Una historia emocionante que te hace vibrar, que te atrapa en la lectura y que te hace sentir un nudo en la garganta aunque también tiene momentos divertidos en su relato.
Bruno es un chaval de 12 años tan listo y creativo como cruel con algunos compañeros, es el típico niño disruptivo que hace rabiar a los compañeros y a los docentes. Cuando una noticia brutal llega a sus vidas (a Bruno le detectan leucemia), la vida de su familia, y de sus compañeros de clase, cambia para siempre. Sus padres dejan a un lado lo profesional, que era lo que antes les ocupaba todo el tiempo, para estar con su hijo y sus compañeros, liderados por la maravillosa María, inician una campaña para conseguir encontrar un donante para Bruno. La organización y la forma de trabajar de sus compañeros, liderados por unas niñas, hace todo un tratado de pedagogía y de didáctica. Pieza clave también la tutora, Magda, que les facilita y les acompaña en el trabajo.
Mónica Álvarez Ganado es maestra de primaria, especialista en Inglés. Trabajó 15 años en marketing y comunicación. Reconoce que “su elemento” (como dice Ken Robinson) es el aula. En su perfil de Twitter nos dice: “Ayudo a aprender y por el camino sigo aprendiendo. Comparto mis días con la materia prima de la que está hecho el futuro”.
Reseña
Hace tiempo que un libro no me hacía un nudo en la garganta como lo ha hecho este. La historia emociona, pero lo que de verdad lo ha hecho es la forma de aprender de esos chavales, su forma de relacionarse, su creatividad, cómo el profesorado les ayuda a sacar para adelante su objetivo.
En este libro Álvarez nos demuestra que el aprendizaje puede partir del interés del alumnado y de esa forma se convierte en un aprendizaje significativo que les va a durar a lo largo de su vida, que no son conocimientos que aprenden, vomitan y olvidan, como decía María Acaso en su libro rEduvolution.
Nos presenta un colegio “normal” en el que hay peleas en el patio, en el que hay chavales que pasan de todo, en el que hay familias que desatienden a sus hijos e hijas porque están muy ocupados con sus trabajos, en el que el profesorado no respira todo por la misma forma de educar, en el que hay personas encantadoras que verdaderamente piensan que hay otras formas de llevar el aprendizaje para motivar al alumnado, en el que hay alumnos y alumnas muy trabajadores y preocupados por sus compañeros de clase…
Álvarez nos pone de manifiesto cómo trabajar el pensamiento y las emociones en clase, algo que es muy evidente que hay que hacerlo pero que, desgraciadamente, se lleva poco a la práctica en el día a día del aula; siguen imperando las materias, los conocimientos, el examen… y se olvida el desarrollo de los estudiantes para formar una ciudadanía democrática en la que impere la justicia social y el buen clima de aula y de centro para potenciar todos estos valores.
Trabajando de esta forma proporcionamos al alumnado un mejor desarrollo de su mente y esto le va a servir para comprender mejor, para expresarse más correctamente y con propiedad, en definitiva le va a ayudar a desarrollarse de forma más eficaz, tanto para su entorno escolar, social y familiar.
La autora también nos deja claro la colaboración necesaria entre escuela y familias y nos alienta a luchar por ese objetivo común que es la educación de sus hijos e hijas. Como decía Trujillo: “Partamos de un principio de actuación: es el profesional quien debe dar el primer paso. No podemos permanecer pasivos en relación con las familias ni doblegarnos ante los fracasos que podamos haber sufrido en convocatorias de reuniones o encuentros con las madres y los padres. Necesitamos una actitud proactiva: ¿qué quieres ser, como el publicista o como el médico de familia? Mientras que el segundo espera en su consulta a que acudamos cuando tenemos un problema de salud o una consulta, el primero analiza cómo puede entrar en nuestras casas para convencernos y animarnos a consumir. Los docentes no queremos curar (aunque a veces lo hacemos) ni tampoco vender, pero sí necesitamos la actitud proactiva y la capacidad argumentativa del publicista para poder atraer a la familia y hacerla nuestra aliada.” (Fernando Trujillo en el blog de educacontic).
“Volviendo a Bruno (el niño al que le detectaron leucemia)… A Esteban, igual que al resto de profesores, le costaba mantenerlo concentrado y atento en clase. Parecía no interesarle nada aparte de incordiar a los compañeros y llamar la atención. Le encantaba cortar las explicaciones, levantando bien la voz. El caso es que eran siempre comentarios inteligentes, pero con la clara intención de dejar en evidencia al profesor en lugar de aportar a la clase. Realmente era un problema nada fácil de manejar”.
Estaba claro que a Bruno le rodeaban circunstancias varias que hacían justificar su comportamiento: su familia no lo atendía porque estaba demasiado ocupada con el trabajo; él sí había encontrado “su elemento”, era listo, creativo y dibujaba bien, pero en el colegio a eso no se le daba importancia, él debía seguir los cánones establecidos por las normas oficiales y eso no encajaba; se hacía notar y llamaba la atención, quizás reclamando algo que no tenía en su círculo familiar; un niño típico de comportamiento disruptivo que interrumpe las clases, desespera al profesorado y rompe la armonía del aprendizaje.
En definitiva, un libro catalogado como literatura juvenil pero que nos da una gran lección de pedagogía y didáctica. Recomiendo al profesorado que lo lea y que lo reflexione con su alumnado, quizás de esos debates pueda salir una innovación y una forma distinta de trabajar el conocimiento.