‘[…] la universidad, […], debe […] estar en el estado del arte en conocimientos, informaciones y propuestas de soluciones’
Eduardo L. Lamphrey R.
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La universidad tiene 1018 años de funcionamiento, se ha reconstruido, reformado e inclusive ha cambiado de ideología; pero a la luz del s. XXI, cambia por completo ante los nuevos parámetros de la globalización e internacionalización del mercado.
Lo primero es que, con la caída del modelo económico del paternalismo estatal, teoría de John Maynard Keynes, que nosotros los latinos desarrollamos como modelo de sustitución de importaciones, le dimos vida dinámica y social a las universidades públicas, convirtiéndose estas en la conciencia crítica de la nación y pilar ideológico de los Gobiernos progresistas que se dieron a finales del siglo pasado. Con el advenimiento de la teoría monetarista de Milton Friedman, impone en el sistema capitalista los parámetros del mercado libre, neoliberalismo competitivo y globalizado, sacando del mercado al Estado y por ende a la universidad pública, imponiendo desde entonces la universidad privada. Hecho que se define al plantear que la educación deja de ser un derecho y se convierte en un servicio. Algo que se ofrece en el mercado para quienes puedan adquirirlo. El concepto de derecho se sustituye por el de oportunidad; así se releva al Estado de su función de garante del derecho y coloca el peso del acceso y permanencia en la educación en las oportunidades a que tiene acceso cada individuo.
Hacia el 2025, la educación ‘online’, el Internet, lo virtual, será general en el mundo, los sistemas universitarios de Estados Unidos y Europa están educando a jóvenes chinos, coreanos y japoneses hace varios decenios. Sin embargo, en el mercado internacional de formación universitaria empieza a rivalizar la propia Asia, China ya ha establecido estándares de evaluación universitaria en las que Asia empieza a conmover el mercado, el Gobierno de China y las empresas privadas de China empiezan a enviar sus talentos futuros a universidades de Estados Unidos, Japón y la propia Asia y los investigadores y docentes de la India y China ocupan puestos importantes en las universidades más prominentes de Estados Unidos, Singapur y Asia. Los docentes provienen de países emergentes. ¿Qué demandará el mercado abierto y competitivo?: ingeniero del desierto, ingeniería del agua, licenciatura en creación de empresas, ingeniería submarina, ingeniería educativa, ingeniería siderúrgica, ingeniería transanimales, licenciado en desarrollo de talentos, licenciado en comercio mayorista, licenciado en comercio electrónico, médico de trasplantes, médico en clonación de tejidos, ingeniería biotécnica, ingeniería de nanomáquinas, ingeniería en oceanográfica, ingeniería de nuevos materiales artificiales, médico de trasplantes naturales y órganos clonados, etc.
¿Estamos preparados para tal revolución educativa superior en Panamá? Claro que no, con algo de sí; para liderar el cambio y la innovación, para reinventar la universidad y lograr su autoreforma permanente, es necesario tener voluntad política de cambio, un proyecto institucional sólido, una amplia información sobre la universidad en las distintas regiones y países, y conocimiento acerca de experiencias relevantes de transformación universitaria. Obvio, no resolveremos la desigualdad económica ni mundial, menos regional; no acortaremos la brecha entre ricos y pobres. La conversión de la educación superior en un servicio nos hace factible generar un producto adecuado a la demanda del mercado; lo cual tiene que ser verificado a través de programas de acreditación.
Somos conscientes de que la universidad debe ser siempre centro de pensamiento crítico, donde debe imperar la ética, o sea, dinamizar los valores de la democracia, la paz, equidad, solidaridad y justicia. Las universidades deben fomentar políticas de asociación con organizaciones nacionales, regionales e internacionales de redes de ES, con el fin de promover el intercambio de estudiantes, profesores e investigadores, de acuerdo con las necesidades nacionales de desarrollo. Privada o pública, la universidad ha de aplicar capacidad prospectiva y anticipatoria que le permita iluminar posibles alternativas y escenarios hacia el futuro inmediato. El término de internacionalización y educación transfronteriza sigue siendo omnicomprensivo; por lo tanto, hay que estudiarlos y adaptarlos a la realidad latinoamericana.
En fin, la universidad, pública o privada, debe cumplir la función social que espera la sociedad de ella, no solo en equidad en el acceso, sino también en lo que se refiere a estar en el estado del arte en conocimientos, informaciones y propuestas de soluciones. Hay que garantizar una adecuada relación con el mundo del trabajo, lo que implica adaptar sus planes y programas de estudios a los requerimientos de este. Por último, como docente, debemos asumir una concepción estratégica de reforma y de cambio, en un marco de planificación y dirección de carácter innovador, sobre todo en la misma institución, en la academia, en la organización y sobre todo en la pedagogía.
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http://laestrella.com.pa/opinion/columnistas/educacion-superior-privada-siglo/24049708