América del Sur/Uruguay, 05 de septiembre de 2017. Fuente: www.elobservador.com.uy
Después de haber perdido dos años por la obstinada oposición de su presidente, Wilson Netto, la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) ha pergeñado una versión aguada del proyecto del presidente Tabaré Vázquez de unificar los diferentes ciclos. Pero hasta esta diluida iniciativa va camino de frustrarse por trabas sindicales.
El marco curricular común para la enseñanza inicial y en primaria, secundaria y UTU, anunciado por ANEP como el postergado ADN de la enseñanza pública, es un pobre sucedáneo de la unificación que propuso Vázquez al comienzo de su segundo período. El presidente puso a Fernando Filgueira como subsecretario de Educación para llevarla adelante. Pero este técnico renunció poco después ante los embates de Netto, integrando luego Eduy21, organismo de prominentes educadores y economistas que sigue siendo la mejor esperanza de que la educación pública salga algún día de su atraso.
La ANEP retomó eventualmente el tema y preparó este proyecto que será presentado la semana próxima. Procura corregir algunas de las deficiencias que persisten. Pero se queda corto de las reformas que se necesitan y que los tres gobiernos del Frente Amplio prometieron pero no implementaron por el sostenido doble acecho de la incompetencia de la ANEP y sus consejos y el rechazo de los profesores sindicalizados, que ciertamente no son todos, a perder privilegios y cuotas de poder.
Este ejercicio improcedente de musculatura sindical ya se evidenció hace pocos días cuando, por tercer año consecutivo, el sindicato nacional de profesores Fenapes forzó al Consejo de Secundaria a dar marcha atrás en su razonable propuesta de llevar a dos años, en vez de uno, la elección de horas docentes para evitar la dispersión de profesores que impide integrar equipos continuados de trabajo docente.
Y a renglón seguido ADES, que nuclea a los profesores de Montevideo, le puso la proa al marco curricular común anunciado por ANEP. Sus argumentos son de fantasía. Uno es protestar porque no se ha consultado al sindicato. Otro es denunciar que el proyecto «obedece a una visión empresarial y a la necesidad de formar para el mercado», sostuvo el dirigente de ADES, Javier Iglesias, quien aseguró que el sindicato no está de acuerdo con esa visión.
Mentes menos ilustradas que las de la dirigencia sindical hubieran pensado que el fin de una educación eficiente es preparar a los estudiantes para una vida más gratificante a través de su inserción en el mercado laboral y en las empresas de los diferentes sectores de la economía. Y en cuanto a la utilidad de consultar a los sindicatos docentes, basta recordar el fiasco del último Congreso Nacional de Educación, convertido en una tribuna de politización ideológica y del cual se retiraron hastiados numerosos académicos competentes.
UYCheck identificó recientemente ocho propuestas educativas incumplidas en los dos años de gobierno de Vázquez, incluyendo universalizar la enseñanza en zonas rurales, crear un sistema nacional de becas y fijar una estrategia de aprendizaje. Se les agrega, al tope de la lista, crear un verdadero ADN de la educación pública para diagnosticar sus flaquezas y enmendarlas, compromiso básico que la ANEP busca cumplir ahora con un rengo remedo del plan original de Vázquez y Filgueira.
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