El coste humano de este conflicto, que se intensificó desde hace dos años, es más importante que los daños materiales, señala Naciones Unidas.
Con la guerra, el número de niños desescolarizados en Yemen se duplicó, por lo que 3,5 millones de jóvenes forman una generación perdida para uno de los países más pobres del mundo.
El coste humano de este conflicto, que se intensificó desde hace dos años, es más importante que los daños materiales, señaló Naciones Unidas.
«Toda una generación corre el riesgo de ver su futuro comprometido», previno la portavoz del Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR) para Yemen, Shabia Mantoo.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) señala, en un informe reciente, que «la desescolarización creará otra generación que perpetuará el ciclo de violencia»
Desde entonces, según la ONU, los combates dejaron unos 7.700 muertos, de los cuales al menos 1.546 eran niños, en un país donde cerca del 50% de los 27 millones de habitantes tienen menos de 18 años.
La guerra dejó inutilizadas a 1.640 escuelas, o sea un 10% de los establecimientos con los que cuenta el país. De este total 1.470 fueron destruidas o dañadas, mientras que las demás sirven de cuartel o de refugio para los desplazados, indica Unicef.
También, la guerra dejó sin enseñanza a 1,84 millones de alumnos, a los que se suman los 1,6 millones de niños no escolarizados antes del conflicto, según Rajat Madhok, de Unicef.
El sueño roto de Rua
Tras el bombardeo en septiembre de su escuela en Taez (suroeste), Rua Ahmed, de 12 años, que soñaba con convertirse en maestra, decidió continuar sus estudios en una mezquita de su barrio. Una alternativa rápidamente abandonada por los combates.
Frente a la violencia, la familia huyó de Taez. Rua y los suyos recorrieron a pie 10 km, atravesando el valle de Sala, hasta la salida de la ciudad desde donde un coche les condujo a Saná.
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En la capital, Rua intentó inscribirse en una escuela, pero «las clases están abarrotadas». «Mi educación se ha detenido a causa de la guerra», añade, desolada.
Los niños desescolarizados, abandonados, buscan pequeños empleos, mendigan o son reclutados por las partes en conflicto como los 1.500 niños soldado censados por ACNUR.
Incluso en las regiones donde hay menos combates y donde los colegios están abiertos, las clases están también abarrotadas y los profesores a menudo están en huelga para protestar contra los impagos.
Los niños desescolarizados son igualmente una presa fácil para los grupos islamistas radicales que se han aprovechado del conflicto para reforzar sus filas en Yemen.
Para compensar la escuela, estos jóvenes «se orientan hacia los centros coránicos o hacia los ciclos de formación en las mezquitas», un medio ideal para radicalizarlos, señala Ibrahim Nagi, un profesor en Taez.
Mientras, Rua sigue soñando con retomar su educación. «El recuerdo de mis profesores y de mis compañeros, me hace llorar. Quiero recuperar una vida tranquila», dice.
Esta práctica repercute sobre la salud física y psicológica de sus víctimas. La mutilación genital femenina se produce al extirpar, total o parcialmente, los órganos sexuales externos de la mujer.
Afecta a la salud de tres millones de niñas, la han padecido más de 130 millones de mujeres en países de África y Oriente Medio, y sus consecuencias son tan graves que incluso pueden provocar la muerte. A pesar de tan escalofriantes datos, la mutilación genital femenina no está entre las primeras formas de violencia de género que acuden a la mente. De manera errónea, se tiende a vincular estas agresiones únicamente con los ataques o asesinatos de hombres a sus parejas o exparejas pero, desgraciadamente, la ablación también acoge en su triste saco esta lacra actual.
“La mutilación genital femenina es una de las peores formas de violencia de género”, afirma Begoña Navarro, responsable de Sensibilización y Actividades de la Fundación Kirira. Según esta experta, la ablación es “la sumisión más absoluta de la mujer al hombre” y, de hecho, el Ministerio de Sanidad promovió la inclusión de la ablación como forma de violencia de género en la redacción del ‘Protocolo común de actuación sanitaria contra la violencia de género‘ (MSSSI, 2012).
Pero no solo en España se lucha para concienciar sobre la idea de que extirpar el clítoris es un acto criminal contra las mujeres que pasará a formar parte de la ley de violencia intrafamiliar. También en la Unión Europea se están dando pasos para seguir avanzando. El pasado 6 de febrero, Día Internacional de la Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, los comisarios Federica Mogherini, Vera Jourová y Neven Mimica realizaron una intervención ante el Parlamento Europeo a favor de erradicar la ablación: “En la Unión Europea, 2017 es el año dedicado a combatir todas las formas de violencia contra las mujeres, incluida la mutilación genital femenina. Es preciso lograr que las mujeres y las niñas encuentren protección frente a la violencia y el dolor infligidos por esta práctica”.
Cualquier sensación que pueda dibujar en su mente, cualquier dolor que crea percibir, serán absurdos en comparación con la agonía real de estas mujeres
Y es que el dolor físico es una de las principales consecuencias que sufren las mujeres mutiladas. “Ellos decían que no dolería, que era algo que no duraba mucho tiempo, pero el tipo de dolor que yo experimenté fue tan intenso que pensé que me iba a morir”, recuerda Zipporah Kamwaki, una profesora de inglés que fue víctima de la ablación cuando tenía 12 años. En la misma línea apunta el testimonio de Stella Kathini, organizadora de eventos, quien recuerda: “Sentía dolor, muchísimo dolor. Entré en estado de ‘shock’ y mi madre me dijo que esa era la forma para llegar a ser una verdadera mujer”.
Esta concepción costumbrista de la ablación es una de las peores trabas para su erradicación. “La práctica es cultural y psicológica, porque está incrustada en la mente. Es algo que se aprende por tradición y que se hace año tras año porque se considera que es lo que se debe hacer”, asegura Florence Odek, responsable de educación con la que Kirira ha contado en alguna ocasión para narrar su experiencia en la lucha contra la ablación.
Aunque ella es originaria de Kenia, Odek recuerda lo impactante que le resultó enfrentarse a la mutilación genital femenina, pues en su comunidad no se realizan este tipo de agresiones. Su manera de colaborar contra la lacra comenzó trabajando en las bases. ‘Granito de arena a granito de arena, se crea una playa’ podría ser el lema de esta mujer que combate la ablación desde dentro: “Cuando empezamos los trabajos, decidí que iba a estar detrás de la comunidad, iba a movilizarla para que ellos mismos se movilizaran por su cuenta. Lo que hicimos fue enseñar a pastores a movilizar pastores. Pastores hablando con pastores sobre la mutilación genital femenina, profesores con profesores, estudiantes con estudiantes, mujeres con mujeres. De esta manera, la comunidad fue enseñándose a sí misma a no practicar la ablación”, apunta.
Este mismo sistema de difusión de información es el que siguen en Kirira. María Estrella Giménez, presidenta de la Fundación, también recuerda sus orígenes en la búsqueda de la erradicación de la mutilación genital femenina: “Nosotros empezamos yendo a colegios, hablando con los directores de colegio, profesores, luego padres y luego estudiantes”. Esta es una de las mejores formas en que cala el mensaje pues, una vez que los grupos con más peso dentro de la sociedad aceptan que los órganos sexuales de la mujer solo son propiedad de ella, es más fácil que los sectores con menos influencia acaten el cambio de mentalidad.
La ablación, ¿en qué consiste?
Esta modalidad de violencia de género repercute directamente sobre la salud física y psicológica de sus víctimas. La ablación se produce cuando se extirpan, de manera total o parcial, los órganos sexuales externos de la mujer. El ritual que siguen las tribus que la practican es tan escalofriante que procuran realizarlo cada vez a edades más tempranas, para que las chicas no sean conscientes de la tortura a la que se las va a someter: una mujer, que suele ser la que desempeña el papel de curandera, lesiona las vulvas femeninas de niñas y adolescentes provocándoles un sufrimiento indescriptible.
Imagine que, en una vejatoria postura de piernas abiertas, le sujetan las extremidades mientras le cortan con una cuchilla sus órganos sexuales
Imagine que, en una vejatoria postura de piernas abiertas, le tapan la boca y le sujetan las extremidades mientras rasgan y cortan con una cuchilla sus órganos sexuales. Por supuesto, la anestesia no es una opción y la esterilización del instrumental brilla por su ausencia. Cualquier sensación que pueda dibujar en su mente, cualquier tipo de dolor que crea percibir, serán ridículamente absurdos en comparación con la agonía que superan las mujeres mutiladas.
“Sangrados excesivos que pueden provocar la muerte, postración nerviosa o infecciones como el tétanos o el sida” son algunas de las consecuencias de la ablación, según enumera Begoña Navarro. Además, la angustia de estas mujeres no termina cuando la curandera da su trabajo por finalizado. Es justo entonces cuando llega el periodo en el que su libertad sexual queda mermada por completo y puesta a disposición del hombre: la extirpación del clítoris se produce para que no puedan disfrutar de las relaciones íntimas y simplemente las mantengan con el objetivo de la reproducción.
También se dan casos en los que no es posible la concepción de nuevas vidas. Las infecciones desarrolladas en el aparato reproductor pueden llegar a causar esterilidad en las mujeres mutiladas, así como complicaciones en los partos que pueden derivar en la muerte del feto o la propia madre. “Las heridas mal curadas pueden volver a abrirse, y también se puede bloquear el canal del parto tras la mutilación”, afirma Navarro.
Traumas similares a los del abuso sexual
Las consecuencias psicológicas son más difíciles de medir y determinar, pues los trastornos que este tipo de prácticas provocan son intangibles y varían de una víctima a otra. La triste media apunta a los traumas crónicos que la mayoría de ellas sufre y nunca llega a superar. La Organización Mundial de la Salud (OMS) también ha identificado la depresión, el estrés postraumático, la ansiedad y unos tipos de desorden mental como patologías ocasionadas por la ablación. Las complicaciones psicológicas de la mutilación genital femenina son tan graves que se han llegado a comparar con las que sufren las niñas que han sido víctimas de abusos sexuales.
Afortunadamente, la ablación es reversible o, al menos, las consecuencias físicas de tan abominable acto. Gracias a la cirugía especializada en este tipo de casos, es posible contrarrestar los efectos de la mutilación genital a través del paso por quirófano: una sencilla operación puede recuperar la funcionalidad del clítoris totalmente, pues estas prácticas lesivas suelen extirpar únicamente la parte visible del órgano. A través de la intervención sanitaria, es posible extraer la parte interior del mismo y así devolver su actividad a esta parte del cuerpo con 8.000 terminaciones nerviosas.
Cada 6 de febrero, con la celebración del Día Internacional de la Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, se intenta dar un paso más en una lucha que tiene en jaque a gobiernos y expertos del mundo de la salud. Gracias al trabajo de los profesionales y fundaciones, se combaten estas prácticas contra los derechos humanos para que lleguen a su fin. Ojalá algún día su objetivo se convierta en realidad y se apague por completo el grito silencioso de millones de mujeres que nos llega desde África.
El 8 de marzo sigue siendo necesario para recordar lo que pasó, para señalar las desigualdades, con carácter informativo, divulgativo, reivindicativo y crítico.
Todos los meses de marzo tenemos la ocasión de hablar de “mujeres”. No, claro, no me refiero a hablar de lo buenas que están o de lo malas y retorcidas que son, ni tampoco a compartir las conquistas de sus voluntades habidas en los últimos días. Creo que se pueden imaginar a qué me refiero cuando digo “hablar de mujeres”.
Los meses de marzo, porque el día 8 se conmemora en todo el mundo “el día internacional de las mujeres”, instituido por la ONU en la década que dedicó a la mujer, de 1975 a 1985. Anteriormente, le debemos a Clara Zetkin, en 1910, la iniciativa de marcar una fecha internacional y socialista, para nombrarla como “día de la mujer trabajadora”.
Durante una buena parte del siglo XX se conmemoró esta fecha con liderazgo sindical de clase. Más tarde, una vez conseguido el sufragio universal en muchos lugares del mundo y otros derechos, como la educación, el trabajo remunerado, la libertad de movimientos y de asociación, se comenzó a pensar que todas las mujeres del mundo eran trabajadoras, con o sin remuneración, excepto las impedidas por su salud o las muy ricas. Por eso se decidió cambiar la denominación.
En los últimos años, el “día de la mujer”, como se nombra de forma popular, trae consigo algún regalito o sorpresa, incluso felicitaciones. Como si esa “mujer” fuera en todas partes la misma. Con este motivo, se van de cena o de comida las compas del trabajo y, también, algunas pasan, después de esas comidas, por calles comerciales donde se les ofrece rebaja o promoción de artículos de moda o servicios de belleza. Seguramente con la buena intención de elevar la autoestima consumista de unas cuantas y, de paso, hacer negocio.
Los hombres que no aman a las mujeres, pero a los que les gustan todas, suelen bromear con mal gusto en esta jornada, “¿Y para cuando un día del hombre?”. Estos hombres y sus comparsas no aceptan las cifras de la desigualdad ni las acciones compensatorias , ni la violencia de género como un fenómeno específico que causa muchas muertes y otros estragos y efectos adversos colaterales. Siempre analizan las situaciones de desventaja como aisladas e individuales, casuales o provocadas por algún fallo o mal de alguna.
Pero, precisamente el 8 de marzo nos sigue sirviendo para lanzar resultados de estudios que siguen arrojando una evidencia de las relaciones desiguales de poder que subsisten entre hombres y mujeres.
Sí, ya sabemos que no son todas ni todos y que en el mundo occidental las mujeres lo hemos conseguido todo y nos quejamos de vicio, pero también sabemos que, como mujer, puedes estar en riesgo de padecer violencia y desigualdad de oportunidades, de trato y de condiciones, tanto en los ámbitos relacionales como en los sociales. Siempre respecto a los hombres de tu clase y condición.
También tenemos la oportunidad en marzo de asistir al estreno de alguna película, al visionado de vídeos, a la presentación de algún libro, a algún programa radiofónico o televisivo especial y a multitud de menciones de honor a mujeres en muchos lugares. Seguimos sacando a la luz muchas de las que inventaron, arriesgaron su vidas o participaron en acciones heroicas y no acabamos nunca, porque hasta bien recientemente nunca se había realizado este parto continuo de sacar a la luz lo no nato y queda mucho trabajo obstétrico por hacer.
En algunos lugares del mundo, marzo es considerado como el mes de la historia de las mujeres. Visualizamos así lo que pasó y lo que pasa, lo que pasa aquí y lo que pasa allá.
Las niñas y niños, las y los adolescentes, tienen que conocer todo esto, para saber de dónde viene la desigualdad, el mal trato y la doble exigencia a las mujeres, así como la violencia ejercida contra nosotras, contra cualquiera de nosotras, contra muchas de nosotras. Y tienen que conocer estos datos de forma certera y crítica
En muchos centros educativos sí se trabaja sobre este tema con mayor o menor amplitud o intensidad. Y cada vez hay más estudios académicos y de investigación al respecto. Así, poco a poco, se crea conciencia de lo que ello supone. y se aprende a considerarlo como una injusticia tan básica como el racismo.
De todos modos, la misoginia y el machismo siguen imperando y propagando la idea de que las mujeres no son de fiar ni pueden ser excelentes en muchos campos de actividad humana (como deportes, ciencia y tenología, dirección ejecutiva, etc…) y, también, que la violencia de género es casi merecida o inevitable. Estas mismas voces apresuran a echarse encima de las normas o leyes discriminatorias de otros países más crueles aún con sus mujeres, encubriendo con ello intereses espúreos.
Así es que sigue siendo necesaria la conmemoración del 8 de marzo, como día internacional de las mujeres, con carácter informativo, divulgativo, reivindicativo y crítico con este sistema de dominación universal que, a las claras o bajo manga, impide que las mujeres sean consideradas seres humanos completos y ciudadanas de plenos derechos, sin peros.
Fuente imagen:http://www.fesamericacentral.org/files/fes-america-central/actividades/costa_rica/Actividades_cr/140308 dia internacional mujer trabajadora cr/Rigoberta menchu.png
Trece organizaciones pro derechos humanos urgieron a la ONU a investigar las atrocidades que comete el Ejército birmano contra la minoría musulmana rohingya.
“El establecimiento de una comisión bajo el mandato de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o un mecanismo similar es el mínimo requerimiento para garantizar que se haga justicia y se rindan cuentas”, dijeron el viernes las organizaciones en una carta dirigida al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (CDHNU) en Ginebra, Suiza.
Los firmantes, entre los que figuran el Observatorio de Derechos Humanos (HRW, por sus siglas en inglés) y Amnistía Internacional (AI), también llamaron a prevenir, de manera significativa, las acciones violentas contra las minorías que se encuentran en situación de riesgo.
La relatora especial de la ONU para los Derechos Humanos en Myanmar (Birmania), Yanghee Lee, alertó esta semana de la mala situación por la que atraviesa la población rohingya en los campos de refugiados establecidos en Bangladés y exigió “medidas urgentes” tras visitar la zona. Lee presentará el próximo 13 de marzo al CDHNU el informe de su visita.
Entre tanto, el subdirector del HRW en Asia, Phil Robertson, apoyó la petición de la relatora y denunció el silencio guardado por la comunidad internacional ante lo que está sucediendo en Myanmar.
“Basta ya, es hora de actuar. La ONU y los Estados miembros deben levantarse ante la brutal táctica de tierra quemada, asesinatos y violaciones, que el Ejército birmano y la Policía han infligido a la población rohingya”, afirmó en un comunicado.
Al menos 73.000 rohingyas han huido a Bangladés de la brutalidad de los militares birmanos que, según numerosas organizaciones, han cometido todo tipo de abusos contra esta minoría.
Los ataques contra extranjeros se suceden en varios puntos del país mientras afloran los discursos del odio.
En las dos últimas semanas Sudáfrica ha experimentado un alarmante brote de violencia focalizado hacia los extranjeros. El país, apodado la nación arco iris por su diversidad y carácter acogedor, está sufriendo un aumento de los discursos y actitudes de carácter xenófobo que alimentan los actos violentos.
Cerca de dos millones de extranjeros viven en Sudáfrica, la mayoría de ellos procedentes de otros países africanos, especialmente de Zimbabue, Nigeria y Somalia. En un estado con la economía estancada, castigado por una tasa de desempleo que ronda el 30% y con la mitad de la población viviendo bajo el umbral de la pobreza, algunos locales acusan a los extranjeros de quitarles sus puestos de trabajo y de participar en actividades delictivas como el tráfico de drogas y la prostitución, responsabilizándoles asimismo de la alta criminalidad que asuela el país.
Marcha contra inmigrantes y altercados
El pasado viernes día 24 se convocó una marcha en Pretoria, capital ejecutiva de Sudáfrica, para protestar por la presencia de nigerianos, zimbabuenses y pakistaníes en situación irregular. La manifestación, que contaba con el permiso de las autoridades y pretendía ser pacífica, acabó enfrentando a sudafricanos y extranjeros. La Policía disparó gases lacrimógenos y balas de goma para dispersar a la multitud, que estaba apedreando coches y quemando neumáticos para bloquear las calles de la ciudad. Al menos 136 personas fueron arrestadas.
En las últimas semanas, decenas de hogares y negocios regentados por inmigrantes han sido saqueados e incendiados en varios suburbios de Johannesburgo y Pretoria. El 11 de febrero un grupo de vecinos de Rosettenville quemaron al menos una docena de casas, en su mayoría ocupadas por extranjeros, que según ellos eran utilizadas a modo de burdeles y para el tráfico de drogas. Dichos ataques se han producido principalmente en municipios humildes, donde algunos residentes consideran a los inmigrantes competencia directa para los puestos de trabajo, oportunidades de negocio e incluso en el acceso a la escasa oferta de viviendas.
La raíz de la violencia
Con el fin del Apartheid y la transición a la democracia en 1994, Sudáfrica se abrió al mundo y se generó un flujo constante de inmigrantes africanos que se dirigieron hacia el sur en busca de una vida mejor, atraídos por las oportunidades que la economía de mayor crecimiento del continente ofrecía.
A día de hoy Sudáfrica es el país que acoge el mayor número de inmigrantes en África. Sin embargo, los extranjeros han sido blanco de ataques xenófobos a lo largo de las últimas décadas, siendo especialmente agitada la etapa comprendida entre 2008 y 2015. Más de 60 personas murieron a consecuencia de ataques violentos en 2008 y otras 50.000 se vieron obligadas a huir de sus casas. En 2015, el Ejército tuvo que tomar las calles para restaurar el orden tras la muerte de siete personas.
Loren Landau, catedrático de Movilidad y Políticas de Diversidad en el Centro Africano para la Migración y la Sociedad de la Universidad de Witwatersrand analiza, para ABC, la naturaleza de dicha violencia: «Cuando las personas son atacadas exclusivamente por lo que son y no por lo que individualmente han hecho, hablamos de xenofobia», afirma. Según explica, existe una aversión generalizada a los extranjeros, heredada de la era del Apartheid, cuando se utilizó mano de obra inmigrante para minar el poder económico y político de los sudafricanos negros. Landau asegura que los recientes ataques son contra personas de determinadas nacionalidades independientemente de su estatus legal (ya sean inmigrantes en situación regular o irregular). «Esto no es afrofobia como dicen algunos. Se trata de personas que reclaman su espacio en los municipios y comunidades en las que viven. Cualquier persona a la que los locales consideren foránea está en riesgo de discriminación». El profesor recuerda que en otras ocasiones los asiáticos que viven o trabajan en dichos municipios también han sido blanco de los violentos. Sin embargo, este ensañamiento no se extiende a los europeos debido a que éstos normalmente no forman parte de sus comunidades.
«Los ataques tienen su raíz en varios factores y cada incidente tiene su propia dinámica. En general las causas provienen de un profundo descontento con los servicios, la vivienda y la seguridad. Sin embargo, estos factores son generalizados y esta violencia sólo ocurre en áreas muy concretas afectadas por la falta de liderazgo político y por grandes desigualdades socio-económicas. Estas divisiones crean un aliciente para la movilización y determinados agentes políticos y socio-económicos usan a los extranjeros como chivo expiatorio o como un recurso para contentar a sus partidarios e intentar ganarse determinados sectores del electorado» explica el experto en migración.
El presidente sudafricano Jacob Zuma ha condenado enérgicamente los actos de violencia ocurridos recientemente entre locales e inmigrantes: «No somos un país xenófobo», rezaba su comunicado del 24 de febrero. Zuma ha anunciado que las autoridades seguirán persiguiendo tanto a los trabajadores en situación irregular como a aquellos que cometan cualquier acto delictivo. En opinión de Landau, sin embargo, el Gobierno no está haciendo todo cuanto está en su mano para frenar estos ataques violentos.
Determinados grupos de opinión van más allá y culpan directamente al Ejecutivo sudafricano de no crear suficiente empleo y oportunidades económicas para sus ciudadanos, hecho que habría provocado esta reacción violenta contra los extranjeros. Para muchos, el sentimiento anti-inmigrante no proviene de la comunidad que aloja a aquellos procedentes de otros países, si no de los representantes políticos. Recientemente, el alcalde de Johannesburgo, Herman Mashaba, de Alianza Democrática, fue duramente criticado después de declarar que los inmigrantes ilegales están vinculados a las actividades criminales en la ciudad. Tanto el CNA (Congreso Nacional Africano, partido en el gobierno nacional) como los grupos contra la xenofobia han arremetido contra Mashaba y su partido, culpándoles, incluso, de los recientes ataques contra propiedades que pertenecen a extranjeros. No obstante, funcionarios del CNA han hecho declaraciones en la misma línea recientemente y también en el pasado.
«El Gobierno ha llegado incluso a negar en varias ocasiones que la xenofobia exista en este país. Es más, en el Plan Nacional de Acción contra el Racismo, la Xenofobia y otras Intolerancias relacionadas apenas se menciona la xenofobia y no hay planes para combatirla·, denuncia el profesor universitario.
Malestar en otros países
El resurgimiento de la violencia contra los inmigrantes ha provocado indignación en otros países africanos. Uno de los principales afectados, Nigeria, ha reaccionado convocando al máximo representante de la diplomacia de Sudáfrica en su territorio para transmitirle su preocupación ante estos episodios violentos. Los altercados ocurridos en Sudáfrica tuvieron su réplica en Abuja, capital de Nigeria, donde manifestantes atacaron las oficinas de la compañía de telefonía móvil sudafricana MTN en protesta por las agresiones perpetradas contra sus conciudadanos.
Pese a esta nueva oleada de violencia, el profesor Landau no cree que estos ataques frenen el flujo migratorio procedente de estos países puesto que «los incentivos económicos son mucho más fuertes», y destaca que hay cientos de miles de inmigrantes que viven «relativamente en paz» en tierras sudafricanas. «Lo que sí puede pasar es que se dañen las relaciones internacionales, el comercio y la autoridad moral de Sudáfrica», sentencia.
El fin de la violencia requiere de múltiples factores y Landau expone que queda mucho trabajo por delante: «La policía y la justicia deben perseguir y procesar a quienes están detrás de los ataques. También necesitamos un enfoque en la planificación urbanística que incentive la colaboración y no el conflicto. Otro paso necesario sería implantar medidas legales contra aquellos que promulguen discursos del odio. Lo que no funcionará –o al menos no funcionará por si solo- es la educación pública y los esfuerzos para promover la comprensión cultural. Éstos son valiosos en sí mismos, pero no detendrán la violencia», concluye.
No alcanza en las escuelas con decirles a los alumnos «no hay que discriminar». Tenemos un enorme reto.
Poco tiempo atrás, la comisión de Educación de la Cámara de Diputados reclamó a los rectores de todas las universidades públicas del país que informen la cantidad de alumnos extranjeros que cursan, en qué carreras lo hacen y de qué países provienen. Nunca fue explicitado el motivo. El diputado Eduardo Amadeo, (Unión Pro) uno de los impulsores de la medida, se limitó a decir: «Queremos saber a quién le ponemos la plata».
El evidente enfoque discriminador, casi policial, forma parte de una ola que se extiende por todo el planeta, y algunos en nuestro país están presurosos de mostrarse como abanderados. En lugar de plantear que es un orgullo para el país que hermanos latinoamericanos nos elijan para su formación, para algunos retrógrados es un problema.
Preguntas para el señor Amadeo y sus compañeros: ¿ Dónde estudiaron Juan José Paso, Mariano Moreno, Juan José Castelli, Bernardo de Monteagudo? Cuando en los manuales de la primaria leyeron «Universidad de Chuquisaca» ¿dónde creían que estaba ? ¿Juan José Paso, hijo de un panadero, se hubiera destacado en el Cabildo abierto? o ¿Juan José Castelli se habría convertido en el «Orador de Mayo» si no hubieran estudiado en la Universidad de Chuquisaca ? ¿Bernardo de Monteagudo hubiera redactado la proclama de la Revolución del 25 de mayo de 1809, el «Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII», fundado el periódico «Mártir o libre», participado de la Asamblea del Año XIII…? ¿Podemos imaginar a Mariano Moreno como fundador de La Gazeta y miembro fundamental de la Primera Junta si no hubiera estudiado en la Universidad de Chuquisaca?
Pero esas expresiones no son una sorpresa en realidad, porque se suman al proyecto de cárcel para migrantes, la deportación y el aumento de los operativos contra extranjeros, la desarticulación del programa Patria Grande, que permitía regularizar la documentación de habitantes de Estados del Mercosur, y la arremetida contra los ciudadanos de países vecinos por utilizar los servicios de salud.
Roberto Samar, docente de la Universidad Nacional de Río Negro, en el artículo «Xenofobia y violencia», contó recientemente que según el Mapa de la Discriminación del Inadi, en la Argentina, de cada 100 personas, 71 considera que se discrimina mucho o bastante a las personas migrantes de los países limítrofes.
¿Por qué siempre hay un «ellos»? ¿Por qué siempre una discriminación en el sentido de jerarquización de los seres humanos: negros, indios, jóvenes, judíos, islámicos, armenios, gays, comunistas, mujeres, inmigrantes, pobres…? Porque, como dice Raúl Zaffaroni en el libro «La palabra de los muertos», son necesarios los prejuicios para poder dar verosimilitud al chivo expiatorio. Si el que no se aviene al respeto a las «jerarquías» es diferente se lo erige en enemigo de la sociedad más fácilmente, pero si es muy parecido es necesario elaborar la diferencia, crear al extraño, al extranjero, que por extraño siempre genera sospecha y desconfianza.
Entonces surgen otros interrogantes. ¿Hay xenofobia en la escuela? La cuestión es inquietante. Xenofobia en la escuela implica hacernos preguntas que van más allá de decirles a los alumnos y alumnas «No hay que discriminar». Por supuesto que todos sabemos de docentes maravillosos en todos los niveles, pero también es bueno reconocer que muchas veces, para muchos, los chicos son «bolivianos» aunque sean jujeños, aunque sean salteños, aunque sean porteños. En las escuelas tenemos por delante un enorme desafío.
La poetiza Adrienne Rich escribió: «Cuando alguien, con la autoridad de un maestro, describe el mundo y tú no estás en él, hay un momento de desequilibrio psíquico, como si te miraras en el espejo y no vieras nada». Jacques Rancière, cuando habla de los dispositivos que construyen sentido y visibilidad dice: «Vemos demasiados cuerpos que son contados por otros sin tener ellos mismos la palabra. El sistema funciona seleccionando las voces que interpretan».
Llevado a la escuela, nos encontramos muchas veces, como dice la escritora Mercedes Mainero, con chicos silenciosos y silenciados. ¿Los escuchamos realmente o los silenciamos? ¿Les damos la palabra?
En el libro Wiphay cuento cómo saludaba muchos veces a los chicos en la Escuela Nº 23 del barrio de Flores Sur en la Ciudad de Buenos Aires. «¿Kamisaki?», «Cómo estás» en aymara o con el saludo incaico «Ama Sua, Ama llulla, Ama quella» o con el tradicional mapuche «Mari Mari». A veces también los felicitaba en guaraní «Mayteí viapavé». No era un capricho o simple extravagancia. Era una forma de reconocer los idiomas que muchos de ellos escuchaban en sus casas. Era desde la autoridad de un director de escuela pública reconocer su existencia, valorar los idiomas de los pueblos originarios. Son nuestros idiomas.
¿Y con las cuestiones de género cómo andamos? ¿En cuántas escuelas se forman filas separadas de nenas y de varones? Si muere en la Argentina una mujer por día por femicidio, ¿no es urgente que nos pongamos a pensar qué más podemos hacer?
Mónica Santino, directora técnica de fútbol de chicas de barrios marginados, de villas, en «Historias debidas» de Ana Cacopardo dice: «El fútbol en los barrios es un elemento poderosísimo, indispensable por la manera en que ayuda a construir vínculos por cómo genera pertenencia, por cómo hace sentir que el aporte de cada uno es valioso, por la alegría que genera… Poder jugar, tener derecho a jugar, ya implica para las mujeres de los barrios una toma de posición. Superar los condicionamientos, romper con la división de tareas y atribuciones cristalizadas y naturalizada en años, para ganar el derecho al ocio y al juego, implica sacudir toda una estructura. Así, el fútbol, sin dejar de ser una diversión, resulta un catalizador para cuestionarse las condiciones cotidianas de vida». ¿Y si lo tomamos como una bandera en nuestras escuelas, para que las chicas dejen de mirar cómo juegan los varones?
De todas estas preguntas, surge la urgencia de una educación intercultural crítica y de una educación sexual integral que atraviesen todas las instituciones educativas.
(*) Autor de Whipay y de «Encuentros. Historias de luchas, desvelos y preguntas en la escuela pública».
El aumento del autoritarismo y de los conflictos dispararon la violencia y los abusos de los derechos humanos en el Cuerno de África, los Grandes Lagos y la zona oriental del continente, aseguró Amnistía Internacional (AI) en su informe sobre la situación de los derechos humanos en el mundo en 2016.
«Los líderes continúan aferrándose al poder, en muchos casos provocando miedo y enfrentando a unas comunidades con otras, utilizando sus tropas contra civiles desarmados y culpando de sus fracasos y de su ineptitud a las minorías», dijo Muthoni Wanyeki, director de AI para África Oriental.
En el informe, presentado hoy, se citan, entre los casos más negativos, la masacre de más de 800 manifestantes contra el Gobierno en Etiopía, la muerte de decenas de opositores en la República Democrática del Congo (RDC) o las miles de víctimas provocadas por la guerra civil en Sudán del Sur.
Asimismo, recrimina a Kenia haber convertido a los refugiados en «chivos expiatorios», al haber intentado cerrar el campo de refugiados de Dadaab y repatriar a más de un cuarto de millón de refugiados, mayoritariamente somalíes, a quienes considera un riesgo para la seguridad del país.
«En muchos países de la región, los mandatarios han ignorados sus constituciones para quedarse en el poder», añadió Wanyeki, que recordó que la inestabilidad que provocan estas actitudes obligan a huir a otros países a miles de personas.
AI destaca, a este respecto, lo ocurrido en Burundi, donde el presidente Pierre Nkurunziza ha utilizado a las fuerzas de seguridad para torturar y secuestrar a sus críticos después de desafiar la Constitución para volverse a presentar a presidente.
«Etiopía sigue siendo una de las principales fuentes de refugiados, ya que el Gobierno del presidente, Iasias Afewerki, no ha mostrado ningún signo de haber reducido su intolerancia por la disidencia», afirmaron desde AI.
La ONG recordó también los «asesinatos, violaciones y la tortura» que se producen «sistemáticamente» contra los detenidos en Eritrea, documentados en junio por una comisión de investigación de la ONU, y destinados a imponer el miedo entre la población.
En el informe se menciona también la represión política en Uganda y en países del sur y el oeste del continente como Zimbabue, Mozambique o Angola, y se lamenta el uso de armas químicas contra civiles en Sudán.
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