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A 100 años del Manifiesto Preliminar de Córdoba

Por  Andrés Quishpe

Este 21 de junio se cumplen 100 años del Manifiesto Preliminar de Córdoba. Documento que mantiene plena vigencia, su trascendencia es histórica y su contenido sigue inspirando varias luchas. En Córdoba los estudiantes se alzaron y llamaron a las cosas por su nombre, enfrentando a un régimen universitario autoritario, vertical y tradicional, que no permitía el desarrollo científico y académico. La lucha por la reforma consiguió importantes logros para la universidad, como el cogobierno estudiantil, la eliminación de los dogmas, la libertad y la periodicidad de las cátedras y de asistencia, el ingreso a los sectores populares, elección democrática de autoridades, etc. Pero sobre todo la revuelta de Córdoba afirmó que la lucha por la reforma universitaria no puede ser comprendida como simples parches a modelo educativo alguno, debe ser todo un movimiento de ruptura, de cuestionamiento a la estructura académica, política de la universidad, es decir, cuestionar a las estructuras económicas y sociales que dominan a la universidad.

Al cumplirse un centenario del Manifiesto de Córdoba es menester reflexionar cómo en nuestro país varios de sus logros y postulados durante la década del correísmo fueron descontextualizados bajo conceptos como autonomía “responsable”, que sirvió para ubicar a la educación superior a los objetivos y planificación de Alianza PAIS, con organismos de dirección estructurados por el régimen y no por las instituciones de educación superior. La calidad educativa se redujo a simples datos; se obligó a que los principales esfuerzos de los docentes se orienten al cumplimiento de trámites administrativos y no pedagógicos; se confundió altas notas con inteligencia y, lo que es peor, la homogeneización de la educación se impuso para atender la diversidad cultural de pueblos y nacionalidades del Ecuador.

La década correísta concibió a la universidad como un objeto inerte, sin palabra, pensamiento y decisión, donde un grupo privilegiado de tecnócratas determinó lo que suponía era lo más conveniente en materia educativa; la categorización fue utilizada como arma psicológica porque buscó desmoralizar, mecanizar la razón y obligar a la comunidad universitaria a que acepte para sí su propio fracaso. Camuflándose en un discurso de izquierda se recortaron derechos como la elección de decanos y directores de carrera mediante el voto universal de los actores universitarios; se negó el acceso a miles de jóvenes de sectores populares; se recortaron y limitaron las acciones del cogobierno y su composición.

La realidad expresa que la mejor forma de revivir el Manifiesto Preliminar de Córdoba es cambiar esta realidad. Las reformas realizadas a la LOES son un primer paso. Pero la universidad ecuatoriana demanda recuperar derechos de fondo y no solo de forma; demanda analizar y transformar su modelo educativo y concepción que dejó el correísmo. Necesitamos una universidad que fomente una formación intelectual, democrática y de calidad, nutrida de contenidos del acervo cultural de nuestros pueblos, apegada al desarrollo de la ciencia y tecnología, así como del dominio de las herramientas para adquirirlos y fomentarlos. Una universidad con contenidos críticos, emancipadores como base necesaria para comprender el mundo en el que vivimos y participar en su mejora. (O)

Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/leandro-cahn-500-nuevos-casos-vih-ano-sabemos-prevenirlo-fallando_0_HJ0mJdpem.html

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¿Crisis moderna o posmoderna de las universidades? Nostalgia por la Reforma de Córdoba

Por: Iliana Lo Priore Infante.

Nadie pone en duda que las universidades están en crisis.  Donde no existe acuerdo es con respecto al tipo de crisis que atraviesan.  Parece, a primera vista, desconcertante que se reconozca la existencia de la crisis pero no haya consenso para reconocer cómo clasificarla.  Incluso, el consenso no existe dentro de la “comunidad” misma de una específica universidad. Entre otras razones, porque la idea de comunidad universitaria está también en crisis, aspecto este que poco se admite sobremanera por los burócratas del populismo universitario, según cierta interpretación inferida de los indicadores recabados en torno a su situación crítica.  Esto pudiera conllevar a que la crisis para algunos se debatiera entre dramática o trágica.

Dramática por cuanto su narrativa podría tener desenlace por más precario que fuera, si existiera la voluntad y la claridad suficientes para superarla por sus propios integrantes, pero no hay signos evidentes de ello; por el contrario, hay manifiestos signos de lo opuesto, –por encima  de episódicos actos grupales de manifestación que son más evidencias de la crisis que eventos voluntariosos y  preclaros de contrarrestarla–, lo que, en consecuencia, nos conduce a caracterizar la crisis como trágica, esto es, sin desenlace pronosticable, o inviable si se hace depender tan solo de la “comunidad universitaria”.  Al decir esto, no estamos coincidiendo con aquellos que reclaman sempiternamente que la crisis universitaria principalmente es cuestión del presupuesto otorgado externamente por  insuficiente, admitiendo que esto es una media verdad.  Presupuesto, para quienes lo reclaman, que debe ser otorgado por los gobiernos, para los progresistas o liberales, o por los sectores económicos capitalistas poderosos de la sociedad, para los neoliberales privatizadores, a fin de funcionar debidamente a cambio de satisfacer sus expectativas político-ideológicas y económicas.

Cuando decimos que la superación de la crisis universitaria es inviable si se hace depender únicamente de sus “comunidades”, estamos reconociendo la incapacidad propia de la institución para convertirlas en sujetos de su transformación, y reconociendo además, la necesidad de hacer intervenir a otros actores o agentes, externos a la universidad, para impulsar y sostener las dinámicas de su cambio institucional, si aún se está a tiempo de renovarla y salvar su vigencia histórica instituida por la Modernidad occidental principalmente.  Cuestión que de suyo es ir a contracorriente ya que, como es más que conocido, la Modernidad, en tanto modelo civilizatorio, está en crisis debido a su agotamiento y decadencia. Agotamiento y decadencia que evidencia el derrumbe de sus ideas-fuerza: progreso, desarrollo, saber científico, aplicación tecnológica, etcétera. Y siendo que la universidad es una institución depositaria de esas ideas-fuerza, y, a la vez, se fundamenta en ellas para justificar su institucionalidad, (su docencia-investigación-extensión), la crisis de la Modernidad, es la crisis de la universidad vigente.  Esto explicaría el porqué la universidad no puede asumir, con base en su fundamentación y praxis moderna,  la comprensión de su crisis y su superación, mucho menos animar y consolidar una fuerza propia, con apoyo en esas ideas-fuerza, que favorezca un desenlace basándose en sus “principios y postulados” modernos. No puede acudir a darse sustentabilidad en un ethos universitario agotado.

Por otra parte, es comprensible también que su “comunidad” se sienta desasistida y anómica. Incapaz de darse su propia dirección y sentido, por cuanto no ha reconocido esta realidad, y ha desestimado o negado, contradictoriamente por ser esa una de las principales razones de ser liberales-modernas de la universidad, el requerimiento de pensar perspectivistamente su situación, desde diversos ángulos críticos y ambivalentemente, cuando se supone que ese es su primera fortaleza, el libre pensar y la libre discusión de ideas,  junto con el resguardo que le brinda para ello la autonomía y la democracia universitarias, afianzadas también por el pensamiento liberal moderno, para preservarse de las presiones o exigencias  gubernamentales y del mercado capitalista.

El agotamiento y decadencia de la Modernidad europea-occidental, impuesta colonial y neocolonialmente en Indoafrolatinoamérica  en forma de remedo  por medio de la modernización para mayores alienaciones ya que ha sedimentado híbridamente en lo sociocultural de las naciones, indignificando a nuestros pueblos al obligarlos a asumir identificaciones extranjerizantes negadoras de sus alteridades, ha conllevado a que estemos atravesando un momento epocal que se ha denominado posmodernidad, que a través de los intelectuales y cultores orgánicos que en nuestro contexto regional la han asumido, está impugnando críticamente los remedos residuales de la Modernidad, desde una racionalidad o pensamiento propio en todos los aspectos y ámbitos, entre estos, los universitarios.

Posmodernidad que en sus vertientes más críticas ha enfatizado en las características culturales diferenciadoras que han emergido de la reivindicación de los saberes y conocimientos excluidos o subalternos, así como de los emergentes, y que se manifiestan en la reclamación de una reforma o renovación universitaria radical pertinente con base en una nueva mundialización alternativa a la globalización neoliberal depredadora de la naturaleza y la humanidad, así como de una universidad con responsabilidad social ante la sociedad, por vía de sintetizar el sentido común popular y el sentido crítico universitario alternativo en un sentido-común-crítico (implica unas ciencias-otras y unas tecnologías-otras, o no depredadoras, no reproductoras de los residuales de la Modernidad postiza, racionalidades liberadoras, decolonizadoras, etcétera), que se articule con las transformaciones sociales populares requeridas para afianzar nuestra autodestinación histórica  a través de la reivindicación de las alteridades que somos los indoafrolatinoamericanos.

En esa perspectiva inscribimos la posibilidad de superar la crisis de la universidad al reconstruirla o reconvertirla radicalmente (en lo académico, la docencia, la extensión, la investigación, lo organizacional,  lo administrativo funcional, y otros) en la dirección y el sentido de esa autodestinación como nueva institucionalidad insurgente posmoderna.  A semejanza de la lucha de impacto histórico-cultural en toda la región de la Reforma Universitaria de Córdoba en la Argentina de 1918 por moderna que esta haya sido.

  • Correo: ilianalopriore11@gmail.com
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Colombia: MinEducación estudia sanciones contra ‘pilos’ Involucrados en cartel de ‘Los intelectuales’

América del sur/Colombia/14 Junio 2018/Fuente: Semana

La ministra Yaneth Giha explicó que tres de los 16 involucrados en el caso hacen parte del programa ‘Ser pilo paga’ y aunque el reglamento no contempla sanciones específicas para este tipo de conductas, se evaluará con las universidades en las que estudian qué castigo se les impondrá además del proceso penal que se sigue contra ellos.

Luego de la captura y posterior liberación de las 16 personas implicadas en la suplantación de identidades para presentar los exámenes de admisión en la Universidad del Magdalena, se determinó que tres de ellos son beneficiarios de ‘Ser Pilo Paga‘. El Ministerio de Educación precisó que aunque no están previstas, dentro del manual operativo del programa, sanciones específicas para los ‘pilos‘ que estén involucrados en este tipo de conductas, sí pueden ser sancionados por las universidades en las que estudian.

“No tenemos sanciones previstas en el manual de ‘Ser Pilo Paga‘. Sin embargo, nuestro equipo de trabajo está ya en conversación con las universidades de las que hacen parte los pilos para ver qué está previsto en sus manuales. De acuerdo con eso, tomaremos una decisión lo antes posible”, afirmó Yaneth Giha, ministra de Educación.

El reglamento del programa cuenta con nueve causales de suspensión definitiva de los desembolsos para las matrículas, entre ellas el abandono injustificado del programa académico, la adulteración de documentos o la presentación de información falsa y suspensión definitiva de los estudios. Sin embargo, esta norma no prevé sanciones para  conductas que no estén relacionadas directamente con el procedimiento del crédito condonable del que son beneficiarios.

Por lo tanto, como lo anunció el ministerio, las posibles sanciones que se podrían tomar con los estudiantes están en manos de los manuales estudiantiles de cada institución a la que pertenecen. En caso de que los pilos sean expulsados de sus universidades perderían el beneficio de crédito condonable y tendrían que pagar el total del dinero desembolsado por el Icetex.

Giha también aseguró que “Ya estamos evaluando qué tipo de sanciones vamos a dar, posiblemente vamos a terminar quitándole la beca a jóvenes de ‘Ser Pilo Paga’ involucrados en este proceso, también estamos trabajando con las universidades en las que están estos ‘pilos’, mirando qué sanciones tienen en las universidades para articularnos y poder tomar una decisión definitiva en los próximos días”.

Los 16 jóvenes detenidos, provenientes de  universidades de Cartagena, Barranquilla, Sincelejo y Bogotá, fueron denominados por las autoridades como ‘Los intelectuales’. Eran profesionales y estudiantes de semestres avanzados que habían ingresado a la institución para presentar el examen de admisión a medicina, con la promesa de recibir 2,5 millones de pesos si lograban pasarlo. Sin embargo, el cobro a los familiares de quienes querían asegurar el cupo en la universidad oscilaba entre los 20 y 25 millones de pesos.

La Fiscalía General de la Nación afirmó que “los informes revelan que los implicados estudiaban los perfiles y capacidades económicas de los alumnos recién graduados de la secundaria para contactarlos y ofrecerles el servicio, y estos a su vez, durante el proceso de selección, mostraban tarjetas de identidad y contraseñas falsas para obtener calificaciones altas y ser admitidos en los programas educativos”.

Los sindicados fueron dejados en libertad tiempo después de su captura por el juez encargado del caso por que las penas previstas para el delito por el cual se les investiga son menores a cuatro años de cárcel. Sin embargo, siguen vinculados a la investigación. Para las autoridades de la región lo primordial es establecer la estructura que está detrás de la venta de cupos en las universidades. Según las declaraciones del coronel Gustavo Berdugo, comandante de la Policía de Santa Marta, la organización delincuencial es conformada por más de 35 personas y utiliza la misma modalidad en diferentes instituciones públicas del país.

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/estudiantes-de-ser-pilo-paga-involucrados-en-supuesta-suplantacion-de-personas-para-presentar-examen-de-admision/571081

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El éxito del modelo educativo en Canadá, donde los profesores no se eligen en oposiciones

Por: Ana Torres Menárguez

Los directores de centro tienen un rol esencial en el diseño de los programas académicos en uno de los países del ‘top 10’ en PISA

En algunas provincias de Canadá, como Ontario, a los profesores se les contrata en función de las necesidades del colegio. No hay oposiciones, son los directores de los centros los que determinan cuántos docentes necesitan cada curso y para qué asignaturas. Si después de dar una clase ante un comité de expertos y de pasar una entrevista personal son elegidos, se les contrata y pasan a ser funcionarios. Durante los dos primeros años, el director del colegio revisará su trabajo y, si se ajusta a los estándares, volverá a enfrentarse a ese control cada cinco años. A los 54 años de edad, ese profesor podrá jubilarse y su pensión será una de las más altas del cuerpo de funcionarios de Ontario, unos 48.000 dólares canadienses al año (31.600 euros). El salario medio de un profesor en esa provincia, cuya capital es Toronto, es de 80.000 dólares al año (52.750 euros).

El escenario descrito resume una de las principales diferencias con respecto a España: la forma en la que se selecciona al profesorado. Canadá se encuentra entre los 10 países del mundo mejor posicionados en el informe PISA, el estudio elaborado por la OCDE en diferentes países que mide el rendimiento académico de los estudiantes en matemáticas, ciencia y comprensión lectora. España ocupa la posición 31 y en dos de las competencias está por debajo de la media del resto de países de la OCDE.

En Ontario, donde el 94% de los alumnos están matriculados en centros públicos, cuando los estudiantes cumplen 14 años pueden elegir las asignaturas que más les interesan y crear su propio itinerario. Además, pueden escoger entre tres niveles de dificultad para cada una de esas materias: académico (que les permite acceder a la Universidad), applied level (que les conduce al al llamado college) o locally developed (pensado para una rápida incorporación al mercado laboral). La educación obligatoria es hasta los 16 años.

«Nuestro sistema no es academicista; no se basa en memorizar contenidos de libros de texto, sino en la aplicación práctica», explica Bruce Rodrigues, ministro de Educación de Ontario, que concentra el 40% de la población total de Canadá. La igualdad es una de las prioridades del programa educativo en un país en el que el 22% de los habitantes no nacieron en Canadá. «Tenemos muy presente a colectivos como el LGTBI y modificamos los programas en función de las características de los habitantes de las diferentes zonas», señala Rodrigues.

Pone un ejemplo: si hay un grupo importante de niños inmigrantes que no han vivido en países en los que había jardines en las casas, se elimina ese tipo de contenido de los enunciados o preguntas de los ejercicios de clase. «Estamos identificando las nuevas narrativas que usan los alumnos; ahí está la innovación», asegura el ministro. Su gabinete está participando de forma «muy activa» en la nueva medición de competencias lanzada por PISA para 2018, la denominada competencia global, un nuevo cuestionario que analizará el pensamiento crítico, la capacidad de interactuar con respeto, la empatía, la comprensión de los conflictos mundiales o el conocimiento intercultural de los estudiantes de 15 años.

Rodrigues comenzó su carrera profesional como profesor de matemáticas y confía plenamente en la capacidad de los directores y de los llamados school boards (comités escolares) para diseñar los programas académicos y contratar al profesorado. ¿Cómo pueden estar seguros de que el proceso es justo y transparente? «Todos los profesores tienen que colegiarse y tenemos un cuerpo regulador que lo gestiona. Los directores supervisan que su forma de dar clase es la correcta y, si no cumplen, pueden ser despedidos», detalla Rodrigues.

El presupuesto que el Ministerio de Educación de Ontario ha destinado a educación infantil, primaria y secundaria en el curso 2017-2018 es de 17.900 millones de euros, frente a los 3.250 millones que se llevan las universidades y los colleges (centros de educación superior con un enfoque más práctico que las universidades). En 2017, el Ministerio de Educación español destinó 2.525 millones de euros a Educación, a lo que se sumaron los 36.900 millones aportados por las comunidades autónomas.

Marta Velasco en el instituto Don Mills de Toronto.
Marta Velasco en el instituto Don Mills de Toronto.

Todd Bushell es el director del instituto público Don Mills Collegiate Institute, en Toronto. «Ponemos el foco en el pensamiento crítico, la información está en Internet», cuenta mientras recorre algunas de las aulas más innovadoras del centro, como la de arte y diseño gráfico o la de green industries (sobre el cambio climático). Una de las claves del sistema educativo canadiense es que las habilidades emocionales forman parte de la evaluación. «Medimos los hábitos de trabajo, el auto control, la responsabilidad, la organización, la colaboración y la iniciativa propia. Son los indicadores del éxito en la vida adulta del alumno», precisa.

Ese instituto tiene 90 estudiantes internacionales. La madrileña Marta Velasco es una de ellas. Llegó en agosto para cursar un año de intercambio. Tiene 16 años y estudia en el colegio concertado Gredo San Diego, en Guadarrama. Está en primero de bachillerato. «La principal diferencia con España es que aquí te autorregulas. Tengo el móvil encima de la mesa y yo decido si tengo una llamada urgente que atender». Le llama la atención que casi todos sus compañeros trabajan en el parque de atracciones los fines de semana. «En España todo es tomar apuntes. Aquí las cosas se consensúan, el profesor nos pregunta qué día nos parece bien entregar. No hay tanta disciplina».

Cuenta que las matemáticas se le dan fatal, pero que este curso ha escogido la modalidad intermedia y está avanzando a buen ritmo. Tiene derecho (legislación de Canadá), antropología o parenting (crianza en español), una asignatura en la que enseñan el proceso de embarazo, la igualdad en la crianza y en la que se llevan un robot con forma de bebé a casa durante cuatro días. La matrícula para estudiantes internacionales cuesta 14.000 dólares al año (unos 9.200 euros), a lo que se suman unos 1.200 de alojamiento en una familia al mes (unos 780 euros).

A ella le ayudó a tramitar su estancia la consultoría de educación The Lemon Tree Education, con sede en Madrid. Gestionan los intercambios de unos 200 estudiantes españoles al año, el 70% viaja a Canadá. «La mayoría se marchan en cuarto de la ESO, pero depende de la madurez del alumno», indica Rubén Castillo, cofundador de la empresa. Analizan cada caso: miden las expectativas del estudiante, sus notas o su experiencia más complicada, entre otras cuestiones. Trabajan con un gabinete externo de psicólogos. Cubren las 10 provincias de Canadá y sus honorarios alcanzan los 3.000 euros. «Desde el punto de vista académico, Canadá es uno de los países más avanzados del mundo. Su visión del respeto a los demás es esencial y eso se transmite muy bien en los colegios. Los alumnos regresan transformados», precisa Castillo. La Fundación Amancio Ortega ofrece 500 becas al año para que estudiantes españoles de cuarto de ESO puedan ir un año gratis.

LOS COLLEGE, UNA VÍA PARA ENCONTRAR UN TRABAJO CUALIFICADO PARA LOS ESPAÑOLES

Ana Paredes en Toronto.
Ana Paredes en Toronto.

Ana Paredes tiene 27 años y hace dos dejó su puesto de docente investigador en la Escuela Politécnica Superior de la Universidad de Burgos. Graduada en ingeniería de edificación, cobraba unos 500 euros al mes. «Vivía en casa de madre y no veía futuro a medio plazo; mi única opción era aguantar unos 10 años en esa situación y ver si conseguía la plaza», cuenta. Tras dos meses en Toronto mejorando su inglés, tomó la decisión de cambiar de país. Se matriculó en un college (centro de estudios superiores con un nivel inferior a la Universidad) en un grado de Excelencia en los Negocios, un programa de seis meses con prácticas remuneradas de otros seis meses.

Ahora está trabajando en la empresa de software donde realizó las prácticas, Black Wak, en el servicio de atención al cliente. La tasa de desempleo en Canadá es del 5% y la juvenil del 10%. Eso fue lo que le atrajo. «Es importante que los graduados universitarios sepan que no es fácil encontrar trabajo de lo suyo; hay que empezar desde abajo». Al llegar intentó que la contrataran como ingeniera, pero en todas las compañías le preguntaban si tenía experiencia en empresas canadienses. Su sueldo le permite llegar a final de mes y pagar el alquiler de una habitación por 700 dólares al mes. Ahora está tramitando la residencia permanente, que en Canadá se puede solicitar tras 12 meses de trabajo.

Los college se han convertido en una de las opciones más asequibles para los estudiantes internacionales que quieren instalarse en Canadá. El precio de matrícula de los grados universitarios ronda los 30.000 dólares al año y el de los másteres los 40.000, mientras que el coste medio de los diplomas en los college va desde los 6.600 a los 22.000 dólares al año (entre los 4.300 y 14.400 euros). En Canadá hay un total de 150 colleges y de los 113.000 estudiantes internacionales matriculados en 2016, 230 fueron españoles, según datos de la embajada. Entre los requisitos de acceso, tener el título de Bachilleratoun y una puntuación de, al menos, un 6.5 en el IELTS.

«Nuestra marca no es tan conocida como la de Estados Unidos, pero ahora con la era Trump y el Brexit prevemos un aumento en las solicitudes de acceso» explica Ryan Guest, director de George Brown, un college público de Toronto. De los 29.000 estudiantes de ese centro, 4.900 son internacionales.

La española Alejandra López, de 30 años, no terminó su carrera de Económicas en la Complutense para mudarse a Canadá. Estudió Negocios y Recursos Humanos en George Brown, un diploma de dos años que le costó 14.000 dólares. «La gran diferencia con la Universidad es que es muy práctico. Además la ley te permite trabajar 20 horas a la semana mientras estudias», cuenta. El salario mínimo en Canadá es de 14 dólares la hora. Lleva un mes buscando trabajo. «No creo que tarde mucho, el mercado se mueve rápido».

El de Santiago Uzal, de 31 años, es un caso de éxito. Llegó a Toronto con un nivel muy bajo de inglés y tras cinco años en el país tiene un puesto de manager para Europa en la empresa de idiomas ILAC, una de las más potentes del país. «La mayoría de españoles llegan con la mentalidad de la titulitis, pensando que por tener un grado el mercado les va a absorber. Pero aquí es todo networking, necesitas una puerta de acceso que, muchas veces, está por debajo de tu nivel», señala.

Él tenía estudios de Formación Profesional, que compaginaba con campañas de incendios como bombero forestal en Galicia. «No veía futuro es España, al final te cansas de los trabajos temporales. En Canadá puedes escalar en la empresa». Él lleva cinco años en ILAC, donde realizó el curso de inglés y obtuvo su primer empleo como monitor de estudiantes internacionales. Lo compaginaba con un trabajo de camarero en un restaurante brasileño. Ya ha conseguido la residencia permanente. «Me puedo beneficiar de las mismas ayudas que los canadienses, salvo el derecho a voto. No tengo ninguna intención de volver a España».

Fuente: https://elpais.com/economia/2018/05/28/actualidad/1527526183_441482.html

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¿Es posible la esperanza en una sociedad como la colombiana?

América del Sur/Colombia/12.06.18/ Por Julián De Zubiría Samper/Fuente: www.semana.com.

Culmina una de las campañas más agresivas de la historia reciente de Colombia. ¿Es posible restablecer la confianza? El pedagogo Julián De Zubiría piensa que el país podría estar cerca de un “mayo del 68”, pero en Colombia: la emergencia de una juventud, que hastiada de la clase política, impulsa una transformación cultural.

Culmina una de las campañas electorales más agresivas, mentirosas y tensas de las últimas décadas. La fractura generada en el tejido social es inimaginable. Las redes se llenaron de fanáticos enardecidos para insultar a quienes piensan distinto, y, con todo tipo de descalificaciones, convirtieron a sus contradictores en feroces enemigos.  En muchas familias, instituciones y grupos de amigos, terminó por proscribirse la discusión política: se tornó inviable el debate argumentado y reflexivo de ideas. Como decía Aristóteles, “en momentos de ira e intenso dolor, la razón se nubla”. Pues parece que la razón de los colombianos se nubló, y que la ira, la pasión y la venganza, coparan hasta las mínimas rendijas. Nos invadieron los miedos y las amenazas, las sutiles y las directas; e incluso, las que se hacen con revólver en mano, a plena luz del día. Obviamente, no es algo nuevo en un país acostumbrado durante siglos a la violencia, y en el que quienes detentan el poder nunca han querido compartir, ni siquiera las migajas. En las elecciones de 1990 fueron asesinados cuatro candidatos presidenciales: Galán, Jaramillo, Pardo Leal y Pizarro. ¡Cuatro candidatos presidenciales asesinados!

Aun así, en los últimos años, en el país parece especialmente generalizada la descalificación y la agresión. En este contexto, Humberto de la Calle, el gran arquitecto de la paz en Colombia, quien dedicó 5 años, con todas sus días y noches enteras a labrar el más complejo y completo acuerdo de paz realizado hasta el momento en la historia humana, ha sido calificado de “enemigo de la paz”, y le “exigen que se calle”, simplemente porque anunció su voto en blanco para la segunda vuelta. Así mismo, Ingrid Betancourt fue considerada como “puta”, “ramera” y “desagradecida”, al anunciar su voto a favor del candidato Gustavo Petro. Miles de trinos le expresaron su deseo infinito para que volviera a ser secuestrada. Son síntomas inocultables de una sociedad embebida en el odio y la sed de venganza. Es el indicador de que triunfaron las más maquiavélicas costumbres de la clase política de envenenar a un electorado inculto y poco crítico, para que saliera a votar “emberracado” y con miedo.

Pero la vida seguirá después del 17 de junio y tendremos que hacer lo posible por reconstruir el tejido social, volver a soñar y reestablecer la confianza que, entre las mafias, la clase política y el narcotráfico, han destruido en mil pedazos. No me cansaré de decirlo: Es inviable una sociedad, en la que, como la colombiana, tan solo creemos en cuatro de cada cien personas que conocemos. Así no es posible el trabajo en equipo, los proyectos nacionales o el futuro como nación, porque tan solo trabajaríamos en pequeños grupos de cuatro colombianos, al pie de noventa y seis desperdigados, aislados o rechazados, en quienes no creemos.

Una vez más queda muy mal parada la educación. En la escuela no aprehendimos a dialogar, a respetar las diferencias, a argumentar y contra argumentar, ni a relativizar las ideas. Y es aparentemente lógico que sea así, ya que seguimos dedicados a trivialidades que no dejan tiempo a las cosas esenciales de la vida. En la universidad tampoco se consolidan estas competencias, porque desde tiempos inmemoriales se han ocupado de impartir conocimientos y técnicas muy especializadas, fragmentadas y sofisticadas, pero muy distantes de la vida.

Sin embargo, todos debemos entender que la educación no sólo está en las manos de los maestros. También, entre otros, educan los padres, los políticos, los jueces, los amigos y los medios masivos de comunicación. El problema grave es que cada vez que un político se considera con el derecho a cambiar las leyes para proteger sus intereses y los de su familia, maleduca a millones de jóvenes que lo siguen. Cada vez que un partido político le da el aval a quien roba recursos públicos o participa en alianzas con organizaciones criminales, está enseñando a la población a que haga lo mismo. Y cada vez que un juez aparece ligado a procesos de venta de servicios para disminuir la pena a corruptos o asesinos, está convalidando los actos de corrupción ante la sociedad.

Parece un círculo vicioso imposible de romper: La escuela no desarrolla el pensamiento crítico, lo que facilita la manipulación de la clase política. Ellos incentivan el miedo, lo que les garantiza la obediencia de un pueblo inculto. Los políticos crean así a grupos de fanáticos seguidores, que gritan, amenazan e insultan y que argumentan y reflexionan muy poco. Por tanto, las decisiones políticas de jóvenes y adultos, terminan siendo intuitivas, emocionales y determinadas por los intereses de los grandes medios masivos de comunicación.  En el caso colombiano, lo anterior se complejiza significativamente, si somos conscientes que llevamos décadas conviviendo en medio de masacres, secuestros, narcotráfico, guerrillas y paramilitares. Lo que introduce una bomba de tiempo en la estructura ética y valorativa de la sociedad. Es el engendro que Mockus denominó: La “cultura del atajo”. Una cultura en la que “todo vale” para conseguir el “éxito” y “salir adelante”. Se le pone zancadilla al compañero, se gastan los recursos que no se tienen en silicona, se evaden impuestos y pagan sobornos; se hacen gigantescas filas para participar en el lavado de dinero a plena luz del día, en filas custodiadas por policías y sutilmente camufladas en “pirámides” receptoras de dinero ilegal, pero validadas, respetadas y defendidas por la sociedad. En solo una de ellas, hace diez años, dos millones de colombianos depositaron los dineros que no tenían, con la ilusión de acrecentarlos de manera mágica y rápida; y seguramente, porque en el sistema financiero nunca tuvieron opción de nada, salvo de asumir deudas impagables.

En la primera vuelta electoral, más de cinco millones de colombianos no eligieron ninguno de los candidatos hoy en contienda. Es una fuerza grande y fuerte que no se siente representada por las opciones polarizantes. Es una fuerza nueva y creciente, que siente que este país no será viable si no toma una ruta más incluyente, respetuosa de la diferencia y más reflexiva. También hay que reconocer que es un centro diverso y con policromía, pero que está cansado de la descalificación, la intolerancia y las agresiones permanentes. Quien gane las elecciones, tendrá que contar con ellos. Este centro ayudará a atemperar el polo triunfante. Eso esperan, incluso quienes votan por los dos polos, que también siguen siendo una fuerza excesiva para garantizar el desarrollo humano y sostenido.

¿Es posible la esperanza cuando todo parece indicar que la clase política tiene una forma camaleónica y cínica de cambiar de color para defender sus votos? ¿Es posible la esperanza cuando la clase política es capaz de reestablecer alianzas con los enemigos más extremos, con tal de seguir defendiendo sus intereses?

No hay la más mínima duda de que la esperanza es una fuerza inagotable. Una y otra vez, todo vuelve necesariamente a la educación, que es la fuerza más grande que conoce la vida para cambiar a otro ser humano. Necesitamos comprometernos con una poderosa transformación cultural si queremos salir del hueco en el que nos metimos. Sin duda, no la impulsarán los políticos que fueron los que nos condujeron a ella. La impulsarán los artistas, educadores, jóvenes e intelectuales. Ojalá logremos quitarles, por lo menos parcialmente, los micrófonos. Necesitamos escuchar más la voz de los investigadores, los niños y los artistas. Hay que empoderar a la sociedad civil. Padres y madres tendremos que aportar en el hogar a fortalecer un ambiente más reflexivo y tolerante. Los cambios culturales son largos y lentos, pero casi nunca los han impulsado los políticos. Casi siempre provienen de la sociedad civil; en especial de los educadores, los jóvenes y los artistas. Pero como son tan lentos, tenemos que empezar cuando antes. Ojalá desde este 18 de junio.

Acompañé a Antanas Mockus, porque siempre he creído, como él, que la vida es sagrada y sabía que, de haber ganado, no escatimaría esfuerzos para luchar contra la «cultura del atajo», tan generalizada en Colombia. Estuve con Sergio Fajardo: la esperanza es una fuerza invencible. Hoy no tengo duda: siguen siendo las prioridades defender la educación y la paz. Así hoy esté representada en otro candidato. Soy hijo de mayo de 1968 y como ellos creo que hay que ser realistas y pedir lo imposible. La esperanza nunca muere.

Nunca pensé ver el día en el que toda la vieja clase política nacional tuviera que arroparse con un candidato para enfrentar a un país hastiado de la corrupción; pero la generosidad y el compromiso ilimitado de Claudia López y de Antanas Mockus, lo hicieron posible. La pregunta es ¿a qué lado de la historia estará usted el próximo 17 de junio?

Estamos ad portas de un “mayo del 68”, pero en Colombia. De los jóvenes dependerá que la rueda de la historia siga marchando para delante. (No lo olviden, los votos en redes, en Facebook y en Twitter, no se contabilizan).

Fuente del artículo: https://www.semana.com/educacion/articulo/que-pasara-despues-de-las-elecciones-en-educacion/570759

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Cuba: Inglés en la universidad: replantean política de enseñanza

Cuba / 10 de junio de 2018 / Autor:   / Fuente: Granma

Muchos coincidieron en que los basamentos de la decisión eran positivos, porque resulta indispensable que un profesional, de la esfera que se trate, domine el idioma inglés como requisito para competir en el mundo profesional

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