China/Abril de 2017/Fuente: El Nuevo Diario
Desde que abriera el primer Instituto Confucio en Seúl, en 2004, China ha extendido estos centros de enseñanza del mandarín en 513 ciudades de 140 países, pero este éxito ha venido acompañado de dudas sobre las intenciones políticas que tiene esta amplia red educativa.
«Son producto del continuado desarrollo de la economía china, de su interacción incesante con la comunidad internacional y de la cada vez mayor demanda en otros países por conocer China», señaló a Efe un portavoz de Hanban, la oficina del Ministerio de Educación chino que gestiona estos institutos en todo el mundo.
El despliegue de estos institutos no ha estado exento de problemas, especialmente en Occidente, donde algunos se vieron obligados a cerrar o no renovaron sus contratos con las universidades que los acogían, que suelen ser de cinco años.
En Estados Unidos, un estudio del profesor de la Universidad de Chicago Marshall Sahlins, uno de los mayores críticos de los Confucio, calificaba en 2013 a estos centros de «virus» del gobierno chino para entrar en los centros superiores de todo el mundo.
No es casual que el Instituto Confucio en la Universidad de Chicago cerrara poco después, y que le imitaran otros centros estadounidenses, como el de la Universidad de Pensilvania o los de varias localidades canadienses.
Para el profesor Philip Clart, director del Instituto Confucio de Leipzig (Alemania) desde hace ocho años y que intenta asumir una posición neutral, los problemas se pueden resolver si se separan bien las funciones de este tipo de centros con los de las universidades foráneas que los acogen.
«Hay aspectos (negativos) de la cultura china que no contará el Instituto Confucio, pero tenemos que asegurarnos de que en otros lugares se relaten, con diferentes voces», señaló Clart en una reciente charla con periodistas en Pekín.
La visión de China dentro y fuera del régimen choca a menudo, pero se puede intentar contemporizar, como él hizo cuando se le pidió celebrar una conferencia con el escritor disidente chino Liao Yiwu, que vive exiliado en Berlín.
Clart presentó la conferencia y la moderó, pero en lugar de hacerlo en su función como director del Confucio de Leipzig lo hizo como jefe del departamento asiático de esa universidad sajona, para contentar a todas las partes.
«Los conflictos en EE. UU. y Canadá ocurrieron porque las distancias no se mantuvieron», defiende, mientras desde Hanban se reconoce que las diferentes legislaciones de cada país en ocasiones suponen un reto para su funcionamiento.
Sobre las acusaciones de que los Confucio sean un vehículo propagandístico de Pekín, Clart prefiere hablar de «diplomacia pública», un término más suave con el que admite que China quiere influir a través de ellos pero sin contar falsedades, y también recogiendo opiniones, no solo dándolas.
«No son un instrumento de propaganda en un sentido tan extremadamente negativo, ese tipo de acercamiento a ellos es lógica de la Guerra Fría, de ‘ellos’ contra ‘nosotros», afirma, aunque admite que si algún día el Confucio le presionara demasiado eso podría suponer el fin de su relación con este.
La teoría de que cada Instituto Confucio sea una herramienta para el «poder blando» de China tampoco lo diferenciaría demasiado de sus homólogos de otros países: hasta la Alianza Francesa, decana de estas instituciones, se creó en 1883 para recuperar el prestigio que Francia había perdido tras la derrota en 1870 en su guerra contra Prusia.
Otro foco de tensión para la red de Institutos Confucio proviene de Taiwán, isla que inició una campaña internacional para la enseñanza del mandarín incluso antes que China, a través de la Fundación Chiang Ching-kuo.
La existencia de estas dos instituciones análogas pero tras las que hay dos gobiernos antagonistas causó tensiones en 2014, cuando la directora de Hanban, Xu Lin, participó en un congreso sobre la enseñanza de chino en la ciudad portuguesa de Braga, también patrocinado por la fundación taiwanesa.
Xu llegó a pedir que se arrancaran en los programas del congreso las hojas en las que se nombraba la participación de Taiwán, lo que produjo un aumento de la desconfianza hacia los Confucio en Europa, y el de Estocolmo, el primero que hubo en el Viejo Continente, cerró poco después.
Fuente: http://www.elnuevodiario.com.ni/especiales/424193-institutos-confucio-nuevo-imperialismo-cultural-ch/