Por: Juana M. Sancho
La primera columna del curso 2019-2020, además de resaltar la importancia de la teoría y la práctica, quisiera dedicársela a todos los docentes que construyen cada día el sendero con el alumnado y sus familias, realizando una labor impagable para el presente y futuro de la educación.
En este hemisferio comienza un nuevo curso escolar. Unos lo viven con nostalgia. ¡Se acabó lo bueno! ¡Se acabaron las vacaciones! Otros con entusiasmo. ¡Volveré a ver a mis amigos y amigas! ¡A ese profesor o profesora que tan bien me ha acogido y tanto me ha permitido aprender! ¡Seguiremos investigando y descubriendo mundos! ¡Volveré a ver a mi alumnado que tanto me estimula! Otros con preocupación. ¡Qué aburrimiento! ¡Tantas horas sentados en filas y columnas donde me piden que memorice cosas a las que no encuentro sentido! ¡Y, encima, la selectividad! ¡Otra vez a lidiar con alumnado desmotivado y conflictivo!
Pero lo que sí parece es que la mayoría de nosotros sentimos, aunque sea de distinta manera, la importancia de la educación. De ese derecho (todavía no logrado para todos y cada uno de los niños y jóvenes del planeta) y deber fundamental de poder contar, desde que nacemos, con un entorno que nos proporcione el bienestar y la atención necesarias para poder crecer, aprender y participar con responsabilidad en nuestra sociedad.
En nuestro entorno social contamos con una institución: la Escuela, a la que le hemos adjudicado el papel principal de “educar” y “enseñar” a niños, niñas y jóvenes. Y como vivimos momentos de cambios sociales, económicos, políticos, culturales y tecnológicos, no solo cada vez más acelerados sino más alejados del control y la participación real de los ciudadanos, cada vez somos más los que pensamos en la necesidad imperiosa de revisar, transformar, mejorar el funcionamiento de este poderoso dispositivo. Para que este dispositivo inercial e ideado en otro momento histórico, con otras necesidades y circunstancias, no se convierta en un freno, cuando debería ser un acelerador (piénsese en los importantes porcentajes de abandono y desafección escolar). Y aquí viene el sentido del título de esta columna.
La necesidad de revisar, transformar, mejorar la educación institucional ha llevado, entre otras cosas, a la proliferación de “gurús” (palabra de origen hindú que significa ‘maestro espiritual’, una persona importante que muestra el sendero, originalmente del yoga, y que ahora se ha extendido distintos ámbitos sociales). De ahí que, en el pasado mes de marzo, un colega de la universidad me enviase una lista publicada por la organización Global gurus consistente en siete mujeres y veintitrés hombres, considerados como los treinta mejores gurús del ámbito de la educación. Global gurus es una organización de investigación, que dice financiarse con sus anunciantes en sus sitios de internet y no de los seleccionados como gurús. De los que afirman que no son líderes de la industria, sino personas que apoyan el conocimiento y el desarrollo personal y organizativo a través de charlas, capacitación, libros y medios de comunicación, en distintos campos: liderazgo, gestión, comunicación, ventas, coaching, programación neurolingüística, hospitalidad, marcas, atención al cliente, lenguaje corporal, mercadotecnia en Internet, cultura organizativa, gestión del tiempo, conferenciantes motivadores y empresa emergente (starup). ¡Cada campo tiene su lista de 30 gurús! Parece que guías no nos faltan, pero lo importante es qué pasa en “el sendero”.
En el caso de la educación, la mayoría son o han sido docentes e investigadores mayoritariamente en la universidad y algunos han creado o están vinculados a organizaciones educativas, con más o menos afán de lucro. Todos comparten un interés por la educación y por promover su mejora. Algunos, pocos, son conocidos en nuestro contexto. Pero todos han realizado y realizan aportaciones interesantes que contribuyen a repensar y reimaginar la planificación y la práctica de la educación. De hecho, ojalá algunas de sus aportaciones fuesen más conocidas y consideradas por los diseñadores de las políticas educativas y los educadores.
En el mismo momento en que leí el contenido de las aportaciones de los miembros de la lista, estaba inmersa en el trabajo de campo de un estudio de caso sobre la transformación educativa propiciada por la participación en la Red de Competencias Básicas, en una escuela primaria pública. Una iniciativa de la Consejería de Educación de Cataluña, en la que participan más de 500 centros de primaria y secundaria públicos. Su finalidad es favorecer la transformación y mejora de la educación desde las escuelas e institutos, siendo el profesorado el motor de la iniciativa, a través del aprendizaje cooperativo, la articulación del currículo por proyectos y la evaluación formativa.
Esta actividad de investigación me llevó a compartir bastantes horas con un grupo de docentes en un barrio popular del área metropolitana de Barcelona. En una antigua fábrica, convertida en dos escuelas, que comparten distintos servicios (comedor, patio de recreo, algunos pasillos…) y que, al entrar, producía una sensación de calma y alegría. En una institución que acoge niños y niñas con dificultades de audición, con más del 40% del alumnado es extranjero, con aulas repletas, matrícula viva y una clara escasez de personal. Pero la acogida que nos depararon, la cantidad de momentos de gran calidad educativa a los que tuvimos ocasión de asistir y la actitud de todos los miembros del equipo (incluidos personal de apoyo, conserjes, cocineras), me llevó a pensar que allí, como en muchos otros centros, estaban los auténticos gurús. Los que no solo mostraban el sendero, sino lo construían con alumnado y familias.
No contaban con gran reconocimiento aunque, habiendo sido maestra considero que un abrazo espontáneo de un niño o una niña, o el hecho de que un niño pakistaní aparezca un día en clase sin hablar una palabra de catalán o castellano, y pueda pasar un día en la escuela sin desesperarse, o que algunas familias pregunten cómo pueden contribuir más a la escuela, son algo inenarrable. Ni con ingresos extra y tratamiento de VIP. Pero a medida que lo pensaba, más me convencía de que estas maestras (son la mayoría) y el personal de apoyo, eran los auténticos gurús.
De ahí que al pensar la primera columna del curso 2019-2020, además de resaltar la importancia de la teoría y la práctica, quisiera dedicársela a ellas y a todos los docentes que construyen cada día el sendero con el alumnado y sus familias, realizando una labor impagable para el presente y futuro de la educación.
Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/09/05/los-autenticos-gurus/