Por: Hector G. Barnés
Pocos temas referidos a la educación son capaces de dividir tanto a la sociedad española como el rol que debe desempeñar la asignatura de religión en los colegios españoles, un país que se define como no confesional en su Constitución, pero que es producto de una larga tradición católica. Aún más cuando en estos momentos se debaten los principios de un pacto educativo que dé a luz a una nueva ley orgánica que reemplace a la LOMCE y que deberá decidir una vez más sobre el papel que jugará la religión.
Con el objetivo de identificar los problemas, proponer soluciones y llegar a acuerdos, El Confidencial organizó la mesa redonda ‘La clase de religión: ¿una opción de libertad?’, propuesta por la Conferencia Episcopal y moderada por Alberto Artero. Como recordó durante la charla Francisco López Rupérez, expresidente del Consejo Escolar del Estado y director de la Cátedra de Políticas Educativas de la Universidad Camilo José Cela, este tema “se ha utilizado como una suerte de arma arrojadiza, simplificando el discurso”.
Hay un marco que centra este debate. Se trata del artículo número 27 de la Constitución, que regula los derechos y deberes fundamentales referidos a la educación. En concreto, su primer enunciado, que reconoce tanto el derecho a la misma como la libertad de enseñanza, y el tercero, que garantiza el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral de acuerdo con sus convicciones. Como recuerda David Reyero, profesor de Pedagogía de la Universidad Complutense de Madrid, “la enseñanza de la religión es un derecho de los padres; el punto de fricción sigue siendo la confesionalidad del hecho, porque mucha gente que estaría en contra de una asignatura confesional sí estaría a favor de una enseñanza sobre el hecho religioso”.
¿Hasta dónde debe llegar?
En lo que todos los participantes se ponen de acuerdo es en que el hecho religioso es lo suficientemente relevante socialmente como para formar parte del currículum, teniendo en cuenta todo tipo de manifestaciones religiosas. La gran pregunta, no obstante, es la siguiente, tal y como fue planteada por José Moya Otero, profesor de Educación de la Universidad de Las Palmas: “¿Qué respuesta se puede dar a las religiones confesionales en un estado que oficialmente no es confesional”, un problema específico a nuestro país, en opinión de ‘La ideología del esfuerzo’ (Catarata).
Los riesgos que hay en torno a la convivencia llevan a unas prácticas que han desarrollado un modelo multiconfesional
De ahí que Rupérez apueste por una visión comparada del problema con los países de nuestro entorno, lo que él denomina “la Vieja Europa”, entendiendo cómo han abordado el tema de la religión en la escuela. Precisamente, Carlos García de Andoin, ex Coordinador Federal de Cristianos Socialistas, es el autor de ‘Enseñanzas de la religión en Europa’, en el que aborda este tema. Por ejemplo, en Francia la religión se imparte fuera de la escuela, y Reino Unido sí es un Estado confesional por lo que su realidad es muy diferente.
Como recuerda García de Anodain, la difícil cuestión de la educación religiosa en España a lo largo del siglo XX, consiguió articularse en la Transición en “un esfuerzo por todas las partes de pactar, siendo todos perfectamente conscientes que uno de los problemas que había conducido a la Guerra Civil fue la educación”. La realidad social provoca que la práctica trascienda la mera teoría, como ha ocurrido en la integración del islam en nuestro país: “La praxis política y los riesgos que hay en torno a la convivencia y la cohesión social, que son muy importantes en materia de religión, llevan a unas prácticas que, por ejemplo, han desarrollado un modelo multiconfesional con más alumnos estudiando islam en las escuelas”.
Para Jesús Muñoz de Priego, abogado y especialista en Derecho Educativo, el legislativo es tan solo el primero de los fundamentos –“y ni siquiera el más importante”– por lo que, para él, es necesaria una formación religiosa confesional libremente elegible, junto a la atención a la pluralidad social, los fines propios de la educación como “el desarrollo pleno de la personalidad” y, en último lugar, conocer la cultura, tradición, civilización y arte.
¿Qué pasaría si la religión, entendida o bien como cultura o bien como confesión, no formase parte de los currículos escolares y tan solo fuese promovida desde organismos externos? Como recuerda José Moya inspirado por García de Andoin, “qué error tan grande sería sacar a la religión de la cultura escolar y dejar solo en manos de los fundamentalismos la aproximación al hecho religioso”. El profesor advierte que la batalla la pueden estar ganando estos últimos, de ahí que haga falta replantear el lugar de las religiones en los colegios.
¿Hay solución posible?
Nos encontramos en un momento de transición de una realidad educativa a un rediseño de la ley en el que todos los agentes deberán ceder para volver a encontrar un equilibro que, en opinión de Moya Otero, se tuvo en un pasado, y que actualmente se ha perdido. Para el profesor, hay tres claves para solucionar el conflicto: “Respeto al artículo 27 (sin olvidar ninguna parte de él), entender bien el problema y comprender que el derecho de los padres a elegir está limitado por el derecho subjetivo de los alumnos, que es el derecho a la educación”.
Qué error tan grande sería dejar solo en manos de los fundamentalismos la aproximación al hecho religioso
Por su parte, David Reyero recuerda que “la religión para muchas personas juega un papel esencial, y uno de los problemas de la religión es que se ha convertido en una asignatura ‘maría’, por lo que tiene los días contados, como ha pasado con la filosofía”. En opinión del profesor de la Universidad Complutense, la estructura del sistema educativo tiene parte de la culpa en esta situación, ya que sugiere que “el Estado no lo considera importante”. “Hay que integrarlo en el espacio público, no sacarlo por la puerta de atrás, porque forma parte de la vida de muchas personas”, concluye.
A tal respecto, Ruipérez recuerda que muchos padres matriculan a sus hijos en religión confesional durante la Primaria, pero que el porcentaje desciende a medida que estos crecen y maduran. Esto sugiere que las familias entienden la religión como un marco ético, “como un sistema de transferencia de un código de valores que se ha revelado importante”. Se trata, en opinión del expresidente del Consejo Escolar del Estado, de una cuestión de “eficacia”: “La transferencia de un código ético es más fácil desde un marco religioso que desde un marco laico”. La polarización de la sociedad, con el surgimiento de partidos radicales, es otro escollo a la hora de llevar a cabo una discusión calmada sobre este problema.
Carlos García de Andoin tiene una propuesta concreta, que intenta solucionar tanto los problemas de la Educación para la Ciudadanía del gobierno de Zapatero, “muy laica para los religiosos y muy religiosa para los laicos” como los de la LOMCE: “En lugar de elegir entre valores y religión, apostaría por que en los dos primeros cursos de Secundaria hubiese una educación en valores comunes y constitucionales, compartidos por todos, y una opción de religión cultural”, explica. “Pero ambas tendrían que ser obligatorias, de forma que se produjese un conocimiento y un diálogo que permitan corregir las derivas fundamentalistas, el problema ocasionado por colocar la religión fuera de los códigos culturales”.
Fuente: http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-04-27/conferencia-episcopal-clase-religion-colegios-debate_1370063/