Entrevista a Alejandra Bianciotti
Por: Eugenia Ludmer
Alejandra Bianciotti es docente y defensora de la escuela pública. En diálogo con Rosario Nuestro, cuenta parte de su historia, su trabajo con las infancias y el análisis de género de su oficio.
El juego compartido, las primeras amistades en la vida de una persona, la socialización confluyen en una experiencia educativa: el jardín de infantes. Como explica Alejandra Bianciotti: “Primer grado lo podés hacer a los 6, a los 10 o a los 40. Pero sala de 3, 4 y 5 es a los 3, 4 y 5 años”. Alejandra es docente de nivel inicial y educación especial. Defensora a ultranza de la educación pública, hace treinta años que ejerce la docencia en distintos espacios. En el marco del Día Internacional de la Mujer, habló con Rosario Nuestro y contó parte del camino recorrido, su trabajo en relación al abordaje de problemáticas como el abuso y otras vicisitudes del oficio.
Alejandra tiene 50 años, es mamá de una adolescente y está separada. Asegura que desde chica supo que quería ser maestra por la posibilidad de brindar herramientas a las infancias para transformar sus realidades e “interrrumpir en muchos casos ese destino de la profesía del fracaso”. Sin embargo, no todo fue -ni es- color de rosa durante el trayecto. La pobreza, el abuso y otras problemáticas aparecieron y exigieron un abordaje inmediato e integral, específicamente en la época donde desarrolló su actividad en los llamados hogares-escuelas, es decir, instituciones que ofrecen a los padres o tutores la posibilidad de albergar a niñas y niños en situaciones vulnerables.
La docente, que se ríe mucho y a veces no termina una frase pero empieza otra más interesante, piensa en una escuela pública inclusiva, como garante de derechos y “de alto nivel académico, donde todos puedan concurrir desde la primera infancia” al tiempo que resalta el rol de los educadores y educadoras de acercarle a los niños y niñas “todos los mundos posibles”. Su trabajo en el jardín Río Marrón en Granadero Baigorria se orienta precisamente en esa dirección, con el énfasis puesto en tres ejes específicas: derechos humanos, arte y medio ambiente.
En ese marco, desarrolló proyectos sobre temáticas con fuerte contenido social, a priori difíciles de asociar con el alumnado de jardín y preescolar: “El año pasado trabajamos sobre el derecho a la identidad más allá del nombre e hicimos una investigación arqueológica, antropológica y artística sobre la comunidad Chaná, un pueblo originario asentado frente a Granadero Baigorria del lado de la isla; desde la música; desde la música, la plástica y la literatura”.
La educación sexual integral en al ámbito del jardín
En 2006, el Congreso aprobó la Ley Nacional de Educación Sexual Integral -ESI-, que postula la incorporación pedagógica del tema desde la escolarización más temprana. Alejandra Bianciotti conoce los lineamentos de la norma, no sólo a nivel teórico, sino también práctico. Ella cree en la necesidad de los niños y niñas de “conocer sus derechos, polemizarse y participar. Cuanto más chicos, mejor”.
En ese sentido, subraya los dispositivos lúdicos que desde el aula lleva adelante para internalizar lo que parece complejo, “para entender que hay secretos que no se cuentan y otros que sí”. Enseguida señala una propuesta que en el jardín bautizaron “El baúl de los secretos”, especialmente diseñada en pos del cuidado del propio cuerpo y de visibilizar los casos de alerta. Además, explica la atención cotidiana puesta en el respeto por la intimidad cuando, por ejemplo, alguien está en el baño, y la articulación y diálogo permanente con las familias.
“Es imposible pensar a la escuela sola”, dispara Bianciotti,convencida de la importancia de tejer redes institucionales para solucionar este tipo de conflictos, que siempre sacuden. Al respecto, recuerda una anécdota con la mamá de una nena, víctima de abuso. “Le transmití todo lo que haría yo, desde mi cultura y en realidad no la ayudaba. Hasta que un día me dijo ‘mirá Ale, todo lo que vos me decís a mí no me sirve porque yo pasé lo mismo’. Esa mamá sentía que lo mejor que podía hacer por su hija era dejarla en la escuela todos los días”.
Pensar la docencia desde la perspectiva de género
Existen cuestiones culturales que asocian la profesión docente a lo femenino. Tal vez relacionadas con la maternidad: el cuidado de los hijos es privativamente femenino. En Argentina los números hablan: de acuerdo a la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina, el 82 por ciento de los maestros de las escuelas de nivel inicial y especial son mujeres, mientras que sólo el 18 por ciento restante está representado por hombres.
En esa línea, Alejandra piensa en la profesión de maestra desde la perspectiva de género. Entiende los estereotipos que ligan la docencia a la figura de la mujer y sabe que el machismo también está presente en un ámbito de clara preeminencia femenina, aunque advierte que los modelos van cambiando a lo largo de la historia. “El director era el Señor director, en cambio la maestra era simplemente la maestra, era asexuada. Eso se fue transformando gracias a nuestras luchas”, expresa.
Además, habla de otros debates que se dan al interior del ámbito educativo relativos a concepciones propias del sistema patriarcal. “Esto de que no es lo mismo hablar con la madre que con el padre. O pensar : ‘pobre, el nene no tiene madre y el padre no puede con todo’. Nosotras empezamos a romper con estos estereotipos. También pensamos mucho en la concepción de familia”.
Afectuosa, Bianciotti se despide con cierta timidez. Una característica que no se traduce en su militancia, otra de las actividades que atraviesan toda su vida y que todavía lleva adelante, con la mirada puesta en la defensa de derechos, en la transformación de realidades que parecen irreversibles.
Fuente: https://rosarionuestro.com/una-historia-de-lucha-por-transformar-realidades-desde-la-infancia/