21 de febrero de 2017/Fuente: el mundo
¿Quieres ir a una buena universidad, pero no sabes a cuál? La empresa de Boston Magellan Jets te lleva a las mejores de EEUU en avión privado con Wi-Fi y buffet, para ti y tu familia. Diez horas de vuelo salían por 43.500 dólares (casi 41.000 euros) en 2014 si ibas en un avión Hawker con capacidad para siete pasajeros. Si querías un Gulfstream para 18 personas, la factura pasaba de los 100.000 dólares. El precio incluía coches con chófer esperándoos en el aeropuerto para llevaros al hotel y luego al campus, más un cómodo servicio de secretarias para organizar reuniones y entrevistas con profesores.
Magellan Jets tiene competencia. Por un precio más alto, Ivy Coach hace lo mismo, más asesoría para escribir los ensayos y cursos para pasar los test de ingreso. IvyWise cuesta menos, pero debe ser la familia (o sus secretarias) del candidato quien acuerde las entrevistas con los profesores. Meritocracia pura.
A veces, la relación entre riqueza y educación es aún más directa. En 1998, el promotor inmobiliario de New Jersey Charles Kushner donó 2,5 millones de dólares (2,35 millones de euros) a la Universidad de Harvard. En 2000, su hijo, Jared, fue admitido en esa universidad, pese a que aparentemente su currículum era muy mediocre. Así lo explicó en 2003 el periodista Daniel Golden en una serie de nueve artículos que publicó el diario ‘The Wall Street Journal’. En 2004, Golden recibió el Pulitzer por esos trabajos. En 2007, los recopiló y expandió en un libro de éxito titulado ‘The Prize of Admission’ (‘El Precio de la Admisión’). El 25 de octubre de 2009, Jared Kushner se casó con Ivanka Trump.
Así que hay múltiples formas de acabar en una universidad de élite. Ser brillante, trabajar duro, tener suerte. O venir de una familia rica. «El nivel socioeconómico es lo que más predice los resultados en PISA», explica Soledad Bos, especialista sénior en Educación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), aludiendo a la prueba estandarizada de la OCDE sobre educación.
La principal ventaja de unos padres ricos no es ir en Gulfstream a conocer a los profesores. «El nivel socioeconómico influye, pero no por la riqueza, sino por los recursos. Un chico de una familia de renta alta tiene un sitio en el que estudiar, acceso a libros, un padre que tiene tiempo para ayudarle… todo eso marca la diferencia», declara Bos, que trabaja en América Latina, una región que ha salido muy malparada en PISA. Eso se debe a múltiples razones, entre las que están la mala preparación de los maestros (entre otras cosas, porque frecuentemente la profesión docente no tiene buena consideración social), el desfase de los planes de estudio y el relativamente poco gasto en educación (entre 1.000 y 3.000 dólares por alumno y año, frente a 8.000 en los países de la OCDE).
Pero también la pobreza juega un papel. En su libro ‘Scarcity’ (‘Escasez’), dos profesores de, precisamente, esas universidades a las que se ha acusado de «vender la admisión al mejor postor» (como tituló la revista de Harvard ‘The Harvard Crimson’) revelan que, si estás agobiado con cómo pagar las facturas, evitar que te desahucien, y llegar a fin de mes, tienes propensión a tomar decisiones económicas pésimas. Y, desde luego, no vas a pensar en a tan largo plazo en temas como la educación, tuya o de tus hijos. La pobreza tiende a generar una cultura en la que la educación no es valorada. Es algo que ha quedado demostrado de sobra en Estados Unidos donde algunos bárbaros llegaron a la conclusión de que los negros y los latinos eran menos inteligentes, y los judíos más, por su rendimiento académico. La razón es que los primeros dos grupos son más pobres y prestan menos atención a la educación que el último. Aunque nadie se lleva la palma como los asiáticos, que tienden a ser los más ricos y los que dan más importancia a la educación. Y, si no, siempre pueden hacer como el ex primer ministro de una gran potencia asiática, que concluyó la carta de recomendación de su nieta para varias de las mejores universidades de EEUU diciendo: «La aceptación de esta solicitud de admisión tendrá consecuencias altamente beneficiosas para el patrimonio de la Universidad».
Fuente: http://www.elmundo.es/economia/2017/02/20/58a9e0bde5fdea07198b45be.html
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