Por: José Darwin Lenis
Una familia que gana un salario mínimo hoy tiene muchísimas dificultades para fortalecer una educación de “calidad integral” que el Ministerio de Educación Nacional (MEN) pretende sea de mayores y mejores resultados. Olvida el MEN las prioridades humanas, primero alimentación que educación.
Es ineficaz por tanto la famosa gratuidad escolar y las campañas “todos a estudiar” o “ni uno menos por fuera de la escuela” si no se logra ser incluyente con la población más necesitada, pobre y vulnerable.
Hay en Colombia, más 320.000 jóvenes en edad escolar por fuera del sistema educativo y un 5,7 % de tasa de analfabetismo. Una remesa escolar de solo útiles cuesta en promedio por lo menos $300.000, que es lo que muchas familias de estratos altos invierten mensualmente en apropiación de capital cultural (ir a cine, a teatro, o comprar literatura). La ausencia de estos componentes en los niños influye directamente en los desempeños y competencias sociales que, por cierto, cada vez son más preocupantes; por ejemplo, leer y no comprender tiene relación estrecha con la convivencia ciudadana. Una persona que no comprende está más dispuesta al conflicto y difícilmente acepta el dialogo como herramienta para solucionar contrariedades.
En tal sentido, la reforma tributaria estructural es directamente antípoda a la política de incentivos educativos promovidos por Mincultura y Mineducación. A menor ingreso económico familiar, disminuye la posibilidad de éxito escolar porque se dificulta cumplir con las exigencias de material escolar, o a mayor incremento en impuestos a la canasta familiar, aumenta el fracaso escolar (deserción y/o débil apropiación de conocimientos/saberes) ya que los estudiantes abandonan la escuela buscando aportar recursos económicos para la sobrevivencia familiar. Por ello, gravar los libros atenta contra el mejoramiento social y diluye las metas del gobierno nacional de elevar los índices de lectura o alcanzar en el 2025 Colombia la mejor educada.
Es una pena que las ministras de Educación y de Cultura, Yaneth Giha y Mariana Garcés, no digan nada, estén calladas, no se pronuncien frente a esta violencia estructural arremetida por el Senado y que claramente afecta transformar el país en un país más lector, educado y pacífico. Solo al analizar los datos de cobertura educativa, de inclusión escolar y de competencias lectoras de interpretación y comprensión de textos, Colombia se raja. Según MEN 2016, seis de cada diez estudiantes de primaria tienen dificultad para entender e interpretar textos complejos, leemos 1,9 libros por año y existe una biblioteca por cada 34.259 habitantes. Todo esto evidencia un fracaso social rotundo, que de seguro se va a agudizar en este año escolar por el apretón tributario.
Pareciera que al Ejecutivo, al Legislativo y a los ministerios sociales se les olvidara que Colombia es uno de los países de América más desigual e inequitativo, al que le exigen las agendas internacionales priorizar la disminución de pobrezas y el mejoramiento de indicadores de necesidades básicas satisfechas. Urge presentar una contrapolítica o contrareforma educativa que en verdad ayude a incluir al sistema cultural y educativo a los más desposeídos, ofreciéndole mayores oportunidades de converger en una sociedad menos discriminadora, más digna y justa.
Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/los-desposeidos