Entrevista a la educadora social Alicia Bazán Román: “La violencia sexual se está convirtiendo en el ocio entre la juventud”

Bugchasing, fisting, chemsex o slamsex… No son simples palabras en inglés. Son algunas de las prácticas sexuales de riesgo que están en alza entre adolescentes y jóvenes y que como explica la educadora social Alicia Bazán Román, “conllevan un peligro físico, psicológico o de cualquier índole para una o más personas dentro de la misma, incluyendo enfermedades, agresiones e incluso la muerte”.

Y es que la población joven, lejos de tener sexo, normaliza dicha violencia influida por la pornografía que consume. “Confunden violencia con disfrutar de las relaciones sexuales. Tanto es así que muchos y muchas no conciben una relación sexual sin violencia, ya sean cachetadas, mordiscos, tirones de pelo o incluso cosas mucho más graves. Haciendo este tipo de cosas piensan que se disfruta más, que es una manera de expresar su excitación durante la relación sexual”.


Así las cosas el catálogo de prácticas sexuales entre la población más joven da cuanto menos escalofríos: desde quedar por internet para ir a la caza del bicho (bugchasing) y que personas con el VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana que ataca el sistema inmunitario del cuerpo y que si no se trata puede causar sida), tengan relaciones con quienes no lo tienen para ver si se alguien se contagia o no; a hacer fisting (introducir un puño por el ano o vagina), lo cual puede generar daños en el esfínter, problemas en el intestino, en la próstata o incontinencia…), a tener sexo con varias personas mientras se consumen drogas (chemsex) sin utilizar ningún tipo de protección.

Un panorama que si de algo nos alerta es como manifiesta Alicia Baza Román “de vivir en una sociedad en la que una parte de la población joven refleja la desigualdad de poder, la asimetría y la violencia como método de diversión o excitación. Este tipo de prácticas sexuales conllevan la adquisición de una idea de violencia buena, ya que se utiliza para conseguir placer. Pensar que este tipo de prácticas no van a influir en la vida cotidiana es erróneo, ya que afirma y reafirma que la socialización, el pasarlo bien, el disfrute y la excitación solo se consiguen con violencia, sea cual sea el contexto. Por ello, si todo sigue igual, tendremos una sociedad en la que la violencia sea el material de ocio por excelencia”.

  • El rito del riesgo

La normalización de dicha violencia en esta etapa de la vida viene de algo tan básico como la falta de educación en igualdad y del tabú que sigue siendo hablar del sexo. “Es muy importante reivindicar una educación afectivo sexual integral y de calidad en colegios, institutos, escuelas de familias, centros de salud… Esta información no tiene que ir dirigida única y exclusivamente a adolescentes o jóvenes, sino a toda la comunidad, ya sean padres, madres, educadores y educadoras, docentes y personas para llegar a cuantas más personas mejor”, según indica esta educadora andaluza.

Una información que sin lugar a dudas serviría para cambiar la percepción y el comportamiento sexual entre la población más joven. “Sin este tipo de formación lo que se mantiene es el egocentrismo adolescente. Es decir, los errores de pensamiento o la incapacidad de la persona adolescente de diferenciar el punto de vista propio y el de otra persona presuponiendo que su punto de vista es el correcto”, añade Baza Román.

  • ¿Cómo se evidencia esto?

Se evidencia a través de cuatro errores. El primero se denomina la audiencia imaginaria, que es la creencia del adolescente de ser el centro de atención y no logra diferenciar entre lo que tiene interés para él o ella y para los demás. No entienden que su conducta pueda molestar. En segundo lugar, está la fábula personal que es cuando quien es adolescente se sobreestima, es decir, cree que sus sentimientos o experiencias son únicas, que nadie le comprende.

En tercer lugar, está la pseudoestupidez que se da cuando el adolescente racionaliza en exceso en situaciones cotidianas. Esto quiere decir que piensa en muchas posibilidades diferentes ante una situación sencilla. Y finalmente, y la que nos atañe está la hipocresía aparente. Sienten que no tienen que acatar las mismas reglas que creen que los demás si tienen que seguir. Por ejemplo, un adolescente no cree que tenga que estudiar ni hacer los deberes todos los días, pero si sus compañeros no lo hacen piensa que son unos flojos y que ellos sí deberían hacerlos. Dentro de la hipocresía aparente encontramos la sensación de invencibilidad. Durante este desarrollo vital como es la adolescencia, es común ver a adolescentes realizando prácticas de riesgo de todo tipo porque creen que son invencibles.  Es por ello que utilizan el riesgo como “prueba” de esa invencibilidad.

  • ¿Sin ese riesgo el sexo carece de sentido y excitación? 

Así es. No es lo mismo mantener una relación sexual sana que una relación sexual con prácticas de riesgo. Sienten adrenalina y excitación por el riesgo que están llevando a cabo y sus posibles consecuencias. Por tanto, al ser parte de su psicología del desarrollo en esta etapa, es muy probable que una relación sexual al uso, como la conocemos todas y todos, en su caso sea muy aburrida y necesiten incluir este tipo de prácticas de riesgo para sentir más placer o excitación. Después de la adolescencia esto suele cambiar, pero también se necesita muchísima educación afectivo sexual.

  • La mezcla de drogas y sexo significa que hay un doble mercado que se beneficia de ello: el de la pornografía y la drogadicción.

Totalmente de acuerdo. Con este tipo de prácticas encontramos un mercado en auge que se llena los bolsillos a costa de las consecuencias nefastas que paga su clientela. Actualmente, entre las prácticas de riesgo más peligrosas, vemos como muchas personas mezclan varias sustancias y tienen relaciones sexuales sin ningún tipo de protección. Es una mezcla explosiva, porque el riesgo se duplica. Ya no solo puedes contraer una enfermedad de transmisión sexual o, en el caso de las chicas, un embarazo no deseado, sino que además se le añade el riesgo de drogadicción, contagio de enfermedades contagiosas en el caso de drogas en las que se comparten jeringuillas, sobredosis…

  • Una de las prácticas que llevan a cabo es la del fisting, muy requerida también por los puteros.

El fisting es una de las prácticas más peligrosas en cuanto a integridad física. Puede conllevar, incluso, una visita a urgencias de manera grave. Los puteros la requieren porque consiguen afirmar esa relación de abuso de poder que existe en la prostitución, además de, como ya hemos visto, de la influencia del porno, que no es exclusiva de los adolescentes o jóvenes. Con esta práctica, el putero demuestra, una vez más, la superioridad que consigue el hombre frente a la mujer en este tipo de actos. Ya en sí la prostitución conlleva un abuso de poder por parte del putero, ya que tiene en sus manos la libertad de elegir chica, pagar por ella, y durante el rato que él quiera hacer lo que le dé la gana con ella. Si le añadimos que las mujeres no pueden negarse, obtenemos una mezcla de lo más horrible, en la que el hombre puede realizar cualquier tipo de práctica de riesgo con ellas sin importar nada más que su placer. Nunca olvidemos que la prostitución son violaciones pagadas, y que la relación de asimetría de poder conlleva realizar cualquier práctica en la que esto quede muy patente.

  • ¿Quién pierde más las chicas o los chicos con este tipo de prácticas violentas?

Aquí podemos diferenciar en dos sentidos. En el sentido físico, ambos pierden ya que realizan prácticas sexuales de un riesgo, en ocasiones extremo, que puede llegar a quitarles la vida o llevarlos al hospital de manera urgente. Ambos sexos pueden contraer enfermedades de transmisión sexual, tener problemas de drogadicción, obtener una idea del sexo errónea… Aunque en ellas habría que añadir los embarazos no deseados y lo que posteriormente se hiciera, ya sea abortar o seguir adelante.

En el sentido emocional, encontramos varias diferencias. Para ellos supone un aumento de su poder, sentirse poderosos, poner latente su capacidad para mandar, ser violentos y practicar el sexo según sus necesidades. Para ellas es muy distinto. Normalmente la chica es la sumisa, la que tiene que dejarse hacer o realizar las prácticas que su pareja sexual requiera para su placer. No se suele pensar en el placer de la mujer, lo que conlleva la sumisión, no disfrute de la relación sexual y un sentimiento de inferioridad que, a la larga, puede traer problemas de autoestima. Aunque ambos acepten realizar este tipo de prácticas, están pensadas para el placer masculino. Por lo tanto, si lo mezclamos todo, podríamos afirmar que las mujeres pierden en este tipo de prácticas, ya sea por sumisión, inferioridad, no disfrute de las relaciones, una idea concebida de relaciones sexuales insanas, o todo ello a la vez.

  • Combatir esta realidad para poder actuar requiere conocimiento, sin embargo, muchas familias la desconocen o incluso prefieren cerrar los ojos a ella. ¿Cómo se actúa contra todo ello? 

Para luchar contra esta realidad, solo tenemos un camino: información real. No todo lo que leemos en internet es cierto. Es por ello que, en vez de buscar la información a golpe de clic, deberíamos obtenerla de profesionales que conozcan estas realidades, documentados y con experiencia en este campo.

  • Estas prácticas no solo están en la población joven, también en otras edades. ¿Cuál es la diferencia cuando se llevan a cabo en una etapa vital como la adolescencia y otra más madura?

Como ya mencioné antes en la etapa adolescente se cometen muchísimos errores de pensamiento propios de la etapa de desarrollo. Esto ocurre porque el o la adolescente está forjando su identidad. Esta identidad se forma en base a tres factores: intrapersonales (sus capacidades innatas), interpersonales (seguir ejemplos, identificarse con otros u otras) y culturales (los valores de la sociedad en la que viva). Para llegar a formarse la identidad, el o la adolescente tiene que pasar por una serie de estados.

En el primer estado no establece ningún tipo de compromiso con nada. Se deja llevar. En el segundo, se basa en experiencias vitales útiles o en el modelado (adquiere conductas que ha aprendido de sus personas cercanas) sin considerar alternativas. En el tercero se encuentra con incertidumbre, aplaza decisiones y experimenta con roles diferentes. En este estado podríamos incluir la realización de prácticas de riesgo. En el cuarto y último estado se logra la identidad, en la que la persona adolescente se compromete de una manera estable y forja su identidad en base a esos compromisos.

La principal diferencia entre adolescentes y personas de otras edades que realizan este tipo de prácticas es que los primeros todavía no tienen formada una identidad real y concisa y los segundos sí. En las personas adolescentes podemos llegar a pensar que lo hacen para experimentar y saber si lo que les gusta o no, incluso podemos llegar a justificarlos por la etapa vital en la que se desarrollan, y en las personas adultas no encontramos esto, ya que son personas con una identidad creada, una personalidad forjada desde hace años y una conciencia bastante más madura.

De una manera o de otra no es justificable este tipo de prácticas en ningún rango de edad. Lo que sí podemos afirmar es que en la etapa adolescente es mucho más peligroso por las ideas que pueden obtener en cuanto a las interacciones con los demás y que aprendan que tener relaciones o socializar con sus iguales solo se puede hacer de una manera violenta, agresiva y con este tipo de prácticas.

  • ¿Por dónde empezamos con quienes ya practican esto para decirles que es perjudicial?

Normalmente se trabaja desde la prevención de este tipo de prácticas. Si el problema ya es latente, lo que podríamos hacer es concienciar y hacer una campaña de prevención de riesgos. Esto quiere decir que si las personas ya han comenzado a realizar este tipo de prácticas, por lo menos que lo hagan de la manera más segura posible. Puede sonar a frivolidad, pero cuando se comienza a hablar de seguridad y prácticas seguras, muchos y muchas comienzan a concienciarse de los problemas que pueden conllevar estas prácticas y dejan de realizarlas o las hacen, pero de una manera más segura.

Tampoco podemos olvidar que muchas de ellas conllevan el uso de sustancias tóxicas, por lo que también deberíamos hablar de ellas.  El problema es que cuando se abordan las charlas sobre sexualidad en los centros educativos, solo se pone el foco en la colocación del preservativo o en las infecciones de transmisión sexual, dejando de lado un amplio porcentaje de contenidos y conocimientos necesarios, que van desde el resto de métodos anticonceptivos hasta el aborto, pasando por el tema del consentimiento y las relaciones afectivo sexuales sanas.

Por ello creo que es importante ampliar este tipo de información que se da e incluir en el currículo el tema de la drogodependencia, e incluso crear referentes positivos en estos ámbitos, como personas que hayan pasado por este tipo de experiencias y que comenten las consecuencias de estos actos. Y además no dejarlo sólo en los centros educativos, sino sacarlo a toda la comunidad. Para ello es clave reivindicar la importancia del papel de la Educación Social en todos los ámbitos de la sociedad ya que luchamos por las desigualdades y problemáticas sociales, intentando hacer de este mundo un lugar mejor, y a día de hoy todavía se nos infravalora en muchos contextos. Es por ello que desde aquí reivindico nuestro trabajo y nuestra importancia.

Fuente: https://rebelion.org/la-violencia-sexual-se-esta-convirtiendo-en-el-ocio-entre-la-juventud/

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Cómo cuidar de sí y de los demás en tiempos del coronavirus

Por: Leonardo Boff

Vivimos tiempos dramáticos bajo el ataque del coronavirus, una especie de guerra contra un enemigo invisible, contra el cual todo el arsenal destructivo de armas nucleares, químicas y biológicas fabricadas por los poderes militaristas son totalmente inútiles e incluso ridículas. El Micro (virus) está derrotando a lo Macro (nosotros).

Tenemos que cuidarnos personalmente y cuidar a los demás, para que podamos salvarnos juntos. Aquí no valen los valores de la cultura del capital, no la competencia, sino la cooperación, no la ganancia sino la vida, no la riqueza de unos pocos y la pobreza de las grandes mayorías, no la devastación de la naturaleza, sino su cuidado. Estamos en el mismo barco y sentimos que somos seres que dependemos unos de otros. Aquí todos somos iguales y con el mismo destino feliz o trágico.

¿Qué somos como humanos?

En estos momentos de aislamiento social forzado, tenemos la oportunidad de pensar sobre nosotros mismos y en lo que realmente somos. ¿Sabemos quiénes somos? ¿Cuál es nuestro lugar en el conjunto de seres? ¿Para qué existimos? ¿Por qué podemos ser infectados por el coronavirus e incluso morir? ¿Hacia dónde vamos? Al reflexionar sobre estas preguntas impostergables, vale la pena recordar a Blaise Pascal (+1662). Nadie mejor que él, matemático, filósofo y místico, para expresar el ser complejo que somos:

“Qué es el ser humano en la naturaleza? Una nada frente al infinito y un todo frente a la nada, un medio entre la nada y el todo, pero incapaz de ver la nada de donde viene y el infinito hacia dónde va” (Pensées § 72). En él se cruzan los cuatro infinitos: lo infinitamente pequeño, lo infinitamente grande, lo infinitamente complejo (Teilhard de Chardin) y lo infinitamente profundo.

En verdad no sabemos bien quien somos. O mejor, desconfiamos de alguna cosa en la medida en que vivimos y acumulamos experiencias. En uno somos muchos. Además de aquello que somos, existe en nosotros aquello que podemos ser: un manojo inagotable de virtualidades escondidas dentro de nosotros. Nuestro potencial es lo más seguro en nosotros. De ahí nuestra dificultad para construir una representación satisfactoria de quienes somos. Pero esto no nos exime de elaborar algunas claves de lectura que, de alguna manera, nos guíen en la búsqueda de lo que queremos y podemos ser.

En esta búsqueda el cuidado de sí mismo juega un papel decisivo. Especialmente en este momento dramático, cuando estamos expuestos a un enemigo invisible que puede matarnos o a través de nosotros causar la enfermedad o la muerte a los otros. En primer término, no es una mirada narcisista sobre el propio yo, lo cual lleva generalmente a no conocerse a sí mismo sino a identificarse con una imagen proyectada de uno mismo y, por lo tanto, alienada y alienante.

Fue el filósofo Michel Foucault quien, con su exhaustiva investigación Hermenéutica del sujeto (1984), trató de rescatar la tradición occidental del cuidado del sujeto, especialmente en los sabios de los siglos II/III, como Séneca, Marco Aurelio, Epicteto y otros. El gran lema era el famoso “gnôti seautón”: “conócete a ti mismo”. Este conocimiento no se entendía de una manera abstracta sino concreta: reconócete en lo que eres, trata de profundizar en ti mismo para descubrir tus potencialidades; trata de realizar lo que realmente eres.

Es importante afirmar en primer lugar que el ser humano es un sujeto y no una cosa. No es una sustancia constituida de una vez por todas (Foucault, Hermenéutica del sujeto, 2004), sino un nudo de relaciones siempre activo que, a través del juego de relaciones, se está construyendo continuamente. Nunca estamos listos, siempre nos estamos formando.

Todos los seres en el universo, según la nueva cosmología, tienen una cierta subjetividad porque siempre están relacionando e intercambiando información. Por eso tienen historia y un cierto nivel de conocimiento inscrito en su ADN. Este es un principio cosmológico universal. Pero el ser humano lleva a cabo su propia modalidad de este principio relacional, que es el hecho de ser un sujeto consciente y reflexivo. Sabe que sabe y sabe que no sabe y, para ser completos, no sabe que no sabe, como decía irónicamente Miguel de Unamuno.

Este nudo de relaciones se articula desde un centro, alrededor del cual organiza los sentimientos, ideas, sueños y proyecciones. Este centro es un yo, único e irrepetible. Representa, en el lenguaje del más sutil de todos los filósofos medievales, el franciscano Duns Scoto (+1203), la ultima solitudo entis, la última soledad del ser.

Esta soledad significa que el yo es insustituible e irrenunciable. Pero recordemos: debe entenderse en el contexto del nudo de relaciones dentro del proceso global de interdependencias, de modo que la soledad no sea la desconexión de los demás. Significa la singularidad y la especificidad inconfundible de cada uno. Por lo tanto, esta soledad es para la comunión, es estar solo en su identidad para poder estar con el otro diferente y ser uno-para-el-otro y con-el-otro. El yo nunca está solo.

Cuidar de sí: acogerse jovialmente

El cuidado de sí mismo implica, en primerísimo lugar, acogerse a sí mismo tal como se es, con las capacidades y las limitaciones que siempre nos acompañan. No con amargura como quien no consigue evitar o modificar su situación existencial, sino con jovialidad. Acoger la estatura, el rostro, el pelo, las piernas, pies, senos, la apariencia y modo de estar en el mundo, en resumen, acoger nuestro cuerpo.

Cuanto más nos aceptemos así como somos, menos clínicas de cirugía plástica necesitaremos. Con las características físicas que tenemos, debemos elaborar nuestra manera de ser y nuestra mise-en-scène en el mundo.

Podemos cuestionar la construcción artificial de una belleza fabricada que no está en consonancia con una belleza interior. Hay el riesgo de perder la luminosidad y sustituirla por una vacía apariencia de brillo.

Más importante es acoger los dones, las habilidades, el poder, el coeficiente de inteligencia intelectual, la capacidad emocional, el tipo de voluntad y de determinación con la que cada uno viene dotado. Y al mismo tiempo, sin resignación negativa, los límites del cuerpo, de la inteligencia, de las habilidades, de la clase social y de la historia familiar y nacional en que está insertado.

Tales realidades configuran la condición humana concreta y se presentan como desafíos a ser afrontados con equilibrio y con la determinación de explotar lo más que podamos las potencialidades positivas y saber llevar, sin amargura, las negativas.

El cuidado de sí mismo exige saber combinar las aptitudes con las motivaciones. Me explico: no basta tener aptitud para la música si no nos sentimos motivados para desarrollar esta capacidad. De la misma manera, no nos ayudan las motivaciones para ser músico si no tenemos aptitudes para eso, sea en el oído sea en el domino del instrumento. De nada sirve querer pintar como van Gogh si solamente se consigue pintar paisajes, flores y pájaros que a duras penas llegan a ser expuestos en la plaza en la feria del domingo. Desperdiciamos energías y recogemos frustraciones. La mediocridad no engrandece a nadie.

Otro componente del cuidado consigo mismo es saber y aprender a convivir con la paradoja que atraviesa nuestra existencia: tenemos impulsos hacia arriba, como la bondad, la solidaridad, la compasión y el amor. Y simultáneamente tenemos en nosotros tendencias hacia abajo, como el egoísmo, la exclusión, la antipatía e incluso al odio. En la historia reciente de nuestro país tales dimensiones contradictorias han aparecido hasta de forma virulenta, envenenando la convivencia social.

Estamos hechos con estas contradicciones, que nos vienen dadas con la existencia. Antropológicamente se dice que somos al mismo tiempo sapiens y demens, gente de inteligencia y lucidez y junto a esto, gente de rudeza y violencia. Somos la convergencia de las oposiciones.

Cuidar de sí mismo impone saber renunciar, ir contra ciertas tendencias en nosotros y hasta ponerse a prueba; pide elaborar un proyecto de vida que dé centralidad a estas dimensiones positivas y mantenga bajo control (sin reprimirlas porque son persistentes y pueden volver de forma incontrolable) las dimensiones sombrías que hacen agónica nuestra existencia, es decir, siempre en combate contra nosotros mismos.

Cuidar de sí mismo es amarse, acogerse, reconocer nuestra vulnerabilidad, saberse perdonar y desarrollar la resiliencia, que es la capacidad de pasar página y aprender de los errores y contradicciones.

Cuidar de sí mismo: preocuparse del modo de ser

Por estar expuestos a fuerzas contradictorias que conviven tensamente en nosotros, necesitamos vivir el cuidado como preocupación por nuestro propio destino. La vida puede conducirnos por caminos que pueden significar felicidad o desgracia: esas fuerzas pueden apoderarse de nosotros y podemos llenarnos de resentimientos y amarguras que nos incitan a la violencia. Tenemos que aprender a autocontrolarnos. Especialmente en estos tiempos de confinamiento social. Puede ser ocasión de desarrollar iniciativas creativas, de ejercitar la fantasía imaginativa que nos alejen de los peligros y nos abran espacio hacia una vida de decencia.

Hoy vivimos bajo la cultura del capital que continuamente nos demanda ser consumidores de bienes materiales, de entretenimientos y de otras estratagemas, más enfocados a quitarnos nuestro dinero que a satisfacer nuestros deseos más profundos. Cuidar de sí es preocuparse de no caer en esa trampa. Es dejar huella de tu pisada en la tierra, no pisar en la huella hecha por otro.

Cuidar de sí mismo como preocupación acerca del sentido de la propia vida significa: ser crítico, poner muchas cosas bajo sospecha para no permitir ser reducido a un número, a un mero consumidor, a un miembro de una masa anónima, a un eco de la voz de otro.

Cuidar de sí mismo es preocuparse del lugar de uno mismo en el mundo, en la familia, en la comunidad, en la sociedad, en el universo y en el designio de Dios. Cuidar de sí mismo es reconocer que, en la culminación de la historia, Dios te dará un nombre que es sólo tuyo, que te define y que solo Dios y tú conoceréis.

En la sociedad que nos masifica, es decisivo que cada uno pueda decir su yo, tener su propia visión de las cosas, no ser solamente un mero repetidor de lo que nos es comunicado por los muchos medios de comunicación de los que disponemos.

El cuidado implica cultivar y velar por nuestros sueños. El valor de una vida se mide por la grandeza de sus sueños y por su empeño, contra viento y marea, en realizarlos. Nada resiste a la esperanza tenaz y perseverante. La vida es siempre generosa; a quienes insisten y persisten acabará dándoles la oportunidad necesaria para concretar su sueño. Entonces irrumpe el sentimiento de realización, que es más que la felicidad momentánea y fugaz. La realización es fruto de una vida, de una perseverancia, de una lucha nunca abandonada de quien vivió la sabiduría predicada por don Quijote: no hay que aceptar las derrotas antes de dar todas las batallas. El modo de ser que resulta de este cuidado con la autorrealización es una existencia de equilibrio que genera serenidad en el ambiente y el sentimiento en los demás de sentirse bien en compañía de tal persona. La vida irradia, pues en eso reside su sentido: no en vivir simplemente porque no se muere, sino en irradiar y disfrutar de la alegría de existir.

Cuidado como precaución con nuestros actos y actitudes

El cuidado como preocupación por nosotros mismos nos abre al cuidado como precaución en estos tiempos del coronavirus. Precavernos de no exponernos a coger el virus avasallador ni de trasmitirlo a los demás. Aquí el cuidado lo es todo, particularmente ante los más vulnerables que son las personas mayores de 65 años, nuestros abuelos y parientes mayores.

Alarguemos la perspectiva. En una perspectiva ecológica, hay actitudes y actos de falta de cuidado que pueden ser gravemente destructores, como la práctica de usar intensivamente pesticidas agrícolas, deforestar una amplia región para dar paso al ganado o al agronegocio, destruir la vegetación ribereña de los ríos. Las consecuencias no van a ser inmediatas, pero a medio y largo plazo pueden ser desastrosas, como la disminución del caudal del río, la contaminación del nivel freático de las aguas, el cambio del clima y de los regímenes de lluvias y de estiaje.

Aquí se impone una cuidadosa precaución para que la salud humana de toda una colectividad no sea afectada, como está ocurriendo en este momento en todo el mundo.

Con la introducción de las nuevas tecnologías, como la biotecnología y la nanotecnología, la robótica, la inteligencia artificial, mediante las cuales se manipulan los elementos últimos de la materia y de la vida, se pueden ocasionar daños irreversibles o producir elementos tóxicos, nuevas bacterias y series de virus, como el actual, el coronavirus, que comprometan el futuro de la vida (cf. T. Goldborn, El futuro robado, LPM 1977).

Como nunca antes en la historia, el futuro de la vida y las condiciones ecológicas de nuestra subsistencia están bajo nuestra responsabilidad. Esta responsabilidad no puede ni debe ser delegada a empresas con sus científicos en sus laboratorios para que decidan sobre el futuro de todos sin consultar con la sociedad. Aquí prevalece la ciudadanía planetaria. Cada ciudadano es convocado a informarse, a seguir y a decidir colectivamente qué caminos nuevos y más prometedores deben abrirse para la humanidad y para el resto de la comunidad de vida y no solo para el mercado y las empresas.

Nuestras relaciones merecen también especial precaución-cuidado. Deben ser siempre abiertas y constructoras de puentes. Tal propósito implica superar las extrañezas y los prejuicios. Aquí es importante ser vigilantes y trabar una fuerte lucha contra nosotros mismos y los hábitos culturales establecidos. Albert Einstein, sabedor de las dificultades inherentes a este esfuerzo, consideraba no sin razón, que es más fácil desintegrar un átomo que remover un prejuicio de la cabeza de una persona.

Cada vez que encontramos a alguien, estamos ante una manifestación nueva, ofrecida por el universo o por Dios, un mensaje que solamente esa persona puede pronunciar y que puede significar una luz en nuestro camino.

Pasamos una única vez por este planeta. Si puedo hacer algún bien a otra persona, no debo postergarlo ni descuidarlo, pues difícilmente la encontraré otra vez en el mismo camino. Esto vale como disposición de fondo de nuestro proyecto de vida.

Es importante que nos preocupemos de nuestro lenguaje. Somos los únicos seres capaces de hablar. Mediante el habla, como nos enseñaron Maturana y Wittgenstein, organizamos nuestras experiencias, ponemos orden en las cosas, y creamos la arquitectura de los saberes. Bien cantan los miembros de las Comunidades Eclesiales de Base de Brasil: La palabra no fue hecha para dividir a nadie/la palabra es un puente por donde va y viene el amor.

Por la palabra construimos o destruimos, consolamos o desolamos, creamos sentidos de vida o de muerte. Las palabras antes de definir un objeto o dirigirse a alguien, nos definen a nosotros mismo. Dicen quienes somos y revelan en qué mundo habitamos.

Cuidado de nuestra relación principal: la amistad y el amor

Hay un cuidado especial que debemos cultivar sobre dos realidades fundamentales en nuestra vida: la amistad y el amor. Mucho se ha escrito sobre ellas. Aquí nos restringiremos a lo mínimo. La amistad es esa relación que nace de una afinidad desconocida, de una simpatía totalmente inexplicable, de una proximidad afectuosa hacia otra persona. Entre los amigos se crea algo así como una comunidad de destino. La amistad vive del desinterés, de la confianza y de la lealtad. La amistad tiene raíces tan profundas que, aunque pasen muchos años, cuando los amigos y amigas vuelven a encontrarse se anulan los tiempos y se reanudan los lazos y hasta el recuerdo de la última conversación mantenida.

Cuidar de las amistades es preocuparse de la vida, penas y alegrías de la amiga o del amigo. Es ofrecerle un hombro cuando la vulnerabilidad le visita y el desconsuelo le roba sus estrellas guía. En el sufrimiento y en el fracaso existencial, profesional o amoroso es donde se comprueban los verdaderos amigos o amigas. Son como una torre fortísima que defiende el castillo de nuestras vidas peregrinas.

La relación más profunda y la que trae las más importantes realizaciones de felicidad o las más dolorosas frustraciones es la experiencia del amor. Nada es más precioso y apreciado que el amor. Nace del encuentro entre dos personas que un día cruzaron sus miradas, sintieron una atracción mutua y respondieron sus corazones. Resolvieron fundir sus vidas, unir sus destinos, compartir las fragilidades y los quereres de la vida.

Todos estos valores, por ser los más preciosos, son los más frágiles porque son los más expuestos a las contradicciones de la existencia humana. Cada cual es portador de luz y de sombras, de historias familiares y personales diferentes, cuyas raíces alcanzan arquetipos ancestrales, marcados ellos también por experiencias felices o trágicas que dejaron marca en la memoria genética de cada uno.

El amor es un ars combinatoria de todos estos factores, hecho con sutileza, que demanda capacidad de comprensión, de renuncia, de paciencia y de perdón, y al mismo tiempo de disfrute común del encuentro amoroso, de la intimidad sexual, de la entrega confiada de uno al otro, experiencia que sirve de base para entender la naturaleza de Dios, pues Él es amor incondicional y esencial.

Cuanto más capaz de una entrega total se es, mayor y más fuerte es el amor. Tal entrega supone un coraje extremo, una experiencia de muerte pues no se retiene nada y uno se zambulle totalmente en el otro.

El hombre posee especial dificultad para este gesto extremo, tal vez por la herencia del machismo, patriarcalismo y racionalismo de siglos que carga dentro de sí y que limita su capacidad para esta confianza extrema.

La mujer es más radical: va hasta el extremo de la entrega en el amor, sin resto y sin reservas. Por eso su amor es más pleno y realizador, y, cuando se frustra, la vida revela contornos de tragedia y de un vacío existencial abismal.

El mayor secreto para cuidar del amor reside en esto: cultivar sencillamente la ternura, La ternura vive de gentileza, de pequeños gestos que revelan el cariño, de signos pequeños, como recoger una concha en la playa y llevarla a la persona amada y decirle que en aquel momento la recordó con mucho cariño.

Tales «banalidades» tienen un peso mayor que la más preciosa joya. Así como una estrella no brilla sin una atmósfera a su alrededor, de la misma manera el amor no vive y sobrevive sin un aura de afecto, de ternura y de cuidado.

El cuidado es un arte. Como pertenece a la esencia de lo humano, siempre está disponible. Y como todo lo que vive necesita sustento, también él necesita ser alimentado. El cuidado se alimenta de una preocupación vigilante por su futuro y por el del otro.

Eso a veces se hace reservando momentos de reflexión sobre sí mismo, haciendo silencio a su alrededor, concentrándose en alguna lectura que alimente el espíritu y, no en último lugar, entregándose a la meditación y a la apertura a Aquel mayor que tiene el sentido de nuestras vidas y conoce todos nuestros secretos.

Conclusión: el cuidado es todo

El cuidado es todo, pues sin él, ninguno de nosotros existiría. Quien cuida ama, quien ama cuida. Cuidémonos los unos a los otros, particularmente en estos momentos dramáticos de nuestras vidas, pues ellas corren peligro y pueden afectar el futuro de la vida y de la humanidad sobre este pequeño planeta que es la única Casa Común que tenemos.

Fuente: https://www.elpais.cr/2020/04/15/como-cuidar-de-si-y-de-los-demas-en-tiempos-del-coronavirus/

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Libro para Descargar. Amor Líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos de Zygmunt Bauman

Ficha Bibibliográfica;

  • Nº de páginas: 203 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • Editorial: S.L. FONDO DE CULTURA ECONOMICA DE ESPAÑA
  • Lengua: CASTELLANO
  • ISBN: 9788437505886
  • Año 2015
Amor líquido continúa el certero análisis acerca de la sociedad en el mundo globalizado y los cambios radicales que impone a la condición humana. En esta ocasión, se concentra en el amor. El miedo a establecer relaciones duraderas, más allá de las meras conexiones. Los lazos de la solidaridad, que parecen depender de los beneficios que generan. El amor al prójimo, uno de los fundamentos de la vida civilizada y de la moral, distorsionado hasta el temor a los extraños. Los derechos humanos de los extranjeros y los diversos proyectos para «deshumanizar» a los refugiados, a los marginados, a los pobres.
Fuente: https://templodeeros.wordpress.com/
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