Abelardo Carro Nava
Indescriptible es todo el cúmulo de sentimientos que viví el pasado 19 de septiembre en el Estado de Morelos; esto, mientras me encontraba dando un curso a colegas normalistas de esa bella entidad porque, a fuerza de ser sincero, no existen palabras que puedan plasmar las emociones que se generaron en mi interior por el sismo que buena parte de los mexicanos vivimos ese día. Miedo, angustia, desesperación, impotencia, frustración, desazón, incertidumbre, tristeza, llanto; en fin, tantos y tantos sentimientos que, de una jalón, hicieron que mi seguridad – o al menos la que pienso tener –, se quebrantara, y no es para menos.
Algunos llaman a este fenómeno natural, el cobro de facturas por el daño que le hemos hecho al planeta; otros, un recordatorio sobre lo pequeños que somos ante los efectos del mundo moderno; unos más, consideran que es algo justo por haber perdido la fe en un ser supremo creador de todas las cosas. En cualesquiera de los casos, el hecho, el acontecimiento, el suceso, ahí quedó, como un episodio más que, con seguridad, dejó una huella profunda en alguna parte de nuestra mente y corazones.
Y en medio de todo este caos que inundó pueblos, ciudades… vaya, al país entero, estaban ellos, un grupo de millennials que ante la desgracia que embargó a familias enteras, se dieron cita para ayudar a su prójimo, a su semejante, a su igual. ¿Una lección solidaria y empática? No lo sé, y no me atrevería a calificarla de esta manera en este momento. Lo que sí es un hecho, es que su participación voluntaria y decidida, hizo que el pueblo de México volteara a verlos.
¿Habremos desestimado su configuración social a partir de lo que los estudios nos han arrojado? Es probable. Y es probable, porque buena parte de las investigaciones, nos dicen que los jóvenes que nacieron después de la década de los ochenta, tienen ciertos rasgos que indican lo contrario de lo que observamos el pasado 19 de septiembre y en los días sucesivos. En ellos, o en buena parte de ellos, se observaron algunos valores que no entran precisamente en una categoría de indiferencia, rechazo o despreocupación por lo que sucede a su alrededor – aunque sí en contra de las mismas tácticas y/o estrategias gubernamentales y políticas cuya finalidad da forma a tan conocido concepto: demagogia –. ¿Qué es lo que pasó entonces?, ¿por qué muchos hablamos de la labor tan encomiable que estos jóvenes realizaron durante y después del siniestro?, ¿qué evaluación podremos hacer con relación a la formación informal y formar que han recibido en casa y en la escuela?
Éstas, son preguntas que en lo sucesivo tendrán alguna respuesta, así como también, el que a partir de estos hechos, particularmente en México, se voltee a ver de una forma diferente a quienes, hoy por hoy, representan una fuerza ideológica y física que está aquí y que, insisto, no hemos valorado como debiera.
El uso que le dieron a las redes sociales, jugó un papel muy importante en todo esto. De hecho con este uso, confirmaron esa concepción del millennial que conocemos pero, ¿y los valores que observamos en ellos? Dese cuenta, las convocatorias que difundieron a través de Facebook o Twitter para que las personas brindaran alguna ayuda para las personas de las zonas afectadas, fue un éxito. Tan es así, que varias toneladas de víveres y demás enseres domésticos, ellos mismos las han hecho o hicieron llegar a los habitantes de la Ciudad de México, el Estado de México, Morelos o Puebla, lugares donde dicho sismo, pegó en demasía. ¿Habrá usted visto tal fuerza y empuje? Es lógico, ellos no lo habían vivido, solo visto. Y no lo habían visto porque estos jóvenes, cuyas edades oscilan entre los 15 y 29 años, no vivieron el temblor del 85. Esa tragedia que muchos tenemos fresca en nuestra memoria y que, cuando un evento de esta naturaleza llega a ocurrir en estos días, se manifiesta de la forma menos esperada en cada uno de los mexicanos que la padecimos en carne propia.
De llamar la atención fueron los incontables centros de acopio que hubo en varios rincones de la República Mexicana. No, no a través del internet. Ellos, los millennnials, físicamente se encargaron de tal proeza y eso, cualquiera de nosotros, lo pudo constatar ya que su brío y solidaridad con el pueblo de México, con la energía que caracteriza esta etapa de nuestra vida, logró acrecentar el amor por nuestra gente, nuestros connacionales, nuestros mexicanos.
No, no se confunda mi estimado lector, con estas línea no pretendo desestimar ni cometer el mismo error que, supongo, hemos cometido hasta antes de este siniestro: subestimar a esta generación de mexicanos. Por el contrario, es un merecido reconocimiento a su labor, su empuje, su empeño.
Como puede darse cuenta, en absoluto estoy hablando de la misma generación de jóvenes, con los que nosotros nos formamos, eso lo tengo claro. Ésta, es una generación de jóvenes que, por alguna razón, fue catalogada de esta forma: la generación Y; sin embargo, en el ejercicio de dar un nombre a tales o cuales generaciones, se nos olvida o se nos ha olvido, que son seres humanos que, sin importar una fecha de nacimiento, una década o un siglo, sienten, piensan, reflexionan y actúan sin distingo partidista o clasista.
Sí, hubo un epicentro el pasado 19 de septiembre pero, más allá de sismo que vivimos y del cual aún seguimos padeciendo sus estragos; prefiero quedarme con éste, el de los millennials, un epicentro social que ha marcado y marcará una etapa en la vida de mi México querido.
Finalmente, y si usted me lo permite, deseo expresar mi enorme reconocimiento a los jóvenes y maestros de las diversas escuelas normales que han sumado esfuerzos y voluntades para hacer llegar algunos víveres a quienes en este momento lo necesitan, entre ellas puedo nombrar a la Escuela Normal “Lázaro Cárdenas” de Tenería; Escuela Normal Urbana Federal Cuautla, Morelos; Escuela Normal Preescolar “Profra. Francisca Madera Martínez” de Tlaxcala; Escuela Normal del Estado de Querétaro, Escuela Normal Rural Mactumactzá; Escuela Normal Rural de Tiripetío de Michoacán; en fin, a todas y cada una de las instituciones formadoras de docentes que han aportado su granito de arena con los afectados por el movimiento telúrico.
En suma, coincido con aquellos que han afirmado y afirman que la sociedad y en especial, sus jóvenes, sobrepasaron a una estructura gubernamental, vieja, anquilosada y llena de escombros que bien pueden ser removidos si nos los proponemos. Es tiempo de reflexionar o… ¿me equivoco?
Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/un-epicentro-llamado-millennials/
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