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Unesco destaca los avances de género en el acceso a la educación en Latinoamérica

El informe titulado «Una nueva generación: 25 años de esfuerzos en favor de la igualdad de género en la educación» muestra que desde 1995 se han matriculado 180 millones más de niñas en la enseñanza primaria y secundaria alrededor del mundo.

Un informe de la oficina regional de la Unesco indica que en América latina y el Caribe se registró “un progreso significativo” en la matriculación de las niñas y que se acerca a la universalización en el nivel primario, pero aun persisten barreras en el acceso para sectores vulnerables en Guatemala, Haití, Surinam, Honduras, Uruguay y Nicaragua.

El informe titulado “Una nueva generación: 25 años de esfuerzos en favor de la igualdad de género en la educación” muestra que desde 1995 se han matriculado 180 millones más de niñas en la enseñanza primaria y secundaria alrededor del mundo.

El reporte destaca que en la región “se ha registrado un progreso significativo en la educación de las niñas, acercándose a la universalidad en el acceso a la educación primaria”.

Y da como ejemplo a Guatemala donde la tasa de finalización de primaria de las niñas más pobres “ha aumentado más del doble en tan solo 15 años, prácticamente eliminando la brecha con los niños”.

También destaca el caso de México en cuyo segundo ciclo de secundaria “el porcentaje de niñas matriculadas pasó del 38% en 1995 al 84% en 2018”, mientras que en Costa Rica pasó de un 38% en 1995 al acceso universal en el 2018.

No obstante destaca que en Haití, Guatemala, Surinam, Honduras, Uruguay y Nicaragua, “persisten grandes disparidades de género en el acceso a la educación, en particular entre el alumnado más vulnerable”.

En Belice, por ejemplo, “casi ninguna joven pobre de zonas rurales finalizó el segundo ciclo de escuela secundaria”.

Asimismo, son los hombres jóvenes de la región quienes tienen más probabilidades de desvincularse de la educación y abandonar la escuela antes de tiempo.

A nivel mundial, el informe destaca que hay tres veces más mujeres matriculadas en las universidades que hace dos décadas.

Mientras que en la región esa diferencia a favor de las mujeres se evidencia en casi todos los países latinoamericanos.

“El mundo ha cambiado significativamente en los últimos 25 años, cuando las niñas luchaban por hacer realidad su derecho a la educación. Hoy en día, hay más niñas que niños matriculados en las escuelas y universidades”, dijo Manos Antoninis, director del Informe.

Y agregó: “Una agenda de igualdad de género para los próximos 25 años requiere un nuevo enfoque en todo el mundo, incluida América Latina y el Caribe”.

Por su parte Claudia Uribe, directora de la OREALC/UNESCO Santiago afirmó: “Veinticinco años después de la histórica Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, las niñas enfrentan muchas menos barreras para acceder a la escuela”.

Pero indicó que “hay otros factores que las alejan de alcanzar su potencial, como son algunas normas culturales que establecen bajas expectativas para ellas en materia educativa”.

El informe de UNESCO destaca que el lento progreso en los avances en materia de igualdad de género en la educación “se debe a la persistencia de normas de género negativas en la educación”.

En las zonas rurales de muchos países de ingresos bajos y medios, “a menudo se espera que las niñas se casen y asuman funciones domésticas, lo que actúa como una barrera para su educación, como ocurre entre las niñas indígenas de Guatemala y México”, precisa el reporte.

Fuente: https://www.elperiodista.cl/2021/05/unesco-destaca-los-avances-de-genero-en-el-acceso-a-la-educacion-en-latinoamerica/

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La educación para la música instrumental y las mujeres

Por: Sofía García-Bullé

Solo el 1.8 % de las obras programadas para conciertos de orquesta fueron compuestas por una mujer, sostiene encuesta.

Cuando pensamos en compositores de excelencia es fácil nombrar a referentes como Mozart, Bach o Bethooven, los tenemos tan presentes que no necesitamos más que los apellidos para reconocerlos. Pero quedamos perdidos ante la mención de figuras como Clara Schumann, Louise Farrenc o Francesca Caccini, quienes también se encuentran entre la lista de músicos clásicos más prolíficos de los últimos cuatro siglos, sin embargo, sus nombres y trayectoria musical rara vez son mencionados fuera de la esfera de personas dedicadas a la enseñanza, producción o difusión de la música clásica.

Podríamos decir que este solo es un problema de apreciación histórica, desafortunadamente este desequilibrio de género en la escena musical clásica e instrumental ha persistido desde el Medievo hasta pleno siglo XXI, en el que se mantiene como uno de los campos de producción artística más atrasados en cuanto a equidad de género.

Perspectiva en números

El arte y su producción tienen un problema de equidad de género, que data desde épocas en las que las mujeres ni siquiera eran admitidas en espacios educativos. La desproporción de productores de contenido artístico con base en el género es notoria. En los terrenos del séptimo arte, solo 10 % de los directores de cine son mujeres; si hablamos de pintura, las mujeres alcanzan apenas el 2 % de los productores a nivel profesional con obras en el mercado mundial. Podríamos pensar que esta suma es ínfima, pero si revisamos el porcentaje de obras programadas para orquestas y conciertos, solo un 1.8 % es producida por mujeres, de acuerdo a una encuesta realizada por la Orquesta Sinfónica de Baltimore.

¿Quiere decir esto que no hay mujeres produciendo música instrumental? ¿O formándose para ser compositoras? ¿Es acaso un problema de difusión? Músicos, maestros y promotores consideran que podría ser todo lo anterior.

Educación sí, espacios no

El desequilibrio de género en la música instrumental no proviene de la falta de instancias educativas para la formación de compositoras. En España, por ejemplo, el número de estudiantes mujeres en este rubro asciende a 27 %, pero al graduarse solo el 5 % de ellas se dedican a componer música.

El espacio dedicado a la difusión de música clásica es un nicho complicado, tradicionalista, y con una alta tendencia al culto de figuras de leyenda. Como lo explica en NPR Mohammed Fairouz, renombrado compositor de ópera, “entiendo la razón por la que Mozart y Beethoven dominan los ciclos sinfónicos. Quieres programar algo extraordinario, algo que le puedas llevar a todas las audiencias, y entonces lo programas de nuevo, y otra vez, y otra vez”.

Fairouz expone de manera simple y concisa la razón por la que la música clásica está en su mejor momento… desde hace 500 años. Los espacios de difusión son clave para la evolución de la música. Lo que se hacía a nivel técnico y artístico en los tiempos de Buddy Bolden, no es lo que se hacía en los estudios donde trabajaron Miles Davis o Quincy Jones. Si un género musical como el jazz puede albergar estilos diferentes y evolución en cuestión de décadas, ¿por qué la música clásica sigue siendo un escaparate exclusivo de compositores que escribieron sus obras hace siglos?

No es ausencia, es invisibilización

Verónica Sabbag, diplomática de la Unión Europea y fundadora de la ONG “Voces unidas por la paz”, tiene muy claro que el problema no es la falta de compositoras mujeres. Durante la celebración del 70 aniversario de la Declaración Universal, a esta ONG le fue encargada la tarea de elegir 10 composiciones escritas por mujeres e inspiradas en la lucha por los derechos humanos. El comité encargado recibió 500 partituras con cientos de países de origen. No solo hay una fuerte presencia de mujeres en el mundo de la composición clásica, existe un hambre por espacios de difusión e integración al colectivo artístico.

Sabbag puso de manifiesto que el desbalance de género en la producción musical está enraizado en su legado y que ha afectado a figuras de calibre histórico, como la misma Clara Schumman, quien pensaba que ninguna mujer debería intentar componer y a quien no conoceríamos como unas de las mejores compositoras de la era romántica de no ser por el apoyo de su esposo, Robert Schumann, otra figura eje de esta corriente musical.

El anterior ejemplo deja claro que para mitigar este desequilibrio no solo se requiere de la presencia de la producción femenina, esa ya existe, casi desde que existe la masculina. Lo que se necesita es llevar el tema al centro de conversación entre expositores y curadores de contenido para sinfónicas, salones, conservatorios, universidades y estaciones de radio especializadas. Medidas como asegurar un 30 % de participantes mujeres en los comités de selección, audiciones a ciegas, festivales con agenda de diversidad, podrían jugar un papel crucial en asegurar que las estudiantes de música clásica pudieran tener un futuro laboral similar al de sus compañeros varones.

¿Eres estudiante, maestro, productor o fanático de la música clásica? ¿Piensas que el desequilibrio de género en este rubro es un problema a resolver? Cuéntanos en los comentarios.

Fuente e imagen: observatorio.tec

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La pandemia y la flexibilidad laboral docente

Por: Sofía García-Bullé

En Estados Unidos, más de la mitad del personal docente universitario co-cría una familia en tiempo de pandemia.

El personal educativo universitario representa una mezcla heterogénea de profesionales que imparten educación en los niveles medio superior, superior y de posgrado. En México son 400 mil personas, de los cuales 80 % trabajan por hora. Estados Unidos cuenta con 1.5 millones de maestros de educación media superior y superior. Inglaterra suma 419,710 personas dedicadas a la educación universitaria y cuyo horario de trabajo se ha visto afectado por las medidas de prevención durante la pandemia.

Gran cantidad de artículos se han dedicado a delinear las problemáticas que conlleva el encierro, como las complicaciones del teletrabajo, el decremento de la producción académica y éxodo laboral femenino. Sin embargo, conversaciones como la de repensar la flexibilidad laboral para el personal docente y el rol de la perspectiva de género en la gestión y creación de un panorama más favorable para los docentes, conforman un foro desatendido.

¿Por qué hablar de perspectiva de género y flexibilidad docente?

La perspectiva de género en el desarrollo de políticas laborales es un tema ríspido entre cualquier comunidad de trabajo y la docente no es la excepción. Pero en tiempos de pandemia hemos visto el impacto que el encierro y la escuela en línea como única opción educativa ha tenido sobre las familias, especialmente aquellas en las que el padre, la madre o ambos, son maestros.

De acuerdo con la Encuesta de Satisfacción en el Trabajo de la Universidad de Harvard, 53 % del personal docente universitario co-cría una familia. El gobierno de Estados Unidos no cuenta con leyes que obliguen a las instituciones educativas a brindar un periodo de maternidad pagado a sus maestras. Algunas universidades consideran la reducción de cursos como medida de apoyo, pero esto usualmente viene con una reducción de pago proporcional a las horas trabajadas.

En Inglaterra no existe una uniformidad en el planteamiento de los días de maternidad, los periodos pueden variar de 0 a 26 semanas dependiendo de la institución a la que se pertenezca. México ofrece 12 semanas para las mujeres trabajadoras registradas en el IMSS, pero esto no necesariamente incluye al personal docente universitario subcontratado, de medio tiempo o eventual.

¿Y qué hay de los padres? Algunas universidades estadounidenses tienen políticas neutras que contemplan el permiso de paternidad para personal educativo masculino con un nuevo miembro en su familia, pero la cantidad de universidades con esta prestación es proporcionalmente menor y las restricciones con respecto a la reducción de horas laborales y la posibilidad de retraso en cuestión de ascensos es la misma. En Inglaterra, el permiso de paternidad suma 56 días a partir del nacimiento. El gobierno de México otorga tan solo cinco días a los trabajadores registrados en el IMSS, siendo el Estado de México el primero en extender la licencia a 45 días para trabajadores del sector público.

En una situación en la que tanto maestras como maestros, son responsables de dirigir la educación en línea con las familias de los alumnos y atender las necesidades educacionales de sus hijos en conjunto con sus maestros, la necesidad de replantearnos la gestión de los horarios laborales considerando las horas de trabajo doméstico o cuidado de los hijos que necesitan tanto docentes como demás profesionales para mantener a su familia a flote.

¿Cómo mitigar la situación?

Uno de los problemas más serios en cuestión de estrategias para los horarios laborales es la falta de estadísticas. Tenemos infinidad de datos que nos revelan cuántos maestros trabajando hay en determinado país, en qué nivel enseñan, su rango de edad y su género. Pero la mayoría falla en reportar datos fundamentales para dimensionar el impacto de la pandemia sobre las familias de docentes y demás profesionales.

La cantidad de información que tenemos sobre cuántos maestros tienen familia, cuántas de estas familias están conformadas por niños menores de 14 años, quién dedica más horas a las labores domésticas y de cuidado en casa, es prácticamente escasa. Son muy pocos los estudios y encuestas que están haciendo las preguntas correctas. La necesidad de un marco teórico sobre el cual podamos construir prácticas laborales que aminoren la carga de maestros y padres de familia profesionistas es patente.

Otro aspecto importante sería el de gestionar políticas de apoyo para maestros y profesionales con familia, que permitan un horario más flexible o recursos para recurrir a un periodo de ausencia por razones médicas o familiares. La perspectiva de género juega un papel crucial en esta intención, ya que ofrece mecanismos para repensar la carga desigual de labores de cuidado y doméstica que afecta desproporcionadamente a las mujeres.

Es necesario considerar que no es solamente la fuerza de trabajo la que tiene que ajustarse a las condiciones impuestas por la pandemia. Las compañías y empleadores enfrentan su propia curva de aprendizaje para adaptarse a la realidad no solo del teletrabajo sino de la fusión de la vida doméstica con la laboral que ha sucedido este año gracias al encierro.

¿Cuál ha sido tu experiencia cómo docente en casa? ¿Crees que es necesario un esquema laboral diferente que tome en cuenta las capacidades de la educación en línea y la flexibilidad para responder a las necesidades de cuidado y educación de las familias de los maestros? Cuéntanos en los comentarios.

Fuente e imagen: observatorio. tec

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¿Qué es el publish or perish?

Por: Sofía García-Bullé

 

Esta tendencia entre académicos es una de las mayores causas de hartazgo y abandono de la profesión.

 

La principal tarea de un académico es la de generar y transmitir conocimiento. Dependiendo de en qué fase de tu carrera te encuentres y en qué buscas especializarte, en la publicación de investigaciones o estudios, etc. puede ser la piedra angular de tu carrera.

Para los que se dedican a investigar y producir, el mantenerse relevantes a través de nuevas entregas de material con resultados correctos de alto impacto e interés es crucial para encontrar plazas o  mantener las que ya tienen, esta es la base de la tendencia publish or perish.

¿En qué consiste?

Publish or perish, publica o muere en español, se refiere a la constante presión sobre los académicos para realizar y publicar investigaciones o estudios. Especialmente en las universidades donde las tareas investigativas son eje para atraer fondos, y los académicos son empleados y remunerados en proporción a que tantas investigaciones alineadas a los intereses de su institución realicen.

La medida más común para acreditar a un investigador es el número de publicaciones, y cuenta como valor primario al momento de contratar y decidir si un académico podrá establecer o continuar una carrera en la investigación, si se le acomodará en una posición docente o administrativa o si simplemente no se le considerará para la posición.

Este impulso por la producción constante podría estar afectando la calidad de los estudios realizados. Ya han surgido problemas como la crisis de replicabilidad, que compromete la comprobación y validación de miles de experimentos en los rubros de ciencias exactas y sociales.

El costo económico de mantener este ritmo de publicaciones en las esferas gubernamentales y educativas es bastante alto. Sumado a esto, no se puede subestimar un efecto perjudicial que un ambiente de publicación sin paradas puede ocasionar en quienes hacen el trabajo. El hartazgo y abandono de las carreras académicas tiene una correlación sólida con la imposición de la producción constante a riesgo de perder el trabajo. ¿Cómo dimensionamos el costo personal de una tendencia como publish or perish?

¿Cómo afecta a los productores de conocimiento?

El impacto de una mentalidad colectiva de publicar o morir no solamente provoca un burnout crónico en la comunidad académica, también es uno de los principales factores por los que los académicos terminan por cortar su carrera.

Hablando de cómo afecta a la comunidad académica en conjunto, la cultura pervasiva de publish or perish ha orillado a los investigadores a realizar prácticas que comprometen la calidad del trabajo académico.

Entre algunas de estas actividades perjudiciales está el dispersar sus resultados tanto como pueden de manera que produzcan más artículos en vez de solo uno que pudiera ser más completo y cohesivo, o se ven obligados a saltar al proyecto de alguien más para conseguir una coautoría si no tienen un proyecto propio, o caer en un sesgo de confirmación buscando fuentes que favorezcan el proceso a los resultados esperados.

Instancias como las anteriores generan una seria preocupación de índole ética, y vuelven evidente la necesidad de una conversación seria sobre la integridad del trabajo de investigación realizado en estas circunstancias.

Este mindset también ha afectado seriamente a un sector de la comunidad académica sobre todo ahora que tenemos una situación de contingencia prolongada debido a la pandemia: Las mujeres investigadoras.

En artículos anteriores hemos hablado de la carga desproporcionada con respecto a las de cuidado familiar y doméstica que tienen las mujeres profesionales, además del éxodo laboral que ha costado millones de trabajos alrededor del mundo. En una cultura de trabajo en la que si no publicas no existe, las mujeres en la academia están siendo profundamente impactadas por estas tendencias de producción masivas. Las investigaciones y papers realizados por mujeres han desaparecido sistemáticamente desde los inicios de encierro el año pasado.

¿Piensas que es necesario un cambio de mentalidad para mantener a los académicos dentro de la profesión? ¿O para salvaguardar la calidad e identidad del trabajo académico?

¿Cuál ha sido tu experiencia dentro de este esquema de publicación? Cuéntanos en los comentarios.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/publish-or-perish

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¿Qué es la educación menstrual y por qué la necesitamos?

Por: Sofía García-Bullé

Cuando se habla de la educación menstrual en las escuelas, usualmente es para enseñar a las alumnas a gestionar su menstruación en silencio.

La educación sexual y los temas que cubre son frecuentemente considerados tabú, existe una resistencia histórica a integrar esta vertiente de la educación a la didáctica formal para la salud física. La razón está fuertemente arraigada en el pensamiento colectivo. Cuando hablamos de educación sexual, la carga semántica que supone es usualmente negativa, lo asociamos de inmediato con la práctica del sexo, los embarazos no deseados, la vergüenza social, el juicio sobre los cuerpos y los roles asociados, especialmente los femeninos.

Es tanto el desasosiego causado por esta óptica social que dejamos de lado temas críticos para la integridad física y la salud de las personas. En artículos anteriores hemos hablado de cómo la resistencia hacia la implementación de programas de educación sexual integrales ha desprovisto a los niños de las herramientas para nombrar y protegerse del abuso sexual, o que ha dejado a las mujeres sin herramientas para la gestión de una menstruación digna.

Durante el año pasado y el presente se lograron avances importantes para la incorporación de enseñanzas sobre la salud menstrual en el currículum de las escuelas mexicanas, además de romper barreras cruciales para el abastecimiento de productos de salud femenina en los espacios educativos. Sin embargo, la educación menstrual se sigue considerando un aspecto ajeno al temario de la educación sexual básica pero, ¿qué es la educación sexual y por qué es tan importante incorporarla?

Lo básico de la educación menstrual

La educación menstrual comprende los aprendizajes necesarios para gestionar la menstruación desde una condición natural y empoderante, desprovista de los juicios sociales sobre el cuerpo y el rol del género femenino, priorizando el cuidado de la salud física y mental a través del conocimiento del ciclo y cómo afecta individualmente a cada persona. Una educadora menstrual sería la persona que comunica estos aprendizajes a un grupo de alumnos.

Como se mencionó anteriormente, las instancias de educación menstrual no están integradas en las escuelas pero sobreviven y crecen a base de iniciativas independientes En México existe la iniciativa Mi luna nueva que organiza pláticas y talleres sobre salud femenina. Colombia cuenta con Tyet, una organización que desarrolló metodologías específicas de pedagogía menstrual y que co-crea protocolos de salud e higiene menstrual para territorios latinoamericanos. En Portugal se fundó el Círculo perfecto; mientras que en España Soy 1. Soy cuatro fue una de las primeras instancias de educación menstrual que ha ayudado a más de y formado una comunidad de miles de mujeres. Otras organizaciones de nivel global, que operan en países como Etiopía y Kenia, promueven la educación menstrual considerando incisos importantes del tema como la pobreza menstrual o el impacto ambiental de los productos femeninos desechables.

Existe una necesidad e interés patente por la educación menstrual, pero a pesar de la gran cantidad de esfuerzos independientes para instruir sobre el tema, la educación sexual en las escuelas sigue sin tratar la materia como una piedra angular del temario. ¿Por qué es importante integrarla?

La necesidad de la educación menstrual

“La educación menstrual es urgente”, argumentó Isis Tijaro, antropóloga, educadora menstrual, activista  y fundadora de TYET durante su participación en el programa Todas y Todos, producido por la Universidad de Colombia. Tijaro explicó que la base del problema es cómo se construye culturalmente la idea de la menstruación desde un estigma, asociado con la enfermedad, un tema tabú que debe manejarse en la habitación o en el baño, y del cual no debe hablarse más que para la solicitud de auxilio médico en caso de una complicación.

Las dolencias asociadas con la menstruación y su relación directa con el cálculo de los días fértiles como medio de gestión o prevención del embarazo, son los únicos dos incisos que se conocen y discuten en forma común acerca de este proceso biológico. Como resultado, esta carga social negativa entorpece el esfuerzo hacia la educación para una experiencia menstrual que no provoque ausentismo en las escuelas, que sea eficaz en informar sobre cómo funciona el periodo y detectar sintomatologías de trastornos ováricos o premenstruales, que cree una conciencia de los cuerpos menstruantes sin prejuicios y que conciba la menstruación digna como derecho humano básico.

Cómo maestro o maestra, ¿qué opinas de la forma en que se maneja la educación menstrual y los recursos para la menstruación digna en tu escuela? Si eres estudiante, ¿qué experiencias has tenido con respecto al apoyo escolar o la falta de éste para gestionar tu experiencia menstrual? ¿Han participado en alguna instancia independiente sobre la educación sexual? Cuéntenos en los comentarios.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/educacion-menstrual

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¿Nuestra forma de hablar es discriminatoria? El lenguaje inclusivo como mecanismo para la restauración de nuestro sistema educativo

Por: Paola Villafuerte

El proceso de reeducación necesario para transformar nuestra manera de comunicarnos generaría herramientas imprescindibles para la construcción de aulas e instituciones inclusivas.

Nuestras sociedades son estructuras vivas que se mueven y funcionan a través de la diversidad de quienes la componen: las personas. Esta diversidad existe en factores como nuestro origen, nacionalidad, género, color de piel, sexualidad y opiniones. Es únicamente desde la configuración de mecanismos reflejantes de estos ejes que se le abre espacio a visualizar la pluralidad que nos sitúa como personas en el mundo; uno de estos mecanismos fundamentales es el lenguaje.

Las relaciones sociales encuentran su lugar de representación justo en un sistema que comparte su complejidad y cambios constantes. En este sentido, la lengua puede reflejar agentes positivos, como la diversidad, pero entonces también es capaz de reflejar la discriminación y segregación aún latentes en nuestros espacios.

La guía del uso del lenguaje inclusivo, realizada por el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia de la Ciudad de México, DIF CDMX, explica que es a partir de nuestro sistema de comunicación que  “aprendemos a nombrar el mundo en función de los valores construidos en la sociedad, […] y dependiendo de cómo se use puede dignificar, denostar o invisibilizar, generando prejuicios, estigmas y estereotipos”. Entonces, la resignificación de una herramienta tan poderosa –y peligrosa– como la lengua, “conlleva una transformación en la construcción social de los conceptos y en la generalización de una cultura de trato igualitario”.

Este proceso se plantea desde la validación de una comunicación inclusiva, pero un acercamiento a esta alternativa tan necesaria requiere primero la identificación de aquellos usos del lenguaje que perpetúan conductas dañinas.

Entonces, ¿nuestra forma de hablar es discriminatoria?

Como mencionamos, la lengua es una estructura que refleja las características de quienes la usan, por lo tanto, es un ente vivo, sujeto a un contexto social, político, geográfico y generacional. Al adecuarse a las necesidades de sus hablantes, su uso es consecuentemente también herramienta de aplicación en ciertos ejercicios de poder que son todavía visibles en nuestra sociedad.

Cuando la representación de todas las personas se realiza a través del nombramiento de una sola parte de la población, se valida la existencia de una figura jerarquizada. Esta termina por permear la manera en la que decidimos conducirnos hacia las personas. Si desde las bases del aprendizaje se excluye la pluralidad de nuestra sociedad, entonces existe un problema. Andrea Lagneaux, en su trabajo, lenguaje inclusivo en las aulas: problematización, disputas e inclusión, cita a Paulo Freire quien mencionaba: ”Si todas las personas aquí reunidas fueran mujeres pero apareciera un solo hombre, yo debería decir «todos ustedes» y no, «todas ustedes». Esto, que parece una cuestión de gramática, obviamente no lo es. Es ideología”.

La propuesta de un uso de la lengua que legitime la existencia de todas las personas que conforman nuestros espacios, incomoda justo porque cuestiona estructuras que parecían no-cuestionables. Lo cierto es que se debe validar su existencia; el lenguaje inclusivo está siendo utilizado y se ha introducido no sólo la conversación habitual, sino también al discurso en la academia. Es en el contexto de una Latinoamérica actual que las redes sociales testifican una reforma transversal en nuestro “paradigma sociopolítico, económico y cultural”, como explica Lagneaux, y estos cambios salen a la superficie también en cómo los hablantes deciden manejar el lenguaje.

La lengua como postura política

Los textos se conectan a la sociedad por medio de la ideología que el autor o autora deposita en ellos, es decir, son construcciones que expresan subjetividades, formas de ver el mundo; que poseen a su vez, su propio contexto socioeconómico y cultural determinado.  “Así mismo todo contexto incide en las realidades, experiencias de vida y representaciones sociales que poseen lxs autores”, dice Andrea Lagneaux. Es en este sentido que el lenguaje es portador de dispositivos de poder, y aquellos que poseen este mismo poder no se enfrentan al inconveniente de percibirse invisibles.

El desconocimiento de la existencia de este poder “lleva a reproducir un discurso que configura la realidad desde una sola mirada, marginando la posibilidad -en este caso- de cuestionar la masculinización del lenguaje”, como Silvia Castillo y Simona Mayo afirman en su artículo. Decidir activamente reformular nuestro discurso en un intento por abogar en pro de la representación de las minorías, es indiscutiblemente una postura política.

Aclaremos que el lenguaje no es la realidad, sino que la representa –y configura–. Colocar una interrupción consciente de preceptos perjudiciales que podrían llegar a infiltrarse en esta representación, se plantea como el objetivo del lenguaje inclusivo. Y en “su uso está implicada la identidad de las personas”, mencionan Castillo y Mayo.

El estigma hacia el lenguaje inclusivo

Uno de los estigmas relacionados a esta propuesta, es la impresión de una degradación en el lenguaje. Esta noción parte de entender que tales reformas en la manera que nos comunicamos atentan contra la belleza y naturaleza de nuestro idioma; en este juicio, la lengua se percibe como una estructura ajena y rígida hacia nuestros cambios socioculturales. Aplicar restricciones como estas, contradice los claros movimientos que cualquier lengua –entendida como un fenómeno– debe atravesar para mantenerse práctica y congruente a su contexto.

La lengua es una estructura que refleja las características de quienes la usan, por lo tanto, es un ente vivo, sujeto a un contexto social, político, geográfico y generacional.

Nuestro lenguaje está conectado y es inevitablemente “sensible a cambios extralingüísticos”. Intentar realizar las funciones comunicativas de ahora utilizando, por ejemplo, el castellano del Medioevo resultaría bastante problemático y hasta obstaculizante. A través del fenómeno de la lengua podemos visualizar de una forma más clara los procesos sociales que fueron los catalizadores de nuevas reformas en su estructura.

Además de esta concepción, surgen otros cuestionamientos desde la observación lingüística en una postura disidente. Al entender la función de la lengua sólo como un medio comunicativo, se cuestiona si realmente posee tintes ideológicos por su cuenta. Desde esta percepción, los sesgos no son inherentes al lenguaje, y este “no se concibe como un espacio de disputa de derechos sociales”. Aquí se esperaría que una vez la realidad sea distinta, el contexto por su cuenta pueda cambiar el significado de las palabras sin alterar su estructura.

Sin embargo, la naturaleza de la lengua no reside sólo como una herramienta, puesto que este “hace pensamiento, se piensa cuando se habla y, al mismo tiempo, representa y construye realidad. Es el sentido y medio central mediante el cual entendemos el mundo y construimos la cultura”, afirman Castillo y Mayo. Por lo tanto, otorgarle al lenguaje un oficio tan aislado de nuestros procesos sociales, termina por fosilizarlo.

Asimismo, se cuestiona la propuesta de desdoblamiento en el habla. En esta se explica que, en lugar de referirnos a un cuerpo estudiantil con un genérico masculino como «los estudiantes», mencionemos a «las y los estudiantes» en una práctica para validar a la otredad. El cuestionamiento a esta elección, sostiene que existe una confusión “entre el género –plano gramatical- y el sexo, perteneciente a la realidad”, como María Márquez Guerrero, explica en su destacado artículo: Bases epistemológicas del debate sobre el sexismo lingüístico.

El lenguaje es portador de dispositivos de poder, y aquellos que lo poseen no se enfrentan al inconveniente de percibirse invisibles.

Entonces, bajo este argumento se sugiere que el género masculinizado del plano gramatical tiene funciones únicamente clasificadoras, y no posee conexión alguna con nuestro contexto social (igualmente masculinizado). Además, se afirma que este desdoblamiento se antepone a la Máxima de Cantidad de Grice, principio lingüístico que explica que no es necesario otorgar más información de la necesaria en un proceso comunicativo.

No obstante, tanto el sistema como su estructura no pueden ser indiferentes al espacio donde se desempeñan. A este aspecto se le une que la existencia del masculino como genérico posee un factor de ambigüedad imposible de ignorar. Como Márquez Guerrero comenta, en el momento de la historia donde aquellos considerados ciudadanos eran únicamente los varones blancos, la palabra predilecta para dirigirse a ellos era «hombres». Una vez la participación de la mujer en la vida pública es validada, esta palabra realiza lo conocido como “salto semántico”, y entonces se le comienza a atribuir un valor genérico. Es decir, a partir de ahí, «hombres» comienza a hacer referencia a todas y todos.

Sin embargo, aún la palabra «hombres» podría ejercer la función de hacer un nombramiento exclusivo de varones. “Cuando se habla de «los hombres», los varones siempre tienen certeza de estar incluidos, como colectivo masculino o como universal humano al que así representan”, dice Lagneaux.

A partir de esta ambigüedad, Márquez Guerrero explica que “se identifica a la especie humana con el conjunto de los varones y, como consecuencia, se da como algo natural la ausencia de mujeres”. En este uso, se vuelve irrelevante siquiera mencionar la distinción entre el uso de «hombres» con un valor genérico o específico, puesto que se convierte “al varón en paradigma, centro y medida de todas las cosas”.

El proceso para extraer esta facultad del masculino genérico para nombrarlo todo, es como cualquier otro, paulatino. Pero mientras sucede, las minorías tienen derecho a utilizar recursos que les permitan verse presentes dentro de la lengua que utilizan, incluso si estos recursos atentan contra las máximas de cantidad. Esta importancia resalta sobre la necesidad de una economía del lenguaje.

Es trascendental igualmente, cuestionarnos acerca del papel que fungen instituciones como la Real Academia Española (RAE). Recordemos que quienes son dueños de la lengua, son únicamente las personas, por lo tanto, ni los diccionarios, ni las academias, rigen o estipulan reglas para su uso. Su trabajo radica en analizar los cambios en este sistema y las elecciones de uso que facilitan el proceso comunicativo. Y como cualquier otra institución también pueden tener posturas debatibles. Castillo y Mayo preguntan, “¿cómo nos sintonizamos con quienes poseen la regla, la norma, desde lo teórico; ¿cómo alinearse por ejemplo con la RAE si en 2017 definía al sexo débil como el conjunto de mujeres?”

“Cuando se habla de «los hombres», los varones siempre tienen certeza de estar incluidos, como colectivo masculino o como universal humano al que así representan”.

Ciertamente, el camino por recorrer hacia una equidad entre aquellos en posiciones privilegiadas y las minorías, no se acortará de manera inmediata por ciertos cambios en nuestra forma de hablar. Pero definitivamente sí contribuye a un debate en torno a sistemas necesitados de reformas a la par de los cambios que nuestra sociedad está viviendo.

Guía para un lenguaje inclusivo

A este proceso se han unido distintas entidades institucionales y gubernamentales para crear proyectos que fomenten un uso crítico de nuestro lenguaje. En marzo de 2019, por ejemplo, el Consejo de Europa aprobó un informe que detalla recomendaciones específicas para combatir el sexismo. El documento aborda cómo ciertas prácticas cotidianas contribuyen a perpetuar espacios inseguros para la mujer, tales como la producción sesgada de contenidos en redes sociales y publicidad.

Igualmente, en Barcelona, la Guía de Comunicación Inclusiva, ofrece herramientas cruciales para realizar transformaciones transversales en la forma en la que nos comunicamos. Este documento otorga información bastante relevante acerca de porqué utilizar el lenguaje inclusivo y lo que esto representa para las minorías. Se divide en estos temas: racismo, género y LGBTI, personas con discapacidad y salud mental. En cada una de las categorías se abordan concepciones erróneas y a partir de ahí plantean alternativas de comunicación. En general, se invita a abandonar formas de expresarnos que provienen desde el etnocentrismo, androcentrismo, colonialidad y sexismo. Algunos de los ejemplos otorgados son los siguientes:

Guía de Comunicación Inclusiva  del Ayuntamiento de Barcelona, España.

Guía de Comunicación Inclusiva del Ayuntamiento de Barcelona, España.

Guía de Comunicación Inclusiva  del Ayuntamiento de Barcelona, España.

Guía de Comunicación Inclusiva del Ayuntamiento de Barcelona, España.

Por otro lado, en nuestro país la diversidad étnico-racial constituye un fundamento esencial de nuestras sociedades. Sin embargo, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2017, “el 20.2 % de la población de 18 años y más declaró haber sido discriminada en el último año por alguna característica o condición personal”. Traer a discusión un cambio en nuestra manera de comunicarnos, es indudablemente una postura necesaria para hacer frente a estas cifras alarmantes.

La guía del uso del lenguaje inclusivo, realizada por el DIF CDMX, ofrece también ejemplos para modificar expresiones dañinas en un contexto donde el racismo aparece como problemática inadvertida:

Guia_lenguaje_inclusivo3.png

Lo que el lenguaje inclusivo significa para la educación

Para que la norma en las instituciones educativas sea desafiada, se requiere de un cambio transversal que atraviese el sistema docente y la currícula. Este reside no sólo en la integración de contenidos que aborden la equidad como cimiento del aprendizaje, sino de un uso del lenguaje subversivo.

Aquí se implica un proceso de reeducación constante no sólo en el alumnado, sino también en los directivos; “un esfuerzo por volver a aprender cómo nos dirigimos a mujeres y a hombres en la vida cotidiana”, como menciona el Manual de comunicación no sexista, del Instituto Nacional de las Mujeres. Los estudiantes pertenecientes a minorías, a grupos étnico-raciales diversos, de identidades u opiniones diferentes, tienen derecho a verse contenidos en el lenguaje que utilizan, y más aún en un contexto donde la propia representación es decisiva para un desarrollo integral del conocimiento.

La docencia tiene la obligación de plantear preguntas esenciales acerca de la normatividad desde la cual entendemos al mundo. Aún conociendo que las penalizaciones en puntuación dentro de contextos académicos rígidos son aún una práctica común, el desarrollo de esta herramienta es indiscutible. Un lenguaje que haga visible una carencia de inclusividad ofrece las herramientas justas para hacer del estudiantado una figura activa dentro de este proceso tan incómodo como necesario.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/guia-de-lenguaje-inclusivo

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Aprendizaje y realidad virtual

Por: Sofía García-Bullé

La realidad extendida puede traer cambios positivos permanentes más allá de representar una herramienta más de la educación a distancia.

El próximo martes 23 de febrero transmitiremos un nuevo webinar con el tema “Diseño de experiencias de Aprendizaje con realidad virtual”. En esta sesión contaremos con la participación de Ana Gabriela Rodríguez, líder en Innovación Educativa en el Tecnológico de Monterrey.

Rodríguez nos hablará sobre tecnologías de realidad extendida y cómo impartir clases haciendo uso de este recurso. Para comprender mejor el tema de esta sesión es necesario tener en claro lo que son las tecnologías de realidad extendida, así como su rol en los tiempos en que la crisis de salud por la pandemia no permite la reanudación de las clases presenciales.

Tres nuevas realidades

La oferta educativa ha tenido que adaptarse a un entorno 100 % en línea debido a las condiciones impuestas para prevenir la propagación de contagios de COVID-19. Ante este panorama, los educadores se han tornado al desarrollo y uso de tecnologías de realidad extendida.

Definidas en forma simple, estas tecnologías son el ensamble de tres realidades artificiales:  Virtual, aumentada y mixta. La primera de estas realidades, la virtual, sumerge a los usuarios en un entorno digital totalmente artificial a través del uso de wearables, como cascos de realidad virtual. Su objetivo es crear un entorno simulado e inmersivo que el usuario perciba como cercano a la realidad.

La realidad aumentada, parte de la percepción del mundo real pero añade capas de información digital proporcionada por dispositivos. Estas capas pueden ser imágenes videos sonidos datos o modelos 3D que se superponen a nuestra realidad en tiempo real.

Elementos de la realidad virtual y realidad aumentada constituyen la realidad mixta, que se define como una combinación de ambas. Usualmente cuando una experiencia no corresponde en su totalidad a una instancia de realidad virtual, aumentada o entorno real podemos hablar de un ejemplo de realidad mixta.

Estos recursos tecnológicos han sido usados en diversos rubros como los videojuegos, el entretenimiento, la publicidad y la educación. ¿De qué forma han contribuido las tecnologías de realidad extendida a mejorar la experiencia educativa?

Una nueva educación a distancia

En un contexto educativo, la realidad extendida puede traer cambios positivos permanentes más allá de representar una herramienta más de la educación a distancia. La tecnología permite a los estudiantes aprender de maneras que no se habían visto antes, habilita nuevos caminos como enseñar a niños de primaria los estados de su país al tiempo que ven un mapa virtual con la forma de las entidades y los principales datos de las mismas, o pudiera ser una clase de anatomía para alumnos de secundaria con diagramas que muestren modelos tridimensionales de los órganos del cuerpo.

Las posibilidades de un aprendizaje efectivo y memorable aumentan significativamente cuando se cuenta con recursos no solamente audiovisuales sino interactivos. Si quieres saber cómo aplicar tecnologías  de realidad extendida a tus clases, no te pierdas nuestro próximo webinar este martes 23 de febrero a las 4 de la tarde hora Centro de México.

Fuente e imagen: https://observatorio.tec.mx/edu-news/tecnologias-extendidas

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