América del Sur / Uruguay/ 04.06.2018 / Fuente: www.elpais.com.uy.
Hace un par de semanas se presentó el Libro Abierto de Eduy21 con las bases para la reforma de nuestro sistema educativo. Ahora se intentará tener un amplio debate público, alcanzar un acuerdo previo a las elecciones y que el nuevo gobierno se comprometa a implementarla.
Más allá de la discusión de si las últimas administraciones han avanzado o no en materia educativa, lo que importa: los resultados, son desalentadores. Y por resultados no me refiero, en particular, a tasas de egreso. Las personas que pasan de año es una variable que el propio sistema puede manejar a su voluntad. Me refiero a evaluaciones externas de rendimiento diseñadas para medir la capacidad de las nuevas generaciones para ejercer la ciudadanía e insertarse en el mundo laboral.
Es realmente desalentador ver que la mitad de los uruguayos que entran al mercado de trabajo no está en condiciones de cumplir con tareas que requieran tomar decisiones complejas. Que son funcionalmente analfabetos: saben leer y escribir, pero no pueden procesar información para resolver un problema, ni hacerse preguntas relevantes para aprender en el proceso. Ante un mundo en el que el avance de la tecnología cuestiona al futuro del trabajo, nuestro sistema educativo deja a una de cada dos personas con capacidades fácilmente automatizables.
Con este panorama, si no hacemos algo ya, tendremos que resignarnos a que la calidad de vida de la mayoría de los uruguayos empeore. La principal conclusión de la auditoría externa que nos hizo la OCDE —a pedido de nuestro gobierno hace algunos años atrás y disponible en su página web— fue que la educación es el principal cuello de botella que impide al país soñar con niveles superiores de desarrollo.
Eduy21 pone foco en este drama para buscar «respuestas al impacto de la tecnología en las tareas», en las que «las oportunidades de trabajo van a estar crecientemente permeadas por la capacidad de responder a problemas que no pueden ser resueltos por las máquinas». En este marco, «los trabajadores tendrán más espacios y oportunidades para desarrollar (…) el pensamiento creativo, las habilidades de interactuar y la flexibilidad». Será fundamental «construir un ámbito de empatía y mantener un tipo de interacción amigable y productiva con los otros, así como desarrollar el pensamiento crítico, riguroso y creativo para buscar respuestas ingeniosas a órdenes de problemas que hoy no existen».
El Libro Abierto propone cambios concretos en el sistema educativo para poder formar en las competencias esenciales para el trabajo del futuro. Se plantea impulsar los instrumentos necesarios para que los alumnos puedan desarrollar «la capacidad de producir, integrar y compartir múltiples conocimientos que crucen áreas de aprendizaje y disciplinas, que esos conocimientos puedan ser aplicados a diversos contextos y que entre formación y trabajo medie una lógica de sucesivas idas y vueltas». Del mismo modo, «la convivencia, el respeto recíproco, el saber comunicarse y el poder trabajar con otros en armonía debe estar integrado naturalmente en el programa educativo».
Estos objetivos son inviables en el sistema educativo que tenemos. Eduy21 plantea eliminar «la separación entre el educador que transmite contenidos y el estudiante que los recibe», «la fragmentación de la educación» en primaria y secundaria, así como «las opciones de formación excluyentes entre humanidades y ciencias, y entre formación teórica y conocimiento aplicado». La alternativa propuesta es el «aprendizaje basado en proyectos», junto con tutorías personalizadas de apoyo a los aprendizajes, que naturalmente vienen luego de un período inicial de alfabetización.
El aprendizaje basado en proyectos expone al alumno a situaciones reales, para impulsarlo a desarrollar todos los recursos necesarios para resolver un problema que podría darse perfectamente en el ámbito laboral. Su consecución exige el aprendizaje de conceptos técnicos y el desarrollo de actitudes sustentado en valores. A través de la guía del equipo docente y la interacción con el resto de los alumnos, se desarrolla la capacidad de trabajar en equipo, la creatividad, la planificación, la cooperación, la comunicación no verbal, la escucha activa, así como todos los aspectos emocionales que afectan el comportamiento de la persona.
La idea es muy buena, pero parece utópica para la realidad de nuestro país. Seguramente, esa sea la percepción generalizada. Lo cierto es que no hay que viajar a un país del primer mundo para ver y analizar ejemplos exitosos. Alcanza con ir a Casava-lle. Desde comienzos de 2016, en el Centro Educativo Los Pinos funciona un liceo técnico con 71 estudiantes, con un modelo de aprendizaje basado exclusivamente en proyectos. Y ya existen evaluaciones —que me entregaron sin misterio— que permiten ilusionarse con los resultados, por más preliminares que sean. Por ejemplo, en pruebas estandarizadas que miden capacidad analítica se observa una mejora anual superior al 40% entre los alumnos que participan del programa. (El promedio de la clase mejora en medio desvío estándar, como se dice en la jerga). Afortunadamente, existen también algunos avances con experiencias parciales de aprendizaje basado en proyectos en otras instituciones públicas y privadas.
Claro que esta receta no funciona si las cosas no se hacen bien. No basta con tirar los ingredientes adentro de la olla y revolver. El equipo docente tiene que ponerle dedicación, profesionalismo y, esencialmente —como todo buen cocinero— pasión por lo que hace, que se tiene que compartir con los alumnos. Conseguir a los profesores es sin duda un enorme desafío. Un buen docente marca objetivos claros, ambiciosos y alcanzables, empuja hacia elevados estándares de comportamiento y maneja el aula velando para que ningún cerebro deje de trabajar.
Recientes investigaciones muestran que uno de los factores más relevantes para mejorar los resultados educativos es la calidad de los docentes. También existe evidencia internacional de que la formación docente,si se hace bien, es efectiva. A su vez, un apoyo profesional y permanente a los docentes en las instituciones, bajo el liderazgo de mentores especializados, también tiene un impacto significativo sobre los resultados educativos.
La ministra de Educación dijo que «no se hacen cambios en la educación sin los docentes», insinuando que los planteos de Eduy21 no tenían en cuenta a los docentes. Todo lo contrario. La propuesta se centra en la jerarquización y el apoyo al docente. Hasta ahora, el trabajo de los docentes ha sido minimizado en discusiones sobre cambios de programas y fundamentalmente sobre estructuras de poder, que son irrelevantes si no cambian la forma y la intensidad con la que los alumnos aprenden. Ese es el objetivo de Eduy21. Y para ello, lo que realmente importa son los docentes.
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