Entrevista: La tandilense que fue parte de la lucha docente en la carpa blanca recordó la inolvidable experiencia

Escrito por: El Eco de Tandil

Paula Codesido tenía tan solo 24 años cuando tomó la determinación de ser una de las ayunantes en la carpa blanca que se había instalado en abril de 1997 frente al Congreso. En julio de ese año viajó a Buenos Aires y permaneció 27 días ayunando junto a otros docentes provenientes de distintos puntos del país. Una inolvidable experiencia que le cambió la vida y que aún hoy recuerda con mucha emoción. En diálogo con El Eco de Tandil rememoró aquellos momentos históricos y analizó la situación actual de la educación pública.

El 11 de julio de 1997 este Diario le hizo una nota en la cual contó que “me parece que como sociedad hemos comenzado a despertar, como que la gente empieza decir basta y se acerca acá encontrando un lugar de representación”. Admitió sentirse una “privilegiada” por estar en ese lugar y admitió que si bien “desde el Gobierno hacen oídos sordos, algo está cambiando un poco”.

Consideró que estar en ese lugar era la “posibilidad de poner en práctica los principios que fundamentan una lucha que se vincula a nuestro futuro como país”.

“Estamos luchando porque tenemos que optar por vivir con dignidad antes que sobrevivir”, enfatizó.

Un símbolo
de protesta

Hoy, veinte años después, Paula Codesido compartió los recuerdos de aquella experiencia con El Eco de Tandil.
Rememoró que estuvo en el cuarto grupo de ayunantes y que fue una época de “muchos medios en la carpa, porque tuvo sus altibajos en exposición mediática. Era muy cotidiano que vinieran periodistas, hasta incluso internacionales. Se convirtió en símbolo de protesta fuera de las fronteras nuestras”.

En ese entonces Paula trabajaba en el Centro de Estimulación Temprana y hacía suplencias en Escuela de Educación Especial 501.

“Me había recibido hacía dos años más o menos. Yo soy terapista ocupacional y en realidad mi primer objetivo no era trabajar en docencia. Pensaba en consultorio, en clínica, hospitales, otro tipo de orientación y cuando surgió la posibilidad de trabajar en el centro de estimulación que no tenía terapista, conocí ahí qué era trabajar en educación, siento como que se me amplió la mirada”, contó.

Y explicó que “era una mirada no tanto de laboratorio con el nene a solas en un consultorio sino una mirada más amplia, integral”.

A partir de ese momento, se dio cuenta de que la docencia era lo que verdaderamente le gustaba y dedicó toda su vida a ello. Actualmente sigue trabajando en la escuela de Educación Especial 503 y ATAD.

“Opté por la
docencia”

“Opté por la docencia. Tuve oportunidad de trabajar en consultorio pero sentí que no era lo mío”, confió.
Codesido explicó que si bien en ese entonces ella era muy joven “por cuestiones familiares tenía mucha información en casa porque papá era secretario general de Suteba en ese momento y mis viejos fueron docentes los dos”.

“Hasta intuitivamente y por lo que se hablaba en casa sabía que los sueldos eran bajos, que lo que más se pedía en la carpa era una Ley de Financiamiento Educativo, que se estaba desmantelando de alguna manera la educación pública”, sostuvo.

Y agregó que “en ese momento se pensaba en cosas como municipalizar las escuelas, con lo cual si un municipio tenía dinero iba a tener una buena escuela y si no iba a tener una escuela mediocre, y se estaba produciendo una desinversión en todo, en infraestructura, equipamiento. Yo no tenía mucha experiencia laboral pero podía verlo, tal vez no tanto como ahora pero me preocupaba”.

Símbolo de protesta

-¿Qué te motivó a ir a la carpa siendo tan joven?
-En un momento mi papá estaba pensando en ser el ayunante y lo charlaba con mamá, creo que a mí ni me tuvieron en cuenta para eso, nosotros somos cinco hermanos, y las charlas sobre la cuestión política y social siempre se daban en mi casa, entonces era hasta natural que surgiera.
Yo tenía una vida social como cualquier chica de mi edad, solo que 27 días se los dediqué a la carpa.
Papá había decidido no ir por no dejar a la familia y después a mí se me prendió la lamparita. Creo que los sorprendí.
-Después de toda la lucha que llevaron adelante… ¿pudieron ver los frutos, que cambió la situación en algún punto?
-Fue largo, una etapa de muchas marchas. Finalmente, se concretó la Ley de Financiamiento Educativo, a partir de ahí recibimos el incentivo docente y se estableció la ley. Después corrió peligro en algunos momentos, incluso actualmente se dice que corre peligro, pero la ley está y el incentivo lo seguimos cobrando.
Lo importante fue que ante tanto desmantelamiento se expuso el conflicto, desde la carpa se hicieron infinidad de programas, era el símbolo de protesta incluso superando la cuestión docente, porque cualquier trabajador que tenía una cuestión que demandar tomaba la carpa como símbolo de protesta.

La docencia hoy

-¿Cómo ve la situación hoy de la docencia? ¿Hay escenarios similares a las de ese momento?
-En ese momento tuve mucho contacto con el gremio, con Suteba. Iba asiduamente a las marchas, militaba, y cuando se revolvió lo de la carpa pasé un período en el que no necesité estar tan cerca porque vi que algunas cuestiones estaban cubiertas, que las cosas empezaron a ordenarse.
Como nunca el año pasado sentí que debía volver al gremio, así que esa militancia de hace 20 años volvió ahora. Yo fui delegada de Suteba en 503, me mantenía en contacto pero no podía ir a todas las reuniones, hacer todas las actividades, pero ahora siento que es una responsabilidad que va en conjunto con mi trabajo.
Demanda mucho tiempo y admiro a la gente que se compromete con el gremio. Yo trabajo muchas horas y a veces no puedo ir a todas las reuniones, pero creo que es necesario en este momento.

Malestar en
las escuelas

-¿Que similitudes ve entre esa época y ésta respecto a las problemáticas?
-No solo por la problemática docente en sí sino por las temáticas que atraviesan a los alumnos y que nos afectan directamente, que es lo que está produciendo más malestar en la escuela.
La escuela especial hace años viene trabajando en la inclusión, que es el mayor objetivo, cuando llega un nene nuestra idea no es que se quede en especial, sino que pase a la escuela común.
Muchas veces últimamente en las reuniones nos encontramos hablando de cosas que no tienen que ver con lo pedagógico, sino con necesidades básicas no cubiertas de salud. Ahora por ejemplo el Hospital nuestro no tiene psiquiatra infantil.
Es un bache terrible para los chicos, porque se quedan sin medicación, no tienen prescripciones como correspondería y no son medicaciones fáciles de suplantar. Si las dejan de tomar tienen consecuencias graves como convulsiones, brotes psicóticos, y la escuela es la que primera recibe esas consecuencias.
El año pasado renunció Andreatta, todos sus pacientes pasaron a Rodrigo Del Campo, que también renunció. Yo los comprendo a los profesionales, están sobrepasados de demanda. En este momento no hay y se nota. Es un agujero enorme para la salud de los chicos. Hay cosas que te exceden y no tenés como resolverlas.
Respecto a lo pedagógico propiamente dicho, en años anteriores nos llegaban cajas de libros, colecciones de diferentes autores, Conectar Igualdad. Las escuelas especiales recibimos las computadoras, fue un proyecto muy lindo porque para muchos de los nenes fue estar incluidos desde lo mediático, les abre un mundo nuevo, otra posibilidad de comunicación, todo eso se fue desmantelando. Ya no recibimos esas cosas, teníamos hasta equipamiento adaptado para especial, teclados adaptados, nos llegaba infinidad de equipamiento que ya no llega estos últimos dos años.
Ahora nos dicen que Conectar Igualdad sigue en vigencia, pero en la práctica nosotros no tenemos capacitaciones como teníamos, hay varias cuestiones que fueron cayendo, que desde el discurso dicen que lo seguimos teniendo pero desde lo concreto no lo vemos.
Otra cosa que habían mejorado muchos años anteriores eran las capacitaciones del CIE. En el 90 se habían privatizado las capacitaciones, el que tenía dinero aumentaba sus créditos, y subían puntaje en la docencia gracias a comprar cursos. Pasó esa etapa, empezó a haber cursos gratuitos y el CIE empezó a tener cursos de muy buen nivel. Ahora notamos que hay más oferta de cursos privados, sigue habiendo públicos pero empieza a surgir el curso privado, gradualmente. Se ve una pseudoprivatizacion de esas cuestiones.
No solo el desmantelamiento es en lo pedagógico propiamente sino que lo nenes no vienen preparados o dispuestos a estudiar por otras cuestiones, por ejemplo porque tienen hambre.
La clásica discusión en especial es hasta qué punto se hace asistencia o no, si es la función de la escuela.

Necesidades

-¿Estas necesidades las empezaron a ver recientemente?
-Sí, ahora este año fue muy notorio, o que las auxiliares o cocineras te digan que armaron la bolsita para tal nene porque observaron que necesita un refuerzo en la comida.
La preceptora es la cara visible en las casas y nos cuenta cómo están los nenes, las familias, es la primera en dar cuenta de esas necesidades, además de la trabajadora social.
-¿Cree en este contexto que sea necesario o que podría darse que vuelva la carpa blanca o algún tipo de protesta similar?
-En los gremios se discutió pero una carpa exige mucho. Cuesta caro no solo desde lo monetario si no que hay que poner mucho el cuerpo.
Yo lo hice en un momento que no tenía hijos, ni pareja, estaba muy suelta en la vida, si hoy lo tuviera que hacer no podría, no por falta de compromiso con la lucha sino porque no puedo dejar a mis hijos. Admiro a los compañeros de esa época que 27 días dejaron a sus familias, hijos.

A la carpa blanca fueron diferentes personalidades, como León Gieco.

A la carpa blanca fueron diferentes personalidades, como León Gieco.

“Lo viví todo como una
película”, expresó la docente

-¿Cómo fue estar esos 27 días en la carpa? ¿Cómo era la vida?
-Fue muy loco porque la carpa estaba repreparada, yo dormía sobre dos colchones, era por grupos la cantidad de ayunantes.
Ayunaron 1500 en total, pero por grupos de alrededor de 20. Llegue a los 27 días de ayuno. Dormíamos en la carpa, nuestra vida cotidiana transcurría todo el día en la carpa, y solo salíamos cuando nos llevaban en una combi hasta un hotel donde nos bañábamos y volvíamos.
-¿El ayuno era total?¿Cómo se sobrellevaba?
-Los médicos de Ctera nos atendían. Teníamos que tomar un vasito de Seven Up, uno de Ades, agua y a la noche nos daban un caldo.
Eso estaba supervisado por las médicas. Podíamos tomar agua cuando quisiéramos y en determinado horario un vaso de Ades, caldo, y nos pedían que lo respetáramos por una cuestión de salud.
Durante los 27 días me hicieron análisis de orina, creo que era semanal, de sangre cada 15 días.
A algunos compañeros los retiraron a la mitad, yo logre cumplir los 27 días de ese contingente. A los 11 días uno dejó, no se sentía mal pero pidió disculpas y dijo que quería comer, nos saludó a todos y se fue.
-¿Sentía que aguantaba bien el ayuno o en algún momento pensó en dejar?
-La médica me decía que me favorecía que yo era muy tranquila, no tenía grandes altibajos emocionales. Tenía compañeros que les costaba muchísimo.
Recuerdo que habíamos hecho una especie de grupo de autoayuda, nuestro patio era la Plaza Congreso, nos turnábamos para acompañarlo a dar vueltas a la plaza porque le costaba horrores no comer.
Nos invitaban permanentemente a obras de teatro, recitales, tuvimos visitas de artistas reconocidos como León Gieco.
Una vez tuvimos que ir a la inauguración de un mural, y no se dieron cuenta de que en la esquina estaban haciendo choripanes y sufríamos horrores. Nos quedábamos lejos y tratábamos de no mirar.

La vuelta

-¿Después de los 27 días cómo fue volver?
.Las médicas nos pedían que no comiéramos de golpe. Un día nos dieron un menú en el hotel donde nos bañábamos, súper reducido para empezar a comer de a poquito.
Yo creo que hasta emocional fue eso, porque es como cuando entrás al cine a ver una película que te encanta, te concentrás dos horas, salís y te perdiste en el tiempo y en el espacio, a mí me dio esa sensación la carpa, trasladarme a otro mundo.
-¿Fue una buena experiencia?
-Fue muy buena, pero me di cuenta después que yo era muy chica, muchas cosas las procesé después. En ese momento lo viví todo como una película.
-¿Sentían el apoyo de la gente?
-Sí, había días en que todos los ayunantes estábamos sentados y para que no estuviéramos tan invadidos habían puesto una soguita, porque era tal la cantidad de gente que casi no podían detenerse a conversar.
Cuando venía gente de Tandil me llamaban a mí. Flor de Murga fue con un grupo de alumnos de acá, me acuerdo mucho de ellos porque Dardo Casal lloraba como un descosido. Me abrazó, pensaría que me estaba muriendo. Hoy en día lo veo y pienso ‘qué grande, un tipo que acompaña todas las movidas’.
A la gente le tocaba la cuestión emotiva por el sacrifico de no comer. Yo recuerdo que mi abuela cuando me visitaba se emocionaba. Estaba muy de acuerdo con la causa peor le dolía esto del ayuno.
El día que llegué a la carpa, el contingente anterior todavía no había terminado el ayuno, y uno me dijo ‘comé algo rico porque va a ser lo último que comas’. Fui al cine, comí algo y a la noche fue el cambio de contingente y comencé el ayuno, bajé como 3 kilos, algunas bajaron 11.
Había de ayunantes de Jujuy, Capital, Entre Ríos, Córdoba, San Luis, era una fiesta cada vez que venía el contingente de una provincia porque venían a saludar a su ayunante.

Fuente de la Entrevista:

La tandilense que fue parte de la lucha docente en la carpa blanca recordó la inolvidable experiencia

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