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La pujanza de la mujer venezolana frente a la adversidad ha escrito la historia de las escuelas de Fe y Alegría durante sus 62 años.
Cuando Abraham Reyes entregó al padre jesuita Jesús María Vela las dos plantas de su casa (localizada en terrenos en los que ahora queda el 23 de Enero, en Caracas) para construir la primera escuela de Fe y Alegría en el país, en 1955, fue su esposa, Patricia Reyes, de quien poco se habla, la que no solo acordó ceder su vivienda a la enseñanza sino también aprender a leer y a escribir, entre niños y niñas, para enseñar a sus ocho hijos y demostrar generosidad.
Las primeras maestras fueron jóvenes estudiantes voluntarias de la Universidad Católica Andrés Bello, quienes aprendieron junto a José Mari que el poder creador hay que despertarlo.
62 años más tarde Luisa Cecilia Pernalete es promotora y ejemplo –para más de 220 directivas de los equipos regionales de 170 escuelas repartidas en sectores pobres de toda Venezuela– de que no hay mujer que se amilane ante las dificultades. «Decir qué puedo hacer es lo que hacemos y es la mejor forma de afrontar la crisis».
Directora regional de escuelas en Zulia (1990-1997) y en Bolívar, especialmente en Guayana (1998-2009), creadora del movimiento Madres Promotoras de la Paz, integrante de la ONG Provea, artífice del teatro pedagógico e integrante del Centro de Formación e Investigación Padre Joaquín en el área de la conducción de la paz y la ciudadanía, Pernalete destaca que atravesó dos épocas difíciles frente a Fe y Alegría. La primera, como funcionaria de la Asociación Venezolana de Educación Católica, en Zulia, el Ejecutivo no dio los recursos necesarios para la fundación de escuelas. «De enero a marzo no teníamos cómo pagar los sueldos de los profesores, y entonces de las rifas salieron esos recursos. Los muchachos comían y nunca tuvimos que decir: ‘Me asaltaron en la esquina’. La segunda es ahora; y es todo más difícil. Los muchachos no pueden comer. El SAE antes PAE- no llega a todas las escuelas y nos ayudamos con la solidaridad».
Recuerda cuando llegó a Guayana y detectó al grupo Cariñas en una situación my precaria, de desnutrición. «Fundamos la escuela que se llamó Brisas del Orinoco. Los niños del preescolar eran demasiado chiquitos, tenían hambre y logramos a través de una fundación hacer una papilla con tubérculos.
Así, combatimos la desnutrición. Hoy no sé cuál de las 170 escuelas tiene mayor grado de necesidad».
La educación, a la cual se ha dedicado desde los 22 años de edad y por la que siente pasión, se ha feminizado tanto en el país y como en toda América Latina, afirma. «La gestión femenina se caracteriza por tener una mirada múltiple, panorámica, a diferencia de los hombres que son más precisos, y por esa razón nos acordamos del café, de si hay papel sanitario y de los cumpleaños». Y también asume las grandes tareas.
En una investigación realizada sobre la pacificación en escuelas, concretamente en tres centros situados en los sectores más violentos pero distintos de San Félix, Cagua y Margarita, se estableció que la situación de agresividad había disminuido. «Había directoras al frente de esas escuelas. En un período de tres a cinco años se estableció una relación de armonía con el entorno. Una de las directoras hizo hincapié en la importancia del ambiente. Y es así: los ambientes educan o deseducan. Cuando yo era directora cuidaba hasta cómo eran las tacitas en las que servíamos el café. El hombre mira las cuentas, las mujeres los detalles, le ponemos vida hasta a una pared».
Pernalete no pierde, como ninguna mujer, dice, su capacidad de «ahijar», término con el cual denomina a sus adopciones. No tuvo hijos. «Yo ahijé a dos muchachos de la calle cuando fui presidenta de la Fundación República de los Muchachos en Maracaibo. Al primero lo tuve a los 16 años de edad, le enseñaba a leer y a escribir de noche cuando terminaba su curso de mecánica y le celebré su primer cumpleaños. Murió recientemente a los 35 años. La otra, una niña, hija de colombianos, la tuve a sus 7 años al perder a su mamá. Le aseguré un cupo en Fe y Alegría y se hizo grande. Sus hijos me dicen abuela», asegura orgullosa de ser una madre soltera «como todas las venezolanas».
Fuente de la entrevista: http://www.el-nacional.com/noticias/educacion/educacion-feminizado-america-latina_84245
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