Por: Revista Semana Educación
Ousman Umar salió de Ghana, atravesó el desierto del Sahara y llegó cinco años después a España. Hoy, a través de su fundación, quiere advertir a los niños en África de los peligros de la inmigración y de paso los está formando en informática.
Ousman Umar es un hombre con una historia abrumadora. Después de sobrevivir a una travesía de cinco años desde Ghana, sur de África, hasta Barcelona, España, fue rescatado por una catalana cuando solo tenía 13 años. Hoy, es el fundador de la ONG Nasco Feeding Mind, un proyecto premiado por la ONU.
Con un perfecto español su voz se escucha débilmente al otro lado de la línea: «Salí de Ghana con 46 personas y solo llegamos seis a Fuerteventura, una isla de España. Es difícil para mí contar lo detalles, pero lo haré lo mejor que pueda”.
Dice que sobrevivió a las mafias que transportan a los migrantes en el desierto, quienes los abandonaron en medio de la nada. Superó el temible desierto del Sahara ingiriendo su propia orina durante 19 semanas y enfrentó al océano Atlántico en una pequeña balsa de madera que tuvo que construir con sus manos. A pesar de que le cuesta recordar estos momentos, no deja pasar un detalle: “No sabía nadar”.
Cuando creyó que había llegado al paraíso de los blancos, el lugar donde los hombres nacen sabios- según creía- todas sus expectativas se desdibujaron. De Fuerteventura, lo enviaron a Barcelona, según Umar, porque lo único que sabía decir en Español era “Barca”.
Sin embargo, en los primeros meses, no encontró nada distinto a lo que había vivido en Ghana. Hijo de un chamán, fue educado para trabajar en la aldea Fiaso, un lugar perdido en el mapa, de apenas cien habitantes. Como la educación inicial en Ghana no es gratuita, su padre lo obligó a dejar la escuela.
A los nueve años se fue de casa para aprender a trabajar. Le pagaban con comida, ya que ante los hombres era solo un niño aprendiendo de mecánica. A falta de dinero, vivió en la calle. Años más tarde, no se aguantó y se fue a Accra, la capital de Ghana, en donde trabajó en el puerto de Tema.
“Llegaban tantas cosas de segunda mano a ese puerto, que mi sueño era descubrir quién era el hombre blanco que podía construir tantas cosas valiosas y por qué está tan capacitado para realizar todo aquello que se le ocurría. Para entender eso, tenía que ir hacia donde estaban los hombres blancos”, cuenta.
Guiado por sus sueños de aprender, de explorar un mundo que solo conocía por los objetos extraños que llegaban a su país, puso su vida en riesgo. “Caminaba solo con lo que llevaba puesto, pero estaba feliz, porque había llegado al paraíso. Pero, no me tardé mucho en darme cuenta de que estaba en otra selva, una de cemento. Saludaba a todo el mundo y nadie me contestaba, no era nadie para ellos”, recuerda.Por las barreras del idioma, el peso de ser un inmigrante y la falta de empatía de quienes se cruzaba, Umar vivió durante algunos meses en la calle.
El rescate
Aún siendo menor de edad, Umar seguía deambulando por la calles de Barcelona. Un día, Montse, una catalana lo encontró y decidió acogerlo en su casa.
Sus padres adoptivos y Umar. Cortesía: Ousman Umar.
“La primera noche me acompañó a la habitación; me metió en la cama como si fuera un niño de cinco años. Me dio un beso en la frente, apagó la luz y salió. El mundo me cayó encima. Pasé toda la noche llorando, preguntándome por qué había sufrido tanto para llegar a manos de esta persona. Me preguntaba qué había hecho mal para merecer tanta tortura, tanta desgracia”.
Durante el tiempo que vivió con Montse, le enseñó castellano y catalán. Le ofreció aquello que desde muy pequeño había deseado: la educación básica a la que no había podido acceder en Ghana. Pero no todo sería fácil de aquí en adelante. Umar tuvo que trabajar en un taller arreglando bicicletas para pagar su carrera universitaria.
“Entré a estudiar Química, porque tenía curiosidad de saber si la magia negra era real. Dos años más tarde, me retiré, porque era imposible trabajar 40 horas arreglando bicicletas para pagarme la universidad. Luego, estudié Administración de Empresas, Relaciones Públicas y Marketing y terminé la carrera en 2017. Y en 2018, me apunté a un diplomado en Gestión y Dirección de ONG`s”.
En agosto de 2018, Umar dijo al diario El País de España que el 95% de inmigrantes mueren en el camino y de los que llegan, solo el 1% consigue integrarse en la vida europea. Por lo tanto, la suerte con la que había corrido, era como si se hubiera ganado la loteria.
Después de 13 largos años, Umar ya no era el pequeño inmigrante que había logrado sobrevivir en una pequeña balsa. Se convirtió en el ejemplo perfecto de superación para quienes lo rodeaban. Sin embargo, no tardó en darse cuenta que algo andaba mal. Paradójicamente, él no quería que ningún niño de África siguiera sus pasos.
“La noche en que por primera vez dormí en una casa en España, me dije que yo sería la voz de las personas que perdieron su vida en el camino de Ghana hasta aquí, y sobre todo, alzaría mi voz para evitar que nadie más venga a caer en esa trampa”, expresa.
“La educación puede salvar tu vida”
Todo inició con su hermano- Banasco Nuhu- a quien convenció de no venir al mundo de los blancos. “Hace algunos años me dijo que quería vender las cabras y las gallinas para seguir mis pasos e ir hacia Libia, atravesar el desierto y llegar a España. Aunque no fue fácil, lo convencí de que lo que tenía que hacer era estudiar. Se quedó y le ayudé a pagar sus estudios y ahora mismo tiene su propia empresa”.
Y así inició lo que después llamaría Nasco Feeding Mind, una fundación con el objetivo de que los niños y niñas de Ghana puedan tomar decisiones sobre su futuro aprendiendo a usar un computador e Internet. Umar empezó a enviar ordenadores a Ghana para que los niños de su aldea en Fiaso conocieran el mundo sin arriesgar sus vidas en el desierto o en el océano.
La fundación Nasco Feeding Mind ha impactado la vida de más de 11.000 niños. Cortesía: Ousman Umar.
“Hasta el año pasado la educación inicial en Ghana no era gratis. Para ir a la universidad es aún peor, solo llega el 4% de los bachilleres. Pero, cuando uno es capaz de autogestionar su sistema educativo, cuando tienes curiosidad y cuando tienes acceso a la información, creo que estos índices van a variar mucho”, dice.
Por alfabetizar a más de 6.000 niños de Ghana en informática, Nasco Feeding Mind fue seleccionado como uno de los cinco mejores proyectos en la categoría ‘Information and Communication Infrastructure‘ de los Premios WSIS, un galardón entregado por la ONU en 2017.
Así, por medio de un dibujo de un computador, los profesores en Ghana han enseñado la asignatura de informática. Cortesía:Ousman Umar.
Hoy, según Umar, ya cuentan con ocho aulas informáticas a las que pueden acceder los estudiantes de 19 escuelas. Pero, ahora, la idea no es solo enviar ordenadores. “Estamos trabajando en un programa de formación para que los docentes mejoren su nivel. Para llegar a los profesores que enseñan en lugares apartados de Ghana, queremos construir un campus de informática para que puedan quedarse durante sus vacaciones. Por ahora, tenemos la mitad del presupuesto”.
Por eso, para él no es una locura decir: “Quiero hacer de Ghana el Silicon Valley de África”.
Imagen tomada de: https://static.iris.net.co/semana/upload/images/2019/2/22/602421_1.jpg
Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/ousman-umar-quiere-construir-un-silicon-valley-en-africa/602423