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Telefonía celular y redes sociales: ¿vicio, problema, aporte?

Por Marcelo Coluss

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Hace algunos años, digamos una década y media atrás, se perfilaban ya los teléfonos celulares como un elemento que había llegado para cambiar la cotidianeidad de gran parte de la humanidad. Hoy, 2021, con el agregado de una pandemia que obligó a confinamientos y cuarentenas a nivel planetario, la cultura del uso de esos aparatos se disparó en forma absolutamente exponencial. En este momento, la era digital -de la que su nave insignia es la telefonía móvil- parece ya plenamente instalada y con miras a perpetuarse. El mundo, cada vez más en forma creciente, hace uso de lo virtual (“Virtual: Que tiene existencia aparente y no real”, según el Diccionario de la Lengua Española).

Sin que se haya buscado directamente, la pandemia de COVID-19 obligó a un uso sostenido de lo digital. Trabajo, estudio, comercio, actividades sociales y un complejo etcétera fueron cambiando en su modalidad. Lo presencial, no en todos los casos, pero sí en muy numerosos, fue cediendo su lugar a esto que ahora se popularizó y llamamos “virtualidad”. Es decir: se hace todo a través de una pantalla.

Lo real supera a lo virtual”, se ha dicho. Habrá que estudiar muy concienzudamente qué significa eso. ¿En qué sentido lo “supera”? Son cosas distintas, sin ningún lugar a dudas; tienen estatutos ontológicos diferentes, inciden diversamente en lo humano. De hecho, el ser humano es el único ser vivo que puede hacer uso de una realidad virtual. Y puede hacer uso de ella de muy distintas maneras: placenteramente, aterrorizándose, facilitándose la vida cotidiana. Pero para muchas personas, complicándosela. O incluso: empobreciéndola.

El uso de los teléfonos celulares (o móviles), ahora en su versión de “inteligentes”, donde lo primordial ya no es la comunicación oral a distancia (tal como nació con el italiano Antonio Meucci en 1854, formalmente patentado como “teléfono” por Graham Bell en 1876, a quien erróneamente se le tiene por padre de la telefonía), está revolucionando el día a día. Esos aparatos, entre otras cosas, también permiten llamadas de voz a distancia, pero lo fundamental no es eso, sino la interminable cantidad de otras funciones que logran (una computadora, sin más, con todas sus características, y además: grabadora de voz, cámara fotográfica y de video, GPS, escanear, tomar la presión, detectar metales, servir como nivel, etc.)

Definitivamente, desde hace algunas décadas, a nivel global, se asiste a una revolución comunicacional. Esto ha cambiado en muy buena medida la forma de relacionamiento humano. La presencialidad en muchas actividades va variando. Ahora hay formas de vida impensables décadas atrás, desde un sexo virtual a intervenciones quirúrgicas en línea, desde operaciones bursátiles en lugares remotos del planeta instantáneas a educación sin maestro de carne y hueso. Los campos de aplicación de estas nuevas tecnologías -y en consecuencia del uso de los smartphones– son enormes, interminables. Todo esto ¿trae beneficios para las grandes mayorías, o no?

Es ahí, entonces, donde comienza el debate: toda esta revolución cultural del uso de los teléfonos celulares, ¿es bueno o es malo? Así planteado, de esa forma maniquea, la discusión no tiene sentido. Como en todo complejo fenómeno humano, hay siempre un intrincado entrecruzamiento de variantes, de facetas, de posibilidades abiertas. Ninguna aproximación puede ser completa: la botella de un litro de capacidad conteniendo solo medio litro está, al mismo tiempo, medio llena o medio vacía, según quien la considere. Así sucede con esto de la telefonía móvil.

Es más que evidente que el uso continuo de estos nuevos ingenios tecnológicos ha venido a modificar nuestra cotidianeidad. Hoy por hoy dejaron de ser un lujo, y una amplísima cantidad de población dispone de algún equipo, en muchos casos, con acceso a internet. En estos momentos se considera que hay más de ocho mil millones de teléfonos en el planeta, es decir que cubren a un 103% de la población, con un promedio de 1.53 aparatos por persona. Es sabido que el dato puede ser engañoso, porque mucha gente dispone de dos teléfonos, y en las zonas más empobrecidas mucha gente no tiene acceso a ninguno. Pero es un hecho que la telefonía inteligente está esparcida universalmente, desde las más recónditas aldeas hasta las megaciudades más desarrolladas. Es sabido también que la fascinación que producen estos nuevos “espejos de colores” no tiene límites, pues no falta quien deja de comer o de pagar un servicio para comprarse su smartphone a la moda.

El siglo XX estuvo marcado por la entrada triunfal de la televisión. En muchos hogares de escasos recursos había una mala dieta alimentaria, pero había un televisor. Ese medio de comunicación vino a cambiar la historia: pasó a ser una nueva deidad intocable. Sus “verdades” pasaron a ser el fundamento mismo de la opinión pública. La población -en países ricos y pobres, en todas las clases sociales, hombres y mujeres- la adoró. El promedio de tiempo diario sentado ante una pantalla de televisión rondó las tres horas. Algo similar, pero potenciado, está pasando con las actuales redes sociales a las que se accede con un teléfono celular inteligente. En este momento se estima en cinco horas diarias promedio que un sujeto término medio puede estar consultando su móvil para mirar su pantalla.

El siglo XXI fue más allá de la televisión. La cultura de la imagen, de la virtualidad, está apabullando en forma aplastante a la presencialidad. Si la opinión pública durante el siglo pasado estuvo moldeada/dominada por los medios masivos de comunicación, en especial la televisión, la actualidad nos muestra un dominio cada vez más total de lo que se ha dado en llamar redes sociales. La relativa facilidad de tener hoy un teléfono móvil con acceso a internet ha potenciado esa tendencia en forma exponencial. Los obligados encierros que trajo la pandemia de COVID-19 llevaron eso a alturas estratosféricas. Pero hay una diferencia con lo acontecido en el siglo XX: allí había una dirección vertical de quien manejaba los mensajes -las empresas productoras, usinas ideológico-culturales de las clases dominantes- para mantener adormecidas a las grandes masas. Las redes sociales actuales abren otros escenarios: aquí se vale todo, y la sensación -muy engañosa, por cierto- es de absoluta libertad. Decir lo que cada quien quiera sin prácticamente controles no es libertad en sentido estricto; pero esa es la falacia en juego. Valga aclarar rápidamente que todo lo que circula en esas redes está rigurosamente observado, clasificado y aprovechado por grandes poderes (Estados nacionales, enormes megaempresas comerciales). Si con la televisión no había ninguna libertad, con estas nuevas modalidades comunicacionales, más allá de la ilusión en juego, no ha cambiado nada en lo sustancial, aunque podamos subir “lo que uno quiera” a la nube.

Sin entrar en profundidad en ese necesario, imprescindible debate, queremos ahora simplemente indicar que hay allí una temática que nos plantea preguntas impostergables. Se dice que “estar todo el día conectados al celular” nos “desconecta del otro real”. ¿Es cierto? ¿En qué sentido “nos desconecta”? Aparecen así, como mínimo, dos tendencias en la lectura del fenómeno: una de ellas mostrando lo pernicioso en juego en toda esta nueva cultura. De ese modo puede llegar a decirse que estamos haciendo un “mal uso” de estos adminículos, por lo que debe encausarse un “uso correcto” de ellos. No falta quien pide, incluso, legislaciones al respecto, controles estrictos. “Tener libre acceso a la pornografía es una aberración”, se dice. “Se está creando una generación de tontos”. Obviamente eso abre la discusión. La interrogante está en ¿cómo decidir lo correcto aquí?

No hay dudas que existen groseras exageraciones en el empleo de estos recursos: hay gente que murió por tomarse una selfie, por mencionar algunas de las estupideces/atrocidades a que la actual parafernalia puede dar lugar. Y en las redes sociales puede encontrarse la más completa colección de banalidades para todos los gustos. ¿Qué aporta mostrar con una foto lo que vamos a comer?, por ejemplo. Pero, ¿por qué no hacerlo? Sin dudas esto requiere forzosamente un debate. ¿Se pueden pasar mensajes revolucionarios gracias a las redes sociales? ¿Se puede luchar contra el racismo o contra el patriarcado utilizando estas tecnologías? ¿Por qué no? Ahora bien: si se afirma que nos torna más “tontos” esta cultura centrada en el celular, ¿con qué criterio certero puede afirmarse eso? Estupidez humana ha habido siempre, y seguramente seguirá habiéndola (debiendo precisarse primero qué es esa “estupidez”). Podría afirmarse que la facilidad de acceso a las redes sociales simplemente permite visibilizarla más. Es como la homosexualidad: siempre existió. Ahora simplemente se ve más, es más común “salir del closet”, se tolera más.

Junto al uso fabuloso que estamos haciendo de este nuevo recurso tecnológico, considerándolo críticamente se llega a decir que el apego a las redes sociales, al menos en muchos casos, ya constituye una psicopatología. “Adicción al internet”, “adicción a las redes sociales”, “dependencia enfermiza”, ya se acuñaron como términos que marcan estas conductas. No falta quien las considera un “vicio”, equiparándolas con el alcoholismo o la toxicomanía. Ahora bien: ¿eso es enfermizo? ¿Cuándo comienza a ser patológico y cuando hay un “uso normal”? En un grupo focal con jóvenes de ambos sexos de entre 17 y 24 años se preguntó si cuando estaban haciendo el amor, recibirían una llamada de su teléfono celular, y más de la mitad contestó que sí. Para gente que no se considera nativa digital, eso es incomprensible. ¿Dónde está lo “mórbido”? Un “viejo” utiliza el espejo para mirarse, un joven nativo digital se mira en el teléfono. ¿Cuál de ellos está en lo correcto?

No hay dudas que estamos ante un verdadero cambio civilizatorio, de profundidad aún desconocida. La invención de la rueda, la agricultura, el manejo de los metales, la navegación a vela, la máquina de vapor, la electricidad, son momentos que marcan la historia humana. Otro tanto sucede con la aparición del internet y la cultura virtual que va abriendo. Se reemplaza la realidad por una imagen. Ello, sin dudas, abre interrogantes. Estamos ante algo que no es poca cosa: no es una moda pasajera, un elemento aleatorio, un electrodoméstico más, que amén de facilitarnos el día a día -una licuadora, un horno a microondas- no cambia nuestra forma de estar en la vida. Esta cultura de la virtualidad, llegada para quedarse, altera sin retorno la cotidianeidad, nuestras relaciones interhumanas, nuestra relación con el mundo. En otros términos: nuestra relación con la verdad. De ahí que se puede llegar a hablar -noción que impone un muy profundo debate que supera grandemente este mediocre opúsculo- de post-verdad. ¿La vida pasa a ser lo que muestra una pantalla? ¿Quién lo muestra entonces? ¿La humanidad está atrapada en esto? ¿Es o no un beneficio esta situación?

Esto lleva a pensar en el mundo que se está construyendo. Es cierto que hay generaciones, los llamados “nativos digitales”, que van conociendo cada vez más una realidad dada crecientemente por lo virtual. “¿Qué significa un pulgar para arriba?”, pregunta un viejo a una joven: “Like”, responde la muchacha (por supuesto, tiene que ser en inglés, aunque se trate de un país con otra lengua). ¿Qué significa eso? Que la realidad está mediatizada/construida/significada por esta malla simbólica que ofrecen las pantallas. Y lo que ofrecen es un menú previamente preparado por ciertos grupos, los que dominan todo. De ahí que sea un mito que el internet sea libre. En relación a la post-verdad arriba aludida, se abre la inquietante pregunta sobre quién “construye” esas verdades. Hoy día, en las redes sociales ya no se sabe en absoluto qué es qué, qué cosa es una fake news o no. De hecho, los centros de poder destinan ingentes esfuerzos a falsificar informaciones, datos y percepciones a través de esos “ejércitos modernos” que son los net centers. Lo que consumimos en cantidades industriales en las pantallas de los smartphones ¿quién lo pone ahí y para qué?

Para graficar esa confusa Torre de Babel a que está dando lugar esta nueva cultura, ya impuesta hoy sin posibilidad de marcha atrás, véase este simpático ejemplo: vez pasada apareció un relato en un blog, punzante denuncia escrita con un nombre ficticio: Abunda Lagula, y eso provocó un increíble desconcierto. Muchos lectores protestaron porque pensaron que se trataba de una noticia falsa. ¿Ya no sabemos qué es cierto y qué no? Pareciera que el holograma va superando a la materialidad. ¿Qué significa entonces aquello, dicho más arriba, de lo real supera a lo virtual?

Lo que inaugura esta tecnología da para todo. No está claro -imposible decirlo- qué futuro habrá de generar. A quien dice que todo esto nos adormece, podría respondérsele que las actuales movilizaciones que vemos en el mundo están convocadas, en muy buena medida, por vía de smartphones. Pero no hay que dejar de considerar que el panóptico global sabe todo de nosotros -y nos controla- también a través de estas vías. En la República Popular China sirvió para detener la pandemia, mientras que al mismo tiempo se monta la popular plataforma para videos Tik Tok (propiedad de la empresa china ByteDance), red adalid de la superficialidad. Con un teléfono celular en la mano y conexión a internet se puede acceder a todo el conocimiento universal, hacer una tesis doctoral, pasar proclamas revolucionarias, encontrar solución a muchas penurias, buscar pareja afectiva, visitar cualquier lugar del mundo, tener sexo, o también “perder el tiempo”. Aunque…, ¿quién pone el criterio para decir que se pierde tiempo? ¿Con qué opción nos quedamos?

Insistamos: hay aquí un debate de proporciones gigantescas. Quedarse con la idea que ahora vamos hacia un mundo de “tontos adormecidos” es, como mínimo, muy pobre. Quienes crean estas tecnologías (desarrollos científico-técnicos fabulosos que, hoy por hoy, solo muy pocos países pueden tener) no parecen muy tontos; y los poderes que se valen de ellas -para hacer negocio o para control social- tampoco lo parecen. No hay dudas que se está produciendo un gran cambio en la dimensión cultural de la humanidad, la forma en que establecemos nuestra civilización: hace unos años atrás, ¿quién remotamente hubiera pensado interrumpir un coito para atender el teléfono? ¿Son más “tontos” quienes ahora lo hacen? Hay una transformación profunda en juego, que no está claro hacia dónde nos llevará. La estructura de base, apoyada en la explotación de una clase social sobre otra, no ha cambiado. El sujeto humano en cuestión -producto de una historia subjetiva y social que no domina, que en todo caso nos domina- sigue siendo el mismo, transido por los miedos, por el terror a la finitud, con un malestar intrínseco a su especie que no desaparece nunca (aunque se llene de oropeles, espejitos de colores y ya estemos pensando en viajar a Júpiter). Está por verse si esta herramienta, igual que la conquista del fuego en su momento, o la domesticación de animales -para mencionar algunos hitos de la historia- contribuye a un cambio significativo. Si levanta tantas olas -“todo esto nos embrutece” o “es una revolución tecnológica que nos facilita la vida”- es porque estamos ante algo muy grande. ¿Servirá para mantener las injusticias, inequidades y atrocidades humanas, o podrá contribuir a liberarnos de ellas?

Telefonía celular y redes sociales: ¿vicio, problema, aporte?

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La inteligencia artificial o la humanidad teledirigida

Publicado por la editorial Caja Negra en 2020, Eric Sadin, nos presenta La inteligencia artificial o el desafío del siglo. Una obra en donde realiza un fuerte cuestionamiento al actual desarrollo de la IA, señalándolo como una amenaza para la humanidad y sus instituciones. ¿Cuáles son los riesgos de delegar en las máquinas aspectos inherentes al quehacer humano? ¿Está la democracia liberal amenazada por una tecno-ideología? ¿Nos gobierna un Leviatán algorítmico? Estas y otras preguntas son las que va a intentar responder el autor del libro en cuestión.

Reconocido por sus críticas filosas a los distintos fetiches de la tecnología digital y la IA, Eric Sadin es una de las personalidades más destacadas y renombradas entre los que estudian las relaciones entre tecnología y sociedad. Sus trabajos y escritos se han concentrado en el intento de armar un diagnóstico de la contemporaneidad y sus prácticas en función del impacto que los artefactos tecnológicos producen en la humanidad. Siendo este el más político de sus últimos libros, el autor intenta sentar las bases de una ética contra la inteligencia artificial o ética de la responsabilidad y a la vez advertirnos del riesgo de delegar nuestra capacidad de raciocinio a una computadora presuponiendo un natural “orden algorítmico de las cosas”.

El tecno-logos

Para Sadin las tecnologías digitales han producido un cambio muy profundo en nuestra forma de percibir la realidad. Específicamente lo que plantea es que con el desarrollo de los sistema computacionales, fuimos desplazando nuestro criterio de evaluación y diagnóstico a los softwares, dotándolos de “una singular y perturbadora vocación: la de enunciar la verdad” [1].

De la misma forma que la antigua palabra griega logos era utilizada para referirse a la razónpalabra o sentido hoy, para el autor, vivimos en una era donde rige el tecnó-logos. Por primera vez en la historia de nuestra especie dotamos a los artefactos del poder de enunciar, más rápido y mejor, el supuesto estado de las cosas. Según Sadin este poder constituye la primera característica de lo que él llama “inteligencia artificial” y que además determina todas las funciones que le son asignadas. Esto es muy interesante porque a partir de este momento “las ciencias algorítmicas” toman un camino antropomórfico que busca atribuir a los procesadores cualidades humanas, de poder evaluar situaciones y sacar conclusiones de ellas. Para el autor entramos literalmente a “la era antropomórfica de la ciencia”.

La IA rodea nuestra existencia bajo muchas formas que van desde dispositivos computacionales (smartphones, chatbots, GPS, etc.) conectados a los seres y las cosas del mundo (voces, textos, automóviles en movimiento, etc.), los que a su vez son reducidos a expresiones matemáticas-binarias que facilitan su administración algorítmica. Se dice “inteligente” porque sus partes intentan imitar algún aspecto de la inteligencia humana (determinar la mejor oferta de zapatillas en todo el mercado del calzado o la ruta automovilística más corta para llegar a casa, por ejemplo) pero esto no deja de ser una mera reducción, ya que no hace más que seccionar una parte de la inteligencia humana y la maximiza. En ese sentido la IA es la vanguardia de punta de lo que Sadin llama “tecnologías de lo exponencial”. La IA es un recorte de la inteligencia humana maximizada, recorte que está lejos de poder pensar (de conjunto) como una persona. Pero se le dio la autoridad para que su diagnóstico se considere como verdadero.

Lo digital surge como una forma de peritar “lo real” de una forma más fiable que nosotros mismos. Esto se puede apreciar cotidianamente en los buscadores de internet, en la medicina, en la administración financiera que además autoriza créditos personales, las redes sociales, en las aplicaciones de GPS y hasta en la justicia por medio de fallos y video vigilancia. Y es en ese sentido que “Toma forma un estatuto antropológico y ontológico inédito que ve como la figura humana se somete a las ecuaciones de sus propios artefactos con el objetivo prioritario de responder a intereses privados y de instaurar una organización de la sociedad en función de criterios principalmente utilitaristas” [2].

Criterios utilitaristas que sutilmente se fueron instaurando en nuestro sentido común cotidiano hasta convertirse en una nueva doxa (opinión) acrítica de los beneficios de la “revolución digital”. Una revolución que terminó volviendo a poner en el horizonte “la ideología del progreso” que finalizará con el advenimiento de un régimen acabado de perfección.

Ahora bien, hay que decir que los artefactos (de cualquier tipo) no son derivados de ningún orden natural de las cosas, sino que son el producto de la acción humana y que interfieren en los asuntos de los humanos. Para Sadin IA no es diferente, no hay ningún camino inevitable que haya llevado a la IA a convertirse en la prótesis de nuestras elecciones, sino que hay un criterio (político) utilitario de maximización exponencial en las decisiones que relegó el tiempo humano de la comprensión y la reflexión.

La mano invisible automatizada

Como resaltamos más arriba, según Sadin, la tecnología y sus diferentes manifestaciones en la forma de artefactos son fruto de una ideología. Dicha ideología no nace de un repollo, sino que tiene un origen específico. En el caso de la “interpretación robotizada” de la realidad, surge de lo que Sadin definió como “una fantasía tecnocientífica que data de la posguerra y se ha convertido hoy en un axioma económico y antropológico que pretende construir una gobernanza indefinidamente dinámica y sin fallas de los asuntos humanos”. Si bien Alan Turing inventó la primera computadora de análisis y cálculo (que permitió a los aliados codificar la información encriptada de los nazis y su máquina Enigma), el objetivo era acumular información para guiar al usuario a la mejor opción. A partir de la Guerra Fría y la amenaza de los misiles nucleare, los sistemas de defensa pasaron a indicar directamente qué acción se debía llevar a cabo.

Para Sadin en la misma forma que los economistas clásicos, como Adam Smith, apelaron a una metáfora fantástica para justificar determinados fenómenos del capitalismo en el siglo XIX (el ejemplo más conocido es la mano invisible que regula los mercados) hoy vivimos en un mundo que nos quiere vender el concepto de que una “mano invisible automatizada” es la responsable de la robotización y automatización del mundo contemporáneo, como si no hubiese interés políticos y económicos que lo estuvieran desarrollando e imponiendo. Los dos ejemplos técnicos que toma Sadin como paradigmáticos para ilustrar esto son los “drones de combate” y el “brazalete de Amazon”. Un artefacto puede matar con precisión a kilómetros de distancia, el otro puede controlar milimétricamente los movimientos de un obrero en un depósito, también a kilómetros de distancia.

El escenario que se abre para Sadin frente a este tipo de nuevas situaciones es un conflicto de racionalidades ya que un tipo de racionalidad técnica como es el tecno-logos apunta a instaurar modos de existencia cada vez más sometidos a esquemas racionales que favorecen el apogeo de estructuras asimétricas de poder.

El mito originario

El fundamento principal que tiene la racionalidad técnica para justificar su supremacía radica en un mito muy antiguo, conocido como la neutralidad de la técnica que por cierto predomina desde el momento en que dicho axioma ideológicamente orientado permite hacer abstracción de los intereses en juego y de las intenciones de todo tipo que se materializaron en sus dispositivos.

Este mito de la neutralidad de la técnica, nos dice Sadin, también toma forma en la imagen mesiánica de los “emprendedores visionarios” que impulsaron la informática moderna. Personajes como Steve Jobs, Bill Gates, Mark Zuckenberg o Elon Musk son presentados a la población por medio de sus autobiografías como seres iluminados, tocados por la “mano invisible” de la inspiración, presentando sus productos como fruto de su fervor creativo individual y revistiéndolos de una “inocencia virginal” lejos de cualquier responsabilidad por el mal uso de sus productos. Pero la única realidad es que hay que ser muy ingenuo para creer que el surgimiento de la PC (Steve Jobs) se debió a la iniciativa de un joven en la cochera de sus padres que con una soldadora de estaño en una mano y una plaqueta en la otra. En el relato oficial se ocultan los intereses económicos que dictaron la trayectoria de las investigaciones en ese sector, las características y la naturaleza del complejo tecnocientífico californiano y estadounidense de la época, o las luchas industriales que comenzaron a enfrentar los diferentes fabricantes de PC. Pensar eso sería como afirmar que la revolución industrial del siglo XVIII en Inglaterra surgió porque un carpintero inglés llamado James Hargreaves inventó la primera máquina hiladora (La Jenny) en 1764.

Pero volviendo a la informática, podemos afirmar que la vocación original de la misma era crear un instrumento para aumentar el control en la administración de las cosas. En ese mismo sentido, Sadin ve que en la digitalización creciente de la sociedad también se le suma el de la digitalización de las administraciones, hoy capaces de recolectar directamente los datos, de tratarlos y de ofrecer nuevos usos de aquí en adelante; por lo tanto, lo que estaríamos viviendo sería también la “transformación digital del Estado”: el “Estado se piensa de ahora en más como una “plataforma” [3].

La IA representa antes que nada un poder dinámico de organización, lo que muy pronto supo capturar al mundo de las empresas, mientras que también es un poder dinámico de gobernanza. Se está imponiendo un nuevo modelo de sociedad. Estaría dotada de poderes homeostáticos, pretende permitir a todos salir ganando y estaría manejada por sistemas en un número cada vez más extenso de sus engranajes. En esa dirección, Sadin ve en el Neoliberalismo una ideología rabiosamente individualista que reduce toda forma de vida a las “lógicas orgánicas del mercado”. Como “ya lo había afirmado Margaret Thatcher en su época: ‘La sociedad no existe’” [4].

Para Sadin el potencial aletheico de la IA llegó en un momento de avanzada del neoliberalismo a nivel global que produjo grandes crisis políticas y económicas que luego devinieron en crisis de representatividad. “En nuestro período confuso, quisiéramos que la inteligencia artificial, consciente o inconscientemente, se ocupara de resolver gran cantidad de nuestras dificultades. Cuanto más ingobernable es la sociedad, más pretendemos otorgar a una tecnología el cuidado de gobernar nuestras existencias” [5].

Según Eric Sadin “Fukuyama se equivocó”, el fin de la historia no habría surgido de la caída del Muro de Berlín en 1989 y del triunfo planetario del liberalismo político y económico, no. El fin de la historia se consumará hoy en favor de la generalización del uso de la inteligencia artificial. El fin de la voluntad que define nuestras existencias. Un nuevo régimen de la verdad blindado por fakenews y posverdad estaría emergiendo.

La “i” del Phone y su giro antropológico

Según el autor, actualmente entramos a una era de “posprogramación”, en el sentido de que el orden y el funcionamiento de los dispositivos electrónicos ya no están condicionados por un lenguaje de programación específico sino que lo condiciona a propia interacción con el mismo. La “i” del iPhone presupone la fusión del Individuo en la máquina, desde los sistema operativos amigables hasta el mouse que nos permite desplazarnos por la pantalla, son prótesis informáticas que generalizan la interfaz táctil instaurando una relación basada en una mayor cercanía.

Para Eric Sadin la IA no representa solamente una tecnología más, sino que literalmente encarna una “tecno-ideología”. Una ideología que “permite que se confundan los procesos cerebrales y las lógicas económicas y sociales que tienen como base común su impulso vitalista y su estructura conexionista altamente dinámica” [6].

El neoliberalismo y su individualismo fomentaron la atomización del sujeto humano a su expresión más mínima, su cerebro. La época actual ya no hace eje en el sujeto en sí, en el ciudadano, sino en la mínima expresión de una persona como son sus impulsos y reacciones cerebrales. El “tecno-liberalismo” convirtió al cerebro humano en el fetiche de la comprensión y demostración de la realidad. Sin ir muy lejos, varias disciplinas actuales han agregado el prefijo “neuro” a su campo para darle un lustre científico (verdadero). Llegamos a hablar de “neuromanagement”, de “neuropolítica”, o incluso de “neuroeducación”. Toda una fascinación por la “plasticidad cerebral” que presupone un orden natural de las cosas que se ve reflejado en su uso aplicado: educación, defensa, administración, justicia, etc. Para Sadin, literalmente el “cerebro” se convirtió en la nueva “mónada humana” [7].

Para Sadin, actualmente el tecno-logos está creando un “nuevo régimen de verdad”. Pero volvemos a caer en la ya clásica y conocida pregunta filosófica ¿Qué es la verdad? En ese sentido, para el autor Occidente ha atravesado varios estadios de lo que se entiende por verdad o episteme a lo largo de su historia. Surgió la verdad revelada con el monoteísmo. Después pasó por el Platonismo y su sana desconfianza a las sombras de las cavernas. Luego Aristóteles nos dio una primera definición de la verdad al plantear la “adecuación con lo real”. Tomas de Aquino problematizó la dualidad de la verdad y su acceso a ella a partir de distinguir lo espiritual de lo racional. Descartes en el siglo XVIII proclamó la certidumbre del cogito por la prueba del método y las cadenas de razonamiento. Nietzsche, identificó el principio de la verdad en relación al respeto obligado de la moral. Y finalmente cierra el desarrollo del concepto de verdad con la definición de Michel Foucault y su teoría de los “juegos de verdad” en donde el poder se encuentra en la posesión del saber.

Según Sadin, “nunca” un régimen de verdad se había impuesto de esta manera en la historia., Y no por su fuerza de seducción o por su influjo coactivo, sino por la producción de adecuaciones que damos por sentado que son las más apropiadas. Hay un poder de revelación que promete ejercer su ingenio desde el menor detalle de nuestra existencia hasta las situaciones colectivas como ninguna otra instancia tutelar simbólica lo había podido hacer hasta ahora.

Lo que se quiere presentar en el libro no es un desacuerdo con las herramientas, sino con respecto al espíritu de la técnica que está predominando y que alimenta un tipo específico de racionalidad: una razón instrumental extrema. En ese mismo sentido lo que Eric Sadin busca denunciar o alertar es que hoy hay un cambio en el estatuto de la noción de poder, literalmente entramos a una Controlcracia: No es el miedo al Leviatán hobbesiano lo que controla a la sociedad moderna. Tampoco los dispositivos de control foucaultianos, ya que no se trata de vigilar sino de conmover en los comportamientos. “Hoy pasamos del estado de la individualización, que caracteriza en gran parte a la modernidad en la posguerra, al estadio de la penetración de los cuerpos y las cosas” [8].

Para Sadin se pone menos énfasis en la justicia y más en los mecanismos de control en la forma de la administración automatizada. Hay menos control estatal y más “monitoreo algorítmico”, por medio de los datos cruzados gracias al Big Data. Para el autor, literalmente hoy vivimos a través de tecnologías de la administración de la vida y la previsión. Pasamos del “fetichismo de mercancía” al “fetichismo de instante mejor gobernado”. No hay “poshumanidad” sino humanidad materializada, incubada y teleguiada desde servidores.

La “Doxa” técnica o el gobierno de los números

Con la llegada del neoliberalismo, a comienzos de la década ochenta, el fenómeno doble de la presión de la competencia y de la flexibilización de los códigos del trabajo favoreció un principio que después se generalizó muy rápidamente: hacer externas ciertas actividades. Nace la tercerización con el objetivo de reducir costos. “Estos métodos se vieron facilitados por la digitalización de los registros contables relativos al funcionamiento de los tercerizados que permitieran tener una visión detallada de sus prácticas” [9]. La IA procede en sí misma mediante comparaciones. Su base descansa en la codificación binaria que recorta los elementos en unidades mínimas.

Para Sadin, en el mundo de la ideología “Tecno-liberal”, la equivalencia se vuelve un fetiche. La naturaleza de una tecnología basada en el cálculo comparativo se confunde con un objetivo económico que pretende poner en comparación cualquier cosa con cualquier otra, a fin de hacer intervenir permanentemente un criterio de competencia y de extraer en cada operación, el margen de beneficio más amplio. Vemos cómo los sistemas proceden a la medición de los desempeños del personal a través del seguimiento del uso de sus computadoras para registrar todo gesto y movimiento, lo que permite que se establezcan cartografías granulares y evolutivas. El management actual determina cada vez más objetivos a corto plazo firmando en general contratos cada vez más precarios que cuando llegan a término, serán objeto de nuevas licitaciones que presentarán a las agencias de empleo para volver a comparar a los individuos y seleccionarlos para nuevas tareas temporales.

Los individuos deben ser movilizables en todo momento y, cuando llega el momento, deben movilizarse ellos mismos para realizar los objetivos que se les asignan. Surge un beneficio de la intercambiabilidad continua de los seres. A cada uno de nosotros se le asigna una suerte de “rating” y trabaja, le guste o no, consciente o inconscientemente, para hacer subir este rating y entonces capitalizarlo. Según el autor somos como una “mónada nómade”.

Para Sadin entramos a una era de la antropología de lo comparativo y como consecuencia llegamos al clímax de una relación utilitarista con lo real. Sadin afirma que vivimos en el mundo ideal que Jeremy Bentham (creador de la estructura de vigilancia panóptica que luego Foucault analizó en su libro Vigilar y Castigar) pensó para nosotros: un mundo en donde la utilidad prevalece antes que cualquier otra consideración. “El dogma de la ‘mano invisible’ que hoy habría alcanzado un estadio automatizado, toma ahora la forma de una verdad instituida. Trabajaría perpetuamente para el interés de todos y cada uno de nosotros, y nos haría entrar en el mejor de los mundos posibles o en un ‘paraíso artificial’ llamado a imponerse a todo instante.” [10]. Un “paraíso artificial” garantizado por algoritmos y artefactos ideológicamente “neutrales”.

A modo de cierre

Para Eric Sadin, la humanidad se encuentra teledirigida y no es consciente de eso. En ese sentido lo que propone es la elaboración de una teoría crítica sobre internet: “No, no necesitamos ‘pensadores de Internet’ sino un pensamiento sobre la digitalización del mundo, su automatización a largo plazo total, y todas sus consecuencias en nuestra existencias. Pero probablemente estemos alcanzando en este punto una suerte de techo de cristal de la conciencia ‘crítica’ predominante” [11].

Es por ese camino que Sadin considera que se puede revertir la situación, creando una “ética de la responsabilidad que se preocupe por el modo en el cual nuestros principios, los fundamentos de nuestra humanidad y nuestra civilización, están en vías de ser erradicados” [12].

Para Sadin, la salida “racional” a esta tecno-encerrona que se despliega sobre la sociedad es una “ética”, pero de la acción que se movilice en las calles por “defender la preservación de nuestros datos personales y a recurrir sin descanso a la ‘ética’” [13]. Según él “No hay que apelar a una ‘convergencia de luchas’ sino a una simultaneidad de operaciones llevadas adelante en los múltiples lugares donde deban ocurrir e inspiradas por principios comunes” [14]. La pregunta del millón sería como hay que hacer para que surjan esas “múltiples operaciones” y que lleguen a cumplir su objetivo civilizatorio. Bueno, la respuesta que nos ofrece Sadin es más confusa que esclarecedora ya que apela a un tipo de organización clandestina de corte anarquista fundada en Francia por el año 2000 llamados el “Comité Invisible” los cuales predicen un colapso del capitalismo que fomentará “el motín organizado” [¡!] [15]. Esto es muy llamativo, viniendo de un pensador que llama a “no coordinar luchas” o que directamente llama a no hacer huelga y protestar como “neoluddista” [16]. Al final del libro aparece lo que Sadin propone como modelo de organización política para comenzar esta resistencia ética; esos serían los “Grupos de información de las prisiones” como los que creó Michel Foucault en 1971. Su idea es organizar una intolerancia activa que permita “zonas a defender” para hacer intervenir a la “jurisprudencia cuando lo juzguemos necesario” [17]. Todo el análisis que presenta Sadin en su libro es un desarrollo extensivo y exhaustivo donde nos muestra cómo la IA se fue desarrollando a lo largo de la historia para que finalmente tome la forma que conocemos hoy.

Sadin, está explicando el momento de la historia en la que nos encontramos, pensándolo en relación al pasado, presente y el tecno-futuro por venir, pero desde una perspectiva de laboratorio o si se quiere simplemente crítica. Es como si fuese un geólogo. Explica las capas sucesivas que forman nuestro suelo, cada capa define las condiciones de posibilidad de un cierto tipo de pensamiento que ha triunfado durante un determinado período de tiempo. Pero no nos cuenta lo más interesante de todo esto, que sería: a partir de qué condiciones se ha constituido cada tipo de pensamiento; cómo o por qué los seres humanos pasamos de un tipo de pensamiento a otro. Para poder hacer posible eso hubiese sido necesario hacer intervenir a la praxis, es decir a la Historia.

Si bien el libro de Eric Sadin presenta un análisis agudo sobre las nuevas formas de control social y productivo a partir de la IA, su análisis tiene muchos espacios en blanco o preguntas sin responder. Cómo por ejemplo: al principio de la nota vimos como Sadin muestra y desarrolla los intereses que hay detrás de esta “mano invisible automatizada” que se nos presenta como parte de un desarrollo natural de la tecnología, pero en ningún momento aclara o define qué sectores sociales, específicamente, son los que se ven beneficiados por este “tecno-logos” y por otro lado qué sectores sociales son los que se vería afectados por los mismo. En ese sentido queda difuso o poco claro a quién estaría intentando interpela con su propuesta. No tiene distinción ni limitación.

Por último, tampoco queda definida la relación entre el “tecno-liberalismo” y la “razón instrumental extrema” ya que no queda claro dónde poner el eje del problema: en las máquinas surgidas de un espíritu de época que quiere cosificar a los seres humanos y convertirlos en apéndices de sus fusibles, o en un sistema político-económico utilitario que busca maximizar las ganancias a costa del aumento del deterioro y empobrecimiento de la calidad de vida de los trabajadores bajo la forma de la precarización laboral más extrema.

Desde la época de Karl Marx a la actualidad la tendencia histórica es al aumento de la productividad, que gracias a la máquinas y el desarrollo técnico, cada vez se produce más en menos tiempo, pero eso no representó una disminución de las jornadas laborales sino que al contrario, cada día los empresarios buscan como absorber hasta el último minuto de la vida de los obreros en los tiempos de trabajo.

El desafío por lograr es poder romper las relaciones sociales capitalistas para así lograr que ese menor tiempo de producción logrado por la tecnología, se traduzca en que la humanidad cada vez tenga que utilizar menos energías para producir lo que necesita para subsistir. Y así finalmente poder liberarse del yugo del trabajo para poder desplegar su tiempo y fuerzas en el pleno desarrollo de las capacidades humanas como es el ocio creativo, el arte, la ciencia y la cultura. Sin mencionar lograr establecer una relación más equilibrada y sana con la naturaleza.

NOTAS AL PIE

[1] Eric Sadin, La inteligencia artificial o el desafío del siglo, Buenos Aires, Ed. Caja Negra, 2020, p. 17.
[2] Ibídem, p. 21.
[3] Ibídem, p. 208.
[4] Ibídem, p. 213.
[5] Ibídem, p. 214.
[6] Ibídem, p. 70.
[7] En la filosofía moderna, a partir de Leibniz con su Monadología, el concepto de mónada se aplica a la idea de un “átomo espiritual” o la manifestación más mínima e indivisible del espíritu humano.
[8] Ibídem, p. 225.
[9] Ibídem, p. 182.
[10] Ibídem, p. 202.
[11] Ibídem, p. 274.
[12] Ibídem, p. 277.
[13] Ibídem, p. 290.
[14] Ibídem, p. 289.
[15] Ibídem, p. 289.
[16] Ibídem, p. 136.
[17] Ibídem, p. 310.

Fuente: https://www.laizquierdadiario.com/La-inteligencia-artificial-o-la-humanidad-teledirigida?utm_source=newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=Newsletter

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La lectura en edades tempranas refuerza el vínculo familiar

Por: ABC

A juicio de los expertos, «es muy importante fomentar el amor por la lectura incluso antes de que los niños aprendan a leer»

La psicóloga María Ángeles Naranjo Moreno, miembro del servicio de pediatría del hospital Quirónsalud Huelva-IHP, ha remarcado la lectura en edades tempranas ayuda a los más pequeños a trabajar la empatía, potenciar las habilidades sociales y psicolingüísticas, y refuerza el vínculo con sus padres.

En palabras de la especialista, «en todas las etapas de la vida un buen libro nos va a ofrecer un mundo de posibilidades para crecer como persona». La lectura es una actividad que aporta numerosos beneficios en el desarrollo tanto en niños como en adolescentes y adultos mejorando la lectura comprensiva, la redacción y la atención auditiva. Y es «una ayuda indiscutible para que los más pequeños comentan menos faltas de ortografía», ha explicado la experta, según han informado desde el centro hospitalario en una nota de prensa.

A su juico, «es muy importante fomentar el amor por la lectura incluso antes de que los niños aprendan a leer». Según relata la psicóloga «una manera ideal de hacerlo es dedicando unos minutos a leer un cuento con nuestros hijos, lejos de las nuevas tecnologías que son tan interesantes y motivadoras para ellos».

MªJosé Gil, pediatra del hospital Quirónsalud Huelva, también insiste en dejar a un lado las pantallas para disfrutar de tiempo de calidad con nuestros hijos «a la vez que les brindamos un mejor desarrollo de las áreas de su cerebro vinculadas a la regulación y el autocontrol». «Si finalmente optamos por el uso de dispositivos electrónicos para los más pequeños este siempre debe estar regulado y acompañado por un adulto», ha proseguido.

Por su parte, María de los Ángeles Naranjo ha apostillado que «también es importante elegir libros de una temática que les apasione y sean acordes a su nivel de desarrollo». «Esta actividad debe ser un refuerzo positivo, que lo vean como el premio del día y no como una obligación».

Como ha sostenido, «debe ser un momento para disfrutar de la compañía de sus padres y, sobre todo, de la atención de estos». Además de lo descrito, la psicóloga insiste en hacer de la lectura una actividad familiar que ayudará a disfrutar juntos y a consolidar la lectura como un hábito: acudir a la librería en busca de nuevos títulos elegidos entre todos, comentar juntos la historia del libro, visitar ferias del libro y cuentacuentos. «De esta manera conseguiremos despertar la pasión por la lectura en los más pequeños», ha concluido.

Fuente e Imagen: https://www.abc.es/familia/educacion/abci-lectura-edades-tempranas-refuerza-vinculo-familiar-202105290046_noticia.html

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Los sistemas digitales de vigilancia ampliados por la pandemia

Por: Ana Esther Ceceña, Josué García Veiga. 22/05/2021

Es indudable la utilidad que pueden tener estas tecnologías para poder formular políticas lo más adecuadas posible en el tratamiento de covid-19… Pero también es indudable el carácter autoritario de todas estas tecnologías.

El presente trabajo expone los principales usos tecnológicos digitales con fines de control y vigilancia que han sido implementados en América Latina y el Caribe como resultado del combate a la covid-19. La muestra es evidencia de una amplia y variada instrumentalización de distinta intensidad y alcance por país en la región.

Desde Chile hasta México, pasando por Honduras y República Dominicana la emergencia sanitaria es utilizada como discurso para justificar el aumento de dispositivos digitales. En función de lo anterior existen diversos ensayos y aplicaciones de algoritmos de inteligencia artificial, cámaras con sensores térmicos, uso de drones, técnicas de geolocalización y desarrollo de programas para móviles (apps) entre otros, para múltiples fines: desde el rastreo de la covid, la detección de contagios y el seguimiento de contactos, hasta la supervisión de medidas de distanciamiento social, confinamiento, control de la información digital y automatización de prácticas médicas en diagnósticos y otros servicios relacionados.

Cabe señalar que las clasificaciones presentadas siguen la propuesta original de Whitelaw et al. (2020) publicada por la revista Lancet Digital Health y ha sido complementada con otros importantes esfuerzos de sistematizar el creciente avance de estos dispositivos, entre los que destacamos: el Covid Tracing Tracker del MIT (2020), el informe especial de Freedom on The Net 2020, The Pandemic´s Digital Shadow (Shahbaz y Funk, 2020), COVID-19 Digital Rights Tracker por TOP10VPN a cargo de Andrew Dwyer (Woodhams, 2020), la iniciativa Pandemic Big Brother (2020), el compendio de Naciones Unidas sobre iniciativas gubernamentales digitales (UN, 2020) y Fighting the Global Covid-19 Power-Grab de Privacy Internacional (2020).

La tabla es un avance en el estudio de las distintas tecnologías y su implementación por país. No obstante, debe subrayarse que su función es meramente analítica ya que su aplicación en cada país trata de una mezcla complementaria entre tecnologías y dispositivos.

Las estrategias de rastreo de la covid emplean análisis de big data y algoritmos de inteligencia artificial en conjunto de teléfonos celulares, aplicaciones digitales (apps), redes sociales, pagos con tarjetas u otros dispositivos para obtener datos en tiempo real de la ubicación de los casos positivos o posibles contagios y así determinar el avance del virus al interior de los territorios. En Argentina, la firma GranData proyecta mapas de calor diseñados para monitorear el cumplimiento de la cuarentena, basándose en información de ubicación georreferenciada recopilados por terceras apps digitales (PI, 2020). El rastreo en ocasiones se realiza mediante la información que gestionan las corporaciones de telecomunicaciones, en Chile el análisis de big data de dos empresas que integran Atelmo (Entel y Movistar) en conjunto con las Universidades de Chile y del Desarrollo, utilizan la información agregada de la red para crear mapas de calor que reflejen el nivel de movilidad por comunas.

El uso de cámaras térmicas y algoritmos de reconocimiento facial son instaladas en espacios generalmente públicos, altamente concurridos, con el objetivo de detectar patrones entre las personas que correspondan al perfil de un caso positivo: como la alta temperatura corporal. El metro de Panamá instaló cámaras térmicas en sus estaciones para detectar a viajeros con posible infección de SARS-CoV-2, se trata de cámaras con sensores infrarrojos a la entrada de las estaciones, en el área de los molinetes de acceso, para detectar personas con alta temperatura, que generen sospechas de contagio (Infobae, 2020). En la Ciudad de México el Sistema de Transporte Colectivo (Metro) las cámaras cuentan con algoritmos de reconocimiento facial e inteligencia artificial y en tan solo 2 segundos pueden detectar la temperatura corporal de 15 a 30 personas simultáneamente mientras éstas transitan a lo largo de los pasillos (Staff High Tech Editores, 2020). Asimismo, se instalan cámaras en los sistemas de transporte público como los autobuses de Buenos Aires y Bogotá, y en los aeropuertos de las principales ciudades (como Sao Paulo y los nuevos equipos en el San Salvador).

En el caso de Ecuador, el Servicio Integrado de Seguridad ECU911 ha implementado algoritmos de IA desarrollados por el Banco Interamericano de Desarrollo, llamada Distancia2, que sirven para analizar las imágenes provenientes de las cámaras y medir la distancia entre las personas para así evitar posibles contagios. La información es utilizada para actualizar de manera automática los indicadores de movimiento y mapas de calor (Riobo, Márquez y Calatayud, 2020).

Los dispositivos digitales también son implementados para garantizar el cumplimiento de medidas de cuarentena y aislamiento social. En Ecuador, el 17 de marzo de 2020, la ministra de Gobierno, María Paula Romo, anunció que por decreto oficial el gobierno comenzaría a utilizar el rastreo por satélite para garantizar que los ciudadanos no traspasen la “valla epidemiológica”[1]. Otro caso es el acuerdo firmado por el gobierno de Río de Janeiro y la empresa de telecomunicaciones TIM para utilizar datos de geolocalización de sus suscriptores con el fin de monitorear el cumplimiento de las restricciones de aislamiento.

Se debe agregar que también los drones son utilizados para vigilar el movimiento de los cuerpos, detección de infecciones y más comúnmente en labores informativas. En marzo de 2020 el Gobierno brasileño decretó el cierre temporal de la frontera con Uruguay como medida preventiva ante la pandemia y la 3era Brigada de Caballería Mecanizada del Ejército Brasileño voló un dron (DJI Mavic Mini Fly More Combo) para patrullar desde los cielos los límites fronterizos (Valadares, 2020). Similar al uso policiaco de drones en Chaltenango, El Salvador para verificar la movilidad de las personas y vehículos en las calles y carreteras del país (Policía Nacional Civil, 2020). En el caso de la Policía Metropolitana colombiana en conjunto con las autoridades sanitaras, los drones cuentan con cámaras térmicas que pueden detectar durante el día o la noche la temperatura corporal de individuos o grupos de personas que transitan calles públicas (Almenara, 2020). En otros casos vemos también su implementación en operaciones informativas con mensajes de audio transmitidos por medio de altavoces que sirven para comunicar las medidas gubernamentales (como el caso de Brasil, México, Ecuador, Colombia y Paraguay).

La situación de emergencia resalta la importancia no sólo de contar con información precisa y actualizada sino también de gestionarla y controlarla. En este caso vemos a los organismos internacionales, instituciones de salud, corporaciones y estados que se encargan de velar por la información avalada como “oficial” y verídica frente a las disonantes versiones que son descalificadas como distorsiones o fake news. En algunas ocasiones esto cuenta con el apoyo jurídico legal estatal, como el Decreto Supremo 4200 en Bolivia bajo la presidencia de Jeanine Áñez, que de manera ambigua y sin definición clara criminaliza toda actividad en-línea que sea considerara como “desinformación” o actos que “generen incertidumbre a la población” (Human Rights Watch, 2020).

El uso de programas digitales (apps) para dispositivos móviles destacan por su gran popularidad. El desarrollo y diseño de estas apps es atractivo por sus bajos costos, alta versatilidad para muchas funciones y su facilidad de reprogramar. Tomemos como ejemplo la app EDUS en Costa Rica que permite a los doctores acceder al expediente médico de los pacientes en tiempo real, garantizar un análisis completo del historial médico de los pacientes y determinar el tratamiento específico para cada problema de salud; además, permite un monitoreo de las distintas fases de la enfermedad para visualizar su evolución y detectar progresos o dificultades. Adicionalmente la app permite a los pacientes la revisión de medicamentos, solicitar y reservar citas médicas en los centros de salud cercanos o directamente en los hospitales (Solís, 2020). Estas apps pueden ser útiles como medio de difusión de información oficial (en el caso de las apps gubernamentales), más aún para recopilar información sensible y personal que en la mayoría de los casos realizan de manera automatizada diagnósticos con base en los propios síntomas reportados por los usuarios. La tabla 2 registra 16 países de la región que cuentan con apps digitales con los servicios de información médica y encuestas de síntomas para autodiagnóstico. En Cuba el gobierno promovió el uso de una app desarrollada por estudiantes de la Universidad de Ciencias de la Computación que colaboraron con el Ministerio de Educación Superior de Cuba, el Ministerio de Salud Pública y la empresa estatal de telecomunicaciones ETECSA con el objetivo de identificar en tiempo real aquellas personas que se auto-diagnosticaron con alguna sintomatología respiratoria y que pudieran ser sospechosas de la enfermedad, esto se realiza gracias al llenado y envío de formularios por Internet, que posteriormente son procesados y trasladados a los centros de salud (Freedom on the Net, 2020). En Ecuador, la app gubernamental SaludEC permite a los usuarios informar sus síntomas y conectarse con los servicios de salud, la app solicita permiso para acceder a la ubicación GPS y requiere que los usuarios proporcionen información de identificación confidencial. México también cuenta con un cuestionario de detección de covid-19 que recopila información personal sensible que puede ser transferida a las autoridades federales y locales.

Entre otras aplicaciones digitales que apoyan el trabajo médico de automatizar diagnósticos son los bots virtuales como R.O.S.A. (Respuesta Operativa de Salud Automática) en Panamá que gestiona consultas digitales vía WhatsApp y mediante la línea 169 ayudando a filtrar los pacientes que presentan síntomas relacionados con la covid-19 para ser remitidos a una atención médica; adicionalmente puede responder dudas sobre la enfermedad y el virus SARS-CoV-2 (Fundación Carlos Slim, 2020). También “Aurora” un bot desarrollado por el Ministerio de Salud Pública (MSP) de República Dominicana que provee información a la población sobre la covid y conecta con más de 200 médicos, a través de herramientas sociales como Whatsapp y Telegram, permitiendo a los ciudadanos realizar video llamadas y obtener asistencia general vía telefónica o texto. En tan solo menos de 24 horas de lanzada, se reportaron más de 26 000 interacciones y 17 días después, 183 860 (Cruz, 2020).

Adicionalmente las apps pueden ser complementadas con algoritmos que registren aquellos casos confirmados de covid para dar seguimiento y alerta a sus contactos considerados como posibles contagiados. En la región identificamos al menos 6 países donde las apps digitales presentan opciones de seguimiento de contactos (Brasil, Ecuador, Haití, México, Perú y República Dominicana). A pesar de que se ha señalado que estas apps tienen un bajo uso y en muchos casos se trata de aplicaciones voluntarias, nos es importante resaltar el ejercicio como un ensayo inédito de gran alcance regional en tan poco tiempo, que muestra posibles rutas para futuras experiencias de vigilancia digital.

Es indudable la utilidad que pueden tener estas tecnologías para poder formular políticas lo más adecuadas posible en el tratamiento de covid-19 o de cualquier otro padecimiento generalizado que requiera un monitoreo preciso. Pero también es indudable el carácter autoritario de todas estas tecnologías.

Los datos recopilados sirven para elaborar los mapas epidemiológicos que ayudarán a controlar al virus pero que pueden servir a fines diversos, sean comerciales (como ofrecer servicios privados o medicamentos de patente una vez que se conoce el estado de salud del individuo), o de vigilancia.

De hecho, se podría decir que mediante estas tecnologías se está estableciendo un panóptico global (un big brother) en el que todos los individuos quedarán expuestos a procedimientos de control y disciplinamiento diversos que, de conformidad con los estilos políticos en cada lugar, podrán ser abiertamente represivos o adoptarán estilos consensuales. Los dispositivos digitales de vigilancia implementados por requerimientos médicos se ven entremezclados con rasgos sociales, políticos y culturales situados, específicos de las relaciones de poder de cada territorio en concreto.

En realidad desde el momento en que los individuos incorporan voluntariamente la aplicación a su teléfono móvil, están aceptando someterse a una autoridad superior y a normas y políticas no decididas por ellos. El problema es que no incorporar la aplicación equivale a quedar excluido de las fuentes de información que le permitirían tener un criterio propio sobre el caso. De esta manera sirven para generar nuevos patrones de identidad y sometimiento, generar criterios de clasificación (exclusión e integración) y códigos de acceso para restringir o permitir la movilidad de los cuerpos.

En principio son los gobiernos, y a la ocasión las autoridades de salud, quienes estarían dictando las reglas y procedimientos a seguir en esta circunstancia, pero los datos se están registrando no sólo por ellos sino por las autoridades de control de población en general, incluidas las de seguridad. O sea, que la angustia sobre la pandemia, justificada y compartida, es la puerta por la que se proporcionan informaciones privadas a bancos de datos que no se sabe quién procesa, controla y utiliza y que tienen propósitos diferentes que los de salud.

Más aún, si bien las aplicaciones pueden ser desarrolladas localmente, el destino final de los datos son las grandes y poderosas plataformas digitales como Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft (gafam), que no pueden ser controladas ni por los gobiernos particulares ni por los usuarios. Por supuesto aquí hay toda una discusión sobre diferentes medidas para poner límites al poder que tienen estas plataformas, a las que habría que agregar su vínculo con el Pentágono, pero por el momento tienen la capacidad no sólo de ser las depositarias de la información recopilada y poderla procesar o utilizar como mejor convenga a sus intereses empresariales, corporativos y políticos, sino que tienen también el poder para simplemente desconectar a un país entero en caso de que quiera ponerles límites y restricciones (ver el reciente caso de Australia).

La información será presumiblemente usada para una variedad de derivaciones comerciales que la aprovechan para el control y manipulación de las emociones, deseos, gustos y rechazos de los individuos ante estímulos digitales (ver el film testimonial Los dilemas de las redes sociales) con el propósito de inducir el consumo. Pero también se sumará a las manipulaciones políticas que pueden buscar orientar preferencias electorales, la criminalización de ciertos comportamientos opositores estigmatizados (comunistas, terroristas, etc.), la movilización en torno a objetivos puntuales, incluso sexistas y racistas. Adicionalmente, el paquete de datos que se está recopilando, desde los que se ofrecen con las tarjetas de crédito y similares, hasta los que se entregan con motivo de la pandemia van configurando los perfiles de disidencia social ya sea individual o colectiva, real o potencial, que ayudará a los encargados del disciplinamiento social a ser más eficaces y precisos.

Las tecnologías digitales redefinen el espacio de la privacidad y lo íntimo, al estar presentes en mayores ámbitos de nuestra cotidianidad. Cámaras, sensores, antenas y algoritmos renuevan las medidas disciplinarias y de control en las sociedades actuales.

Como puede verse en las tablas presentados, todos los países están aplicando más o menos las mismas alternativas tecnológicas. Es cierto que su fragilidad frente a las grandes plataformas es anterior a la pandemia pero se incrementó notablemente el último año.

Estamos en la era de la ciberguerra. Los desarrollos tecnológicos de mayor impacto han surgido de los entornos militares atendiendo a las exigencias del uso dual: militar-estratégico y civil. El siglo XXI se abrió paso impulsando la idea de la guerra de espectro completo en la que todas las dimensiones de la vida son parte del terreno de batalla. Particularmente, el control de las mentes y los corazones, además del de los cuerpos, cobró una espacial significancia. Los cuerpos pueden ser controlados mediante la alimentación, los medicamentos y todos esos dispositivos que los condicionan, los fragilizan y los inducen a diferentes adicciones; también pueden ser masacrados o violentados de múltiples maneras. Pero ¿cómo hacer que las mentes y los corazones se tornen dúctiles? Ahí es donde entran en pleno todos los dispositivos electrónicos de condicionamiento, combinando todos los lenguajes posibles: imagen, movimiento, sonido, contenido, hábito. Esto último es quizá lo más importante, modificar los hábitos para que la vida no sea posible sin pasar por los aditamentos y funciones que ofrece la electrónica: computadora, ipad, teléfono móvil, tablet, etc.

La ciberguerra no se reduce a estos controles individualizados, por supuesto, implica el control e intervención en el ciberespacio como un todo. Implica controlar los sistemas informáticos del enemigo, del competidor o del disidente y desde ahí provocar su fragilización o destrucción. Pero la batalla con el sentido común de la gente es primordial para lograr vencer y dominar.

Estos sistemas están diseñados para eso: para dominar y vencer.

Marzo de 2021

– Ana Esther Ceceña es coordinadora del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica en el Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México y Presidenta del Comité Directivo de la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI).

– Josué García Veiga es economista por la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México. Miembro del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica (OLAG-IIEc).

Documento elaborado como aporte para el Grupo de Trabajo sobre Derechos Digitales Colectivos y Vigilancia, del proceso de las Jornadas «Utopías o distopías. Los Pueblos de América Latina y el Caribe ante la era digital», organizado en el marco de Internet Ciudadana.

Referencias consultadas

Almenara, Micaela de (2020), “Drones para combatir el Covid-19”, Métrica Perú, 27 de mayo, disponible en: https://metrica.pe/blog/drones-para-combatir-el-covid-19/

Cruz, Juan y Cohn-Lois, Anniete (2020), “Los canales digitales en la gestión del COVID-19: El caso de República Dominicana”, Banco Interamericano de Desarrollo, 04 de junio, disponible en: https://blogs.iadb.org/administracion-publica/es/los-canales-digitales-en-la-gestion-del-covid-19-el-caso-de-republica-dominicana/

Fundación Carlos Slim (2020a), “El auge de las herramientas digitales en Panamá durante el brote de COVID-19”, Fundación Carlos Slim, disponible en: https://saluddigital.com/plataformas-digitales/el-auge-de-las-herramientas-digitales-en-panama-durante-el-brote-de-covid-19/

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Human Rights Watch (2020), “Bolivia: Decreto sobre COVID-19 amenaza la libertad de expresión. El lenguaje impreciso que emplea podría usarse para acallar críticas”, Human Rigths Watch, 07 de abril, disponible en: https://www.hrw.org/es/news/2020/04/07/bolivia-decreto-sobre-covid-19-amenaza-la-libertad-de-expresion

Infobae (2020), “Metro de Panamá instala cámaras térmicas para detectar potenciales usuarios con COVID-19”, Infobae, 21 de abril, disponible en: https://www.infobae.com/america/agencias/2020/04/21/metro-de-panama-instala-camaras-termicas-para-detectar-potenciales-usuarios-con-covid-19/

MIT Technology Review (2020), “Covid Tracing Tracker”, MIT, ultima actualización 23 de diciembre, disponible en: https://public.flourish.studio/visualisation/2241702/

Pandemic Big Brother (2020), The pandemic gives new opportunities to Big Brother, última actualización 10 de diciembre, disponible en: https://pandemicbigbrother.online/en/

Paz, Jhon (2020), “Instalan cámara térmica para detección de COVID-19 en sistema masivo de transporte de Bogotá”, Xinhuanet Español, 01 de mayo, disponible en: http://spanish.xinhuanet.com/2020-05/01/c_139022752.htm

pi, Privacy International (2020), Tracking the Global Response to COVID-19, Privacy International, disponible en: https://privacyinternational.org/examples/tracking-global-response-covid-19?field_location_region_locale_target_id=&sort_by=field_date_value&sort_order=DESC

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Riobo, Alexander; Márquez, José María y Calatayud, Agustina (2020), “Distancia2: inteligencia artificial para una movilidad más segura en época de COVID”, Moviliblog. Ideas de transporte y movilidad para América Latina y el Caribe, disponible en: https://blogs.iadb.org/transporte/es/distancia2-inteligencia-artificial-para-una-movilidad-mas-segura-en-epoca-de-covid/

Shahbaz, Adrian y Allie Funk (2020), Freedom on The Net. The Pandemic’s Digital Shadow, Washington: Freedom House, disponible en: https://freedomhouse.org/sites/default/files/2020-10/10122020_FOTN2020_Complete_Report_FINAL.pdf

Solís, José (2020), “Programa EDUS: la tecnología para el rastreo y apoyo de las personas enfermas ya llegó”, Delfino, 04 de septiembre, disponible en: https://delfino.cr/2020/09/programa-edus-la-tecnologia-para-el-rastreo-de-las-personas-enfermas-ya-llego

Staff High Tech Editores (2020), “¿Termómetros o cámaras térmicas? ¿Qué previene mejor COVID-19?”, Infochannel, 08 de junio, disponible en: https://www.infochannel.info/termometros-o-camaras-termicas-que-previene-mejor-covid-19

UN, United Nations (2020), Compendium of Digital Government Initiatives in response to the COVID-19 Pandemic, New York: United Nations, disponible en: https://publicadministration.un.org/egovkb/Portals/egovkb/Documents/un/2020-Survey/UNDESA%20Compendium%20of%20Digital%20Government%20Initiatives%20in%20Response%20to%20the%20COVID-19%20Pandemic.pdf

Valadares, Roberto (2020), “El Ejército de Brasil emplea drones para vigilar la frontera con Uruguay”, Infodefensa, 18 de octubre, disponible en: https://www.infodefensa.com/latam/2020/10/18/noticia-ejercito-brasil-emplea-drones-vigilar-frontera-uruguay.html

Whitelaw, Sera, Mamas A Mamas, Eric Topol y Harriette GC Van Spall (2020), “Applications of digital technology in COVID-19 pandemic planning and response”, Lancet Digital Health, vol 2, issue 8, e435-40, disponible en: https://www.thelancet.com/journals/landig/article/PIIS2589-7500(20)30142-4/fulltext

Woodhams, Samuel (2020), “COVID-19 Digital Rights Tracker”, TOP10VPN, 20 de marzo, disponible en https://www.top10vpn.com/research/investigations/covid-19-digital-rights-tracker/


[1] De acuerdo con María Paula Romo, la ministra de Gobierno del presidente Moreno, “se autoriza en consecuencia con el Decreto Ejecutivo del Presidente, el rastreo satelital, de las personas que entren en el cerco epidemiológico. La tecnología nos permite saber en dónde está un número de celular por el GPS en los teléfonos inteligentes. Se autoriza (…) el rastreo satelital de estas personas, vamos a poder saber su ubicación y vamos a poder saber si se mueven. Igual, vamos a hacer un control aleatorio, pero con una herramienta tecnológica que nos va permitir controlar a más personas para que se obedezca, para que se cumpla, este aislamiento” (Rueda de prensa virtual de la ministra de gobierno en EcuadorTV, 17 de marzo 2020, ver minuto 5:05).

Fuente e imagen: alainet.org

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Libro (PDF): La queja de la modernidad

Reseña: CLACSO

*Disponible sólo en versión digital

 

Como alborotadora nata, Avital Ronell se sitúa ante un enunciado despreciado que, sin embargo, encabeza las listas de uso histórico del lenguaje: la queja. ¿Constituye este registro un error o un rasgo existencial de las condiciones de nuestro ser en comunidad? Desviándose hacia una zona minada del pensamiento, este ensayo filosófico se aferra a las expresiones derrotadas y deja que la queja, obstinada por naturaleza, haga girar su ronco motor. La biblioteca masa crítica pone a disposición de las y los lectores un conjunto de textos esenciales para interpretar las nervaduras del presente y desplegar las capacidades colectivas para transformarlo.

Autora: Avital Ronell.

Alejandra Castillo. [Presentación]

Editorial/Edición: CLACSO. TNI – Transnational Institute.

Año de publicación: 2021

País (es): Argentina

ISBN: 978-987-722-896-0

Idioma: Español

Descarga: La queja de la modernidad

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=2350&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1507

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Profesor Paz Zetino: “Esos depredadores andan tras las niñas”. El Salvador

América Central/El Salvador/21-05-2021/Autora:  Susana Joma/Fuente: www.elsalvador.com

El educador habla de cómo las estudiantes caen presa de inescrupulosos que, fingiendo amistad, se aprovechan de sus necesidades y anhelos.

“Ellos cuentan muy poco. Uno se da cuenta de la gravedad de la situación hasta que salen casos en donde se produce una fatalidad”, indica el profesor Paz Zetino. Imagen de referencia

Aunque las tecnologías de la información y comunicación han traído muchas ventajas, los docentes no dejan de estar preocupados por cómo los estudiantes interactúan en el mundo digital, a veces sin mayor control, bajo riesgos de su seguridad, y hasta de su vida.

“Nosotros escuchamos comentarios de las niñas cuando dicen que tienen un amigo a través de las redes, que no lo conocen pero que se expresa bien, que la está invitando a salir y que quiere ser su amigo, y contando eso con aquella alegría como que algo extravagante ha sucedido”, comentó el profesor Paz Zetino Gutiérrez.

La preocupación es más que válida en momentos en que uno tras otro salen a luz en el país casos de jóvenes desaparecidos, o también de agresores sexuales, como el caso sonado del expolicía acusado de asesinar a dos mujeres en Chalchuapa, y del cual las autoridades dijeron en su momento tener indicios de que en otros casos había entrado en contacto con víctimas por internet.

Zetino Gutiérrez, quien funge desde hace varios años como subdirector del Complejo Educativo Walter Soundy, de Santa Tecla, sostiene que este tipo de conversaciones sobre el inicio de amistades en redes sociales surge más frecuentemente entre alumnas del nivel de tercer ciclo, incluso de primer año de bachillerato, en una etapa de la vida en donde la regla es desafiar cualquier cosa, aventurarse.

“A mí me parece que la exigencia (o presión de solicitudes de amistad de extraños) es más para las niñas. O sea esos depredadores andan tras las niñas; uno que otro homosexual hay que anda seduciendo jóvenes, porque eso también se da, eso es terrible; pero si tiene que ver con que muchos jóvenes, hombres y mujeres están fuera del control o sin el control total de sus padres”, precisó.

Con varias décadas de experiencia, este docente advierte que los jóvenes, en general, son muy dados a dar “likes” (me gusta) a cualquier situación, a entrar en contacto con personas desconocidas que les mandan solicitudes en las distintas redes sociales, pero desgraciadamente son herméticos en cuanto lo que ahí ocurre.

Paz Zetino Gutiérrez es claro en insistir en el poco control que los padres tienen sobre el uso que los estudiantes hacen de las redes sociales. Imagen de referencia / Pixabay.

“Ellos cuentan muy poco. Uno se da cuenta de la gravedad de la situación hasta que salen casos en donde se produce una fatalidad”, indica.

El educador señala que hay adultos que también, bajo riesgo, suelen entablar contacto con desconocidos a través de chats, e incluso inician romances así; pero en los jóvenes es más complicado, porque no tienen la madurez emocional para analizar el prototipo de amigos con los que interactúan.

“Por lo general (las jovencitas) son presa de invitaciones y como son bastante consumistas, a través del consumo, de la invitación a almorzar, de la invitación a cenar, ellos se dejan ir. Esa debilidad o esa necesidad es la que aprovecha este tipo de personas, como este policía que en realidad es un desquiciado mental”, comentó.

Sobre el tema, Paz Zetino Gutiérrez es claro en insistir en el poco control que los padres tienen sobre el uso que los estudiantes hacen de las redes sociales.

“Ellos manejan su teléfono como si fuera propiedad privada, nadie se los puede ver, y si se los controlan en casa pues cuando están fuera aprovechan para aceptar ese tipo de amistades o solicitudes”, indica.

El docente afirma que hay una cantidad de casos de jovencitas y jóvenes que han sido utilizados, incluso víctimas del narcotráfico, de la trata de mujeres por esa vía de las redes sociales.

“Yo creo que el llamado es más para los padres de familia y para todo mundo. Recuerde que hay un periodo de la adolescencia que hay un deseo de la juventud de conocer lo desconocido, independientemente de que eso le sea riesgoso, le traiga consecuencias, por eso caen en drogas, en todo ese tipo de problemas”, subraya.

Según explica el problema pasa también porque muchos padres no solo dejan de estar pendientes de sus hijos, sino que además subestiman lo que estos hacen en la escuela y fuera de ella.

“En las escuelas (los alumnos) se preparan excursiones en tiempos fuera de clase. Se reúnen, se van. Nosotros tuvimos una experiencia (de ese tipo). Nos dimos cuenta que de la escuela se habían ido (un grupo), porque allá estaban en el mar disfrutando de cervezas como si fueran personas adultas, y cuando llamamos a los padres para decirles ‘aquí está la evidencia en la misma foto del Facebook’, todavía nos preguntaban si eso podría ser cierto o era un montaje”, explica, indignado.

“Ellos manejan su teléfono como si fuera propiedad privada, nadie se los puede ver, y si se los controlan en casa pues cuando están fuera aprovechan para aceptar ese tipo de amistades o solicitudes”, afirma el docente. Imagen de referencia

Fuente e Imagen: https://www.elsalvador.com/eldiariodehoy/profesor-paz-zetino-esos-depredadores-andan-tras-las-ninas/838572/2021/

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Mundo: Reunión técnica sobre el futuro del trabajo en el sector educativo en el contexto del aprendizaje permanente para todos, las competencias y el Programa de Trabajo Decente

Mundo/14-05-2021/Autor(a) y Fuente: www.ilo.org

En la reunión se discutirán cuestiones laborales y profesionales relativas al personal del sector de la educación en el contexto del aprendizaje permanente para todos, las competencias y el Programa de Trabajo Decente, con miras a la adopción de conclusiones, en particular de recomendaciones relativas a actividades futuras. Se hará especial hincapié en el impacto de la tecnología, las demandas del mercado de trabajo y las tendencias mundiales en relación con el trabajo de las personas en el sector de la educación.

Documentos de la réunion:

Fuente:

https://www.ilo.org/sector/activities/sectoral-meetings/WCMS_726159/lang–es/index.htm

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