Por: Yasel Toledo Garnache
Un muchacho tarareaba la canción escuchada a través de los auriculares mientras caminaba con paso lento. A veces, parecía moverse al ritmo salido de su teléfono móvil.
Otro estaba como hipnotizado por un juego en su tableta electrónica, en los momentos de más emoción hasta se detenía, y luego seguía casi sin prestar atención en la vía.
Cada vez son más frecuentes escenas como esas en nuestras calles. Los nuevos dispositivos son poderosos imanes, con efectos positivos y negativos.
Resulta difícil resistirse a sus encantos, pues además de las utilidades para la comunicación, constituyen algunos de los mejores medios de entretenimiento de la historia, la conjunción de mucho de lo preferido por los niños, adolescentes y jóvenes.
Varios adultos suelen criticar a quienes sostienen esa especie de romance con los modernos equipos, y parecen olvidar que cuando pequeños fueron cautivados por la maravilla de las imágenes en movimiento en los televisores.
Uno de mis tíos asegura que cuando observaba algo atractivo en aquel aparato, casi ni escuchaba lo expresado por sus padres y, si le ordenaban realizar otra tarea, hasta demostraba su falta de voluntad con leves llantos.
Recuerdo la preferencia por el Playstation y los juegos de Atari. Ahora es todo eso, aunque en una dimensión mayor, pues los nuevos dispositivos, como sabemos, son fuente de las fotos, juegos y videos más gustados, seleccionados por uno mismo, y pueden ser llevados a casi todas partes.
Cada vez son más perfeccionados, como parte de una industria empeñada en atraer consumidores, pero de la cual es difícil abstenerse, no ya por estar a la moda; sino por su utilidad y porque los tiempos actuales casi lo exigen.
Lo lamentable es ser víctimas modernas, atraídas demasiado por sus redes seductoras. Estudiosos señalan efectos negativos, incluidos el aislamiento social, la ansiedad, el insomnio, el desánimo, cambios emocionales y estrés, lo cual puede provocar otros males.
La fijación en la pantalla y apego desmedido a los equipos provoca falta de concentración, afectaciones en la comunicación interpersonal y un incremento de los accidentes. En ocasiones, vemos a choferes contestar llamadas mientras manejan, y eso constituye una gran irresponsabilidad.
La situación puede complejizarse más en Cuba, donde la tecnología no es tan abundante como en otras naciones, pero se avanza en la informatización y aumentan los dispositivos.
Según la periodista Rosa Mirian Elizalde en su conferencia El consenso de lo posible, parte de su tesis de doctorado presentada en el IX Congreso de la UPEC (2013), el 82 % de los cubanos entre 12 y 24 años tenía a la memoria flash como medio fundamental de intercambio de contenidos y existían aquí 11 millones de accesos diarios a Facebook y dos millones de celulares.
Esos números crecieron en los últimos años. En el 2015, fueron habilitados en el país 65 puntos wifi, y para el 2016 se planificó un total de 80, aunque se sobrecumplió a 135.
Informaciones de la dirección nacional de Etecsa, en la Mesa Redonda transmitida por la televisión nacional el 29 de marzo último, revelan que unos 200 000 usuarios empleaban la wifi, como promedio cada día, y se ha incrementado la conexión a Internet desde centros laborales y escuelas.
No debemos ser extremistas y satanizar a la tecnología, pues brinda numerosos beneficios. Los padres y otras personas deben ser guías de los niños, por eso es preciso que sepan hasta cuáles son sus juegos, pues varios incluyen violencia, son de peleas, lanzar lavas…, y podrían tener incidencias negativas en su formación.
Es imprescindible incrementar las iniciativas para compartir en conjunto, intercambiar opiniones y divertirse de otras maneras más tradicionales, que fomenten la unidad. Ojalá los partidos de pelota o fútbol en los barrios y otros en conjunto, estén siempre en la preferencia de muchos.
Somos afortunados por vivir en una época con tantos avances tecnológicos, como lo fueron generaciones anteriores por diferentes razones, y lo serán las próximas. Lo importante es aprovecharlos para el bienestar individual y colectivo, conscientes de que somos los jinetes de nuestro destino.
Fuente: http://www.granma.cu/opinion/2016-11-03/romance-con-la-tecnologia-03-11-2016-22-11-46