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Sobre la violencia (II)

Por: Leonardo Díaz

Emergen nuevas formas de pensar y sentir el mundo que terminan normativizándose y convirtiéndose en nuevos referentes de la conducta moral como son los valores de buscar la coexistencia pacífica en un proyecto de ciudadanía común.

La disminución histórica de la violencia, tesis sostenida por el científico Steven Pinker, parece inaceptable. El siglo XX nos dejó el estalinismo y el fascismo, dos grandes guerras mundiales, los genocidios de Camboya y de Ruanda, así como los regímenes sanguinarios de Latinoamérica. El siglo XXI es testigo de un conflicto en Ucrania y de otros menos mediáticos, pero con similar secuelas de víctimas.

Estos escenarios no parecen favorecer la tesis de que seamos más pacíficos que nuestros antepasados. Sin embargo, ¿hasta qué punto, como sostiene Pinker en su libro Los ángeles que llevamos dentro, nuestra percepción del problema se encuentra sesgada por la naturaleza de nuestra mente?

El autor afirma que calculamos la posibilidad de un acontecimiento a partir de la facilidad con que somos capaces de recordar casos concretos relacionados con el mismo. Las imágenes de violencia son más fáciles de recordar porque son reforzadas por los medios de difusión masiva, sean estos la televisión o las redes sociales. ¿Acaso el tiroteo de 50 niños en una escuela no recibe más promoción mediática que la implementación de un programa que estimule el aprendizaje en el mismo centro?

En el referido texto, Pinker realiza un análisis detenido de documentos fundamentales de nuestra civilización para mostrar los imaginarios de la violencia de épocas pasadas y defiende su tesis recurriendo a datos cuantitativos que comparan los índices de violencia en sociedades pasadas y actuales.

El autor agrega un interesante argumento para explicar la disminución de la violencia: la emergencia de una actitud más sensible hacia las prácticas agresivas normativizadas en el pasado, producto de nuestro proceso de pacificación. De la misma manera en que nuestros estándares educativos son más altos en la medida en que estamos más educados, nuestros criterios de vida pacífica son más exigentes en la medida en que nos hacemos menos violentos. Por ello, no aceptamos hoy prácticas agresivas que en el pasado eran institucionales: esclavizar a individuos de etnias distintas, violar a las niñas y a las mujeres, encerrar a personas con problemas cognitivos, o golpear con instrumentos a los niños.

Pinker muestra como nuestro razonamiento abstracto ha progresado históricamente, nuestra capacidad para razonar abstrayéndonos de los detalles concretos de la experiencia inmediata (efecto Flynn), lo que ha potenciado la posibilidad de trascender los localismos y comprender con mayor claridad valores universales.

En este sentido, apuntamos a un progreso moral al ser capaces de comprender relaciones y valores que eran ajenos a formas de conceptualización del pasado típicas de las moralidades tribales. Esto no significa un progreso moral rectilíneo -es obvio que hoy existen dichas moralidades y tienen gran influencia- sino un proceso mediante el cual emergen nuevas formas de pensar y sentir el mundo que terminan normativizándose y convirtiéndose en nuevos referentes de la conducta moral como son los valores de buscar la coexistencia pacífica en un proyecto de ciudadanía común, no maltratar a los animales o cuidar el medioambiente.

Fuente: https://acento.com.do/opinion/sobre-la-violencia-ii-9073050.html

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Unicef: una de tres escuelas en Haití es blanco de violencia

La agencia de las Naciones Unidas indicó que una de cada cuatro escuelas es disfuncional​​​​

El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) ​​señaló que una de cada tres escuelas en el país es blanco de actos de violencia, afirmación contenida en un informe que analiza el impacto en el sector educacional de la guerra de pandillas por el control de barrios de la capital, Puerto Príncipe.

“Casi el ocho por ciento de las escuelas evaluadas todavía están ocupadas, en su mayoría, por bandas armadas y familias desplazadas. Debido a la inseguridad, el número de alumnos en las aulas cayó de 270.000 antes de la crisis de seguridad en abril a 218.000 en mayo. Cerca de 55.000 niños no han regresado a la escuela”, señaló el organismo.

La agencia de las Naciones Unidas indicó que una de cada cuatro escuelas es disfuncional​​​​ y subrayó que en barrios desfavorecidos dos de cada tres escuelas de las 290 centros evaluados sufrieron actos de vandalismo y se perdieron materiales escolares.

Por su parte, el representante de la Unicef en Haití, Bruno Maes, reflexionó sobre “la inseguridad que provocó el cierre de 1.700 escuelas, dejando a 500.000 niños sin educación, y la necesidad urgente de construir más escuelas en el suroeste de Haití”.

Asimismo valoró que las escuelas son templos del conocimiento donde miles de niños construyen su futuro y el de la nación. “Las escuelas no deben bajo ninguna circunstancia ser blanco de violencia o servir de base para grupos armados”, refirió.

La advertencia realizada por el funcionario de la ONU contempló que los niños son más vulnerables y están más expuestos al abuso, la explotación y el reclutamiento por parte de grupos armados cuando se cierran las instancias educativas.

“Es el círculo vicioso de violencia lo que conduce al cierre de escuelas, lo que empuja a los niños a las calles donde son fácilmente reclutados, lo que luego alimenta más violencia”, dijo Bruno Maes.

Fuente de la información e imagen: https://www.telesurtv.net

 

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Manos Unidas advierte de la gran hambruna acelerada por la guerra

La ONG católica ayudó el año pasado a 1.524.954 personas a través de 721 proyectos

Manos Unidas alertó ayer en Madrid de la «gran hambruna» que ya existe y que se va a extender en el mundo acelerada por la guerra en Ucrania y la falta de agua, factores que afectan especialmente al continente africano.

La ONG lanzó esta advertencia en la presentación de su memoria de actividades de 2021, año marcado por el hambre, el aumento de personas en situación de pobreza y en el que llevaron a cabo casi 500 proyectos nuevos con una inversión de más de 33 millones de euros.

La guerra en Ucrania, subrayó la organización, afecta sobremanera a la subida de los precios y dificulta aún más el acceso a cereales, y tiene un impacto clave en África ya que Rusia y Ucrania son sus principales graneros.

De 474 proyectos ejecutados en 2021, el 38% se desarrollaron en África, el 32% en América y el 30% en Asia. Gracias a la campaña «¿Contagia solidaridad para acabar con el hambre», Manos Unidas consiguió mejorar la recaudación obtenida en 2020 en un 14%, hasta los 33 millones de euros.

Pese a que son tres millones menos de euros que en 2019, la presidenta en funciones de la ONG, Clara Pardo, afirmó en la presentación de estos datos que se están «empezando a recuperar» y ha confiando en volver a las cifras previas a la pandemia. Destacó en este contexto el gran aumento de donaciones por parte de herencias y legados, superando en un 140% las recibidas en 2020.

En 2021 Manos Unidas llevó a cabo 110 proyectos relacionados con el derecho a la alimentación, a los que destinó casi 10 millones de euros –un 29% de su inversión anual– y de los que se beneficiaron casi 123.000 personas.

También realizó 108 programas de carácter educativo, una de las áreas más críticas debido a la desescolarización y el abandono, con una inversión de 6,5 millones de euros, y 94 proyectos de salud, a los que destinó más de 4,2 millones.

Junto a estos capítulos Manos Unidas lanzó proyectos enfocados al agua y el saneamiento, derechos de las mujeres, derechos humanos y sociedad civil, y medioambiente y cambio climático.

La coordinadora de proyectos en África, Mabel Ibáñez, denunció que con los confinamientos se cerraron las escuelas durante dos años para miles de niños, atrapó en casa a mujeres y menores con sus maltratadores e incrementó la brecha entre los ricos y los pobres. Los desastres naturales, la violencia y las guerras convivieron con el ataque de la Covid, principalmente en su variante Delta, que perjudicó a sistemas sanitarios de los países pobres, que ya eran precarios antes de la pandemia. El virus mató a muchas personas que eran cabeza de familia y principal sustento de miles de hogares.

Fuente: https://www.larazon.es/sociedad/20220616/xwgvqkxk3vayvlxc6lbgkthkwq.html

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Mujer y medicina: una historia de usurpación y violencia

Por: Ana Arambilet

“Mujer y medicina: una historia de usurpación y violencia” es una serie de artículos que iremos publicando en nuestra página web y que analizan la historia de la mujer, la salud y la medicina y cómo la sabiduría ancestral de las mujeres sobre la salud fue usurpada por medio del patriarcado.

Por qué hablamos de usurpación

Durante siglos, las mujeres se ocuparon de la curación. Tenían un amplio conocimiento empírico de las plantas y de sus capacidades medicinales; su concepción holística de la vida les permitía tener una aproximación al cuerpo humano y a su funcionamiento como una totalidad (no se cura un órgano para enfermar a otro), y una relación de respeto y conocimiento con la naturaleza, de la que extraían los productos para la elaboración de remedios naturales. Eran mujeres de las clases populares de la sociedad que atendían las necesidades de la gente y, de manera especial, de las demás mujeres: conocían remedios para la fertilidad, eran parteras y también sabían y podían detener un embarazo no deseado. Sin necesidad de una formación teórica, sin necesidad de reconocimientos oficiales, su experiencia, su relación con el mundo natural que las rodeaba y su contacto con la naturaleza, les permitieron adquirir los conocimientos prácticos que las convirtieron en sanadoras, conocimientos que después compartían y transmitían a otras mujeres. Eran compañeras y cómplices de la naturaleza y de las demás mujeres; su conocimiento empírico estaba al servicio de la comunidad, y sobre todo de las clases populares. Abrazaban a la gente con su sabiduría médica y humana, generando sociabilidad.

“A mi bisabuela, la abuela de mi madre, la llamábamos la yaya velleta (la abuelita viejita). Vivía en una casa que ya no existe, en una calle que ya no existe. Recuerdo que tenía un gran saco de arpillera en el que guardaba pequeñas bolsas llenas de plantas, con las que elaboraba remedios, que después las vecinas venían a buscar. Yo creo que ella recolectaba esas plantas en el campo, en aquella Lleida rural de los años sesenta. Su casa era pobre, su barrio estaba habitado por personas sencillas”. L. T.

Siglos antes esas prácticas se habían visto como algo peligroso, algo que había que “demonizar”, castigar, y usurpar. La terrible persecución, el genocidio que supuso la llamada “caza de brujas”, (de la que hablaremos en el segundo artículo Brujas y médicos), no solo destruyó físicamente a miles de mujeres, destruyó también un saber, una forma de vida, una concepción de la relación entre cuerpo, mente y salud, todo ello en perjuicio de las mujeres y de las clases populares, y en beneficio del hombre y de las clases dominantes.

La atención a la salud pasó de las mujeres (mayoritarias en este ámbito, aunque también había curanderos) a los hombres blancos europeos, formados en las academias, que se podían permitir los gastos de esta formación. El acceso a la sanación paso a tener un coste inasumible para muchas la mayoría de la sociedad (el acceso a estas academias estaba prohibido a las mujeres), la enfermedad y su curación se mercantilizaron. Se perdió, además, el control sobre la propia salud; pasamos a consumir fármacos de los que desconocemos su composición y efectos sobre nuestras peculiaridades físicas, de precios elevados y que en no pocas ocasiones se han demostrado ineficaces, cuando no francamente peligrosos (como en el caso de la talidomida, fármaco recetado para aliviar las nauseas de los primeros meses de embarazo, que ocasionaron en los fetos gravísimas malformaciones genéticas).

“Durante los primeros meses de embarazo, las nauseas eran terribles, vomitaba continuamente, hasta el olor del pan recién hecho me hacía vomitar. La ginecóloga me recetó un medicamento para reducir las nauseas, pero después de leer el prospecto, desistí de tomarlas; recordaba a algunas personas afectadas por la talidomida que había visto, y pensaba en mi absoluta falta de conocimiento y control sobre las consecuencias que algún medicamento, aunque fuera recetado por una doctora, podía tener sobre mi pequeña. Seguí aguantando estoicamente las nauseas; una señora mayor, medium, a la que solía visitar, y que me había manifestado al comienzo del embarazo que la hija que esperaba me ayudaría mucho en la vida, me recomendó que, para aliviar las nauseas, me tomara una copita de cava. Tampoco me atreví. Ahora sé que existen diferentes plantas medicinales que alivian algo tan habitual como son las nauseas en el embarazo. Mi hija nació a comienzos de 1994.” F.A.

Ya en el siglo XIII, y a pesar de la oposición de la iglesia, para la que el mundo es un valle de lágrimas -sobre todo para los más desfavorecidos- y minimizaban el sufrimiento, la enfermedad y la muerte, se empiezan a crear las escuelas de medicina; la posterior caza de las sanadoras, acusadas de brujería, fue alejando a las mujeres de la sanación que habían practicado tradicionalmente. Su saber quedo reducido al ámbito de la superstición y el médico quedó como único poseedor legal de la capacidad de curar.

Por qué hablamos de violencia

Hablamos de violencia porque la medicina, una vez despojadas las mujeres de su posibilidad de sanar, también les usurpó su acceso a la sanación.

Los estudios médicos se centraron en los síntomas y patologías de los varones de determinadas características, y obviaron la sintomatología de las mujeres. El sesgo de género en la medicina hace referencia a la falta de investigación y diagnóstico diferenciado entre hombres y mujeres, como denuncia la Dra. Carmen Valls; desde la descripción de los síntomas del infarto, referido sólo a los síntomas que se dan en el hombre y que son diferentes a los que se dan en la mujer, hasta muy recientemente los ensayos clínicos de las vacunas contra la COVID-19, con menor representación femenina en sus ensayos. Debemos tener en cuenta que el sexismo no se produce sólo en el campo de la medicina: la arquitectura y el urbanismo, disciplinas ejercidas sobre todo por hombres durante mucho tiempo, conciben y diseñan una ciudad pensada para un usuario masculino, de edad media, buen nivel económico y poseedor de coche. No sólo las mujeres, sino también personas de edad, vulnerables, con movilidad reducida y medios económicos escasos, quedan fuera de los diseños teóricos de la ciudad (bancos en los parques sin respaldo, demasiado altos, separados entre sí, auténticas barreras para la socialización o el descanso). En “Urbanismo feminista”, el colectivo catalán Punt 6 tiene como punto de partida esta premisa: “El modelo urbano responde principalmente a las experiencias y necesidades de un sujeto masculino y a la explotación económica”. El sexismo científico que determina cada rincón de la vida humana, conlleva dificultades especialmente para las mujeres que se repercuta en su salud física y mental también.

Cuántas mujeres han muerto de infarto porque sus síntomas no se corresponden con los que experimenta el hombre (el conocido dolor en el brazo izquierdo no se da tanto en las mujeres, que perciben el inminente infarto de una manera más vaga, de malestar general, que se puede relacionar con la supuesta tendencia de la mujer a sufrir depresiones y malestares de origen emocional).

Como afirma la doctora Carmen Valls, que contempla su actividad terapéutica con perspectiva de género, hay una tendencia a medicalizar con psicofármacos a mujeres que acuden a la atención primaria con síntomas que se suelen atribuir a causas psicológicas. En el año 1963 Betty Friedan escribió “La mística de la feminidad”. En su libro, la autora expuso el problema de la ansiedad que, de forma “incomprensible”, manifestaban muchas mujeres de clase media en los Estados Unidos. Mujeres perfectas en las cocinas bien equipadas de sus confortables casas, que preparaban los desayunos, llevaban a los niños al colegio en coche, compraban y cocinaban, utilizaban los nuevos electrodomésticos, arreglaban el jardín, y en ocasiones bebían demasiado alcohol y hablaban con sus amigas de “el problema que no tiene nombre”, mientras sus maridos pasaban el día en la oficina. Alcoholismo y depresión fue el precio que muchas mujeres pagaron por su cómoda vida de perfectas mujeres casadas. “El ángel del hogar” de la España del siglo XIX.

“Me desperté una noche con la sensación de que había ocurrido algo terrible. Mi compañero dormía a mi lado. Fui a la habitación de mi bebé de cuatro meses; dormía plácidamente. Esa fue la primera noche de los cinco años que padecí crisis de ansiedad; el doctor me definió los síntomas como de “muerte inminente”, y realmente es eso lo que sentía. Fui al psiquiatra y me recetó antidepresivos. “Los tendrás que tomar siempre, si quieres llevar una vida normal”: ese fue el terrible diagnóstico. Al poco tiempo dejé de tomarlos porque con ellos, no era yo. Me impuse una gran disciplina, y poco a poco las crisis se fueron espaciando y acabaron por desaparecer. Yo nunca había tenido depresiones. Cuando mi hija nació, me sentí enormemente feliz y “realizada”. Mi compañero trabajaba por la mañana y estudiaba por la tarde; cuando mi hija se despertaba de madrugada, me levantaba a darle de mamar intentando no despertarle, porque estaba siempre cansado. Estábamos justos de dinero y vivíamos en un tercer piso, en una casa sin ascensor. Yo había tenido a mi hija con 39 años. Años después entendí que yo había sufrido una crisis de agotamiento. Le pregunté a mi compañero: “cuando empecé con las crisis, ¿qué hicieron los médicos?: recetarte ansiolíticos, me contestó. Y tú ¿qué hiciste?, añadí: te llevaba a urgencias cuando te venía la crisis”. Pero mi día a día seguía siendo el mismo: dormir poco, cuidar a la pequeña, intentar que mi compañero estuviera tranquilo y descansado, limpiar la casa, programar menús sanos y variados con el escaso presupuesto que tenía, etc.” A.M.

El filósofo francés Michel Onfray escribió el libro “El postanarquismo explicado a mi abuela”. Se trata de una frase habitual (cuéntalo como para que lo entienda tu abuela) y una manera de expresar la supuesta falta de conocimiento y capacidad de las mujeres, y sobre todo de las mujeres mayores. Lo relacionado con la mujer puede ser risible y menospreciado: la menstruación, la menopausia, procesos habituales que acompañan a la mujer durante muchos años de su vida, son tratados como algo poco natural, incluso negativo (está nerviosa porque tiene la regla; las mujeres, cuando les llega la menopausia, entran en depresión) y generalmente medicalizado.

En el año 2014, la ONU cuestionaba y condenaba ciertos métodos habituales en las prácticas obstétricas. En 2019, la OMS reconoció el término “violencia obstétrica”, que engloba la mala praxis en el embarazo y el parto. Dos años después, este término fue rechazado por el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos, mostrando la influencia de este organismo, la resistencia a reconsiderar protocolos y actuaciones erróneos y por tanto la dificultad de un debate serio y unas propuestas encaminadas a evitar ciertas violencias que se producen durante el embarazo y el parto. Este tema se tratará en el artículo 4º. En el campo de la práctica médica el corporativismo actúa como una barrera casi infranqueable.

En un artículo del 24 de noviembre de 2021, “Violencia institucional negada, violencia legitimada”, la psiquiatra Miriam Selfa Carranza, la antropóloga Diana Arce y la psicóloga Itxaso Gardoki afirman que la violencia obstétrica, la violencia psiquiátrica, la violencia hacia las denunciantes de abuso en el tratamiento de menores, o en los centros de internamiento de migrantes, etc., existe, como violencia institucional, jerárquica, no por parte de los trabajadores directos, que pueden sufrir la presión de la institución que pretenden cuestionar: “… las personas que nombran la violencia (desde el rol de víctima o por desacuerdo con el ejercicio violento) son nombradas agresoras, en tanto en cuanto ponen en duda la jerarquía y hacen tambalear la estabilidad del sistema…”. (Audre Lorde).

Por último, un caso paradigmático del sesgo de género en la medicina es la fibromialgia, sólo reconocida como patología por la OMS a partir de 1992, y considerada durante mucho tiempo como una “somatización” de causas de tipo psicológico. La mayoría de las personas que lo sufren son mujeres.

Esta usurpación y esta violencia contra las mujeres ha marcado uno de los capítulos más negros de nuestra historia; la caza de brujas, que provocó la muerte de miles de mujeres, y la aparición de la figura del médico, que usurpó el saber de las sanadoras y las apartó del ejercicio de la curación.

Fuente de la información e imagen:  Kurdistán América Latina

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El hambre y la violencia crecen en Brasil

Dos fenómenos se agravaron de manera contundente en Brasil a lo largo de los últimos tres años: el hambre y la violencia practicada por las fuerzas de seguridad pública.

La suma de la inflación, que se mantiene por encima de los 12% al año, a la pérdida de poder adquisitivo de manera general pero especialmente aguda en las capas de menor poder adquisitivo, que gira alrededor de los 10%, hizo que 36% de las familias brasileñas – lo que significa más de la mitad de la población total, de 212 millones – hayan entrado en lo que analistas y especialistas llaman de “inseguridad alimentaria”. Es decir, desde insuficiencia de alimentos en bases mínimas hasta directamente hambre.

Ese cuadro se acentuó principalmente a partir de 2021. Si en 2014 el número de familias en estado de “inseguridad alimentaria” en sus diferentes niveles rondaba la casa de 17%, a fines de 2021 había saltado para 36%. Y con eso supera el promedio mundial, que es de 35%.

Entre los 20% que conforman la parte más pobre de los brasileños, 75% dicen que en 2021 faltó dinero para comprar comida.

Los datos corresponden a encuestas realizadas antes de la invasión de Ucrania por las tropas rusas, lo que provocó un nuevo –y fuerte– incremento en los precios, especialmente combustible y alimentos.

Si a lo largo de siete meses de 2021 el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro concedió “auxilio de emergencia” a poco más de 39 millones de familias, ahora llega a 17 millones 500mil, o sea, menos de la mitad.

Además del hambre, otro fenómeno creciente bajo Bolsonaro alcanza, de manera dramática, precisamente a la parte más pobre de los brasileños: la violencia de las fuerzas de seguridad en las villas miseria cuya población aumentó significativamente con la debacle económica.

Esta semana hubo otra masacre en una “favela” suburbana de Río, con la muerte de 23 personas.

Desde agosto de 2020, o sea, en menos de dos años, al menos 330 civiles fueron muertos en 74 supuestos enfrentamientos entre supuestos criminales y fuerzas de seguridad pública solamente en Río.

La repetición de “supuestos” se justifica: parte substancial de los muertos no tenía ningún tipo de registro criminal, y es difícil imaginar un “enfrentamiento” como el más reciente, en la villa miseria de Cruzeiro, en que 23 habitantes murieron y ninguno de los más de 150 policías fue herido.

En este último caso, de los 23 muertos 16 fueron identificados. De ellos, siete –casi la mitad– no tenían ningún antecedente criminal. Uno de ellos era un joven de 16 años, muerto por una cuchillada, y no por tiro.

Otra víctima era una peluquera de 42 años, alcanzada dentro de su casa por una “bala perdida”, nadie sabe si disparada por narcotraficantes o por la policía. Otro fusilado era un ex militar de la Marina, que trabajaba en un negocio en la “favela”. No había arma alguna al lado de su cadáver.

Ha sido la segunda mayor masacre en Río. La anterior ocurrió en 2021, también en una “villa miseria”, y dejó 28 muertos. Entre las víctimas se encontraban narcotraficantes, pero parte considerable era de habitantes, todos trabajadores y en su mayoría negros.

Otra acción brutal de la policía –grabada en vídeo que circula por todo el país– ocurrió en Umbaúba, en el estado de Sergipe, en el nordeste.

El conductor de una moto, que padecía de esquizofrenia, fue tumbado por policías militares. Agredido, fue atado y tirado al baúl de una camioneta de la patrulla. Su esposa se acercó y, a los gritos, contó a los uniformados que el marido era enfermo.

Como el prisionero se agitaba en la baulera, los agentes dispararon spray de pimienta dentro del vehículo todo cerrado para “calmarlo”. Resultado: el hombre de 38 años murió sofocado.

Frente a la masacre de Río, Bolsonaro –un incentivador del armamentismo que destrozó el ya complicado sistema brasileño de seguridad pública– elogió a los “héroes” que garantizaron la paz de “los hombres de bien”, criticó a los medios de comunicación por no compartir su aplauso y prometió mantenerse vigilante.

Ya con relación al ciudadano sofocado en el baúl de un patrullero dijo que antes de comentar iba a “averiguar” lo sucedido.

Parece que a ninguno de sus asesores e hijos les ocurrió enseñarle el vídeo del asesinato cometido por los policiales.

Así es que negros y pobres que habitan las villas miseria seguirán bajo la eterna amenaza de muerte por agentes de seguridad pública que no hacen más que fusilar en lugar de prender culpables mientras diezman inocentes. Todo siempre bajo el aplauso presidencial.

Fuente: https://rebelion.org/el-hambre-y-la-violencia-crecen-en-brasil/

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Violencia y discriminación son las principales deudas de los estados de América Latina con la comunidad LGBT

El 17 de mayo se conmemora a nivel mundial el día de lucha contra la lesbofobia, homofobia, bifobia y transfobia. La fecha busca poner atención en las violencias, la discriminación y exclusiones que las personas LGBTI+ viven alrededor del mundo.

En América Latina hubo avances importantes para reconocer derechos de estas poblaciones. Sin embargo, aún los estados tienen deudas para que las personas LGBTI+ gocen una vida libre de violencias y exclusión.

A 18 años de la conmemoración de este día, en Presentes nos preguntamos: ¿qué implica esta fecha para los activismos de la región?; ¿cuáles son los pendientes? ¿qué estrategias se activan para hacer frente a las violencias?

Para dar respuesta a esas preguntas, Presentes conversó con Siobhan Guerrero, investigadora mexicana y filósofa de la ciencia; Nahil Zerón, defensor de derechos humanos e integrante de la organización hondureña Cattrachas; Maldita Vaina, artista y dj de República Dominicana; y Roland Álvarez, sociólogo y archivista de la memoria marica, machona, travesti y trans de Perú.

“Los crímenes de odio son solo la punta del iceberg”

En América Latina y el mundo la forma más visible de violencia contra las personas LGBT+ son los crímenes de odio. Pero es importante recordar que las situaciones de discriminación, marginalización y violencia se da en distintas intensidades y está presente en la vida cotidiana de las personas.

En ese sentido, la filósofa mexicana Siobhan Guerrero subraya que “los crímenes de odio son solo la punta del iceberg de una sociedad que tiene otros mecanismos de violencia, que incluyen la discriminación en el empleo, en la educación, en el acceso a la salud, en los procesos de migración y de acceso a la justicia”.

Además, comenta que, en México se vive una situación paradójica, donde por un lado hay gobiernos, gobernantes y medios de comunicación “más sensibles” a la lucha LGBTI. “A veces, desafortunadamente, solo se queda en una serie de gestos que no necesariamente se reflejan en políticas de acción afirmativa. O en tener una sociedad con mecanismos para luchar contra las violencias”, señala la investigadora.

Roland Álvarez advierte que en Perú la sensación de “gestos” por parte del Estado también prevalece. “En días como estos puede ser que para el Estado peruano existamos, pero después te bota, y las personas LGTBI de gestos no vivimos”.

Y agrega, “para nosotros es relevante este día para poner atención a la situación de discriminación grave que vivimos, por los crímenes de odio que aumentan y, sobre todo, por la inacción de un Estado peruano que no reconoce nuestras existencias. Perú es como una isla, en medio del avance en otros países. Aquí no hay reconocimiento de nuestros derechos, es complicado ser, marica, machona, travesti y trans; y aunque hay acciones que han surgido de los ministerios, no es suficiente porque son débiles ante un Congreso conservador que deroga nuestras propuestas de ley”.

17 de mayo, una marca para América latina

En los países del Triángulo Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras) el panorama no es tan distinto. De acuerdo al informe Vivo cada día con miedo de Human Rights Watch la desprotección de los estados, la presencia de grupos conservadores y antiderechos en los espacios de poder y la violencia ejercida por integrantes de pandillas hace que en estos países las personas LGBTI+ no tengan garantizados sus derechos humanos.

En conversación con Nahil Zerón, integrante de Cattrachas, destaca que este 17 de mayo “marca significativamente a toda América Latina” tras la decisión de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de declarar responsable al Estado hondureño por el asesinato de Vicky Hernández.

Y agrega que implica, “no solo visibilizar la violencia letal contra las personas LGBTI, sino la discriminación y el continuum de violencia que han vivido antes de ser asesinadas. En días como este nos preguntamos ¿cómo prevenir estas violencias? Y es algo muy fuerte de responder cuando la violencia es estructural y sistemática, y está dictada por instituciones del Estado, por el Estado mismo y que se replica socialmente”.

En República Dominicana la violencia, discriminación y desprotección a los derechos humanos de las personas LGBTI también prevalece. De hecho, en junio del año pasado, el Congreso retiró del Código Penal a la orientación sexual como agravante en delitos como homicidio; tortura; discriminación y violencia sexual.

Frente a ello, la artista y dj dominicana Maldita Vaina, explicó a Presentes que el día contra el LGBTodio es fundamental en ese país para “levantar la voz”.

“Fechas como esta, que son internacionales, abren la posibilidad de poder levantar la voz, de generar espacios y de sentirse acogides. Y en el contexto dominicano eso es muy importante porque nuestra historia es de censura. De no levantar la voz porque tenemos a la biblia en medio de la bandera y sobre nuestras cabezas, 500 años de un estado de derecho tremendamente racista que ha hecho que haya un discurso de odio contra las disidencias y personas LGBT”.

“Para mitigar las violencias tenemos que conectar regionalmente”

Durante las conversaciones con Siobhan Guerrero, Nahil Zerón, Roland Alvarez y Maldita Vaina, coincidieron en que “para mitigar las violencias tenemos que conectar regionalmente las problemáticas, las luchas y estrategias”.

Además, concuerdan en que hay violencias y situaciones poco visibles, no sólo por parte del Estado, sino también para los activismos y personas LGBTI+.

“Si hace 15 años la gente sentía que toda la agenda orbitaba alrededor del matrimonio igualitario hoy queda claro que no es así. Hay problemáticas que son urgentes de atender”, sostiene Siobhan Guerrero.

Los pendientes que observan son: la falta de una educación sexual integral en los espacios educativos de todos los niveles; el reconocimiento de las identidades no binarias; los procesos de migración; la falta de capacitación en los espacios de salud; el fin a las cirugías genitales no consentidas en personas intersexuales; la impunidad en los crímenes de odio; la revictimización en los espacios de procuración de justicia; las personas privadas de su libertad; la violencia a mujeres trans mayores de 35 años; la atención y financiamiento a refugios específicos para personas en situación de calle, personas adultas mayores y personas en movilidad.

“Estrategias para sanar y fortalecer nuestras vidas”

Frente a la lista de pendientes, Roland Álvarez enfatiza que existen formas de fortalecer las vidas de las personas LGBT fuera de los espacios legislativos.

“Las maricas, travestis y machonas somos creativas y creamos estrategias para sanar estas violencias y fortalecer nuestras vidas. Creo que eso es fundamental que podamos tener en cuenta para fortalecer el tejido comunitario LGTBI peruano. Tenemos un repositorio de conocimiento, de intersubjetividades para reconocer y reconocernos porque también tenemos hitos para celebrar, para recordar y hacer frente a esos procesos dolorosos que atravesamos cuando enfrentamos la violencia, la indiferencia, la discriminación del Estado y la sociedad”, comenta el sociólogo.

En ese mismo sentido, Siobhan Guerrero comparte que las personas LGBTI+ también han llevado a cabo prácticas de cuidado y conocimiento. Cuenta que eso fue “muy revelador” para ella tras leer Trans Care de Hil Malatino.

“Las personas LGBTI no solo han construido redes de cuidado sino también han construido conocimientos específicos de qué implica acompañar en general a personas que vienen de contextos de patologización. Y enfatizo en el conocimiento, porque de hecho Hil Malatino menciona que se corre el riesgo de que el Estado quiera expropiar ese conocimiento, sin reconocer que es generado en las propias comunidades”.

Además, sobre la creación de conocimiento, Nahil Zerón añade que es “fundamental” que se conozca el trabajo de los observatorios de registro de violencias contra personas LGBT+. No sólo para reconocer que los Estados mantienen una deuda al no recopilar esta información, sino porque también rescatan la memoria.

“Quienes realizamos este trabajo creamos memoria de las identidades LGBTI no solo al contar su muerte sino su vida. Eso nos ha permitido especializarnos en la creación de análisis de los contextos; de hacer un registro de quiénes matan a nuestres compañeres; de los mensajes que se mandan con esas violencias. También de hacer preguntas: ¿quiénes tienen acceso a armas de fuego? Porque la mayoría de las muertes de personas LGBT son con armas de fuego, ¿qué pasa en un contexto de crimen organizado y cómo está afectando eso a las personas LGBTI? Y con esos análisis pensar también en ¿cómo avanzar en la prevención de la violencia contra personas LGBTI?”, agrega Zerón.

La tarea colectiva de perder el miedo

Para la dj Maldita Vaina, una estrategia que comienza a ver en República Dominicana es “la pérdida del miedo”, el reconocimiento de la identidad cimarrona y la toma de espacios.

“Nos estamos aferrando a nuestras raíces cimarrón, a nuestra manera de existir en el país, y eso ayuda a imaginar y generar organización, espacios, puntos de apoyo. Eso es algo que me mueve porque empezamos a soltar el miedo, empiezo a sentir con mi gente una sensación de seguridad de que puedo ser lesbiana en la calle. Entonces cuando una empieza a no ocultarse, a hacer presencia, eso deviene en resistencia y creo que por ahora eso es importante en nuestro país, esa estrategia está ahí. La transformación existe también lejos del poder del Congreso porque la influencia de la iglesia católica es demasiado para tumbar ahora mismo”.

Finalmente, la filósofa Siobhan Guerrero sostiene que otra estrategia es la creación de opinión pública, sobre todo frente a un contexto global donde pareciera que se pueden perder los avances en derechos humanos.

“Nunca se nos debe olvidar que la creación de opinión pública implica transformar la perspectiva que tiene la sociedad sobre un tema. Es necesario dirigirnos a las grandes audiencias y hacer que se genere una cultura del respeto, la inclusión y la empatía. Hay quien dice que el derecho ayuda a eso. Pero si solo logras que se te respete porque está en la ley o desde una posición punitiva, entonces es mucho más fácil echar atrás los avances. Cuando el respeto viene desde el miedo al castigo en realidad nunca hay un proceso de humanización del otro”.

Y concluye diciendo: “Si solamente hablamos de prejuicios podemos pasar por alto que sí hay emociones políticas que juegan contra el colectivo LGBTI porque se le ha discriminado no solo a través del discurso, sino a través de los afectos. Se nos asocia con lo asqueroso ya sea a través de la serofobia, la putofobia, la idea que lo LGBTI es excrementicio y eso tiene un correlato afectivo. Y eso hace justamente que combatir la discriminación sea tan difícil porque no es una mera cuestión de creencias, es una cuestión también de afectos. Si llego con un montón de datos estadísticos, de leyes e información eso no necesariamente transforma, ni desmonta el asco, el desprecio, eso se desmonta de otras maneras, como la creación de opinión pública que creo que sí puede manejar otras lógicas más empáticas para humanizar a las personas LGBTI”.

Fuente de la información e imagen: https://www.nodal.am

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