Un experto alerta de que «vivimos en una sociedad hipersexualizada, pero con el peor sexo de la historia»
Jerez de la Frontera
«¿Por qué no? Cómo prevenir y ayudar en la adicción a la pornografía» es el libro que está haciendo saltar todas las alarmas en una sociedad cada vez más hipersexualizada, donde cada vez se consume mas porno y a edades más tempranas. Su autor es el psicólogo y sexólogo clínico Alejandro Villena, y ha pasado este martes por los micrófonos de Hoy por hoy de Radio Jerez.
«Adolescentes que se aíslan de su entorno social y ya no disfrutan en sus relaciones sexuales. Adultos que han perdido su empleo y hecho daño a su familia debido a su adicción. Internet y la revolución del smartphone han permitido una difusión masiva de la pornografía; en España, la edad media del primer contacto con este material es entre los nueve y los once años», asegura. El problema es que no somos conscientes de sus consecuencias.
Para empezar, desvela que «casi el 80% de los menores no hablan con su familia de pornografía».
Y el problema arranca desde muy atrás, «porque durante muchos años no se pudo hablar de sexualidad, pero el problema es que nos hemos pasado de frenada permitiendo cualquier cosa y hay que replantear. Tenemos una sociedad hipersexualizada, pero con el peor sexo de la historia: desnudos con Inteligencia Artificial, violaciones grupales de menores… Hay que apostar por una sexualidad sana y libre».
Hasta ahora, la oposición a la pornografía estaba vinculada al puritanismo, pero Villena asegura que «esto no tiene que ver con la censura de la libertad, sino con una apuesta por la libertad. Cuando una persona depende de la pornografía no es libre. Cuando tiene condicionado su deseo sexual o su orgasmo o su placer a la pornografía y luego no puede hacerlo en la vida real, eso no va de libertades sexuales».
Sigue explicando que «cuando estamos hablando de prevenir agresiones, un sexo impersonal, una desconexión de la empatía o una adicción, tiene que ver con la ciencia y la educación, y ayudará a los adolescentes a ser más libres. No tiene nada que ver con moralismos ni con puritanismos».
En su opinión, la adicción a la pornografía «se comporta de manera similar a la adicción a la cocaína. Porque produce un efecto de recompensa y de alivio, un refuerzo positivo de placer y me hace evadirme o quitarme la ansiedad o el aburrimiento.
Aunque hay niveles de adicción, Villena está convencido de que «no hay pornografía sin consecuencias. Evidentemente, no todos los que consumen porno son adictos, pero tiene implicaciones como la asociación con la violencia hacia la mujer, desde la construcción de una erótica basada en la dominación y el sometimiento, unas expectativas irreales, unos cuerpos no cercanos a la norma».
En este punto, señala que «la pornografía no está diseñada ni para la educación ni para el placer, está diseñada para vender porque es un producto de consumo».
Como muestra, un botón: «La pornografia tiene el doble de visitas que Tic Toc o que Netflix. Una de las mayores plataformas porno del mundo, el 70 % de sus vídeos eran de explotación de menores, sin el consentimiento de las mujeres o relacionados con la trata y explotación de personas».
Francesc Nogales, reconocido a nivel nacional e internacional por sus propuestas educativas innovadoras, ha volcado su experiencia en su primer libro, “Educar en clase… y en casa”, un “viaje pedagógico” que reclama vincular las aulas y el proceso de aprendizaje con el entorno social y familiar.
“Se trata de un viaje en el que vamos creciendo”, desde la infancia hasta la edad adulta, explica Nogales en una conversación con EFE, “en el que al principio replicamos un modelo de educación que hemos recibido y del que luego renegamos”.
Nogales, profesor en el colegio San Enrique de Quart de Poblet (Valencia), fue elegido el mejor profesor de Primaria de España en los Premios Educa Abanca en 2021, y ha recibido también numerosos reconocimientos internacionales por sus proyectos pedagógicos que lleva a la práctica con sus alumnos, tras más de 25 años de “prueba-error”.
Propuestas de educación que implican a las familias y al entorno social de los alumnos
El libro que publica Plataforma Editorial reúne siete de estos proyectos relacionados con la lectura, las matemáticas, el abordaje del “bullying” o el Alzheimer con la recuperación de la memoria de los mayores, a través de propuestas que implican a las familias y al entorno social de los alumnos y les sirve de motivación para el aprendizaje.
Con sus alumnos ha realizado reseñas literarias que se han publicado en medios de comunicación; talleres de matemáticas con la presencia de las familias en el aula; ha tratado como afrontar situaciones que pueden derivar en “bullying” con vídeos elaborados por los niños para su difusión en YouTube; ha recopilado las historias de los abuelos en “un pueblo para recordar” y trabajado con las familias las frustraciones con propuestas como “De pequeño seré”.
Nogales precisa que son experiencias educativas de éxito después, en algunos casos, de “muchos errores”, consejos a los que los docentes y familias interesadas pueden acceder a través de códigos “QR” y modificar y adaptar a sus aulas de manera colaborativa.
El libro se divide en cuatro capítulos: infancia, juventud, madurez y vejez, y se acompaña también de varios temas musicales con la educación como temática, de Pink Floyd, Mecano, Fito y los Fitipaldis, Maluma o Seguridad Social.
Educación tradicional o innovadora
Nogales habla sobre las continuas reformas de la ley de Educación y opina que “ahora hay una confrontación muy evidente entre educación tradicional y educación innovadora cuando el camino, el debate, no tiene que ser ese sino qué podemos sacar de positivo de la educación tradicional y qué aporta de positivo la innovación metodológica”.
A su juicio, “las leyes están muy bien pero no sirven de nada si estamos dando clases como hace 30 años” y deberían centrarse en “ser útiles”. “No se trata de cambiar la ley sino de plantear la educación como una prioridad social, que se hable de la educación no tanto para debatir y generar polémica sino para generar unión”, añade.
Además, defiende que tenga un papel más visible socialmente, con propuestas como una sección de información educativa en los informativos, al igual que hay de sociedad o de cultura, que muestre las experiencias en las aulas que están desarrollándose con éxito. “Hay muchos colegios haciendo cosas que merece la pena contar y no lo cuentan ni ellos”, lamenta.
Prólogo de Pilar Alegría
La ministra de Educación, Pilar Alegría, que contactó con Nogales tras su elección como mejor docente en 2021 para conocer su trabajo y el de otros profesores con su misma visión pedagógica, es la encargada del prólogo del libro.
Alegría destaca que es una llamada al orgullo de enseñar, al privilegio de ser referente para las nuevas generaciones y un aviso a los riesgos de estar siempre subido a la tarima, ya que “un profesor que no escucha es un profesor que no sabe lo que ha aprendido”.
“Un docente maduro es sensato y no depende solo del libro, tiene buen juicio y ofrece proyectos diversos y variados, y también es prudente y sabe que cada alumno necesita algo distinto”, reflexiona Nogales, que propone a los lectores “sumarse a la acción” y lanzarse a realizar alguna de sus propuestas. “Podemos llevarnos sorpresas increíbles”, asegura el docente.
Una historia emocionante que te hace vibrar, que te atrapa en la lectura y que te hace sentir un nudo en la garganta aunque también tiene momentos divertidos en su relato.
Bruno es un chaval de 12 años tan listo y creativo como cruel con algunos compañeros, es el típico niño disruptivo que hace rabiar a los compañeros y a los docentes. Cuando una noticia brutal llega a sus vidas (a Bruno le detectan leucemia), la vida de su familia, y de sus compañeros de clase, cambia para siempre. Sus padres dejan a un lado lo profesional, que era lo que antes les ocupaba todo el tiempo, para estar con su hijo y sus compañeros, liderados por la maravillosa María, inician una campaña para conseguir encontrar un donante para Bruno. La organización y la forma de trabajar de sus compañeros, liderados por unas niñas, hace todo un tratado de pedagogía y de didáctica. Pieza clave también la tutora, Magda, que les facilita y les acompaña en el trabajo.
Mónica Álvarez Ganado es maestra de primaria, especialista en Inglés. Trabajó 15 años en marketing y comunicación. Reconoce que “su elemento” (como dice Ken Robinson) es el aula. En su perfil de Twitter nos dice: “Ayudo a aprender y por el camino sigo aprendiendo. Comparto mis días con la materia prima de la que está hecho el futuro”.
Reseña
Hace tiempo que un libro no me hacía un nudo en la garganta como lo ha hecho este. La historia emociona, pero lo que de verdad lo ha hecho es la forma de aprender de esos chavales, su forma de relacionarse, su creatividad, cómo el profesorado les ayuda a sacar para adelante su objetivo.
En este libro Álvarez nos demuestra que el aprendizaje puede partir del interés del alumnado y de esa forma se convierte en un aprendizaje significativo que les va a durar a lo largo de su vida, que no son conocimientos que aprenden, vomitan y olvidan, como decía María Acaso en su libro rEduvolution.
Nos presenta un colegio “normal” en el que hay peleas en el patio, en el que hay chavales que pasan de todo, en el que hay familias que desatienden a sus hijos e hijas porque están muy ocupados con sus trabajos, en el que el profesorado no respira todo por la misma forma de educar, en el que hay personas encantadoras que verdaderamente piensan que hay otras formas de llevar el aprendizaje para motivar al alumnado, en el que hay alumnos y alumnas muy trabajadores y preocupados por sus compañeros de clase…
Álvarez nos pone de manifiesto cómo trabajar el pensamiento y las emociones en clase, algo que es muy evidente que hay que hacerlo pero que, desgraciadamente, se lleva poco a la práctica en el día a día del aula; siguen imperando las materias, los conocimientos, el examen… y se olvida el desarrollo de los estudiantes para formar una ciudadanía democrática en la que impere la justicia social y el buen clima de aula y de centro para potenciar todos estos valores.
Trabajando de esta forma proporcionamos al alumnado un mejor desarrollo de su mente y esto le va a servir para comprender mejor, para expresarse más correctamente y con propiedad, en definitiva le va a ayudar a desarrollarse de forma más eficaz, tanto para su entorno escolar, social y familiar.
La autora también nos deja claro la colaboración necesaria entre escuela y familias y nos alienta a luchar por ese objetivo común que es la educación de sus hijos e hijas. Como decía Trujillo: “Partamos de un principio de actuación: es el profesional quien debe dar el primer paso. No podemos permanecer pasivos en relación con las familias ni doblegarnos ante los fracasos que podamos haber sufrido en convocatorias de reuniones o encuentros con las madres y los padres. Necesitamos una actitud proactiva: ¿qué quieres ser, como el publicista o como el médico de familia? Mientras que el segundo espera en su consulta a que acudamos cuando tenemos un problema de salud o una consulta, el primero analiza cómo puede entrar en nuestras casas para convencernos y animarnos a consumir. Los docentes no queremos curar (aunque a veces lo hacemos) ni tampoco vender, pero sí necesitamos la actitud proactiva y la capacidad argumentativa del publicista para poder atraer a la familia y hacerla nuestra aliada.” (Fernando Trujillo en el blog de educacontic).
“Volviendo a Bruno (el niño al que le detectaron leucemia)… A Esteban, igual que al resto de profesores, le costaba mantenerlo concentrado y atento en clase. Parecía no interesarle nada aparte de incordiar a los compañeros y llamar la atención. Le encantaba cortar las explicaciones, levantando bien la voz. El caso es que eran siempre comentarios inteligentes, pero con la clara intención de dejar en evidencia al profesor en lugar de aportar a la clase. Realmente era un problema nada fácil de manejar”.
Estaba claro que a Bruno le rodeaban circunstancias varias que hacían justificar su comportamiento: su familia no lo atendía porque estaba demasiado ocupada con el trabajo; él sí había encontrado “su elemento”, era listo, creativo y dibujaba bien, pero en el colegio a eso no se le daba importancia, él debía seguir los cánones establecidos por las normas oficiales y eso no encajaba; se hacía notar y llamaba la atención, quizás reclamando algo que no tenía en su círculo familiar; un niño típico de comportamiento disruptivo que interrumpe las clases, desespera al profesorado y rompe la armonía del aprendizaje.
En definitiva, un libro catalogado como literatura juvenil pero que nos da una gran lección de pedagogía y didáctica. Recomiendo al profesorado que lo lea y que lo reflexione con su alumnado, quizás de esos debates pueda salir una innovación y una forma distinta de trabajar el conocimiento.
«El nacimiento es la fuente última de toda renovación
en la vida humana y, por lo tanto, en la historia»
Hannah Arendt
Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un asunto humano fundamental, que no se nos cae de la boca cuando estamos en modo biempensantes y políticamente correctos, pero que en el plano práctico y fáctico se encuentra desmedidamente desprotegido, abandonado e intencionalmente descuidado, a saber, el ideal que nos motiva a educar a nuestros hijos para que construyan y vivan en un mundo mejor, como señala Rosa Montero, “ustedes, los honestos biempensantes, hijos del siglo de la hipocresía, suelen escandalizarse con mojigato escrúpulo ante las realidades de la vida”.
En “La condición humana”, Hannah Arendt sostiene que cada nacimiento representa un evento fundamental que marca el comienzo de la vida humana individual al mismo tiempo que implica una promesa de cambio a nivel social, en el sentido cuasi heideggeriano de expresar el inicio de un mar de potenciales posibilidades a desarrollarse por una vida que si bien no ha dado nada aún, se espera de ella un sinfín de expectativas dignas de concretarse. Nacer es justamente una oportunidad única que tiene la humanidad para reinventarse, para depositar esperanza de trascendencia en un mundo que se muestra permanentemente derruido en cada presente histórico.
Ahora bien, dicha esperanza casi siempre está acompañada por la inversión y el esfuerzo que implica educar e integrar en una sociedad a esa potencialidad plena que representa esa “nueva vida”. Cuando Arendt escribía sus líneas, a pesar de las atrocidades por las que acababa de atravesar la humanidad (y ella misma), la educación todavía portaba el rayo de luz esperanzador que buscaba mancomunadamente una contribución comunitaria a un bien común, mediante el cultivo de apertura hacia el mundo que nos implicaba como miembros indisociables de un todo y no como entidades atomizadas, librados cada uno al azar del voluntarismo ficticio que promete éxito pero sólo brinda soledad y desolación.
Cuando nace un ser humano, no representa una posibilidad en sí y por sí mismo, solamente, sino que tal potencialidad existe justamente porque esa vida está siendo sostenida, cuidada, protegida y mantenida por una serie de instituciones conformadas por personas que harían todo lo posible para que subsista y progrese en pos del cuidado recíproco necesario para que el ciclo se repita al momento de la reproducción posterior de nuevas vidas, y por ende, de nuevas posibilidades.
¿Suena bonito verdad? Si, muy. Pero, cuando vemos que sistemáticamente se soslaya el cuidado y la educación de las vidas de las infancias, también deberíamos apreciar que tal descuido apunta justamente a la necesidad de cercenar posibilidades y potencialidades para que muchos de ellos no lleguen a concretar la posibilidad de formar parte de una realidad comunitaria en la que todos seamos dignos de ser «cuidados».
Es tan importante el rol que asumimos frente a la educación que brindamos a nuestros hijos, como también la construcción de nuestra concepción de la formación como única vía de inclusión y ascenso social, que ignorarlo a sabiendas u omitiendo todo tipo de acción, mientras que nos empeñamos en amartillar cualquier reflexión sobre ello, nos pone manifiestamente en una postura que detestaría el aprecio por el mundo en el que vivimos y por todos aquellos con los cuales convivimos. En palabras de Arendt: «La educación es el punto en el que decidimos si amamos el mundo lo suficiente como para asumir la responsabilidad de él, y con la ayuda de otros, cambiarlo de acuerdo a nuestra imaginación”.
Estas palabras, propias de su obra “Entre el pasado y el futuro”, no hacen más que reafirmar que la educación es, sino el único, el más importante medio para cualquier esbozo de renovación positiva en la historia de nuestras comunidades, como también el método más eficaz de acceso al progreso colectivo e individual que apunte a un proyecto de convivencia en el cual se puedan apreciar y respetar verdaderamente las pluralidades de las perspectivas humanas, sin confundir ello con doctrinas ideológicas que con una mano dicen ser plurales y con la otra denuncian, escrachan, cancelan y hostigan cualquier tipo de diferencia interpretativa que se encuentre en condiciones de hablar y pensar en voz alta.
En el momento en que se abandonó la idea de la educación como el espacio propicio para la formación en responsabilidad, para luego convertirla en el espacio de formación básica estandarizada, totalmente irreflexiva y desinteresada por el medio social en el que está inserta, se diluyó completamente la posibilidad de verla como herramienta crucial de preservación de la vida. En tanto que produce sujetos desligados de su medio social, la educación irreflexiva se convierte en una fábrica de antisociales, apolíticos y apáticos con su comunidad, al mismo tiempo que, paradójicamente, el mercado laboral le exige de manera prometeica una experiencia que es casi imposible de haber adquirido tras el modelo de formación académica en contexto de encierro voluntario.
Consecuentemente, si la educación no puede formar personas con cierto nivel de responsabilidad cívica, tampoco puede aportar en ellas una base de pensamiento crítico que les permita tomar decisiones autónomas y conscientes que los habilite a actuar correctamente en el mundo. A todo esto, les pregunto ¿es casual que nuestros sistemas educativos estén produciendo este tipo de sujetos? ¿Es accidental que nuestros jóvenes queden tan desprotegidos para enfrentar los desafíos de la vida adulta? ¿A quién le sirve contar con una masa atroz de personas que abrazan intencionalmente la vida banal antes que el compromiso y la responsabilidad que implica pensar por su cuenta?
Cuando hablamos de “respeto por la vida”, acompañados por Arendt, no nos referimos a las posturas ideológicas contrarias, por ejemplo, al aborto como política de Estado que considera como solución a los problemas sociales la eliminación sistemática de potenciales vidas que al parecer, según ellos, no tienen derecho de existir. No, aquí el planteo específico se sustenta en una actitud ética transversal que busca abrazar una comprensión con cierto grado de profundidad de la condición humana, que considere cada vida como un fenómeno singular y grandioso que vale la pena proteger y preservar. ¿Para qué? Para la supervivencia de la humanidad, básicamente: «La educación puede crear una comunidad en la que los hombres y las mujeres aprendan a vivir juntos de manera responsable, en lugar de luchar entre sí y destruir el mundo en el que viven» (Arendt, 1961, p. 195).
Recuerden amigos que en Arendt el concepto “mundo” no se refiere al planeta que gira en el sistema solar, y en el cual tuvimos el privilegio de habitar, sino más bien al concepto filosófico que representa el espacio creado por la infinidad de relaciones interpersonales e intergeneracionales en el cual se uno “es arrojado”: uno antes de nacer en un territorio determinado, nace en una familia, que está inscripta en una comunidad, que a su vez convive con otras similares en el seno de una sociedad, que con suerte se puede haber constituido en un pueblo que se representa en una nación propia de un determinado país.
El abandono intencional, por parte de nosotros mismos, de nuestros Estados, de las agendas globales y de los intereses intercontinentales, de la vida como potencialidad positiva que apunte al bien común, nos lleva inexorablemente a la aniquilación del mundo como lugar en el cual merece la pena vivir dignamente. Pues bien, sólo la educación contrarresta las pulsiones destructivas que nos han convencido de atrocidades naturalizadas como que en este planeta sobra gente o que la pobreza sistémica y global es un hecho circunstancial ante el cual no vale la pena agobiarse siquiera. Pues no, si usted, amigo lector, dice ser un sujeto que piensa y que intenta ser libre mediante su juicio crítico, sepa que con comentarios biempensantes e hipócritas en redes sociales o conversaciones de café, no alcanza: lo que hay que hacer, es educar, que es lo mismo que cuidar la vida nueva para que, al momento de cerrar nuestros ojos para siempre en nuestra vejez, podamos decir que hicimos algo que realmente valió la pena. Pero Prieto, no puedes decir eso así, dijo Marx, entonces pon: «Hasta ahora nos hemos dedicado a interpretar al mundo, de lo que se trata realmente, es de cambiarlo».
La educación empieza por la casa. Las personas más cercanas al niño son las responsables de su cuidado y educación.
Los adultos siempre somos modelos de lxs niñxs que tenemos alrededor. Todo el tiempo sorprendemos a los chicxs imitándonos a la perfección, y aparece la emoción que inunda y coloniza el cuerpo al darnos cuenta todo lo que nos observan y lo pendientes que están de nosotros.
Lxs niñxs, y lxs adultos también, imitan la forma en la que hablamos, expresiones, posturas, incluso la manera en que nos relacionamos con los demás, gritamos un gol y lidiamos con el miedo, la angustia o la frustración.
Los adultos, queramos o no, voluntaria o involuntariamente, les presentamos un mapa del mundo a lxs niñxs, les vamos mostrando qué sí y qué no. Pero claro. Es solo un mapa condicionado por la historia personal, las experiencias y forma de ver el mundo de cada uno. Un mapa arbitrario y marcado por nuestras limitaciones.
Hace poco sentenciaron de manera ejemplar a las personas que mataron a Lucio Dupuy: maltratado de forma sistemática y bestial por las personas que supuestamente lo tenían que cuidar y le estaban enseñando a percibir el mundo.
Por supuesto que la educación empieza por la casa y que las personas más cercanas al niño son las responsables de su cuidado y educación. Pero no podemos quedarnos en un mundo ideal y de fantasía de cómo supuestamente deberían ser las cosas.
A veces los padres y las madres están, a veces no, a veces pueden cuidar a sus hijos, a veces no. A veces no quieren. A veces creen que no pueden. Las historias y realidades son infinitas. Y nos duele, claro. Por eso, este tipo de casos no pasan desapercibidos y nos horrorizan.
Historias como las de Lucio, nos mueven adentro, nos conectan con experiencias personales que podemos aprovechar para enojarnos con el mundo y encerrarnos en la queja y la indignación. O, también, pueden ser disparadores para mirar hacia adentro y cuestionar nuestro mapa del mundo, nuestras creencias y nuestro mundo interno emocional.
No solo los padres son los que le muestran el mundo a los niñxs, todas las personas con las que nos vamos cruzando en la vida son oportunidades de aprendizajes, descubrimientos inesperados y experiencias que nos dejan regulando internamente.
Esta semana una paciente me relataba, completamente desconcertada, lo orgullosos que estaban los padres de su amiga de la facultad de cómo estaba llevando los estudios aunque no había sacado ninguna materia. Sencillamente no lo podía entender. Cómo era posible que su amiga reciba este reconocimiento -afecto en realidad- si ella, que se exigía hasta el extremo, no lo lograba.
La nueva experiencia estaba rompiendo con su mapa o por lo menos lo estaba empezando a resquebrajar.
Seguramente en este momento a todos se nos venga a la memoria, alguna situación donde nos sorprendimos por lo distinto que respondían, se comportaban o pensaban determinadas personas al compararlas con nuestra casa o el lugar donde crecimos.
Algún profe en el jardín, escuela o colonia. El funcionamiento de la casa de nuestros amigos cuando éramos adolescentes o incluso el día de hoy. Alguien en la calle que nos ve cargados de bolsas y nos ayuda a abrir la puerta.
Casos como el de Lucio nos pegan en la cara, nos enfrentan con lo más duro de la realidad, y se hace imposible mirar para otro lado. Entonces, mirémonos a nosotros mismos. Cuestionemos nuestro mapa. El territorio se modifica constantemente, nosotros también.
Les propongo un ejercicio para aquellos que quieran poner a prueba su propio mapa: en el lugar donde nos encontremos, en casa, en el auto, en el súper, en cualquier lado, comencemos a notar que siempre hay alguien a quien le llamamos la atención y se queda observándonos. En ese preciso momento nos convertimos en la persona que de golpe le puede mostrar una nueva realidad a alguien más.
Algo tan sencillo y cotidiano como saludar, sonreír, hacer un gesto, dejar de mirar el celular y mirar a los ojos, puede cambiar el día de la otra persona o su mapa del mundo. Y eso, créanme, es muchísimo.
Ignacio Calderón no necesita demasiada presentación en los círculos de la investigación sobre inclusión. Es docente e investigador en la Universidad de Málaga y desde hace algún tiempo ya, todo un referente en estos temas. Entre otras muchas cosas, codirige un proyecto de investigación, Narrativas emergentes sobre la escuela inclusiva desde el Modelo Social de la Discapacidad. Resistencia, resiliencia y cambio social, en el que intentan recoger las voces de quienes son obviadas y obviados por casi todo el mundo, niñas y niños con discapacidad y sus familias. También algunas y algunos profesionales. Dentro de este proyecto, acaban de dar un paso más y estrenan una película documental que es simple y difícil de explicar en pocas líneas. Hablamos con él de algunas de las cuestiones que aparecen reflejadas en la cinta que será estrenada en Madrid, con la presencia de Pilar Alegría, ministra de Educación y FP.
¿De dónde sale el documental?
Cuando comenzamos con el proyecto de investigación, 2018, ya teníamos en mente que queríamos buscar las narrativas que está haciendo la gente pero que son silenciadas porque no trascienden a las escuelas ni tienen altavoz en los medios. Teníamos mucho deseo de conocer las narrativas de la gente común y corriente. Y queríamos construirlas; saber cómo piensa y vive la gente, sus formas de entender la vida y la escuela. Por otra parte, pensábamos que la forma en que contáramos los hallazgos tenía que ser acorde con lo que habíamos encontrado; y para que llegase a la gente no podía hacerse solo con publicaciones académicas. Cuando hablo de gente común hablo también de los profesionales, que no beben tanto de las revistas académicas por mucho prestigio que tengan.
El documental trata de volver a los lenguajes más inmediatos y comunes que tenemos y de contar a través de las imágenes y las historias qué es lo que habíamos encontrado en los últimos años. Esto lo proyectamos desde el principio y durante la pandemia pensamos cómo lo íbamos a hacer, a construir y a partir de ahí se ha generado el documental que va mucho más allá de lo que se ve.
¿Cuéntanos que podremos ver?
El documental tiene una historia, un nudo, la historia de Rubén y su vida, el trayecto de una familia que ha sido excluida. Y después hay otras muchas historias, algunas que con familiares y otras son comunes entre estas mismas familias, que van profundizando en esto de la lucha de la escuela para todos y para todas.
Se trata de una pieza que tiene en sí otras que apena aparecen y que vamos a tratar de publicar con el tiempo. Son las historias particulares de esas familias. Con las que Cecilia (Barriga, la directora de la cinta) se ha ido entreteniendo, con las que ha hablado… Es un documental que pretende ser herramienta de trabajo, no solo pieza artística. Todo el trabajo audiovisual generado pretende ser herramienta de trabajo.
Hay una línea que no hemos publicado en la web que se titula Hilando vidas. La idea es una forma de entender que hemos desarrollado en el proyecto: no puede ser que una madre de hace 20 años hable con una madre reciente y diga: “Tu experiencia en la escuela es exactamente igual que la mía”. No ha cambiado nada. Estamos intentando poner en común esas historias para crear un suelo desde el que volver a impulsarse. Es como el día de la marmota, siempre estamos en el mismo lugar no avanzamos. Que por supuesto no estamos exactamente en el mismo lugar, pero hay en realidad muy poco avance. Y tratamos de hilar vidas, algo que demuestra el documental, esa forma de entrelazarse las vidas. La historia de Raúl y su madre, esa historia lo es de una persona adulta, Raúl, que de alguna manera enseñan a las más jóvenes, mientras que Concha, su madre, también nos enseña a todas y todos. De modo que las historias de las personas más experimentadas también nos enseñan qué se puede hacer. Estamos volviendo a crear un suelo un poco estable. Las familias y los profesionales están siempre ante la inseguridad y la incertidumbre de lo que pasará. Estamos construyendo historia.
Hablando de profesionales, el documental está centrado en las familias y las chicas y chicos. A parte de ti, el profesional no tiene cabida prácticamente o en absoluto. No sé si está previsto que tenga hueco en otro momento…
Está previsto continuar. De hecho, estuvimos grabando durante el trabajo en la Axarquía con el CEIP LA Parra. Tanto Teresa Rejón como yo, que estamos codirigiendo el proyecto de investigación, queríamos que entrara todo. Pero hemos querido respetar mucho la mirada de Cecilia, la directora, que tenía que ver el sentido narrativo. El entrar en lo técnico, en lo que tiene que ver más con códigos y lenguajes profesionales, rompía. Cecilia nos decía que eso era otro documental. Son dos partes que no tiene sentido juntar aquí. De hecho, al final del documental, en los créditos, van apareciendo imágenes e lo que se va haciendo. Pero el docu se ha centrado en lo que es menos escuchado probablemente.
La educación inclusiva entra justamente ahí. No es sobre discapacidad, no es sobre inmigración, es sobre todo
Hay muchísimos detalles desde luego. Pensando en Concha y Raúl, hay un momento en el que ella recuerda las luchas de las feministas en los primeros años de la democracia. Es interesante cómo hila estas luchas que vienen a ser las mismas.
Sí, y otros momentos en los que otras madres vuelven a decir y a hilar el feminismos y otras luchas sociales y este que estamos haciendo y se quejan de cómo puede ser que estemos separardas y no pensando la interconexión entre luchas; lo que, académicamente, se llama la interseccionalidad. Cuando hablamos de clases sociales es una forma de opresión que tiene que ver con la opresión del patriarcado y con la opresión del capacitismo. El tratar de tejer puentes entre las luchas es una forma de reinterpretar de qué se trata esto de la educación inclusiva. La educación inclusiva entra justamente ahí. No es sobre discapacidad, no es sobre inmigración, es sobre todo. Lo que pasa es que tendemos a pensar que es solo sobre una cosa.
Hay un par de momentos… una reunión de madres en un parque en Madrid en el que hablan del sobreesfuerzo: o eres madre coraje o menos mal que estás ahí para cuidar de tu crío. Y otro, hacia el final, en el que un padre dice que toda esta situación con su hijo con discapacidad le está sirviendo para repensar su masculinidad en una sociedad muy patriarcal.
En el nuevo workshop que tenemos estos días en Madrid, una de las líneas de trabajo será sobre cómo podemos pensar las categorías que han estado operando en nuestra mente. Nosotros entendemos lo que nos pasa a nosotros pero, ¿y lo que están viviendo otras personas? El reencontrarse como hombre, por ejemplo, es una forma de trascender la lógica sobre lo que creemos que es hacer educación inclusiva. Es revisar lo que hasta ese momento no ha sido revisado.
Para mí, la lección magistral del documental es que un grupo de familias que no son profesionales, están haciendo educación inclusiva en la vida cotidiana y la explican de una manera tan natural que, para mí, es tremendamente revolucionario y rompedor. Es muy simple, muy sencillo frente a quienes dicen que es muy complejo, que no estoy preparado. Esos padres no estaban preparados, se están preparando. Es un proceso en el que nos embarcamos y que nunca se agota.
Pensando en esto, hay un momento en el que Concha explica que la cajera del supermercado del pueblo pone orden porque Raúl lleva otro ritmo y genera una cola. Esto de hacer educación inclusiva más allá de la escuela, que remite a que educa la tribu…
El caso tan paradigmático de Raúl, Concha y su familia es que por una parte rompe con algunas lógicas de que al llegar a una determinada edad no hay nada que hacer, es mentira. Lo que demuestra Raúl es lo contrario. Además, rompe con la lógica de qué es la escuela. Muestran el valor de la educación social más allá de la escuela y lo hacen de una manera tan magistral que te muestra una lógica que entronca con lo que entendemos por educación inclusiva pero que no es lo habitual. Seguimos pensando que es la educación especial para ese niño que tiene tal síndrome o para aquella niña que no sé qué. Lo que plantea esta familia es que no, que el problema está en los que no tienen paciencia en la cola. Entonces ¿quién se tiene que educar en la escuela? Es la escuela y quienes estamos alrededor de esa persona que es la que está siendo oprimida. Pero lo mismo que en la cola del supermercado ocurre en la escuela en donde no se ha respetado ese tirmo para aprender, ni esos intereses ni esa forma de comportarse. Por eso la escuela tiene que reeducarse, porque lo que tú no toleras, tienes que cambiarlo.
Como ese padre que dice que se está reconstruyendo. Es que se trata de eso. Muchas veces nos enredamos en pensar que el problema son los medios, y no digo que no sean parte del problema, pero que convirtamos en parte del problema a los medios es un error. Porque el gran problema es que la propia Concha detecta en sí misma a lo largo del desarrollo de Raúl, en su relación con él ciertas cosas. Se da cuenta, incluso siendo ella ya mayor y Raúl adulto que hay muchas cosas que no estaba entendiendo bien y tiene que reformularlas. Eso nunca se agota, nunca termina. Por eso la educación inclusiva se entiende como un proceso. Pero eso no significa que podamos seguir dilatando las cosas en el tiempo como si no pasara nada porque sí que pasa, muchos niños y niñas están sufriendo en la escuela. Y eso tiene que cambiar.
La educación inclusiva es un proceso, pero no podemos seguir dilatando las cosas en el tiempo como si no pasara nada porque sí que pasa, muchos niños y niñas están sufriendo en la escuela
En el documental dices que la escuela debe de dejar de mirar al sistema productivo.
En el ldocumental, Marta, una madre, plantea que todo esto no es como otras condiciones que tenemos en la vida. La diversidad funcional es algo que nos atraviesa. Nacemos sin saber cuidarnos y vamos a pasar buena parte de nuestra vida siendo improductivos. Eso sí, esto no es algo en favor de una persona sino de la humanidad. Por eso, cuando hablamos de educación inclusiva hablamos de derechos humanos. Necesitamos la educación como el alimentarnos. Y no somos la misma persona que ayer, siempre somos alguien diferente y dentro de unos años nos moveremos de manera muy diferente a como lo hacemos ahora. Y eso no debería quitarte a ti ni a nadie, un ápice como persona ni a tu dignidad.
La educación insluvia, cuando hace frente a las relaciones de producción en la escuela, a pensar la escuela como un brazo del sistema productivo, lo que hace es proteger a la humanidad de los desvaríos, de lo indeseable de ese tipo de relacones. Porque la relación educativa no es la relación mercantil. Y cuando estas se confunden, convertimos lo que hemos llamado educación en otra cosa.
Parece de cajón…
Sí, claro, pero no todo el mundo se ha dado cuenta de que la escuela tiene que ver con el sistema productivo, de que suspenden y aprueban quienes, en buena medida, van a suspender o aprobar en el sistema de trabajo. Todo esto que tiene profunda relación con tus condiciones de infancia, de dónde vienes, de quién vienes, en qué condiciones vives… lo vemos de cajón quienes le hemos dedicado tiempo, pero no es algo tan evidente. Pero hay que desvelarlo.
El documental muestra algo que para muchos es evidente: la profundidad humana que hay en cualquiera de nosotros
Este es punto clave del documental, este desvelar. Me parece interesante desvelar a los chavales, lo primero. Ver cómo se relacionan entre sí, y con otras personas. Te dan la medida de quiénes son y cómo hacen…
Creo que uno de los mayores potenciales del documental es ver a personas en situaciones cotidianas que pueden ayudarte a verte a ti mismo en esa situación. Desenterrando lo que hemos enterrado, ¿me explico? Porque no nos imaginamos relacionándonos con estas personas. El documental muestra algo que para muchos es evidente: la profundidad humana que hay en cualquiera de nosotros.
El guionista de La casa de papel que aparece al final, lo dice muy bien. Él dice que cuando se construye un guión se muestran emociones que tenemos todos. Cuando muestras el interior de las personas se ve que somos lo mismo: cómo nos reflejamos en otras personas. El documental invita a entrar ahí.
Diría que uno de los puntos fuertes, discúlpame las palabras porque tal vez son patosas, es la normalización de chicas y chicos y de sus vivencias y de las propias familias, para personas como yo que no tenemos cerca personas con discapacidad… Y, de repente, este cotidiano.
¿Sabes lo que pasa? Lo que se produce es una desnaturalización de lo que hemos entendido como lo normal. Testé el documental el curso pasado, con mi alumnado de la facultad. Estaba expectante y me daba miedo cómo lo fueran a ver. Les pregunté y lo que, en realidad, más les habia gustado era una escena que era la que más me preocupaba porque es larga, lenta, la de la casa de campo (en la escena, el grupo central de protagonistas pasa un día en una casa de campo, hay una comida en grupo y muchas horas de conversaciones). Eso lo que muestra es la vida. El alumnado me decía que lo que les gustaba era cómo se relacionan ellos. Porque ese día de campo podía ser su día de campo. Cuando me dijeron eso pensé: “Bien, parece que sí funciona” (risas).
El sistema quiere que seas desgraciado, que lo asumas, que asumas que tu hijo no puede aprender en la escuela, que no tiene cabida, que a tu hija le espera una residencia
Sí, son vivencias que tiene el común de los mortales y no se nos pasa por la cabeza que esas madres coraje tengan vidas convencionales, que coman con sus amigos y se puedan reír. Que acabes cansado de jugar… esas cosas.
Estas personas hacen trizas ese relato, la narrativa de la desgracia. Se lo cargan. Justamente ese relato de la desgracia es el que el sistema quiere, que seas desgraciado, que lo asumas, que asumas que tu hijo no puede aprender en la escuela, que no tiene cabida, que a tu hija le espera una residencia… y eso desde que nacen. Romper con esa narrativa genera contranarrativas, como las de estas personas, que no son héroes de nada, que no quieren ese papel que, además, forma parte del relato capitalista y capacitista, que tienes que ser un superhéroe, tienes que ganarte lo que quieras y ser un Amancio Ortega y, si no lo eres, es que no eres buena madre o tu hijo no vale lo suficiente.
La escuela tiene este relato muy, muy intereiorizado. Y lo tiene que cambiar. Y esto se cambia con narrativas como esta, grandes, que muestran una nueva cultura, de cómo ver nuestras relaciones. Y con otras narrativas que son más prácticas, que pretenden ir a lo concreto: cómo hacemos, por ejemplo, una evaluación psicopedagógica que no haga lo que le hicieron a Rubén. O cómo hacemos que nuestra escuela construya algo diferente a lo de ahora que deja fuera a Lucía. ¿Cómo podemos hacerlo? Nos hemos metido en el barro de hacer propuestas muy práticas.
Floren Cabello, es profesor titular de comunicación en la UMA, decía que este documental tiene que ser recursivo. Esto quiere decir que no es solo un producto, sino que es algo que nutre otros procesos. A lo largo del camino ha habido grandes hitos. Por ejemplo, lo que has visto cuando visitan el Ministerio. Es un momentazo. Eso, en vivo y en directo, fue excepcional.
En esa parte, hay dos momentos potentes, justo cuando vais a entrar y una chica se pone tan nerviosa y llora y, después, cuando Zulaica habla con la ministra y llora al contar su historia…
Esa que llora es mi hija. Mis hijos han estado metidos dentro del grupo desde el principio… No estamos hablando de algo ajeno, hablamos de qué es lo que cambiamos nosotros, qué podemos hacer para transformar la visión de la escuela, no es algo que hagan otros, sino que hacemos.
El momento con Zulaica es increíble. Y el día anterior también. Con ese grupo de estudiantes nos estuvimos reuniendo más de un año. No se conocía entre sí, es absolutamente diverso. En él nunca nadie tuvo que hablar de su condición. Zulaica, por ejemplo, nunca tuvo que decir que es gitana, pero cuando se plantea lo del ir al Ministerio ella dice que quiere hablar de ello. Alberto, otro chico, nunca habló durante las reuniones de que tenía una enfermedad, pero la víspera de ver a la ministra dijo que quería hablar de que no se puede estar enfermo en la escuela. Es un paso adelante que hacen niñas y niños y dicen: “Estoy en un momento en el que voy a romper el silencio”. Es una maravilla.
Hay que hablar de las opresiones, lo que llamamos barreras, que no están en la persona, sino en la categoría
En ningún momento del documental se habla de la etiqueta de nadie y, en cierto modo, esta pierde la importancia…
Es que eso es una maravilla. Es descategorizar. Muchas veces pensamos que es necesario categorizar para poder intervenir. Es lo que piensa la escuela, o categorizamos o no podemos acertar con la respuesta. Y el documental muestra justo lo contrario: descategorizar no te impedirá hablar de las opresiones que hay. Hay que hablar de las opresiones, lo que llamamos barreras, que no están en la persona, sino en la categoría.
Creo que es interesante cómo muestra la vida cotidiana, como un decir “no hay otra cosa”.
No es la normalización sino el cuestionamiento de la normalidad, desnaturaliza, más bien, desnormaliza. Muchas veces se dice que hay que normalizar la discapacidad, y no. Ha sido la normalidad la que ha hecho la discapacidad. Es lo mismo que hacer todo el rato la distinción entre autóctono y extranjero, ¿no? Y se dice “ya parece un de los nuestros”, y no debería ser eso.
La última pregunta ¿Qué recorrido queréis que tenga el documental? Como mero producto audiovisual.
Tenemos habilitada en la web del documental la posibilidad de solicitar pases a quien lo pida y los preparamos. Y ya tenemos bastantes solicitudes. Esperamos que vaya a muchos lugares. Sabemos que en América Latina tiene mucho interés por el documental y por todo el movimiento que está generando. Nos lo han pedido ya para hacer un paso en el Parlamento de Argentina, también en universidades, ayundamientos… queremos que se convierta en una herramienta de desnaturalización de ciertas desigualdades y de volver a pensar que la escuela es lo que creamos, no algo inmóvil. Pensamos que puede llegar a muchos sitios: a cualquier asociacion de padres y madres, a cualquier claustro…
Nacido hace un siglo en Piádena (Lombardía), Mario Lodi no fue mucho más lejos de su localidad natal para desarrollar la actividad educativa por la que ha pasado a la historia de la pedagogía. En rigor, ni siquiera se movió de ella, ya que Vho —la pequeña aldea en cuya escuela rural llevó a la práctica su particular enfoque didáctico— no deja de ser, administrativamente, una pedanía de Piádena.
Conviene no soltar la noción de cercanía para acercarse a la figura de Lodi, seguidor del francés Célestin Freinet, cuyas ideas y técnicas enriqueció con un barniz de cosecha propia. En especial, mediante un fuerte énfasis en la cooperación y un paidocentrismo a ultranza, habituales también en otros maestros y pedagogos italianos de la segunda mitad del siglo XX. “Allí dieron una impronta propia a las propuestas freinetianas, centrándose en el diálogo y la interrelación de alumnos con alumnos, de los chavales con el profesor, y entre profesores. Lodi es el paradigma de la corriente italiana”, asegura Javier Casado, maestro jubilado y miembro del Movimiento Cooperativo de Escuela Popular, que agrupa a los freinetianos españoles.
Lodi se graduó como maestro en el año 1940. Tampoco en este caso se desplazó en exceso: estudió en el Istituto Magistrale de Cremona, capital de la provincia lombarda homónina a la que también pertenece Piadena (apenas 30 kilómetros separan a ambas localidades). El italiano obtuvo el título de maestro en plena Segunda Guerra Mundial. El fervor bélico-fascista de aquella época soliviantó profundamente al joven Lodi, que pasó unos años en la cárcel por oponerse al régimen de Mussolini.
Tras el fin de la contienda, este compromiso político había sentado con solidez las bases de un compromiso pedagógico que no le abandonaría el resto de su vida. Casado traza una clara analogía entre la trayectoria de Lodi y la de tantos maestros renovadores españoles que, como el propio Casado, dieron —especialmente durante el franquismo tardío y la transición— continuidad a en el aula a sus convicciones políticas: “Fuimos maestros militantes pedagógicos, quizá pecando a veces de idealistas. Lodi también era un utópico, pero en esta profesión es bueno aspirar a una utopía, tenerla como horizonte”.
En los años 50, los escritos de Freinet se popularizan entre los educadores transalpinos más críticos con la escuela tradicional. Muchos maestros y maestras (y en menor medida profesores de secundaria) experimentan en aquellos años con las principales técnicas freinetianas: el texto libre, la imprenta, el cálculo vivo… Se funda entonces el Movimento di Cooperazione Educativa, con Lodi como una de sus figuras más destacadas. La institución —que influyó notablemente en su homóloga española— inicia entonces una inscansable actividad de difusión, intercambio de ideas e innovación pedagógica que dura hasta nuestros días.
En 1956, Lodi recala en la pequeña escuela de Vho y encuentra, por fin, un lugar de libertad para aplicar sus ideas educativas. Allí permanece hasta 1978. Más de 20 años de clases dinámicas en las que alumnas y alumnos tienen voz y voto, con la figura del maestro oscilando entre el mero observador y el facilitador de conexiones no tan evidentes para una mente sin madurar. En una entrevista de Francesco Tonucci a Lodi, reproducida en el último número de la revista Educar(Nos), el maestro italiano afirmaba, a una pregunta sobre su supuesto “espontaneísmo”, lo que sigue: “Partir del niño significa aceptar su experiencia como el material sobre el que trabajar para conectarlo con los problemas del ambiente y de la sociedad, en un proceso continuo de ampliación […] del saber individual y de grupo”.
En los 22 años que enseña en Vho, Lodi publica también algunas de sus obras más conocidas. Cipi, que cuenta la sencilla historia de un pájaro y supone un referente esencial de escritura colectiva entre alumnos y maestro. O Il paese sbagliato (traducido, según algunos estudiosos, confusamente al español como El país errado, cuando sería más correcto traducir, en este caso, paese como pueblo, y quizá sbagliato como equivocado).
Más que sesudos ensayos pedagógicos, la mayoría de libros escritos por Lodi reflejan con precisión lo ocurrido en el aula, la magia que surge cuando el maestro facilita a sus alumnas un espacio de libertad genuina. “Era un forofo de la historia oral, de dejar a los niños que se expresaran. Transmite en sus obras cómo los chavales van reflexionando sobre su propia realidad y quieren saber más. Son transcripciones de conversaciones reales en las que los alumnos, a través de sus razonamientos sobre lo que les atañe más directamente, van desarrollando conocimiento, van aprendiendo”, explica Casado. Y añade que Lodi ejerció en él una influencia notable en su modo de entender la acción educativa: “Logró que mi afán como maestro fuera escribir un diario, unos cuadernos llenos de anotaciones”. Aunque Casado no se plantea, por el momento, dar forma editorial a ese material en bruto de apasionada observación docente, sí pudo, hace unos años, dar a conocer su forma de trabajar a alumnos de Magisterio mediante una colaboración con la Universidad Autónoma de Madrid.
A principios de los años 60, Lodi fue a visitar a Lorenzo Milani y su famosa Escuela de Barbiana (Toscana), otra gran experiencia pedagógica del rico siglo XX italiano. La visita fue corta pero tremendamente fructífera. Según José Luis Corzo, editor de Educar(Nos) y principal difusor de Milani en España, este pudo conocer de primera mano las experiencias de escritura colectiva que Lodi ya estaba llevando a cabo en Vho. “Le resulta algo nuevo y muy beneficioso, Milani lo repitió una y otra vez. Con el tiempo, va desarrollando su propio método, que culmina en Carta a la Maestra [otra cumbre de la escritura colectiva escolar]”.
Corzo sostiene que ambos educadores adaptaron dicho método a la etapa educativa de sus alumnos (primaria para Lodi, secundaria para Milani). “En el caso de Lodi, era deductivo: tenían la idea de escribir sobre un pajarito y los niños proponían capítulos: cómo creció, cómo se hizo papá… Y lo iban desarrollando en textos libres que corregían entre todos”, explica Corzo. El de Barbiana, sin embargo, optó por la vía inversa. “Para Milani, el proceso era inductivo: proponía escribir, por ejemplo, al jefe del Estado, y cada chico escribía su texto. A partir de ese material, digamos empírico, se iban reuniendo similitudes, se organizaban y se construía un texto colectivo que, como siempre insistió Milani, superaba a cada uno de sus autores”.
Lodi deja la enseñanza reglada en 1978, pero ni mucho menos abandona el mundo de la educación. Tampoco arrincona el contacto directo con los chavales. Hasta su fallecimiento en 2014, se vuelca en iniciativas variopintas en las que traslada su apuesta pedagógica más allá de la escuela. A propuesta de las autoridades de Piadena, diseña y lidera a finales de los 70 la Scuola della Creatività, abierta a niños entre 3 y 14 años, así como a adultos. La scuola se erige en auténtico laboratorio de tormentas creativas que trascienden las fronteras disciplinares, aunque las artes escénicas tuvieron un gran peso específico. Ya en los 80, la creatividad infantil también articula su siguiente proyecto: un repositorio con 5.000 cuentos elaborados por niñas y niños de toda Italia.
Las décadas posteriores sitúan a Lodi en múltiples frentes de batalla. La lucha contra el efecto pernicioso de la televisión entre los menores y la revalorización del juego como instrumento educativo esencial son solo dos de ellas. También fundó Il Giornale dei Bambini, un periódico íntegramente escrito e ilustrado por chavales. Todas sus iniciativas surgieron de una premisa que acompañó su vida y obra: la educación no debería implicar cadenas, sino un aprendizaje de la libertad. Como dijo a finales de los 80 en un congreso internacional (recuerda el especial de la revista Educar(Nos)), “el niño no es propiedad de la familia, ni de la escuela, ni del estado; cuando nace, tiene derecho a la felicidad”.
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