Asia/ Tailandia/ 25 Noviembre 2016/ Autora: Ximena Hessling/ Fuente: La Región
Sou y Lam Yay son dos adolescentes de 14 años que mendigaban y vendían flores y caramelos en las calles de Tailandia, actividades con las que ganaban entre 10 y 20 euros al día para mantener a su familia y sus historias de vida reflejan la realidad de los millones de niños que son obligados a trabajar en el mundo.
Actualmente, ambos viven en la localidad de Poipet, en el norte de Camboya fronterizo con Tailandia, a un centro residencial, gestionado por la asociación Damnok Toek (Gota de agua), con el apoyo de la ONG española Manos Unidas, para la prevención, rehabilitación y reinserción social de menores en situaciones de vulnerabilidad.
Mientras está sentado en un columpio del centro, Sou, un sobrenombre propuesto por él mismo que significa «sonido», es un chico que asegura que se encuentra bien en este lugar, donde puede estudiar con el objetivo de llegar a ser médico en el futuro.
«Me gusta estar aquí porque estoy aprendiendo la lengua camboyana que nunca había estudiado hasta ahora, ya que solamente hablaba tailandés», explica durante un viaje de prensa a Camboya.
Sou nació en Tailandia porque sus padres se fueron a trabajar a ese país, donde aún permanecen.
Precisa que su abuela lo llevaba a pedir limosna y vender flores y golosinas en las calles de Tailandia y que obtenía unos 20 euros al día que utilizaban para comprar comida.
Recuerda que tenía cuatro hermanos, dos mujeres y dos varones. Una de ellas se ahogó y murió. Cuando vivía debajo de un puente con su abuela, un ladrón robó a su otra hermana y, desde entonces, no han podido encontrarla.
En cuanto a los dos hermanos, uno trabaja en un barco tailandés, mientras que el otro fue arrestado por la Policía cuando hacía lo mismo que él.
Lam Yay, un apodo en lengua tailandesa que significa longan, una fruta exótica y que le había puesto un conocido, es una jovencita que vive en el mismo centro residencial desde hace siete años, donde disfruta haciendo artesanías y estudiando para llegar a ser contable en un banco.
Desde lo alto de un tobogán en una zona de juegos infantiles, relata que su madre la llevaba a Tailandia para mendigar cuando era un bebé de pocos meses y que, a medida que fue creciendo, la sacaba a pedir limosna y la vigilaba para protegerla de la Policía.
De esta forma, ganaba entre 10 y 20 euros al día, un dinero que su madre empleaba para tratarse de un cáncer de útero y, a veces, para jugar a las cartas.
Sostiene que su madre iba y venía de Camboya a Tailandia hasta que un día, mientras la mujer estaba en una habitación de alquiler en el lado tailandés, Lam Yay, con tan solo 6 años, salió sola a mendigar porque conocía el camino y la Policía la detuvo.
Tras pasar seis meses en dos centros para personas indocumentadas, la pequeña llegó a las instalaciones de la ONG Damnok Toek, donde una persona conocida le comunicó que su madre había tratado de buscarla sin éxito y que había muerto a causa de su enfermedad.
Esta organización garantiza la atención de quinientos menores en situación de riesgo, de los que 150 específicamente participan en un programa de educación no formal.
Los jóvenes reciben una formación profesional para encontrar un trabajo digno y mejorar sus expectativas de futuro.
Poipet es un puente internacional entre Camboya y Tailandia, que recibe una masiva inmigración rural del interior de Camboya atraída por la construcción de casinos.
La mayor parte de sus habitantes vive bajo el umbral de la pobreza y tiene un bajo nivel académico, ya que el 70 por ciento de la población es analfabeta.
Los niños de las familias pobres son más vulnerables a la hora de ser reclutados para el trabajo forzado, que incluye la mendicidad, la servidumbre doméstica y la prostitución en Tailandia. En muchas ocasiones, los padres son cómplices de estas prácticas.
Fuente: http://www.laregion.es/articulo/mundo/sou-y-lam-yay-ninos-mendigaban-10-euros-dia-tailandia/20161120175036665406.html