Por: El País.
El rector de la Universidad ORT considera que el mayor problema de la educación hoy es la escasa cantidad de alumnos que termina Secundaria. Sostuvo que eso demuestra cierto grado de “analfabetismo” de la sociedad uruguaya y que cambiarlo requiere de voluntad política.
Afirmó que hoy no hay un “liderazgo” y que el poder de obstruir tranca las transformaciones. Grünberg criticó la regulación de las nuevas tecnologías, habló sobre los cambios que tendrá el mercado laboral uruguayo y sobre las competencias que se exigirán a los nuevos trabajadores. Además dijo que el país debe transformarse para potenciar a los alumnos del Plan Ceibal.
—¿Cuál es el principal problema que tiene la educación?
—Uruguay en materia de educación está en la tormenta perfecta. Hay graves problemas, son los mismos de hace muchos años y no han cambiado. Quizás el más grave es la poca gente que termina Secundaria. En Uruguay alrededor de dos tercios no termina y en el mundo actual no terminar Secundaria es una sentencia a no poder acceder nunca a los beneficios de una sociedad moderna. No terminar Secundaria hoy es una forma de analfabetismo. Si José Pedro Varela hoy viviera no estaría diciendo que tenemos que hacer escuelas por todos lados sino liceos y que tenemos que tener acceso a la educación universitaria. Este es un problema grave y es un problema que no está mejorando. En su enorme mayoría los que terminan el bachillerato son de los quintiles más ricos de la población, o sea, los que ya tienen ventajas al inicio. Un sistema educativo tiene que estar orientado a compensar diferencias no a ampliarlas. El tercer problema es cómo terminan. Según las pruebas Pisa los mejores alumnos uruguayos son peores que los peores alumnos de Corea del Sur. No solamente terminan pocos Secundaria sino que los que terminan son de los quintiles superiores de la población y además, aún viniendo de familias educadas igual saben poco.
—¿Qué hace que pese a los años el panorama no cambie?
—No hay un problema técnico. Cambiar un sistema grande como el uruguayo con casi un millón de estudiantes requiere voluntad política.
—El gobierno de Tabaré Váz-quez se propuso cambiar el ADN de la educación.
—No sé qué plan tenía ni qué plan tiene. Pero sí sé que hace por lo menos cuatro períodos de gobierno que está clarísimo. A partir de la reforma de (Germán) Rama cambió el modelo educativo uruguayo desde un modelo de elite a uno de inclusión y el problema es que cambió el objetivo, pero no cambiaron los métodos.
—¿Y qué hay que hacer?
—Tiene que haber una voluntad política importante. Hoy nos encontramos que la capacidad de hacer está muy desperdigada y la capacidad obstructiva está muy concentrada, entonces siempre gana la obstructiva. Hay grupos chicos pero poderosos con poder de veto y la voluntad de cambiar está muy desperdigada. No hay nadie que hoy tenga el poder real de cambiar las cosas en el sistema educativo.
—¿La generación que se formó con el plan Ceibal podría cambiar la perspectiva?
—El Plan Ceibal es una de esas luces al final del túnel. Se ha hecho una apuesta a enriquecer la educación y es un gran programa, pero no es que por eso va a salir una generación de Bill Gates. El ejemplo se puede ver en Cuba que tiene escuelas de primera calidad en todas las mediciones internacionales. Hay otros elementos en la cultura, la economía y la política que los van a bloquear. Si Uruguay quiere ser una sociedad abierta, emprendedora, creativa, competitiva tiene que tener una cantidad de arreglos sociales y políticos. Si todo el resto de los factores queda congelado como sucede hoy, lo único que hacemos es que la gente creativa se vaya del país. Si a la gente educada la ponemos frente a un mercado en donde los cargos se reparten por sorteo o por cuota política, o donde cuanto más trabajás más impuestos tenés o donde empresario y emprendedor son vistos negativamente, lo que va a pasar es que la gente a la cual le hemos dado la educación ceibalizada se va a terminar yendo a otro país o existe el riesgo, al menos.
—Ese mundo es en el que hoy surgen Uber, Airbnb. ¿Cómo ve el intento de regulación que pretende el gobierno?
—Diría que no me parece una reacción sana. Uber, Airbnb y otras similares de las economías interconectadas son desafíos que tenemos a nuestra manera de pensar, trabajar, regular el trabajo. Lo que me preocupa es que frente a un desafío la reacción sea congelar y proteger.
—¿Cree que hay cierto grado de conservadurismo?
—Las sociedades modernas, las que tienen éxito no son las sociedades más fuertes sino las que se adaptan rápidamente al cambio. De este proyecto también se desprende una incomprensión de cómo cambió la sociedad. Cuando en definitiva dice que se van a regular las actividades a través del servicio final, implica que a Uber lo vamos a regular como si fuera una empresa de taxímetros y a Airbnb como si fuera una empresa hotelera. Estas empresas lo que hacen es transferir información de unos a otros. Todo el mundo tiene que pagar impuestos. El tema es qué impuestos. Asimilar Uber a una empresa de taxis lo que muestra es la incomprensión de lo que hace Uber. ¿Airbnb se le va a regular como hotel? ¿Van a ir los bomberos a ver si tiene la habilitación? No tiene sentido. Hay que actualizar las concepciones. Si las compañías de taxis tienen un reclamo por competencia desleal porque ellos pagaron una licencia para ser taxis, bueno, devuélvanselas. Eso demuestra una manera más barata a la larga.
—Hay empresarios que dicen que los jóvenes no están preparados para el mundo de hoy.
—Yo creo que, como el proyecto de ley lo demuestra, los que no están preparados son los adultos y no los jóvenes. Es enorme la cantidad de jóvenes que hay hoy manejando autos de Uber, he conocido casos en que entre dos o tres se están comprando autos para ofrecer el servicio de Uber. Hay otros que están haciendo software para usar con las aplicaciones de Uber. El problema es de los adultos y del liderazgo uruguayo en todas las disciplinas, no de los jóvenes.
—¿En qué ve un problema de liderazgo?
—Esta no es una expresión política. En todos los ámbitos se encuentran problemas para aunar las voluntades necesarias para hacer los cambios y los costos que implican, entonces pequeñas decisiones llevan un tiempo enorme. Hay una falta de valorización del conocimiento, entonces se va a discutir la ley de la marihuana y no se atiende lo que dice la Sociedad de Psiquiatría. Regularmente y constantemente los debates públicos en nuestro país se nota que el conocimiento académico no es suficientemente valorizado. Esto no quiere decir que los que tenemos títulos universitarios estemos por encima de nada, solamente quiere decir que el liderazgo tiene que actuar pa-ra el bien común y aunando voluntades para pasar por arriba de corporaciones que hoy defienden sus intereses y bloquean esos cambios. Por algo hay lo que se llaman industrias del futuro y otras del pasado. La historia de las últimas décadas en Uruguay no solo es que no hay la transición hacia industrias nuevas sino que hay una reedición de continuamente volver a abrir las industrias que no funcionan como la caña de azúcar.
—Con estos cambios, ¿qué empleos desaparecerán en el futuro?
—El mercado laboral va a cambiar mucho en Uruguay y en el mundo entero. Ha habido en el último siglo y medio tres oleadas grandes de redefinición. Ahora estamos entrando en una etapa mucho más peligrosa porque la tecnología empieza a poder sustituir funciones de los servicios. Entonces un contador capaz que hoy un 70% de lo que hace ya está automatizado. Eso no quiere decir que no va a haber más trabajo de contador sino que cinco van a hacer el trabajo que hoy hacen 50. Y que las únicas tareas que le van a quedar son las más creativas. A medida que la inteligencia artificial o la robótica y el internet de las cosas se desarrolle va a haber una reconversión muy importante en el mercado laboral. Las únicas personas y países a los que les va a ir bien van a ser aquellos que tengan una población que pueda adaptarse y competir y producir en esa alta gama creativa. Va a hacer falta saber matemáticas para tener un pensamiento riguroso, saber varios idiomas, ser emprendedor.
—¿Qué hace falta para impulsar eso?
—En este momento en Uruguay el problema no es la escasez de fondos sino la escasez de proyectos. Cómo generar una cultura emprendedora al estilo Silicon Valley no es un problema solo de Uruguay. En cualquier país el porcentaje de Bill Gates y Steve Jobs es muy chico siempre, y cuando hay tres millones y medio de habitantes y solamente termina Secundaria 33% y la universidad un 15% y solamente hace un posgrado el 2%, es difícil. Bill Gates no tiene posgrado y Steve Jobs tampoco, pero son excepciones. Google se hizo con una tesis de doctorado y en general el alto nivel educativo se correlaciona bien con la capacidad de hacer cosas nuevas. Esto no quiere decir que gente que no tenga Secundaria terminada no puede tener buenas ideas, pero la inteligencia es un valor que no se puede cultivar sin educación.
—¿No cree que es algo que ven como lejano?
—También es lejano llegar al Barcelona y sin embargo todos juegan al fútbol. No toda la innovación viene a partir de la computación, puede venir de la música, la danza. La pregunta es ¿quién se tiene que adaptar?, ¿es el alumno al sistema educativo monolítico que no le ofrece ninguna opción o el nivel educativo a los millones que quieren cursar? Los liceos deberían tener consejeros y flexibilidades que digan el liceo especializado en música es aquel, entonces el muchacho que tiene facilidad o interés va a seguir en aquel liceo que le va a cultivar sus talentos y virtudes y no al del barrio. Creo que allí el sistema será más interesante para los docentes y los estudiantes.
Fuente del artículo: https://www.elpais.com.uy/informacion/hoy-nadie-real-cambiar-educacion.html