Kenia, selfis contra el absentismo escolar

Kenia/10 de Febrero de 2018/Efedocanalisis

La escuela de primaria St. John’s, en Nairobi, se encuentra a solo unos metros del mayor vertedero de Kenia y en ella los estudiantes están empezando a usar tabletas electrónicas en las clases, gracias a una experiencia orientada a la inmersión tecnológica en educación en países en desarrollo.

– En Kenia, en la localidad de Kogorocho, donde está instalada la escuela, viven unas 70.000 personas en 2 kilómetros cuadrados de espacio, en casas de adobe con techos de calamina y calles sin asfaltar, y muchos de los vecinos trabajan como jornaleros recogiendo basura para revenderla en el vertedero..

– En África Subsahariana 9 millones de niñas de entre 6 y 11 años no han ido nunca a la escuela, según datos de la Unesco.

– La idea de ProFuturo, desde donde dirigen la experiencia, es crear aulas digitales con tabletas electrónicas.En el último curso de la escuela primaria St. John’s se escucha el ruido de los obturadores y los estudiantes sonríen a la cámara de sus tabletas electrónicas posando mientras el profesor prepara la clase.

Irene Escudero
“Los móviles de sus madres no tienen cámara y, cuando vienen a clase, se hacen selfis con las tabletas y así van contentos a la escuela”, cuenta a Efe Pauline Nambuire, una estudiante de 12 años.

Las tabletas llegaron a mediados del curso pasado a esta escuela privada, que está situada en Kogorocho, uno de los principales poblados chabolistas o ‘slums’ de Nairobi, a tan sólo unos metros del mayor vertedero de Kenia.

Proceden de una donación de la organización Profuturo, la alianza solidaria integrada por las Fundaciones de La Caixa y Telefónica, que quiere apostar por la inmersión tecnológica en la educación en países en desarrollo. Pero en esta escuela, además de para repasar la lección, aprender y hacer tests, las tabletas sirven para hacerse selfis.

ESTUDIAR ENTRE BASURA

En Kogorocho viven unas 70.000 personas en 2 kilómetros cuadrados de espacio, en casas de adobe con techos de calamina y calles sin asfaltar, y muchos de los vecinos trabajan como jornaleros recogiendo basura para revenderla en el vertedero. Muchas veces también los menores trabajan allí.

Explica el padre Maurizio Bengahi, un misionero que ejerce como director del proyecto educativo de los salesianos en St. John’s, que hasta hace poco el ‘slum’ tenía una de las tasas de crimen más altas del país pero que, gracias al alumbrado y a iniciativas como el colegio que dirige, la seguridad ha mejorado.

“Vivimos en una situación muy peculiar por dos razones: por la falta de recursos y por el hecho de que respiramos la basura del vertedero”, relata Benganhi, quien explica que, además, a escasos metros del colegio hay otro vertedero ilegal donde descargan una media de entre 50 y 60 camiones de basura al día.

El religioso asegura que el 90 % de los niños tienen o desarrollan problemas respiratorios, ya sea asma o incluso cáncer; “respiramos todos los días el humo porque vivimos en el vertedero”.

EL RETO DE LA EDUCACIÓN EN ÁFRICA

Los alumnos de St. John’s parecen tan acostumbrados que apenas nombran el vertedero; prefieren hablar de sus aspiraciones. Celine Achieng quiere estudiar política y ser la próxima presidenta de Kenia, y su compañera Pauline Nambuire quiere estudiar periodismo y contarlo en las noticias.

Estas adolescentes de 16 y 12 años respectivamente acaban de comenzar el último año de primaria y aseguran que el que viene seguirán sus estudios de secundaria.

A pesar de los logros conseguidos en educación en todo el mundo en los Objetivos del Milenio de la ONU, la Unesco calcula que África Subsahariana tiene las peores tasas de exclusión educativa del mundo, con más de un quinto de niños de 6 a 11 años fuera de la escuela y un tercio de los adolescentes de 12 a 14.

Estos datos se acentúan en caso de las niñas: en toda la región africana 9 millones de niñas de entre 6 y 11 años nunca ha ido a la escuela, y en el caso de los niños la cifra es de 6 millones.

La tasa de alfabetización en Korogocho, no obstante, es alta, ya que al ser un área urbana con varios colegios públicos y algunas iniciativas privadas se sitúa en el 90 %, según asegura el padre Binaghi, quien subraya que muchos de sus alumnos siguen sus estudios en secundaria.

El Gobierno de Kenia ofrece educación primaria gratuita y también está implementando un programa de educación digital con el que ha repartido tabletas a los primeros niveles de algunas escuelas primarias y a universidades.

LA EDUCACIÓN TECNOLÓGICA

Pero ProFuturo quiere abordar todos los niveles de Primaria y ya trabajan en más de 50 escuelas privadas del país y están en conversaciones con el Gobierno para poder extender el programa a las públicas.

La idea es crear un aula digital mediante grandes maletas que contienen entre 30 y 50 tabletas, un portátil para el profesor, un “router” para conectarlos entre ellos y material para cargarlas.

“Kenia nos ha sorprendido porque realmente están asumiendo esta manera distinta de aprender estos contenidos con muchísima ilusión”, cuenta la directora de ProFuturo, Sofía Fernández de Mesa, quien explica que la idea es dar apoyo a los colegios durante dos años con personal de esta organización española y un centro de atención telefónica en España, pero después cederles la tecnología, el equipamiento, el conocimiento y las licencias de uso de todos los contenidos.

En St. John’s cuentan con tres maletas, una para cada dos cursos, y además de los contenidos que vienen integrados desde España (inglés, matemáticas y ciencias), los profesores ya han incorporado sus propios materiales para dar las clases: apuntes, fotografías, documentos? .

Collins Otieng Ochieng, el profesor de ciencias sociales de Pauline y Celine, la futura política y periodista, está enseñando el cambio climático.

Antes de comenzar el profesor pregunta qué es el cambio climático y una alumna musulmana le da la respuesta correcta.

Otieng hace una pregunta a los alumnos y todos le contestan al unísono. Después continúan la lección escuchando en silencio absoluto al profesor y siguiendo los apuntes que tienen en las tabletas.

Durante la clase los alumnos no toman apuntes, pero siguen conservando en sus mesas el cuaderno y el pupitre que caracteriza a toda aula educativa.

“Es una vida difícil; aprendes a luchar y a sobrevivir para alcanzar tus metas”, zanja Otieng, quien un día también se sentó en los pupitres de madera de St. John’s y creció en las calles de Kogorocho, así que comprende a sus alumnos y conoce sus preocupaciones e inquietudes.

Fuente: http://www.efedocanalisis.com/noticia/selfis-absentismo-escolar-kenia/

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