El racismo y la discriminación ejercida contra los niños y las niñas por su origen étnico, su idioma y su religión continúan extendidos en muchos países del mundo, mostró un estudio de Unicef divulgado con ocasión del Día Mundial de la Infancia, este 20 de noviembre.
Catherine Russell, directora general del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), dijo al presentar el reporte que “en el Día Mundial de la Infancia, y cada día, todos los niños y las niñas tienen derecho a sentirse incluidos, recibir protección y tener las mismas oportunidades para desarrollar todo su potencial”.
El documento, “Negación de los derechos: Los efectos de la discriminación sobre la infancia”, muestra cómo el racismo y la discriminación afectan a la educación, la salud, y el acceso al registro de nacimientos y a un sistema de justicia imparcial y equitativo.
Asimismo, pone de manifiesto las grandes disparidades que existen entre grupos étnicos y minorías, y no solo en los países privilegiados por su riqueza sino también en muchas de las naciones pobres y en desarrollo.
Entre sus hallazgos, el informe revela que los niños y niñas, entre siete y 14 años y de grupos etnolingüísticos y religiosos marginados de 22 países de ingresos bajos y medianos, están muy por detrás del resto en cuanto a las aptitudes de lectura.
Por ejemplo, en República Centroafricana, Gambia, República Democrática del Congo y Sierra Leona, las aptitudes de lectura del grupo étnico más favorecido cuadruplican a las de la etnia más desfavorecida, y se duplican en países como Bangladesh, Macedonia, Mongolia, Suriname o Vietnam.
Diferencias semejantes se encontraron cuando se analizaron los casos de los grupos lingüísticos y religiosos más y menos favorecidos en los países estudiados.
Un análisis de los datos relativos al número de niñas y niños registrados al nacer -un requisito previo para acceder a los derechos básicos- reveló importantes disparidades entre los distintos grupos religiosos y étnicos.
Así, en Laos se registra el nacimiento de 59 % de los niños menores de cinco años de la etnia minoritaria mon-khmer, frente a 80 % de los del grupo étnico lao-tai. En Zimbabue los niños de familias cristianas presentaron una tasa de esos registros superior a los de las familias de religiones tradicionales o sin religión.
Los 12 millones de romaníes son la etnia minoritaria más numerosa de Europa, distribuida en muchos países, sobre todo de Europa central y oriental, y sus niños están entre los más discriminados, con altas tasas de pobreza, menguadas perspectivas laborales y escaso apoyo y acceso a servicios sociales.
En ellos también se encontraron altas tasas de desescolarización, de seis por ciento en algunos países y más de 20 % en Kosovo, Macedonia del Norte y Montenegro. A esa situación se suma el incremento de los matrimonios infantiles, lo que cercena posibilidades de educación, sobre todo de las niñas.
Unicef muestra que también en materia de salud, como en acceso a vacunas y a los servicios de agua y de saneamiento, la discriminación y la exclusión han persistido para millones de niños y niñas de grupos étnicos y minoritarios.
Un estudio en 64 países constató que, en más de la mitad, las tasas de vacunación de los niños pertenecientes a los grupos étnicos minoritarios eran más bajas, y en cinco países se observaron diferencias de 50 puntos porcentuales o más.
En cuanto a políticas disciplinarias, el informe mostró que en Estados Unidos los niños y jóvenes negros tienen una probabilidad casi cuatro veces mayor que los niños blancos de ser expulsados temporalmente de la escuela, y más del doble de probabilidades de ser arrestados por incidentes ocurridos en el entorno escolar.
En Reino Unido los niños negros, asiáticos y de grupos étnicos minoritarios están sobrerrepresentados en casi todos los niveles del sistema de justicia penal del país. En Inglaterra y Gales, los niños de raza negra tienen cuatro veces más probabilidades de llegar a ser arrestados que los niños blancos.
El análisis insiste en que la discriminación y la exclusión acentúan las privaciones y la pobreza intergeneracional, y tienen graves consecuencias para la salud, la nutrición y la educación de la infancia.
Además, los niños y niñas que sufren discriminación y exclusión tienen una mayor probabilidad de ser encarcelados, de presentar tasas más altas de embarazos en la adolescencia, y de obtener ingresos más bajos y acceder a menos oportunidades de empleo en la edad adulta.
Según una encuesta del mecanismo de Unicef U-Report, que recabó la opinión de 407 000 personas, casi dos terceras partes de ellas percibieron la discriminación como algo común en su entorno, y casi la mitad cree que esas prácticas han tenido un impacto significativo en su vida o en la de alguien que conocen.
“Sufrir exclusión y discriminación durante la infancia puede dejar secuelas de por vida. Nos perjudica a todos. Y todos tenemos el poder de luchar contra la discriminación ejercida contra la infancia: en nuestros países, comunidades, escuelas, hogares y en nuestros propios corazones”, concluyó Russell.
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