las tecnologías aún deben cambiar las formas tradicionales de enseñanza (TICSE, 2011) que han marcado las aulas durante años.

La tecnología puede servir para perpetuar y fortalecer, sin cambiar, estos enfoques o para introducir cambios metodológicos.

Puede servir para mantener una educación centrada en la transmisión y la adquisición de contenidos o servir para el desarrollo de competencias y de una educación integral de las personas. Puede reproducir e incluso ampliar las tradicionales desigualdades educativas provocadas por el capital cultural, social y económico generando una mayor inequidad educativa o puede ser utilizada con el objetivo de minimizar al máximo esas desigualdades. Puede servir para hacer más eficientes los procesos de control, auditoría y evaluación escolar o para empoderar a alumnos, docentes y centros en su labor y atender a la diversidad y las características diferenciales de cada alumno.

La práctica pedagógica no es un resultado de la tecnología y no cambia como resultado de la introducción de nuevas tecnologías (Osborne & Hennessy, 2003).

La tecnología puede amplificar una gran enseñanza, pero una gran tecnología no puede reemplazar una enseñanza pobre. Los retos de la tecnología educativa son tan grandes como son los retos de la propia educación. Resolver el reto de la integración de la tecnología en la educación nos exige resolver antes el reto mismo de la educación. Nos exige cuestionarnos, tanto a nivel individual como colectivo, tanto a nivel de aula como de centro, sobre aquello que nuestros esfuerzos educativos deberían tratar de conseguir. Nos exige cuestionarnos sobre cuáles deben ser los fines de la educación.

En educación, y especialmente en educación con tecnología, nos hemos centrado mucho en los métodos y hemos olvidado las metas. Nos han sobrado posicionamientos y nos ha faltado debate.

El cambio en las prácticas educativas no es solo algo técnico. Es un cambio de mentalidad (expectativas, valores, metas, concepciones) y, por tanto, para que cambie lo que se hace en las aulas, con o sin tecnología, debe cambiar antes qué entienden los alumnos y profesores por aprender y enseñar. El reto no es fácil. Existe, como demuestra la investigación, una distancia grande entre las creencias sostenidas por los profesores y el uso educativo que realmente hacen de las tecnologías (Aldama & Pozo, 2016). No es extraño encontrar docentes que afirman que las tecnologías son buenas herramientas para diseñar entornos de aprendizaje centrados en el alumno pero que luego en su práctica diaria siguen manteniendo formas de enseñanza tradicionales centradas en el contenido. Al final, el elemento más importante sigue siendo el maestro, su práctica en el aula y las relaciones que establece con sus alumnos.

Sobre el cambio educativo, por otro lado, han dominado, en las últimas décadas y de modo pendular, dos posturas antagónicas que, a riesgo de simplificar mucho, podríamos agrupar en la dicotomía control vs compromiso. En los años 80, coincidiendo también con las “primeras” incorporaciones masivas de tecnologías en los centros educativos, tuvo lugar una primera ola de reformas en la que las administraciones educativas tomaron jerárquicamente el control del cambio, imponiendo políticas educativas de arriba abajo, centradas principalmente en las reformas curriculares, la gobernanza y el control sobre los centros. A ésta, le siguió una segunda ola en los años 90, más horizontal y orientada hacia la descentralización de las políticas curriculares y la autonomía de los centros pero que dejó de lado los cambios dirigidos a la mejora de los procesos de enseñanza y aprendizaje de los alumnos.

Hoy, superadas en gran parte estas dos posturas, queda claro que cualquier proceso de mejora educativa debe ir acompañado de un objetivo claro que implique la mejora de las prácticas diarias dentro del aula. No hay mejora posible si no la hay en los aprendizajes de los alumnos, medidos éstos, como hemos dicho, en términos competenciales.

Cualquier proceso de transformación que no persiga como objetivo final la mejora de los resultados y aprendizajes de los alumnos será inútil,

como han sostenido Gairín y Goikoetxea (2008): “los mejores planes de mejora de los centros escolares son aquellos que entienden la mejora como un proceso largo, constante y evolutivo que centra sus objetivos concretos y realistas de mejora principalmente en el enriquecimiento del aprendizaje de los alumnos y de las prácticas de aula, y que proponen estrategias de evaluación de los procesos y de los resultados de aprendizaje ricas y diversas, siempre en función de la capacitación del profesorado y de las condiciones organizativas de cada centro”. El cambio no se puede prescribir, ni hay recetas únicas. No hay palancas mágicas.

La tecnología nunca será por sí sola una solución. Se debe actuar simultáneamente sobre varias dimensiones.

La mejora escolar sólo puede ocurrir cuando las escuelas aplican las estrategias que mejor se ajustan a su propio contexto. En consecuencia, cualquier proceso de mejora escolar, también con tecnología, debe partir de un análisis previo de la situación del centro educativo (fortalezas y debilidades; datos, cultura escolar; contexto) que nos permita identificar las necesidades y áreas de mejora y establecer unas estrategias correctas. La investigación sobre los procesos de cambio educativo y mejora escolar insiste en la necesidad de construir y desarrollar la capacidad de cambio dentro de la escuela lo que, a su vez, nos lleva a tener que prestar especial atención a los procesos de formación y a cómo se fomentan y desarrollan los procesos de colaboración dentro de cada escuela y entre escuelas. Parece claro, que las culturas escolares más favorables a la mejora escolar son aquellas que son colaborativas, fomentan relaciones de trabajo colegiadas, dentro y fuera, y generan un clima favorable hacia el cambio (Alma Harris, 2002).

Aceptar que la unidad de cambio es el centro o la red de centros no debe servir para que las administraciones competentes eludan sus responsabilidades. Al contrario, deben asegurar las condiciones y los recursos necesarios que posibiliten estos procesos, garantizando siempre la equidad dentro del sistema. Condiciones que, en el ámbito tecnológico, se traducen en garantizar que todos los centros educativos dispongan del apoyo y la formación adecuada; la conectividad y las infraestructuras necesarias; los recursos personales (personal especializado) y materiales (reposición y mantenimiento de tecnologías y recursos educativos abiertos) necesarios que permitan generar procesos de apropiación tecnológica y desplegar proyectos integrales de cambio educativo con tecnología. Condiciones que en los últimos años lejos de incrementarse o mantenerse se han visto aminoradas.

Concluyendo. Hace tiempo que las tecnologías entraron en la educación escolar pero, salvo aquellos pocos centros en las que éstas forman parte de su modelo pedagógico, en la mayoría lo han hecho de una “manera desigual, fragmentada y desde una concepción restringida y limitada de las mismas,” (Fernández Enguita y Vázquez Cupeiro, 2017) modificando apenas los procesos de enseñanza. Hoy, en una gran mayoría de nuestras escuelas, encontramos tecnologías en los despachos y en las aulas (ordenadores, pizarras electrónicas), en los procesos administrativos y en la comunicación con los padres (plataformas de gestión del centro y de comunicación). Los profesores las utilizan cada vez más para preparar sus clases y los alumnos para buscar información. Incluso las encontramos como contenido curricular (competencia digital, programación, robótica…) pero, en la mayoría de nuestras aulas, siguen quedando fuera del núcleo central del proceso de enseñanza-aprendizaje. Nos siguen faltando competencias didácticas relacionadas con las tecnologías.

Parece claro que necesitamos una nueva aproximación para conseguir todo el potencial transformador que pueden tener las tecnologías en la escuela.

El lado positivo es que, por fin, parece que nos hemos alejado del discurso de las plataformas y dispositivos y que se ha generalizado la idea, entre todos los actores implicados, de que hablar de la incorporación de tecnologías en educación no es hablar de dispositivos, ni de hardware y software, ni tampoco de datos, analítica y eficiencia, sino que tiene que ver sobre todo con prácticas, contextos, culturas y usos, es decir, con lo que podríamos denominar los aspectos humanos de la tecnología y de la educación (Neil Selwyn, 2011). Que, como cualquier otra tecnología, la tecnología educativa está intrínsecamente ligada a los aspectos sociales, culturales, económicos y políticos de la sociedad y que, por tanto, el reto al que nos enfrentamos es el de construir una visión compartida de una educación mejor para nuestros alumnos en un entorno cambiante, incierto y digital como el actual. Que no se trata tanto de tecnificar las aulas como de escolarizar las tecnologías.

No se trata tanto de automatizar procesos como de humanizarlos.

Debemos encontrar formas más efectivas para integrar la tecnología en los procesos de enseñanza y aprendizaje; hacerlo de manera que garanticemos la equidad y la igualdad de oportunidades; proporcionar a los docentes los entornos de aprendizaje que apoyen las pedagogías del s. XXI y a los estudiantes con las habilidades necesarias para vivir plenamente en el mundo de mañana (OECD, 2015).

El uso exitoso de la tecnología debe ir acompañado de cambios simultáneos en otros aspectos como la organización escolar, la cultura escolar, el currículo, la evaluación, la formación y desarrollo profesional de los docentes (Francesc Pedró, 2017). La transformación y el cambio educativo con tecnologías debe ser algo sistémico. El reto no es usar la tecnología en educación, sino repensar la educación con ella. Necesitamos un cambio global que incida sobre los objetivos de aprendizaje, los currículos, las estrategias docentes, la didáctica y la evaluación.

El Programa Samsung Smart School, que cumple ahora su tercer año, representa un buen ejemplo de cómo desarrollar proyectos de integración de tecnologías en la escuela. Y lo es, sobre todo, por su carácter integrador de actores, al incorporar además de a la propia Samsung al Ministerio de Educación, Cultura y Deportes y a todas las comunidades autónomas más las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Lo es, también, por su aproximación multidimensional al tema combinando los dispositivos y la conectividad con formación especializada, recursos educativos, asesoramiento e investigación. Lo es, también, por su acercamiento sistémico al cambio educativo con tecnologías incidiendo en la organización y cultura escolar, el liderazgo, las metodologías de enseñanza y aprendizaje, las infraestructuras, la evaluación y las relaciones con el entorno. Lo es, desde luego, por centrarse desde el primer momento en la mejora de los aprendizajes de los alumnos y vincular esta mejora al desarrollo de competencias y lo es, finalmente, por su acierto a la hora de fomentar la construcción de redes y el trabajo colaborativo entre docentes y centros, aspecto clave para la necesaria transformación de la educación.    

Nadie dijo que transformar la educación fuera fácil, la cuestión está, como dijo Paulo Freire, en cómo transformar las dificultades en posibilidades.

 Algunas referencias bibliográficas:

  • Alma Harris (2002). School Improvement. What’s in it for Schools. RoutledgeFalmer
  • Antoni Zavala Vidiella (2000). La práctica educativa. Cómo enseñar. Editorial Graò
  • B. Haßler, L. Major & S. Hennessy (2016). Tablet use in schools: a critical review of the evidence for learning outcomes. Journal of computer Assisted Learning. 2016, 32, 139-156
  • Carlos de Aldama & Juan Ignacio Pozo (2016). How are ICT used in the classroom? A study of teachers’ beliefs and uses. Electronic Journal of Research in Educational Psychology, 14(2), 253-286. no. 39
  • David Hopkins (ed) (2005). The Practice and Theory of School Improvement. International Handbook of Educational Change. Springer.
  • Francesc Pedró (2017). Tecnologías para la transformación de la educación. Fundación Santillana
  • Guy Claxton (2007). Expanding Young People’s Capacity to Learn. British Journal Of Educational Studies. Vol. 55, No.2, June 2007, pp 115-134
  • Joaquín Gairín Saillín y Javier Goikoetxea Piérola (2008). La investigación en organización escolar. Revista de Psicodidáctica, vol. 13, núm. 2, 2008, pp. 73-95
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  • Paulo Freire (1997). A la sombra de este árbol. El Roure. Barcelona
  • Philippe Perrenoud (2012). Cuando la escuela pretende preparar para la vida. ¿Desarrollar competencias o enseñar otros saberes? Graó
  • TICSE (2011). ¿Qué opina el profesorado sobre el Programa Escuela 2.0? https://ampaipse.files.wordpress.com/2012/01/informe_escuela20-prof2011.pdf

Fuente del articulo: https://carlosmagro.wordpress.com/2017/10/30/educacion-y-tecnologia-transformar-las-dificultades-en-posibilidades/

Fuente de la imagen: https://carlosmagro.files.wordpress.com/2017/10/dddjs2cxuaavmni.jpg?w=610&h=

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Tecnología educativa en la Red Late México

México/15 de Noviembre de 2017/CONACyT

Boletín de prensa

6443/2017

Ciudad de México. 13 de noviembre de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- Actualmente, el avance de las tecnologías de la información y la comunicación tienen un papel preponderante en casi todas nuestras actividades. Estudios de diversos organismos han concluido que el uso conveniente de las tecnologías contribuye al desarrollo de un país. En el terreno educativo, las actuales exigencias requieren el uso de la tecnología para la generación de conocimiento científico y tecnológico. Por esta razón, es preciso acompañar el proceso educativo con los cambios vertiginosos que estimulen el aprendizaje tecnológico.

“México, al igual que el resto de los países de la región y del mundo entero, está transitando de manera acelerada hacia la era de la economía digital, en donde la forma de operar de las empresas, las personas, los gobiernos, la academia, se rige por las nuevas tecnologías de información. Hoy hablamos de cosas que hace cinco años no existían, como el Internet, la realidad virtual aumentada, los servicios de la nube, robótica, monitores. Las personas que no tengan acceso a Internet están en peores condiciones que los que no tenían acceso a luz eléctrica hace diez años. Ese es el tamaño de la digitalización”, comentó el ingeniero Javier Allard Taboada, director general de AMITI, organización privada creada para posicionar tecnologías de la información y que ha trabajado de manera activa con la Red Temática Mexicana para el Desarrollo e Incorporación de Tecnología Educativa (Red Late).

La Red Late, registrada en el padrón de Redes Temáticas Conacyt, busca impulsar la producción, apropiación, gestión y política pública en materia de tecnología educativa (TE), y tiene como objetivo apoyar el desarrollo de la educación nacional. La red lleva un año de haber sido formada y ha logrado generar conexiones a nivel internacional y nacional, además de la afiliación de distintas instituciones que buscan apoyar la incorporación de la tecnología en la educación.

Fuente: http://www.conacytprensa.mx/index.php/noticias/reportaje/19214-tecnologia-educativa-en-la-red-late-mexico

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Tecnologías emergentes en la educación superior: principales conclusiones del informe NMC Horizon Report 2017

Conocé las conclusiones generales que dejo la edición 2017 del NMC Horizon Report; un informe sobre los cambios tecnológicos que se aproximan en la educación superior a nivel global

A continuación, presentamos las principales conclusiones que deja este documento que nos permiten ver cuáles son las tendencias que lideran este cambio educacional que se resume en los 18 ítems analizados.

1. El avance progresivo de los enfoques de aprendizaje requiere una transformación cultural

Las instituciones deben estructurarse para estar en condiciones de promover el intercambio de ideas nuevas, identificar modelos exitosos dentro y fuera de la universidad, y premiar la innovación en la enseñanza.

2. Las habilidades del mundo real son necesarias para reforzar la empleabilidad y el desarrollo en el lugar del trabajo

Es necesario que las personas salgan de la universidad con habilidades que se aprenden de manera práctica en el mundo real. En este sentido, las instituciones tienen la responsabilidad de ofrecer una experiencia de enseñanza que permita a los alumnos adquirir habilidades basadas en la práctica, y que además integre a la tecnología de una manera significativa.

3. El trabajo colaborativo es clave para el progreso

Las instituciones y los educadores pueden progresar más si aprender entre ellos. Para lograr esto, es fundamental el trabajo colaborativo mediante comunidades de práctica, grupo multidisciplinario de líderes y grupos sociales abiertos.

4. Pese a la proliferación de la tecnología y los recursos online, el acceso sigue siendo desigual

La brecha se mantiene a lo largo del mundo entre quienes no pueden finalizar sus estudios por problemas socioeconómicos, como clase social, raza o género. Además, el acceso a Internet continúa siendo desigual.

5. Se necesitan procesos para evaluar el desarrollo de habilidades a nivel individual

Las tecnologías adaptativas sumado a un enfoque de medición del aprendizaje están llevando a las instituciones a tomar la decisión de buscar la manera de personalizar la experiencia pedagógica del alumno; donde los líderes deben evaluar la adquisición de habilidades vocacionales, competencias, creatividad y pensamiento crítico.

6. Manejarse con fluidez en el mundo digital va más allá de simplemente entender cómo usar la tecnología 

La formación debe buscar algo más profundo que la adquisición de habilidades para el uso de una tecnología en particular y debe focalizarse en el entendimiento de todo el entorno digital, permitiendo que ante nuevos contextos o creaciones el individuo pueda adaptarse de manera fácil e intuitiva.

7. El aprendizaje online, móvil o combinado (bleanded learning) es inevitable 

Según explica el informe, aquellas instituciones que no se plantearon estrategias para integrar este enfoque tendrán dificultades para sobrevivir. En este sentido, será importante lograr un registro de cómo este nuevo modelo está mejorando los resultados de aprendizaje.

8. El ecosistema educativo debe ser lo suficientemente ágil para soportar las prácticas del futuro

Con el uso de las herramientas tecnológicas y plataformas como los Sistemas de gestión de aprendizaje, los educadores tienen el deseo de poder tomar elementos de distintas aplicaciones y herramientas para luego unificarlas en un contenido abierto y lograr una experiencia cada vez más personalizada.

9. La educación superior es una incubadora para el desarrollo de computadoras cada vez más intuitivas

Así como la inteligencia artificial y las interfaces de usuario avanzan a pasos agigantados y vemos su aplicación en la vida cotidiana, las universidades están diseñando algoritmos de aprendizaje automático y dispositivos hápticos que se adapten cada vez mejor a la interacción humana.

10. El aprendizaje permanente es el alma la educación superior 

Las instituciones deben priorizar el aprendizaje continuo -tanto formal como informal- por el por el bien de su facultad, los alumnos y el personal.

A continuación, te invitamos a descargar el informe completo «NMC Horizon Report: 2017 Higher Education Edition«, donde podrás obtener informarse sobre lo que están haciendo las instituciones en materia de tecnología para mejorar, brindar un mejor soporte y lograr extender la educación y la investigación. Se trata de un informe que los educadores líderes de todo el mundo consultan como parte de su estrategia de planificación en la búsqueda de referencias, y es a la vez con el propósito que fue hecho.

Fuente: http://noticias.universia.com.ar/cultura/noticia/2016/01/20/1135511/1000-libros-gratis-pdf-descargar.html

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