Decía Unamuno que hay seres sin cuya presencia en este mundo “la humanidad quedaría incompleta”. Luis Bigott es uno de esos seres. Dedicó su vida a hacer el bien. Era un hombre sensible ante las penurias de los otros. Vivió una infancia pobre y muy rica en experiencias. Desde niño comprendió que como dijera Ignacio Martín Baró “hay verdades que sólo desde el sufrimiento o desde la atalaya crítica de las situaciones es posible descubrir”. Siempre insistía en que somos seres “sentipensantes”, personas que como decía Fals- Borda “combinamos en todo lo que hacemos razón y pasión, cuerpo y corazón”.
Por esos motivos, su primer trabajo como maestro lo quiso desempeñar en una escuela del interior del país, en el Mácaro estado Aragua. Daba clases a niños muy pobres. Eran 17 en total, de los cuales cinco iban descalzos. Y como él venía del mundo de la pobreza se identificaba con la pobreza de ellos. Siguiendo las enseñanzas de Simón Rodríguez decidió “convertir el mal ajeno en propio”. Se planteó ayudarlos. Pero todo conspiraba contra sus esfuerzos: la desnutrición, la falta de libros, la manipulación de los partidos, la indolencia del gobierno, la sordidez de la calle, la abulia de los funcionarios, la televisión enajenante.
De este modo fue comprendiendo que el principal causante de la pobreza era el capitalismo neocolonial y que la solución era la acción política, académica y cultural ejercida por el pueblo y sus poderes creadores contra un sistema de ignominia en el cual el educador en vez de ser agente de transformación se había convertido en marioneta de la neocolonización, en reproductor del discurso de la antipatria. Frente a esta situación solía repetir las palabras de Martí: “Quien tenga Patria, que la honre y quien no tenga Patria, que la conquiste”. Esa y no otra, agregaba, es la función del educador en esta hora de América.
Así ejerció Bigott la pedagogía: desde la sensibilidad y la pasión. Hoy y siempre te recordaremos, maestro. Y «recordar» es la palabra indicada porque sus raíces son «re» que significa «otra vez”, y «cordar» que viene de «cordio», que significa «corazón». Entonces recordarte es acercarte otra vez a nuestros corazones. Así nunca olvidaremos que como lo decías “solo el amor engendra maravillas”.