España / 15 de julio de 2018 / Autor: Jordi Martí / Fuente: Xarxa TIC
No, no me he equivocado de siglo por culpa de un error tipográfico. Tengo muy claro a qué me estoy refiriendo y qué quiero decir cuando hablo del siglo XXII. Al igual que a algunos se les queda corto el 2.0 y llegan hasta el infinitopuntocero, creo que la perversión del concepto docente del siglo XXI obliga a plantearse un paso más allá. Y, en este caso, las recomendaciones van muy poco encaminadas a las habilidades que deben poseer y, mucho más, a las precauciones que debe tener ese docente que, al final, va a ser parte del cambio educativo. Bueno, quizás lo sea poco porque todos los que estamos en el aula sabemos lo que prima el contexto, pero sí que debe ser capaz de ver, denunciar y aplicar ciertas cuestiones en su día a día.
Lo primero que debe hacer un docente del siglo XXII es tener sentido común y aplicar el principio de precaución ante todo lo que le están vendiendo. No puede tomarse acríticamente una moda o metodología educativa contando solo con la visión de quienes la usan o la venden. Una metodología debe ceñirse a un contexto y, quizás, no todas las estrategias metodológicas sean tan fácilmente exportables como nos las están vendiendo. No es malo conocer metodologías; lo erróneo es no preguntarse qué hay tras las mismas o por qué, si tan maravillosas son, la mayoría carecen de evidencia de mejora de aprendizaje.
Muy relacionado con lo anterior es ir construyendo, mezclando experiencia con inteligencia, una forma propia de dar clase. La comodidad es algo que nos hace ser mejores docentes por mucho que nos vendan que debemos estar saliendo continuamente de nuestra zona de confort. Si uno se siente a gusto dando clase, encuentra las estrategias que le permiten, dentro de las posibilidades ya comentadas anteriormente de afección sobre el alumnado, tiene un punto de partida más avanzado que empezar curso tras curso a hacer pruebas. No siempre son buenas las pruebas y, al final, hay maneras de dar clase que, adaptándolas, siguen teniendo su validez. Más aún si las combinamos con otras estrategias de esas que nos venden como únicas pero que, si son tomadas en la parte justa, nos pueden acabar de ayudar a definir nuestra manera de ser docentes.
La tecnología también es clave y la competencia digital exigible. Y cuando me refiero a la necesidad de que los docentes tengan competencia digital no me estoy refiriendo a que sean hábiles en el uso de programas de una determinada multinacional, se certifiquen por la misma o, simplemente, usen esa tecnología como base metodológica. La tecnología siempre debe ser una ayuda y jamás algo que complique dar clase. Si vemos que usar una herramienta complica el uso de tiza pues, sinceramente, yo me decantaría por la tiza. Un detalle, usar un libro de texto en pdf, meter PowerPoints a tutiplén o usar la última herramienta de moda no es ser competente digitalmente. Tampoco lo es tener un curso en Moodle donde vamos subiendo pdfs. Lo digo por aclarar el asunto.
Otra clave es el respeto por lo que están haciendo otros docentes en su aula. Claro que todos seguramente pensamos que nuestra metodología es fantástica pero, ¿no hemos quedado en que cada docente debe encontrar su manera propia de dar clase? Lo anterior es algo muy relacionado con la democracia dentro de los centros educativos, el ambiente de trabajo y la necesaria consideración de los compañeros como docentes capaces. Algo que para mí está claro. Por cierto, nada tiene que ver ese respeto que se ha de tener con la necesaria denuncia de determinadas prácticas que carecen de evidencia científica o empeoran, de forma demostrada y demostrable, el aprendizaje de los chavales. Y no hace falta ser muy hábil para entender que me estoy refiriendo a las inteligencias múltiples, a la creencia de determinados neuromitos, a la defensa de dar ciencias en inglés de algunos o a cualquiera que, seguramente, os viene a la cabeza.
Debemos ser también muy críticos con la formación docente y exigir a la administración una formación de calidad, alejada de determinados modelos centrados en personajes cuya relación con el aula (en forma de docencia o investigación seria -me refiero a algunas de las grandísimas investigaciones que se hacen desde la Universidad-) es, o ha sido, muy limitada. Más aún hemos de huir de aquellos que siempre nos cuentan la misma anécdota o nos defienden una metodología sin fisuras, dentro de un discurso que consiste solo en denostar a los demás. Si oís metodología tradicional frente a innovadora ya podéis huir. No existen los conceptos porque, al final, tan innovador es alguien que sabe dar una clase magistral (no lo que nos venden como clase magistral) que uno que trabaje por proyectos. Ya veis que no he entrado en el tema de metodologías activas porque, como todos deduciréis y más si estáis en el aula dando clase, viene de fábrica.
Las principales habilidades del docente del siglo XXII serán la de poder aislarse del ruido, de los cantos de sirena y, con todo lo que vaya aprendiendo (en las redes, en formaciones o, de la forma más fácil y eficaz, que es con sus compañeros de centro) poder configurar la mejor manera de dar clase. Seguro que aún así nos equivocamos pero, al menos, que nadie pueda decir que no lo estamos intentando, porque dar clase es más difícil de lo que parece. Y, por suerte, nuestros alumnos no son tornillos que salen de una fábrica de producción automatizada.
Seguro que como siempre me estoy dejando muchas cosas en el tintero pero creo que, a grandes rasgos, se entiende qué quiero decir. Bueno, eso espero.
La industrialización impulsó la fabricación de productos en grandes cantidades para conseguir economías de escala, implicando la reducción de los costes en función de la cantidad de producción. Estos bienes tenían las mismas formas y usos. Los avances tecnológicos y su introducción en la industria han posibilitado la fabricación de productos personalizados, adaptados al gusto del consumidor, en series más cortas y a unos costes razonables. Por ejemplo, en este sentido, la impresión 3D ha facilitado esta personalización y está siendo considerada como una de las grandes revoluciones de los últimos tiempos, siendo los ámbitos de aplicación múltiples (ropa, calzado, piezas mecánicas, comida, …).
En su proceso de desarrollo, la producción, de centrarse en las cualidades del producto, incluido su uso y basado en los criterios o estrategias de las marcas, ha pasado a centrarse en las necesidades de los clientes, para lo que la información que se dispone de ellos se conforma como la clave de toma de decisiones. Se tiene en cuenta sus preferencias, opiniones, intereses y expectativas. Esta información se obtiene de múltiples fuentes, tales como bases de datos de clientes, historial de compras, devoluciones, incidencias de soporte técnico, encuestas y formularios de satisfacción o redes sociales, por citar las más notorias.
» Existen algoritmos y modelos matemáticos para detectar el fracaso escolar «
Asumiendo estas tendencias, nos preguntamos por el aprendizaje entendido como una necesidad básica humana. De una visión planteada como el conocimiento y la cultura que todos y todas deben aprender, a un planteamiento que derive en lo que cada uno necesite aprender. Además, las características individuales influyen en cómo se aprende. Por ello, dado que el aprendizaje ocurre cuando se interactúa con los nuevos conocimientos y habilidades, integrándolos en la experiencia de la persona, entendiéndola como diferente para cada una de ellas, se determina que los procesos de aprendizaje varían a lo largo de la vida y en función de los contextos de desarrollo de cada individuo.
Por tanto, la apuesta por un proceso personalizado del aprendizaje permitiría adaptar la persona a la realidad desde los cambios que implican esta interacción. Para ello, mediante las TIC y el uso de las técnicas de Analítica y Big Data, se pueden obtener perfiles de personas que, en función de sus condiciones y características, podrían recibir un tipo de formación adecuada a su perfil y en función del contexto de actuación.
Un ejemplo de la aplicación que se infiere es la referencia a la actuación ante el fracaso escolar. Existen algoritmos y modelos matemáticos para detectar el fracaso escolar que consisten en analizar información histórica de los alumnos, asignaturas cursadas, temario, currículo, notas obtenidas, número de convocatorias usadas para superarlas, edad, sexo, estudios de sus padres, situación económico-familiar y más variables, que se pueden analizar para responder en cada caso y satisfacer sus necesidades, evitando el fracaso. Puede conformarse como un proceso iterativo, cuantos más datos, más finas y precisas serán las soluciones. De esta forma, con la información obtenida de alumnos y sus variables, se podría diseñar acciones formativas específicas de apoyo para los individuos en función de sus necesidades.
Todo ello no significa que la Analítica y Big Data reemplacen el rol de los profesionales de la educación; hay que percibirla como una herramienta que debe ayudar a la toma de decisiones a la hora de planificar y desarrollar las mejores recomendaciones para cada uno de los alumnos, sin conformar un entorno competitivo.
Podemos concluir que, dadas las características diferenciales de cada uno, el proceso de aprendizaje puede facilitarse en función del conocimiento que se disponga de cada persona, por lo que el uso pertinente de las TIC, la Analítica y el Big Data podrán ayudar a favorecer dicho proceso.
Fuente del artículo: https://www.educaweb.com/noticia/2018/05/31/tic-personalizacion-aprendizaje-18486/
Algunas sobreviven desde hace más de una década, ofreciendo a los docentes lo que en estudios como TALIS y PISA algunos echan en falta: Más conocimiento de lo que otros colegas hacen en sus clases, ‘feedback’ entre iguales, formación y colaboración a pie de aula. Son las redes horizontales de docentes.
A veces es PISA; otras, TALIS. Nos hablan de un docente español al que le cuesta abrirse, que le observen los colegas, recibir críticas para su mejora pedagógica. El ambiente es bueno, pero lo de trabajar en equipo es otra historia. El 87% no ha pisado el aula de un compañero, frente al 45% de media de la OCDE. Sin embargo, el “mi aula, mi reino” va cediendo frente al concepto de claustro virtual, cortesía de las redes horizontales de docentes.
A ellas se llega por la competencia o la madurez digital en tiempos del long life learning y del personal learning environment (“Dime con quién te conectas y te diré cómo aprendes”). Las primeras datan de hace poco más de una década, pero la lista es inabarcable: Novadors, EABE, Aulablog, Espiral, YoconEuterpe… por lo que esta pretende ser solo una aproximación al fenómeno de la mano de algunas de las personas que estaban ahí viéndolo nacer.
La red como refugio
Mediada la década de 2000, recuerda la profesora de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia, Linda Castañeda: “En lo educativo, Twitter, Facebook, y otras específicas, que entonces eran el desierto, empiezan a moverse muchísimo… Las redes de profesores aparecen de forma muy explosiva. Y no es solo formación lo que buscan, o la que buscan va más allá de un curso: tiene que ver con estar juntos, con reconocerse, con trabajar desde el aula, con tener un sitio, con no estar solo”.
Entonces, continúa la experta, con una penetración de la tecnología en las aulas muy desigual, muchos de aquellos profesores se sentían el friki del centro, mientras que en la red daban con gente con la que se identificaban. Surgen las primeras redes y se organizan las primeras quedadas, que en algún caso cuentan con apoyo oficial, pero que se caracterizan sobre todo por su horizontalidad: son de y para docentes.
“La preocupación entonces era eminentemente metodológica, muy tecnológica, pero luego esto va cambiando”, señala Castañeda. Los encuentros lograban afluencias multitudinarias, de 400, 500 personas de las 17 CCAA. Se abrían las inscripciones y a la hora estaba todo lleno.
Hoy, aquel movimiento ha logrado perdurar, “con más visión crítica, sin tanta obnubilación por las posibilidades didácticas de la tecnología”. En Novadors, donde Castañeda participa, desde hace unos años cuentan con una conferencia plenaria no ya sobre innovación educativa sino sobre política educativa.
También cambian las circunstancias de sus miembros: “Muchos de esos llaneros solitarios han mutado en directores, jefes de estudios… Han decidido no esperar a que se mueva, sino moverlo ellos. Y tenemos personas que entraron tímidamente, con un blog pequeñito, y hoy son ponentes, divulgadores, formadores”.
¿La pertenencia a estas redes puede hacer sobredimensionar el fenómeno? “Seguimos siendo pocos porque no somos todos, pero cada vez somos más, y ya no nos preguntamos tanto cómo usar la pizarra digital sino qué tipo de aprendices estamos generando; el compromiso social y político se abren paso”, sentencia Castañeda, que ve estas redes como un movimiento de rebeldía y acompañamiento que reacciona frente al inmovilismo. Un arma de doble filo: “Lo apuntaba Francisco López Blanco, director del Grupo de Software Educativo en la Consejería de Educación de Extremadura, en el reciente congreso Transformación Digital Educativa: “Los innovadores ahora mismo son muy baratos para las instituciones, porque sacan tiempo de su tiempo personal, con un coste cero para el sistema, que luego los luce como profesores excepcionales, pero que en realidad está haciendo dejación de funciones en favor del papel cada vez más protagonista de fundaciones o empresas privadas que no deben sustituir al Estado”.
¿Los nuevos MRP?
Para Iñaki Murua no es tan peregrina la comparación de estas cibercomunidades de aprendizaje, como él prefiere llamarlas, con los Movimientos de Renovación Pedagógica (MRP). Con el toque, claro, de la tecnología, cada vez más sencilla y transparente, que permite romper los límites del espacio y del tiempo para dar con personas con tus mismas inquietudes: “Las cibercomunidades parten de intereses comunes, no nacen por obligación, –en procesos formativos formales también pueden surgir, pero pocas siguen vivas cuando el curso termina– igual que los MRP. Estás ahí porque quieres, no porque nadie te mande… Sí, las veo un tipo de agregado similar”.
¿Por qué un docente acaba en una de estas redes? Porque necesita sentirse parte de una comunidad. Pero cuidado con la apertura solamente a la externa: “Que tu claustro virtual no te lleve a olvidar que formas parte de un claustro real”, alerta Murua, que recuerda la metáfora de Dan Lortie de los centros educativos como cajas de huevos en que todos están en su sitio pero sin tocar al de al lado.
Que un docente recale en ellas viene dado, además, por otros factores que Murua enumera, como el grado de cultura de colaboración, un contexto facilitador –no suelen ayudar las jornadas inabarcables y las dificultades para conciliar vida laboral y familiar y cierta capacidad: “Que el ordenador no te dé calambre”–. Pero, aun con eso, en su investigación descubrió que persisten las resistencias: “Muchas personas siguen prefiriendo tomarse un café con alguien que compartir sus debilidades con otra persona que quizá trabaja en un centro público como el suyo, en una población y contexto similar, pero a quien no conocen. Cuesta todavía expresar el “no sé cómo se hace”. En otros casos, no se tiene conciencia de que lo que se hace merece la pena, como aquella maestra que dudaba sobre si contarle a un doctorando que se había puesto en contacto con ella cómo usaba WhatsApp con los alumnos. “A veces, el profesor no tiene ni tiempo ni ganas de compartir, porque cree que lo que hace es muy ‘normalito’”, prosigue el experto.
Los rasgos diferenciadores
Otro experto, en este caso en un MRP, Julio Rogero, ve más de un rasgo diferenciador con estas redes: “Nacen de la inquietud horizontal de muchos profesores, pero en su continuidad suelen buscar el reconocimiento, lógico y legítimo, de la Administración, y suelen ser redes referidas no a todo un proceso transformador del sistema educativo, sino a aspectos parciales, con gran dominio de lo tecnológico, o centrarse en metodologías llamadas nuevas aunque la mayoría no lo sean”. Por el contrario, “los MRP buscan la transformación global, hacia un sistema educativo emancipador y liberador, y creen que se puede y debe hacer desde el ámbito de lo público, que donde mejor se plasma es en el espacio de la escuela de titularidad pública, por lo que aspiran a la construcción de una escuela pública con un modelo y paradigma alternativo a los dominantes en este momento”.
Aparte, señala Rogero cómo es frecuente que en esas redes, nacidas de forma horizontal, intervengan cada vez más las grandes corporaciones. “Hay algunas que en otro tiempo defendían lo público y se han desvirtuado, y también pueden surgir nuevas porque lo impone la patronal para estar a la altura del mercado, que hoy exigen esas metodologías, no realmente porque el profesional sienta esa inquietud… Aunque también puede haber profesionales en la pública a los que estas redes les están ayudando a salir de la frustración que produce la rutina diaria, la imposición del currículo y formas de hacer muy controladas desde la inspección”, concede.
Si para Rogero una diferencia entre los MRP y las redes horizontales de docentes es la convicción en la defensa de la escuela pública, Charo Fernández, que fuera presidenta de Aulablog, menciona como una de sus proezas en estos 13 años “la capacidad de unir a gente de todo tipo, con mesas redondas en que una monja intervenía al lado de alguien de la marea verde, y todo el mundo hablaba de lo mismo, de mejorar el día a día del alumno; ahí nos encontramos todos”.
Otra de las proezas, para ella, es que siga llegando gente nueva. O que los ponentes acudan a los encuentros sin cobrar. Su germen fue una cita en Roa de Duero, del que surgió la Declaración de Roa para la incorporación de las TIC en el aula. “Nos conocíamos de los comentarios en los blogs. Éramos un grupito de profesores que veía que ahí había potencial, la mayoría ni teníamos internet en las aulas. Quisimos ponernos cara y Luis Barriocanal sugirió Roa”, comienza Fernández.
Aquello tuvo mucho más recorrido del que pensaban, y así han llegado hasta hoy, con unas características entre las que Fernández cita la “una organización muy desorganizada”: “Decimos que somos líquidos. Los nuevos lo ven todo tan desestructurado que al principio creen imposible que las cosas salgan”.
César Poyatos (Aulablog) asegura que si está ahí es “por crecimiento profesional y personal”, “por contar con un espacio de confianza y aprendizaje, donde compartir, construir de manera conjunta”, y porque los que empezaron siendo compañeros unidos por la innovación educativa han terminado siendo amigos.
Para él, la horizontalidad es lo que mejor define Aulablog, mayoritariamente conformada por docentes, pero abierta a personas de otros campos. “Funcionamos por nodos a escala local y nos reunimos una vez al mes para compartir recursos: puede ser un compañero o compañera que prepara una acción formativa, otro que quiere llevar a cabo en su aula un proyecto con móviles y no sabe cómo empezar, y nos explica sus objetivos, y le aportamos feedback. O puede que ya lo esté haciendo y quiera mejorar el año que viene”, explica Poyatos.
Aparte de estas sesiones, también hay eventos por todo el territorio (de gamificación, coaching, visual thinking, escape room educativo…), y el encuentro anual. “Todos los que estamos queremos compartir y formarnos, la prueba está en que alguna institución nos ha ofrecido certificar esa formación y preferimos que no, que la gente que venga no lo haga por el sexenio, los créditos, el certificado”, proclama Poyatos, que insiste en la autogestión y autorregulación como clave de Aulablog.
Todo cambia
Desde EABE, Lola Urbano habla de cambios: “EABE, Novadors, Aulablog, Espiral… movimientos en distintas zonas de España que han evolucionado de manera diferente y que tienen en común que todos ya no son como al principio”.
“Hoy gana la mercantilización de la educación incluso cuando no nos damos cuenta. Desde mi punto de vista de escuela pública resulta agotador participar en ese juego y, al mismo tiempo, no tener autonomía para poder jugar en igualdad de condiciones con las escuelas privadas, concertadas o no”, apunta.
En su día, “estos movimientos nacieron para dar cabida a un montón de gente que necesitábamos un sitio seguro donde dar rienda suelta a nuestras capacidades y posibilidades de cambio, y también al deseo de tener una educación de calidad real. Un sitio donde aprender a gestionar todo eso sin la presión de la Administración ni de los colegas”. Hoy, “los frikis de entonces hemos mutado en equipos directivos más sumisos de lo que quisiéramos y en equipos directivos que cambian cosas que pareciera que no se podían cambiar… Sí se puede, aunque no luzca mucho ni lo sepa nunca nadie”.
Por su parte, Toni Solano, otro friki entonces hoy director, recuerda el panorama de las tecnologías educativas –“bastante desolador”– de hace poco más de una década –“recursos digitales escasos, pocas experiencias de éxito, docentes aislados que tenían que autoformarse, nulo reconocimiento de las administraciones”– y cómo “encontrar a colegas en las redes que compartían recursos, experiencias, hallazgos y dudas resultó fundamental para muchos docentes que eran minoría en sus claustros”.
No ve tan alejados Solano los mundos de esas redes y de los MRP, dado que “muchos de los profes que conozco están en uno y otro”, y percibe como elemento aglutinante en los orígenes la blogosfera educativa: “Fueron movimientos que surgieron de la interacción entre docentes, no de los intereses de empresas o instituciones. Casi todos sus miembros fundacionales tenían o tienen un blog en el que compartir sus reflexiones, y los premios Espiral Edublogs jugaron un importante papel como catalizador”.
Algunos de esos blogs dejaron de actualizarse hace tiempo, pero muchos de esos “ilusionados de hace 10 años” siguen estando convencidos de que “la aparición de internet y los avances en conectividad y portabilidad van a marcar un antes y un después en los procesos de enseñanza-aprendizaje”: “No nos resignamos a señalar exclusivamente como culpables del fracaso a elementos externos a la escuela, y por ello hemos asumido nuevas responsabilidades, intentando que ese cambio social y tecnológico vaya acompañado de un cambio metodológico”.
Al retrotraerse, Solano repara en la generosidad de los primeros tiempos: “Todos compartíamos recursos en abierto y de manera altruista. En eso quizá hayamos perdido con la entrada de empresas que pugnan por colocar sus productos en las aulas y buscan a cabezas visibles para ello…”.
América del sur/Ecuador/07 Junio 2018/Fuente: Prensa Latina
El sector educativo de Ecuador se beneficia hoy con la donación, por parte del gobierno chino, de 10 mil computadoras portátiles, que serán distribuidos en instituciones públicas a nivel nacional.
La donación es resultado de un proceso de negociación liderado por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana, en el marco de la cooperación bilateral y se concretó mediante un proyecto de cooperación no reembolsable, indicó la cancillería.
Bajo el nombre de Incorporación de Tecnologías de la Información y Comunicaciones en la Educación, del Ministerio de Educación y Deporte, la iniciativa busca fortalecer y potenciar el aprendizaje, el conocimiento y la participación de prácticas innovadoras con los estudiantes de centros docentes fiscales del país.
Según datos revelados por la cartera de Relaciones Exteriores, las computadoras tienen un valor estimado de 10 millones de dólares.
Entre los obstáculos para la educación 2.0. en la región está mejorar la conectividad, según un estudio de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura
“La educación es el principal medio para el ascenso social”, se afirmaba en el Perú en los años ochenta, cuando la educación superior alcanzaba alrededor del 24% de la población. Treinta años después logramos que 34% de ciudadanos alcance este derecho fundamental. Si nos comparamos con los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) vemos que solo estamos a la mitad del camino. La experiencia muestra que para alcanzar mayores niveles de competitividad, los ciudadanos que acceden a la educación superior, técnica y universitaria deben estar por encima del 60%.
¿Cómo alcanzaron estos niveles de acceso países con climas extremos, complejidad geográfica social y cultural? Una de las herramientas de política de democratización fue la educación a distancia, que se impulsó hace más de cien años para romper las barreras geográficas, usando las tecnologías disponibles en ese momento, primero textos impresos, luego la radio, la televisión, casetes, CD, satélite y hoy internet.
La actual ley universitaria, si bien reconoce claramente la educación en modalidad presencial, semipresencial y a distancia (art. 39), se contradice en el artículo 47, al plantear que las carreras universitarias requieren 50% de presencialidad, levantando así un nuevo muro a las diferentes poblaciones que acceden a la educación superior formal a través de la educación a distancia y virtual.
¿Cómo se explica este retroceso de 40 años en las políticas educativas y el desconocimiento de la evolución de las tendencias educativas mundiales en la era de internet? La respuesta es que al no haber muro los “chicos malos” se filtran , exactamente el mismo discurso que justifica la construcción del muro de Trump. La legítima preocupación por la calidad educativa ha llevado a la falacia de considerar que la presencialidad garantiza la calidad. Una vez más, se busca seguridad en lo tradicional, desconociendo por qué las mejores universidades del mundo optaron por abrirse a través de la educación virtual.
Hoy, la educación a distancia ya no solo tiene por función democratizar o vencer las deficiencias de los sistemas convencionales que dejan fuera a personas con discapacidad, entre otros, sino, muy por encima, brinda la oportunidad de estudiar a lo largo de la vida, como fue el mandato de Unesco.
Más aún, si según el INEI (Encuesta de Egresados, 2014), las limitaciones económicas y la necesidad de trabajar son las principales razones por las que los universitarios abandonan los estudios, las oportunidades que hoy brindan los nuevos enfoques pedagógicos, metodologías activas y experienciales, aunado a las oportunidades de la tecnología, han logrado romper tantas barreras que, construyendo nuevas, más bien perdemos extraordinarias oportunidades de desarrollar la capacidad de autonomía y autogestión de nuestros ciudadanos.
España / 27 de mayo de 2018 / Autor: Ángel Fidalgo / Fuente: Innovación Educativa
La innovación educativa se suele asociar a palabras como emoción, vocación, creatividad, compromiso, emprendimiento, cambio y mejora. Todas ellas definen los ingredientes principales que debe tener la innovación educativa, pero muchas veces el profesorado echa en falta la receta.
Los ingredientes y su calidad son clave para que obtengamos un buen producto; sin embargo, la receta, es decir, la cantidad a utilizar para cada ingrediente, la forma de combinarlos, la secuencia y el tiempo a emplear son también fundamentales. Así pues, ingredientes y recetas son necesarios si deseamos cocinar con éxito. También son importantes las herramientas de cocina, aunque quizás no tanto como lo anterior. Una tortilla la podemos hacer con una sartén de última tecnología, pero tampoco queda mal si utilizamos la sartén que tenemos en casa desde hace 10 años.
A nadie que no sepa cómo cocinar un determinado plato se le ocurre ponerse en la cocina. Lo más probable es que le dedique mucho tiempo, utilice ingredientes de más, ensucie la cocina, rompa alguna herramienta y sobre todo, no será comestible el producto conseguido.
En innovación educativa solemos trabajar sin recetas, empleando mucho tiempo, esfuerzo, recursos y tecnologías para obtener un resultado incierto.
Así pues, mi recomendación es que antes de comenzar a realizar la innovación identifique tres cosas: los ingredientes (motivación personal y profesional en la realización de la innovación educativa), la receta (acciones concretas que va a realizar bien con su alumnado, bien con el contenido o bien con las metodologías) y las herramientas de cocina (TIC, productos, cuestionarios,…..) que le ayuden y faciliten la realización del proceso.
Lo bueno de las recetas es que nos sirven para tres cosas:
1.- Para planificar el proceso. Sabremos a lo que nos vamos a enfrentar, los conocimientos y habilidades requeridas, la funcionalidad de las tecnologías y el esfuerzo que nos va a llevar y el producto que vamos a obtener.
2.- Aplicar la innovación. El objetivo de la receta es guiarnos para obtener un buen producto. Por tanto, si la ejecutamos acabaremos obteniendo el producto deseado.
3.- Divulgar la innovación. Muchas veces es muy complicado intercambiar el producto deseado. A unas personas les gusta más la tortilla muy hecha, con cebolla, con menos patatas….Sin embargo, si se intercambia la receta podremos modificarla en base a nuestras necesidades específicas. Mejor intercambiar la receta que el producto.
Tenemos ingredientes, tenemos buenos cocineros y cocineras, tenemos la cocina (cloud-cocina), tenemos el comedor (las aulas) y tenemos los comensales (el alumnado). Lo tenemos todo, solo nos faltan las recetas.
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