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Cebollas y Educación.

Por: Juan Manuel Parrado.

La vida en la sociedad está compuesta de capas, de envoltorios que determinan nuestra convivencia, como si de una cebolla se tratara. Y al igual que las cebollas, esas capas pueden ser  profundas y cercanas a la esencia interna, o exteriores y prescindibles pero visualmente llamativas.

Una vez establecida la analogía, vayamos de compras. Hoy tengo intención de comprar una cebolla española. Me da igual que sea una cebolla de la Mancha que una de Fuentes de Ebro, que ni pica ni repite (tampoco pretendo crear un conflicto autonómico). Lo importante es que sea una cebolla de mi tierra, española. Todos compramos la cebolla por el aspecto exterior, aunque nunca estamos seguros de si al quitar las primeras capas nos la vamos a encontrar pocha o podrida, es un riesgo que tendré que asumir.

Antes incluso de salir de casa, me voy encontrando las primeras capas. Los mismos titulares de los informativos matinales me las muestran: “La corrupción escala siete puntos en la lista de preocupación de los españoles», “La justicia investiga si ocho pacientes murieron por los recortes en Cataluña», “Investigado un entrenador de fútbol de Granada por supuesta extorsión sexual a menores”, “Insultos tabernarios en el Congreso”. “Se pide en el Congreso suprimir el delito de enaltecimiento del terrorismo”, “Una mujer mata a su hija de 18 meses y se suicida” o “Brutal pelea de padres en un partido de infantiles”

Un momento, por favor, detengan el mundo. ¿A qué supermercado he ido? ¿De dónde han salido estas cebollas? Ya, ya entiendo lo que pasa. Estos periódicos tienen tendencia a la exageración y el sensacionalismo, prefiero obviar esa capa exterior de la cebolla y pasar a otra capa un poquito más profunda. Mejor salgo a la calle y lo veo por mí mismo.

Nada más arrancar el automóvil y ponerme en marcha, del vehículo que va delante me cae en el parabrisas el papel de una chocolatina que han tirado por la ventanilla. No pasa nada, yo a lo mío. Mientras circulo me cruzo con un conductor con la vista a medio camino entre su móvil y la carretera, otra conductora que habla alegremente con el auricular pegado a la oreja, una camioneta de reparto que invade el carril contrario para evitar una banda sonora para no “dañar” la suspensión, y cinco motocicletas que me sobrepasan en un intento por ver quién corre más de las cinco con el casco menos abrochado.

Tranquilo, yo sigo tranquilo, igual de tranquilo que un peatón que cruza estando el semáforo en rojo y que las dos señoras que no han respetado el ceda el paso de la rotonda. Voy a aparcar y, oh sorpresa, en el aparcamiento público un vehículo ha aparcado justo en medio de dos plazas, totalmente centrado sobre la línea de separación de ambas plazas. Normal, me digo, seguramente no quiere que le rayen el coche, y seguramente no lo ha aparcado en línea porque el coche de delante tenía una bola de remolque (aunque apostaría a que no ha usado nunca un remolque).

Se me están quitando las ganas de comprar nuestras cebollas patrias, pero para no ser injusto con la caprichosa distribución de las capas, decido seguir recabando experiencias para mi compra. Nada más tomar esa vital decisión, el caballero (o tal vez señor) que va delante de mí toma impulso y suelta un desagradable escupitajo en la acera. Bueno, la mucosidad primaveral es impredecible. Seguramente la mujer que está con un cigarro en la mano fumando discreta e impunemente en la puerta del colegio esperando a que salga su retoño, no tiene esos problemas de mucosidad, ni tampoco problemas de respeto a las normas. Menos mal que he quitado la vista a tiempo de su cigarrillo para no pisar un fresco excremento canino (¿se dice así?) que había en medio de la acera.

Justo cuando empiezo a pensar que las cebollas están sobrevaloradas y que tal vez debiera pensar en comprar champiñones, otra señora a lo lejos va con sus dos perritos adorables, defecan en la vía pública, saca una bolsita y recoge los regalos que habían dejado. No puedo dejar pasar esa ocasión, me acerco corriendo hasta ella, y con una emoción y solemnidad totalmente fuera de lugar le tiendo la mano y le expreso mi más sincera enhorabuena por hacer lo que ha hecho. Ella, evidentemente, me mira como si estuviera loco en el pleno convencimiento de que no ha hecho nada extraordinario. Pero no puedo remediarlo, al césar lo que es del césar.

Probablemente debiera seguir escudriñando más capas hasta agotar toda la cebolla, pero creo que he obtenido una evidencia suficiente para mi reflexión y mi decisión de compra.

Al pensar sobre los grandes temas que a todos nos preocupan, como la violencia en todas sus formas, la corrupción, o incluso los delitos más despreciables a menudo desembocamos en un análisis mucho más cercano. En ese análisis llegamos hasta los valores y la educación de la personas, como individuos y como parte de una comunidad. No podemos entender los grandes problemas si antes no entendemos qué es lo que falla en el sistema de valores de las personas, y aquí es donde reside el verdadero problema.

En esta búsqueda por las cebollas, ¿qué ha fallado? ¿Por qué he acabado recelando de lo que veo, por qué incluso he llegado a pensar que nos merecemos lo que nos pasa, que nos buscamos nosotros mismos nuestros propios problemas? Ha fallado el proceso de elaboración, preparar la tierra, elegir la semilla regar suficientemente, elegir el abono adecuado y recoger y conservar el producto. La cebolla defectuosa es como es no porque no pueda ser de otra forma, sino porque el sistema que debía garantizar su correcto desarrollo no ha funcionado. Y los valores que hoy vemos por doquier son los que son porque nuestro agricultor no ha hecho su trabajo. Efectivamente, hablo del sistema educativo.

La afirmación de que la educación es esencial en la sociedad no es una afirmación gratuita, ni fruto de una corrección política. Es un hecho. Tenemos los problemas que tenemos porque el sistema educativo falla a todos los niveles. Falla desde el momento en que no existen criterios uniformes que garanticen un desarrollo y una formación homogénea en todo el país, sino que cada región o autonomía tiene su propio sistema. Falla desde el momento en que no se garantiza la independencia ideológica de ese sistema educativo, sino que está a merced del signo político que lo desarrolla. Falla desde el momento en que intenta formar personas con conocimientos, y no personas con capacidades y criterios para desarrollar sus propias competencias. Falla desde el momento que intenta proporcionar peces en vez de enseñar a pescar. Falla desde el momento en que se gestionan mal los recursos del sistema educativo. Falla desde el momento en que no se seleccionan y forman adecuadamente todos los profesionales de la educación. Falla desde el momento en que no se destinan los recursos que son necesarios. Y sobre todo, falla desde el momento en que no existe un acuerdo de todos para hacer las cosas bien.

Y ahora la pregunta más inquietante. Si no conocemos a nadie que piense que la educación no es el elemento más importante para el desarrollo y la supervivencia de nuestra sociedad, si todos pensamos que la educación es la respuesta a la mayoría de nuestros males, ¿POR QUÉ NO EXISTE UN GRAN PACTO PARA LA EDUCACIÓN EN NUESTRO PAÍS?

No hay una respuesta lógica, y las pocas explicaciones que se me ocurren suenan indecentes. El estamento político actual tiene una preocupación mayor que la educación, que no es otra que su propia supervivencia, su propio posicionamiento político e ideológico. Necesitan diferenciarse de su adversario, necesitan mostrar que defienden sus propios ideales y nada, absolutamente nada justifica que sus votantes pudieran pensar que tienen algo en común con sus adversarios. Eso es lo que impide un gran pacto por la educación, sólo eso.

Ante este sinsentido, ¿qué podemos hacer? Debemos exigir, debemos protestar, debemos hacer ver la importancia de lo que estamos manejando. Es frecuente encontrar huelgas convocadas por asociaciones, por sindicatos, por partidos de la oposición… pero suelen incidir en aspectos ideológicos, anecdóticos o incluso demagógicos. Que si abajo los deberes, que si deroguemos una ley educativa porque la hizo un partido que no nos gusta, que si abajo los recortes,… Todas esas protestas son instrumentales, no inciden en el verdadero problema o lo atacan parcialmente. No decimos lo único que de verdad tiene sentido: “señores, es hora de que se sienten, de que consulten a los verdaderos expertos en educación y en que entre todos consensúe por mayoría, o incluso mejor, por unanimidad, un sistema educativo nacional estable y fiable, que no cambie cada legislatura y que garantice la educación de todos los ciudadanos, no sólo del que pueda pagarla”. Como es habitual, nos perdemos en los detalles y olvidamos el objetivo. Me da miedo pensar que eso ocurre como consecuencia lógica de mi análisis, es decir, que nuestra educación recibida no nos ha preparado para mucho más.

O nuestros agricultores (nuestros políticos, por favor, que no se me soliviante nadie) se asocian y crean un gran acuerdo para tener un certificado de calidad para la producción futura de verduras y hortalizas o ya sabemos lo que toca: cultivar nuestro propio huerto en casa o pasarnos a la carne, que tampoco es mala opción. En cualquier caso, ¿quién nos iba a decir que el futuro de nuestros hijos iba a estar en las cebollas?

Fuente:

http://www.ceutaactualidad.com/opinion/juan-manuel-parrado/cebollas-y-educacion/20170407180237040136.html

Imagen:

http://3.bp.blogspot.com/-dly-uouZZXc/Upj5QP3NoKI/AAAAAAABJak/MnqGWvJnQ_w/s1600/Cebolla+%25284%2529.jpg

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Italia: Un restaurante premia la educación de los hijos de sus clientes

Europa/Italia/19 Febrero 2017/Fuente: laverdad/Autor:C. GARCÍA

Parejas sin hijos, solteros y jubilados se han apuntado en los últimos tiempos a la moda ‘only adults’, lugares públicos en los que los niños no están permitidos. Pequeños de no más de siete años correteando por los bares, llorando en la mesa de al lado, salpicando agua a algún amigo de juegos o chillando, son esos pequeños detalles que tanto irritan y pueden llegar a destrozar lo que iba a ser una velada romántica.

En una enoteca de Padua, en Italia, saben bien lo molesto que es tener este tipo de clientes, hablamos de familias con niños revoltosos. No solo para sus comensales, también para los propios trabajados, pues en muchas ocasiones provocan caídas de platos y otros desbarajustes.

Hace unos días, acudió una familia, «eran seis adultos y cinco niños», explica Antonio Ferrari, dueño del local, «los pequeños estuvieron todo el tiempo sentados en la mesa, haciendo multiplicaciones y dibujos que después se llevaron a casa». El buen comportamiento de la que parecía que iba a ser una mesa a temer sorprendió mucho a Ferrari y decidió descontar 13’05 euros de la cuenta en concepto de ‘bimbi educati’

A los clientes debió parecerles genial el detalle del restaurante. «Dejaron una propina de 30 euros para el camarero», relata el dueño del local y asegura que «lo volveré a hacer si los niños se comportan educadamente». Además de la buena educación de los pequeños, Ferrari también explica que le gustó que los padres no usasen nuevas tecnologías (móviles o tablets) para entretener a los pequeñas, solo papel y lápiz.

Fuente de la noticia: http://www.laverdad.es/gente-estilo/201702/16/restaurante-premia-educacion-hijos-20170216183640.html

Fuente de la imagen: http://www.laverdad.es/noticias/201702/16/media/cortadas/descuento-ninos-kskB-U2121831067687eD-575×323@La%20Verdad.jpg

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Cultura de paz: desafío del siglo XXI

Por: Rafael Garrido Á.

El siglo XX estuvo cargado de grandes conflictos bélicos que cobraron millones de vidas alrededor del mundo. La guerra de Vietnam, la guerra de Bosnia, el genocidio en Ruanda, por mencionar solo algunos conflictos, tuvieron un impacto devastador y se caracterizaron por la crueldad y la violencia extrema. Desafortunadamente, a inicios del siglo XXI el panorama parece no mejorar como lo demuestran la guerra en Afganistán, Irak y Siria, entre otros conflictos armados. Tomando en cuenta estos antecedentes en los que la violencia escala, cabe preguntarse: ¿Es posible alguna alternativa? ¿Estamos condenados a vivir interminables ciclos de violencia? ¿Qué podemos hacer para encarar la cultura de la violencia?

LA PAZ COMO PRINCIPIO DE CONVIVENCIA

Desde la Carta de San Francisco, instrumento que en 1945 dio origen a las Naciones Unidas, se estableció que uno de los propósitos de dicha organización era “(…) mantener la paz y la seguridad internacional, y con tal fin: tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz.”

Tal como lo plantea la Carta de San Francisco, la paz es una herramienta básica para la convivencia armoniosa entre los Estados en la comunidad internacional, por lo tanto requiere de esfuerzos por neutralizar las amenazas de conflictos y buscar medios de resolución de los mismos. Es necesario recordar que los derechos humanos surgen a partir de la II Guerra Mundial, cuando en el seno de la recién creada Naciones Unidas, se discutían formas que permitieran evitar la crueldad humana patrocinada por los Estados.

PAZ Y NO VIOLENCIA COMO PRINCIPIO

Una de las formas de fomentar la cultura de paz es a través de la promoción de la no violencia, lo cual implica hacer esfuerzos por encontrar formas constructivas para enfrentar los conflictos, evitando la escalada de la violencia.

La no violencia es también una forma de resistencia, un principio ético que requiere una gran convicción para hacer frente no solo a la violencia directa, sino a la violencia estructural y cultural.

Un referente de la promoción de la resistencia pacífica es Mahatma Gandhi, quien practicando la áhimsa, un principio filosófico presente en el hinduismo con base en la no violencia y el respeto a la vida, llamó a la desobediencia civil pacífica en la India logrando la independencia de ese país que se encontraba bajo dominio colonial británico.

La marcha de la sal liderada por Gandhi en protesta por la imposición de impuestos británicos sobre la producción del mineral fue un hito para la independencia de la India y para inspirar a otros líderes, promotores de la paz como es el caso de Martin Luther King Jr., quien formó parte del boicot de autobuses de Montgomery, una protesta pacífica en contra de la segregación en el transporte público que obligaba a personas afrodescendientes a ceder sus asientos a personas blancas y ocupar solo la parte trasera de los buses. Un llamado que hizo que tras la decisión de dejar de usar el transporte público generó un impacto económico grave logrando que tiempo después, la Corte Suprema de Estados Unidos decidiera que las leyes de segregación del estado de Alabama eran inconstitucionales.

ALTERNATIVAS A LA VIOLENCIA

El concepto de cultura de paz se trabaja como una alternativa a la violencia sobre la base del respeto a las diferencias y valores como la equidad, la justicia, la libertad en favor de una convivencia pacífica. Los derechos humanos son un referente necesario para orientar la cultura de paz, y es por ello que el libre y pleno ejercicio de tales derechos si bien no garantiza la paz, al menos nos encamina hacia sociedades mas justas e igualitarias.

Revisando la historia, podríamos creer que la humanidad es invariablemente violenta, pero hay quien piensa que así como hay potencial para la violencia también para la convivencia pacífica.

La cultura de paz tiene que ver con la educación desde una perspectiva incluyente, que fomente el respeto a las diferencias y que promueva las libertades. Cultura que puede ser promovida e implementada en lo personal, familiar, institucional e incluso lo gubernamental, de modo que se puedan obtener cambios en la sociedad.

Entonces, la forma en que abordamos los conflictos puede conducir a la violencia, pero si se enfrentan de forma creativa y empática pueden devenir en soluciones pacíficas. Ese es el desafío del siglo XXI, transformar los conflictos para lograr la paz.

Fuente: http://www.correodelorinoco.gob.ve/politica/cultura-paz-desafio-siglo-xxi-tematica/

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Autoeducarse asambleariamente y reeducar severamente al Estado con Autogestión y lucha antisistémica

Autoeducarse asambleariamente y reeducar severamente al Estado con Autogestión y lucha antisistémica

Autores: Ignacio Muñoz Cristi y Roberto Cofré Pinto/Fuente: Rebelion.org

 

Es nuestra convicción y nuestra práctica que para rebelarse y luchar

no son necesarios líderes, ni caudillos, ni mesías, ni salvadores. Para luchar

sólo se necesita un poco de vergüenza, un tanto de dignidad y mucha organización.

Subcomandante Galeano EZLN

Eso de educación popular a cargo del Estado es absolutamente inadmisible. Una cosa es determinar, por medio de una ley general, los recursos de las escuelas públicas, y otra cosa, completamente distinta, es nombrar al Estado educador del pueblo! Por el contrario, es el Estado el que necesita recibir del pueblo una educación muy severa.

Karl Marx  

Sin un embrión de poder popular no hay educación popular,

y sin semillas de educación popular, no hay ni habrá poder popular

Movimiento de Pobladores en Lucha – MPL  

Sobre el MPL y su Proyecto Histórico (1):  

Respecto a la educación popular y la autogestión de ella, en el MPL hemos entendiendo primeramente, que en el proceso mismo de involucrarnos en las luchas por la soberana producción del hábitat, estamos ya inmersos en un proceso educativo de enorme magnitud e importancia, transformándonos mutuamente en la convivencia social, descubriendo las realidades en que habitamos, compartidas por las grandes mayorías, en torno al mal vivir de la pobreza capitalista, con la consiguiente destrucción personal, social y medioambiental, siempre, para los nunca, para los sin, los nadie. Incluso pensamos, que el enfoque de educación popular autogestionario y antisistémico en torno a la constituyente producción social del hábitat, es uno de los más importantes y urgentes tipos de aprendizaje que pudiese tener por delante el mundo entero, especialmente las grandes mayorías, sean urbanas, campesinas o indígenas. En este proceso nosotras y nosotros nos hemos ido autoeducando en lo fundamental, desde los territorios, como pueblo, como clase popular oprimida y explotada, pero también como persona digna y comunidad repleta de riquezas humanas, cultura, saberes y prácticas populares. Persona y comunidad popular también auto asumida como necesario agente potencial de transformaciones democratizantes en el espacio público, plagado de opresión, explotación y discriminación.

El Movimiento de Pobladores y Pobladoras en Lucha es un movimiento urbano popular, que a través de la producción autogestionaria de ciudad y poder popular constituyente, va levantando y resguardando la semilla de un proyecto de civilización otra, no patriarcal ni capitalista, y por ahí va autoeducándose, va luchando, resistiendo y avanzando, desde, contra y sin el Estado, por abajo a la izquierda, contra los malos gobiernos y los dueños del capital transnacional, en el sendero del buen vivir hacia la vida digna, vía igualitaria, libertaria y fraternaria, abierta y orientada a las grandes mayorías y los pueblos del mundo, con sabiduría ancestral y popular.

Este 18 de julio de 2016, el MPL esté cumpliendo ya 10 años de existencia, y su proyecto revolucionario, aun teniendo que sobrevivir en la ultra periferia del sistema mundial, en la parrilla ardiente del neoliberalismo chileno, con todo en contra, incluso nuestras propias contradicciones, sigue sano, renovándose y creciendo. Para nosotras y nosotros esto significa 10 años de autogestión comunitaria y pública, 10 de educación popular y lucha de liberación, en un camino que es a la vez anti patriarcal, contra capitalista y descolonializante, que empieza por casa, comunidad, en los territorios, pero aspira a la emancipación nacional, latinoamericana y mundial. Camino de trabajadores-militantes intentando sin mapa, ir produciendo y reproduciendo otro modo de vida, una cultura y mentalidad autogestionaria, que permita cosechar autorrealización mutua y mutua emancipación social, política y económica.

En Chile, una de las sociedades más desiguales de Nuestra América, lo único que parece importar es asegurar la gobernabilidad suficiente para que el empresariado, tanto nacional y transnacional, se sienta seguro para invertir y obtener sus usuales altas tasas de ganancia. Así, la práctica cotidiana, es reprimir, cooptar e invisibilizar todo lo que vaya a contra pelo del sistema. Y si hay un movimiento social que ha sido invisibilizado y ninguneado en la historia nacional, es el de pobladores. Este libro abre una ventana a ese Chile profundo e invisible, el de las bases populares y de las y los militantes que son también productores autogestionarios de un hábitat otro. E invita a vincular estas propuestas y luchas educativas con las luchas históricas de los pobladores, tanto las de los sesentas y setentas con su construcciones de poder popular, como las vinculadas a la fuerza de los ochentas contra la dictadura.

Como es sabido, los movimientos populares se mueven, crecen y articulan en los tiempos largos de la historia, según ciclos y tendencias, a veces rápidas y visibles, otras lentas y difíciles de distinguir al mirar la esfera pública. La temporalidad histórica del movimiento de pobladores se remonta, como actor colectivo, a las luchas arrendatarias y conventilleras de comienzos de siglo XX, alcanzando su mayor desarrollo autogestionario en el periodo que va entre la toma de la victoria (1957) y la caída de la Unidad Popular (1973). Fin de ciclo, marcado por la brutalidad dictatorial que buscó desarticular a sangre y fuego el movimiento de pobladores, pero que sin embargo consiguió lo contrario, su radicalización, así, cuando comenzaron las Jornadas de Protesta Nacional de los años ochenta, que dieron al traste con la gobernabilidad que necesitaba el dictador para retener a sus inversores trasnacionales, fueron pobladores, en particular jóvenes y mujeres, quienes más audazmente se movilizaron y supieron encarar, con dolor y muchas bajas, la represión descarnada que antecedió la, nunca acabada, transición democrática. Sin embargo lo que no pudo la dictadura, lo pudieron los gobiernos de la Concertación, que entre gallos y medianoche pactaron con el diablo vendiendo el alma colectiva a las fuerzas de la derecha civil y militar, abriéndose con ello un ciclo de neoliberalismo salvaje que logró en buena medida, transformar el país, y embrutecer la conciencia de la clase popular a punta de fomentar y recompensar el individualismo , el clientelismo y el exitismo, consiguiendo, entre represión, abandono y lavado de cerebro, desintegrar hasta casi la medula el tejido social del pueblo pobre y trabajador.

Pero ahí, en la ultra periferia, la solidaridad, la alegre rebeldía y la esperanza, nunca fueron muertas, por el contrario, eran fuerzas altamente contagiosas esparciéndose por doquier, madurando, aprendiendo las lecciones de la historia, en particular la importancia de autogobernarse y autoeducarse con miras a la libración.

La Toma de Nazur (Peñalolén), en 1999, marcó la apertura de un nuevo ciclo del movimiento de pobladores, y siete años después, el 2006, nacía el MPL, que junto a la Federación Nacional de Pobladoras y Pobladores (FENAPO), fundada el fatídico día del terremoto de febrero del 2010, se han convertido hoy en día en dos de las organizaciones de pobladores más antiguas existentes. Y que al aprender de la historia y reconfigurar sus tácticas y estrategias, y a pesar del ninguneo de siempre, han devenido en una fuerza política y social que ha sabido marcar tendencia en el seno del movimiento popular.

El año 2006, cuando las fisuras del neoliberalismo chileno estaban dibujándose con cada vez más claridad, fue cuando resurge con fuerza el movimiento estudiantil en su “revolución pingüina”, y junto a ello la ingobernabilidad de las y los trabajadores, las y los pobladores y asambleas regionales. Fue el año en que con alegre rebeldía volvieron a alzar en alto el puño los sujetos populares, año en que se desafió la lógica del lucro, año en que el Partido Comunista pactó con la Concertación un contrato social cooptado y cupular, año en que, como año tras año, el capital transancional venía privatizándolo todo, y se sobrevive a pulso de crédito hasta para el pan.

2006, dos años antes que explotara una gigantesca y aún rodante recesión en la economía capitalista mundial, jóvenes pobladoras y pobladores organizados en los territorios dieron cara ante la gentrificadora retirada del Estado en la gestión de la vivienda social, decidiendo organizarse como movimiento social apuestan por la autogestión y construcción de las viviendas de sus vecinos, pero también, y más allá incluso del derecho a la ciudad, apuestan por la completa producción social del hábitat, es decir, por la construcción asamblearia de autonomía territorial, sectorial, comunitaria y nacional, que incluye la educación, la salud, el trabajo y todas las dimensiones del habitar humano, así como el uso de las herramientas de materialización política de su proyecto histórico, abriendo espacios para que la clase popular pueda ir autogobernando sus territorios asamblearia y constituyentemente según sus capacidades y necesidades.

Así nació el MPL, en Peñalolen, pero hoy, ha ido creciendo en Santiago, por San Joaquín, Renca y Pudahuel, y a comunas en otras dos regiones (Arica y Antofagasta), y como siempre, realizando constantemente proyectos comunes y ayuda mutua por diversos territorios de la periferia. En su seno, el MPL grupa alrededor de 900 familias organizadas en asambleas en torno a comités de vivienda, y a un núcleo de 50 militantes, donde todo lo realizado hasta la fecha, conjuntos habitacionales, centros educativos, cooperativas, etc., ha sido posible en un proceso de convergencia de miembros de asambleas, militantes, y colaboradores, quienes se integran diferencialmente a un proyecto común que funda y conserva la matriz identitaria del movimiento, la del Nuevo Poblador, quien construye la Nueva Población y la Nueva Ciudad, como realización actual y futura de la Vida Digna, la cual concebimos como el horizonte histórico de nuestro movimiento, un mundo de buen vivir sin patriarcado ni capitalismo.

En nuestro caminar, autoeducándonos, hemos descubierto, por un lado, la necesidad de dejar de pensar en términos de oposición reforma v/s revolución, para entender que usadas a largo plazo ambas estrategias pueden y deben ser mecanismos complementarios, y que la dinámica constituyente de poder popular levantado por los territorios se fortalece y defiende eficazmente si se lo puede articular con una herramienta de lucha estatal, en tanto esto se haga conservando la soberanía de los movimientos y asambleas, su autonomía y bienestar para las personas, comunidades, pueblos y la biosfera.

Para nosotras y nosotros la autogestión no es solo administrar recursos o producir riqueza, esa es sólo una de sus dimensiones. La autogestión es un proyecto de vida y de lucha para los que creemos que la respuesta a la crisis de la sociedad capitalista está en la población organizada. La autogestión es la manera emancipadora que tiene a la mano una comunidad organizada, para definir los asuntos vitales de su vida social, y para producir las condiciones materiales que posibiliten su existencia.

Como hemos señalado en diversas ocasiones, según el MPL la autogestión implica cuatro grandes dimensiones:

  1. El autogobierno asambleario en lo político, tanto territorial, gremial como electoral.
  2. El control económico sobre la riqueza socialmente producida.
  3. La soberanía cultural de los propios procesos de vida.
  4. La solidaridad y activo involucramiento mutuo del pueblo y entre los pueblos.

Esto implica un quiebre incluso en la manera que pensamos al ser humano, de cómo nos vemos a nosotros y nosotras mismas. Con la autogestión pasamos de una mirada sobre nuestras pobrezas y precariedades, hacia una mirada donde se resalten nuestras riquezas y potencialidades. No somos víctimas, somos luchadores/as de una nueva sociedad. Desde nuestra perspectiva la autogestión no es solo una cuestión económica, por ello ejercerla y defender su reconocimiento no es sólo para abaratar costos o construir mejores casas, sino más importante aún, la autogestión es para construir barrios organizados colectivamente, comunidades que avancen en la gestión de su hábitat de modo cooperativista, territorios donde vivamos en tiempo presente el socialismo. Desde nuestra visión, consideramos que la autogestión orientada a la realización de un socialismo autogestionario, ha de ser entendida en toda su complejidad y potencialidad, e implica la recuperación y gestión de los recursos estatales, aportados en último término por los ingresos del pueblo chileno.

De este modo el MPL ha ido complejizando la praxis autogestionaria en torno a una táctica-estrategia triple, que opera; sin, contra y desde el Estado, recuperando recursos fiscales (subsidios y subvenciones), pero también espacios decisionales desde la herramienta política que junto a otros movimientos y fuerzas de izquierda hemos implementado, el Partido Igualdad, abriendo así un sendero constituyente por abajo, que habrá de llevar décadas, trabajando en todos los frentes, buscando en último término, la desintegración del Estado burgués, de un modo paulatino, pero total. Mientras tanto hay que ir posibilitando dar a luz el embrión de un mundo otro, que habremos de ir amamantando cotidianamente contra viento y marea en un camino emancipatrorio transicional, cuyos resultados quizás ni siquiera lleguemos a vislumbrar, pero si nuestras hijas, hijos y nietos.

Toda esta praxis ha venido cristalizándose en una línea política que superó los bordes del MPL para hacerse parte de la política constitutiva de la Federación Nacional de Pobladores (FENAPO), Igualdad y La Vía Popular y de los Pueblos a la Constituyente Social. Se trata en último término, de la creación y ampliación de una Área Social (el desde), una Mesa Social (el sin), y una Constituyente Social (el contra).

En el MPL y sus coaliciones de alianza popular, todas las fuerzas anticapitalistas congregadas están luchando por expandir de facto el Área Social que arrebatan al mercado y al Estado, la cual se expresa en el conjunto de conquistas populares de vivienda, ciudad, educación, salud, trabajo, etc. Y en el camino del control social de todos los bienes comunes de un modo asambleario. La Mesa Social se activó con ocasión del acampe de la FENAPO en el Mapocho (2014), en que participaron diversos actores colectivos, como movimientos estudiantiles, sindicatos y organizaciones culturales y políticas de diversa clase, junto, por supuesto, a las y los pobladores federados. La Mesa Social llama, no al mero solidarizar sino, a unir las luchas y crear un consenso popular con dialogo e involucramiento mutuo, el cual se defiende en la Mesa y en la calle. Finalmente la Constituyente Social es el llamado a instaurar una vía popular y de los pueblos para la soberana deliberación constituyente, desde abajo, desde todas las asambleas para que “el pueblo mande”. Esta es la dimensión táctica contra el Estado, la cual no se orienta a crear meramente una nueva legislación, sino a unir las luchas populares y sus construcciones, para cambiar la correlación de fuerzas a nivel nacional, desde abajo a la izquierda.

Sobre la Política Pedagógica Autogestionaria del MPL:

La política pedagógica del MPL tiene tres dimensiones, dos informales y una formal. El primer espacio informal es el centro o fundamento desde el que se fundaron históricamente las otras dos, y consiste en concebir el proceso de producción social del hábitat, partiendo con la vivienda, como un proceso de educación permanente, el que se da en torno tanto a los requerimientos técnicos como a los cívico-asamblearios, propios del trabajo para la producción social de la vivienda, así como en torno a las luchas políticas que con el mismo fin han de librarse para lograrlo, y esto implica todo el tiempo involucrarse en las luchas de otras organizaciones hermanas, creando redes de apoyo y construcción conjunta, sean de vivienda o no, pero siempre populares y anticapitalistas. Como señala Guillermo González, militante histórico del MPL: “Aquí no se trata de entregarle a las personas la famosa llave en mano, esta es una invitación a luchar, autoeducarse y a autogestionar, invitación en torno a la cual las familias van llegando a descubrir las discriminaciones y trabas burocráticas que implica en Chile el acceso a la vivienda social, y así van llegando a ubicar también a los concretos enemigos políticos de la clase, tras esas dificultades, pero también descubren el gran potencial creativo y social que tenemos y que se potencia en la unidad de las y los que luchan. Por eso que se trata de lucha y autogestión.” En este proceso la EaGis (Entidad de Autogestión Inmobiliaria Social) del MPL, ha sido fundamental, constituyéndose no como una mera empresa o ONG, sino como una novedosa plataforma social de autoproducción y autoeducación de las asambleas del movimiento, quienes se involucran a lo largo de todo el proceso, en conjunto con los profesionales rebeldes que apoyan el trabajo de vivienda y formación.

El segundo espacio informal, también omnipresente, es aquel que concibe el horizonte vital del MPL, la Vida Digna, también como un camino de aprendizaje, en torno a la construcción relacional de la identidad del Nuevo Poblador y la militancia de nuevo tipo. Hay una forma de ser, una mentalidad y cultura autogestionaria que se espera sea aprendida en la convivencia, y que implica solidaridad, compañerismo, honestidad, responsabilidad, disciplina, autoeducación constante, y creatividad para lograr llegar a sobrevivir produciendo fuera del circuito de la mercantilización, y fuera de toda relación patriarcal de dominación, prefigurando así, hoy, utopísticamente, el horizonte del mañana. Como lo evocó acertadamente una vecina de nuestras asambleas: “El MPL para mí es un frente de lucha que representa todas mis necesidades de vida digna para todos y todas, no tan solo algo una cuestión de realización personal, que en algún minuto fue, al entrar en la organización. Fue un cambio total en mi vida po, un cambio total de conducta, de pensar, de ver las cosas, cambió todo. A como yo era antes, una persona más egoísta yo creo, una persona más no sé… conformista quizás tal vez, y ya entrando a la organización, compartiendo visiones con los compañeros y aprendiendo, porque para mí todo esto ha sido un aprendizaje constante”

Finalmente, el espacio de educación formal del MPL implica dos ámbitos, por un lado, donde se da un ejercicio continuo de ir abriendo diversos talleres, cursos y capacitaciones en los distintos territorios, y por otro, la orientación a la progresiva creación de unidades educativas permanentes (Jardín, Colegio, Diplomado, etc.), la primera de las cuales, y que funciona como herramienta jurídica de las demás es, la Corporación Educacional Poblar, a la que hoy se suma la Fundación Educacional para el Buen Vivir. Uno de los textos escritos para esta antología nos contará sobre nuestra herramienta Poblar, así que aquí no abundaremos en ello, pero enfatizaremos que a través de conjuntar el aprendizaje desde la praxis, arriba mencionado, y la creación de ciencia social popular, al servicio de los procesos de transformación y emancipación social, logramos dialécticamente “politizar la teoría y teorizar la lucha”.

Directamente vinculado a Poblar estuvieron tanto el Taller de Oficios, como el Diplomado en Movimientos Sociales Latinoamericanos y Autogestión Comunitaria. El primero ha sembrado espacios educativos que buscan capacitar y propiciar cooperativas de jóvenes y mujeres, y ha desarrollado a la fecha capacitaciones en albañilería, electricidad, diseño y producción de muebles. Por su parte el Diplomado es un ámbito formativo de corte teórico-político, el que ya va en su 6ta. versión, donde han participado más de 50 educadores nacionales e internacionales , y en el que han participado más de 250 estudiantes de los cuales 150 han sido dirigentes, delegados y o militantes de diversas organizaciones y movimientos de Chile y algunos de América Latina. Espacio el cual ha funcionado de modo completamente autónomo, autogestionado por el MPL y con el apoyo de los educadores, en parte militantes del MPL y en parte profesores universitarios con una trayectoria de investigación crítica.

También el MPL ha desarrollado una línea de educación temprana, la cual se está implementando aprovechando un nuevo tipo de establecimiento de educación comunitaria abierto por la JUNJI, los C.E.C.I. (Centro Educativo Cultural de la Infancia). Una vez más, aprovechando que el Estado abre un ámbito orientado a la empresa privada, pero en el cual el movimiento social puede insertarse y seguir construyendo poder popular, el MPL da un paso al frente y asumiendo las tensiones y contradicciones posibles, apuesta por la reformulación de la estructura institucional, abriendo posibilidades para una educación rebelde. El C.E.C.I. Epuwen (Dignidad en mapudungun), es un establecimiento, abierto a principios del 2013, bajo control del movimiento social, específicamente de las familias que habitan en la Comunidad las Araucarias (Peñalolen), primer conjunto habitacional del MPL en el que ya conviven 120 familias, y donde se construyó Epuwen. Las personas que lo dirigen y atienden son militantes del MPL y miembros de la asamblea de la comunidad.

El sentido profundo de este proyecto educativo tiene que ver tanto con brindar un espacio de educación para las nuevas generaciones del movimiento desde su más tierna infancia, centrado en las realidades culturales y políticas populares en que habitan las y los infantes, así como posibilitar espacios educativos que construyen y reconstruyan comunidad, desde el trabajo con las madres-padres, las familias y vecinos de quienes habitan en Las Araucarias, conjunto habitacional autogestionado por el MPL.

Otro espacio educativo de importancia fue el Colegio Paulo Freire del MPL, sobre el que no incluiremos un texto descriptivo, pero del que aquí hablaremos un poco y en el apéndice del libro se agregó un comunicado del 2015 sobre su lamentable situación actual. En su camino el MPL soñó tempranamente con levantar un colegio, como en Peñalolen nos fue imposible conseguir, hasta ahora, un terreno, buscamos en otras comunas hasta dar con el lugar indicado en San Miguel, donde el año 2013, el Colegio Paulo Freire del MPL, un C.E.I.A. (Centro de Educación Integral de Adultos), inició sus actividades. El MPL, siguiendo su lógica dialéctica, aceptó el reto de tomar una de las estructuras más usada en Chile para lucrar con la educación, la de colegio particular-subvencionado, y la transformó en una herramienta de educación popular autogestionaria. La primera gran diferencia es que ahí donde los privados cobran al estudiante, el colegio del MPL fue siempre gratuito. En segundo lugar, fue pensado como un establecimiento de corte cooperativista, al mismo tiempo bajo control obrero y del movimiento social, en que cada trabajador, recibía el mismo sueldo base (por hora trabajada), y las decisiones se tomaban en conjunto entre la asamblea de trabajadores (que incluía militantes del MPL) pero en línea con la política pedagógica de la comisión de educación del MPL. Se esperaba llegar a operar sin director, o hacerlo rotativamente, de modo que la asamblea de trabajadores fuera la que tomara las decisiones cotidianas en conjunto con la asamblea de estudiantes.

Nuestro Colegio nació orientado por la mencionada táctica-estrategia triple, la que subyace a la constitución de todas las unidades productivas y de servicio del MPL y a aquellas políticas, como la Concejalía Popular y el Partido Igualdad. Ahora bien, evidentemente no se pueden separar artificialmente las dinámicas sin, contra y desde, ya que en cada espacio operan las tres, solo que en cada una hay tendencias más marcadas en una u otra dirección.

En el Colegio del MPL se operó desde el Estado satisfaciendo la normatividad que este exige y aceptando de este el subsidio que le permite funcionar, operó sin el Estado en la autonomía desde la que pudo plantear su propia política pedagógica desde los vacíos en la red de poder que establece este, así como en todo lo que fueron y son las dinámicas que permitieron levantarlo sin mayores recursos económicos, y en todas las actividades autogestionarias (fiestas, peñas, etc.) que permitieron generar recursos para sostenerlo por sí mismo. Y operó contra el Estado, tanto al brindar una educación reflexiva y crítica que cuestiona los fundamentos del Estado y el sistema capitalista en general, así como abriendo espacios de formación y lucha política para sus estudiantes, como la Asamblea de Estudiantes, que en el periodo de dos años (en que se graduaron dos generaciones), bien pudo hacer gala de una autonomía poco común en los establecimientos educativos del país. Y también funcionó contra el Estado abriendo espacios que permitieron a trabajadores y estudiantes involucrarse en el devenir de las luchas populares anticapitalistas.

Como se señalaba en una presentación expositiva del Colegio, las orientaciones básicas eran: “Creemos en una educación liberadora, dirigida a re-pensar y transformar la realidad de las y los oprimidos. Una educación al servicio y de utilidad para la revolución política y social, para la emancipación de la clase y del género humano. Al mismo tiempo queremos una educación popular urbana, es decir que esté situada en la realidad de la gente, en sus condiciones territoriales y que piense su posibilidad de superación. Trabajamos desde una didáctica que apunte a: Politizar el acto educativo. Re-significar los contenidos. Situar los conocimientos y saberes en la realidad concreta de las/os estudiantes. Prefigurar nuevas relaciones sociales y formas de producción entre educadores/as y educandos/as.”

En Chile, el movimiento estudiantil ha estado luchando para conseguir educación pública gratuita y de calidad para todos. Logró instalar en la opinión pública el tema del lucro y desencadenar un proceso de politización general de diversos sectores del país. Estos grandes logros sin embargo no han derivado en la configuración de un movimiento estudiantil capaz de realizar por sí mismo las demandas que alza peticionistamente al Estado, y tampoco se lo puede considerar un movimiento antisistémico, ya que hasta hoy ha operado buscando reivindicaciones de mera reforma del sistema, no de superación dialéctica del mismo. Paradójicamente, el movimiento social más ninguneado en la historia chilena ha sido el que, precozmente, ya atravesó esa frontera, el movimiento de pobladores encarnado en el MPL, ya que de hecho logró, atravesando muchas dificultades y afrontando gran precariedad, realizar, a través de su Colegio, una propuesta educacional pública, gratuita y de calidad, de un modo autogestionario.

Como señalábamos ya en nuestro comunicado número 32, de agosto del 2012: “Hemos construido desde el seno del movimiento social, un espacio para su formación, para su reflexión, para su fortalecimiento. Importante ha sido el demostrarnos que sí se puede. Que es posible la creación de un mundo otro aquí y ahora, de impulsar una política prefigurativa que dibuje en el presente el embrión de la sociedad del mañana. Que el movimiento social puede ser una alternativa, en este caso educativa, para los pueblos. Somos capaces de lograr autonomía en nuestro saber, en nuestra producción de conocimiento. (…) Por ello, ante la situación de la educación en Chile tenemos la convicción que recuperando la confianza en nuestras propias fuerzas, la autonomía educacional desde abajo es posible. A diferencia de las derechas que afirman todo al mercado, y la izquierda tradicional que reivindica todo al Estado, nosotros gritamos todo para el pueblo. Ni Privatización, Ni Estatización: Autogestión.”

Ya el 2014, pensando la educación autogestionaria a nivel macro, propusimos siete principios generales y cinco elementos para un marco de acción en nuestro texto: “Incorporación al Nuevo Sistema Educativo Nacional de la Educación Autogestionaria”.

 Principios Generales

  1. La educación autogestionaria no es privada ni estatal, corresponde al área social de producción, es decir aquellas actividades que desarrollan los sectores populares para dar respuesta a sus necesidades negadas, donde el Estado no puede y Mercado no quiere.
  2. La educación autogestionaria si bien no es estatal, sí corresponde al área de lo público, por cual su fomento hace parte coherente de la necesidad de fortalecer la educación pública.
  3. La educación autogestionaria corresponde a los distintos centros educativos, de infantes, primaria y secundaria, permanente y flexible para jóvenes y adultos, e incluso de especialización universitaria que han debido mantenerse en los márgenes de la gestión estatal, o se han incorporado en ella bajo figuras institucionales privadas.
  4. La educación autogestionaria es emprendida por organizaciones populares y solidarias, de demostrada capacidad autogestionaria, tales como cooperativas, territoriales o funcionales que, sin fines de lucro, desarrollan acciones educativas concretas para suplir, y en los mejores casos superar, el deficiente sistema escolar actual.
  5. La educación autogestionaria necesariamente debe poder llegar a cumplir con formas de control directo en todos los niveles de su gestión, ya sea hacia dentro, trabajadores, apoderados y estudiantes y/o hacia fuera, las organizaciones y vecindad de la comunidad adyacente.
  6. La educación autogestionaria posee una estructura solidaria en su proceso productivo, no existen utilidades directas o pago a personal ajeno a la tarea propia del centro educativo. En caso de existir utilidades estas son redistribuidas entre los trabajadores y trabajadoras, inversiones en el centro mismo, o a través de fondos para la comunidad y/o los estudiantes.
  7. La educación autogestionaria apunta a la emancipación del género humano mediante la generación de una conciencia crítica de la realidad y el incentivo de su compromiso por transformarla. En efecto opera a contrapelo del currículo formal como de las metodologías tradicionales de transmisión de conocimiento.

Marco de acción

  1. El Estado debe garantizar los recursos para todas y todos los estudiantes participantes de los centros educativos autogestionarios, sin verse discriminados por su elección. En este sentido se propone un aporte basal universal destinado al sistema escolar estatal pero a su vez, a cada niño, niña, joven y adulto participante del área social.
  2. La defensa de la gratuidad de la educación autogestionaria necesita de un aumento sostenido de su inversión social evitando así toda forma de copago.
  3. El Estado debe facilitar, a través del Ministerio de Bienes Nacionales el acceso para los centros educativos autogestionarios a los inmuebles de propiedad fiscal, distribuyendo dentro del área de producción social el suelo público.
  4. Se debe crear una figura legal propia, que no sean ONG`s, Corporación o Fundación, sino propiamente como Centros de Educación Autogestionaria (CEA).
  5. Los espacios autogestionarios puede acceder a todos los recursos multisectoriales existentes, promoviendo el Estado a través del Ministerio de Educación su articulación. Estos recursos son de administración directa del CEA y de su competencia y responsabilidad ante la autoridad competente.
  6. Asimismo se requeriría que, dentro del MINEDUC se creara una Unidad de Gestión dedicada a la educación autogestionaria, tanto a su registro y certificación como su financiamiento y seguimiento.

De este modo, como centros educativos autogestionarios organizados en el MPL propusimos que: “El sistema educativo nacional es el conjunto organizado de acciones educativas reguladas y garantizadas por el Estado que hacen posible el derecho a la educación. Esto integrado por la gestión estatal, privada y [autogestionaria] que abarcan distintos niveles, ciclos y modalidades de la educación. Esta última corresponde a aquellas acciones que emprenden grupos organizados desde los mismos territorios con el objetivo de dar respuesta, sin fines lucrativos, al acceso a una educación gratuita, bajo control de la comunidad, y de calidad integral. Estas son modalidades solidarias de producción social orientadas a la emancipación cultural de los sectores más empobrecidos materialmente por este sistema”.

Lo que despertó abajo a la izquierda el 2006 por los territorios y que el 2011se hiso parte de una revolución mundial, no duerme y no dormirá, ni lo apaciguarán mañosas reformas ni pérfidas represiones. Con la temporalidad larga de los ríos subterráneos de la historia, la familia de los movimientos antisistémicos que luchan contra el patriarcal-capitalismo y por la Vida y Dignidad, está, a pesar de todo, reuniéndose, mirándose a los ojos, reconociéndose, involucrándose mutuamente en su producción de hábitat y en sus luchas y resistencias, en un proceso informal y permanente de autoeducación emancipatoria mundialista, que avanza dentro de la que llegará a ser, en medio de la crisis capitalista, la próxima gran épica popular en la historia de las civilizaciones, aquí, planeta tierra, donde está todo por comenzar.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=215403

Fuente de la imagen: http://sexta-azcapotzalco.blogspot.com/2014/05/chile-pronunciamiento-del-movimiento-de.html

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La economía moral de las pequeñas cosas

Blanca Heredia

Hace algunas semanas, mientras daba un paseo en una pequeña embarcación turística cerca de La Paz, Baja California, me tocó presenciar lo siguiente. Flotaba, sola, una lancha de hule del tipo Zodiac en medio de la bahía. Era claro que sus dueños la habían perdido.

El conductor y el guía de la lancha de motor en la que yo iba la avistaron y, de inmediato, se lanzaron por ella. Tras dar un rodeo, el conductor pescó la Zodiac y la subió a la embarcación en la que viajábamos. Poco después, otro barquito se nos acercó y sus tripulantes les informaron a nuestro conductor y a nuestro guía que el yate propietario de la Zodiac ya venía de regreso por su lanchita de hule.

Llegó hasta nosotros el yate de lujo y los encargados de nuestra embarcación procedieron a entregarles, sin demasiada alegría, la Zodiac a sus propietarios. Los tripulantes del yate, un grupo de hombres de altos recursos, dieron secamente las gracias y se alejaron.

Justo entonces ocurrió lo que tanto me ha dejado pensando. Una de las jovencitas que iba entre los turistas de nuestra lancha, exclamó: “ni para un six nos dieron…”. Se trataba de una joven de clase media-media de una ciudad del interior del país. El guía y otros de los turistas de nuestra embarcación aplaudieron el comentario y se arrancaron con una larga retahíla de airados reclamos. Todas las quejas tenían que ver con lo mismo: el que los dueños de la Zodiac no hubiesen aportado alguna compensación por la devolución de esta.

¿Es justo esperar o solicitar compensación por devolverle al dueño de algo la cosa “encontrada”? ¿Merece el hecho de regresarle a su dueño, más allá de su condición social, un objeto perdido de su propiedad una “propina” o un “regalito”? A mí no me lo parece, en absoluto, pero, dentro de aquel grupo, yo estaba en una muy franca minoría.

La indignación frente a la falta de pago por devolverle a sus dueños la Zodiac me resultó profundamente chocante y, en muchos sentidos, incomprensible. ¿Desde cuál universo moral resulta legítimo exigir compensación por hacer lo correcto? ¿Qué argumentos, razones o sentimientos pueden explicar el que alguien considere merecer una recompensa por llevar a cabo un acto de urbanidad y civilidad elemental? ¿Qué tipo de normas de referencia y de condiciones sociales explican este tipo de conductas y de expectativas?

Fuera del conductor de la embarcación, el resto del grupo, incluyendo al guía (de ojos claros, licenciatura en Biología Marina y procedente de la Ciudad de México) eran personas de clase media típica. Había un par de comerciantes, dos maestras, un funcionario público medio, algunos de quienes viajaban con sus hijos o nietos adolescentes. Mexicanos comunes y corrientes de los que hay millones en el país. Esos de cuya existencia, los que hablan y escriben del “país de clase media” se sienten tan satisfechos y esperanzados.

Pudiera tratarse de casos raros; de gente común, pero atípica en su hechumbre moral. Me temo, sin embargo, que no sea este el caso. 

Parte de lo que me resultó tan chocante del incidente, tiene que ver no sólo con el hecho en sí, sino con que me recordó muchas situaciones parecidas. En suma, lo chocante del hecho mismo, amplificado por ser parte de un patrón penosamente recurrente.

Un patrón hecho de mexicanos que no se reconocen entre sí como semejantes, igualmente dignos de respeto y consideración. Una trama en la que, por lo mismo, los individuos no se sienten vinculadas ni obligadas por referentes normativos y asideros valorativos comunes. Un páramo sin orientaciones y sentidos morales compartidos en el que, fuera de las interacciones con los más cercanos, prevalece un círculo vicioso de agandalle y resentimiento sin fin.

El tejido moral roto de una sociedad rota por tanta injusticia, tanta desigualdad y tanta simulación. Y dentro de esa trama, una clase media, cuyos integrantes, lejos de ser posibilidad de una realidad social más habitable y posibilitadora, acaban, en muchos casos, siendo espejo deformado de los mirreyes de los yates de lujo que ni siquiera los ven.

Quizá hubiera bastado un gesto amable, una sonrisa, un mirar a los ojos por parte de los mirreyes del super yate. Quizá ello hubiera sido suficiente para que hacer lo correcto no derivara en reclamo por no haber recibido compensación material por ello. Quizá vernos y reconocernos como igualmente humanos y dignos serviría para empezar a reconstruirnos

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/la-economia-moral-de-las-pequenas-cosas.html

Fuente de la imagen:http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main//files/crop/uploads/2016/08/02/57a15a0758a84.r_1470192156411.0-1-573-380.jpg

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El respeto, esa rara cualidad

Carolina Vásquez Araya

Todos nacemos en circunstancias diferentes, con un código genético único, un ambiente determinado por el momento específico cuando comienza nuestra percepción del mundo y el modo como nos han arrojado en él. De esa cuenta, nuestra forma de aprehender el entorno es distinta para cada uno de nosotros y eso marcará nuestra perspectiva de las cosas. Sin embargo, por absurdo que parezca, la historia nos ha enseñado cómo esas diferencias básicas son forzadas a fundirse y perderse en una organización social específica cuyas normas, costumbres y tradiciones se nos imponen de manera rotunda y definitiva.

Por tal razón, el hecho aparentemente sencillo de abrir la mente para comprender en toda su dimensión la complejidad del pensamiento de otros, sus conflictos, sus aspiraciones y sus temores, se erige como una tarea para la cual no estamos preparados. De esa incapacidad vital deriva una serie de patologías sociales capaces de marcar profundamente todas nuestras relaciones humanas: el odio, el resentimiento, la intolerancia, el prejuicio, el racismo y la discriminación.

Desear la muerte de otro ser humano —y perpetrar el acto de privarlo de su vida— es una de las manifestaciones extremas de esta forma de ver al mundo como un monolito de piedra, fincado en una verdad unidimensional y cerrada, que es la nuestra. Es como quien solo ve el árbol ignorando la existencia del bosque, una manera muy práctica pero peligrosa de depositar en un solo elemento toda la fuerza de la negación.

En esta rigidez de un sistema social basado en el predominio de la fuerza y el poder de unos pocos está conformada la plataforma sobre la cual se erigen las religiones, las ideologías y la organización económica en las sociedades, el común denominador de todos los tiempos. Las diferencias de pensamiento y de objetivos —un factor capaz de generar conflictos de gran envergadura por su capacidad para crear nuevas rutas y ofrecer otras opciones— se convierte de inmediato en un objetivo a eliminar por cualquier medio, con el fin de mantener la estabilidad del estatus.

De ahí surge inevitablemente una relación de violencia basada, por lo general, no solo en una actitud de intolerancia sino —más grave aún— en el absoluto irrespeto por el otro, sus motivaciones, sus derechos y sus decisiones. Esto, dentro de una sociedad cuya complejidad invita a la polarización resulta extremadamente difícil de enfrentar, pero ese cuadro se convierte en un polvorín cuando los factores de divisionismo y discriminación surgen desde los ámbitos mismos del poder político, cuya misión es precisamente buscar y preservar la unidad y la concordia entre los ciudadanos.

El respeto por el otro es uno de los actos personales más difíciles de ejecutar. La tendencia a la violencia racial, física, social o psicológica se nos ha impreso desde la primera infancia, por medio de estereotipos profundamente enraizados en el discurso cotidiano. Creemos en nuestra verdad como si efectivamente fuera la única, sin dejar espacio al diálogo ni a un acto un poco más generoso de receptividad hacia la verdad ajena.

En este escenario en el cual la parte superficial de una crisis —lo aparente, sin prestar espacio a la investigación de las causas que la originan— se convierte en política y el remedio se aplica por la fuerza, los objetivos primarios tales como la estabilidad, la reparación del tejido social, la reducción de las desigualdades y el respeto por los derechos humanos, son conceptos absolutamente fuera de la discusión.

Fuente: http://site.adital.com.br/site/noticia.php?lang=ES&cod=88638&langref=ES&cat=

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La cultura, lugar de nacimiento de la utopía Brasil

Leonardo Boff

Prácticamente todos los principales analistas de la nación brasileña, empezando por Joaquim Nabuco y culminando con Darcy Ribeiro tenían sus ojos vueltos hacia el pasado: cómo se formó este tipo de sociedad que tenemos con características indígenas, negras, ibéricas, europeas y asiáticas. Fueron detallistas, como un Gilberto Freyre, pero no dirigían sus ojos hacia delante: qué utopía nos mueve y cómo vamos a hacerla realidad históricamente.

Todos los países que se afirmaron, diseñaron su mayor sueño, y bien o mal lo realizaron, a veces, como los países europeos, penalizando por la colonización a otros pueblos de África, América Latina y Asia. Por lo general, en un contexto de crisis se elabora la utopía como forma de encontrar una salida. Celso Furtado, que además de reconocido economista era un agudo observador de la cultura nos dice en un libro que debe ser meditado por los que están interesados en el futuro del país, Brasil: la construcción interrumpida: «Nos falta la experiencia de pruebas cruciales, como las que conocieron otros pueblos cuya supervivencia llegó a estar amenazada» (1992, p.35). No nos faltan situaciones críticas que serían las oportunidades para elaborar nuestra utopía. Pero las fuerzas conservadoras y reaccionarias «se empeñaron en interrumpir nuestro proceso histórico de formación de un Estado-nación» (p.35) por temor a perder sus privilegios.

Y así nos quedamos solamente con un Brasil imaginario, gentil, fuerte, grande, la provincia más riente del planeta Tierra, pero nos impidió la construcción de un Brasil real que integrase mínimamente a todos, multicultural, tolerante y hasta místico.

Ha llegado el momento, creo, que nos ofrece el reto de construir esta utopía. ¿A partir de qué base vamos a asumir esta tarea? Debe ser a partir de algo típicamente nuestro, que tenga raíces en nuestra historia y represente otro software social. Este nivel básico es nuestra cultura, especialmente nuestra cultura popular. Como dice Celso Furtado: «despreciados por las élites, los valores de la cultura popular proceden de su amalgama con considerable autonomía frente a las culturas dominantes (El largo amanecer, 1999, p.65). Lo que hace a Brasil ser Brasil es la autonomía creativa de la cultura de raíz popular.

La cultura es vista aquí como un sistema de valores y de proyectos del pueblo. La cultura se mueve en la lógica de los fines y de los grandes símbolos y relatos que dan sentido a la vida. Está impregnada de la razón cordial y contrasta con la fría lógica de los medios, inherente a la razón instrumental-analítica que busca la acumulación material. Esta última se impuso y nos hace solo imitadores secundarios de los países más avanzados técnicamente. La cultura siguió otra lógica, vinculada a la vida, que vale más que la acumulación de bienes materiales.

El filósofo y economista Gianetti, en sus obras, vio la fecundidad de nuestra cultura para elaborar el sueño brasileño. Pero nadie mejor que el científico social, Luiz Gonzaga de Souza Lima, en su libro todavía no reconocido: La refundación de Brasil: hacia la sociedad biocentrada (2011), donde sistematiza el eje de la cultura brasileña como articuladora de la utopía Brasil y de nuestra identidad nacional.

Nuestra cultura, admirada ya en todo el mundo, nos permite refundar Brasil, lo que significa «tener la vida como lo más importante del sistema social… construir una organización social que busque y promueva la felicidad, la alegría, la solidaridad , el compartir, la defensa común, la unión en la necesidad, el vínculo, el compromiso con la vida de todos, una organización social que incluya a todos sus miembros, que elimine e impida las exclusiones de todo tipo y a todos los niveles» (p.266).

La solución para Brasil no está en la economía como el sistema dominante nos quiere hacer creer, sino en la vivencia de su forma de ser abierto, cariñoso, alegre, amigo de la vida. La razón instrumental nos ayudó a crear una infraestructura básica siempre indispensable. Pero lo más importante fue poner las bases para una biocivilización que celebra la vida, que convive con la pluralidad de manifestaciones, dotada con una increíble capacidad de integrar, sintetizar y crear espacios donde nos sentimos más humanos.

Por la cultura, no hecha para el mercado, sino para ser vivida y celebrada, podremos anticipar, por lo menos un poco, lo que podrá ser una humanidad globalizada que siente a la Tierra como gran Madre y Casa Común. El mayor sueño, nuestra utopía, es la comensalidad: sentarse juntos a la mesa y disfrutar de la alegría de convivir amigablemente y saborear los buenos frutos de la grande y generosa Madre Tierra.

Fuente del artículo: http://www.redescristianas.net/la-cultura-lugar-de-nacimiento-de-la-utopia-brasilleonardo-boff/

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