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Desde la CLADE, Nelsy Lizarazo: “La EPJA continúa ocupando lugares muy secundarios en las agendas de los Estados”

Durante consulta subregional de la UNESCO hacia la CONFINTEA VII, representantes de organizaciones como CLADE, CEAAL y DVV presentan sus análisis sobre el contexto de la EPJA en América Latina y el Caribe y los desafíos para que se garantice esta modalidad educativa como un derecho humano.

Repensar la alfabetización desde un lugar de mayor complejidad, alcance y pertinencia para los tiempos actuales y las necesidades de los grupos más vulnerables; abandonar, definitivamente, todo enfoque asistencia y remedial de la Educación de Personas Jóvenes y Adultas (EPJA) y asegurar ofertas de EPJA flexibles, trabajando en perspectiva intersectorial y de articulación territorial. Esas fueron algunas de las recomendaciones de Nelsy Lizarazo, coordinadora de la Campaña Latinoamericana por el Derecho a la Educación (CLADE), durante el primer día (28/7) de la Consulta subregional en América Latina Camino a CONFINTEA VII, organizada por la UNESCO. El evento reunió representantes de los Estados de América Latina y el Caribe y de organizaciones de la sociedad civil, entre ellas la CLADE, el Instituto de Cooperación Internacional de la Asociación Alemana para la Educación de Adultos (DVV) International y el Consejo Latinoamericano de Educación Popular (CEAAL).

El primer día de la Consulta, que es parte del proceso preparatorio a la Conferencia Internacional de Educación para Adultos (CONFINTEA) VII, se desarrolló alrededor de debates y reflexiones sobre las nuevas comprensiones acerca de la EPJA a la luz de los acuerdos de la CONFINTEA VI. Abordó también el lugar que ocupa la alfabetización desde el enfoque de aprendizaje a lo largo de la vida, los desafíos y respuestas generadas ante el contexto de pandemia desde la EPJA y su relación con el logro de los objetivos de la Agenda 2030. Otros temas enfatizados fueron la recuperación postpandemia y la superación de desigualdades, la atención a la diversidad, la intersectorialidad y su relación con la formación integral de las personas.

Según Nelsy Lizarazo, todavía hay mucho por hacer para que la EPJA sea garantizada como un derecho humano y uno de los desafíos pendientes es que esta modalidad educativa “continúa ocupando lugares muy secundarios en las agendas de los Estados: hay fragmentación institucional, los financiamientos son marginales, las ofertas, limitadas, hay un desconocimiento de los sujetos de derecho, con excepciones notables en algunos sistemas públicos de educación y, sobre todo, con excepciones que provienen del lugar de la educación no formal, comunitaria y popular”.

Para Eva König, directora regional Sudamérica de la DVV, hay que impulsar una “nueva comprensión de la EPJA”. Ella afirma que ha habido avances para garantizar la EPJA como un derecho humano, pero que, en lo que se refiere a la participación, la EPJA sigue invisible. “Falta un enfoque de aprendizaje. Todavía no se comprende la educación de personas jóvenes y adultas desde un componente integral”.

La directora regional de la DVV resaltó también la importancia de la EPJA para la garantía de otros derechos humanos. “El futuro está marcado por el fuerte impacto de la pandemia y los desafíos deben ser tratados como una visión hacia el futuro. Invertir en la EPJA requiere invertir en las matrices y el aprendizaje a lo largo de la vida tiene un valor central. La EPJA atraviesa y aporta a todos los ODS [Objetivos de Desarrollo Sostenible]: salud, medio ambiente, desarrollo económico, participación, etc.”.

Noel Aguirre, de CEAAL, defiende una EPJA vinculada a las potencialidades productivas de las regiones. “No solo lo relativo a lo ‘manual’, sino al trabajo intelectual. La EPJA es importante para replantear los modelos de desarrollo en nuestros países, así como la relación con la ciencia y la tecnología”.

Para él, se desconoce el valor social de la EPJA para la vida y el cumplimiento de los ODS. “En el mejor de los casos se da prioridad a la EPJA formal y se ignora toda la riqueza y los aportes de la EPJA no formal. Queda mucho por trabajar en su cobertura, calidad y junto a ella la pertinencia cultural y relevancia social, así como es necesario desarrollar su institucionalidad con identidad propia y con financiamiento suficiente”.

Como producto de la pandemia, Noel Aguirre explica que la EPJA fue afectada como el conjunto de los sistemas educativos de los países de América Latina y el Caribe. “Por ejemplo, [la EPJA] recibió los impactos de la suspensión de las clases presenciales (160 millones de estudiantes) y de la desigualdad manifestada por la brecha digital: acceso a la internet, dispositivos y plataformas digitales, así como sobre su uso pedagógico”.

Fuente: https://www.pressenza.com/es/2021/07/nelsy-lizarazo-la-epja-continua-ocupando-lugares-muy-secundarios-en-las-agendas-de-los-estados/

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Derechos Humanos y biodiversidad: 10 compromisos que deben asumir los Estados según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente

Detener la emergencia climática y la pérdida de biodiversidad que esta trae de la mano es una responsabilidad compartida. La ciudadanía en su conjunto debe comprometerse en pos del cuidado del planeta. Sin embargo, es indispensable también que las administraciones lleven la delantera en esta temática. La implementación de políticas públicas tendientes a la protección medioambiental es imprescindible, para esto, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente ha recopilado una serie de compromisos a los que deben responder los Estados.

La pérdida de biodiversidad sin precedentes, la contaminación, el cambio climático y el aumento de las enfermedades zoonóticas han puesto de manifiesto la relación simbiótica entre los seres humanos y la naturaleza. La irrupción de la pandemia de coronavirus lo ha dejado aún más en evidencia. El derecho humano a un medio ambiente seguro, limpio, saludable y sostenible, así como otros derechos humanos, solo pueden alcanzarse allí donde la biodiversidad prospere y los ecosistemas sean saludables.

De este modo, resulta indisociable la protección de la biodiversidad de los Derechos Humanos. Para lo cual existen ya una seria de obligaciones estatales vinculadas tanto a los derechos humanos como a la biodiversidad provienen de leyes internacionales como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB).  De este modo, de acuerdo con estos compromisos y las responsabilidades que engloban, los Estados están obligados a cumplir con algunos aspectos clave, a saber:

1. Abordar la pérdida de biodiversidad y hábitat, y prevenir sus impactos negativos sobre los derechos humanos:  Los Estados deben tomar medidas urgentes para abordar estos desafíos. Esto incluye poner fin a la deforestación, proteger y conservar tierras y océanos, avanzar hacia patrones sostenibles de producción y consumo, combatir el cambio climático y la contaminación, prevenir la introducción de especies exóticas invasoras, y proteger la tenencia de la tierra y el uso de recursos de los pueblos indígenas, las comunidades locales, las mujeres y las niñas.

2. Garantizar la igualdad y la no discriminación: Debido a que afecta a algunos de manera más aguda que a otros, la pérdida de biodiversidad puede aumentar las desigualdades que ya existen entre individuos, grupos e incluso generaciones, ya que las generaciones futuras heredarán los resultados irreversibles de la degradación ambiental. Por lo tanto, las acciones para abordar la pérdida de biodiversidad y hábitat deben considerar la edad, el género y vulnerabilidades como la pobreza, la discapacidad o la marginación, y no exacerbar las disparidades existentes.

3. Proteger los derechos de los pueblos indígenas: Estos se ven muy afectados por la pérdida de biodiversidad y se encuentran entre los actores mejor posicionados para prevenirla. La Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas afirma el derecho de estos pueblos a conservar y proteger sus tierras, territorios y recursos. Esto significa que las acciones de conservación con potencial impacto sobre los derechos humanos deben tomarse en consulta con los pueblos indígenas y con su consentimiento libre, previo e informado, y deben apoyar su participación en la gestión y apropiación de los esfuerzos correspondientes.

4. Proteger a los defensores de los derechos ambientales: Aquellos que protegen la biodiversidad, los hábitats, los medios de vida que dependen de la naturaleza y los derechos humanos han sido objeto de amenazas, violencia, criminalización y represalias, particularmente las mujeres y niñas y los indígenas. Instrumentos como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Declaración de la ONU sobre los defensores de derechos humanos requieren que los Estados respeten, protejan y cumplan los derechos de los defensores ambientales a la participación, el acceso a la información y a las libertades de expresión, reunión y asociación. Los Estados también están obligados a tomar medidas contra las amenazas a la vida o el bienestar de los defensores ambientales, brindar acceso a la justicia y reparación efectiva cuando se violen sus derechos y realizar investigaciones oportunas en las cuales los responsables de actos de violencia e intimidación sean procesados.

5. Asegurar una participación significativa e informada, incluso en la gobernanza de la tierra y los recursos:  El derecho a la participación libre, activa, significativa e informada en los asuntos públicos está garantizado por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Declaración de las Naciones Unidas sobre el derecho al desarrollo y otros instrumentos internacionales, acuerdos ambientales multilaterales, y leyes y políticas nacionales. Esto significa que los Estados deben proporcionar información pública sobre la biodiversidad en un lenguaje y formato accesibles; prever y facilitar la participación pública, teniendo en cuenta las barreras que enfrentan los pueblos indígenas, las comunidades locales, los niños, las personas con discapacidad y las personas en situación de marginación; y llevar a cabo de manera transparente y responsable toda la formulación de las políticas relacionada.

6. Proteger contra los daños a los derechos humanos relacionados con las empresas debido a la pérdida de biodiversidad: Como se refleja en los Principios rectores de la ONU sobre empresas y derechos humanos, todas las empresas tienen la responsabilidad de respetar los derechos humanos. Esto incluye evitar su infracción a través de la pérdida de biodiversidad y facilitar la reparación de cualquier daño causado o con el cual se haya contribuido. Según el derecho internacional, los Estados están obligados a proteger contra los abusos de los derechos humanos por parte de las empresas y deben exigir una evaluación de todos los impactos sociales, ambientales y de derechos humanos de los proyectos que puedan afectar la biodiversidad. Cuando se producen abusos contra los derechos humanos, incluidos los que resultan de la pérdida de biodiversidad y hábitat, los Estados deben responsabilizar a las empresas y garantizar que los afectados tengan acceso a un recurso efectivo.

7. Asegurar la cooperación regional e internacional: La protección eficaz de la biodiversidad requiere cooperación y solidaridad internacionales. Los instrumentos de derechos humanos piden a los Estados cooperar en la realización de todos los derechos humanos, abordando las brechas en la protección y los daños transfronterizos y extraterritoriales. Además, la capacidad de los países en desarrollo para implementar sus compromisos de diversidad biológica depende del intercambio de recursos y de las transferencias de tecnología de los países desarrollados. Por lo tanto, los Estados deben establecer y fortalecer mecanismos y recursos para abordar las causas y los impactos transfronterizos de la pérdida de biodiversidad y hábitat.

8. Movilizar eficazmente los recursos adecuados para prevenir los daños a los derechos humanos causados por la pérdida de diversidad biológica: El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales requiere que los Estados dediquen el máximo de recursos disponibles al cumplimiento de este conjunto de derechos. Esto incluye la protección de la biodiversidad, porque la biodiversidad es necesaria para garantizar ecosistemas saludables, y a su vez estos son necesarios para garantizar los derechos a la vida, la salud y los medios de subsistencia de miles de millones de personas en todo el mundo. Los Estados están obligados a actuar tanto individual como colectivamente, por lo que la cooperación internacional y la asistencia financiera son imperativas.

9. Garantizar que todos disfruten de los beneficios de la ciencia y sus aplicaciones: Según el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, todos tienen derecho a disfrutar de los beneficios de la ciencia y sus aplicaciones. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) afirma el valor de los sistemas de conocimientos tradicionales y los enfoques holísticos y el CDB compromete a los Estados a respetar y mantener el conocimiento, las innovaciones y las prácticas de las comunidades indígenas y locales hacia la conservación y el uso sostenible de la diversidad biológica. En particular, los Estados deben apoyar el uso de los conocimientos tradicionales con el consentimiento de los pueblos indígenas interesados, garantizando que los beneficios económicos se compartan de manera equitativa, y deben apoyar la transferencia de métodos y tecnología para una respuesta internacional eficaz a la pérdida de diversidad biológica.

10. Garantizar la educación con respeto a la naturaleza: El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos garantiza el derecho de toda persona a la información y la Convención sobre los Derechos del Niño pide que la educación fomente el respeto de los derechos humanos, las libertades fundamentales y el medio ambiente natural. Comprender los derechos humanos y el medio ambiente es fundamental para garantizar la dignidad humana, el bienestar y la supervivencia, y requiere de la participación informada de todas las personas. Por lo tanto, los Estados deben garantizar el derecho de todas las personas a la educación, poniendo en el centro el respeto por la naturaleza y a la información necesaria para protegerla.

Fuente: https://diarioresponsable.com/noticias/31566-derechos-humanos-y-biodiversidad-10-compromisos-que-deben-asumir-los-estados

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Tokio: 5 momentos destacados (y lo que no se vio) de la inauguración de los Juegos Olímpicos

Como un faro de esperanza en medio de la pandemia de coronavirus, los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020 fueron inaugurados este viernes.

El honor de encender el pebetero olímpico lo tuvo la tenista japonesa Naomi Osaka en el punto culminante de una ceremonia que, como se esperaba, estuvo limitada por las medidas preventivas para evitar contagios.

No hubo público. Solo algunos atletas, autoridades y periodistas -usando mascarillas en todo momento- estuvieron presentes en un estadio olímpico con capacidad para 68.000 espectadores.

«Hoy es un momento de esperanza», declaró el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach.

«Sí, es muy diferente de lo que todos habíamos imaginado. Pero valoremos este momento porque finalmente estamos todos aquí juntos», dijo.

Estos son 5 momentos destacados de la ceremonia de unos juegos que serán muy diferentes.

1. El encendido del pebetero

Naoimi Osaka en el pebetero olímpico

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

El momento culminante de la ceremonia fue el encendido del pebetero olímpico.

Naomi Osaka, una de las estrellas del momento del deporte japonés, fue la encargada de portar la antorcha en su último tramo.

La tenista de 23 años subió una escalinata que representaba el monte Fuji y que estaba coronada por un sol que se fue abriendo como una flor, que significaba «vitalidad y esperanza».

Sobriamente, Osaka presentó la llama al público, dio media vuelta y llevó la llama hacia el pebetero que en unos segundos llegó a su máxima intensidad.

Aunque no hubo una ovación por la falta de público, los fuegos artificiales sobre el estadio olímpico crearon un espectáculo al nivel de cualquier edición pasada de los Juegos Olímpicos.

2. La alegría latinoamericana

La delegación argentina

FUENTE DE LA IMAGEN,REUTERS

La ceremonia en sí fue modesta, un recordatorio de todo lo que ha pasado el mundo en el último año por la pandemia de coronavirus.

Sin embargo, los atletas de los países de América Latina se hicieron notar en el desfile. Con bailes, prendas tradicionales y uniformes vistosos, llevaron la alegría al estadio.

La delegación de Argentina hizo su entrada saltando y levantando las manos, coreando «Oé, oé, oé».

El traje de los colombianos fue muy llamativo, con los sombreros vueltiaos tradicionales del Caribe, pero con unos kimonos azules con vivos dorados en honor al país anfitrión.

También hubo momentos llamativos de otros países, como una pirueta que hizo al entrar el abanderado de Francia, así como el musculoso Pita Taufatofua, el abanderado de Tonga.

3. El planeta de drones

El espectáculo de drones en Tokio

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Luego del desfile de las más de 200 delegaciones, vino el tradicional juramento de los deportistas que prometieron respetar las reglas y el espíritu olímpico de competición.

A continuación llegó otro de los momentos más llamativos: un espectáculo de 1.800 drones.

En el cielo hicieron una representación del logo de Tokyo 2020, que significa la «unidad en la diversidad».

Entonces se elevaron para recrear el planeta con sus continentes más allá del techo del estadio, iluminando espectacularmente la noche en Tokio.

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Lo que no se vio en la televisión

Tamara Gil, enviada especial de BBC Mundo a Tokyo 2020

Lo que se vio en la inauguración de los Juegos de Tokio a través de las pantallas fue lo mejor de Japón. Lo que no: un vacío penetrante, incapaz de disiparse ni con los mejores fuegos artificiales ni un espectacular juego lumínico de drones.

Y no fue porque no lo intentaran: cada participante, cada detalle, llamaba al aplauso, a celebrar una fiesta olímpica que ha tardado un año de más en empezar.

Pero era imposible combatir esas frías gradas vacías, que ocupaban más de la mitad de un estadio con capacidad para 68.000 personas y al que solo 950 tenían acceso como asistentes este viernes.

La imagen era por momentos desoladora, viendo en primera línea esa puesta en escena en la que los japoneses comenzaron a trabajar hace 10 años y la falta de presencia humana para recibirla.

Los organizadores querían que estos Juegos, los segundos de verano que organizan en Tokio, marcaran la superación de la triple tragedia de 2011; pero la inauguración empezó con un solemne homenaje, en silencio, en honor a los afectados por el coronavirus, que se veía interrumpido constantemente por los gritos de las protestas.

Las gradas vacías en el estadio olímpico

FUENTE DE LA IMAGEN,REUTERS

«¿Llaman a esto el festival de la paz?», denunciaban los manifestantes a la entrada del estadio olímpico, a poca distancia de donde otro grupo de personas se concentraba a favor del olimpismo.

Para unos, el evento es un riesgo sin sentido en plena pandemia, con Tokio en estado de emergencia; para otros, una lástima fruto de la mala suerte.

«Estábamos tan preparados…», lamentaban dos japonesas antes de entrar a la ceremonia. «Estábamos con todo listo para recibirles».

Las instalaciones sin duda brillan por su modernidad y su pulcritud, y en la ceremonia inaugural ayudó a realzar el mensaje.

Pero inevitablemente la imagen, en primera línea, se parecía más a un ensayo que a la festiva apertura de unos Juegos Olímpicos, y de eso eran conscientes.

«Hoy es un momento de esperanza. Sí, es diferente a lo que nos habíamos imaginado», reconocía el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, a principio de su discurso.

El acto estuvo marcado por el coronavirus de principio a final y, pese al entusiasmo y la ilusión de los atletas -sobre todo latinoamericanos- y los organizadores, estos Juegos sin duda empiezan como se esperaba: faltos de emoción, pero sobrados de tensión.

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4. El homenaje por los que ya no están

La ceremomia de inauguración

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Otro momento emotivo fue el homenaje a las víctimas de la pandemia de coronavirus.

Hubo un minuto de silencio por los más de cuatro millones de fallecidos en el mundo por la covid-19.

Pero también se rindió homenaje a los atletas israelíes que murieron en el atentado de los Juegos Olímpicos de Múnich 1972.

5. Gradas vacías adentro, protestas afuera

Una protesta contra los juegos

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Llevar a cabo los Juegos Olímpicos en Tokio ha sido difícil para los organizadores, que tuvieron que posponerlos un año y enfrentar el rechazo de muchos japoneses a su realización.

Tokio está bajo estado de emergencia, por lo que no está permitido el público en las gradas de las sedes deportivas, incluidas ceremonias como las de este viernes.

En el estadio olímpico, los miles de asientos vacíos fueron cubiertos de colores.

Pero en el exterior sí hubo gente.

Antes de la ceremonia, algunos manifestantes hicieron oír su voz en contra de la celebración de los Juegos.

Decenas de policías intentaron mantener la protesta en los alrededores del estadio.

Meses antes del inicio de los Juegos, un 80% de los japoneses expresaba su rechazo al evento por el temor a que contribuyera a la expansión del coronavirus, aunque ese rechazo bajó al 30% en los últimos días.

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/deportes-57949557

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España: Manifiesto por la Ciencia

La ciencia se ha convertido  en una parte esencial de nuestra sociedad sin cuya contribución es impensable mantener y mejorar los niveles de progreso, tecnología, calidad de vida y conocimiento que nos hemos impuesto como objetivos  para el siglo XXI. A pesar de ello, está emergiendo en los países desarrollados  una corriente política global que minusvalora, cuando no ignora, el papel de la ciencia en nuestras vidas con el resultado  de un inexorable deterioro en la salud y el medio ambiente, y un creciente menosprecio por el conocimiento que se ve sustituido por interpretaciones de la realidad alternativas a las que proporciona la ciencia. Todo ello, combinado con la inoculación y exaltación de la ignorancia genera, en no pocas ocasiones, reacciones contra la libertad de colectivos socialmente frágiles, socavando así el sentido profundo de la dignidad humana.

En el marco concreto de España hay que añadir, además, un persistente desinterés en construir políticas científicas coherentes y duraderas por parte de sucesivos gobiernos, justificando ese abandono con la crisis, lo que ha conseguido quebrar la incipiente progresión que la ciencia española había alcanzado en la primera década del presente siglo. El daño hasta ahora infligido a la estructura científica requerirá décadas para su recuperación, por lo que es urgente un drástico cambio de rumbo que debe ser el resultado del esfuerzo colectivo de toda la sociedad, con los científicos al frente. Somos conscientes de las dificultades que atraviesan muchos sectores de la población española y queremos destacar, precisamente por ello, la importancia de la ciencia para el bienestar del país. En consecuencia, desde la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE) reclamamos, con la Crue Universidades Españolas, las siguientes acciones urgentes y duraderas:

¬ La firma de un Pacto de Estado por la Ciencia, capaz de desligar la ciencia de los vaivenes políticos, propiciado por el colectivo científico y suscrito por las fuerzas políticas y por cuantas entidades públicas y privadas quieran adherirse.

¬ La puesta en marcha de un ente realmente  independiente de la Administración, responsable de los instrumentos y recursos derivados de las políticas científicas, y gestionado por personas expertas del mundo de la ciencia, libre de los ciclos electorales. Un ente con estructura de agencia, homologable al European Research Council  europeo, y dotado de un fondo estable de inversión procedente de los Presupuestos Generales del Estado, con instrumentos adecuados para la captación de fondos privados, y un compromiso claro por la captación y retención del talento joven.

¬ La integración de la ciencia en la agenda política de forma que quienes deben tomar decisiones legislativas y ejecutivas en políticas científicas dispongan de información científica constante, suficiente y eficaz mediante la incorporación de entidades personales o colectivas independientes que asesoren a los miembros del Congreso de los Diputados que lo requieran, y a los componentes del Ejecutivo, desde la Presidencia del gobierno a las estructuras ministeriales.

¬ El reconocimiento del protagonismo y responsabilidad que la ciencia debe ejercer en la gestión política, con la eficacia que demandan los ciudadanos, mediante la restitución del Ministerio de Ciencia y la institución de un plenario anual en el Congreso de los Diputados dedicado a la ciencia en exclusiva.

Estas medidas deben implementarse sin dilación alguna y su aplicación debe ser transparente y verificable. Para contribuir a que ello sea así, COSCE pone en marcha en 2017 una Comisión cuya finalidad es realizar el seguimiento, el análisis y el control del nivel de cumplimiento por parte de políticos y parlamentarios de los compromisos adquiridos y de las políticas científicas imprescindibles para el correcto desarrollo de la ciencia y la consecución de sus objetivos.

Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE)

Crue Universidades Españolas

[03.04.2017] Firman inicialmente el Manifiesto:

Presidente y ex presidentes de COSCE:
Nazario Martín León
Carlos Andradas Heranz
Joan Guinovart Cirera

Sociedades promotoras del Manifiesto:
Real Sociedad Española de Química (RSEQ)
Real Sociedad Española de Física (RSEF)
Real Sociedad Matemática Española (RSME)
Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM)
Sociedad Española de Genética (SEG)

Sociedades científicas firmantes del Manifiesto:

Fuente: https://cosce.org/manifiestoporlaciencia/

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Zygmunt Bauman: Comprar o no comprar ya no es el dilema

Por: Zygmuont Bauman

«Para los consumidores fallidos, la versión actualizada de los que no tienen, no comprar constituye el estigma lacerante de una vida incompleta, la prueba de su falta de entidad y de su sensación de que no sirven para nada.. – Zygmunt Bauman
                                 
 Texto del sociólogo, filósofo y ensayista polaco-británico Zygmunt Bauman, publicado opr primera vez en su libro «Does the Richness of the Few Benefit Us All?»
Por: Zygmunt Bauman
«El objetivo último de la tecnología, el télos de la techné», sugirió Jonathan Franzen al inicio de una conferencia pronunciada el 21 de mayo de 2011 en el Kenyon College, «es sustituir un mundo natural, indiferente a nuestros deseos (un mundo de huracanes, de adversidades y corazones que se pueden romper, un mundo que se nos opone), por otro tan receptivo a nuestros deseos que llega a ser, de hecho, una simple prolongación del yo». Estamos hablando en definitiva de comodidad y conveniencia, (por decirlo así, una comodidad sin esfuerzo y una cómoda falta de esfuerzo). Se trata de hacer que el mundo nos obedezca y se adapte a todos nuestros caprichos; de expulsar del mundo todo lo que se interponga, obstinada y tenazmente, entre nuestra voluntad y la realidad. Una precisión: como lo que llamamos «realidad» es aquello que se resiste a la voluntad humana, se trata en definitiva de hacer frente a la realidad. De vivir en un mundo constituido únicamente por lo que queremos y lo que deseamos; por nuestras necesidades y deseos como compradores, consumidores, usuarios y beneficiarios de la tecnología.
Un deseo que todos compartimos y sentimos con fuerza, con pasión, es el deseo de amar y de ser amado.
Y Franzen continúa:

A medida que los mercados descubren y responden a lo que los consumidores más desean, nuestra tecnología se ha vuelto especialmente diestra en crear productos que se correspondan con nuestra fantasía de relación erótica, en la que el objeto amado no pide nada y lo da todo al instante, haciéndonos sentir todopoderosos, y tampoco monta escenas espantosas cuando se ve sustituido por otro objeto aún más sexy y se queda relegado a un cajón.

(o al cubo de la basura o el vertedero sin fondo del olvido, añadiría yo). Cada vez con más frecuencia, los productos tecnológicos comercializados, como los gadgets electrónicos que se activan con la voz, o que amplían sus imágenes con el simple movimiento de dos dedos, encarnan todo lo que siempre soñamos que harían estos objetos queridos pero que nunca o casi nunca pensamos que conseguiríamos (y con la apreciable cualidad de que nunca se resisten a desaparecer y nunca vuelven después de haber sido abandonados). Los gadgets electrónicos no sólo sirven al amor: también están diseñados para ser amados de una manera que se les ofrece a todos los demás objetos de amor, pero que estos casi nunca permiten. Los gadgets electrónicos son los objetos de amor más asépticos, pues establecen normas y patrones tanto para los que entran, como para los que salen de relaciones amorosas que pueden ser ignoradas por todos los demás objetos de amor, sean estos electrónicos o de carne y hueso, animados o inertes, y con el único riesgo de ser descalificado y rechazado.
Sin embargo, a diferencia de los gadgets electrónicos, el amor de un ser humano por otro ser humano significa compromiso, aceptar los riesgos, estar dispuesto a sacrificarse; significa elegir un vía incierta y sin referencias, difícil e irregular, esperando (y queriendo) compartir su vida con otra persona. El amor puede o no ir acompañado de una felicidad tranquila, pero no suele ir acompañado de comodidad y conveniencia; estas no se pueden dar por hechas, y menos estar seguro de que estarán… Por el contrario, se ponen a prueba hasta el límite las habilidades propias y la voluntad, e incluso se plantea la posibilidad de una derrota, de la revelación de que uno es inadecuado, con la consecuente herida en la propia autoestima. Los productos electrónicos asépticos, suavizados, libres de espinas y de riesgos no son amor: ofrecen un seguro contra «la suciedad» pues, como observa acertadamente Franzen, «inevitablemente el amor mancha la imagen que el espejo nos devuelve de nosotros mismos». La versión del amor electrónicamente confeccionada no trata, en último término, en absoluto del amor; los productos tecnológicos de consumo atrapan a sus clientes con el señuelo de satisfacer su narcisismo. Prometen dejamos bien (pase lo que pase, hagamos los que hagamos o no hagamos). Como apunta Franzen «somos protagonistas de nuestras propias películas, nos fotografiamos incesantemente, basta un clic de ratón y una máquina nos confirma nuestra sensación de dominio Hacerse amigo de una persona se reduce a incluir a esa persona en nuestro salón privado de espejos favorecedores», Pero, añade, «el empeño de gustar plenamente es incompatible con las relaciones amorosas».
El amor es, o amenaza con ser, un antídoto contra el narcisismo. El amor también pone en evidencia la falsedad de las apariencias en las que se apoya nuestra autoestima, pues esta ha de pasar las pruebas de la realidad. Lo que la versión falsificada, blanqueada y esterilizada electrónicamente ofrece es un seguro para proteger nuestra autoestima de los riesgos por los que el original artículo de Franzen es tan conocido.
El «boom electrónico», los fabulosos beneficios obtenidos por las ventas de gadgets cada vez más «fáciles de usar» (dúctiles, sumisos, siempre obedientes) presentan todos los signos de otra «tierra virgen» recientemente descubierta y explotada (y un marco para una serie infinita de nuevas tierras por descubrir). Los mercados de consumo han logrado otra conquista: otra área de preocupaciones humanas, temores, deseos y luchas (hasta ahora en manos de las iniciativas comunitarias, la industria artesanal y la cocina casera, y por tanto desaprovechadas por el mercado) ha sido convertida en productos básicos y comercializados con éxito; las actividades de esta área, al igual que muchas otras áreas de preocupación y de actividad humanas, se han transformado en comprar experiencias y redirigido hacia los centros comerciales. Pero déjenme repetirlo: contrariamente a sus engañosos argumentos, la última área que se ha abierto a la explotación en el mercado de consumo no es la del amor, sino la del narcisismo.
No obstante, mensajes idénticos aparecen en las pantallas y salen de los altavoces, un día sí y otro también, con gran profusión. A veces los mensajes son claramente explícitos, y otras veces están ocultos sutilmente; pero cada vez, ya apelen a las facultades intelectuales, a las emociones o a los deseos subconscientes, prometen, sugieren y expresan una felicidad (o sensaciones placenteras, momentos de júbilo, arrebato o éxtasis: una radón de felicidad para toda la vida entregada poco a poco, en dosis diarias o por horas y por poco dinero) que forma parte de la adquisición, de la posesión y del disfrute de los productos proporcionados en una tienda.
El mensaje no puede ser más claro: el camino de la felicidad pasa por ir de compras. Desde este postulado, la suma total de las compras de un país es la medida principal y más fiable de la felicidad de una sociedad, y el tamaño de lo que cada uno representa en ese conjunto de compradores es la medida principal y más fiable de la felicidad temporal. En las tiendas se pueden encontrar remedios eficaces contra cualquier preocupación o contratiempo: contra todas aquellas pequeñas y grandes molestias e incomodidades de la vida que se interponen entre nosotros y un modo de vida acogedor, confortable y permanentemente gratificante. Así que, sea cual sea el producto que promocionan, presentan y venden, las tiendas son farmacias para cada problema real o posible de nuestra vida, para los que ya hemos tenido y para los que tememos tener.
Este mensaje se envía de forma indiscriminada tanto a los de arriba como a los de abajo. Este mensaje presume de ser universal (válido para cualquier ocasión y paral cualquier ser humano). Sin embargo, en la práctica, la sociedad se escinde entre una masa de verdaderos consumidores de pleno derecho (una condición muy valorada) y una categoría de consumidores fracasados, los que por diversas razones no son aptos para cumplir con las exigencias que ese mensaje les impulsa a asumir insistente y machaconamente, hasta convertirse en un mandamiento que no admite excepciones ni preguntas. El primer grupo está satisfecho con sus esfuerzos y tiende a considerar que sus altas puntuaciones en las tablas de consumo son un derecho y una recompensa justa por las ventajas ganadas o heredadas para afrontar la complejidad de la búsqueda de la felicidad. Por otro lado, el segundo grupo se siente humillado, pues ha sido asignado a la categoría de seres humanos inferiores: están en la cola de la clasificación de la liga, soportando o sufriendo ya su relegación. Se avergüenzan de su bajo rendimiento y de sus posibles causas: falta o insuficiencia de talento, de diligencia o de persistencia. Cualquiera de estas insuficiencias son vistas ahora como desafortunadas, degradantes, denigrantes o descalificadoras aunque sean consideradas (o porque son consideradas) como vicios evitables y reparables. Así, los perdedores de esta competición son culpados públicamente por la desigualdad social resultante. Y, lo que es más importante, tienden a estar de acuerdo con el veredicto público y se culpan a sí mismos, sacrificando su autoestima y su confianza. Al daño se le añade entonces un insulto. Sobre la herida abierta de la miseria se echa la sal de la reprobación.
La condena de la inferioridad social supuestamente autoinfligida se ha extendido hasta incluir el murmullo del descontento por parte de los damnificados, por no hablar de su rebelión contra la injusticia de la desigualdad por sí misma (al igual que cualquier empatía o compasión que los poderosos practiquen con los humildes). La disconformidad con la situación actual y el modo de vida, que es responsable de su perpetuación, ya no son vistos como una defensa justificada de los derechos humanos perdidos/robados (aunque inequívocamente inalienables) que deberían respetarse, y por cuyos principios hay que ofrecer un trato igualitario. Más bien son vistos citando a Nietzsche, como una «compasión con todos los débiles y excluidos que es más perjudicial que cualquier vicio », y por eso constituye el «mayor peligro» que «siempre anida en la indulgencia y el sufrimiento » respecto de ellos y su clase.
Ese tipo de creencias públicas impuestas sirven de escudo protector de la desigualdad social para frenar cualquier intento serio, que tenga amplio apoyo social, de detener su curso, e incluso de disminuir su difusión. Sin embargo, no es posible evitar la creciente acumulación de ira y resentimiento entre aquellos que asisten a diario al espectáculo de los relucientes premios que supuestamente se ofrecen a los actuales y a los futuros consumidores (con recompensas que se presentan como el equivalente una vida de felicidad), a la vez que experimentan un día tras otro la exclusión y se les prohíbe la entrada al festín.
De vez en cuando, la acumulación de ira contenida se desborda y se convierte en una breve orgía de destrucción (como ocurrió hace dos años en Tottenham con los disturbios que protagonizaron consumidores expulsados/descalificados), que expresa, sin embargo, el deseo desesperado de los desvalidos por entrar en el paraíso de los consumidores durante al menos un momento fugaz, más que la intención de cuestionar y desafiar el principio básico de la sociedad consumista, esto es, el axioma de que la búsqueda de la felicidad equivale a ir de compras, y de que la felicidad se debe buscar y se encontrará en los estantes de las tiendas.
Una vez complementada y culminada con la aceptación de las víctimas de este veredicto, la atribución de la culpabilidad a las víctimas de la desigualdad impide en la práctica que la disidencia alimentada por la humillación se convierta en un programa alternativo para construir una vida gratificante, basada en una organización social diferente. La disidencia sufre la mayor parte de los demás problemas de la solidaridad entre los hombres: tiende a ser, por así decirlo, «desregulada» e «individualizada». Los sentimientos de injusticia que podrían ser aprovechados para conseguir una mayor igualdad se reorientan hacía las manifestaciones más claras del consumismo, y se dividen en miríadas de quejas individuales que se resisten a la agregación o a la combinación, y en actos esporádicos de envidia y venganza dirigidos contra otras personas de su propio bando. Así, los estallidos puntuales de violencia son una salida temporal para las venenosas emociones que normalmente están dominadas y reprimidas, y que proporcionan un respiro por un tiempo, aunque sólo sea para hacer más fácil de soportar la plácida y resignada capitulación ante las detestadas y aborrecidas injusticias de la vida diaria. Y como advirtió agudamente Richard Rorty hace unos años, «mientras el proletariado esté distraído de su propia desesperación con acontecimientos ficticios creados por los medios de comunicación… los superricos no tienen, nada que temer ».
Cualquier clase de desigualdad social deriva de la división entre los que tienen y los que no tienen, como observó Miguel de Cervantes y Saavedra hace ya varios siglos. Pero en tiempos históricos distintos tener o no tener objetos diferentes ha sido el estado más deseado y a la vez el estado más aborrecido. Hace dos siglos en Europa, y hace sólo unas décadas, en muchos lugares alejados de Europa, y hasta en la actualidad, en los campos de batallas de unas cuantas guerras tribales o entre los campos del juego de nuestros salvadores locales, el principal objeto que hacía estallar el conflicto entre los que tenían y los que no tenían era y sigue siendo el pan o el arroz (que siempre faltaba). Gracias a Dios, a la ciencia, a la tecnología y/o ciertos compromisos políticos razonables, este ya no es el caso (lo que no significa, sin embargo, que la antigua división esté muerta y enterrada). Al contrario, los objetos de deseo cuya ausencia causa más resentimiento hoy son muchos y variados, y su número, al igual que la tentación por tenerlos, aumentan día a día, Por ello la ira, la humillación, el despecho y el rencor por no tenerlos también aumentan —tanto como el impulso por destruir lo que no se puede tener—. El saqueo y el incendio de tiendas derivan de este mismo origen y satisface el mismo anhelo.
Ahora todos somos consumidores, en primer lugar y ante todo, consumidores con derechos y obligaciones. El día del atentado del 11-S, George W. Bush, al animar a los norteamericanos a superar el trauma y volver a la normalidad, no encontró mejor sugerencia que decir: «Volved a ir de compras». El nivel de nuestra actividad consumista y la facilidad con la que adquirimos un objeto de consumo y lo sustituimos por otro «nuevo y mejorado» es el principal parámetro para medir nuestra posición social y nuestra puntuación en la competición por tener éxito en la vida. Buscamos en las tiendas las soluciones a todos los problemas que nos encontramos en el camino, soluciones que supuestamente nos alejan de las dificultades y nos llevan a la satisfacción. Desde la cuna hasta la tumba nos educan y nos entrenan para usar las tiendas como farmacias llenas de medicamentos que curan o al menos mitigan todos los males y aflicciones de nuestras vidas y de nuestras relaciones con los demás. Las tiendas y las compras adquieren de este modo una verdadera y plena dimensión escatológica. Es famosa la afirmación de George Ritzer de que los supermercados son nuestros templos; y las listas de la compra, añadiría yo, son nuestros breviarios, mientras que nuestros paseos por los centros comerciales se han convertido en nuestras peregrinaciones. Comprar por impulso y deshacerse de las cosas que poseemos y que ya no son lo bastante atractivas para sustituirlas por otras más atractivas constituyen nuestras emociones más fuertes. La plenitud del disfrute del consumidor significa la plenitud de la vida. Compro, luego existo. Comprar o no comprar ya no es el dilema.
Para los consumidores fallidos, la versión actualizada de los que no tienen, no comprar constituye el estigma lacerante de una vida incompleta, la prueba de su falta de entidad y de su sensación de que no sirven para nada. No sólo implica la ausencia de placer, sino también la ausencia de dignidad. De hecho, implica la ausencia de sentido de la propia vida. En último término, la ausencia de humanidad y de cualquier elemento de respeto por uno mismo o por los demás.
Para los miembros legítimos de esta congregación consumista, los supermercados pueden ser templos para rezar y también el destino de peregrinaciones rituales. Para los anatemizados, declarados culpables y desterrados de la Iglesia de los Consumidores, los supermercados son las avanzadillas del enemigo, colocadas provocadoramente en la tierra de su exilio. Unas murallas estrechamente vigiladas impiden el acceso a los bienes que protegen a los consumidores de un destino similar. Como tuvo que reconocer George W. Bush, impiden la vuelta (y para aquellos que nunca entraron, la entrada) a la «normalidad». Persianas y rejas de acero, circuitos cerrados de televisión, guardias de seguridad uniformados en las entradas, y otros vestidos de paisano, ocultos en el interior, acentúan la atmósfera de un hostil campo de batalla. Esas fortalezas armadas y estrechamente vigiladas contra «el enemigo interior» nos recuerdan continuamente la degradación, la inferioridad, la miseria y la humillación de muchos que viven dentro de dichas fortalezas. Desafiantes desde su altiva y arrogante inaccesibilidad, esas fortalezas parecen gritar: «¡Te desafío!». Pero ¿a qué?.
La respuesta más extendida y generalizada a esta última pregunta es: «Al juego de ser más que los demás». Es decir, intentar superar y sobrepasar al vecino o al compañero de trabajo en el juego de la desigualdad de las posiciones sociales. Superar a los demás implica que existe desigualdad. La desigualdad social constituye el hábitat natural en la búsqueda de superación de los demás y la estimula, y es su producto más representativo. El juego de superar a los demás implica e insinúa que la manera de solucionar el daño hecho hasta ahora por la desigualdad es más desigualdad. Su atractivo reside en la promesa de convertir la desigualdad de los jugadores en una ventaja. O más bien de convertir la plaga de la desigualdad que se vive socialmente en un bien que se disfruta de manera individual, midiendo el éxito de cada uno en función del nivel de fracaso del otro; el progreso de uno en función del número de personas que se han quedado regazadas, y, en definitiva, el aumento del valor de uno en función de la devaluación de los demás.
Hace unos meses François Flahault publicó un excelente estudio sobre la idea del bien común y lo que este implica, Durante muchos años este infatigable explorador e intérprete de las sutilezas manifiestas y latentes de las relaciones y los intercambios humanos emprendió la lucha contra el concepto «individualista y utilitario» del hombre, es decir, la premisa explícita u oculta de la mayor parte de las ciencias sociales occidentales, que asumen que el hombre es anterior a la sociedad, y que por lo tanto la sociedad —el hecho de la solidaridad humana— tiene que explicarse mediante las características propias de las personas. Flahault es uno de los defensores más coherentes y persistentes de la opinión contraria: la sociedad es anterior al hombre, y por ello el pensamiento y los actos de los individuos, incluidos el hecho de actuar individualmente y, por así decirlo, «ser individuos», debe explicarse en relación al hecho fundamental de vivir en sociedad. Su libro dedicado al «bien común» reúne todos los conocimientos e ideas de una larga vida de investigación; se puede considerar el resumen y el corolario de toda su obra hasta la actualidad.
El principal mensaje de ese nuevo estudio de Flahault, centrado en la forma radicalmente «individualizada» de nuestra sociedad, es la idea de que los derechos humanos se utilizan con frecuencia para sustituir y eliminar el concepto de «bien político» (aunque siendo realistas, esa idea se basa asimismo en la idea de «bien común»). La existencia y la coexistencia humana, al combinarse en la vida social, constituyen el bien común para todos nosotros, del que proceden todos los bienes sociales y culturales. Por tanto, la búsqueda de la felicidad debe promover la búsqueda de experiencias, instituciones y otras realidades culturales y naturales de la vida en común, en vez de concentrarse en los índices de riqueza, que tienden a convertir la coexistencia humana en lugares de competición individual, rivalidad y luchas internas.
En su reseña del libro de Flahault, Serge Audier apuntaba que los modelos de convivencia de Serge Latouche o Patrick Viveret, si bien se acercan a la idea defendida por Flahault como alternativas al individualismo actual, tienen una larga historia (aunque la mayor parte del tiempo se mantuvieron alejados del debate público). Ya en su Fisiología del gusto, publicada en 1825, Brillat-Savarin insistía en que la «gastronomía», los placeres de la mesa, el júbilo de sentarse con otras personas alrededor de una mesa, los placeres de compartir la comida, la bebida, las bromas y la alegría, eran algunos de los vínculos esenciales de una sociedad. El sentido actual de la idea de convivencialidad, como un compañerismo liberado de las fuerzas conjuntas de la burocracia y la tecnología, fue introducido, elaborado y planteado en su forma final en los trabajos de Ivan Illich. Este filósofo de origen austríaco, cura católico y agudo crítico social, fue el autor de La convivencialidad (1973), en el que protestaba contra lo que llamaba «la guerra contra la subsistencia» emprendida por la «élite profesional». Permítanme añadir, sin embargo, que desde entonces los mercados de consumo han descubierto y utilizado ávidamente las potencialidades comerciales ocultas en estos modelos de convivencialidad; como muchos otros impulsos sociales y éticos, se comercializaron y, por lo general, se les estampó el logo de una marca. También entraron a formar parte de las estadísticas del PIB (la proporción de intercambios monetarios que representan crece constantemente y sin descanso).
Por consiguiente, el tema —y es un tema para el que todavía no tenemos una respuesta convincente, demostrada empíricamente— está en averiguar si los placeres de la convivencia son capaces de sustituir a la búsqueda de riquezas, el disfrute de los artículos de consumo que ofrecen los mercados y la competitividad, que se combinan en la idea del crecimiento económico infinito, y cumplen el papel casi universalmente aceptado de medios para conseguir una vida feliz. Resumiendo, ¿podremos inclinarnos hacia los placeres de la convivencialidad, por muy «naturales», «propios» y «espontáneos» que sean, en la actual sociedad dominante, superando la mediación del mercado y sin caer en la trampa del utilitarismo?.
En la actualidad se están llevando a cabo diferentes intentos para conseguirlo. Un ejemplo de ello podría ser el Slow Food, un movimiento internacional (que está cerca de tener un estatus global) fundado en Italia por Cario Petrini en 1986. Presentado como una alternativa a la comida rápida, se esfuerza por preservar la cocina tradicional y regional y promueve el cultivo de plantas, el uso de semillas y la cría del ganado propias del ecosistema local. El movimiento se ha expandido a escala planetaria, y supera ya los 100. 000 miembros en 150 países. Sus objetivos, producir comida de forma sostenible y promocionar los pequeños negocios locales, van paralelos a una agenda política dirigida contra la globalización de la producción, agrícola. Su objetivo último, y su motor principal, es el resurgimiento y el redescubrimiento de los casi olvidados placeres de la convivencia, de la solidaridad y de la cooperación en la consecución de objetivos compartidos como alternativa a los crueles placeres de la competitividad y de la carrera a codazos. Se puede leer en la Wikipedia que existen en la actualidad unas 1300 agrupaciones locales de convivia: de estas, 360 se encuentran en Italia —son conocidas como condotte— y cuentan con 35 000 miembros. El movimiento está descentralizado: cada convivium tiene un líder que se encarga de la promoción de los artesanos locales, de los agricultores locales y también de los sabores locales, acudiendo a eventos regionales, como talleres del gusto, catas de vinos, y mercados de agricultores. Se abrieron oficinas de Slow Food en Suiza (1995), Alemania (1998), Nueva York (2000), Francia (2003), Japón (2005), y más recientemente en el Reino Unido y en Chile.
El movimiento Slow Food (seguido, por cierto, en 1999, por la iniciativa Cittaslow, similar en valores e intenciones, y que ya se extiende a catorce países) sólo es un ejemplo —relativamente reducido en sus dimensiones y que no pasa de ser un incipiente intento de llevar esas ideas a la práctica— de lo que se puede hacer para intentar evitar el desastre social que podría ocurrir en un mundo en manos de la orgía consumista, favorecido e instigado por la conquista, por parte de los mercados de consumo, del deseo humano de felicidad. Un desastre que con toda probabilidad ocurrirá si no se intenta atenuar o frenar ciertas cosas que están ocurriendo y a las que se les ha dado carta de naturaleza. Si finalmente se produce el desastre, eso significará que «las asimetrías, las desigualdades y las injusticias se harán más profundas, tanto entre generaciones como entre países», como advirtió recientemente Harald Welzer en su riguroso estudio sobre las consecuencias sociales del próximo, y en gran medida ya inevitable, cambio climático, provocado en gran parte por nuestra decisión colectiva de perseguir la felicidad mediante el consumo. El problema reside en que «el mundo del capitalismo global» resulta claramente inadecuado para asumir y comprender «propósitos a largo plazo» como los que necesitaría la prevención de este tipo de catástrofe. Es decir: nada menos que un replanteamiento radical y una revisión de nuestra manera de vivir y de los valores que la orientan. Como escribe Welzer:

Es necesario, sobre todo en una situación de crisis, desarrollar visiones de futuro, proyectos o simplemente ideas que aún no se hayan pensado. Esta solución puede parecer algo ingenua, pero no lo es. Lo que es ingenuo es la idea de que el tren que marcha hacia la destrucción progresiva de las condiciones de supervivencia de muchas personas modificaría su velocidad y dirección si en su interior la gente corre en la dirección opuesta al sentido de su marcha. Albert Einstein dijo una vez que los problemas no pueden solucionarse con los patrones de pensamiento que los generaron. Hay que cambiar la dirección global, y para eso es necesario primero detener el tren.

Y continúa:

Las estrategias individualistas contra el cambio climático tienen una función básicamente sedante. El plano de la política internacional sólo admite transformaciones en un tiempo lejano. Por eso, el único campo de acción cultural que queda es el plano intermedio, el de la propia sociedad y, junto con él, el trabajo democrático sobre la cuestión de cómo se quiere vivir en el futuro Habría que centrar el esfuerzo en que los ciudadanos no se conformen con renunciar —menos viajes en coche, más viajes en tranvía— sino en que tengan una participación cultural efectiva que genere y aplique transformaciones que se consideren buenas.

Bueno, cuando llegue (si llega) el desastre, no podremos decir que no nos lo advirtieron. No obstante, lo mejor, tanto para usted como para mí, y para todos, es evitar que se produzca mientras todavía dependa de nuestra capacidad detenerlo.
Fuente: https://www.bloghemia.com/2021/07/zygmunt-bauman-comprar-o-no-comprar-ya.html
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Libro(PDF): Diversidad humana. Transformación social y construcción colectiva en el SENA. (Vol. 3)

Reseña: CLACSO

*Disponible sólo en versión digital

 

Aprender con otros. La sistematización como camino de investigación en el SENA, nace de la necesidad de recuperar desde la investigación la riqueza de las prácticas pedagógicas de las y los instructores a través de la producción del conocimiento crítico que emana de la práctica y las experiencias vividas en sus ambientes de formación. La sistematización de experiencias es una herramienta fundamental que permite contar lo vivido en la ejecución de la formación entre instructores, aprendices, familias, emprendedores, empresarios y la comunidad en general, empoderando al instructor para que se atreva a escribir y reflexionar sobre su práctica pedagógica desde una impronta de transformación en los territorios.

Autoras(es): Adriana Marcela Londoño Cancelado. [Compiladora]

Diego Fernando Borja Montaña. [Presentación]

Floralba Tobar Guerrero. Diana Mylena Avilán Romero. Oscar Hernando Romero Santamaría. Diego Alejandro Orozco Álvarez. Xiomara Ruiz Patricia Martínez. Dubán Arley Muñoz Marín. Hasbleiddy Niño Franco. Luz Mery Castro Panqueva. Rodrigo Rojas Arenales. Edisson David Segura Bonilla. Carmen Julia Ponce. Leyda Patricia Peña. Alicia Guatibonza. Oscar Hernández. Claudia Méndez Villarruel. César Rodrigo Martínez . Carmen Liseth Medieta. Laura Guzmán Parra. Esmeralda Lozano Vera. Jaime Galindo Santa. Ulban de Jesús Orozco Acevedo. [Autoras y Autores de Capítulo]

Editorial/Edición: CLACSO. SENA. CEDALC.

Año de publicación: 2021

País (es): Argentina

ISBN: 978-987-722-919-6

Idioma: Español

Descarga: Diversidad humana. Transformación social y construcción colectiva en el SENA. (Vol. 3)

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2374&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1547

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La Unesco tendrá una regulación ética de la inteligencia artificial

La Unesco anunció este viernes que sus países miembros han llegado a un acuerdo sobre un proyecto de texto normativo que regulará desde el punto de vista ético el despliegue de la inteligencia artificial.

Esa regulación, que debe concretarse en una recomendación que se someterá formalmente a los Estados en noviembre, «supondrá un marco global para garantizar que las transformaciones digitales promuevan los derechos humanos y contribuyan a la consecución de los Objetivos del Desarrollo Sostenible», destacó la Unesco en un comunicado.

Ese texto abordará cuestiones relacionadas con la transparencia, la responsabilidad y la privacidad; incluirá capítulos para orientar las políticas sobre la gestión de los datos, la educación, la cultura, la atención sanitaria y la economía.

Se trata de proporcionar a los gobiernos y a los responsables políticos un marco para la normativa sobre la inteligencia artificial.

Según la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), contendrá disposiciones «para garantizar que los sesgos del mundo real no se reproduzcan en línea» y ofrecerá «acciones políticas concretas asentadas en valores y principios universales».

La recomendación establecerá un dispositivo para que la Unesco analice el nivel de avance de cada país en la inteligencia artificial con la intención de ayudarles en la fase de aplicación.

Para su directora general, Audrey Azoulay, una vez adoptada «los líderes de todo el mundo tendrán un punto de referencia común sobre cómo controlar los riesgos y aprovechar estas nuevas tecnologías como una fuerza para el bien».

Azoulay se mostró convencida de que la inteligencia artificial «tiene el potencial de reducir radicalmente las desigualdades, promover la diversidad y beneficiar a la humanidad en su conjunto».

Fuente: https://www.swissinfo.ch/spa/unesco-tecnolog%C3%ADa_la-unesco-tendr%C3%A1-una-regulaci%C3%B3n-%C3%A9tica-de-la-inteligencia-artificial/46754418

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