Por: Alieto Aldo Guadagni.
Desde hace varias décadas que tenemos problemas para aumentar de una manera sostenida nuestra producción de bienes y servicios y también para abatir la pobreza y la exclusión social, que están aumentando en los últimos tiempos.
El retroceso de nuestro país en el escenario internacional ha sido considerable, ya que en 1980 la participación de nuestro PBI en el PBI global era nada menos que el doble que la actual. Con la excepción de Venezuela, somos el país que mas ha retrocedido en América Latina.
La pobreza asociada con este estancamiento económico no sólo es alta sino que además se concentra en los niños, ya que cada dos niños uno es pobre: esta exclusión social compromete nuestro futuro. La pobreza afecta principalmente a quienes no pudieron avanzar más allá de la escuela primaria. Según el Barómetro Social de la UCA, en los últimos años la pobreza afectaba a la tercera parte de las familias, pero esta proporción descendía a 18 % entre quienes habían completado la escuela secundaria, mientras trepaba al 47% entre quienes no la habían completado.
Un buen sistema escolar asegura altos niveles de conocimientos a sus alumnos, pero no se puede agotar en ésto, sino que además debe apuntar a eliminar aquellas desigualdades en los niveles de conocimientos de los alumnos que dependen del nivel socioeconómico de sus familias. Nuestra pobreza y la indigencia se concentran en quienes tienen una escasa escolarización. Los pobres son hoy más que pobres transitorios, ya que en muchos casos son familias enteras, que por más de una generación han estado excluidas del nuevo y difícil mundo del trabajo de este siglo.
Cuando la pobreza es coyuntural, sí se pueden encontrar soluciones de corto plazo con planes sociales; pero cuando la pobreza es estructural, como la que nosotros padecemos, son necesarias otras líneas de acción que apunten a la raíz del flagelo de la pobreza y la marginalidad social.
La propuesta superadora se centra en la educación, ya que de la pobreza no se sale con subsidios, que son útiles pero no alcanzan. El requisito mínimo es la escolarización completa de los adolescentes. En este siglo, por lo menos la graduación secundaria es imprescindible para poder acceder a buenos empleos. La escuela secundaria es esencial para que los jóvenes adquieran las competencias que les ofrezcan posibilidades de insertarse en este mundo laboral, caracterizado por acelerados avances tecnológicos.
La escuela secundaria debe ser no solo inclusiva sino también de una calidad educativa que no dependa del nivel socioeconómico de las familias. Pero hoy nuestra escuela secundaria no es inclusiva ni de calidad. El bajo nivel educativo es un pasaporte directo al desempleo y la pobreza . Existe una enorme desigualdad en la graduación secundaria entre las escuelas estatales y privadas, de cada 100 niños que ingresaron a primer grado en una escuela privada en nuestro país en 2005, se registraron 68 graduados secundarios en el 2016, pero esta proporción colapsa a apenas 32 en las escuelas estatales. Estamos en presencia de un sistema escolar con dos niveles distintos y separados, por esta razón no debe sorprender que haya pocos estudiantes pobres en nuestras Universidades.
Nuestros adultos que hoy son pobres y excluidos no terminaron ayer la escuela secundaria, pero debemos lograr que mañana sus hijos se gradúen en escuelas secundarias de buen nivel educativo. Así podremos quebrar este círculo de reproducción intergeneracional de la pobreza. La igualdad de oportunidades es esencial en una sociedad donde la justicia social no sea simple retórica. Sin inclusión educativa no podremos abatir una pobreza que hoy es laboralmente excluyente. Por esta razón nuestros pobres son hoy verdaderos excluidos.
En este siglo XXI es cada vez mas importante la Universidad, y por esta razón debemos enfrentar una preocupante situación caracterizada por nuestra escasa graduación universitaria, no solo cuando nos comparamos con países industrializados sino también con países latinoamericanos como México, Colombia, Brasil y Chile. Estos países no sólo tienen más graduados universitarios que nosotros sino que además avanzan año a año más rápido en la graduación universitaria. Tengamos presente que en este siglo crecen los países capaces de acumular capital humano altamente calificado gracias a su sistema educativo de calidad.
La tarea que enfrentamos es grande, ya que además no podrá haber en los próximos años un sostenido crecimiento económico sin inversión, particularmente en capital humano preparado para los grandes cambios tecnológicos que ya vive el mundo globalizado, no sólo en las antiguas naciones industrializadas sino también en las emergentes como China, India y Corea, mas países latinoamericanos que vienen creciendo de una manera más sostenida que nosotros en los últimos años.
Los años que vienen serán críticos, ya que estará en juego nuestra capacidad de aprender de los errores del pasado, y encauzar nuestra economía por el sendero no solo del crecimiento económico, sino también de la igualdad de oportunidades. Para todo esto será esencial el fortalecimiento de nuestra educación. Pronto habrá elecciones, esperemos poder dejar atrás los discursos superficiales y que se presenten propuestas consistentes y bien fundamentadas que nos expliquen lo que debemos hacer para superar este retroceso educativo y volver a crecer con más producción y mejores empleos. Si queremos abatir la pobreza, tenemos que expandir sostenidamente el PBI, pero esto exige mejor educación para todos. Esperemos propuestas, no retóricas sino concretas, que sean ambiciosas pero también realistas.
Fuente del artículo: https://www.clarin.com/opinion/educacion-crecimiento_0_aO4jwgI8e.html