¿A la educación también?

Por: Juana M. Sancho

¿Por qué sigue siendo un ámbito infravalorado, con escasez de recursos, con una mínima inversión para la investigación y teniendo que afrontar una y otra vez el mismo tipo de problemáticas irresueltas?

Sé que me planteo un tema arriesgado y controvertido. Pero aprender tiene que ver con arriesgarse. Si nos quedamos en nuestra zona de confort (o, mejor, de control) nos será difícil, si no imposible, vislumbrar, pensar, proyectar otras cosas. Y para mí, no nos podemos permitir el lujo de no aprender y, todavía menos, el de no entender las complejidades de nuestros contextos. Los seres humanos repetimos demasiadas veces los mismos errores, pero ojalá llegue un día que la mirada al pasado/presente nos permita proyectar mejor nuestro futuro. Los que nos dedicamos a la educación, jamás podemos perder la esperanza. Así que, sigo en este comienzo de curso en “modo preguntas” por lo que me permito compartir un gran interrogante al que llevo tiempo dándole vueltas.

En estos días de incertidumbre política, social y económica, en los planos local, nacional, europeo e internacional, no he podido dejar de pensar en el historiador italiano Carlo Cipolla, quien en la línea del economista británico del siglo XIX, Jeremy Bentham, argumentaba que las personas estúpidas son más peligrosas que las mafias, el Complejo Militar Industrial (MIC) o los considerados enemigos.

Para Cipolla existen (a) los inteligentes, que benefician a los demás y a sí mismos; (b) los incautos o desgraciados que benefician a los demás y se perjudican a sí mismos; (c) los estúpidos, que perjudican a los demás y a sí mismos y (d) los malvados o bandidos, que perjudican a los demás y se benefician a sí mismos. Y lo que no puedo parar de preguntarme es si esto también sucede en el campo de la educación. Y me voy decantando por el sí.

Quienes me conocen saben de la importancia que para mí tiene la educación, tanto para los individuos como para las sociedades. Para los individuos, porque, como argumenta Charles Handy, no basta, -aunque resulta totalmente necesario y de momento no todavía conseguido para toda la población-, con satisfacer el hambre menor, que tiene que ver con las cosas que sustentan la vida, los bienes y servicios y el dinero que requerido para pagarlos. Sino que necesitamos considerar el hambre mayor, que exige contar con algún tipo de comprensión sobre el propósito de la vida y con el derecho de todas las poblaciones a buscar modos y lugares donde poderse pensar y decidir sobre sus formas de vida. Porque todos ansiamos ser reconocidos por los otros y tener una mínima capacidad de acción para dirigir nuestras trayectorias. Y resulta difícil satisfacer ambas necesidades sin educación.

Pero la posibilidad (el derecho) de acceder a la educación no sólo interesa a los individuos, también a la sociedad como un todo. Incluso en un tiempo tan miope como el actual en el que unos pocos parecen convencidos de que el planeta es de ellos y no importa que nos destruyan, ya que están buscando como llegar a otros. (Espero que no sea con el mismo propósito). En 1842 Horace Mann presentó una argumentación de tipo económico para justificar una mayor inversión en la escuela, que fue utilizada para tomar la decisión de convertir la escolaridad en una actividad obligatoria y gratuita. En 1996, el informe coordinado por Jacques Delors puso una vez más de manifiesto el valor social, y también económico, que encierra la educación. Un proceso que permite desenterrar y desarrollar los tesoros, las riquezas que guardan las personas y los grupos, al fomentar el desarrollo personal, social y económico. Por otra parte, en la década de 1960, al discutir en el Parlamento de Gran Bretaña, una profunda reforma educativa que buscaba la equidad, la igualdad de oportunidades y la disminución de la división social, un político le dijo al ministro de Educación que si pensaba que la educación era cara, podía probar con la ignorancia.

Entonces, si contamos con múltiples evidencias del valor personal, social y económico de la educación, ¿por qué sigue siendo un ámbito infravalorado, con escasez de recursos, con una mínima inversión para la investigación y teniendo que afrontar una y otra vez el mismo tipo de problemáticas irresueltas? Sí, sabemos que a los “malvados o bandidos” de todo tipo, no les interesa que los individuos pensemos y tengamos capacidad de acción y decisión, ya que esto mermaría, más allá de la violencia, su poder de sumisión. Pero podríamos conjeturar que al resto de las categorías sí. Sin embargo, como sostienen algunos autores, en la falta de resultados de la educación también tiene una gran responsabilidad la persistente y asumida ignorancia de muchos (no todos) educadores y políticos. Por ejemplo, Berliner y Glass (50 Myths and Lies That Threaten America’s Public Schools: The Real Crisis in Education Paperback) explican cómo el fracaso mítico de la escuela pública en ese país, ha sido creado y perpetuado en buena parte por intereses económicos y políticos que salen ganando con su destrucción, con la inestimable colaboración de, en términos de Cipolla, “las personas estúpidas”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/11/21/la-educacion-tambien/

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Juana María Sancho

Docente e investigadora en el Departamento de Didáctica y Organización Educativa de la Facultad de Pedagogía