Lectura: más allá de los clásicos infantiles y juveniles

Por: Sofía García-Bullé

Es necesario un currículum de lectura que conecte con la audiencia infantil y juvenil, aquí presentamos algunas opciones.

El rol de la lectura como herramienta didáctica y recreativa es indiscutible. En artículos anteriores hemos hablado sobre los beneficios de esta actividad, así como de la necesidad de estar atentos a la calidad de los contenidos que leen niñas, niños y la gente joven, además de mantener los currículums actualizados. Con respecto a esto último, una conversación útil sería la de conocer opciones que incentiven la lectura en los niveles de preescolar, educación primaria, secundaria y preparatoria. Cultivar el hábito de la lectura desde temprana edad favorece significativamente las posibilidades de que un estudiante continue leyendo en su juventud y vida adulta. Con esto en mente, hemos compilado varias recomendaciones de libros contemporáneos de calidad para considerar dentro de las bibliotecas escolares y domésticas.

Un buen inicio (3-7 años)

La edad preescolar es el periodo en el que muchas personas aprenden ideas básicas como la idea del yo, la autonomía corporal, los afectos o la higiene por ejemplo. La autora Patricia Arredondo contribuye a estos aprendizajes con Poemas para cuando se te caen los dientes. Un libro con estructura lírica tipo haiku que habla sobre la anatomía e higiene dental. La obra fue mención honorífica en el Certamen Laura Méndez de Cuenca 2018 y combina la experiencia como escritora de Arredondo con su contexto al pertenecer a una familia de dentistas. Este título se encuentra en el catálogo del Fondo Editorial Estado de México (FOEM) y no se distribuye en cadenas comerciales, pero la Secretaría de Educación del Estado de Guerrero (México) compartió en redes sociales un documento con la obra completa.

Para el mercado anglosajón o la enseñanza de idiomas, My Tree (Mi árbol) es una excelente opción. La autora Hope Lim, cuenta la historia de un niño inmigrante de Corea del Sur que se refugia en la sombra de un árbol por alivio y recuerdos de su hogar. También inmigrante, Lim toma la oportunidad de hablar sobre la experiencia de extrañar un lugar de origen y sanar para convertir en tu hogar el lugar al que has llegado. El libro cuenta con críticas positivas de diversos diarios, así como de medios especializados en educación y fomento de lectura.

Tomando camino (6 a 9 años)

Este rango de edad es el propicio para comenzar a fomentar el hábito de la lectura individual en las infancias. Las historias de desarrollo personal a través de aventuras o dificultades son especialmente efectivas para crear conexiones entre las obras y las experiencias de las infancias lectoras. Es el momento de entender que un libro es una jornada, el libro 9 kilómetros es un buen ejemplo de estas necesarias narrativas.

El libro del autor Claudio Aguilera cuenta la historia de un niño que atraviesa a diario grandes distancias para llegar a su escuela. A través de una historia de determinación y crecimiento, Aguilera realiza un atinado comentario social acerca de las desigualdades socioeconómicas y el derecho universal a la educación. El libro ha sido laureado con distintos galardones, como el premio White Ravens en 2021, y el Martha Brunet el mismo año.

La Giganta representa una de las pocas oportunidades literarias para que estas aventuras y ocasiones de crecimiento sean dimensionadas en la historia de una niña. La autora Anna Höglund nos introduce a un mundo de caballeros y ogros, en el que el padre de una niña desaparece en una misión y ella va en su búsqueda. El libro está disponible en inglés y en español.

Formando ideas y hábitos (10 a 12 años)

La pubertad es una etapa de transición importante para el estudiantado, es necesario rodearse de lecturas que les ayuden a contextualizar sus experiencias y que les acompañen durante su concurrir hacia la adolescencia. Luna de gatos, por el autor y dibujante Jis, ofrece apoyo a través de una historia que no es compleja ni difícil de leer. La obra es interactiva, ya que despliega también un álbum de estampa que hará cada relectura una jornada diferente. El libro maneja temas de definición de la identidad, el paso a un rango de edad diferente y lo que conlleva.

En esta etapa de vida, los niños y niñas comienzan a tener intereses propios, a generar un sentido de pertenencia e identidad grupal con sus pares. Jazz Santos vs. The World relata la historia de una niña que reúne un grupo de compañeras para crear un equipo de fútbol. El libro pertenece a una serie llamada Dream Team, en la que la autora, Priscilla Mante, explora los retos adolescentes al descubrir y perseguir actividades que los forman y apasionan. La serie incluye también el título: Charligh Green vs The Spotlight.

Hacia el universo de la palabra (12 años en adelante)

A partir de los 12, si a las niñas y niños se les formó el hábito de la lectura en edades tempranas, comienzan a gravitar hacia historias más complejas, con narrativas más ricas, estructura y un uso más variado de las palabras y estructuras de relato. Los libros que pongamos en sus manos durante este tiempo tendrán un gran impacto, en sí continuarán hacia una juventud y vida adulta en la que la lectura siga siendo una constante.

Entender el plano social en el que vivimos es un asunto importante para el desarrollo de las infancias de esta edad. El niño que vivía en las estrellas, nos hace partícipes de las dificultades de un niño que sostiene ser de otro planeta y cómo toman su caso los adultos y doctores a su alrededor. La obra del autor Jordi Sierra i Fabra recibió el Premio Nacional de Literatura del Ministerio de Cultura en 2007 y en 2013 el Premio Iberoamericano SM de Literatura Infantil y Juvenil. Sus cifras de ventas superan los 12 millones de ejemplares.

La enseñanza de la historia, la herencia cultural diversa y los idiomas son rubros educativos que pueden nutrirse mucho de los libros que familias y docentes eligen para sus bibliotecas. Soul Lanterns es una de esas obras que puede servir a los tres propósitos. Publicada solo en inglés, cuenta la jornada de tres niños de Hiroshima en los años setenta que realizan un proyecto escolar sobre las consecuencias de la bomba atómica en su ciudad. Las anécdotas recogidas por los protagonistas son una ventana no solo a un evento histórico de alto calibre, sino a las experiencias y emociones humanas ligadas a estos 27 años después del acontecimiento.

Como las anteriores hay cientos de obras de autores jóvenes con un sólido nivel literario para acompañar el aprendizaje de infancias y gente joven en el aula y la casa, solo es cuestión de buscar en medios que den espacio a autores contemporáneos. ¿Crees que incluir estas obras en los programas sería un paso adelante en la enseñanza y fomento de la lectura? ¿Prefieres los clásicos? ¿Te gustaría un balance entre ambos contenidos? Cuéntanos en los comentarios.

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Opinión | ¿Qué está faltando en la enseñanza de la lectura?

Por: Sofía García-Bullé

En Estados Unidos, el 80 % de niños y jóvenes consume contenido en redes sociales, reporta la Asociación Americana de Psicología.

Los niños no están leyendo. Esa es una de las mayores preocupaciones que familias y docentes han externado desde que tenemos memoria. ¿Qué tan cierta es esta aseveración? ¿Qué grietas podemos encontrar en este argumento que a estas alturas se asemeja más a un mantra? En Estados Unidos, solo el 20 % de los adolescentes reporta leer libros, revistas o periódicos diariamente por entretenimiento, pero el otro 80 % consume contenido de redes sociales, según sostiene la Asociación Americana de Psicología.

En Inglaterra, 65 % de los niños de 5 a 15 años usan sitios o aplicaciones de redes sociales. En Colombia, de acuerdo a una encuesta publicada por el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), el 70.4 % de los colombianos mayores de cinco años leyeron en plataformas digitales en el último año, y el 64 % lo hicieron a través de redes sociales o servicios de mensajería.

No es si leen o no, es lo que están leyendo

Podríamos argumentar entonces que los niños y jóvenes sí están leyendo, ¿pero cuál es la calidad de lo que leen? ¿Están desarrollando las habilidades y herramientas cognitivas que se supone que la lectura otorga? Entre los beneficios de la lectura están el entendimiento del lenguaje, el vocabulario, la construcción de oraciones, la coherencia, el pensamiento crítico, la comprensión, la memoria, la imaginación, la apertura y tolerancia a puntos de vista e ideas diferentes, entre muchas otras más que necesitaríamos otro texto completo para abordar. ¿Qué tantas de estas facultades se entrenan leyendo publicaciones de Facebook y Twitter, o blogs e historias en Reddit?

Si bien, este es un tema altamente infra-estudiado, vale la pena abrir conversación sobre el valor de este tipo de lectura además de la manera en la que el Internet y el contenido digital está cambiando la forma en que niños y jóvenes aprenden y leen. En un contexto en el que todo tipo de información circula en todo momento y es de fácil acceso, podemos hablar de una democratización de contenidos, pero también de una sobreexposición a los mismos. Lo anterior dificulta la lectura profunda, que es de donde se desprende el aprendizaje de las habilidades recién mencionadas. En artículos anteriores, hemos hablado también sobre el manejo de información en redes sociales, las cámaras de eco y otras prácticas comunicativas que lastiman la calidad de la lectura y disminuyen significativamente su función como recurso didáctico.

Una cuestión de formatos

Las redes sociales son un espacio muy diverso, se pueden encontrar aprendizajes muy valiosos en subforos de Reddit o hilos de Twitter, o material completamente inútil y polarizante en los mismos foros. Un flujo de información tan variante debería verse caso por caso. Obviamente no sería posible cubrirlos todos, pero sí sería plausible realizar un trabajo de curaduría. Tomar una muestra pequeña de lo que vemos en la red, usarlo como material de estudio, hacer las preguntas correctas dependiendo del tema que se quiera tratar en clase: ¿Está bien escrita esta publicación? ¿Qué fallas de ortografía podrían detectarse? ¿Cómo se compara con un pasaje de un libro que trate el mismo tema? ¿La información es falsa, verdadera, tendenciosa, incompleta? ¿Qué pensamientos y emociones evoca?

Si hablamos de literatura, valioso y útil no es lo mismo. El Quijote es, sin duda, una de las obras literarias definitivas del idioma español, pero fallaríamos como docentes si no entendiéramos que su valor es más apreciativo que funcional. Es necesario tener una conversación sobre la diferencia entre los libros que nos muestran lo mejor del español, y los que nos enseñan a pensar y comunicar efectivamente dentro del español cotidiano. Son estos últimos los que pertenecen a los programas escolares de nivel básico, medio y medio superior.

En España, 88 estudiantes fueron encuestados sobre su conformidad con el material de lectura escogido por sus escuelas y su utilidad para inculcarles el hábito de la lectura. Jóvenes entre 15 y 18 años mostraron una seria desconexión entre las obras escogidas para sus institutos (la mayoría escritas en la época medieval) y su capacidad de relacionarse con estos contenidos para aprender de estos. “[…] La selección de los textos con que se pretende enseñar a leer literatura, aquellos prescritos en los currículos, no suelen ser adecuados a la experiencia vital, lectora y cultural de los adolescentes. Seguimos siendo rehenes del índice de la historia literaria nacional, en vez de abrirnos a los clásicos universales y a la literatura juvenil actual de calidad”, comentaron Guadalupe Jover y Rosa Linares, profesoras de lengua y coautoras del nuevo currículo de Lengua Castellana y Literatura, que es la norma que regula cómo se aprende y se evalúa la materia.

Para inculcar en niños y jóvenes el hábito de la lectura, no basta con escoger libros con contenido rico en estructura lingüística, vocabulario, ideas, posturas y todos los demás elementos que hacen una obra aplicable al material didáctico. También es necesario que conecte con el alumnado, que la comunicación que incluye no esté tan lejos de la que usan ellos, que las experiencias que narra o temas que maneja sean relacionables. Si a final de cuentas la lectura es una herramienta para entender mejor el mundo, comunicarse y navegarlo, tiene más sentido que el currículo esté compuesto de obras que reflejen el mundo en el que los estudiantes viven.

¿Qué piensas del hábito de la lectura en niños y jóvenes? ¿Piensas que va en declive? ¿Qué estrategias has usado para incentivar la lectura en los alumnos? Si eres estudiante ¿Cuáles libros preferirías leer en clase? ¿Te gustaría que se incluyeran medios digitales? ¿Cómo preferirías que se abordara la materia en el aula para motivar la lectura? Cuéntanos en los comentarios.

Fuente de la información e imagen: https://observatorio.tec.mx

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Want a law that helps teachers teach reading? Here’s what educators say they need.

Want a law that helps teachers teach reading? Here’s what educators say they need.

As a teacher or reading specialist for more than 20 years, Kim Geer has seen her share of state education laws and policies.

“It’s like every year something new comes along,” said Geer, a teacher at T.C. Henderson Elementary School of Science and Technology. “If we need to do something different, OK, that’s fine. But just help us to do it.”

Many elementary school teachers across the state feel the same way. With the General Assembly expected to consider reading legislation this session, we spoke with educators to find out what help they need.

“I think in creating any sort of legislation or policy, we have to make sure that we are bringing our teachers to the table, to have our teachers have a role in any sort of changes,” said Mariah Morris, the 2019 North Carolina Teacher of the Year and an advisor to the State Board of Education.

“We must design with them and not for them in this process. Because nobody [else] has to walk the walk of leading a classroom through the myriad of different needs in that room, alongside making any sort of pedagogical shift or cultural change,” she said.

Here are five takeaways from our conversations with educators.

Make training transformational, not burdensome

For starters, training should start when teachers are focused on knowledge-building — while they are in college, training to become teachers. We wrote more about that here.

It also means focusing on teacher leadership and empowerment. Morris has two ideas for doing this. First, bring back master’s pay to encourage teachers to get master’s degrees in reading. Second, reimagine teacher training.

Districts moving toward instruction based on the scientific research are doing a lot of training and professional development for teachers. Sometimes they pull teachers out of classrooms during the day, pay stipends to have them train on weekends, or send select teachers for training and then ask them to train others.

Morris said the state will get more buy-in if it pairs training with enrichment opportunities, like micro-credentials. Two of the restart schools in her district — Moore County Schools, where she is now innovation and special projects coordinator — have moved beyond training to create a three-tiered teacher leadership opportunity.

First, the North Carolina Center for the Advancement of Teaching provides some teachers and teacher assistants with virtual training in the science of reading. These teachers and teacher assistants receive a literacy badge.

After the training, the educators take a Canvas course the district built that reinforces the research and includes videos covering best practices. Finally, district coaches help these educators implement the learning in their classrooms.

Legislation requiring research-based instruction would get more teacher support if it includes these types of leadership opportunities, Morris said.

“Thinking about how we frame [professional development] so it’s not just sit and get,” she said. “It’s not, OK, there’s a reading law and we’re going to provide this webinar and then go do it. That’s not going to reach our teachers because, partly, it’s not respecting them.”

Help districts with curricula and materials

Joy Cantey is the director of literacy for Guilford County Schools. That district has taken steps for about four years to align instruction with the scientific research.

One of the main steps to achieving that, she says, is having a strong, evidence-based curriculum. Guilford is the third-largest district in the state and has resources at the central office to vet curricula. Not every district does, she said.

“Districts need support with selecting curriculum,” Cantey said. “All students across the state need a viable curriculum that they’re using. Teachers who don’t have a curriculum are left to just search the internet. The state needs to fund a curriculum. Districts can certainly have choice, and it doesn’t need to be the same curriculum in every single district, but there needs to be some funding for districts to adopt a comprehensive curriculum for literacy.”

She wants to see the state provide a list of approved curricula or create a rubric of essential components that a district’s curriculum must include.

The latter was a recommendation to the State Board of Education from the literacy task force it convened last year. Cantey was a member of that task force and said often that training teachers in the science of reading without providing them evidence-based curriculum creates disconnect and frustration.

Teachers also need funding and help selecting evidence-based materials for their classrooms.

Geer, for instance, is incorporating more decodable texts in her teaching. Her curriculum comes with some, but she needs more.

“I understand the premise of needing a decodable text,” she said. “So, (if) we’re going to do this, we need some good stuff.”

Provide instructional coaching and interventionists 

While Cantey emphasizes the importance of curricula and programs, she points out that none is perfect.

“So we have to build capacity in educators, because the educators need to be smarter than the resource,” she said.

This means teachers, in addition to training and strong curriculum, need coaching.

Teachers say any law that changes instruction methods should include coaching supports.

“I can watch all the videos and stuff that you throw at me, and I do, but I would rather have a person, whether it’s outside or the instructional coach who lives here, come into the room and let me watch,” Geer said. “Model some lessons and show me.”

Morris said she wants legislators to recognize the difference between instructional coaches and interventionists. Instructional coaches, she said, work with teachers to build their capacity. Interventionists work with students.

“Our state needs to fund them both if we want to move the needle on reading instruction,” she said. “Unfortunately, we don’t have state funding for a lot of these positions, and a lot of districts are forced to only have coaches or interventionists at Title I schools. That’s a huge blind spot in our goal to move the needle on reading instruction.

“Because you can have the best crafted law or policy, but if we don’t have boots on the ground and personnel who are able to help make that shift, it’s not going to happen.”

Help with classroom size and personnel

The scientific research supports differentiating instruction for students depending on their decoding or oral language needs, but class sizes are an issue.

This year, state law mandates that K-3 class sizes average 18 students. But the law limiting class sizes did not include funding for teachers and teacher assistants.

In some classes, this means teachers are teaching first- and second-graders. Geer, for example, took on three first-graders in her second-grade classroom to keep the average numbers in other first-grade classrooms balanced.

The impact on fourth- and fifth-grade class sizes is stark, with 30 or more students in some classes.

“Nothing magical happens to a child who is struggling with reading when they cross the threshold to grade four,” Morris said. “And, unfortunately, those class sizes have ballooned.”

A related concern is lack of assistance in classrooms. Susan King is a first-grade teacher at Lakeshore Elementary School in Iredell-Statesville Schools. She said that when she began teaching, she had a teacher aide several times a week for an hour or more per day. Now, the assistance she gets is a fraction of that.

“I have taught over 20 years, and I have less help now than I have ever had,” King said. “They are asking us to do all of this intensive reading instruction, but it works best in small groups. If you work with 6-year-olds, you cannot leave them unattended while you go work with other groups. They have to be managed. And so it’s great [to see] the need for teaching reading through the science of reading, but if we have 20 kids in our class and no assistant, we can’t do it with our hands tied behind our backs.”

Provide testing and assessments that align with expectations

Teachers worry about disharmony between how leaders want them to teach and how they assess teacher performance. They also worry about whether the assessments they use will test on what the state expects them to teach.

The testing inconsistencies begin before teachers enter the classroom. For licensure, teachers in the state have to pass a North Carolina Foundations of Reading exam. This exam tests teacher candidates on cueing students to predict words, a strategy that isn’t supported by the scientific research.

At Lenoir-Rhyne University, the college of education builds its elementary education literacy program around the scientific research. Monica Campbell, the coordinator of its elementary education program, says she still has to cover cueing for the pre-licensure exam, even though she tells her teacher candidates to forget the lesson after the exam.

“It shouldn’t be on that exam,” Campbell said. “If we are on board with the science, that can’t be on there.”

Campbell said she is part of a task force re-examining pre-licensure exams and hopes this will change.

The issue in the classroom has been more complicated. Assessments such as mCLASS and Istation were in the news a lot the last couple years, but much of the discussion was about how assessments were procured, not how well they perform.

In the classroom, some teachers say they aren’t happy with either assessment.

Carrie Norris, curriculum director in Transylvania County Schools, recalled that many teachers in her district were disappointed switching to Istation because they liked mCLASS. But training on the science of reading has changed that attitude some.

“I know we hated for mCLASS to go away,” Norris said to a group of instructional coaches, “but what did we care about the most at the end of the assessment?”

Almost in unison, the coaches said, “That level.”

They were referring to a level that mCLASS would assign a student after the assessment, at which point that student’s teacher would recommend books at that level for the student to read. These are called leveled readers.

Reading class in most elementary schools include whole-group instruction followed by small-group blocks. During small groups, there is disparity among the types of books kids are reading. Two common types are leveled readers and decodable texts.

Leveled readers are prevalent in reading classrooms where whole-language approaches are used, and they are included in balanced literacy curricula. In Transylvania County Schools, many teachers are now replacing these with decodable and knowledge-rich texts.

Haley Dawson, a first-grade teacher in TCS, appreciates that Istation breaks student proficiency across five fundamentals — phonics, phonological awareness, fluency, vocabulary, and comprehension — but she and other teachers say they still worry about Istation.

They worry about accuracy. For instance, they see students who are guessing words perform better than students who are sounding out phonemes, just because the guessers are finishing quicker. They also worry about screen time.

But their biggest concern: Some of what is being assessed isn’t what they believe they are asked to teach. There should be consistency there, they say. They add that state-mandated testing should also reflect what happens in a classroom with science-aligned instruction.

“To get ultimate, ultimate, ultimate buy-in — because there are a lot of teachers who teach to the test — if the test matches what the science says, then if you are someone who teaches to the test, you’ll be teaching the science,” Dawson said.


Editor’s note: Mariah Morris is on the Board of Directors for EducationNC.

 

Fuente de la Información: https://www.ednc.org/law-teachers-help-teach-reading-educators-need-coaching-curriculum-leadership-class-size/

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Bibliotecas escolares, por favor

Por: Guadalupe Jover

Urge hacer ver la necesidad de una pieza -pilar y nudo- que no aparece hoy por hoy en el imaginario pedagógico ni de gran parte de la comunidad educativa ni de los responsables políticos.

No. La biblioteca escolar no puede ser sin más ese espacio luminoso y cálido en que se recibe a las familias a principio de curso. (Antes o después habrán de saber, además, que el espacio que habitan sus hijos e hijas de lunes a viernes y de septiembre a junio se parece más una celda -desnudas las paredes, arracimados los cuerpos-, que esa estancia al menos amplia y confortable. Urge también un cambio en la arquitectura de los centros).

No. La biblioteca escolar no puede ser sin más ese expositor, ese mural, ese panel en que se visibilizan las nuevas adquisiciones, las mujeres escritoras o las lenguas del instituto. (O esos libros se leen y se comentan y se discuten; o esa visibilización femenina se hace extensiva a todas las áreas del currículo en el marco de una decidida apuesta coeducativa que impregne cada rincón y cada gesto; o ese panel se traduce en una incorporación al proyecto lingüístico del centro de las lenguas de nuestro alumnado… o todo será tan solo humo y merchandising).

No. La biblioteca escolar no puede ser sin más la celebración del Día del Libro -o el 30 de enero o el 8 de marzo- o la visita de tal o cual escritor. (Porque el proyecto educativo de centro no está en las fotos que se suben a las redes sociales ni en las chapas que se pegan a la fachada del instituto, sino en la cara oculta del iceberg).

No soy bibliotecaria. Sé, sin embargo, lo que les debo a las bibliotecas (como estudiante antaño, como lectora hoy, como madre siempre). Y sé, como docente, que las bibliotecas escolares resultan imprescindibles para la equidad educativa y para llevar adelante un proyecto educativo que no sea un patchwork de iniciativas aisladas. Otra gente podría explicarlo mucho mejor que yo. Pero urge que multipliquemos nuestras voces para hacer ver la necesidad de una pieza -pilar y nudo- que no aparece hoy por hoy en el imaginario pedagógico ni de gran parte de la comunidad educativa ni de los responsables políticos.

Empezaré desde el principio. Durante muchos años, algunos de los cometidos tradicionalmente encomendados a la escuela parecían exclusivamente asignados al profesorado de lenguas: la enseñanza de la lectura -que en nuestra ingenuidad, nuestra ignorancia más bien, creíamos que era cosa de los primeros años de primaria, cuando lo cierto es que a leer nunca terminamos de aprender y nunca deberíamos terminar de enseñar-; la educación literaria -entendida no solo como transmisión de un patrimonio, sino también como fomento del hábito lector y desarrollo de las habilidades de interpretación- ; y la alfabetización informacional y mediática -proporcionar estrategias de búsqueda, selección y evaluación de información procedente de diferentes fuentes para integrarla de manera ética en un proyecto propio, o de lectura crítica de los mensajes de los medios de comunicación e hipertextos de internet, entre otras cosas-.

Pronto nos dimos cuenta de que solos no íbamos a ningún lado. ¿De qué servía que, en el mejor de los casos, el Departamento de Lengua y Literatura hiciera un esfuerzo por coordinar sus lecturas y buscara el diseño de itinerarios de progreso, si paralelamente el profesorado de otras áreas “mandaba leer” otros textos al margen de cualquier plan consensuado, gradual y complementario en sus propuestas? ¿De qué servían las “listas de libros” si muchos estudiantes no podían hacerse con un ejemplar del título prescrito? ¿De qué servía limitarse a un número de lecturas obligatorias por curso y área, si todo ello se revelaba inútil en el afán de fomentar los hábitos lectores, especialmente de aquellos que no nacieron en hogares rodeados de libros? Eran los años 90 del siglo pasado: muchos centros -algunos centros- se afanaron en recuperar unos espacios reducidos a su condición de almacén para hacerlos hospitalarios y fértiles.

Llegó luego PISA y, a su abrigo, multitud de investigaciones en torno a los procesos lectores: aprendimos entonces que leer no es acceder al significado encerrado en un texto, sino construir su sentido en un diálogo entre textos y lectores en los que el contexto -el propósito de la lectura, por ejemplo- tiene también un papel fundamental.

Aprendimos que saber leer significa saber leer textos diferentes (en sus temas, estructuras, soportes, intenciones, etc.), de ámbitos diversos, y hacerlo además con espíritu crítico desde una perspectiva sociocultural. Y aprendimos también a precisar qué tipo de obstáculos se interponen en nuestra comprensión cabal de un texto, y cómo es ya posible afinar en el diagnóstico e intervenir de manera adecuada entre textos y aprendices. Comprendimos que el desarrollo de estrategias de lectura reclamaba la concurrencia del profesorado de todas las áreas, y que necesitábamos una sólida formación compartida de la que hasta el momento carecíamos.

Llegó luego, en fin, todo lo demás. Fue primero el énfasis en cuanto tiene que ver con la alfabetización informacional y mediática. El aprendizaje por proyectos -al fin legitimado socialmente y espoleado como señuelo en el mercado educativo- reclamaba un cuidadoso acompañamiento en las tareas de investigación. La irrupción del ecosistema digital nos obligaba a ir más allá del entorno audiovisual para llegar a las nuevas formas de comunicar y (des)informar a través de la red… y todo ello requería aprendizajes específicos. Si no queríamos que quienes pudieran volar fueran solo quienes ya venían con las alas de casa, tendríamos que arremangarnos.

Se produjo entonces una enorme fractura: a un lado, aquellos centros -aquellos territorios- en que hubo una decidida voluntad política y pedagógica de transformar las viejas bibliotecas escolares en centros de recursos para la enseñanza y aprendizaje, de ampliar sus fronteras desde el puro espacio físico a espacio medular en el proyecto educativo de centro, y de proporcionar formación y recursos. De otro, aquellos centros -aquellos territorios- en que la administración educativa se desentendió de las bibliotecas escolares y las dejó, literalmente, morir.

Pongamos nombres propios. Probablemente no haya un proyecto de innovación educativa más sólido, más inclusivo, más extendido en el espacio y más sostenido en el tiempo que el impulsado por las bibliotecas escolares de Galicia. Son centenares los colegios e institutos con equipos responsables de biblioteca que trabajan en red, se forman conjuntamente y cuentan con magníficos foros en que intercambiar experiencias. Hora de lectura, leer en común, radio en la biblio, taller de podcasts, clubes de lectura, proyectos de investigación, maletas viajeras… Algo tendrá que ver sin duda toda esta labor con el hecho de que sea Galicia la comunidad autónoma en la que menos impacto tiene el origen socioeconómico del alumnado a la hora de predecir su resultado educativo.

En el otro polo, aquellas comunidades que se han desentendido secularmente de las bibliotecas escolares. Son, algunas de ellas, las regiones con mayor segregación escolar de toda Europa, y en las que más pesa el contexto socioeconómico del alumnado en el rendimiento escolar. Son, también, aquellas que alientan los fuegos de artificio: envoltorios y reclamos que tratan de hacerse con el favor del cliente -“libertad de elección” lo llaman- y una nueva placa en la fachada del centro. Lejos del funcionamiento colegiado y democrático, lo que se impone es el mandato vertical… o el individualismo absoluto.

Cuando decimos que la biblioteca escolar debiera ser el centro neurálgico de la escuela es porque no se nos ocurre otra instancia que pueda hacer frente, de manera colectiva y rigurosa, a los múltiples desafíos a los que hoy en día a de dar respuesta la escuela: desde la compensación de desigualdades a la cohesión de la comunidad educativa, desde el llamado “éxito escolar” a la conformación de una sociedad culta, comprometida y democrática.

“No necesitamos planes, necesitamos leyes”. Las palabras son de Clara Budnick, una de las mayores expertas mundiales en bibliotecas. Las pronunció en el marco del encuentro Leer Iberoamérica Lee celebrado hace unos días en Madrid y me llegaron -me golpearon- a través del twitter de Cristina Novoa, responsable y artífice, junto a un sólido equipo, de la red de bibliotecas escolares de Galicia. “No queremos ya más `experiencias´: necesitamos protocolos de actuación”. La exigencia es ahora de Pepe García Guerrero, impulsor de la red de bibliotecas escolares de Málaga entre los años 2000 y 2015, y fueron pronunciadas hace ya más de una década. Ojalá el próximo equipo ministerial tome buena nota.

Si de verdad queremos conseguir todos aquellos objetivos que adornan los preámbulos legislativos necesitamos bibliotecas escolares. Y si queremos bibliotecas escolares necesitamos formación y recursos. Una formación que llegue adonde no llegó nuestra formación inicial y que sea compartida por equipos directivos y claustros docentes. Y necesitamos también unos recursos que se traduzcan en presupuestos y en tiempos. Sin tiempos compartidos para la biblioteca escolar los centros escolares seguirán siendo racimos de burbujas en permanente agitación pero incapaces de fundirse en un proyecto común.

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/07/11/bibliotecas-escolares-por-favor/

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Libro: Lectura y escritura como prácticas culturales

16 octubre 2017/Fuente: Open Libra

Es un hecho conocido que la psicología ha sido una de ciencias que más ha influenciado la política y las reformas en el campo de la lectura y la escritura en América latina. El impacto de las teorías psicológicas sobre el desarrollo de la lengua, y del aprendizaje de la lectura y de la escritura, se han extendido en las últimas décadas, a la definición de las propias prácticas pedagógicas en las instituciones escolares. El examen crítico de las transposiciones de estas teorías a las prácticas de enseñanza en las escuelas se ha efectuado no solamente en el ámbito de la propia psicología, sino en otras áreas del conocimiento, como la sociología, la filosofía, la lingüística y los estudios literarios. Además, estudios procedentes de la sociología, de la historia cultural y la antropología han señalado nuevos enfoques de análisis que permiten ir más allá del conocimiento psicológico de la lectura y la escritura como herramientas intelectuales. Situando a la escritura como práctica cultural, las contribuciones históricas, sociológicas y antropológicas se han traducido en investigaciones sobre las formas de enseñanza que caracterizan a prácticas de escritura y lectura como las escolares.

En este estado de situación de las investigaciones que asumen a las prácticas de lectura y escritura desde una perspectiva social y cultural, los aportes de las líneas histórico-críticas han mostrado que se precisa indagar dichas prácticas en situaciones escolares y extra-escolares, y a los sujetos que las llevan a cabo. Se trata de entender que las prácticas de lectura y escritura instituidas están implicadas con diversas situaciones sociales e históricas de su producción, pero también con historias individuales y colectivas que les confieren complejidad de sentidos a ser repensados en la enseñanza de la lengua y la literatura.

Fuente: https://openlibra.com/es/book/lectura-y-escritura-como-practicas-culturales

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Cómo la caca ayuda a que los niños en Japón aprendan a leer

Japón/9 de mayo de 2017/Fuente: http://www.bbc.com

Para poder aprender idiomas como el castellano, el francés, el inglés o el portugués, los niños se las tienen que ver con cinco vocales y unas 22 consonantes (con las variaciones de la ñ, la ch o la ç) y descifrar cómo combinarlas para el habla.

Los pequeños en japoneses, en cambio, la tienen un poco más difícil: durante los seis años que dura la educación primaria deben aprenderse 1.006 signos -los que se conocen como kanji-, lo que implica un verdadero desafío para la memoria.

Y si en las clases de español podrían verse caras largas y bostezos de siesta, el desafío en el país asiático podría ser peor.

No por casualidad los japoneses han buscado por décadas varios métodos creativos para que el aprendizaje de semejante cantidad de signos (que es uno de tres sistemas de escritura junto al hiragana y katakana) no se vuelva una tortura.

El último recurso es extremo: han apelado a la materia fecal. Y es todo un éxito entre los niños.

A mediados de marzo, una editorial educativa lanzó los seis libros de la colección «Unko kanji doriru«, que se traduce como «Ejercicios de kanji de la caca». Que no es otra cosa que practicar con frases elaboradas con kanjis vinculados al popó.

estudiante en Japón.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLos niños en Japón deben aprender 1.006 signos del kanji cuando pasan por la primaria.

En un mes y medio se ha vendido cerca de 280.000 ejemplares, y la serie se ha convertido en el segundo libro más vendido en el portal de comercio electrónico Amazon de Japón.

«Aunque el libro no tiene tantos contenidos como los materiales habituales para aprender kanji, fue muy divertido ver a mi hijo reírse con él mientras estudiaba», le dijo Suzuki Akiko al portal de noticias Nippon.com.

«Para la educación es fundamental el tema de la motivación y creo que esta serie lo logra», agregó.

Aprendiendo kanji

Pero para saber cómo funciona el libro, hay que entender primero cómo se aprende kanji en las escuelas de Japón.

«(Los niños) primero adquieren los 1.000 signos a través de libros, novelas, biografías sencillas y hasta los famosos cómics manga», explica Richard Medhurst, académico británico que trabaja como traductor en Tokio.

Los kanjis son sinogramas -caracteres que originalmente tiene su raíz en la escritura China- que representan conceptos, objetos y lugares. Hay unos 2.100 considerados de uso generalizado y que se enseñan en la escuela, aunque el número total supera los 50.000.

niña escribe en un papelDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLos signos representan conceptos e ideas que se convierten en la manera de comunicación escrita entre los japoneses.

«Después, en el nivel superior, llegan a la clase de kokogu, que es el aprendizaje de la lengua japonesa en sí. Allí comienzan a construir frases a partir del significado que aprendieron en la primera fase», describió.

Y sostiene que el kanji es para comunicarse mediante la escritura, no de forma hablada.

Según los que han utilizado los textos, el éxito de los seis libros del «Ejercicios de kanji de la caca» se basa en que utiliza cerca de 3.000 signos del kanji para relacionarlos con el popó y los hace más fácil de memorizar.

«Por ejemplo, hay frases que parecen surreales, pero que enseñan varios conceptos alrededor de la caca. En estos libros se puede leer, por ejemplo: ‘Un doctor en ingeniería alemán inventó una máquina que puede hablar con la caca'», explicó el corresponsal del diario francés Le Monde en Japón, Philippe Mesmer.

emoji caca sonrienteDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl emoji de la caca sonriente fue creado en Japón. Y significa buena suerte.

Pero no sólo se trata de frases divertidas y curiosas. También el diseño del libro se toma ciertas licencias educativas: los textos son guiados por una especie de profesor que tiene la misma forma del emoji de caca sonriente, que se ha hecho famoso en los últimos años mediante su uso en redes sociales y teléfonos celulares.

Y, por supuesto, se llama el «Profesor Caca«.

«En Japón, la caca sonriente es un signo de buena suerte», se puede leer en la Emojipedia.

Se anticipa que el fenómeno, exitoso y curioso, crezca… y tal vez sirva hasta a los estudiantes extranjeros, que podrán usar una «vía escatológica» para acercarse al aprendizaje del complejo idioma japonés.

Fuente de la Noticia:

http://www.bbc.com/mundo/noticias-39781922

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Libre, socializada y en alto: pasos para mejorar los niveles de lectura

Por Pablo Gutiérrez del Álamo

La lectura es una de esas cosas en la que solemos pinchar. Las causas, como en cualquier fenómeno social, son muchas y complejas. Podíamos hablar de un nivel educativo y cultural que hasta hace muy poco era muy escaso. De una dictadura que imponía un modelo social basado no precisamente en la formación de la mayor parte de la población y que terminó con un alto porcentaje de personas sin alfabetizar.

Hay poca cultura de uso de las bibliotecas públicas, como constatan estudios y estadísticas. Hace unos días se presentaba el informe sobre la situación de la lectura del Gremio de Editores (todavía faltan meses para que el texto completo esté publicado y accesible) en el que se analizan muchos aspectos relacionados con la lectura. Entre ellos, el educativo.

Se trata de un texto encargado a Fernando Trijullo, profesor de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad de Granada en el que hace un repaso a la legislación vigente en relación a la lectura y a las bibliotecas escolares. Como era de esperar, este análisis no ofrece muchas luces y sí muchas sombras sobre el estado, en la legislación, del fomento de la lectura en el sistema educativo. La Lomce no habla de las bibliotecas escolares, por ejemplo.

El caso es que la lectura, como se repite hasta la saciedad, es pieza clave para el aprendizaje. Se mide en PISA y se señala los niveles no satisfactorios de comprensión lectura del alumnado español en esta destreza. También asegura la OCDE que hay relación entre el número de libros en casa del alumnado y sus resultados en la prueba.

“Nos está fallando”, dice Pilar Pérez Esteve del sistema educativo en relación a la lectura. Pilar hoy es orientadora en un instuto público de Valencia, aunque hace algunos años fue la coordinadora del portal virtual leer.es. Ha estado en la administración pública educativa, así como en todos los niveles dela enseñanza.

Foto: Agencia de Noticias ANDES / CC Flickr
Foto: Agencia de Noticias ANDES / CC Flickr

Qué y cómo

Para ella, “los chavales leen mucho, pero menos de lo que podrían” y cree que esto se fundamenta en, al menos, tres pilares: la libertad de elección de las lecturas y un buen acompañamiento; la enseñanza de la lectura en todas las materias, puesto que no es lo mismo leer matemáticas que El Quijote; y nuevas alfabetizaciones llegadas de la mano de Internet y de las TIC. “Hoy, ejemplifica, entras en un periódico digital y te encuentras un vídeo que no es de adorno, apoya a una información. Te encuentras una serie de etiquetas que has de saber para qué sirven, de secciones…”.

Para Isabel Vizcaíno, maestra de primaria, hay algunas cosas que los centros educativos, al menos en Primaria, deberían recuperar de etapas anteriores. Una de estas cosas es la lectura en alto, momento en el cual, la maestra lee a niñas y niños algún texto. En su centro, el CEIP Manuel Núñez de Arenas en Madrid, dedican la primera hora de cada día a la lectura. Varios días, a hacerla en alto. Cree esta maestra que la lectura en alto hace una importante labor de gusto por la lectura, a través de la voz hablada.

Algo en lo que coincide Pérez Esteve, quien hace hincapié en las lecturas dramatizadas, que hacen crecer las ganas en niñas y niños de alcanzar niveles de competencia que les permitan llegar al mismo punto. Por supuesto, graduando ese esfuerzo. La persona adulta puede leer buena parte de un texto y el niño o la niña se va introduciendo, primero con palabras, con oraciones, párrafos y páginas.

También hacen otras actividades, como la lectura en grupo con adultos, aunque sea en voz baja. “Tenemos claro lo de ir al cine en grupo y luego comentar. ¿Por qué no hacerlo también con la lectura?”. Este es otro de los acercamientos que proponen y llevan a cabo en el colegio.
Algo parecido a lo que se propone desde comunidades de aprendizaje con las tertulias literarias dialógicas, en las que, capítulo a capítulo, niños y niñas van desgranando títulos de la literatura clásica y comparten con sus compañeras y compañeros sus impresiones sobre cada pasaje, de forma que van descubriendo significados y comprendiendo el texto y a sí mismos.

Tan importante es el cómo, como el qué. Otra de esas eternas discusiones entre las lecturas obligatorias y la lectura libre. Para Guadalupe Jover, profesora de Secundaria de Lengua y Literatura, las lecturas obligatorias no tienen por qué ser un problema. Algo sobre lo que publicó hace unos días El Diari de l’Educació un buen artículo de Mireia Manresa.

Entiende que depende de cuáles y para qué. “Hoy por hoy la escuela es la única institución a la que se le reconoce la capacidad de ‘detener’ el tiempo y empujar a la inmersión en las páginas de un libro”. “Es verdad que ‘obligación’ y ‘lectura’ son palabras que se avienen mal”, concede, como en su día escribiera Daniel Pennac (Como una novela): “El verbo leer no soporta el imperativo”. Pero Jover también tiene claro que algunas de esas lecturas obligatorias son una oportunidad para conseguir “que quien nunca ve el momento de coger un libro entre las manos, lo haga”.

Hay quien cree que este tipo de imposición es más sencillo para los docentes, pero la vida no es así. “Mis alumnos me dicen, comenta una docente que prefiere no decir su nombre, que las lecturas que les gustan las esconden para no tener que hacer un trabajo sobre ellas”.

Para Isabel Vizcaíno y Pilar Pérez un dato elemento es el de la elección libre por parte del chicas y chicos de aquello que quieran leer, así como la de no llegar hasta el final si el libro no nos gusta. Cosas que de adultos están permitidas, no así ni en la infancia ni en la adolescencia.

“Si hablamos de fomentar la lectura-placer, esto se consigue gracias a la libertad de elección y a la buena compañía”, asevera Pérez.

Fernando J. López, exdocente de Lengua y Literatura en secundaria y, hoy, escritor, cree que el currículo “pincha” al insistir en ciertos clásicos de la literatura en determinados niveles. “Es un currículo rígido que no contempla la literatura juvenil”. También critica el acercamiento cronológico a la literatura, de forma que en 3º y 4º se estudie literatura medieval o barroca, aunque “este alumnado no ha estudiado qué es el Barroco”.

Pilar Pérez afirma que hay que tener en mente que no solo existe la literatura, si no que hay otras lecturas: para aprender o para participar, por ejemplo. Lecturas que quedan fuera del sistema educativo. Y, citando a Neus Sanmartí, afirma que un docente, por ejemplo, de ciencias o de matemáticas no puede eximirse de su responsabilidad de enseñar a leer textos de ciencias o de matemáticas.

Y habla de nuevos formatos de lectura llegados con las nuevas tecnologías, que generan lecturas híbridas a las que tenemos que acostumbrarnos y que necesitan de nuevas estrategias de lectura. “Hay docentes que no están formados en cuestiones como estas, pero están obligados como profesionales que son”, afirma.

Una duda queda en el aire y, de nuevo, señala al libro de texto. Por una parte, facilitador de la enseñanza y, por otra, simplificador del aprendizaje. Hay quien cree que su uso excesivo es una de las patas que provocan el escaso uso de otros espacios y materiales de lectura. Pero a quien entiende que “cuando un profesor tiene 180 alumnos, el libro de texto es últil; es más complejo que eso. Los libros de texto no matan la curiosidad”.

Biblioteca de la Escuela Footjills / Foto: Mia y Steve Mestdagh
Biblioteca de la Escuela Footjills / Foto: Mia y Steve Mestdagh

Dónde

Y por supuesto, además del qué y el cómo, manteniendo esta conversación sobre literatura y lectura, se llega al dónde. Bibliotecas escolares, rincones cómodos, cálidos y acogedores, lugares de encuentro e intercambio de ideas, títulos y experiencias.

“Es pavoroso, sentencia Guadalupe, el abandono de las bibliotecas escolares en muchas comunidades autónomas -aunque no en otras-. Y este abandono es un grave atentado contra la compensación educativa, una responsabilidad irrenunciable de la escuela”.

“El problema es que las bibliotecas escolares no funcionan”. Juan José Lage ha sido docente, premio nacional de fomento de la lectura en 2007 y responsable de varias de estas bibliotecas durante 35 años, de forma voluntaria, en Asturias. “Cuando yo me jubilé, nadie quiso hacerse cargo de la biblioteca y lleva ya seis años cerrada. ¿Qué te parece si hay un profesor de inglés que se jubila y nadie quiere hacerse cargo?”.

Según Lage, tener una biblioteca escolar que funciona supone una mejora de los índices lectores. Para este experto, la solución para estos espacios pasa por formación específica en los estudios preparatorios, así como en la formación permanente. También que quien se encargue de la biblioteca tenga tiempo para hacerlo (“seis horas semanales serían lo mínimo”) y que hubiera formación sobre literatura infantil y juvenil; animación a la lectura y narración oral; juegos de escritura creativa, y conocimientos sobre las técnicas de clasificación, ordenación, etc.

Este uso de las bibliotecas más allá de ser espacios que salvaguardan la cultura es puesto como ejemplo por las personas con las que hablamos. La creación de diferentes espacios en la biblioteca, entiende Pilar Pérez Esteve, es importante. “No me enfrento igual a leer la cartelera de cine, a buscar algo en Internet o a leer una novela”. Todas estas situaciones requieren de lugares diferenciados, de ambientes dentro de la biblioteca que inviten a ello.

En el CEIP Manuel Núñez de Arenas, donde trabaja Isabel Vizcaíno, tienen dentro una biblioteca pública que pueden utilizar los niños y niñas del centro. Se trata de un lugar, dice, que tiene diferentes espacios, lugares de lectura en los que te puedes tumbar con tu libro, mesas grandes en las que trabajar en grupo con los compañeros, pequeños sofás donde leer…

“El mobiliario es clave, esencial” afirma Pilar Pérez Esteve. “Espacios diferentes para lecturas diferentes”. “Rincones agradables, luces a medida”. Resulta una cuestión “esencial y se está cuidando muchísimo”.

“La lectura en silencio y el préstamo son del siglo pasado”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/01/18/lectura-libre-socializada-y-en-alto-algunos-pasos-para-mejorar-los-niveles-lectores/

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