Siria/23 marzo 2017/Fuente: Acnur.org
Desde que estaba en la secundaria en Siria, Jankidar sabía que quería estudiar ciencias políticas. Pero poco después de matricularse en la Universidad de Alepo, él tuvo que abandonar sus estudios para mantener a su familia.
Después irrumpió la guerra en Siria en 2011, y él se vio obligado a huir de su ciudad natal de Kobane hacia Líbano, donde intentó matricularse una vez más en la universidad. Esta vez, tuvo que balancear cuatro trabajos para pagar sus clases y poder mantenerse.
“Trabajaba en mantenimiento de elevadores, como conserje, como pintor y como extra en películas y shows de televisión de Líbano y Siria”, recordó.
La lucha del joven de 31 años para obtener un grado universitario resulta muy común para los refugiados sirios en Líbano, donde solo uno de cada ocho de ellos logra tener acceso a la educación superior.
Después, en 2015, él supo del programa de becas para educación superior del ACNUR, llamado DAFI. Él aplicó, y poco después, venció las probabilidades al ganar una beca completa para estudiar un Master en Ciencias Políticas y Administrativas en la Universidad Libanesa.
Solo uno de cada ocho de ellos logra tener acceso a la educación superior.
Desde su nacimiento en 1992, el programa DAFI ha crecido considerablemente, permitiéndoles a más de 2.240 estudiantes refugiados estudiar en universidades y colegios universitarios en 41 países de asilo en 2014. En Líbano, 315 estudiantes se benefician actualmente de este programa.
Pero para la mayoría de los refugiados jóvenes los obstáculos que se presentan en el acceso a la educación superior continúan siendo enormes. Mariam, una estudiante siria de 23 años, huyó de Damasco hace cuatro años, ella ya tenía un bachillerato en ciencias y planeaba continuar sus estudios tan pronto regresara a Siria.
“Yo estaba convencida de que no estaríamos en Líbano por dos semanas, los más un mes”, dijo Mariam. “Pero pronto se le prohibió volver a quienes habían huido del vecindario, toda el área estaba sitiada”.
Mariam pasó los siguientes dos años en Líbano dando clases privadas a niños de escuela. “Mi padre tiene una discapacidad y mi madre no podía encontrar un trabajo. Yo estaba preocupada por mi familia y no podía continuar estudiando y trabajar al mismo tiempo”.
A nivel mundial hay más de 65 millones de personas desplazadas por las guerras y la persecución, incluyendo a más de 21 millones de refugiados, siendo más de la mitad de estos son niños. De acuerdo con un informe del ACNUR, solo 50 por ciento tienen acceso a la educación primaria, 22 por ciento a la secundaria y únicamente un uno por ciento tiene acceso a la educación superior.
En Líbano, más de un tercio de los beneficiarios de DAFI han dicho que no tienen tiempo para estudiar debido a la presión que reciben en sus hogares para trabajar y apoyar a sus familias, de acuerdo con una evaluación hecha en 2016.
Mariam nunca se dio por vencida con su sueño de una educación superior. Un año después de estar en Líbano, ella se dio cuenta de que para poder aplicar a las universidades, necesitaba recuperar su certificado de bachillerato de Damasco, algo que no había considerado cuando ella y su familia huyeron de Siria.
“Hice todo lo posible para que algún familiar obtuviera mi certificado, pero no fue posible. Estaba atrapado en la Universidad de Damasco, donde yo estaba matriculada inicialmente y necesitaba una decisión gubernamental para que lo liberaran”.
Agatha Abi Aad, Oficial Asistente de Educación del ACNUR, explicó que la falta de documentos administrativos, incluyendo los certificados de educación anteriores, es uno de los muchos obstáculos que enfrentan los jóvenes sirios que desean inscribirse en la universidad.
“Las universidades ahora emiten un documento al registrarse, antes de la matricula oficial, eso ayuda a que los estudiantes puedan recibir la residencia temporal, lo es un requisito para la matrícula universitaria. Pero la mayoría de los refugiados en Líbano son incapaces de pagar la matrícula anual de $200 dólares”, dijo Abi Aad.
“Estoy ayudando a los niños sirios porque temo que no tengan otra oportunidad de obtener una educación”.
El Gobierno del Líbano anunció el mes pasado que los refugiados sirios registrados con el ACNUR pueden ahora renovar sus permisos de residencia de manera gratuita, un cambio queacogen los refugiados y el ACNUR, que desde hace tiempo aboga por la exoneración en las tasas de renovación.
Cuando Mariam se enteró de DAFI en 2015, inmediatamente aplicó y fue seleccionada. Contrató a un abogado con la ayuda de un pariente lejano que aún vivía en Siria y logró obtener una copia de su certificado de bachillerato. Siguió meticulosamente los pasos necesarios para inscribirse en la Universidad Libanesa. Validó su certificado en el Ministerio de Relaciones Exteriores y se dirigió al Ministerio de Educación para obtener la equivalencia.
“No tener residencia válida significa no recibir la equivalencia”, le dijo la secretaria. En ese momento, Mariam sintió como si hubiera golpeado una pared de ladrillo. “Tuve que pagar $ 600 dólares en multas por haber sobrepasado mi residencia”, dijo. Mariam espera que el cambio de política más reciente le permita seguir su sueño y continuar su educación.
Ahora trabaja como maestra de niños sirios con la Fundación Save the Children. “Estoy ayudando a los niños sirios ahora porque temo que no tengan otra oportunidad de obtener una educación”, explica.
Por ahora, sin embargo, el sueño de Mariam de continuar su educación permanece en suspenso.
Fuente: http://www.acnur.org/noticias/noticia/refugiados-sirios-se-enfrentan-a-duras-probabilidades-en-busca-de-educacion-superior/