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Las sursudanesas supervivientes rompen el tabú de la violencia sexual

África/Sudán del Sur/09 Julio 2020/elpais.com

Una ola de denuncias de agresiones se ha extendido por las redes para señalar a los responsables, para gritar el hartazgo y para generar un cambio social

“Escucha a una superviviente sursudanesa”, ha sido el mensaje recurrente en los círculos de las comunidades del país más joven de África y su diáspora en los últimos días. Lo que seguía eran los escalofriantes testimonios de todo tipo de episodios de violencia sexual sufrida por mujeres, explicados en primera persona por las… ¿víctimas? No, por las supervivientes. La ola de confesiones y denuncias se originó en la diáspora y fue impulsada por mujeres sursudanesas por todo el mundo, cuando las jóvenes residentes en el país se unieron a esta corriente, se convirtió en un tsunami dispuesto a levantarse sobre una sociedad en la que las mujeres intentan hacer oír su voz por todos los medios.

La experiencia que ha querido compartir la activista Ayak Chol Deng Alak representa de manera gráfica lo que supone un clima de violencia contra las mujeres muy enraizado. La joven sursudanesa, conocida como activista cultural y fundadora del movimiento Anataban ha explicado en tres tuits un repertorio de episodios de agresiones y abusos sexuales que empezaron cuando solo tenían ocho años y se fueron sucediendo durante su adolescencia y juventud, todo tipo de violencias y cometidos por todo tipo de hombres. Sin embargo, el cuarto mensaje sucesivo es igualmente representativo del espíritu de esta corriente de denuncias. “Ser una superviviente de la violencia sexual y la violación significa que viviré para siempre con lo que me pasó”, advertía la activista que concluía el tuit de manera contundente: “Me niego a ser una víctima”.

El fenómeno se extendió activando las redes y, en muy poco tiempo, los mensajes se difundían, se amplificaban, viajaban, se multiplicaban y traspasaban fronteras. Aunque las transiciones se produjeron de manera inmediata, la tormenta se fraguó en la diáspora en las comunidades sursudanesas de Estados Unidos, trasladándose a las de Canadá y Australia, principalmente, para irrumpir en el país, donde las mujeres, las supervivientes, las protagonistas sienten la presión de una manera más intensa.

El detonante de todo este movimiento fue un hecho casi imperceptible. Guye Furula es una joven de origen sursudanés de 26 años que reside en Estados Unidos. Participó en un podcast Views from the Uninspired que conducen unos amigos suyos y que se compartió el 15 de junio. “Empecé a recibir mensajes que me felicitaban por mi valentía”, explica Furula. “También recibí mensajes de mujeres que habían sido agredidas sexualmente”, continúa contando la joven, “las mujeres siguieron tendiéndose la mano y compartiendo sus historias sobre sus propias experiencias de violencia y así es como empezó”. En ese podcastGuye Furula explicaba que ocho años antes había sido agredida sexualmente en una fiesta, después de quedarse inconsciente. Explicaba que no lo había denunciado por miedo, por vergüenza y por una especie de sentimiento de culpa. Explicaba cómo se había comportado la gente a su alrededor en Nebraska, donde residía, y cómo esa experiencia había marcado su vida. Algo en ese relato tocó una tecla y en ese momento se desencadenó una ola de apoyo y empatía que encontró en las redes sociales un camino para extenderse.

A Guye Furula, sin embargo, no deja de sorprenderle la reacción y todo el movimiento que se ha desatado. No era la primera vez que explicaba su experiencia. En 2015, se lanzó a hablar sobre el tema, cuando ni siquiera se lo había contado a su familia. Lo hizo en su canal de YouTube porque consideraba que su experiencia podía ayudar a otras mujeres en la misma situación. “Me chocó mucho la reacción de la comunidad y de mis compañeros”, se lamenta al recordar el momento en el que rompió el silencio. “Tuve una mala reacción porque en ese momento nadie hablaba sobre la violencia sexual y yo no me quedé callada. Ha estado sucediendo durante muchos años y ahora la gente está cansada de llevar esa carga, por eso esta vez ha sido diferente”.

En un primer momento, fueron muchas las mujeres que se decidieron a compartir sus experiencias de violencia sexual, a través de las redes sociales, derribaron las fronteras y eliminaron las distancias que separan a las diásporas repartidas por todo el mundo y a las mujeres que viven dentro de las fronteras de Sudán del Sur, desde los entornos rurales hasta las ciudades, aparecieron las historias de tíos, de primos, de amigos, de novios, de pretendientes o de desconocidos; las confidencias hablaban de violaciones, de acoso, de matrimonios forzados, de agresiones, de proposiciones intimidatorias y de todo tipo de violencias sexuales. “Mi objetivo cuando compartí mi historia”, comenta Furula, “era ayudar a otras a reunir la fuerza necesaria para hablar y compartir sus verdades. Nunca pensé que llegaría a este punto. Creo que ha sido algo hermoso ver a nuestras mujeres de Sudán del Sur hablar porque esto normalmente se esconde y no se habla en nuestra cultura”. Los mensajes de las experiencias en primera persona se mezclaban con los de otras mujeres que no se sentían con fuerzas para denunciar públicamente y compartían sus historias para que otras las publicasen.

Apoyo mutuo y sororidad eran los mensajes que se transmitían. Algunas de las participantes en la acción se ocupaban de compartir recursos e intentar hacer pedagogía, para evitar los tropiezos del lenguaje que no disminuyen la gravedad de los hechos. La insistencia de que la supervivientes no estaban solas se reforzaba con la sensación de comunidad que genera una acción colectiva en las redes. Mujeres con rasgos comunes, en este caso su origen sursudanés; y preocupaciones compartidas, la violencia sexual; que actúan al mismo tiempo y en el mismo espacio, aunque sea virtual; se sienten arropadas y contribuyentes de una misma corriente. Y nada mejor que un hashtag, una etiqueta que diese unidad a las publicaciones y terminase de poner los cimientos de esa comunidad. La rapera Khat Diew propuso #SouthSudaneseSurvivor y esta ha sido la divisa que ha aglutinado una buena parte de los mensajes de esta ola de denuncias. “Me alegro de haber podido reunirnos”, comenta Diew, “para saber que no estamos solas y de haber compartido mi historia. Nuestras mujeres son fuertes y feroces; este movimiento estaba destinado a suceder”.

Como ha ocurrido en acciones similares en otros países, las supervivientes utilizaron las redes para exponer a sus agresores, ante la impotencia de unos sistemas y de unas sociedades que no les ofrecen las garantías para utilizar las vías de denuncia institucionales. Y también en esta corriente de ruptura del tabú de la violencia sexual entre las comunidades sursudanesas empezaron a aparecer, en Twitter y en Facebook, las listas de los hombres señalados como responsables impunes de esas violencias.

Sin embargo, la euforia por esta corriente de liberación ha tenido que enfrentarse a algunos problemas, también. Pronto, los mensajes de apoyo, de ánimo y de solidaridad no fueron los únicos que circularon por las redes. Replicas y desmentidos, reacciones de algunos de los señalados, advertencias, amenazas o acoso, en público o en privado, volvían a poner de manifiesto que la barrera que las supervivientes intentaban saltar era realmente alta. Unas participantes en la acción reafirmaban sus posiciones; otras, intentaban alejarse; y algunas llamaban a cerrar filas y recordaban la tozudez de algunas prácticas culturales con raíces profundas.

La cultura y las normas sociales se han puesto, durante esta campaña en el centro de la crítica. “El problema de las agresiones sexuales y la violencia de género es apremiante y las mujeres de Sudán del Sur se enfrentan a una violencia sexual «innombrable» tanto en las diásporas como en el país”, advertía Khat Diew. Muchas activistas han aprovechado para recordar la normalidad con la que viven los agresores, la necesidad de que la comunidad se oponga a cualquier forma de violencia sexual y de que las familias apoyen a las supervivientes. Y en esa línea intervinieron también algunos hombres sursudaneses, en la necesidad de combatir la educación que reciben los jóvenes y de que los hombres se conciencien de la discriminación y tomen responsabilidades. “Tenemos que cambiar esta cultura que tolera la violencia”, sentenciaba Diew.

Guye Furula se lamentaba del silencio que la sociedad sursudanesa impone sobre esta violencia. “Hay niñas convertidas en novias, matrimonios arreglados y forzados que también acaban generando violaciones y agresiones sexuales. No hay ningún sistema establecido para ayudar a proteger a las mujeres”, advertía la joven. Por su parte, Khat Diew recordaba: “Es imperativo que la comunidad tome medidas para apoyar a estas supervivientes, proporcionar recursos a las mujeres en situaciones de crisis, especialmente en relación con las agresiones sexuales y la violencia de género. Las consecuencias de esta acción aparecerán en forma de educación comunitaria, de divulgación y de apoyo a las supervivientes de la violencia sexual y sus familias para poner fin a los abusos”.

Por su parte, Furual reconocía que los efectos de una acción colectiva como la que se había desarrollado eran difíciles de prever: “No sé qué saldrá de esto. He visto cambios de mentalidad. He visto consecuencias negativas. Los abusadores ya están amenazando a sus víctimas en los medios sociales. Pero también espero que ayude a una especie de curación, que los padres y las familias crean más en sus hijas. Sé que este movimiento ya ha cambiado nuestra comunidad y que nunca volverá a ser igual, pero también sé que será un largo camino para ver qué más ocurre”.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/07/06/planeta_futuro/1594028514_355472.html

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De mujeres, niñas y el derecho a la ciudad metropolitana

Reseña/02 Julio 2020/Autoras: Marta Briones Hernández-Silvia Llorente Sánchez/elpais.com

El espacio público urbano es el lugar físico en el que se reflejan y se escenifican las desigualdades sociales y, una de las más acuciantes a día de hoy, se produce en el derecho a la ciudad de mujeres y niñas. En las áreas metropolitanas de todo el mundo, ven restringida cada día su libertad de movimiento, así como el acceso a oportunidades y disfrute de vivencias. Una brecha de género que se manifiesta, entre otros, a través del acoso sexual en el espacio público, o la ausencia de perspectiva de género en la planificación de la movilidad asociada a las tareas de cuidados, problemáticas que la crisis del coronavirus ha exacerbado, más aún si cabe.

Los llamados trayectos de cuidados —como hacer la compra, acompañar a personas dependientes, visitar y cuidar a personas enfermas—, especialmente esenciales en los últimos meses, se caracterizan por ser recorridos cortos, múltiples y complejos —entre barrios y hacia municipios periféricos—, desarrollarse fuera de las franjas horarias establecidas, a pie o en transporte público. Precisamente, por motivos relacionados con los cuidados, son las mujeres entre los 29 y 49 años quienes representan el grupo de población con la tasa de movilidad más alta en las vastas áreas metropolitanas.

Y hay más. En el contexto de una pandemia como la de la covid-19, donde la mayoría de trabajos esenciales de las ciudades —en hospitales, residencias de personas mayores, servicios de limpieza y alimentación— los estaban sosteniendo las mujeres, su situación se ha ido agravando. El transporte público se ha restringido, impactando la subsistencia de mujeres trabajadoras informales que viven en las periferias de las ciudades, y para las cuales un transporte público accesible y seguro es su medio de vida.

Los espacios urbanos se han construido como producto de modelos y prácticas sociales concebidas por solo una parte de la sociedad: hombre, caucásico, joven, sin responsabilidades de cuidados y con acceso privilegiado a los recursos económicos y el poder político

Sabemos que, a pesar de ser los más sostenibles y suponer el 40% de los desplazamientos en las grandes metrópolis versus al 20% de la movilidad por trabajo productivo (el restante se distribuye entre trayectos de estudios, ocio y gestiones personales), los trayectos de cuidados difícilmente se incorporan a las estrategias de movilidad masivas.

Y es que, históricamente, los espacios urbanos se han construido como producto de determinaciones, modelos y prácticas sociales concebidas por solo una parte de la sociedad: hombre, caucásico, joven, «saludable», sin responsabilidades de cuidados y con acceso privilegiado a los recursos económicos y al poder político, quedando excluidas todas aquellas visiones diferentes de la suya en cualquier proceso de construcción del derecho a la ciudad. De esta manera, el actual modelo de movilidad  —pretendidamente universal— reproduce una visión masculina, de transporte privado y vinculada al trabajo productivo, excluyendo la movilidad femenina, de transporte público, sostenible y asociada a las tareas de cuidados.

De mujeres, niñas y el derecho a la ciudad metropolitana

¿Qué significa esto en la práctica? Esa es la pregunta que tratan de contestar desde la Asociación Mundial de las Grandes Metrópolis (Metrópolis) en la colección «Claves de género», una serie de publicaciones breves que abordan la incorporación de la perspectiva de género en la planificación urbana de las metrópolis. En su último número, «Movilidad y género: como construir el derecho a la metrópolis«, analizan la necesidad de incorporar la vida cotidiana, sus necesidades, patrones y motivos en la formulación de toda política, estrategia e instrumento de movilidad, como ya reclamó en su momento el académico David Harvey.

¿Qué sucede cuando, además, el espacio público metropolitano no es seguro?

Miedo a las agresiones sexuales

La violencia sexual contra mujeres y niñas (VAWG, por sus siglas en inglés) representa un capítulo aparte. Sigue siendo una de las violaciones de los derechos humanos más graves —y más toleradas— en todo el mundo. Aunque tiene lugar mayormente en el hogar, ocurre también en las plazas, parques, mercados, calles, baños y transportes públicos de nuestras urbes. Y, según ONU Mujeres, la organización de las Naciones Unidas para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, sigue siendo un problema en gran medida desatendido, con pocas leyes o políticas para acometerla y prevenirla.

Debido a las amenazas cotidianas que van desde la agresión sexual, incluyendo acoso y tocamientos, hasta la violación y llegando al feminicidio, las mujeres y niñas de todo el mundo todavía temen participar, vivir y apropiarse del espacio público. A partir de ahí, el miedo restringe sus libertades y, obstaculiza el acceso a oportunidades y el disfrute de vivencias en los espacios y tiempos urbanos: hay lugares, parques y barrios adonde no van las mujeres a partir de determinadas horas, simplemente por el hecho de ser mujeres.

La buena noticia es que los gobiernos, a distintos niveles, han ido incorporando en su agenda política iniciativas para combatir esta violencia. Un compromiso reafirmado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de 2015  —la Agenda 2030 consolida los compromisos mundiales para poner fin a la violencia contra mujeres y niñas en los ODS 5 y 11— y en la Nueva Agenda Urbana (NAU) aprobada en Quito en 2016.

El derecho a la ciudad, tal y como lo planteó el filósofo francés Henri Lefebvre, hacía referencia a dos factores: primero, ser capaz de apropiarse del entorno urbano y, segundo, de participar en él. En este sentido, la violencia sexual contra mujeres y niñas no solo impacta en ambos aspectos, sino que lo hace con un claro sesgo de género, tanto en sus causas y características, como en las consecuencias que tiene en sus vidas.

En los últimos tiempos, muchos gobiernos metropolitanos han venido ofreciendo soluciones y movilizando al resto de actores para reducir tanto los casos de violencia sexual contra mujeres y niñas, como la percepción de inseguridad en el espacio público, desde el concepto del pleno derecho a vivir la ciudad.

En Lyon, por ejemplo, el sistema público de transporte —SYTRAL— formuló recorridos exploratorios donde distintas representantes de mujeres indicaban las zonas donde se sentían inseguras, para poder recomendar cambios en el sistema. También encontramos el caso de Toronto que, con la campaña de la Comisión de Tránsito (TTC, por las siglas en inglés), #ThisIsWhere, buscaba concienciar sobre el acoso sexual y las agresiones que tienen lugar en el transporte público.

Si consideramos el escenario de la covid-19 como el momentum para acelerar ciertas medidas que acaben con la brecha de género aún existente en nuestras urbes, hagámoslo incluyendo los aprendizajes de estos meses. Sin ir más lejos, el derecho a la ciudad y su valor de uso, leídos desde un enfoque de género, son especialmente relevantes para pensar las ciudades metropolitanas de manera inclusiva, y la movilidad metropolitana se convierte así en la herramienta democratizadora por excelencia para garantizar el pleno derecho a la ciudad de mujeres y niñas.

Aunar esfuerzos con las organizaciones de mujeres, vehicular espacios de participación e incorporar las vivencias cotidianas en la planificación urbana, es además de efectivo, justo. ¿Será este momento de crisis una oportunidad para conseguirlo?

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/06/29/seres_urbanos/1593424225_503344.html

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Las raperas de Mozambique se levantan contra el machismo

África/Mozambique/02 Julio 2020/elpais.com

Muchos sectores de la sociedad mozambiqueña plantan cara a los abusos contra las mujeres utilizando diversos lenguajes. La música es uno de los más eficientes

“La música entra en tu vida sin pedir permiso. De la misma manera que se cuela en tu casa en cualquier momento, entra en tu subconsciente, tanto si quieres como si no quieres y a veces incluso sin que lo sepas” y así es como, según la rapera mozambiqueña Iveth, la música tiene poder para transmitir mensajes de sensibilización importantes. Ella lo ha experimentado, por ejemplo en la lucha contra la violencia de género en su país. “Una de las muchas funciones del hip-hop es la concienciación, transmitir menajes sobre la realidad actual y hacer una crítica social. En Mozambique, uno de los problemas que tenemos es la violencia de género, no solo por motivos culturales, sino también por el machismo enraizado en nuestras instituciones y a un nivel muy profundo. El hip-hop nos da la posibilidad de criticar esa situación, lanzar otro mensaje y favorecer un cambio de comportamiento, en los hombres, en las propias mujeres, y también en las instituciones”, explica esta rapera que, además, es una reconocida abogada.

Para Dama do Bling, “la música permite pasar mensajes de forma sutil”. “Hablamos de sociedades en las que a menudo hay poca escolarización”, añade, “y la música está muy presente. Cuando cantas una canción 50 veces, el mensaje pasa 50 veces mientras cantas y bailas, pero no puedes hacer un discurso 50 veces”, bromea. Esta artista de éxito mozambiqueña también ha puesto su micro al servicio de la lucha contra la violencia de género. Dama do Bling además destaca que el entorno social en el que se desarrolla la música ayuda a ese cambio de actitudes. “A través de la música puedes hacer una actividad en una comunidad remota en la que no solo te estás dirigiendo a las mujeres, sino que tienes delante a las autoridades, al jefe de barrio, los líderes comunitarios… Y que pueden participar en la actividad al margen de su formación. Un hombre, una mujer, un niño, da igual, pueden recibirla de manera transversal”, explica la cantante.

Hace años que desde diferentes perspectivas la sociedad mozambiqueña le ha declarado la guerra a la violencia que sufren las mujeres en el país, desde reformas legales hasta campañas institucionales y, evidentemente, acciones de la sociedad civil que pretenden cambiar conciencias. Las actividades de músicas como Iveth o Dama do Bling se enmarcan en esta estrategia de transformar los pilares más profundos de la sociedad. No han estadísticas claras, pero un estudio del Ministerio Salud y otros organismos oficiales de 2018 señala que el 22% de las mujeres mozambiqueñas de entre 15 y 49 habían sido víctimas de violencia física o sexual en el entorno doméstico y que un 16% la habían sufrido en el último año.

Iveth y Dama do Bling bromean en un hotel de Barcelona, donde han acudido al estreno del documental Woman, dirigido por Raúl de la Fuente y promovido por Medicus Mundi, en el que precisamente se habla de las nuevas formas de combatir la violencia de género en Mozambique. Ambas cantantes son dos de las artistas que muestran su experiencia en el documental y hacen evidente su complicidad mientras explican los motivos de su compromiso. “Muchas de las actividades que yo hago con voluntad de intervención social, son en realidad una respuesta a lo que te ha transmitido la gente que te rodea”, explica Dama do Bling, “porque, en realidad, como artista, nunca sabes cuántas personas han recibido tu mensaje, pero cuando te alguien te para en la calle y te dice que tu música refleja su realidad y lo que ha vivido, te das cuenta del papel de la música”. “Creo que primero, al menos en mi caso, intentas que la música sea el vehículo de tu activismo, para hacer la sensibilización, pero después hay esa segunda vertiente, cuando te das cuenta de que tu música puede generar esa respuesta, es cuando asumes el papel de activista”, resume la cantante.

Ellas, igual que otras artistas en Mozambique han tomado cartas en el asunto y se han comprometido en el cambio de la conciencia colectiva de la sociedad. “Si eres un artista y tienes una legión de fans y son personas para las que tienes autoridad, tú puedes dirigirles, de alguna manera, puede enviarles un mensaje. Nuestro papel como artistas es usar la música para esta transformación, pero no es solo por el tipo de música que hacemos, sino por el tipo de personas que somos. Somos artistas aspiracionales. No podemos cantar una cosa y después comportarnos de manera diferente”, recuerda Dama do Bling.

Esta cantante que lleva más de una década en la música, habla con propiedad del impacto de su música. Su perfil de Twitter es el segundo más popular de Mozambique con más de 170.000 seguidores; son 430.000 los que siguen su perfil de Instagram; y en su canal de YouTube hay vídeos con más de 300 mil visualizaciones.

Ambas son artistas con una enorme credibilidad. “Las músicas son el espejo de la sociedad”, comenta Iveth, “son sensibles a las necesidades de la sociedad. Su trabajo es diagnosticar las dolencias, los excesos y las carencias, como si fuese un médico”. “Para las personas es más fácil identificarse con una persona que sufre o que pasa las mismas necesidades que tú, que vive la misma realidad. Perciben que nosotras vivimos una realidad como la suya, pero los políticos no. Tenemos las mismas dificultades, vivimos las mismas problemas y tenemos las mismas reclamaciones, la ventaja de Iveth es que ella tiene el don de música y la retórica, de expresarlo”.

Pero además estas artistas consideran que el lenguaje musical es especialmente adecuado para desencadenar el cambio. “Si tú me explicas tu historia y yo la convierto en una canción, tú mismo acabarás llorando. La artista tiene la magia de transcender la realidad y contarla de manera que nos toca el corazón. Los políticos no tienen esa magia”, comenta divertida Iveth. “Por eso los políticos intentan usar a los artistas para conseguir entrar en la casa y las cabezas de la gente y sacar votos”, advierte la rapera. “Todas las grandes revoluciones se hicieron con música”, sentencia la activista mozambiqueña, “todos los grandes momentos de la historia tienen su música, pero es que además está presente en los grandes momentos de nuestra vida. El nacimiento tiene una música; los ritos de iniciación, tienen su música; hasta la muerte”.

A pesar de ese compromiso, Iveth reclama los espacios en los que la música es pura diversión. “El hip-hop nació en las discotecas”, defiende la artista, “y después se encontró con la revolución. Porque los que bailaban y cantaban en las discotecas estaban felices allí dentro, pero cuando salían se encontraban con la violencia de la policía y después con los contextos problemáticos en sus casas”. “La vida no es solo revolución. El que vive solo de revolución está frustrado, yo vivo, soy feliz y hay momentos en los que hago la revolución”, asevera riendo Iveth.

Para Dama do Bling, “la música se interpreta como una manifestación artística, como una opinión poética, un sentimiento, de manera que la censura es menor” por lo que se pueden poner sobre la mesa debates controvertidos y argumentos incómodos. “La música que hacemos es, habitualmente, música de intervención social para mujeres que después se extiende. Muchas veces de mujer para mujer, hace que esas mujeres no se sientan solas, que no es un problema que solo es suyo, sino que es social, y de la misma manera que viven la situación juntas, podemos buscar soluciones juntas”, cuenta Dama do Bling. “Las mujeres tienen que ser cantadas, habladas y tienen que sentir que su grito no es solo suyo, que nosotras podemos llevar su mensaje. Creo que la generación de nuestros hijos será mejor que la nuestra en la cuestión de género”, concluye esperanzada la rapera.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/06/25/planeta_futuro/1593073040_988477.html

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Perú: Crean App para denunciar acoso y violencia en Universidad San Marcos

América del Sur/Perú/08-03-2020/Autor(a) y Fuente: www.andina.pe

Sanmarquinos gestaron proyecto TRINI cuando viajaron a Harvard.

Ocho alumnos de la Universidad San Marcos, tres de ellos becarios del Estado, crearon un aplicativo que permitirá reconocer y denunciar los casos de acoso y violencia contra la mujer que puedan ocurrir en dicha casa superior de estudios, donde estudian más de 40 mil personas.

Se trata de TRINI, una App-web para dispositivos móviles que busca convertirse en una herramienta de ayuda hacia quienes forman parte de la comunidad universitaria (estudiantes, docentes o personal administrativo) y son víctimas o testigos de hostilización sexual, así como maltrato físico o psicológico.
Sofía Pfennig (Historia del Arte), Michelle Torres, Douglas Huamán (Psicología), Cristina Alvarado (Comunicación), Mauricio Gastello (Arqueología), Marco Campos (Ingeniería de Telecomunicaciones), Zaguil Gazabón (Psicología) y Miranda Rivera (Trabajo Social), sus creadores, se conocieron en la pasantía que hicieron en la Universidad de Harvard por ocupar los primeros puestos en sus respectivas facultades.
Allí formaron un grupo para cumplir con la tarea de diseñar un proyecto que desarrollarían en Perú a su retorno. Ese encargo debía cumplir con algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y así fue. Luego de una importante discusión, coincidieron que la igualdad de género y educación de calidad serían ese norte para su proyecto. “Decidimos resolver un problema de la universidad”, recuerda Cristina.

Acoso sexual

A kilómetros de su alma mater les pareció que atender el acoso y violencia sería importante. Elaboraron una encuesta online para conocer la realidad de ese problema en la Decana de América. “¿Qué tipo de acoso has tenido? ¿Has sido víctima de favores sexuales? ¿Te han enviado videos de contenido sexual?”, fueron algunas preguntas que incluyeron.
Cuál no fue su sorpresa que en el día y medio que estuvo colgada la encuesta en la página web de San Marcos, más de 300 personas la contestaron. “No lo esperábamos, muchas alumnas mencionaron que habían sido víctimas o habían visto acoso de parte de profesores. Inclusive estudiantes de la Facultad de Sociales en donde las chicas son más empoderadas”, comenta Mauricio Gastelo.

Acoso sexual

TRINI llega para ayudar 

La App tiene datos sobre la defensoría universitaria, la clínica universitaria, centro de salud mental universitario, los correos electrónicos y teléfonos. «Genera un reporte a la defensoría, que tiene 24 horas para dar respuesta, mientras que la víctima o testigo tiene tres días para entregar las pruebas de forma presencial”, explica Douglas, quien junto con Michelle y Cristina ganaron la Beca Permanencia de Pronabec.
TRINI no resuelve el acoso en la universidad pero le facilita salidas a las víctimas, pues también ofrece las direcciones de los Centros de Emergencia Mujer, la Línea 100 y datos del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP).
Lo bueno de TRINI es que es una web-App. ¿Qué quiere decir eso? Que no sólo se descargará a través de Google Play sino por medio de la página web de San Marcos, gracias a la cual el formato es ligero y no ocupa espacio en la memoria del celular.
El nombre de la App es un homenaje a la primera mujer que realizó estudios universitarios en el Perú y América Latina, María Trinidad Enríquez. Esta cusqueña fue la primera jurista en el país y formada en las aulas de la Universidad Nacional San Antonio de Abad.
Al iniciar el App-web, el usuario encontrará el botón “Reportar”, con el que abrirá un formato online para describir la agresión que hayan sufrido o presenciado en la Ciudad Universitaria. El sistema registra el correo electrónico del usuario, así como otros datos de contacto, y al terminar envía la alerta a la Defensoría Universitaria, encargada de atender estos casos en la Decana de América.

Acoso sexual

Tecnología & Arte

Pero TRINI no llega sola, sino con arte. Este equipo de mujeres y hombres universitarios coincidieron en que usar solo tecnología al alcance de la juventud no iba a ser suficiente. «Nos dimos cuenta de que teníamos que saber llegar a la gente porque es un tema sensible. Por medio del arte era una buena opción. Hemos firmado un convenio con el Centro Cultural de San Marcos para que cada mes -a través de la música, teatro, danza y talleres- se aborden temas de género”, precisa Sofía.
El proyecto es integral y la programación cultural también se incluye en el App.

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Agencia Andina

@Agencia_Andina

📢📚El Ministerio de Educación (@MineduPeru) dispuso que las universidades públicas y privadas brinden atención médica y psicológica a víctimas de acoso sexual http://bit.ly/2qx24qH 

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(FIN) SMS/RRC
Fuente e Imagen: https://www.andina.pe/agencia/noticia-crean-app-para-denunciar-acoso-y-violencia-universidad-san-marcos-787268.aspx
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Ecuador: El país con la tasa más alta de embarazos de adolescentes podría quedarse sin presupuesto para prevenirlo

Redacción: Rebelión

La proforma presupuestaria de 2020 ha borrado de un plumazo los fondos necesarios para prevenirlo. Pero los costos humanos, económicos y sociales podrían ser mucho más altos que los ahorros pírricos del gobierno. · 9 de diciembre del 2019.
Cuando Micaela tenía 15 años fue a un centro de salud público a pedir información sobre sexo seguro. Pero quienes la atendieron se negaron a responder sus preguntas. Tampoco quisieron entregarle anticonceptivos. En cambio, le preguntaron sobre su relación con Camilo, su novio, y su vida sexual. Micaela se sintió incómoda y se fue, sin información ni protección. Menos de un año después Micaela y Camilo —que acababa n de cumplir 16— tuvieron a su primer hijo. Micaela es una de las 158 adolescentes de entre 15 a 19 años que quedan embarazadas cada día en Ecuador, el país con la tasa de embarazo adolescente más alta de América Latina. El mismo país que podría quedarse, en 2020, sin presupuesto para prevenirlo, si se aprueba la proforma presupuestaria del Gobierno .

Ecuador está en una situación crítica. La tasa latinoamericana promedio es de 68 embarazadas por cada mil adolescentes . La de Ecuador, 111. Cada día, catorce niñas menores de 15 años quedan embarazadas. Una maternidad impuesta a tan temprana edad no solo es devastadora para la salud física y mental de las gestantes , sino que son más propensas a morir durante el parto: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el riesgo en menores de 16 años es cuatro veces mayor que en mujeres de entre 20 y 30 años. Además, la tasa de mortalidad de los recién nacidos de adolescentes es casi un 50% más alta que en nacidos de mujeres adultas. Sin presupuesto para prevenir esos embarazos, la situación difícilmente cambiará.

Pero en las sumas y restas de la burocracia esas vidas suman cero. En la proforma presupuestaria que el Gobierno envió a la Asamblea ya no se asigna presupuesto para el Proyecto de prevención del embarazo en niñas y adolescentes del Ministerio de Salud. En el de 2019 sí había.

La proforma 2020 no contiene ese rubro, a pesar de que el Ministerio de Salud Pública pidió 5 millones de dólares para la política de prevención del embarazo adolescente. De por sí, eso era ya un recorte: en 2019 el Ministerio tuvo a su disposición más de 11 millones de dólares para tan delicado asunto, pero gastó menos de la mitad. Ana Vera, directora ejecutiva de la organización Surkuna —que brinda apoyo legal a niñas, adolescentes y mujeres—, dice que la otra mitad no se usó porque no se logró comprar anticonceptivos y otros insumos por “problemas que siempre suceden en el sistema público: se demora la compra, el trámite”.

Eso no significa, dice Vera, que la estrategia de prevención no sea necesaria. Quizá demuestre cómo la ineficiencia estatal impacta directamente en la vida de miles de niñas y adolescentes.

El presupuesto que está en riesgo de ser recortado incluye la educación sexual integral. En Ecuador, la edad promedio de inicio de la vida sexual es entre 15 y 16 años para las mujeres, y entre 13 y 14 para los hombres. Virginia Gómez de la Torre, presidenta de fundación Desafío —que promueve derechos reproductivos—, dice que sin información adecuada, los adolescentes quedarán expuestos a embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual.

En la última década, Ecuador ha tenido tres estrategias distintas para educar y prevenir el embarazo de niñas y adolescentes. Cada una tenía un el presupuesto asignado a la entidad que la coordinaba. Entre el 2011 y el 2014 funcionó la Estrategia Intersectorial de Planificación Familiar y Prevención del Embarazo en Adolescentes (Enipla) que promovía la educación sexual integral y era dirigida de forma conjunta por los ministerios de Salud, Educación, Inclusión Económica y Social y el desaparecido Ministerio Coordinador de Desarrollo Social.

Durante los cuatro años que duró, la Enipla creó campañas masivas sobre derechos sexuales y reproductivos. Organizó talleres públicos de salud sexual para audiencias diversas. Entregó brochures, promocionales, estadísticas para que fueran distribuidos al público por los distintos ministerios. Organizó campamentos de diálogo sobre sexualidad y dio acceso a métodos anticonceptivos. En 2014, cuando fue cancelada por el entonces presidente Rafael Correa, la tasa de embarazo era de 72 por cada mil adolescentes .

La Enipla fue reemplazada por el Proyecto Plan Nacional de Fortalecimiento de la Familia, manejado por la Presidencia entre 2015 y 2017. Conocido como Plan Familia, enfatizaba en la abstinencia. Durante su vigencia, el plan hizo talleres en afectividad y sexualidad, difundió entrevistas con expertos sobre la familia, y posteaba boletines semanales en sus redes sociales. En 2017, 80 de cada mil adolescentes estaban embarazadas. Un año después, llegamos al triste primer lugar del país con la tasa más alta de embarazo adolescente en la región: 111 de cada mil .

En mayo de 2017 se eliminó el (fracasado) Plan Familia y desde junio de 2018 funciona la Política Intersectorial del Embarazo en Niñas y Adolescentes 2018 – 2025 . Su propósito es garantizar “educación sexual, atención integral de de salud sexual y reproductiva y espacios libres de violencia para todos los niños y adolescentes del país”.

La nueva política debería durar nueve años y promover el uso de métodos anticonceptivos modernos (incluyendo los de larga duración, como implantes intrauterinos). Además, debería garantizar la existencia de servicios de protección efectivos para las niñas y adolescentes que estén en riesgo de violencia y reducir el número de madres adolescentes que abandonan sus estudios, entre otros.

Los ministerios de Salud, Educación e Inclusión Social deben trabajar en conjunto para ejecutarla . “Pero eso no ha pasado”, dice Ana Vera. En 2019, el presupuesto para la prevención de embarazo en niñas y adolescentes solo fue asignado al Ministerio de Salud, el presupuesto de los otros dos ministerios no fue aprobado, y tampoco aparece en la proforma de Presupuesto General del Estado de 2020. Pero sin presupuesto, nada de lo que está en el papel se hará realidad.

La existencia de los fondos es indispensable, pero no lo único necesario. Para que la política funcione, es indispensable que los tres Ministerios trabajen en conjunto , coordinen sus planes y evitan duplicar esfuerzos . Eso no ha sucedido. El trágico liderazgo del Ecuador no parece que va cambiar.

Antes de cumplir 18 años Micaela ya tenía dos hijos, había dejado de estudiar y era madre soltera. Dos de cada ocho madres de entre 15 a 19 tiene dos o más hijos. Si se le hubiera entregado la información sobre prevención cuando la pidió, la vida de Micaela —igual que la de muchas otras— habría sido diferente.

En épocas de austeridad, recortar este presupuesto costará más de lo que ahorrará. El Estado lo sabe. En 2017 el Ministerio de Salud, la desaparecida Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo (Senplades), el Fondo de Planificación de las Naciones Unidas (UNFPA) y la organización social Sendas presentaron el informe Costos de Omisión en Salud Sexual y Reproductiva en Ecuador . El reporte concluyó que atender un embarazo infantil y adolescente no intencionado cuesta 5 veces más que prevenirlo: son de alto riesgo y necesitan más insumos y atención.

También tienen un altísimo costo social. Según el informe, es de más de 380 millones de dólares, por los altos índices de deserción escolar y mortalidad materna. “Estamos hablando de un proyecto de vida truncado o retrasado”, dice la doctora Mary Cabrera, directora ejecutiva de Sendas.

El estudio también dice en qué debería invertir el Estado para prevenir los embarazos. “Invertir en educación sexual de calidad, en provisión de métodos de anticoncepción modernos y en servicios de salud”, dice Cabrera. Para reducir el costo social, Cabrera dice que hay atender todas las emergencias obstétricas y trabajar sobres las consecuencias de la deserción escolar. “Hay que invertir en lugares seguros donde las madres puedan dejar a sus hijos mientras ellas asisten a clases”, dice la directora de Sendas.

En la proforma de 2020 el Estado muestra su desidia hacia las niñas, adolescentes y mujeres. El de la prevención del embarazo adolescente no es el único recorte. La partida presupuestaria para la implementación de la Ley de Prevención y Erradicación de la Violencia contra la Mujer se redujo en un 84%. El de la atención de la salud mental se eliminó totalmente. “Somos un país que a través de las políticas públicas le demuestra al entorno latinoamericano que no nos importan las mujeres, las niñas, ni la adolescencia”. dice Virginia Gómez de la Torre.

La reducción de presupuesto todavía no está escrita en la piedra de la ley. El 27 de noviembre la Asamblea Nacional devolvió la proforma al Ejecutivo con diecisiete recomendaciones de la Comisión de Desarrollo Económico. El gobierno tiene hasta el 12 de diciembre para aceptarlas, o no.

Su decisión será, más que un ejercicio contable y financiero, una declaración de principios: el país con la mayor tasa de embarazo adolescente de la región podría no invertir ni un centavo en 2020 trabajar dejar ese ignominioso liderato. Si insiste en su triste propuesta, habrá perdido mucho más de lo que creería haber ahorrado —llevándose por delante la vida de miles de niñas y adolescentes.

Fuente:  https://www.rebelion.org/noticia.php?id=264615&titular=el-pa%EDs-con-la-tasa-m%E1s-alta-de-embarazos-de-adolescentes-podr%EDa-quedarse-sin-presupuesto-

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India: Los ataques con ácido a las mujeres indias salpican los cines de Bollywood

Asia/India/06 Febrero 2020/elpais.com

El estreno de ‘Chhapaak’, protagonizado y producido por una de las heroínas indias más conocidas, lleva esta permanente lacra social a la gran pantalla por primera vez

El 10 de enero se estrenó Chhapaak (salpicadura, en hindi) en los cines de India. La producción está basada en la historia real de Laxmi Agarwal, superviviente de un ataque con ácido cuyo tesón cambió la legislación relativa a la venta de ese producto en India. Precedida de controversia —como toda producción artística que toca temas sociales en el país asiático— la cinta lleva por primera vez los ataques con abrasivos ante el gran público; tan afectado por esta lacra como influenciable por las historias contadas por Bollywood. Además, lo hace sin edulcorar ni victimizar a personajes, incluyendo un cierre final ajustado perfecta y descarnadamente a la realidad de uno de los países del mundo más afectados por la violencia contra la mujer.

Marcando el tono del metraje, la cinta empieza con las protestas contra el caso real de violación múltiple y asesinato de una joven en Delhi, en 2012. Desde ahí, muestra las dificultades del personaje de Malti (Laxmi) para trabajar debido a su rostro desfigurado. Interpretado por la heroína de Bollywood, Deepika Padukone, la protagonista conoce al director de un grupo de apoyo a supervivientes de ataques con ácido; mediante el que la real Laxmi descendió por el embrollado proceso legal contra la venta y uso de abrasivos por hombres despechados para humillar y estigmatizar a mujeres indias. “Déjame disfrutar de este momento”, espeta Malti tras un fallo judicial favorable pero no definitivo. Como hacen en la vida real tantos otros hombres (incluso los de buena fe) el personaje masculino quería moderar la fugaz felicidad de la protagonista.

A la edad de 17 —un año después de que tres hombres desfigurasen su cara— Laxmi interpuso una demanda de interés público para reformar el código penal y prohibir la venta de ácido, por el aumento en su uso como instrumento de la violencia machista. Cuando el Gobierno incumplió su promesa de regular la venta de este producto y compensar, tratar y rehabilitar a supervivientes, el Tribunal Supremo falló en favor de Laxmi. Desde 2013, la normativa obliga a tener 18 años, como mínimo, para poder comprar abrasivos y a presentar un documento de identidad. Sin embargo, poco ha cambiado la realidad del país y los ataques con este producto continúan.

La batalla infatigable

La prensa local confirma que los ataques con ácido han aumentado entre 2014 y 2018 mientras las condenas han decrecido, en algunos años, a solo el 60% de los casos. En particular, 2017, cuando se registraron más de 300 incidentes y 319 víctimas. Aún peor, los datos ofrecidos por la Oficina Nacional de Investigación Criminal confirman tendencias alarmantes. No solo caen las investigaciones policiales sobre denuncias, sino que las tramitaciones de casos en los tribunales también disminuyen. Lo que demuestra falta de compromiso de las instituciones indias tras una tibia reacción ante esta lacra después del fallo del Supremo de 2013.

Los ataques con ácido no se circunscriben solamente a India. Las mujeres colombianas también padecen esta lacra, aunque la mayoría de los casos se concentran en Pakistán, Bangladesh, Afganistán, Camboya e India. Así, la Fundación Internacional de Supervivientes de Ácido estima que entre 500 y 1.000 mujeres de la región asiática sufren estos ataques anualmente. En India, la actividad de organizaciones no gubernamentales ha llevado los ataques con ácido al debate público, pero falla la aplicación de la legislación vigente. Según la organización Make Love Not Scars (Haz Amor No Cicatrices), el 80% de las supervivientes nunca reciben la cantidad compensatoria mientras los hospitales no están preparados para su tratamiento como ordena la ley.

“El ácido sigue fácilmente disponible. Nuestros voluntarios y yo lo hemos comprado”, dijo la propia Laxmi; que creó una iniciativa para recopilar datos sobre su venta por distrito. Implicada en la causa desde su rol en la cinta, Deepika Padukone grabó un experimento social demostrando la compra de 24 botellas de ácido sin identificación previa. La película ha empujado a que el estado de Uttarakhand crease un fondo de pensiones para supervivientes.

La cinta también fue boicoteada, tras la visita de Deepika a estudiantes agredidos por las juventudes del partido gobernante. Acostumbrados al silencio de Bollywood en temas socio-políticos, líderes criticaron la visita de la actriz como una forma de promoción de la cinta, que también produce, en otro intento más de dictar lo que una mujer india puede o debe hacer. Sin embargo, la primera producción sobre ataques de ácido en India ha conseguido buena recaudación durante su primer mes en cartelera.

Fuente e imagen tomadas de: https://elpais.com/elpais/2020/01/31/planeta_futuro/1580464623_866882.html

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Ministra dominicana llama a aprobar ley contra violencia a la mujer

Centro América/República Dominicana/4 Enero 2020/Prensa Latina

La ministra de la Mujer, Janet Camilo, llamó hoy a aprobar con urgencia una ley integral de prevención, atención, sanción y erradicación de la violencia contra las mujeres que se encuentra en el Congreso.
De acuerdo con una nota de prensa del Ministerio de la Mujer, la ministra señaló que ‘la violencia de género es un problema muy complejo el cual involucra a la sociedad en conjunto y debe ser abordado de manera integral’.

No es sólo el aspecto penal o coercitivo, un componente importante es la educación, y, por eso, urge la implementación de la ordenanza 33-2019, para que las futuras generaciones se compongan de hombres y mujeres respetuosos de los derechos de los demás, agregó la información.

Camilo consideró la ley depositada en el parlamento es una pieza que prevé aspectos no incluidos en otras normas jurídicas, las cuales aunque han jugado un papel importante en la creación de las primeras pautas para dar respuesta a esta situación, sin embargo, se necesita de un enfoque integral para continuar en el camino hacia la erradicación de este mal social.

La funcionaria lamentó los feminicidios acaecidos durante 2019 y que el año haya comenzado con el asesinato de tres mujeres a manos de sus parejas.

‘Ninguna mujer debe perder la vida por dejar de amar. Desde el Ministerio de la Mujer continuaremos trabajando con los hombres el ejercicio de la masculinidad desde la intervención conductual y desde la educación para la prevención’, concluyó.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=331464&SEO=ministra-dominicana-llama-a-aprobar-ley-contra-violencia-a-la-mujer
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