Roberto Rodríguez
El proyecto de establecer un campus en la ciudad de Querétaro de la Universidad Estatal de Arkansas (ASU, por sus siglas en inglés) avanza viento en popa. Si los cálculos son correctos, podrá abrir sus puertas en agosto de este año. Será la primera universidad estadounidense con sede en México y se plantea como una alianza público-privado en el campo de la educación superior.
En el portal de ASU dedicado al Campus Querétaro se puede leer que es patrocinada por una fundación privada de empresarios mexicanos, mientras que, como tal, la ASU se define como una universidad pública del estado que representa. Establecida hace más de un siglo, la ASU cuenta en la actualidad con cuatro campus: Beebe, Mountain Home, Newport, y el principal: Jonesboro, que concentra la mayor parte de su matrícula, de alrededor de quince mil estudiantes.
¿Qué tan buena universidad es la ASU? Depende qué ranking se tome en cuenta. En el ranking que produce Times Higher Education ocupa la posición ochocientos de la lista estadounidense. Por debajo, incluso, de otras universidades de aquel estado. En el US News & World Report le va mejor: la posición 59 dentro del total de universidades regionales del Sur de ese país. Las cuotas de admisión y colegiaturas oscilan entre los diferentes programas que se ofrecen, pero, un promedio anual fluctúa entre diez mil dólares al año, para estudiantes residentes en Arkansas, y quince mil al año para no residentes. A estas cifras se agregan cuotas para residencia y mantenimiento, en caso de requerirse, del orden de 13 mil dólares al año. ¿Cómo se va considerar a los estudiantes mexicanos dentro de este esquema?
Un indicador bastante socorrido en Estados Unidos sobre la calidad universitaria se expresa en su tasa de selectividad. Se parte del supuesto que, mientras mejor la institución, mayor demanda genera, y por lo tanto su cociente de selectividad es alto. En este rubro la ASU acepta aproximadamente el 70 por ciento de su demanda (dato de 2015). En contraste, las principales universidades de investigación en Estados Unidos indican tasas de selectividad en ningún caso superiores a 10 por ciento.
Los indicadores no son suficientemente precisos para un juicio concluyente, y aunque la ASU se define como una universidad de docencia e investigación, lo cierto es que sus datos la ubican, en el mejor de los casos, a media tabla. Es difícil encontrar una racionalidad estrictamente académica en el proyecto que se impulsa. Pero sí una extensa área de oportunidad de negocios.
El trato es excelente para la ASU: la parte mexicana, reunida en torno a la fundación Arkansas State University CQ, A.C., y por lo tanto pretendidamente sin fines de lucro, pone el dinero que requiere el proyecto. La primera etapa está valuada, en números redondos, en dos mil millones de pesos. Recientemente el consorcio contrató con el Grupo Financiero Multiva crédito por 600 millones de pesos para terminar los pendientes del proyecto y estar en condiciones de iniciar operaciones. El líder financiero de la iniciativa, Ricardo González Valdés, donó el terreno y ha conducido y coordinado la integración de la Asociación Civil. El propio González Valdés, nieto del ya fallecido Ricardo González Barrera, creador de Grupo Industrial Maseca y presidente de BANORTE, ha declarado que ya cuenta con los permisos de la autoridad educativa para impartir las carreras que se ofrecerán, y además con la opción de una doble titulación.
Las cifras son muy optimistas. Iniciar la Universidad con mil estudiantes y hacerla crecer, en sus distintas etapas, hasta un nivel de veinte mil. Se contempla recibir estudiantes de diferentes países, y establecer relaciones de intercambio académico con la propia ASU, aunque también con otras instituciones. Se prevé también desarrollar áreas de frontera en campos como ingeniería de sistemas, aeronáutica, y alta dirección de empresas. Se anticipa, y en ello se está trabajando, en impulsar la vinculación con la industria y las empresas de la localidad sin desatender la vocación global del proyecto. El estudiante de ASU-Querétaro debe ser bilingüe, porque uno de los compromisos de la sede central es activar la opción de que profesores estadounidenses se ocupen del diseño y en algunos casos la impartición de programas.
En el contexto de los órganos de gobierno de ASU, aunque en general el proyecto ha sido visto con beneplácito en sus diferentes versiones, y alcanzó continuidad pese al cambio de rector, no han faltado voces disidentes. Miembros de la junta directiva (Board of Trustees) del sistema estatal de universidades de Arkansas han mostrado algunos puntos opacos en el convenio o contrato: En la sesión de febrero de este año, Prince Gardner preguntó a la Junta: ¿Quién es el dueño? ¿Es solamente Ricardo? ¿Qué ocurre si desaparece? ¿Qué pasa si se decide un cambio en el control económico del corporativo?
No son preguntas triviales. Al lector interesado le recomiendo la transcripción de las intervenciones de la Junta de Gobierno en: “Mexican college all aet, ASU alters pact”, Arkansas Democrat-Gazete, 26 de febrero de 2017.
Fuente del Artículo:
Universidad Estatal de Arkansas en Querétaro Algunas interrogantes