América del sur/Argentina/Fuente:http://www.diariodecuyo.com.ar/
Por: Yolanda Quiroga
La educación contemporánea se enfrenta ante el desafío de portar una doble condición, ser de calidad e inclusiva.
El reto para los sistemas educativos y las instituciones se sitúa en torno a la necesidad de generar experiencias que propicien saberes socialmente significativos» (Frigerio 2008).
El derecho a la educación implica, acordar y diseñar estrategias para promover el ingreso, permanencia y egreso de una institución educativa. De esta manera, la palabra inclusión se traduce en reconocimiento y alojar a todos sobre la base de un horizonte común: más y mejores oportunidades de aprendizaje, representando enfáticamente inclusión social.
Una educación equitativa y de calidad, garantiza el acceso, la plena participación y el aprendizaje a todos y cada uno de los estudiantes, independientemente de sus diferencias personales y su procedencia social y cultural» (Murillo 2008). No podría hablarse de educación de calidad si no se logra que todos los alumnos, y no sólo parte de ellos, adquieran las competencias necesarias para insertarse activamente en la sociedad y así, desarrollar su proyecto de vida en relación con otros.
La UNESCO en su informe (2005), establece tres elementos para definir una educación de calidad: respeto de los derechos, equidad en el acceso, los procesos y los resultados y pertenencia de la educación, es decir, aquella que tienen al ‘alumno en el centro», adecuando la enseñanza a sus características y necesidades.
Si hablamos de una educación inclusiva implica una transformación en los paradigmas educativos considerando la diversidad.
Una educación con estas características, demanda mayor profesionalismo de los docentes, trabajo en equipo y proyectos educativos amplios y flexibles que se adapten a las distintas necesidades de los alumnos. Requiere un abanico de propuestas educativas, a fin de asegurar que todos logren las competencias básicas a través de distintas alternativas equivalentes en calidad. Son procesos y su incorporación, en consecuencia lentos. La educación inclusiva hace referencias entonces, a las necesidades de contemplar la igualdad de derechos y oportunidades para todos. Al mismo tiempo supone aludir a la exclusión.
Muy unida a estos datos está educación-pobreza. La Argentina se encuentra entre los países con más altas tasas de acceso y cobertura en la educación básica o primaria (Unicef 2012). Sin embargo, los principales problemas del sistema educativo argentino, tienen que ver con la calidad, el bajo nivel de aprendizaje de los contenidos básicos y la deserción en el nivel secundario. Estar escolarizado, no significa haber avanzado acorde con los niveles de aprendizaje requeridos.
Diferentes autores sostienen que uno de los factores que generan segmentación social es la marginación por inclusión. Esto significa, que el estudiante no ha logrado la adquisición de habilidades básicas, como pasar de grado, sin adquirir las nociones esperadas (Gentili 2011).
Uno de los retos centrales de la educación, reside en portar una doble condición, ser de calidad e inclusiva. Responde a este desafío el poder articular y coordinar distintas estrategias y miradas. No podemos negar, que buena parte de los jóvenes que ingresan en las escuelas secundarias, padecen problemas y necesidades básicas insatisfechas. No sólo en el terreno de la alimentación sino salud, vivienda y acceso a servicios públicos.
Urge tender a superar la segmentación del sistema educativo para lograr una educación inclusiva y de calidad.
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