Por: Hispanidad
Lo cuenta Luca Fabris, responsable de proyectos para África del Este en la Fundación Entreculturas, a Hispanidad. Una hermosa tarea que beneficia a miles de hombres, mujeres, niños y jóvenes, que son destinatarios del Programa EPGO (Educar Personas, Generar Oportunidades) en cuatro países de África: Chad, Uganda, Sudáfrica y República Democrática del Congo.
La Fundación Entreculturas es una organización no gubernamental que se constituyó en 1999 y está promovida por la Compañía de Jesús. Desde 1985, cuando surgió como asociación, se ha dedicado a las personas empobrecidas y excluidas, generándoles oportunidades para mejorar sus vidas a través de la educación, la promoción y la inserción social.
Una labor en la que cobra especial relevancia el Programa EPGO que lleva a cabo en diversos países de América y de África. Se trata de un convenio que nació en 2001 y donde Entreculturas no está sola sino que cuenta con la colaboración de Inditex y la ayuda del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR). En estos 15 años de trabajo conjunto, las distintas ediciones del EPGO han beneficiado a más de un millón de personas en 25 países de Hispanoamérica y África, usando la educación como motor de cambio y desarrollo. Y la relación será aún más duradera, pues el convenio fue renovado a finales de noviembre.
En concreto, en África, el programa EPGO en el trienio 2014-2016 se centra en el apoyo educativo y la integración socio-laboral de refugiados. Y es que existe una situación muy problemática con los refugiados urbanos en Sudáfrica y Uganda, así como con los sudaneses en Chad y los refugiados internos en RD Congo.
Llegará a más de 36.200 personas, con un presupuesto de unos 2,9 millones
“Un programa ambicioso de tres años que busca favorecer el acceso a un derecho básico a personas de extrema vulnerabilidad”, explica Luca Fabris, ya que llegará a más de 36.200 personas, gracias a un presupuesto de cerca de 2,9 millones de euros. “La educación es el eje fundamental”, añade, pues crea oportunidades, dignifica a los beneficiarios y mejora sus vidas.
En Chad, el proyecto se localiza en cinco campos de refugiados del este del país en la prefectura de Wadi Fira y pretende mejorar el acceso a la educación formal y no formal de más de 15.000 niños y jóvenes refugiados. En concreto, los niños acceden a la educación preescolar y a la primaria, y aprenden francés como los chadianos, y se fortalecen las capacidades psicosociales de los jóvenes. También se trabaja en la protección de los niños y jóvenes de la explotación, los abusos y la violencia.
Los enfrentamientos en la provincia de Kivu Norte en RD Congo han provocado que haya muchos afectados, especialmente niños y mujeres. Hay grandes necesidades educativas en la zona de Mweso porque se destruyeron infraestructuras escolares, el nivel de formación de los profesores es básico y falta material educativo. Por ello, el trabajo se centra en dos grandes áreas: educación formal (acceso de niños a educación primaria y de 3.000 jóvenes a secundaria, formación de profesores -por ejemplo, se invita a las niñas que acaban secundaria a formarse como docentes-, rehabilitación de infraestructuras y distribución de materia escolar) y no formal (cursos de alfabetización para mujeres y jóvenes, formación profesional para jóvenes y adultos, y actividades generadoras de ingresos).
Asimismo, en RD Congo, las mujeres son un colectivo vulnerable, pues a menudo son víctimas de violencia sexual. Es importante un acompañamiento individualizado de las personas, priorizando a las más vulnerables (discapacitados, huérfanos, enfermos y mujeres solteras). Claro que el trabajo de Entreculturas y SJR está sujeto en todo momento a la continua inestabilidad de la región, con incesantes brotes de violencia.
“La educación sirve como prevención para el reclutamiento”. “Chad y Congo son crisis que se están cronificando y olvidando”
Pero no hay que olvidar la tragedia de los niños soldado que tiene lugar en varios países de África. Luca Fabris subraya que “en Chad y RD Congo, la educación sirve como prevención para el reclutamiento”. “Se trata de dar un sentido a su día a día y protegerles de este peligro”, añade. Además, considera que “no debemos olvidar ciertas crisis (como la de Chad y Congo, donde hay cinco millones de desplazados) que también son graves, aunque nadie escucha hablar de ellas en los medios y la comunidad internacional tiende a reducir su apoyo”. “Son crisis que se están cronificando y olvidando”, asevera el responsable de proyectos para África del Este en Entreculturas.
Por su parte, en Uganda, el programa EPGO busca satisfacer las necesidades básicas de refugiados y solicitantes de asilo en Kampala mediante su integración socio-laboral. En concreto, se propicia el acceso a alimentos, bienes de primera necesidad y servicios básicos; se garantiza la inserción al sistema escolar y se fomenta la integración al mercado laboral a través de formación técnica y creando actividades generadoras de ingresos. La participación comunitaria es un eje fundamental y también hay que destacar la creación de un centro de educación infantil y la puesta en marcha de un programa propio de formación profesional.
En Sudáfrica, el programa se centra en dar una respuesta humanitaria a las necesidades de los refugiados y solicitantes de asilo, sobre todo los más vulnerables, que viven en Johannesburgo y Pretoria, en la provincia de Gauteng. Éstos viven en los barrios más pobres, en alojamientos con condiciones muy precarias, con menos acceso a los servicios básicos y son más propensos a estar desempleados.
La propuesta de Entreculturas y el SJR es integral, pues “no atiende sólo a una persona, sino al conjunto de la familia”, explica Luca Fabris. En concreto, les proporcionan: acceso a la educación primaria y secundaria, acceso a servicios de salud y otros bienes básicos, acceso a formación profesional y al mercado de trabajo, promoción de actividades generadoras de ingresos y un plan de abogacía.
En Sudáfrica, los refugiados sufren discriminación y xenofobia, por eso hay que “sensibilizar a la población local”
Pero en Sudáfrica, los refugiados sufren discriminación y xenofobia, por lo que es importante “sensibilizar a la población local”, afirma Luca Fabris. “Es uno de los países más ricos de África y su legislación permite la acogida de refugiados”, que llegan países como Tanzania, RD Congo, Somalia y Etiopía. El idioma, es una herramienta básica para facilitar su integración.
Conviene subrayar que el SJR lleva adelante el 80% de los proyectos que se realizan en los contextos urbanos, gracias a la financiación de Inditex, mientras en los campos trabaja junto a otras organizaciones (por ejemplo, en Chad, con ACNUR). Además, siempre tiene acuerdos con los gobiernos de los países africanos.
Hasta ahora, el programa EPGO para el trienio 2014-2016 ya ha obtenido importantes logros: 20.000 niños y jóvenes han accedido a la educación formal, más de 2.000 personas formadas profesionalmente (docencia, costura, mecánica, repostería,…) y 500 han emprendido actividades generadoras de ingresos. En estos 15 años de historia del convenio entre Entreculturas e Inditex, cambiando vidas en Hispanoamérica y África, hay pequeñas historias que hacen grandes sus programas.
Por ejemplo la de la ruandesa Eugenie Mukandayisenga, una refugiada acogida en Uganda hace diez años, que ahora ayuda a otros refugiados y se ha convertido en docente. En la Universidad de Oxford, esta ruandesa destacó que “los refugiados saben que recibirán la asistencia más eficaz y apropiada al trabajar con individuos que ya han pasado por lo mismo”. En sus primeros años en Uganda, Eugenie tuvo la ayuda de un amigo que le ofreció un préstamo para pagar su formación con un fabricante de joyas, que después le dio materiales para crear una pequeña empresa.
Ahora Eugenie trabaja a tiempo completo en el SJR “enseñando artes y oficios como forma de vida para los refugiados”, aunque eso es sólo una parte muy pequeña parte del apoyo general que les ofrece a nivel emocional o amistoso. Esta refugiada ruandesa, primero, crea un espacio para conversación terapéutica sobre problemas que las personas les cuesta expresar; en segundo lugar, sirve como “guía” local, enseñándoles a aprender a sobrevivir en Kampala y por último, ofrece orientación y apoyo a jóvenes, especialmente a mujeres, en edad escolar. Además, es madre de dos hijos, “estoy constantemente equilibrando las necesidades de mi propia familia con las de los demás”.
Mientras, Suzi, una congoleña refugiada en Sudáfrica cuyo sufrimiento empezó cuando se negó a modificar los votos de un colegio electoral siendo funcionaria pública. Algunos de sus compañeros desaparecieron o fueron encontrados muertes, y Suzi entendió que tenía que marcharse de Kinshasa y buscar protección fuera de su país. Tras pasar por Zambia y Zimbabue llegó a Sudáfrica. No le fue demasiado complicado ser reconocida como refugiada y obtener la documentación, pero sí encontrar trabajo. Por suerte, tuvo la ayuda de otra compatriota refugiada para lograr alojamiento y un puesto como vendedora ambulante para subsistir, pero ha sido el programa EPGO el que está cambiando su vida, gracias al curso de peluquería que ha recibido, pues ya cuenta con una buena cartera de clientes, y además está asistiendo a un curso de informática.
“Me gustaría decir a mis compañeros refugiados que ser refugiado no es el final de la vida”, afirma Jeanette
Por su parte, Furaha es una mujer congoleña que vive como desplazada interna junto a sus hijos en un campo de la provincia de Kivu del Norte. A pesar de las dificultades, Furaha hace honor a su nombre suajili, que significa ‘Alegría’ y se esfuerza cada día para que sus hijos puedan estudiar y vivan en condiciones seguras sin perder la sonrisa. “Tuvimos que marcharnos cuando llegaron las milicias armadas”, explica, en la huida nació uno de sus hijos, llamado Éxodo. “Gracias al SJR se están escolarizando niños y me gustaría que Éxodo también pueda ser educado. Ojalá llegue la paz algún día y podamos, además, regresar a nuestro pueblo”.
“Lo que me hace la persona que soy hoy es que tuve la suerte de conocer a alguien que me enseñó cómo montar un negocio y vender los tejidos kitenge”, cuenta Jeanette, refugiada congoleña en Uganda y dueña de un negocio de telas en Kampala. En RD Congo trabajaba en un banco, “la vida en Goma era buena, no era difícil antes de que la rebelión comenzase”, comenta, “pero después empezaron a secuestrar a la gente y a algunos los mataban sin motivo. No podíamos dormir y la situación no hacía más que empeorar. Cada día, cuando se hacía de noche, la gente tenía miedo. Yo quería vivir en un lugar donde no tuviese miedo por las noches… quería tener paz”. Así, dejó su país y llegó a Uganda en 2013. “Me gustaría decir a mis compañeros refugiados que ser refugiado no es el final de la vida”, añade.
Cuatro historias que son una pequeña muestra del millón de vidas que ha logrado cambiar el EPGO África en los últimos 15 años. Una cifra que seguirá creciendo y que demuestra como es posible lograr, con la colaboración de Inditex y de otras entidades, un cambio real en miles de personas que han tenido que dejar sus países y buscar refugio en otros lugares del continente.