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¡Alerta, pantallas!

Varios autores 

El impacto de la digitalización en el desarrollo infantil, en el territorio y en nuestro futuro como sociedad

En pocos años los dispositivos digitales –smartphones, tabletas, ordenadores, pizarras digitales, etc.– han ocupado nuestras escuelas debido a las decisiones de los responsables políticos. Este proceso de digitalización de la educación, que hasta hace poco avanzaba a un paso lento, aunque constante, se aceleró a partir del año 2020, después del cierre de escuelas, institutos y universidades durante el confinamiento por la covid.

Profesoradofamiliasorganizaciones y expertos comenzamos a sentir y constatar cada vez con más fuerza los efectos nocivos para niñas, niños y adolescentes de la exposición constante a pantallas, dentro y fuera de las aulas. Parece ya incuestionable que las pantallas no mejoran los procesos educativos, sino que los deterioran. La adicción a los dispositivos móviles hace que tanto la concentración como la comprensión lectora se desplomen. Se multiplican los casos de ciberacoso escolar, los pequeños están cada vez más expuestos a contenidos violentos, se deteriora la memoria y se extienden problemas de salud como la obesidad. Lo ideal, hasta los seis años, es no estar expuesto ningún tipo de pantalla. Neurocientíficos e investigadores como Desmurget afirman que la introducción de dispositivos digitales en el colegio ha sido un desastre y que estos son nocivos, venenosos, para el desarrollo del cerebro. Una afirmación que parece confirmar los desastrosos resultados del último informe PISA, donde se apunta explícitamente a las pantallas como uno de los grandes responsables.

No es por tanto de extrañar que algunos países, como Suecia, estén paralizando la digitalización escolar. También aquí se ha abierto un debate social para prohibir los móviles en las escuelas, como ya han hecho Italia, Portugal o Francia. Como colectivo vemos necesario prohibir el uso de teléfonos en los centros educativos, una medida que debería ser el detonante para poner en cuestión la presencia excesiva de dispositivos digitales en los centros. Entendemos que la incompatibilidad demostrada entre digitalización y procesos educativos justifica replantear el modelo promovido por los dirigentes en todos los ámbitos educativos: infantil, primaria, secundaria y universidades. Necesitamos priorizar y fomentar la educación cara a cara. La interacción humana ha demostrado ser la mejor estrategia educativa. Por ello, apoyamos y animamos a todas las familias que se están coordinando para retrasar la edad de acceso a los dispositivos digitales, creando espacios seguros para sus hijas e hijos.

¿Es sólo un problema de la juventud? La digitalización de la vida es un problema social y ecológico que nos afecta a todos y todas. Los cuadros de adicción a las pantallas, y también sus impactos en la concentración y la capacidad crítica, se extienden a todos los grupos de edad. La implementación de algoritmos e inteligencias artificiales a cada vez más ámbitos de la vida plantea dificultades en nuestra convivencia. Disminuye la fiabilidad de la información y aumenta la incapacidad para generar un criterio propio, se reproducen y automatizan sesgos de género y clase, incluso en ámbitos como el de la justicia, se pierden puestos de trabajo, se extienden las lógicas de control social y vigilancia y, en un sentido amplio, erosiona nuestra autonomía y provocando que cada vez seamos menos capaces de comprender y decidir sobre nuestro entorno.

Además, nos encontramos inmersos en una crisis ecosocial global; con dimensiones climáticas, energéticas, de biodiversidad y sociales, que ponen en riesgo la supervivencia de nuestra civilización. Necesitamos poner en marcha transformaciones rápidas y profundas que superen las lógicas de crecimiento económico ilimitado y sus impactos, una tarea para la que la digitalización constituye más un obstáculo que un aliado. La fase digital del capitalismo industrial está suponiendo una alarmante profundización del extractivismo y un aumento de las emisiones de efecto invernaderodel consumo de agua y energía, y de desechos contaminantesPara descarbonizar necesitamos desdigitalizar, como argumenta Ben Tarnoff. La digitalización nos aleja de la vida, de lo que importa, y de la urgente tarea de hacer colectivamente de este planeta una casa habitable para todos y todas.

Es urgente cuestionar la digitalización generalizada de la sociedad, algo imprescindible para avanzar hacia sociedades más justas, democráticas, igualitarias y, sobre todo, capaces de frenar la trayectoria ecosocialmente destructiva en la que nos encontramos. Una parte crucial de ello es seguir mejorando nuestra educación. Por ello, nuestro objetivo como colectivo es continuar trabajando por desdigitalizar y ecologizar tanto los contenidos educativos como los centros. Podríamos así destinar los recursos que la administración dedica a la digitalización, que únicamente benefician a las grandes empresas, a la contratación de más profesorado que posibilite un modelo acorde a las necesidades del alumnado y la sociedad. Para ello es imprescindible una implicación activa de los docentes y centros, pero también de las familias. La puesta en cuestión de la digitalización puede y debe empezar en nuestras vidas, para desde allí convertirse en un debate social necesario y urgente.

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Primeros firmantes:

  • Adrián Almazán. Universidad Carlos III de Madrid.
  • Jorge Riechmann. Universidad Autónoma de Madrid.
  • Javier Martínez Aznar. Universidad de Zaragoza.
  • Paula Mingell Gracia. Directora de la Escuela Infantil Municipal Las Pajaritas (Huesca).
  • Fabiola Ruiz Ramón. Profesora IES Dos Mares (San Pedro del Pinatar, Murcia).
  • Juan Carlos García Sánchez. Profesor IES Federico Baraibar (Vitoria-Gasteiz).
  • Cecilia Serrano Martínez. Universidad de La Rioja.
  • Helios Escalante. Universidad de Granada.
  • Anabel Corral Granados. Universidad de Almería.
  • Yayo Herrero, Cooperativa Garúa.
  • María García Lavilla. Maestra CRA L’Albardín (Azuara, Zaragoza).
  • David García Ruíz. Educador ambiental y facilitador de grupos.
  • Alicia Guerrero Fernández. Universidad de Sevilla.
  • Pablo Gutiérrez Watson. Profesor Escuela de Jardinería Bouregreg (Rabat, Marruecos).
  • Javier Fuertes. Profesor IES Pablo Gargallo (Zaragoza).
  • Charo Guillén Moliner. Maestra en El Camino Real Academy (Santa Fe, EE.UU.).
  • José Albelda Raga. Universitat Politècnica de València.
  • María Polo Alonso. Duero Natura (Soria).
  • Ángel de Frutos Tena. Universidad de Zaragoza.
  • Virginia Val Campo. Acompañante en espacios de educación libre y profesora de Secundaria.
  • Andoni Alonso. Universidad Carlos III de Madrid.
  • Yolanda Villa Hernández. Profesora FP Agraria (Asturias).
  • Jaume Sastre. Universitat Autònoma de Barcelona.
  • Rosa Ros Pueyo. Profesora IES Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria).
  • Antonio Ballestín Liarte. Profesor Conservatorio Profesional de Música (Huesca).
  • Teresa Velilla. Doctora de Atención Primaria.
  • Julio Carmona, Ecologistas en Acción.
  • Guillermo Benítez Cruz. Universidad de Granada.
  • Ángela Sánchez-Pérez Merino. Maestra CEIP Gloria Fuertes (Getafe, Madrid).
  • Luis Miguel Ferrer Bueno. Director CPEPA Sobrarbe (L´Aínsa, Huesca) y Universidad de Zaragoza.
  • María Martínez Chico. Universidad de Almería.
  • María Fuertes Vicente. Maestra CEIP Sancho Ramírez (Huesca).

Para sumar tu firma aquí.

Fuente: https://ctxt.es/es/20240201/Firmas/45397/Manifiesto-digitalizacion-impacto-riesgos-crisis-educacion-futuro.htm

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La infancia en la era de la vigilancia

Nunca hubo una generación tan vigilada como la actual. Niños y adolescentes son víctimas de la recolección excesiva de datos por parte de aplicaciones, y objeto de un intenso direccionamiento de contenido publicitario específico, una intromisión que puede causar riesgos y perjuicios en sus vidas offline. Aunque es una realidad global, la vigilancia se esparce por el mundo de manera desigual: los niños y adolescentes de Europa disfrutan de niveles más altos de privacidad y protección de datos que aquellos que viven en el llamado Sur Global.

En Brasil, el 93% de los niños y adolescentes entre 9 y 17 años tiene acceso a Internet, según la investigación “TIC Kids Online Brasil”, realizada en 2021 por el Centro Regional de Desarrollo de la Sociedad de Información (Cetic.br), una organización que trabaja en colaboración con la Unesco. Son 22,3 millones de pequeños usuarios los que están detrás de las pantallas. De ellos, el 78% usa redes sociales, el 62% tiene un perfil en Instagram y el 58% participa de TikTok. Se trata de una generación de “nativos digitales” que creció conectada y desde los primeros años de vida tiene interacciones mediadas por las nuevas tecnologías. La identidad y la autoestima de esos niños están moldeadas en el ambiente virtual, y toda su actividad en la red produce datos valiosos en la era del “capitalismo de la vigilancia”.

Se estima que en los Estados Unidos un niño de 13 años ya ha producido 72 millones de puntos de datos recogidos por empresas de ad-tech. “Es un capitalismo que se alimenta de datos, del monitoreo continuo y de la vigilancia ininterrumpida de todo lo que hacemos online y extrae valor de esa vigilancia, y así prevé nuestro comportamiento e influye en él”, comenta Fernanda Bruno, profesora de Comunicación y coordinadora del MediaLab de la Universidad Federal de Rio de Janeiro. “El objetivo es producir compromiso y más datos, pues eso es lo que genera valor en las plataformas. En ese universo, el niño es, de modo intenso, blanco de la extracción de datos, del direccionamiento de contenido y de la propaganda”, agrega.

Privacidad violada

Aún se desconocen las consecuencias que la recolección intensiva de información tendrá en el futuro para esta generación. Sin embargo, hoy sabemos que su privacidad está amenazada. Un estudio de Human Rights Watch (HRW) lanzó una señal de alerta al revelar que entre marzo y agosto de 2021, en plena pandemia de Covid-19, niños y adolescentes de todo el mundo fueron vigilados sistemáticamente mientras asistían a a clases online por medio de aplicaciones pedagógicas. La privacidad de los niños quedó en riesgo o fue directamente violada en 49 países, incluido Brasil, en 145 de las 163 plataformas de aprendizaje investigadas por la organización.

Entre otros datos, las plataformas podían recoger información sobre la identidad de los niños, sobre su lugar de residencia, su actividad en las clases y sobre su familia. Las tecnologías de rastreo instaladas podían incluso “seguir” a los alumnos fuera del horario de clases. “Esa recolección excesiva de datos es preocupante, en primer lugar, por una cuestión de seguridad. Algunas de esas aplicaciones extrajeron la dirección de IP del alumno, que puede determinar su localización en el radio de un kilómetro. Si esa información se filtra, puede exponer a los niños a peligros offline, a algún ataque real”, alerta Marina Meira, abogada y coordinadora de proyectos de Data Privacy Brasil.

Direccionamiento y manipulación

Human Rights Watch mostró, además, que las aplicaciones enviaron datos o permitieron el acceso a datos de menores a empresas de publicidad, la mayoría de las veces en secreto o sin el consentimiento de los padres. Meira señala que en Brasil la publicidad infantil es ilegal, y que el tratamiento de los datos personales de niños y adolescentes debería ser en su “mejor interés”, según la Ley General Protección de Datos, que entró en vigor en 2020.

“Niños y adolescentes en edad de desarrollo tienen derecho a conocer y saber cuáles son sus intereses, gustos y hábitos. A partir del momento en que hay un direccionamiento de contenido publicitario específico para cada perfil, se termina anulando ese espacio de experimentación y comprensión de la propia personalidad. La intención de esos anuncios es, en realidad, manipular a los consumidores”, afirma Meira.

Riesgos y beneficios

Con el cambio brusco de la enseñanza presencial a la enseñanza remota, también los docentes se adaptaron a las nuevas herramientas digitales como pudieron, muchas veces ignorando los riesgos y los beneficios que tenían las aplicaciones. Según la investigación “TIC Educação”, hecha también por Cetic.br en 2021, los docentes no suelen escoger una herramienta de su preferencia para usar en las clases virtuales: apenas el 45% de los docentes interviene siempre en las decisiones sobre el uso de las tecnologías digitales en las actividades escolares. Para Tel Amiel, profesor de Educación de la Universidad de Brasilia, la adopción de esas plataformas educativas que se revelaron abusivas durante el aislamiento social fue una solución paliativa, de emergencia, resultado de “años de desatención de la infraestructura de la educación básica” en Brasil.

Amiel critica la falta de transparencia de los contratos entre las redes de enseñanza y las empresas que desarrollan las plataformas. Muchos de esos contratos se hacen sin audiencia pública, tanto en la enseñanza primaria y secundaria como en la enseñanza superior. “Había una infinidad de plataformas alternativas completamente viables, plataformas importantes, por ejemplo, Moodle, usado por casi todas las universidades públicas, o Conferência Web, de videos, que funcionan perfectamente y son softwares libres”, dice también el activista y defensor de recursos pedagógicos abiertos.

La especialista Fernanda Bruno recuerda que la extracción y la distribución de datos para fines ajenos a la educación generaron una “bola de nieve” preocupante, ya que se pierde el control sobre los datos. “La aplicación Descomplica, por ejemplo, podía monitorear los clics y movimientos del mouse de cada alumno en la plataforma. Y una de las empresas con que la aplicación compartió los datos es Hotjar, que investiga el comportamiento de los usuarios en determinada página para mantenerlos conectados a ese sitio web. Es decir, es una empresa claramente orientada a la influencia del comportamiento online y en el caso del público infantil y adolescente eso es muy grave.

Políticas ilegibles

La falta de transparencia de las plataformas acaba transfiriendo a los padres la responsabilidad de buscar información y de protegerse de los eventuales riesgos en el uso de las aplicativos. Sin embargo, muchas veces los padres no tienen capacidad ni tiempo para dedicar a documentos oscuros y difíciles de descifrar.

“Las políticas de privacidad son ilegibles e incomprensibles para la mayoría de las personas. Es muy difícil que alguien se detenga a leer la letra chica, pero a la vez eso es una señal de que no existe una preocupación general en relación con la protección de datos”, afirma Meira, de Data Privacy Brasil. “Es injusto poner esa pesada carga en las familias. Debemos exigir del Estado y las empresas que dominan el mundo digital una actitud más activa, para que los derechos de los niños y adolescentes se respeten de modo efectivo y se creen productos que ofrezcan protección en el mundo digital”.

Vigilancia asimétrica

Aunque ya es es una realidad global, la vigilancia online se esparce por el mundo de modo desigual. En general, los niños y los adolescentes de Europa disfrutan de niveles más altos de privacidad y protección de datos que aquellos que viven en el llamado Sur Global, que cuenta con legislaciones menos rígidas. Un adolescente de 17 años que instale TikTok en Brasil, Colombia o Sudáfrica, por ejemplo, tendrá por defecto su cuenta definida como “pública”. Si estuviera en Reino Unido o Alemania, por el contrario, la aplicación ofrecería de inmediato la opción de cuenta privada. Plataformas como Instagram y Whatsapp también muestran variaciones semejantes en el tratamiento de datos según en qué país se encuentre el niño, una “discriminación por medio del diseño”, algo que critican las organizaciones de protección de la infancia.

“La vigilancia al final resulta asimétrica y aprovecha las debilidades de los países del Sur Global”. Brasil tiene una buena ley de protección de datos, pero no un buen sistema de supervisión que garantice la aplicación de la ley”, afirma Bruno. “Y hay otra cuestión que nos hace más vulnerables: la población brasileña, que padece una pobreza mayor, tiene muchas menos posibilidades de elegir la plataforma adecuada para la protección de los datos personales. En general la gente utiliza la primar aplicación que le aparece. Ya las condiciones mismas de elección están más limitadas en países como el nuestro”.

https://www.goethe.de/prj/hum/es/deu/24258572.html

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La dignidad de la infancia

Por: Claudia Rafael

Niñas y niños son sujetos políticos. A contracorriente de lo que plantea la ministra de Desarrollo Social. Como quedó plasmado en cada una de las marchas históricas del Movimiento Nacional Chicos del Pueblo. Como planteaba Alberto Morlachetti la infancia tiene voz. Y hay que escucharla.

Si un pibe se muere al lado de una pila de comida… ese pibe muere asesinado. Por eso el hambre es un crimen. Es mentira que el capitalismo tiene un rostro humano, no tiene ninguno. Haber inventado el hambre en la Argentina es lo más perverso que pasó en este país. (Alberto Morlachetti)

“Un niño es un sujeto político. Y ese niño tiene que tener voz. Hay que escucharlos”, decía Alberto Morlachetti. A kilómetros luz de ese pensamiento se ubica la convocatoria de la ministra de Desarrollo Social de la Nación cuando pidió la intervención de la Defensoría de Niñas, Niños y Adolescentes para evitar que haya pibes en los acampes piqueteros. Corre toda responsabilidad estatal sobre el hambre y las privaciones de las infancias y culpabiliza a sus familias por impedir que estén “en las escuelas, en los clubes o en las instituciones de sus barrios, ejerciendo sus derechos a educarse, alimentarse, relacionarse con sus pares y jugar”.

¿Acaso esas infancias a las que alude la ministra están atravesadas por todos los derechos enunciados por escrito en las leyes y en las convenciones nacionales e internacionales? Desmembrar esa misma frase desnuda con una contundencia inapelable que los chicos que no quiere en los acampes se alimentan en las escuelas, clubes e instituciones barriales. Y no junto a sus familias porque –elude la ministra ese tramo de la realidad que rodea a siete de cada diez niños que son pobres y al 16,3% que son indigentes- hace demasiado que no hay un plato sobre la mesa.

La historia misma de la humanidad ha contado con manojos de pibes en cada lucha. Cuando 22 años atrás arrancaba en la Quiaca aquella marcha heroica del Movimiento Nacional Chicos del Pueblo cuatro centenares de niñas y niños recorrerían casi 2000 kilómetros y plantaban bandera con su mirada de la vida: “Marchamos para que todos los chicos que están en la calle puedan tener un hogar y que los padres que están sin trabajo puedan tenerlo”, decía una de las chicas criadas en Pelota de Trapo.

En esa y en cada una de las marchas posteriores se fueron enriqueciendo y fueron a su vez enalteciendo el contenido de los reclamos desde su propia óptica. Decían apenas unos pocos años después que “estamos marchando porque cuando termina la zafra y la cosecha de limón nuestros padres quedan sin trabajo. Perdimos la mitad del año de clases porque el gobernador no les pagó a los maestros. Queremos, además, comer en nuestras casas y no en un comedor”, refería una niña tucumana. Y un chico santiagueño planteaba que “marchamos para que no nos desalojen de nuestra tierra y para que se cumplan los derechos de los niños. Vamos a seguir marchando porque no debe haber hombres sin tierra ni tierra sin hombres”.

O también, otra niña que contaba que “marchamos para que la Patagonia no sea un lugar ignorado por los gobernantes, para que no se negocien nuestras tierras como fueron expulsados nuestros hermanos mapuches y para que nunca en la Patagonia haya un repositorio nuclear”.

Es hora de que quienes hoy se debaten en una pugna obscena por puestos y sillones asuman sus propias responsabilidades en el padecimiento febril y doloroso de las infancias. No se trata de exigir a una defensoría que controle si niñas y niños están con sus padres y madres en acampes, marchas o protestas. Se trata de ubicar las deudas en la columna del debe y asumirlas sin desmarcarse de las propias responsabilidades.

Si el hambre sigue siendo este crimen cotidiano por el que hay que alzar la voz en cada rincón, en cada calle, en cada plaza, en cada esquina es porque hay responsables concretos, con nombre y apellido y conscientes de sus propias falencias y de sus propias obligaciones e incumbencias. Porque haber inventado el hambre en la Argentina es lo más perverso que pasó en este país.

Fuente de la información e imagen: Pelota de Trapo

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Racismo y discriminación golpean a millones de niños en el mundo

El racismo y la discriminación ejercida contra los niños y las niñas por su origen étnico, su idioma y su religión continúan extendidos en muchos países del mundo, mostró un estudio de Unicef divulgado con ocasión del Día Mundial de la Infancia, este 20 de noviembre.

Catherine Russell, directora general del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), dijo al presentar el reporte que “en el Día Mundial de la Infancia, y cada día, todos los niños y las niñas tienen derecho a sentirse incluidos, recibir protección y tener las mismas oportunidades para desarrollar todo su potencial”.

El documento, “Negación de los derechos: Los efectos de la discriminación sobre la infancia”, muestra cómo el racismo y la discriminación afectan a la educación, la salud, y el acceso al registro de nacimientos y a un sistema de justicia imparcial y equitativo.

Asimismo, pone de manifiesto las grandes disparidades que existen entre grupos étnicos y minorías, y no solo en los países privilegiados por su riqueza sino también en muchas de las naciones pobres y en desarrollo.

Entre sus hallazgos, el informe revela que los niños y niñas, entre siete y 14 años y de grupos etnolingüísticos y religiosos marginados de 22 países de ingresos bajos y medianos, están muy por detrás del resto en cuanto a las aptitudes de lectura.

Por ejemplo, en República Centroafricana, Gambia, República Democrática del Congo y Sierra Leona, las aptitudes de lectura del grupo étnico más favorecido cuadruplican a las de la etnia más desfavorecida, y se duplican en países como Bangladesh, Macedonia, Mongolia, Suriname o Vietnam.

Diferencias semejantes se encontraron cuando se analizaron los casos de los grupos lingüísticos y religiosos más y menos favorecidos en los países estudiados.

Un análisis de los datos relativos al número de niñas y niños registrados al nacer -un requisito previo para acceder a los derechos básicos- reveló importantes disparidades entre los distintos grupos religiosos y étnicos.

Así, en Laos se registra el nacimiento de 59 % de los niños menores de cinco años de la etnia minoritaria mon-khmer, frente a 80 % de los del grupo étnico lao-tai. En Zimbabue los niños de familias cristianas presentaron una tasa de esos registros superior a los de las familias de religiones tradicionales o sin religión.

Los 12 millones de romaníes son la etnia minoritaria más numerosa de Europa, distribuida en muchos países, sobre todo de Europa central y oriental, y sus niños están entre los más discriminados, con altas tasas de pobreza, menguadas perspectivas laborales y escaso apoyo y acceso a servicios sociales.

En ellos también se encontraron altas tasas de desescolarización, de seis por ciento en algunos países y más de 20 % en Kosovo, Macedonia del Norte y Montenegro. A esa situación se suma el incremento de los matrimonios infantiles, lo que cercena posibilidades de educación, sobre todo de las niñas.

Unicef muestra que también en materia de salud, como en acceso a vacunas y a los servicios de agua y de saneamiento, la discriminación y la exclusión han persistido para millones de niños y niñas de grupos étnicos y minoritarios.

Un estudio en 64 países constató que, en más de la mitad, las tasas de vacunación de los niños pertenecientes a los grupos étnicos minoritarios eran más bajas, y en cinco países se observaron diferencias de 50 puntos porcentuales o más.

En cuanto a políticas disciplinarias, el informe mostró que en Estados Unidos los niños y jóvenes negros tienen una probabilidad casi cuatro veces mayor que los niños blancos de ser expulsados temporalmente de la escuela, y más del doble de probabilidades de ser arrestados por incidentes ocurridos en el entorno escolar.

En Reino Unido los niños negros, asiáticos y de grupos étnicos minoritarios están sobrerrepresentados en casi todos los niveles del sistema de justicia penal del país. En Inglaterra y Gales, los niños de raza negra tienen cuatro veces más probabilidades de llegar a ser arrestados que los niños blancos.

El análisis insiste en que la discriminación y la exclusión acentúan las privaciones y la pobreza intergeneracional, y tienen graves consecuencias para la salud, la nutrición y la educación de la infancia.

Además, los niños y niñas que sufren discriminación y exclusión tienen una mayor probabilidad de ser encarcelados, de presentar tasas más altas de embarazos en la adolescencia, y de obtener ingresos más bajos y acceder a menos oportunidades de empleo en la edad adulta.

Según una encuesta del mecanismo de Unicef U-Report, que recabó la opinión de 407 000 personas, casi dos terceras partes de ellas percibieron la discriminación como algo común en su entorno, y casi la mitad cree que esas prácticas han tenido un impacto significativo en su vida o en la de alguien que conocen.

“Sufrir exclusión y discriminación durante la infancia puede dejar secuelas de por vida. Nos perjudica a todos. Y todos tenemos el poder de luchar contra la discriminación ejercida contra la infancia: en nuestros países, comunidades, escuelas, hogares y en nuestros propios corazones”, concluyó Russell.

Fuente de la información e imagen: https://ipsnoticias.net

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La infancia cuenta en México 2022: niñez y desapariciones

Por: Adolfo Córdova

La primera vez que Fernando acompañó a su tío a buscar tenía cinco años. “Era un día como este, así [soleado y caluroso]. Como yo nunca había subido a un cerro me dio mucho trabajo porque te resbalabas. Sentía un poco de nervio que me fuera a caer porque eran tiempos de lluvia y la tierra estaba suelta. Mi tío me dijo que ahí estaba enterrada una persona y la desenterramos y sí estaba ahí. Por información de las personas lo encontramos. Escarbamos con pala y pico. Yo nomás sacaba la tierra. No pensé nada. Solamente pensaba en la persona, que la habían enterrado», así lo recuerda Fernando, que hoy tiene 10 años, así lo cuenta a la periodista y escritora Paula Mónaco Felipe en el informe La Infancia Cuenta en México 2022: niñez y desapariciones publicado hace dos días por la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM).

Fernando también le dice a Paula que recuerda que aquella vez sintió que una persona iba a «poder regresar a su casa con sus familiares». No le entristecen las búsquedas, lo hacen sentir útil, le ruega a su mamá que lo deje participar, acompañarles a buscar a su otro tío, desaparecido cuando él era bebé, pero ella a veces ni siquiera le permite salir de su casa en Huitzuco, Guerrero, por miedo a las balaceras.

Los encierros para Fernando ya eran previos a la pandemia y todavía no terminan. «La desaparición y la violencia existen, eso es lo que hace más daño. Ahorita que hay balaceras yo le digo ‘no vas a salir porque está feo’. A qué salen los niños a la calle si hay balaceras o un muerto. ‘Ya no vas a salir hasta que esto pase’. Ya que se tranquiliza, empiezan a salir los niños pero sí es más encierro”, así lo narra Mayra Vergara, la mamá de Fernando, a Paula, en marzo pasado.

Fernando con la foto de su tío desaparecido. Fotografía: Miguel Tovar.

Sobre las desapariciones y búsquedas nadie habla en la escuela de Fernando, tampoco en la de Valentina, una niña de su misma edad, que también busca a su tío, pero en Torreón, Coahuila.

En una marcha en la Ciudad de México, Paula entrevista a Valentina: «¿Cómo te sientes como niña y sobrina de alguien desaparecido?», «No es fácil, la verdad, vivir sabiendo que no estás con tu tío, que me falta una persona. Sí tendré más tíos pero él también es importante para mí y me gustaría tenerlo aquí».

Monse, que tenía 13 años cuando desaparecieron a su hermana mayor y hoy tiene 20, dice: “Fue un proceso muy difícil y actualmente sé que existen peligros pero ya no tengo miedo de salir. Me he apoyado en varias personas y me refugié, afortunadamente, en el feminismo”.

Valentina. Foto: María José Martínez/REDIM.

Valentina. Foto: María José Martínez/REDIM.

¿Tendrían que participar niñas, niños y adolescentes en estas búsquedas y marchas? Varios expertos y les propios padres y madres entrevistades se lo preguntan constantemente en el documento. Fue una pregunta espejo sobre la pertinencia de abordar el terrorismo de Estado en la literatura infantil la que me hizo entrevistar a escritoras y escritores y empezar una serie de entradas sobre la cuestión en 2014.

Y no, claro que no tendrían, si hubiera Estado de derecho, si el Estado nos cuidara y no justo lo contrario, pero el consenso es que si forma parte de su realidad y de sus propias preguntas, excluirlos es una práctica adultocéntrica más. Considerarlos sujetos de derecho significa darles la esperanza, ganas de vivir: ellas y ellos pueden generar un cambio. Hacer carteles de protesta, dibujar teorías y escribir cartas fue lo que hizo a les niñes de quinto grado de primaria con les que hablé de Ayotzinapa expulsar el miedo a desaparecer.

Interiores del libro La infancia cuenta en México: niñez y desapariciones.

De hecho, excluirles es negarles un derecho. Así lo recuerda Paula Mónaco en este documento luego de compartir la invitación de María Luisa Núñez, madre de Sebastián, un hijo buscador: “No los excluyan, intégrenlos. Desde pequeña edad intégrenlos para que estén preparados porque si los excluyen eso los va a afectar más”.

«El artículo 138 de la Ley General en Materia de Desaparición Forzada», escribe Mónaco, «determina que en su calidad de ‘familiares’ tienen derecho a:

´I. Participar dando acompañamiento y ser informados de manera oportuna de aquellas acciones de búsqueda que las autoridades competentes realicen tendientes a la localización de la Persona Desaparecida; II. Proponer diligencias que deban ser llevadas a cabo por la autoridad competente en los programas y acciones de búsqueda, así como brindar opiniones sobre aquellas que las autoridades competentes sugieran o planeen. (…) V. Acceder a las medidas de ayuda, asistencia y atención, particularmente aquellas que faciliten su participación en acciones de búsqueda, incluidas medidas de apoyo psicosocial; VI. Beneficiarse de los programas o acciones de protección que para salvaguarda de su integridad física y emocional emita la Comisión Nacional de Búsqueda o promueva ante autoridad competente’, (entre otros derechos)».

Buscadores como Mario Vergara, el tío de Fernando, afirman haber visto «cientos de niños» saliendo con herramienta rústica a buscar. «Mucha gente dice que los niños no deben estar buscando pero es que eso se está viviendo en México: los niños esperan a su papá, saben que su papá no ha llegado y preguntan dónde está. Pues no ha llegado y hay que salir a buscar», así lo cuenta Mónaco más adelante.

Claro que nadie quiere naturalizar estas búsquedas, ojalá que niñas, niños y adolescentes no tuvieran que salir a buscar. La publicación se debate entre mostrarlo como algo común y al mismo tiempo extraordinario, intentando desnormalizarlo. Lo mismo con la propia crisis de las desapariciones en México. No es normal que niñas, niños y jóvenes tengan miedo a desaparecer.

Niñas, niños y adolescentes en la protesta en el día de las madres. Ciudad de México, 2022. Foto: María José Martínez/REDIM.

Las historias de Fernando y Valentina, junto a las de las hermanas Monse y Jade, de 20 y 11 años de edad, que empezaron a buscar a su hermana cuando tenían 13 y 3; la de Sebastián, de 14, que busca a su hermano en Puebla; y la de Rubí, de 4 años, que busca a su tía y la de Emiliano, de 5 años, que busca a su papá, integran la segunda parte del documento La Infancia Cuenta en México 2022: niñez y desapariciones.

«Es aquí donde las voces de Fernando, Valentina, Monse, Jade, Sebastián, Rubí y Emiliano nos brindan una pauta para poder entender la pesada carga que llevan a cuestas, así como sus madres y otros integrantes de sus familias. Cuando niñas y niños tienen que salir a buscar a sus seres queridos, ¿cómo garantizar sus derechos y considerarles de manera primordial en todas las medidas que les conciernen? Al necesitar la presencia de su madre, su padre o algún familiar, el vacío de la ausencia les convoca a participar en búsquedas que al tiempo que es el ejercicio de un derecho, puede ser una fuente de afectación a varios de sus derechos’», son las palabras de presentación de Guillermo Fernández-Maldonado Castro, representante en México de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

Esa segunda parte o «puerta» de la publicación se titula “Infancias buscadoras”; la primera parte o «puerta» se titula «Infancias desaparecidas» y buscar ofrecer un diagnóstico para pensar en las y los 17 mil 605 niñas, niños y adolescentes desaparecidos o no localizados en todo el país desde 1964 (de acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, RNPDNO).

La crisis de las desapariciones en México

Para Karla Quintana, titular de la Comisión Nacional de Búsqueda, citada en esta investigación, debería hablarse más sobre la crisis de las desapariciones en México.

“Tenemos casi 100 mil personas oficialmente reportadas como desaparecidas y mi percepción es que a la sociedad mexicana no le importa. Esto tendría que ser un escándalo, objeto de indignación, de marchas masivas, de lo que uno esperaría con este altísimo número de personas desaparecidas y familias afectadas en nuestro país».

Interiores del libro La infancia cuenta en México: niñez y desapariciones

Aunque no niega la responsabilidad del Estado, a quien, reconoce, parecen no importarle cierto perfil de menores de de edad de bajos recursos. Y el informe insiste en el fracaso de las autoridades por aplicar y coordinar protocolos de búsqueda o dar seguimiento a los casos.

Además de conocer que las desapariciones de niños y niñas a partir de 12 años ha incrementado y se agudizó en la pandemia y que las redes sociales son herramienta frecuente de los captores o reclutadores, otro de los datos más reveladores para mí, desarrollado en la primera parte del libro, es que cada día desaparecen en México 14 menores. Sin embargo, y aquí la crisis general de las desapariciones en México arroja un importante indicador diferenciador al tratarse de menores: 8 de cada 10 son localizados.

El problema, que expone Paula apoyada de diversos especialistas, es la imposibilidad, por ahora, de sistematizar un seguimiento a las condiciones en las que son localizados les menores, los motivos de la desaparición, lo ocurrido en el periodo de ausencia, la posibildad de reincidencia, etc., ya que cuando un menor se localiza se cierra el caso.

«El tema impunidad es central para comprender la desaparición de niñas, niños y adolescentes», explica Mónaco en el documento. «Se trata de una dinámica estructural: hay casi 100% de impunidad en temas de desaparición; hay apenas 36 sentencias en más de 100 mil casos; son datos oficiales recogidos por el Comité contra la desaparición forzada de la ONU. Y si observamos cuántos casos de desapariciones de adolescentes, niñas o niños han sido adecuadamente investigados; en cuántos se ha establecido la responsabilidad, ya sea de personas particulares o servidoras públicas; y en cuántos se ha dictado una sentencia por la desaparición de algún niño, niña o adolescente, la cifra que exhibe la total impunidad es incuestionable: 0 casos».

Glorieta de los Desaparecidos, Guadalajara. Foto: Miguel Tovar.

Otro indicador revelador es la «desaparición intermitente» que describe Emanuela Borzacchiello. En el apartado «Desaparición como huída», Paula puntualiza:

«Nos equivocamos si pensamos que todas las niñas, niños y adolescentes desaparecidos en México fueron sustraídos o desaparecidos siempre e inequívocamente por otras personas o enteramente contra su voluntad. Resulta difícil de leer, como tampoco es simple de asimilar:algunas y algunos se van. Huyen.

«Debemos complejizar la desaparición de las infancias porque hay reclutamiento, hay trata, hay secuestros pero también existen factores expulsores. En esos casos no podemos hablar de ausencia voluntaria sino más bien de huída como estrategia de sobrevivencia».

Un libro de descarga gratuita con dos puertas

La Infancia Cuenta en México 2022: niñez y desapariciones: cómo la desaparición de personas afecta a niñas, niños y adolescentes en México es parte de un «sistema de indicadores en derechos de la infancia», titulado La infancia cuenta, desarrollado por la REDIM desde 2005 para «hacer visibles las violaciones de los derechos de niñas, niños y adolescentes a través del uso de datos, con el fin de incidir en las políticas públicas a favor de la infancia», como se lee en infanciacuenta.org. Allí también encontrarán publicaciones hechas con y para niñas y niños, como la que expone los derechos de la niñez, disponible aquí.

«La infancia cuenta» está basada en el proyecto «Kids Count» de la Fundación Annie E. Casey (FAEC) que «investiga, monitorea y da seguimiento al estado de bienestar de la infancia a nivel estatal y nacional» en Estados Unidos de América.

El documento sobre niñez y desapariciones, de descarga gratuita aquí, se divide en dos secciones que Paula Mónaco explica así: «De cara a la dolorosa realidad de infancias y desaparición, la Infancia Cuenta 2022 de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) se plantea como un instrumento con dos puertas. La primera abre y actualiza la situación de las infancias desaparecidas en el país integrando información estadística, voces de expertos/as, análisis de datos, legislaciones y protocolos, así como respuestas oficiales de 6 fiscalías y otras instituciones vía transparencia. Actualiza también a partir de datos de fuentes abiertas y documentaciones propias de organizaciones no gubernamentales así como informes de organizaciones de la sociedad civil y estudios de análisis de contexto.

«La segunda puerta se asoma al universo de niñas, niños y adolescentes buscadores: les escuchamos. Hablan de por qué buscan, cómo se sienten al hacerlo, cómo viven la desaparición a su alrededor. Dicen lo que quieren decir, conjuran silencios».

A continuación reproduzco las conclusiones de este notable informe coordinado por Valeria Geremia y Tania Ramírez Hernández de la REDIM y cuya investigación y redacción corrió a cargo de Paula Mónaco Felipe. Agradezco infinitamente a Paula y a la REDIM por todas las facilidades para difundir este trabajo en mi blog. ¡Muchas gracias por su compromiso con las infancias y juventudes!

Fuente de la información e imagen: https://insurgenciamagisterial.com

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Entrevista a Koncha Pinós: «Los niños son buenos por naturaleza pero la bondad, que es una inteligencia superior, está denostada»

Entrevista con Koncha Pinós, autora de ‘La belleza de ser bueno’ (Neurociencia de la bondad para padres)

En su libro ‘La belleza de ser bueno’ (Sinequanon) Koncha PInós ha puesto negro sobre blanco las intensas inquietudes de su infancia. «Esta obra nace después de ver tanto sufrimiento en el mundo, deshumanización y horror por todas partes. Trabajar muchos años en zonas de conflicto y vulneraciones de derechos humanos me llevó hasta esas preguntas que no podían esperar más: por qué existe gente tan mala, capaz de hacer tanto daño a los demás, y qué ha sido de la bondad».

-Lo bondadoso, lo bellamente generoso, no está de moda.

-Lo primero quisiera decir es que las personas confunden el término de bondad. Cuando nos planteamos hacer el libro lo primero era definir qué es la bondad desde distintas miradas: desde la filosofía, la ciencia, la educación… Y poder comprender así para poder llegar a un punto en común. La bondad está en todas las tradiciones y en todas las religiones, pero nos hemos olvidado de tenerla presente. Ahora de hecho somos una sociedad con alergia a la bondad.

-En efecto. La bondad está incluso denostada.

-Por eso me pregunté, ¿por qué no la valoramos? ¿Cómo podríamos valorar la bondad de una forma nueva e incluso medirla? El libro pretende eso en cuatro partes, la primera parte te plantea un marco sobre qué es la bondad y cómo se puede medir.

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