Néstor Cardozo: El ‘plan secreto’ ideado por Hitler para acabar con la Navidad

Redacción: El Tiempo

El experto Néstor Cardozo responde en #PregunteSinMiedo a las dudas de nuestros lectores.

La Navidad es una de las épocas del año más queridas por grandes y chicos. Cenas especiales, regalos y el calor de la familia han hecho del mes de diciembre sinónimo de felicidad.

Sin embargo, si estudiamos lo que nos dice la historia sobre muchos de los símbolos que se usan en esta celebración y los contextos históricos en que se originaron, varias son las sorpresas que podemos descubrir.

Esta vez Néstor Cardozo, historiador de la Universidad Nacional de Colombia, le explicará algunos de los mitos y verdades que han rodeado a esta fecha con el paso del tiempo ¡Bienvenidos a #PregunteSinMiedo!

Pregunta 1: ¿De dónde sale el mito de Krampus, el monstruo que castiga a los niños en Navidad?

El mito del Krampus es una de las tradiciones más particulares asociadas a la época decembrina, ya que muestra aspectos oscuros asociados a la Navidad. Esta figura mítica terrorífica es muy poco conocida, ya que solo hace parte de la tradición navideña de países del centro y norte de Europa.

Su nombre se deriva de la palabra alemana ‘krampen’, que significa garra, y se cree que es el hijo de Hel en la mitología nórdica. La bestia legendaria también comparte los rasgos de otras criaturas demoníacas y terroríficas de la mitología griega, como lo sátiros o los faunos.

La leyenda forma parte de una tradición navideña secular en Alemania, donde las estas celebraciones comienzan a principios de diciembre. Krampus se concibió como contrapartida al amable San Nicolás que daba golosinas a los niños.

Este monstruo azotaba a los niños malos y se los llevaba a su guarida. Según el folclore, Krampus aparece la noche antes del 6 de diciembre, conocida como Krampusnacht o “noche de Krampus”.

¿Por qué asustar a los niños con un monstruo demoníaco y pagano? Quizá sea una forma de que los humanos entren en contacto con su lado animal. La Iglesia católica prohibió durante años la terrorífica presencia de Krampus en estas escandalosas celebraciones, y durante la Segunda Guerra Mundial, los fascistas veían a Krampus como algo vil, porque se consideraba una creación de los socialdemócratas.

Pero Krampus parece estar reapareciendo en algunos países, en parte gracias a la cultura pop, ya que la gente busca celebrar estas festividades de formas poco tradicionales.

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Pregunta 2: ¿Cómo fue que Hitler planeó acabar con la Navidad judeocristiana?

No es curioso que muchos regímenes totalitarios utilicen las diferentes festividades y tradiciones populares de sus pueblos para promover una propaganda específica en el que puedan generar identidad y legitimidad. El nazismo no fue la excepción, pues intentó resinificar muchas tradiciones y sus respectivas festividades de acuerdo con los fundamentos del nacional socialismo.

En el caso de la Navidad, para los dirigentes e ideólogos del nazismo era inconcebible que se siguiera celebrando el nacimiento de un personaje asociado al judaísmo y por ello se intentó reemplazar este acontecimiento por el del solsticio de invierno.

La idea era que todos los aspectos relacionados con la Navidad se vincularían con las tradiciones germánicas o nórdicas que con las tradiciones judeocristianas.

Bajo el nombre de ‘Julfest’, los nazis celebrarían el nacimiento del ‘niño solar’ el 25 de diciembre, con herencias romanas y del dios persa Mitra. Así, el niño Jesús se convertía en un adorable bebé de raza aria.

Si desde el solsticio de verano el sol iba a desapareciendo, para la época navideña volvía con su máxima fuerza, y esa asociación de poderío se vinculaba al gobierno nacionalsocialista. Al igual que Hitler llegó a tener obsesión con el fuego, el sol fue una solución factible para paganizar la Navidad.

La propaganda también tuvo una solución, por eso se creó al dios Odín, dios de la sabiduría y la muerte en la cultura nórdica. Para los nazis era este el verdadero origen de Santa Claus, aunque finalmente se había asociado a la Navidad en un expolio sin comparación a la cultura alemana.

De esta manera, Odín sería considerado el hombre del solsticio, aparecía en un corcel blanco lleno de regalos y más gordo de lo que se le recordaba. Con un parecido incontestable con Papá Noel, esta deidad sería la encargada de regalar juguetes que tenían a la guerra como principal ‘leit motiv’. Soldados de cruz gamada, tanques o bombarderos eran los regalos estrella en la Alemania de la época.

Pregunta 3: ¿Qué relación tiene San Francisco de Asis con el pesebre?

El pesebre o representación del nacimiento de Jesús es una tradición introducida al continente americano por los frailes, probablemente franciscanos, durante la colonización y evangelización en la época colonial, partir del siglo XV y XVI.

Los orígenes de esta costumbre de reproducir en imágenes el nacimiento de Jesús se remontan al siglo 13 por iniciativa de San Francisco de Asís. Se dice que, mientras predicaba por la campiña de Rieti (Italia), le sorprendió el crudo invierno al humilde predicador que vestía con harapos. Se refugió en la ermita de Greccio en la Navidad del año 1223.

Según la tradición, mientras oraba rodeado de aquella paz del bosque, y meditando la lectura del evangelista San Lucas, tuvo la inspiración de reproducir en vivo el misterio del nacimiento de Jesús en Belén. Construyó una casita de paja a modo de portal, puso un pesebre en su interior, trajo un buey y un asno de los campesinos del lugar e invitó a un pequeño grupo de ellos a reproducir la escena de la adoración de los pastores.

Con la llegada de los frailes a las Américas se reprodujeron las representaciones alegóricas del pesebre. En cada pueblo latinoamericano y en los territorios ocupados por España en los hoy Estados Unidos, fueron incorporadas variantes de la escena del nacimiento, acompañadas de villancicos alegóricos al pesebre, según la creatividad y los recursos de cada comunidad cristiana.

La iglesia católica promovió las representaciones bíblicas del nacimiento del niño Jesús dentro de los templos, hogares y lugares públicos, de modo que contribuyera a exaltar la devoción navideña.

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Pregunta 4: ¿De dónde viene la tradición de poner árboles de Navidad en las casas?

Varias son las leyendas relacionadas con el surgimiento del árbol y que hoy es visto como un ícono de la cristiandad. Una de las historias señala que el primero en ser armado fue decorado con sangre.

Según narra la mitología escandinava, en la Alemania precristiana se llevaban a cabo dos ritos: el primero al dios Odín, quien era el «padre de todos». En la ceremonia un grupo de guerreros se reunía alrededor del roble sagrado de ese dios y como forma de tributo, le ofrendaban las vidas de los prisioneros de guerra.

Y el segundo ritual era dedicado al dios Thor, hijo de Odín y considerado el más fuerte de todos los dioses nórdicos. En nombre de él se hacía una ceremonia con pencan de palma de doce hojas donde cada una representaba un mes. Al culminar el rito, se encendía la punta de cada una de ellas y se apilaban las palmas en forma de pirámide formando una hoguera en su honor.

Sin embargo, estas tradiciones fueron modificadas a partir del siglo VII, con la llegada a Alemania del monje conocido como San Bonifacio. Al ser consciente de los sacrificios humanos que practicaban los nativos en el roble dedicado a Odín, él decidió utilizar un pino para evangelizarlos.

Aprovechando su forma triangular, logró transmitirles el concepto de la santísima trinidad -Dios padre, hijo y espíritu santo- y consiguió que se convirtieran a la religión cristiana. Comenzaran a venerar a este abeto como el árbol de Dios supremo, tal y como antes veneraban al de Odín.

Por otro lado, también se señala que Martín Lutero fue quien inventó la ornamentación del árbol. Se cuenta que una noche,cuando regresaba a su casa, divisó que la luz de las estrellas centelleaba en las ramas de los árboles cubiertos de nieve.

Esto lo hizo recordar la estrella de Belén que guió a los pastores la noche en que nació Jesús e inspirado en esa imagen taló un árbol, lo llevó a su casa y lo decoró con velas, nueces y manzanas. De esa manera, trató de explicar así los dones que los hombres recibieron con el nacimiento de Jesucristo.

Años más tarde, la idea se difundió en algunas provincias de Alemania y para el siglo XVI, las personas comenzaron la costumbre de colocar un abeto en sus casas.
Tras ello, en vista de que los árboles necesitaban ser decorados, se comenzaron a inventar adornos y así nacieron los mercados de objetos navideños en algunos pueblos de Alemania.

Pregunta 5: ¿La navidad tiene un pasado pagano?

No se puede afirmar a plenitud que el origen de la Navidad sea totalmente pagano o cristiano, ya que en realidad esta herencia festiva es el resultado del sincretismo de ambas tradiciones culturales.

Ello se debe en parte a la disposición que tuvo la iglesia católica para organizar sus respectivas celebraciones según lo dispuesto entre las culturas judía y romana, las cuales eran en ultimas sus más notables referentes.

Es así que, por ejemplo, la semana santa se realiza guiada en la celebración de la pascua judía, mientras que la navidad corresponde más a la época en que se celebraba la Saturnalia romana o fiestas en honor al dios Saturno, que debido a la cristianización del imperio romano fue reemplazada por la fiesta del nacimiento de Jesús.

Los elementos que acompañan esta tradicional fiesta -como el árbol, los regalos y la figura de Santa Claus- recogen elementos de las tradiciones culturales precristianas como la nórdica y la céltica, que finalmente incorporan elementos cristianos que crean todo el conjunto de costumbres que han trascendido hasta la actualidad.

El hecho de que el cristianismo haya incorporado elementos de otras culturas se debe principalmente al papel de los monjes que buscarían distintas estrategias para facilitar la evangelización de nuevos territorios y la conversión de los distintos pueblos que los habitaban estas concesiones.

BIBLIOGRAFÍA

– Breve historia de la Navidad. Francisco Jose Gomez. 2013.
– La Alemania Nazi 1933 – 1945. Alvaro Lozano. 2011.
– Christmas un ritual & traditio: Christian And pagan. Clément Miles. 2017

Fuente: https://www.eltiempo.com/vida/educacion/cual-es-la-verdadera-historia-de-la-navidad-299024

 

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Los intelectuales judíos y el giro conservador de la historia

Por: Gastón Gutierrez

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El libro comienza con el relato de una imagen reveladora: León Trotsky y Karl Radek asisten en 1917 a una reunión en Brest-Litovsk como representantes de la revolución rusa, escandalizando a los diplomáticos del imperialismo alemán, no tanto porque la política bolchevique desnudaba la diplomacia secreta entre los Estados imperialistas, sino especialmente porque la presencia de dos parias judíos les repugnaba. Con esta imagen como referencia, Traverso señala que para encontrar un acontecimiento similar en nuestros días habría que imaginar la entrada de una delegación de Al Qaeda en una cumbre del G8; allí los “parias” estarían formalmente por fuera del marco civilizatorio. A pesar del agudo contraste entre la política revolucionaria bolchevique y el islamismo político reaccionario1, el efecto sería sin dudas comparable.

El relato siguiente de la introducción del libro se sitúa medio siglo después y vemos a Henry Fotomontaje: Carmen Torrieri Kissinger en 1973, miembro del gobierno de Nixon, firmando el tratado de paz con Vietnam. Allí un judío podía representar la contrarrevolución, el napalm y los golpes de Estado en América Latina. Trotsky y Kissinger, arquetipos del judío revolucionario y del judío contrarrevolucionario, serían característicos de dos periodos históricos muy diferentes en donde el lugar del judío se habría alterado notablemente. Estos paradigmas antinómicos del intelectual de procedencia judía son tomados por Traverso para ilustrar una mutación histórica.

Una reversión paradójica

La tesis de El final de la modernidad judía. Historia de un giro conservador2, de Enzo Traverso, es que el período de la Ilustración en la historia judía, que arranca en el periodo de la Emancipación y el Decreto de la Asamblea Nacional francesa de 1791, y que supuso la salida de los judíos de los muros del particularismo para insertarse en el mundo, llegó a su fin con el Holocausto. Desde entonces, asistimos a un declive conservador y a una resolución reaccionaria de la “cuestión judía” cercenada en la conformación del Estado colonialista de Israel; produciendo, a su vez, la aparición de una “cuestión palestina” que reproduce las mismas condiciones parias que eran propias de aquella. Como señala el autor: “La modernidad judía, por consiguiente, ha agotado su trayectoria. Después de haber sido el principal foco del pensamiento crítico del mundo occidental –en la época en la que Europa era el centro de éste–. Los judíos se encuentran hoy, por una suerte de reversión paradójica, en el corazón de sus dispositivos de dominación”3.

El propósito de Traverso es dar cuenta tanto de aquellos aspectos de un legado crítico de la modernidad judía que le permitan explicar su rol activo en el pensamiento de la primera mitad del siglo XX, como de aquellos elementos que llevaron a esta reversión y situarlos en el contexto de la historia. El interés de Traverso en la historia judía está alejado de cualquier preocupación teológica, es un investigador especialista en el tema, que aprendió a leer el yiddish pero solo porque la historia judía del siglo XX no es más que un “prisma a través del cual podemos leer la historia del mundo”4. Elaboró su tesis Los marxistas y la cuestión judía (1989) bajo la dirección de Michael Löwy (autor por su parte de Redención y utopía. El judaísmo libertario en Europa central) pasando revista a la larga historia que va del conocido texto de Marx de 1843 a La concepción materialista de la cuestión judía del joven trotskista belga Abraham León en 1943 (asesinado luego en Auschwitz en 1944). Su tesis describía la historia de la intelligentsia marxista-judía de Europa central y oriental, y el final del movimiento obrero judío en Europa cuyo último acto es la insurrección del gueto de Varsovia. En este nuevo libro Traverso se propone realizar un marco interpretativo del pronunciado giro producido en las décadas siguientes. Los 7 capítulos que lo componen ofrecen una periodización de esta etapa de la historia judía, que abarca los dos siglos entre 1750 y 1950, y el periodo posterior que se continúa hasta nuestros días; una tipificación de los distintos modos de “ser judío” prevalecientes en la Europa moderna, comparando las diferentes trayectorias nacionales de la diáspora judía y los desplazamientos continentales que tendrán lugar en el siglo XX; la reconstrucción de los diferentes momentos intelectuales y las oposiciones entre figuras revolucionarias, reaccionarias y republicanas en el ciclo de la intelectualidad judía; y, por último, propone una mirada desde el presente hacia las metamorfosis de la judeofobia en islamofobia como principal racismo de nuestros días. El libro no se presenta como una historia lineal, las piezas que componen cada uno de los capítulos del libro, siguen el método historiográfico de Traverso que intenta ser un aporte a una historia intelectual inserta dentro de una historia general, compuesta de múltiples influencias y, por lo tanto, alejada de cualquier reduccionismo textualista. Apegado a los aportes de la historia conceptual, Traverso, en parte influenciado por su formación en el marxismo, sigue sus propias reglas de composición histórica: contextualización, historicismo crítico, comparatismo histórico, conceptualización y una lectura comprometida desde el presente, que se propone seguir los preceptos de Walter Benjamin5.

Una semántica ambigua

La posición con la que Traverso pasa revista a los distintos componentes de esta historia, considera que la modernidad judía presentó un reverso crítico que acompañó el desarrollo capitalista durante el tiempo en que se mantuvo la condición de no-reconocimiento por parte de la sociedad. Si repasamos las características del pueblo de la diáspora, como el cosmopolitismo, la ausencia de lazos nacionales, el carácter urbano, la des-territorialización, el textualismo, el manejo del mercado dinerario, la comunicación, la movilidad y circulación a través de culturas diversas y la especialización intelectual y la facilidad hacia la abstracción, es difícil negar que éstas mantienen una afinidad electiva con la economía mercantil. No por nada en los imperios del siglo XIX que contenían diversas nacionalidades en su seno y eran por lo tanto pluriculturales, plurirreligiosos y multilingüísticos, la “cuestión judía” pareció adaptarse mejor a las mismas condiciones comunes de otras opresiones religiosas o nacionales. Por el contrario, estos judíos “mercuriales” (extranjeros y móviles) se vieron perjudicados con el auge de los nacionalismos “apolíneos” (sedentarios y guerreros) que protagonizaron la emergencia de los Estados-nación, lo que les significó a los judíos volver a aparecer como un cuerpo extraño, cuya posición fue marginalizada nuevamente. El término antisemitismo apareció entonces en la historia precisamente en la década de 1880, conjuntamente con el auge colonialista, el racismo y el comienzo del imperialismo. Si por un lado, con la emancipación los judíos fueron puestos en el centro de la modernidad capitalista, el mismo desarrollo de ésta los circunscribió a una minoría con determinadas características que la hacían susceptible de formar parte de la élite, de la cual a su vez eran rechazados en la mayoría de los escenarios nacionales. Esta semántica ambigua de la condición judía moderna se desarrollaba a su vez en un contexto producido en el desarrollo desigual y combinado de la historia europea del siglo XIX y XX, que sumado al fenómeno migratorio del este al oeste, produjo una generación intelectual alienada de una consagración adecuada a sus expectativas en los marcos del sistema. Mientras que el sionismo buscaba ¨normalizar¨ el pueblo judío como un Estado, una nación, una soberanía, serán los mismos atributos propios de esta semántica ambigua, de un pueblo que no es un pueblo nación, los que, paradójicamente, formarán el sustrato de una posición privilegiada para desarrollar el pensamiento crítico. En los contextos en que pudieron desarrollarse, aunque sea parcialmente, renovó el pensamiento del siglo en una zaga de figuras compuesta apenas por Proust, Kafka, Freud, Chagall, Marx, Rosa Luxemburgo, Trotsky, Simmel, Durkheim, Einstein, Schönberg, Adorno o Benjamin. De ahí que un lugar destacado de la investigación de Traverso sean las diferentes actitudes intelectuales que surcan el fenómeno de la modernidad judía6. Citando el interrogante de Veblen de por qué “los judíos han aportado más que nadie a la vida intelectual de la Europa moderna”, Traverso quiere recuperar la figura de los “judíosno judíos”, como los denominó Isaac Deustcher, porque ellos componen una voz disonante de la modernidad capitalista. Herejes que tienen una larga prosapia, desde Spinoza, Heine o Marx, y características comunes: cosmopolitismo, ateísmo, inconformismo político y marginalidad social. Representantes o herederos de una ilustración radical, los “judíos no judíos” se enmarcan para Traverso en “la implosión del mundo judío tradicional y el ascenso del antisemitismo moderno (que) fueron las premisas de su surgimiento, lo que implicaba una doble superación: por una parte el alejamiento del judaísmo, que se hizo necesario ante la fisura radical que se abría entre la tradición judía y la modernidad; por otra, la superación de las identidades y las culturas nacionales que rechazaban la alteridad judía”. De algún modo para Deustcher esta manera de mantenerse vinculado a “lo judío” tenía puntos de contacto con el “marranismo” español y portugués de los orígenes de la modernidad que buscaba sortear las prohibiciones de profesar la fe por parte del catolicismo, pero cuando podía volver a convertirse ya no podía encontrar lugar en la vida confesional por estar abiertos a una vida cosmopolita. Su judaísmo era existencial y crecientemente adoptaba perspectivas profanas, seculares o innamentistas (Spinoza). De ahí emergen los primeros “judíos no judíos” que anunciaban la salida del culto y la emancipación política. Con el tiempo esta figura alejada de su comunidad de origen, pero que comparte las penurias de la misma, pasa a ser vocero de una especie de “cosmopolitismo posnacional” que se traducirá de diversos modos en la historia. En los comienzos del siglo XIX, como humanismo y democracia radical y, posteriormente, como internacionalismo proletario y comunismo7. Desde ya que esa tradición compartirá las vicisitudes comunes al movimiento revolucionario de entreguerras.

Una mutación conservadora

Traverso señala que además del modelo oriental del “judaísmo paria” (exclusión social y política) y del modelo alemán (integrado económicamente, asimilado culturalmente, pero excluido políticamente) hay que considerar un tercer modelo, el de los “judíos de Estado” de occidente, que se conformaron como una élite en Francia, Italia y Reino Unido y que sirven para entender el giro conservador. En Francia la adhesión al republicanismo fue su marca y aunque eso no los salvó del régimen de Vichy, se mantuvieron fieles al Estado francés, como podemos ver en la trayectoria de Raymond Aron. En Italia los “judíos de Estado” fueron un aliado importante de la formación del Estado nacional en oposición a la Iglesia, participaron en las formaciones de derecha e incluso fueron parte del régimen de Mussolini hasta 1938. En Gran Bretaña el primer ministro Disraeli era un conservador y nacionalista feroz y protagonista de la política imperialista hacia las colonias. Comparando las trayectorias nacionales vemos que en todos los casos el ascenso del nacionalismo perjudicó incluso estas vías de integración por derecha y que el cataclismo de la II Guerra con la barrida nazi por la Europa central, la conquista continental y el genocidio, terminó desplazando primero hacia EE. UU. y posteriormente hacia Israel estas tendencias de integración con el Estado.

Para dar cuenta de que ese fenómeno no fue unívoco, Traverso recurrirá a Hannah Arendt, porque para él es una figura todavía “entre dos épocas”. Del conjunto de producción de la filósofa política, Traverso destaca su oposición al sionismo y a la formación colonialista del Estado de Israel. Para ella la cuestión judía no podía encontrar su resolución en los marcos de un Estado nacional judío, sino en una disociación entre la forma Estado y el contenido de la nacionalidad. En esta polémica Arendt reivindica el federalismo de la revolución rusa y la autodeterminación de las naciones en su seno, más allá de que ya constituía un principio pisoteado por el estalinismo. Por otro lado, Arendt reivindicaba la constitución de un ejército judío para pelear en la II guerra mundial pero no apoyaba la política colonialista en Palestina. A propósito de esta cuestión, Traverso va más allá y repone la lectura de la Naqba (catástrofe) investigada por Ilan Pappé como una limpieza étnica planificada a la que hay que oponerle el punto de vista del pueblo palestino y el derecho al retorno al territorio y la autodeterminación nacional en su propio Estado8. Con sus teorías de la democracia y del espacio público Arendt mantuvo para Traverso las características del intelectual “paria”, exiliado, que por “flotar libremente” (Mannheim) escapa al “habitus” mental dominante y a los estereotipos nacionales. Ese inconformismo llevará a que Arendt se interese por los soviets en Hungría del ‘56 y por Mayo del ‘68. Aunque su apego a un prisma generalizado de la “cuestión judía” capaz de ser resuelta sin atender a la emancipación social dará un carácter limitado a su crítica, entre otras cosas como le señala Traverso, a través de su incomprensión de la opresión racial negra en Norteamérica.

En sentido divergente al ejemplo de Arendt, las trayectorias de K. Popper y de I. Berlin dan cuenta de cómo el americanismo y el sionismo, respectivamente, fueron las variantes mayoritarias de “asimilación imperialista” de la intelectualidad judía consolidando esta mutación conservadora de manera definitiva. Otro tanto ocurría con los orígenes del neoconservadurismo político de la mano de Leo Strauss. Del mismo modo, rupturas significativas por parte de intelectuales de izquierda produjeron la reconciliación de la derecha y los judíos, como ejemplifican los intelectuales americanos I. Kristol, J. Burnham y otros que pasaron de la crítica antiestalinista a un anticomunismo radical y macartista. Esta mutación se irá consolidando en el transcurso de la guerra fría, y estaría muy presente ya en la “Guerra de los 6 días” de 1967, logrando su momento de consolidación en el ascenso conservador de los ‘80. Había emergido así una intelectualidad judía neoconservadora que había transformado el universalismo en occidentalismo.

Y una metamorfosis

La consecuencia de esto es tanto el declive del antisemitismo moderno, como una nueva composición ideológica racista bajo la forma de la islamofobia. Actualmente el antisemitismo constituye tan sólo un residuo de lo que fue, ha perdido legitimidad. Al contrario, se ha extendido una “religión civil” compuesta por la memoria del Holocausto y los derechos humanos que aparentemente reina en el mundo occidental. Las clases dominantes realizan un ejercicio de memoria del genocidio al mismo tiempo que invaden países en Medio Oriente y ponen centros de internamiento para los sin papeles. La derecha europea ya no levanta el antisemitismo a riesgo de perder toda posibilidad de intervención pública: “En la Europa contemporánea el inmigrante asume básicamente los rasgos del musulmán. La islamofobia desempeña en el nuevo racismo el papel que fue antaño el de los judíos en el antisemitismo”9. El retrato del nuevo paria se construye del mismo modo que el antiguo: son sus prácticas religiosas, sus costumbres, sus indumentarias, sus costumbres alimenticias. Para Traverso el dispositivo sólo ha realizado una “transferencia de objeto, el antisemitismo, se ha transmutado en islamofobia”10.

¿Queda algo del judaísmo crítico?

Traverso culmina el libro reponiendo la comparación de I. Berlin entre Disraeli y Marx, ambos “outsiders” que quisieron “liderar”, uno a la élite aristocrática, el otro al proletariado mundial. Trayectorias divergentes de la intelectualidad judía y al mismo tiempo reflejo de los dilemas de la intelectualidad en relación con el poder. Si el modelo de Marx fue seguido en la primera mitad del siglo XX, el periodo posterior al genocidio abrió la vía al “judaísmo del orden”. La cuestión judía, analizada por Marx, al no desembocar en una emancipación universal quedó presa de un reconocimiento conformista y en muchos casos incluso reaccionario. Traverso culmina citando a E. Said cuando decidió presentarse desafiante ante el periódico israelí Haaretz como “el último intelectual judío”. Conocer la contribución de Traverso sobre este giro de las cosas sólo puede conducir a la conclusión de que si el antisemitismo se transformó en islamofobia, entonces la causa palestina y por la emancipación del pueblo árabe en su conjunto es la herencia del “judío no judío” en nuestros días.

1. Ver “Medio Oriente o la geopolítica del caos” de Claudia Cinatti y “Reseña de Isis el retorno de la Yihad” de Juan Duarte, en IdZ 20.

2. Enzo Traverso, El final de la modernidad judía. Historia de un giro conservador, Buenos Aires, FCE de Argentina, 2014.

3. Ibídem, p. 13.

4. Ibídem, p. 17.

5. Enzo Traverso, La historia como campo de batalla. Interpretar las violencias del siglo XX, Buenos Aires, FCE de Argentina, 2012.

6. Una constante preocupación de Traverso; ver Gastón Gutiérrez, “Las ideas y las piedras. A propósito de ¿Qué fue de los intelectuales?” de Enzo Traverso, IdZ 14, octubre 2014.

7. Acerca de las vicisitudes de la cuestión judía y su resolución profana en Marx ver Daniel Bensaïd, “‘En y por la historia’. Volviendo sobre la cuestión judía”, en Volver a La cuestión judía, Barcelona, Gedisa, 2011.

8. Ilan Pappé, La limpieza étnica de Palestina, Barcelona, Editorial Crítica, 2008.

9. Traverso, ob.cit., p. 166.

10. Ibídem, p. 167.

Fuente: http://www.laizquierdadiario.com/ideasdeizquierda/los-intelectuales-judios-y-el-giro-conservador-de-la-historia/

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Libro: Heidegger y los judíos

Reseña:

Ficha Técnica

“Espero que se juzgue este libro sólo después de haberlo leído de verdad hasta el final.” Así comienza el Prefacio de esta obra Heidegger y los judíos. Los Cuadernos negro, escrita por la filósofa Donatella di Cesare, previendo los debates que la misma va a generar. “En estos tiempos la complejidad no se lleva bien. Se prefiere recurrir, expeditivamente, al esquematismo del pro y del contra, a las partes enfrentadas, al blanco o negro. Pero quien filósofa sobrelleva la complejidad y vive en el claroscuro de la reflexión. Y más aún tratándose de una cuestión  delicada como la que aborda el libro.”

La publicación de los Cuadernos negros de Martin Heidegger, entre los años 2013 y 2015 en Alemania, causaron un profundo revuelo en el panorama filosófico. Se reabrió a partir de entonces un debate muchas veces reduccionista; la grandeza del filósofo y la mezquindad del nazi constituían una paradoja inaceptable: ”si ha sido un gran filósofo, entonces no fue un nazi; si fue un nazi, entonces no ha sido un gran filósofo”. Pero ambas posiciones son retóricas profundamente antifilosóficas, como nos viene a demostrar Donatella Di Cesare en este estimulante ensayo.

La razón del escándalo que ha sacudido al mundo de los “heideggeriano” y a la filosofía continental es que los Cuadernos negros muestran a un filósofo consciente de sus decisiones  políticas, atento a las vicisitudes históricas. Su compromiso político durante los años del nazismo no fue ni un accidente ni un error. Fue, antes bien, el resultado de una elección política coherente con el propio pensamiento. Si resultan turbadores es porque dinamitan los esquemas con que se había venido interpretando a Heidegger hasta el momento.

Pero el fino análisis de Donatella Di Cesare también nos muestra cómo el antisemitismo metafísico de Heidegger se inserta en una larga tradición occidental que abordó, no sin hostilidad y sin la complicidad por parte de los filósofos, la Judenfrage o cuestión judía, bien como un interrogante, porque el judaísmo parecía escapar a una definición, bien como un problema que había que “resolver”.

Link de descarga: http://vixra.org/pdf/1409.0228v2.pdf

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Las religiones minoritarias son las más cultas

Por: Diario Uno

Un estudio mide el impacto de las religiones sobre el nivel educativo de sus adeptos.

La religión no influye en el nivel de educación de sus adeptos de igual forma en todas partes, ha descubierto un estudio que ha analizado el impacto de una confesión religiosa sobre el nivel de educación de sus adeptos en más de 70 países, del que informa Daily Science.

El estudio ha puesto de manifiesto que hay países en los cuales los adeptos son más educados que los otros habitantes, y países en los que los adeptos de una confesión tienen un nivel educativo medio inferior al de su entorno. También que hay países en los que no hay diferencias entre el nivel educativo de la población y el de los adeptos de una confesión religiosa.

El impacto varía en función del contexto en el cual se desarrolla cada confesión religiosa, ha determinado este estudio, si bien ha podido establecer un hecho destacado: cuanto más minoritaria es una religión en un país, más posibilidades tiene de alcanzar un nivel de educación más alto entre sus seguidores.

Para explicar esta constatación, los investigadores avanzan posibles hipótesis. Las minorías pueden compensar su diferencia invirtiendo en la educación de los miembros de su confesión. Si son discriminados por motivos religiosos en el colegio o el trabajo, los adeptos de una confesión minoritaria pueden compensar esta discriminación incrementando su nivel educativo.

Si por el contrario, los miembros de una confesión minoritaria son impulsados al exilio, el bagaje cultural es lo único que pueden llevarse consigo, independientemente del lugar de destino.

También consideran que los miembros de una confesión religiosa minoritaria pueden reforzar vínculos sociales más estrechos en su comunidad si destacan en sus estudios, lo que puede explicar la constatación de que los miembros de las religiones minoritarias muestran un nivel de estudios superior al de su entorno.

Los estereotipos pueden influir también en este fenómeno social, ya que están asociados a determinados colectivos que pueden influir en su comportamiento educativo. Un ejemplo que apuntan los investigadores es el de los asiáticos en Estados Unidos, a los que socialmente se les considera que son buenos en matemáticas.

Si este estereotipo puede llevar a muchos miembros de la comunidad asiática de Estados Unidos a especializarse en matemáticas, de la misma forma cualquier otro estereotipo vinculado a una confesión puede determinar un compromiso especial con la educación entre sus adeptos.
Confesión y educación

La investigación sobre las religiones se asocia frecuentemente a un tipo de actitud hacia la educación. Para los protestantes, por ejemplo, es importante que cada miembro pueda leer por sí mismo la biblia, por lo que hay que saber leer muy bien.

Esta necesidad ha llevado a esta confesión a abrir escuelas para enseñar a leer, y al mismo tiempo, para enseñar todo lo demás.

Según los investigadores, muchos estudios han comprobado que los países de religión protestante fueron alfabetizados antes que los países de confesión católica.

La investigación se basó en un estudio realizado en más de 70 países por el proyecto internacional World Value Survey, que analiza la evolución de los valores y creencias a lo largo del mundo.

Gracias a este estudio, hemos obtenido informaciones sobre el nivel de estudio de los habitantes interrogados, así como de su confesión religiosa, dicen los investigadores. Para cada religión, nos preguntamos si existía un vínculo entre la confesión religiosa y el nivel educativo. De esta forma, pudieron comparar el impacto de cada religión en el nivel educativo de sus adeptos en cada país, así como entre diferentes países.

Las confesiones estudiadas fueron siete: catolicismo, protestantismo, ortodoxos, budistas, islam, judaísmo e hinduismo.

Fuente: http://www.diariouno.com.ar/a-fondo/las-religiones-minoritarias-son-las-mas-cultas-20170107-n1317162.html

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Israel seguirá financiando escuelas judías ultraortodoxas

Israel/04 agosto 2016/Fuente: La Información

Las escuelas judías ultraortodoxas de Israel seguirán recibiendo financiación estatal pese a que no enseñan materias básicas como las matemáticas, las ciencias o el inglés, en virtud de una ley votada el martes que anula una reforma adoptada precedentemente.

Unos 400.000 niños son escolarizados en el sistema educativo ultraortodoxo, es decir, practican una observación estricta de la ley judía, y una gran parte de ellos recibe una enseñanza exclusivamente religiosa.

La coalición gubernamental precedente había adoptado en 2014 una ley estipulando que sólo las escuelas que dispensen al menos el 55% de las materias (no religiosas) inscritas en el programa de enseñanza pública podrían recibir subvenciones estatales.

 La ley debía entrar en vigor en 2018, pero la mayoría parlamentaria en el poder desde 2015 la revocó este martes por 41 votos contra 28. La nueva ley confiere al ministro de Educación la decisión sobre la atribución de fondos a las escuelas concernidas.

Los detractores de la excepción educativa acusan a la enseñanza ultraortodoxa de mantener a los niños en una ignorancia retrógrada y de privarlos de perspectivas profesionales, y de contribuir a la pobreza ampliamente extendida en el mundo ultraortodoxo.

Este colectivo representa entre el 7 y el 10% de la población judía de Israel, y ha ejercido una gran influencia en las elecciones, especialmente desde que los dos partidos ultraortodoxos regresaron al gobierno en 2015.

El partido liberal Yesh Atid, que había tenido un rol capital en la adopción de la ley de 2014 cuando aún estaba en el gobierno, se indignó por la decisión tomada hoy: «El gobierno priva a una generación entera de la posibilidad de ganar su vida» honestamente, dijeron en un comunicado.

Un portavoz del ministerio de Educación, defendió esta revisión: «la ley precedente había engendrado un conflicto con el sector ultraortodoxo, y la educación ha de hacerse a través del diálogo, señaló.

El Parlamento ya modificó otra ley adoptada por el anterior ejecutivo sobre la excepción militar para los ultraortodoxos que estudiasen en escuela talmúdicas.

Fuente noticia: http://noticias.lainformacion.com/religion-y-credos/Israel-seguira-financiando-escuelas-ultraortodoxas_0_940707105.html

Fuente imagen: http://ichef.bbci.co.uk/news/ws/624/amz/worldservice/live/assets/images/2015/03/20/150320164525_judios_ortodoxos_jaredies_pizarra_624x351_

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