La mala educación

La Argentina no tiene brújula para orientar su educación. No hay educación. O, en todo caso, es una educación de angustia, entrecortada, pobre de resultados.

Viene a ponernos a la vista -una, otra vez, desde hace no menos de medio siglo- la educación transformada en conflicto incesante. No hay villanos, héroes ni presupuestos mezquinos, sino el paisaje de la educación en el lugar que intenta ser un país, además de sus símbolos y escarapelas en las fechas señaladas, un país. Con buenas instituciones y con una burocracia eficiente -es necesaria una burocracia en cualquier parte, pero lo que importa es que sea eficiente, entrenada y aún vocacional: servir bien al Estado en tantas funciones-. También con generosidad, con visión larga, con entrega y, no lo dudo, con la posibilidad de ser felices como derecho a ser procurado.

En Chubut, se entra en la décima semana sin clases. Algunos líderes de la docencia -en sustancia una actividad política y gremial mucho más que una profesión generosa y con sueños como los que pobló y puso la visión de Sarmiento, del Loco Sarmiento- mantienen que no es asunto de cantidad. Arguyen, dicen, que se puede completar un ciclo con menos días de clase. El dirigente Santiago Goodman agrega que es bueno para los alumnos aprender a luchar antes que raíces cuadradas “y otras cosas”.

Envueltos en su cuffiya, el pañuelo a cuadros tradicional palestino y árabe en general con el que se adornan para pavonearse de revolucionarios, sueltan consignas no sólo absurdas -no se aprende a luchar por adoctrinamiento y crisis: se aprende al paso de la vida-, sino también rancias, viejas . El pensamiento idiota, atrasado y pobre, cuando las naciones del mundo lo encabezan por la capacidad de conocimiento, el mayor valor ahora y lo será cada vez más.

Con gremios tan poderosos y con tanta tan permanente discusión, la educación no existe.

La Argentina -es el nombre- no tiene brújula para orientar su educación. No hay educación. O, en todo caso, es una educación de angustia, entrecortada, pobre de resultados, persistente en la idea de que se conspira contra la educación pública, tesoro a cuidar, por supuesto, pero para hacerlo es necesario asistir, estar en el trabajo, ponerse al día, no salir corriendo frente a la posibilidad de modernizarse y cambiar, como un parto, de siglo: aquí los siglos pasan con lentitud.

No es Chubut, no son los docentes enroscados en una paritaria eterna: es el abandono de la educación. No es importante o, peor, no se sabe qué hacer con ella. Es una deriva creciente, incierta, con pruebas PISA cada vez peores -“son trampas del Imperio”- , con una deserción desoladora antes de pasar por el reino del bullyng y la nada.

De manera darwiniana, chicos, jóvenes y colegios “raros”, lo hacen bien, con planes, se diversifican en posibles despertares y caminos, enseñan, aprenden. Rarezas. Lo cierto es que, con gremios tan poderosos y con tanta tan permanente discusión, la educación no existe. En la región -lo digo por evitar que se pongan como escudo el subdesarrollo y la pobreza- hay países con buena educación: Ecuador, Uruguay, México, Chile a pesar de la dificultad -cara como evolución de una educación completa-, funciona bien. Y hay más. Aquí, perro que quiere morderse la cola, De modo que para ver el futuro hay una dificultad así de grande. Así. Se trata de la mala educación.

Fuente del artículo: https://tn.com.ar/opinion/el-toque-mactas-la-mala-educacion_995866

 

Comparte este contenido:

Mario Mactas

Periodista y escritor argentino