El acompañamiento, el uso en familia y el diálogo son condiciones necesarias para educar en una buena gestión de la identidad en línea protegiendo la privacidad.
Evitar el acceso a Internet es utópico y discriminatorio para nuestros menores. Dejarles solos en la exploración es arriesgado. Hay que buscar formas de ayudarles a estar ahí maximizando las oportunidades y minimizando los peligros. Pero, ¿por dónde empezamos? ¿Qué herramientas tenemos para abordarlo? ¿Cómo lo enfocamos si las redes sociales nos quedan grandes? La buena noticia es que es un reto generalizado y empezamos a contar con recursos útiles y accesibles que nos pueden ayudar a iniciar estos diálogos, reforzarlos o, por lo menos, darnos coordenadas. Esta es la contribución de este artículo, pero atención: ni es una recopilación exhaustiva de todos los recursos disponibles ni está pensada desde la vertiente del cibercrimen y la ciberseguridad.
Educar en el uso de Internet y las redes sociales tiene mucho que ver con enseñarles cómo, cuándo y qué ver en la televisión, cómo comportarse en el recreo o el transporte público. Es cierto, sin embargo, que existen factores diferenciales en el entorno digital que hacen de la gestión de la identidad y la privacidad algo complejo a la vez que indispensable. Desde el primer momento en que un menor se conecta, necesita entender que Internet es un campo sin puertas. Y mucho mejor si lo hace de la mano de adultos que le acompañen y fomenten un uso crítico y seguro de la red.
Cada vez son más los padres, madres, maestros y personas involucradas en la educación de menores que muestran preocupación sobre los riesgos que supone utilizar Internet y especialmente las redes sociales. A pesar de que el reto es nuevo, las respuestas son de sentido común. El acompañamiento, el uso en familia y el diálogo son condiciones necesarias (aunque no suficientes) para educar en una buena gestión de la identidad en línea protegiendo la privacidad.
Y, de hecho, tanto los nativos como los inmigrantes digitales necesitamos entender las normas del juego, los límites, las oportunidades y los riesgos de este nuevo escenario virtual sin precedentes. La diferencia es que es nuevo para grandes y pequeños, y los últimos tienden a explorarlo con mayor facilidad y destreza, lo que puede dar la vuelta a las dinámicas establecidas de quién enseña a quién. Ahora bien, no debemos confundir saber pulsar o hacer búsquedas eficientes con ser conscientes de las consecuencias de lo que hacemos en Internet. La alfabetización digital debe ser a nivel de habilidades, pero también de comprensión. El acompañamiento en este caso es clave. Y acompañar también puede querer decir aprender juntos: perdemos el miedo a no saber más que ellos, a estar perdidos. Recordemos que sabe más el diablo por viejo que por diablo, y siempre tendréis a vuestro favor ese añadido de experiencia, aquel bagaje acumulado a partir de escenarios previos (aunque no digitales) que ayudan a discernir. Los menores (los nativos digitales) se relacionan con la tecnología de forma sencilla y nada acomplejada. Los inmigrantes digitales están más preparados para la mirada de fondo, una perspectiva crítica sobre la foto completa.
Temores y estrategias
Un reciente estudio del Ministerio del Interior señala que la principal preocupación de los padres cuando los hijos navegan por Internet es el riesgo de lo que otros (conocidos o desconocidos, adultos u otros menores) puedan hacer a sus hijos. En segundo término, sitúan la posibilidad de acceder a contenidos poco apropiados y rara vez consideran un problema cómo pueden comportarse sus hijos respecto a otros usuarios. Ahora bien, solo en la mitad (54,4 %) de los hogares con niños de entre 10 y 17 años que utilizan Internet existe diálogo sobre estas cuestiones (según el CIS, barómetros del mes de marzo de 2015, nº 3057 y 2016, nº 3131). Un cuarto de las familias ha hablado de ello «alguna vez», pero sigue siendo tabú para un 20 % de los casos. La encuesta no aborda las razones para dialogar o no hacerlo, pero lo cierto es que uno de cada cinco menores es más vulnerable a los riesgos por no tener quien le aconseje, le guíe, le acompañe o pueda resolverle sus dudas. Esto provoca que la experiencia de uso de Internet que perciben los padres diste en buena medida de la que realmente tienen los hijos.
De acuerdo con Sonia Livingstone, los padres son los mediadores entre los riesgos de Internet y las oportunidades que la red ofrece a sus hijos. El diálogo forma parte de lo que se ha clasificado como estrategias de mediación activas, pero se han definido diferentes dimensiones de gestión parental. La clasificación tiene en cuenta la naturaleza de acuerdo con los ejes control/acompañamiento y limitación/capacitación del individuo. No se trata de estrategias excluyentes y pueden aparecer combinadas.
Como forma pura de control encontramos estrategias basadas en la vigilancia y la supervisión. Se refiere a controlar qué páginas web visitan, revisar sus perfiles en las redes sociales (qué cuelgan, quiénes son sus contactos) o ver los mensajes que reciben. Estas no se consideran formas de mediación, porque a menudo se hacen cuando el menor no está. La supervisión da información sobre los comportamientos y puede ser la antesala de las demás estrategias.
En términos de mediación se han definido tres perspectivas: técnica, restrictiva o activa. El uso de programas de control parental sobre el contenido para evitar spam o virus actúa a nivel de mediación técnica, en que se proporcionan límites a través de soluciones de software. La mediación restrictiva entra en acción cuando se comunican los límites respecto al tipo de información que pueden publicar, el tiempo de uso, las páginas que se pueden y no se pueden visitar, etc. Y por último, está la mediación activa, que se caracteriza por tener una base dialógica donde se habla, se comparte, se hacen sugerencias y se anima a que exploren por sí mismos y compartan las dudas, las inseguridades y los descubrimientos. Mientras que la mediación técnica combina control y limitación, la mediación restrictiva es una limitación acompañada y la mediación activa se situaría en el paradigma del acompañamiento con el objetivo de capacitarlos. El escenario ideal es tender hacia los cuadrantes marcados en verde, especialmente donde se cruzan la capacitación y el acompañamiento.
Cada aproximación posee unos componentes específicos que pueden contribuir al proceso de alfabetización digital. El acompañamiento y la capacitación también requieren un cierto grado de control y delimitación. Lo más recomendable, sin embargo, es que, siempre que sea posible, se haga de forma explícita y razonada.
Diez recomendaciones para aplicar hoy mismo
- Consensuar y capacitar más que prohibir. Establecer límites de forma explícita, razonada y pactada en la medida de lo posible. Hay que explicarlo en cada momento en la medida y la forma en que lo puedan entender, pero evitar la vía de la imposición nos invitará a razonar y exponer los motivos de las acciones que llevemos a cabo. Una forma imaginativa es firmando un contrato en el que padres e hijos establezcan las normas de uso, los términos, las limitaciones y las eventuales sanciones en caso de incumplimiento. Safe Surfing Kidspublicó una plantilla que podéis adaptar a vuestro gusto (en inglés).
- Mediación técnica sí, exponerlo también. Los programas de control parental son realmente una solución técnica muy eficaz para evitar contenidos no deseados. Es importante, sin embargo, que los niños y adolescentes sean conscientes de que en el ordenador familiar no hay riesgo de que aparezca información de contenido violento o sexual explícito. Así, también les ayudaremos a entender que hay entornos más protegidos que otros y que pueden regular los niveles de alerta. El blog específico de Pantallas Amigas os puede resultar útil.
- Las TIC como a tema de conversación. En muchos hogares el móvil o la tecnología pueden ser motivo de conflicto (generalmente porque les prestan más atención que a los padres o los deberes, porque pasan con ellos más tiempo del deseable, etc.). Esto debe cambiar. Jordi Jubany destaca en La Família en digital los beneficios de dar un espacio a la tecnología en el seno familiar, y hacerlo también de forma intergeneracional.
- Uso individual, pero en compañía. Los expertos recomiendan que el punto de acceso a Internet esté situado en un espacio común de la casa (comedor, salón). Es importante que puedan navegar y explorar solos, pero hay que reservar tiempo para sentarse con ellos y ver qué hacen, qué intereses tienen, qué buscan y cómo reaccionan a los estímulos de Internet o en las conductas de los demás. Es un proceso similar al de sentarse a ver la televisión con ellos mientras meriendan para indicar cuánto tiempo mirarla, explicarles qué canal elegir y descodificar los mensajes que lanzan los programas para que los comprendan y los encajen de la mejor manera. Cuanto más tiempo pasen acompañados en Internet, más posibilidades hay de que compartan sus dudas con nosotros de forma espontánea.
- Identificar los datos personales. Es importante que sepan qué son, por qué son sensibles y, sobre todo, que entiendan que no los deben proporcionar a nadie sin motivo. Se considera información sensible en la red los nombres, las direcciones electrónicas, las contraseñas, las direcciones postales, las cuentas bancarias, etc. Las aventuras de Reda y Neto nos pueden ayudar a iniciar la conversación de forma lúdica, con capítulos cortos de dibujos animados. También se puede aplicar en el momento de darse de alta en una web, servicio o aplicación.
- Cuidado con los «caramelos» de desconocidos. Hay que explicarles que la identidad en la red es más fácil de simular que en la realidad. A la hora de relacionarse con los demás en las redes sociales, es primordial limitar a las personas desconocidas que incluyen en sus listas de contactos. Un 20 % han recibido propuestas para encontrarse físicamente con desconocidos y varias instituciones han publicado guías prácticas para abordar estas cuestiones. Es importante la confianza para que los menores puedan compartir con nosotros si han vivido situaciones desagradables. Hay que desincentivar estas citas, pero, en caso de que queden, hay que advertirles de que avisen siempre a alguien de dónde van y que se encuentren en un lugar público.
- Hablemos de la huella digital. Es importante que entiendan el rastro que genera su actividad en la red, incluso cuando tienen la ilusión de que es efímero. Un buen ejemplo de ello es el experimento de unamaestra inglesa que demostró a sus alumnos cuán «privada» era una foto realizada con la aplicación Snapchat. En la foto se ve cómo ella sostiene un cartel que reza: «Esta es una foto “privada” de Snapchat. Por favor, compartidla, haced click en me gusta y comentad dónde estáis. Ayudadme a enseñar a mis alumnos de primaria en qué medida esta es una foto privada en realidad». Solo hay que decir que en pocos días llegó a los 27.000 me gusta desde Inglaterra, Australia, Dinamarca o Canadá, entre otros.
- ¿Configuramos el perfil juntos? Si nuestros hijos quieren crear un perfil en las redes y consideramos que tienen la edad para hacerlo, podemos ayudarles a configurar su perfil. Ello nos dará el espacio para razonar qué información personal deben dar y elegir la fotografía del perfil (mejor un avatar o cualquier fotografía que no los identifique). También podemos repasar con ellos la política de privacidad de la empresa correspondiente y la configuración de la privacidad deseada. Por defecto, procuraremos siempre restringirlo a los contactos que aceptamos. Desde 2014 Facebook ofrece una funcionalidad que permite revisar esta configuración de forma ágil y sencilla.
- Antes de publicar, tres preguntas. En las redes sociales tendemos a publicar opiniones o imágenes casi antes de pensar qué decimos, cómo lo decimos y cómo se puede interpretar. Es recomendable que acostumbremos a nuestros hijos a hacerse unas preguntas (al estilo de contar hasta diez y respirar antes de responder):
- La norma de la euforia: ¿colgarías esto dentro de dos horas?
- La norma de la vergüenza: ¿tu abuela/abuelo/familia se avergonzará al leer esto?
- La norma del Bad Guy: ¿alguien con malas intenciones puede usar esta información para encontrarte o perjudicarte?
- Más hechos que palabras. Como decía Mafalda, «A mí me gustan las personas que dicen lo que piensan. Pero por encima de todo, me gustan las personas que hacen lo que dicen».
Conclusiones
Hay que apostar por una buena alfabetización digital desde pequeños, basada en el acompañamiento y la capacitación, con las dosis adecuadas de control y limitaciones en cada caso. Hay que pensar en soluciones que sirvan como estrategias a largo plazo: es más importante crear usuarios críticos que sepan identificar las amenazas presentes y futuras, así estarán dotados de herramientas y recursos para reaccionar y protegerse.
Podemos aprovechar este reto para iniciar procesos educativos donde poner en valor la comprensión, el espíritu de autosuperación, el aprendizaje, la curiosidad por el mundo que nos rodea, y el trabajo en equipo de padres e hijos. Es un hecho que los jóvenes y adolescentes son agentes activos que participan en Internet y las redes sociales. Es importante que contemos con ellos y que desempeñen un papel relevante en las decisiones que tomamos sobre su relación con las TIC. Se necesitan más iniciativas para unir esfuerzos para capacitar e incorporar a padres, madres, abuelos, familiares y educadores de todos los ámbitos para poder acompañar a estos ciudadanos en formación. En el acompañamiento es importante recordar que se aprende de lo que se dice, pero sobre todo de lo que se hace.
A nivel colectivo, también tenemos acciones pendientes: podemos empujar para impulsar el reconocimiento de los derechos de los niños a la esfera virtual. Al mismo tiempo, reclamar que la industria y los proveedores de servicios en línea faciliten una oferta más proporcionada, transparente y a la medida de los usuarios. Nadie ha dicho que sea fácil, pero seguramente estaremos de acuerdo en que esta nueva perspectiva es altamente necesaria.
Fuente: http://lab.cccb.org/es/category/educacion/