Por: Alberto Croce
Frente a los dolorosos hechos que desde ayer nos golpean con contundencia, más allá de expresar mi repudio, siento necesidad de escribirles a los y las jóvenes. A tantos que conozco a lo largo y ancho del país.
A tantos y tantas con quienes marché en las calles defendiendo los derechos humanos, pidiendo por el boleto educativo, gritando «Ni una Menos», cantando y festejando los logros de las políticas públicas del kirchnerismo, embarrándonos en los barrios cuando las inundaciones de La Plata, Luján o Pilar.
Trabajando juntos en las Semanas por los derechos de los jóvenes, la Escuela Latinoamericana de Actoría Social Juvenil, las reuniones del Movimiento Argentino de Estudiantes Secundarios, las de la Campaña Argentina por el Derecho a la Educación y la Red Estudiar es tu Derecho…
Quisiera tenerlos hoy muy cerca y abrazarlos muy fuerte.
Yo sé que son valientes y fuertes, pero esto que nos está pasando es demasiado duro.
No se trata de una operación política o mediática. Es un desastre ético que nos pone en el peor lugar. Y un corazón joven que se inaugura en las luchas, no merece estas cachetadas injustas.
Soy de una generación que tuvo miles de héroes que fueron capaces de todo por sus compañeros de militancia. Bancarse torturas impresionantes para no delatar a sus compañeros. Y dar la vida cuando llegó el momento porque la causa que los movía era más importante que la propia vida y eso, algunas veces, sólo se demuestra entregándola.
Estas lacras llenas de dinero robado y pactado con otras lacras que sólo les importa enriquecerse a toda costa, no son de los nuestros. Debimos haberlos eyectado nosotros mismos hace rato y no pudimos o no supimos hacerlo. Pero no fuimos cómplices de estos hijos de puta. Al menos yo no me siento cómplice. Aunque me siento estafado por ellos.
Estas basuras han hecho de la política una herramienta de enriquecimiento y no la conciben sino con el manejo del dinero en el que ponen su confianza, utilizándolo sin ningún tipo de límites.
Quiero decirles que yo aprendí de mis maestros que la riqueza de uno está en donde uno pone su corazón. Y mi corazón está puesto en cada uno de ustedes. Cuando esto sucede, verdaderamente, es mucho más difícil que los intentos por comprarnos sean exitosos. Ustedes son «mi riqueza» y no la basura que estos tipos guardan en las «bolsas negras».
Muchos me han dicho y me siguen diciendo que soy ingenuo. Desde que yo era adolescente vengo escuchándolo.
Y me lo dicen porque no creo en este tipo de opciones que, para mí, no es una «manera de hacer política» porque eso NO ES hacer política.
Tampoco justifico el «robar para la corona» ni el enriquecerse para poder enfrentar a los grandes poderes del mercado… No creo en que debamos transformarnos en aquello que queremos expulsar del poder para cambiar la sociedad y hacer un mundo mejor.
Es cierto que la honestidad cotidiana no nos conduce al enriquecimiento económico desmedido. Pero, al menos a mí, me ha llevado a poderlos mirar a los ojos, cada vez que nos encontramos, con paz interior y con las convicciones que siempre intenté sostener.
Así intenté vivir desde muy chico. Quizás porque mis padres me enseñaron que era preferible ser honesto que ser rico por corrupción.
No nací de una familia rica. Y cuando pudieron «estar un poco mejor» trabajando duro, las políticas del poder los doblegaron y esquilmaron una y otra vez. Por eso mi opción fue luchar por una sociedad más justa para todos y no para el éxito individual.
Las situaciones en los que la corrupción se vuelve una tentación, siempre aparecen y a veces nos rodean. Creo que la única forma de que no nos venzan es tener muy claro por qué y por quiénes se lucha y cuáles son las cosas que le dan sentido a nuestras vidas.
Por eso, si les sirve de algo, hoy quisiera abrazarlos a todos. Y volver a ratificar las convicciones que nos juntaron en muchos momentos.
Me han escuchado muchas veces decir que no se puede pretender sistemas de vida que exijan un heroísmo continuo de quienes lo viven. Nadie lo resiste.
Pero ahora, pero hoy, sí se lo requiere. Hoy tenemos que ser verdaderamente «héroes» para que esta mierda no nos doblegue, pase lo que pase.
Ratificando que nuestras opciones pasan por otro lado. Y que vale la pena renunciar profundamente a toda forma de corrupción violenta, y reafirmar a la Política como camino y espacio por generar sociedades más justas en donde el poder y la riqueza se distribuya entre todos y todas.
Justo hoy que la lucha contra la corrupción de los que están en el poder en Argentina corre el riesgo de naturalizarse y de «legalizarse». Justo hoy, tenemos que salir a condenar este sistema corrupto, con la vergüenza de haber tenido entre nosotros a esta mierda…
Sí. Justo hoy. Y no bajaremos las banderas.