Recrear las «casas de la sabiduría»

Por: Miguel Angel Schiavone

La Universidad es el espacio legitimado por la sociedad para producir y trasformar saberes, pero también para interpretar y transmitir los contenidos de la cultura; entre ellos, los valores. No es posible separar en el proceso de enseñanza el área cognitiva de los aspectos valorativos y actitudinales.

El saber popular abunda fuera del ámbito educativo, el saber científico se puede hallar en las bibliotecas o en Internet, pero la sabiduría se adquiere a partir del maestro, de aquel que lleva de la mano por los caminos de la vida. Platón entendía la educación como un proceso de embellecimiento de la persona, con tres funciones esenciales: preparación para la profesión, formación del ciudadano y desarrollo del ser virtuoso. La educación universitaria está para inquietar las mentes, para estimular una actitud crítica y reflexiva; está para encender los intelectos, despertarles la alegría de estudiar y prepararlos para pensar correctamente; está para abrir los corazones a los valores superiores del ser humano. La formación en valores crea conciencia, convicción y actitud para enfrentar los problemas del entorno y decisión para resolverlos.

En este análisis valorativo de la educación no se puede ignorar la influencia que tienen los medios gráficos, audiovisuales, Internet y redes sociales. Por ejemplo, los grupos antivacunas son muy activos; aportan información no contrastada, carente de fundamento científico sólido. Pero logran afectar las coberturas vacunales en algunos países. Si Sabin o Koch asistieran a estos debates seguramente nos recordarían las epidemias de viruela o de polio. Algo semejante puede ocurrir con la enseñanza universitaria. Una información reciente revela que un tercio de las 100 personas más ricas del mundo no tiene título universitario. ¿Esto debería desanimar a quien quiere formarse? Es innegable que la sabiduría natural, la percepción, la oportunidad, la viveza en las decisiones, pueden impulsar la creatividad para resolver necesidades humanas. Sin embargo, esos mismos “triunfadores” que bebieron de la universidad de la calle, propician el desarrollo de sus hijos a través de la formación integral que ofrece la Universidad.

Al igual que Sabin y Koch con los grupos antivacuna, los grandes académicos de otros tiempos nos recordarían los principios que llevaron a la creación de “las casas de la sabiduría”. La Universidad no sólo entrega una titulación por haber adquirido nociones y destrezas para ingresar al mercado laboral. Debe ser un fermento permanente en la múltiple evolución humana. Pero el “trabajo líquido” es la desestimación de la condición humana. El asunto es que no todos los proyectos educativos son iguales. Algunos se desentienden de los valores, despersonalizan y pierden su razón de ser. Así dan sustento a quienes consideran a la Universidad como un obstáculo para la construcción de la sociedad del futuro.

Fuente: http://www.clarin.com/opinion/Recrear-casas-sabiduria_0_1676232525.html

Foto de archivo

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Miguel Ángel Schiavone

Decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la UCA. Argentina